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Lloraba el gran público mientras contemplaba la máquina rota, el desmoronamiento del arte y la ciudadanía, ahora nómade bajo el gran puente del cielo, menos artistas, menos ciudadanos, sanateaban su tristitia y deambulaban, desconcertados, perdidos, como cenizas del viento, y pena en la noche de pruebas edificantes, el aire incendiario se alimentaba de la materia, los marineritos de saco y corbata llegaban por decenas y exclamaban su desesperación y su acorde desafinado, y pedían aparatos y exigían sirenas y llamaban al antihuscarle y la montada, al bombero y al vallado, en la diagonal, subiendo en la línea urbana y en la geométrica con obstáculos, y Roque y yo junto a los adolescentes nos agrupamos en un rincón de la foto y observamos el cadáver de polvo de nuestra víctima, y en el delta T un huscarle me señala a Florio, que venía aturdido por el lateral con la tos y el jadeo, y miren cómo llora la gleba el dueño del desfile, el gestor cultural con renombre, y hacía uno tres cuatro mareante con danza renga, pobre tipo en el torso empedrado, tirando manotazos en la arena movediza, y no fue por lástima ni solidaridad, sólo por experiencia que, junto a Roque, le alcanzamos la rama y lo rescatamos momentáneamente para que respire en nuestra orilla, y nos miró y estaba aterrado, y tratamos de calmarlo y explicarle que el muerto es el muerto, que ya no tenía nada que hacer por su tinglado, y le pedimos que tome un poco de agua y que escuche la melodía, pero se resistía y se agarraba la cabeza, musicaba su desatino y expresaba la negación y el circo gestual, que me causaba simpatía, aunque también ganas de partirle el esfemoides con la baldosa, pero su abstracción me generaba respeto y no pude lastimarlo, y en la danza necrológica Roque le ofreció un cigarrillo, pero tampoco quiso, y yo extendí el Amoxidal 500 pero no pedía más que aire, así que lo dejamos en paz y babeante en el subter, mientras retomábamos el espectáculo con derrumbe, con multitud, con policías.
Los artistas caídos se recuperaban lentamente y se reagrupaban en la otra esquina junto a la ciudadanía nueva y el aparato, y alguien empezó a reconocernos y a señalarlos con indignación, y otro revolvió las brasas y repitió la acusación con la sumatoria, y así los ojos nos rodearon y las bocas soplaban contra nuestro barco, entonces empezó a arrimarse el paso doble del uniforme con el hidrante y el intimidatorio, golpe y golpe contra la avenida empezaban su percusión represiva, peleare nos pusimos de pie en la inmediatez y retrocedimos hasta el ángulo, asumimos el alerta y nos preparamos para la gresca y la estaca, habrán partido formamos en rombo punzante, Roque y yo en la proa de la pandilla partiese, los huscarles en el lateral y protegiendo la retaguardia, y saqué la rosario, el alambre y el cuchillo, y por fin he peleado dije mi oración a la impiedad y a la muerte revolucionaria, y los huscarles levantaron los brazos y los pinceles hacia la bandera, disparar la tormenta la pelea callejera, piedras, palazos, cascotazos, trompadas, bombas molotov, avanzaba el huscarle, retrocedía el artista, pero apoyaba el ciudadano y caían nuestros adolescentes, la guerra en el este y en el otro ditio, un lungo malsano tiraba goma con eficiencia y acertaba en las caras y ponía en peligro nuestra formación, corchaso corriere nuestra fila, pero sin perder el tiempo mandamos por el costadito a tres huscarles con cadena gruesa, que viajaron sin interrupción por la confusión y el humo de la gresca gracias a nosotros que maniobramos la circense con distracción, y de este modo los tres por fin llegaron al abanico y se plantaron a revolear latigazos de metal para la sangre, pero llegaban más camellos con la sirena y querían aplacarlos, entonces pusimos al rombo hacia delante y con el grito y la canción caminamos en redoble y los enfrentamos, toque y retracción, flujo y reflujo los rechazamos una y otra vez casi llegando a la plaza, en el pasillo que se forma cerca de la entrada del subte del fatisco, cantando siempre beso mares va y viene la matanza urbana en la termópila porteña, y un flaco descarnado se acerca para la proeza y nos tira el cascote que me roza la oreja y empiezo a sangrar, rojo, rojo y rojo enchastra la baldosa y el apud, y un huscarle