Para vos
claro
esta larga carta de amor
estúpida
como toda carta de amor.
Esos bichitos malvados son las niñas de sus ojos.
Cuando se dice que el artista crea personajes verdaderos, tal es una bella ilusión; de hecho, no sabemos gran cosa de los hombres auténticos y vivos; a esta situación tan imperfecta ante el hombre es a la que responde el artista: hace bocetos de hombre, tan esquemáticos como lo es nuestro conocimiento del hombre. Una o dos características a menudo repetidas, con mucha luz encima y poca penumbra alrededor, más algunos efectos poderosos, responden bastante bien a nuestras exigencias.
Pensé en viejos chistes como ese del tipo que va al psiquiatra y dice, <<doctor, mi hermano está loco, piensa que es un pollo>>, y el doctor dice, <<¿por qué no lo convence de que no lo es?>>, y el tipo dice, <<porque necesito los huevos>>. Bueno, supongo que ahora me siento mejor con las relaciones. Son totalmente irracionales, locas y absurdas. Y supongo que nos mantendremos a través de ellas porque la mayoría de nosotros necesita huevos.
UMA, OTRA VEZ UMA THURMAN.
Extraído de los Diarios de La Dama de Negro.
Martes, XX de XXX, de XXXX.
¿Por qué no leí el horóscopo del domingo de Viva para saber que me depararía mi signo astral esta semana?:
“Amor: Marcas profundas. Recuerdos del pasado vuelven a usted con sentimientos inquietantes...”
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Fumo.
Fumo mucho.
Fumo, casi tanto, como las chicas del Moyano.
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Me abrazaría al diablo sin dudar
Por ver tu cara al escucharme hablar.
Eres todo lo que más quiero
Pero te pierdo en mis silencios.
Mis ojos son dos cruces negras
Que no han hablado nunca claro.
Mi corazón lleno de pena
Y yo muñeca de trapo.
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Es difícil ser una súper héroe de una modernidad periférica. Se necesita una entereza, una templanza, un equilibrio, del cual carezco, a veces, por completo. Por eso, cuando hace unos meses atrás, vi haciendo zapping por la tele, una propaganda de Sprayette promocionando un set completo de tecnologías del yo para el cultivo de sí, no dudé un instante en levantar el tubo y llamar ya para encargarlo. Claro que este set completo para una correcta epimeleia heautou me ayudó a mejorar mis objetivos, metas y rendimientos de parrhésiastes, a sostener mi cuerpo con más dignidad, verdad y coraje gracias a las rutinas de áskesis a las que te obliga la tejne tou bíou, y a enfrentar con más precisión y menos vacilaciones los desafíos a los que es sometida una teórica súper héroe como yo. Pero en el fondo, sé, que estoy rota, que mi alma es un sótano oscuro y húmedo, lleno de cucarachas. Por mucho que me mate durante horas a pura áskesis, la eleuthería y la autárkeia necesarias para una correcta tejne tuo bíou no aparece y, las cucarachas, feas, negras y grandes como mis hojotas Havaianas, no dejan de asomarse del fondo del sótano de mi alma y pasearse, muy orondas y cancheras, frente a mis narices, haciendo chistes y cagándose de la risa en mi cara.
Ayer particularmente fue un día difícil. Uno de esos lunes que no deberían existir en el calendario. Pero existen y negarlos sería índice de una corrupción existencial que me conduciría derechito al hospicio o al despotismo. Voy a intentar contar mi lunes imposible, desquiciado, triste, patético. Después de todo, los súper héroes también somos seres humanos de carne y hueso a los que les pasan cosas, cosas que a veces no les pasan sino que las atropellan, les estallan en las manos y el alma vuela en mil pedazos.
Como todos los días me levanté temprano, fui al baño, encendí la radio, tomé mate y comí cereales. Luego me dediqué a mis tareas de áskesis, a mi epimeleia heautou. Y ya al mediodía, previo pasar por el tocador y colocarme una base de foto shop en el rostro para corregir imperfecciones y marcas que delatan que la fecha de vencimiento impresa en el dorso de mis días se venció hace tiempo, partí en mi Renault 12 break a ocuparme de las obligaciones y deberes de súper héroe. Nada serio, apenas un par de casos donde tuve que intervenir sin ejercer la violencia ni derramar sangre. Luego me fui a mi oficina de Puán a ordenar papeles, terminar un trabajo sobre la figura del héroe épico en la literatura argentina del siglo XX, y después me subí al departamento de letras a tomar mate con bizcochitos y ver la novela de las cuatro con Jorge Panesi.
Así se hicieron las cinco y media de la tarde y yo me encontré nuevamente en mi oficina, con un baso de whisky en la mano y, ahí, justo ahí, una sombra me veló los sentidos, un no sé qué, algo, me dijo que no debía salir de allí. Quedarme en la oficina bebiendo o irme a casa a mirar tele o dormir. Pero le había prometido a Fálica y Fogosa que pasaría por el Centro Cultural Rojas a ver un corto suyo que daban a las siete de la tarde en el marco de un ciclo de cortos de realizadores jóvenes. Por un momento sopesé mi presentimiento y me dije, algo va a pasar y no vas a poder con ello. Chica de letras que huye sirve para otra operación teórica, dictaminé. Pero había dado mi palabra a Fálica y Fogosa y no ir al Rojas lo tomaría como una traición a ella, y era justo que así lo interpretara ya que el único argumento que tenía para no ir era que mi instinto teórico crítico periférico me decía, guardáte nena, hacéme caso, no salgas de tu casa.
Desoyendo a mis antenitas meteorológicas espirituales que me anunciaban posible temporal con fuertes lluvias y granizo para las próximas horas, liquidé lo que me quedaba de whisky Criadores en el baso y salí a la calle.
Al llegar a Corrientes busqué un estacionamiento donde dejar el Renault 12 break negro y me dirigí al Rojas. Adentro, ya estaban haciendo la cola Fálica y Fogosa junto a Bombón de Roquefort. Nos pusimos a charlar cosas de Chicas de Letras mientras esperábamos para entrar a la sala, y de repente, tuerzo la cabeza hacia la puerta de salida y la veo. Era ella. Estaba charlando con otra chica. Era ella, Uma Thurman. ¿Quién es Uma Thurman o que significa Uma para mí? No importa. No pienso detenerme a explicar, acá, eso. En todo caso solo diré que de repente se me aflojaron las piernas, me bajó la presión y entré en pánico. Volví a torcer la cabeza y lo agarré del saco a Bombón de Roquefort y empecé a tirar de él, y le repetí, no sé cuántas veces, histérica, ahí está Uma Thurman, qué hago. