el interpretador aguafuertes

 

Ver Anteriores

Villa Celina(*) -4-

"El hijo de la maestra"

Juan Diego Incardona

 

 

 

 

Hoy me vuelo veo tantas caras
¿No ves algo en el puente que se va?
¡Hola dulce viento!
Veo claramente en ti
Eres como mi amiga que se va.
Pescado Rabioso

 

En mi barrio (Celina City) muchos me conocen como Chorza (en antiguo sumerio: gran campeón del balompié), pero mucho tiempo antes, los vecinos, sobre todo las personas mayores, se referían a mí como ?el hijo de la maestra?.

?¿Quién es este pibe?
?El hijo de la maestra.
?¿Qué maestra?
?¡La maeeestra! ¿Quién va a ser?, la que vive en Avenida Cruz, enfrente de la Juanita.
?Ahhhh, sí.

Sucede que mi madre fue una de las maestras más famosas del barrio ?ahora está jubilada-. Trabajó en sus tres escuelas: la 137, la 138 y la 139. En la que estuvo más tiempo fue en la 138, anclada en una de las zonas más pobres de Villa Celina, en el barrio Urquiza, cerca de las Achiras. Debido a su personalidad hiperactiva, su capacidad para organizar y su sensibilidad, siempre realizó actividades que trascendían lo escolar: visitaba casas, organizaba el comedor, conseguía zapatillas para los chicos. Con el paso del tiempo, se convirtió en un referente de las escuelas de Celina, mi vieja, una maestra de frontera en el Conurbano Bonaerense.

Además, durante muchos años ha dado clases particulares , a veces sin cobrar un peso.

¿Será predestinado?, no lo sé, pero mi mamá se llama igual que el barrio: Celina.

?Doña Celina?, le dicen algunos; ?Señorita?, le dicen muchos otros, aún gente de veinte, de treinta años que, en su mayoría, la tuvo como maestra.

Ser su hijo me salvó en varias oportunidades. Las que más recuerdo son dos:

La primera vez fue en el campito y por culpa de Javi, que se había zarpado con unos guachitos que jugaban a la pelota. Vinieron como 10 chabones de Urquiza, amigos del hermano de uno de los pendejos, y nos empezaron a cagar a piñas, a Javi ?que después salió corriendo y me dejó solo- y a mí. Me encerraron y me empezaron a dar. Me estaban haciendo mierda: trompadas, patadas de todos lados. Aguanté como pude; tiré un par de manotazos al aire, pero era en vano. Ya está -pensé-, cobré para todo el viaje. Por suerte, me mantenía en pie, aunque en cualquier momento me tumbaban. Y en el piso sí que estaba listo, ésta no la contaba. Pero antes de que cayera en desgracia y me hicieran puré la croqueta, de golpe la cortaron. Alguien me había reconocido:

?Pará, pará que es el hijo de la maestra.

La otra en un bondi. Volvía con Tino de ver a Boca en el 143, que habíamos tomado en Constitución. Estábamos sentados por la mitad del coche. Atrás, venía una barra de pibes de Urquiza, que eran de la 12, muy bravos. Se zarpaban con todos los que tenían cerca: le tocaban el culo a las minas, les pegaban bifes a los chabones, los escupían de atrás, los puteaban. La cosa es que, ya entrados en Celina, nosotros nos teníamos que bajar. Le dije a Tino que había que hacerlo por la puerta de atrás y bancarnos la que venga. Teníamos la remera de Boca puesta y no podíamos quedar como cagones bajando por adelante, así que fuimos para el fondo. Toqué el timbre. Tino estaba re julepeado, blanco como una hoja. Los pibes de Urquiza estaban a nuestras espaldas, algunos sentados en los últimos asientos, otros parados. Yo no los miraba, tenía la vista fija en el timbre. Esperaba un coscorrón en cualquier momento, un gargajo, que me apuren, pero no pasaba nada: atrás nuestro la patota guardaba un silencio absoluto. El tiempo se alargaba o el bondi iba más lento. Era una espera interminable, sofocante, siempre silenciosa, no volaba ni una mosca. Finalmente, cuando el colectivo paró y estábamos bajando la escalera, uno me dice, con voz ronca:

-Eh, loco.

Me di vuelta despacito, y esperando la peor, le contesté.

-¿Sí?

El flaco, con una carita que ni te cuento, muy serio me dice:

-Mandale saludos a tu vieja.

 

Dedicado a mi madre, Celina Zaldarriaga.
Octubre, 2005.

 


 

 

(*)Villa Celina está situada en el sudoeste del Conurbano Bonaerense, en el partido de La Matanza. Aislada entre las avenidas General Paz y Richieri, tiene ritmo pueblerino y aspecto fantasmagórico. Barrio peronista como toda La Matanza, su vida social gira en torno a los clubes, la Sociedad de Fomento, la Parroquia Sagrado Corazón y las escuelas del estado. Debe su nombre a Doña Celina, señora que poseía gran parte de las tierras que hoy conforman el barrio. En sus orígenes, fue poblada por españoles e inmigrantes del sur de Italia, como mis abuelos José y Lucía, o Juanita, la almacenera, o Antoña, su cuñada. Las primeras casas fueron construidas por los mismos inmigrantes, edificaciones generalmente bajas, con fachadas provistas de una puerta y dos ventanas, una en la pared exterior sobre la vereda, otra dentro del habitual porche. Con el tiempo, se construyeron barrios de monoblocks obreros o militares en sus zonas periféricas, como el Barrio General Paz, el Barrio Richieri, los edificios Estrellas o los bajitos de tres pisos que están cerca del Mercado Central, fondo mítico que cuenta con un fuerte del siglo XIX que ha generado más de una historia. En las últimas dos décadas, el barrio recibió grandes oleadas de personas de origen boliviano, lo que ha generado que un sector de Celina sea denominado como ?Pequeña Cochabamba?. En su centro geográfico, frente a la escuela 137, se encuentra el famoso Tanque de Celina, de estructura circular y bastante alto, con escalera caracol en su interior. Desde sus elevadas tejas se domina toda la zona y hasta pueden verse otros barrios que pertenecen a Celina, como el Barrio Urquiza, Las Achiras y el Barrio Sarmiento, además de los vecinos Madero, Tapiales y Lugano. En mi infancia y adolescencia, durante la década del 70 y el 80, aún perduraban grandes extensiones de campo y potreros (hoy esos terrenos prácticamente han desaparecido) que propiciaban la aventura y el juego infantil en toda su dimensión. Quienes crecimos en Celina, hemos jugado en el campito hasta la oscuridad total y las nubes de mosquitos en la cabeza. Sus jóvenes frecuentan las esquinas, siempre con botellas de cerveza Quilmes en la mano y marihuana, a veces con una guitarra, a veces con una pelota de fútbol para el partido nocturno sobre la calle. Es un barrio de fierreros (hay uno o dos talleres mecánicos por cuadra) y de músicos. Tango y rock and roll siempre presentes, ahora también cumbia. Sus bandas siempre fueron numerosas, algunas conocidas como Viejas Locas (Piedrabuena y Celina), Callejeros y Villanos. En sus noches se percibe una fina niebla, iluminada parcialmente por los viejos faroles del alumbrado, se escuchan ladridos de perros (que abundan), tiros lejanos y muy cercanos, y una especie de rumor difícil de clasificar que interrumpe frecuentemente el diálogo en las veredas, quizás una especie de pasado, un sonido de pasado, un gol de Tino en el campito mezclado con la risa de los pibes del grupo ?Perseverancia? y las puteadas de Carlitos el borracho.

 


Juan Diego Incardona

 

 
 
el interpretador acerca del autor
 
               

Juan Diego Incardona

Villa Celina, 1971.

Es posible leer más obras de Juan Diego Incardona en los espacios de autor de Eldígoras-EOM.

http://www.eldigoras.com/eda/portal.htm

Publicaciones en el interpretador:

Número 2: mayo 2004 - Eyeston (narrativa)

Número 3: junio 2004 - Super Dios (narrativa)

Número 4: julio 2004 - Maldita Ley Interpretación acerca del artículo 194 del Código Penal en relación a los cortes de ruta y la criminalización de la protesta en Argentina (ensayo en colaboración con María Cecilia Incardona)

Número 4: julio 2004 - La voz de la señora Chamberlain (narrativa)

Número 5: agosto 2004 - El estanque de agua inmutable (narrativa)

Número 5: agosto 2004 - Beth o La lucha por la casa Acerca de La furia y otros cuentos (1959) de Silvina Ocampo (ensayo)

Número 6: septiembre 2004 - Bartleby, el oxímoron Ensayo sobre Bartleby, el escribiente (1856) de Herman Melville.

Número 6: septiembre 2004 - Canción para muertos (narrativa)

Número 7: octubre 2004 - Internet (narrativa)

Número 9: diciembre 2004 - Ampere -1- (narrativa)

Número 10: enero 2005 - Ampere -2- (narrativa)

Número 11: febrero 2005 - Ampere -3- (narrativa)

Número 12: marzo 2005 - Ampere -4- (narrativa)

Número 13: abril 2005 - Ampere -5- (narrativa)

Número 14: mayo 2005 - Ampere -6- (narrativa)

Número 15: junio 2005 - Villa Celina -1-: "Los reyes magos peronistas" (aguafuertes)

Número 15: junio 2005 - Ampere -7- (narrativa)

Número 16: julio 2005 - Ampere -8- (narrativa)

Número 17: agosto 2005 - Villa Celina -2-: "El hombre gato" (aguafuertes)

Número 17: agosto 2005 - Ampere -9- (narrativa)

Número 18: septiembre 2005 - Ampere -10- (narrativa)

Número 18: septiembre 2005 - Villa Celina -3-: "El ahorcado" (aguafuertes)

Número 19: octubre 2005 - La gargantilla (aguafuertes)

Número 19: octubre 2005 - Ampere -11- (narrativa)

Número 20: noviembre 2005 - La música rota (narrativa)

 
   
   
 
 
 
Dirección y diseño: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: Inés de Mendonça, Camila Flynn, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Marcos Leotta, Juan Pablo Liefeld
sección artes visuales: Juliana Fraile, Mariana Rodríguez
Control de calidad: Sebastián Hernaiz
 
 
 
 

Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Foto del Tanque de Villa Celina.