me pasa un pañuelo y suspendo la hemorragia como puedo, y en la simultaneidad del dolor continúo la gimnasia combativa sin descanso y con acciones metódicas logro rasparle la caripela al policía y al bombero cercano, y con el lazo de alambre capturo cuellos y derribo acosadores con uniformes, y entre todos retenemos al paramilitar camuflado que quiere infiltrarse y sin preámbulo le hacemos el pungo colectivo y después le pateamos la cabeza hasta matarlo, y nos atacan, y nos defendemos, paso tras paso, piedra tras piedra, la sonoridad aumenta en las ondulaciones tenues del empedrado, todos declaran el antagonismo y responden hasta la muerte si es necesario, y llegan más, de ambos bandos llegan más y mejor pertrechados, y el disturbio crece y los cuerpos se funden al paisaje único, y explotan autos y estallan vidrios en la fiebre, y mana el irroro en la náusea expansiva, columnas recalescas se acuchillan sin piedad y declaran el viejo resentimiento, sujetos rebotantes son cargados en la ambulancia del substillo, caen ciudadanos, caen artistas, caen huscarles, los movimientos de la lucha se vuelven complejos y con Roque mantenemos el control de la pandilla, pero el estado rationalis me abruma con su sombra y su mundo y no quiero, no quiero esperar ni organizar el paso lento, prefiero chupar el antibiótico y correr e internarme en la multitud ajena y perderme si es posible, tragar substantia y descartar el envase para siempre, pero Roque y los huscarles me obligan al sacrificio y al grupo, y entonces tomo decisiones imprevistas en contra de mis intereses, y soy junto a mis compañeros un Cementerio Marino en la Plaza de Mayo, estómago de tambor contra el familiaris y el ciudadano malsano, obdurescos reticulares atravesamos la masa, axones metálicos perforando cavidades civiles fajamos el vientre, fajamos el pecho, fajamos la espalda, pero con entusiasmo el adversario nuevamente nos rodea, nos acecha, nos da estocadas mortales que mandan polleras negras al subsuelo fétido, sin consuelo, desordenados bajan hombres desde la geométrica porteña, y un grupo de policías nos tira pungos explosivos y estamos casi perdidos, pero en ese punto de vista llegan refuerzos inesperados para el disturbio, consumados en, donde, por, la calle que nunca acaba, habíamos caído el rombo se reagrupa, cantantes infinales entonamos la renovación sublimándonos, despertándonos, noxa noxalis en la máquina de guerra, y le digo a un huscarle que vaya rápido a buscar el refuerzo de los barrios, que el Ampere está en peligro evidentemente, que volviera con el obduresco juvenil y la rexistencia, que vaciaran las esquinas y las cuevas y que no tardara, porque la yuta estaba muy cinética y con apoyo consolidado y nos iban a quebrar en cualquier momento, y se fue nomás por el pasillo del disturbio a toda marcha, vuela, vuela gorrión pequeño con el mensaje, y acá y allá se peleaba cada metro de la pampa urbana, y habrán visto llegaron bandas de motociclistas huscarles por la diagonal para abrir un nuevo frente y darnos logística, y los saludamos y les cantamos nuestro agradecimiento por más que yo te pueda hacer feliz, y ellos nos respondieron con rituales adolescentes y acelerando los motores de sus vehículos negros nos rendían homenaje, y entre todos empezamos a cerrar el abanico y parecía que la noche iba a ser nuestra, aunque grupos de artistas dominantes se nos tiraron encima clamando venganza por el bar de Florio, pero repelimos nuevamente, aunque llegaron ciudadanos del centro con movimientos empujaren, pero rechazamos otra vez, aunque entraron soldados entrenados del aparato, pero con motores, con ráfagas guturales, los motociclistas los embistieron, y pelea, pelea, bichito, pelea, pelea, pelea, y chocan los metales entre sí, se abren huecos en el laberinto de cuerpos, noxa noxalis se empieza a percibir un aire extraño, viciado por el humo y el gas lacrimógeno, y arden negocios, arden paradas de colectivos, arden las palmeras de la plaza, todos están pálidos, pero nadie detiene el mandato violento, y veo la espuma, veo cadáveres, veo perros en los bordes de la lucha, y sopla el viento y el polvo y los papeles se dispersan y el punto de fuga se cierra y la cápsula nos atrapa a todos y pareciera que el movimiento de la guerra es imposible y que el tiempo se quedó a vivir.
Para la sibilancia vuelve el gorrión mensajero con el refuerzo de los barrios y las cuevas, y bajan, bajan la loma patinante las polleras negras del pozo con el ímpetu juvenil, y ven, ven a mí, alma de diamante, y corren, corren junto al animal polimorfo que mastica barrotes, y crece, crece la formación romboidal de la pandilla, y entre las columnas arribantes de los adolescentes oscuros veo la geometría pintadita de mi chica gótica que llega, y camina, bichito, camina, camina el aspecto central de la noche la abrazo, la manifestación vegetativa me besa, el ergotropo me toca, el núcleo mamilar le chupo, el cuerpo gótico me refriega, el cuadrúpedo de la avenida se funde a la sábana adoquinada, canta y camina bicho del empedrado a b c y a b c enamorado, piedra tras piedra noxa bajo la lluvia de estrógenos dice que me ama, paso tras paso noxalis en el moco cervical le digo que la amo, y juntos agarramos la proa del rombo y repartimos pungos de muerte y sangre al ciudadano y al artista, y ya está, ya, está, pueden matarme si lo desean, mi vida flota en el irradio gótico, y ella pronuncia mi nombre contra el hidrante y el bombero, ella me toma de la mano y avisen yo canto el sueño del niño pese al gas y el soldado, y la chica gótica me toca el bulto con lujuria y la miro y me mira y todos los males del mundo desaparecen a pesar de los proyectiles y los objetos anamorfos que caen, ¡pero soñamos!, ¡soñamos!, porque el tiempo comenzó a pasar y el viento borró tus manos, porque sangra el color humano y escupe el irroro, porque la yunta ciudadana, artística y policial nos hace el antiabanico y nos encierra, nos empuja contra nosotros mismos, y así quedaríamos espalda con espalda, así serían diez contra uno, aumentaría la sirena y el adversario potencial se llevaría a cabo en nuestra contra, y ahora sí, ahora no hay salida nos van a matar a todos con el contrapungo, pero viva la causa perdida con el grito rompemos pentagramas y volamos cinéticos sobre las cabezas y los cascos, otra vez rompemos filas como tantas veces, rompemos uniformes y vehículos represivos, habrán perdido romperíamos carne y hueso hasta llegar al ampere, y presten atención de este modo caminando la giratoria logramos avanzar, caminito hipotalámico uno dos hasta el cabildo argentino del recalesco civil, y allí, en el ojo delta x delta t debajo de las arcadas organizamos el reflujo y gradualmente empezamos la retirada por la supervivencia, la chica gótica siempre me tomaba de la mano y me apoyaba el beso, y quería cantar vuelve del cuento feroz, pero las fuerzas de elite acababan de llegar a la plaza y al disturbio, y sin mensaje previo se vinieron encima para acuchillar nuestra izquierda y casi nos desarman, y más huscarles caían y se ahogaban en el charco proteico, y vuelven otra vez todos juntos, ciudadanos, artistas, policías, bomberos y paramilitares, y atacan, atacan, golpean el corazón de nuestro rombo una y otra vez hasta que finalmente nos quiebran, sí, nos quiebran, nos desarman, nos separan, nos dividen, y ya no hay nada que podamos hacer, no hay nada y la chica gótica se derrite de mi mano y se apaga en la masa represiva, no hay nada, y el martillo de Roque cae por última vez sobre un casco y luego se lo traga la chupadora hasta el brazo primero, el torso después, y no lo veo más, y las polleras negras del huscarle son pisoteadas por doquier y al suelo se adhieren con la sangre, los adolescentes caen y las botas les aplastan las cabezas hasta el ojo, todos mueren y caen y nada podemos hacer en el contrafuego y en la plaza del antihuscarle, y cuenta regresiva habremos desaparecido, al silencio caímos y al túnel del substillo nos vamos, y a mí me golpearon, me arrastraron hasta que perdí la conciencia, y tuve sueños y fui del olvido, y por momentos abrí los ojos en la conductancia y confirmé que nuestra derrota estaba consumada, y a la chica gótica comprobé encorvada en el empedrado, hemos llorado sin consuelo estaba muerta, y Roque debajo de la arcada recibía los palazos de gracia y le cerraban inevitablemente los ojos y cedía y moría como todos, y a mí me torturaban y me hacían preguntas, ahora rodaba por la cuesta necrológica, ahora me iba al olvido y caía y caía y caía y los castigos de todas las vidas se abalanzaban encima mío y perdía el alma en el fondo escuhasen y me arrastraba con el patético y me quemaba los pulmones con la humareda, y sólo un rato breve levanté el párpado y la arruga para ver mis pies deshechos dejando una estela de chocolate y substantia, y recordé que la chica gótica estaba muerta, siempre estaba muerta, y que Roque estaba muerto y que yo pertenecía al olvido, consumido en la llamarada de la noche que me lanzaba de la náusea al punto de fuga, y la sombra se divertía con mi desgracia y me acosaba desde los techos entrecortados de Buenos Aires, y quise esconderme en el agujero del cordón pero el militar me agarró de los pelos y me trajo de vuelta a la vereda, y me golpearon pa pa pá la cabeza contra la baldosa, y cantando aunque este mismo sol se nuble perdí mi líquido con la hemorragia y el olvido me llevó más allá por la cueva fétida donde descansan los cuerpos muertos de las ratas y las moscas del verano, y yo existía menos y me sepultaba la negrura de la espera y era del olvido, siempre del olvido y de la nocturnidad del subsuelo, abierto, destripado, subordinado a la lengua inmunda de la oscuridad reptante, y me sacuden y me arrojan y me estampan contra las paredes negras, y me apuntan y me perfora la balacera de la tristeza porque la chica gótica está muerta, siempre está muerta, porque Roque mi amigo está muerto, y a mí me anulan, y huscarles masacrados estoy solo en una ocasión pérfida, afligido en la polimorfa lumbres solitarias que aparecen por momentos quieren consolarme, pero soy del olvido y me desvanezco en el aire impúdico de las cloacas, y me perturba el ánimo la muerte de mis amigos y el ciudadano me obliga y me trae conciencia y estado rationalis para ver, para confirmar la tragedia, y me sopla frío y se congela el hipotálamo y el trígono y en la selva de hielo quedo incrustado al blanco oscuro del olvido incesante, y siento que caigo otra vez y se reducen mis partes y todo mi cuerpo es un campito desolado, y me aplastan, me empujan, me escupen y se burlan con canciones desconocidas y entonces conozco el miedo que no cesa y no existo y soy del olvido y de la noche que salta sobre mi féretro en la avenida frente al cabildo porteño, y sigo muriendo, sigo desapareciendo, y en la imaginación imagino que muero y desaparezco, y siempre soy del olvido y del fondo del mar, y todas las vidas caen y lo que alguna vez miré desaparece y se lo llevan, y a la negación me fui con el bichito caminante a buscar a la chica gótica y a Roque muertos en la victoria ciudadana, en la unimorfa plaza perdida, en la ciudad de los otros cerré los ojos y ya no volví más del agujero, sin canciones habrían condenado en esa cueva caminé, caminé, caminé sin que nadie me viera hasta el final del túnel, donde subí unas escaleras y salí nuevamente, cada vez más exhausto, para encontrarme en unos campos claroscuros donde continué mi viaje paso tras paso a través del paisaje desolado, uno dos uno dos hasta el fondo de la perspectiva, y allí, junto a un arbolito rodeado de pajonales reticulares, definitivamente agotado, me abandoné, debajo de una luna desconocida, y dormí, en oscuro blanco.
continuará...
Juan Diego Incardona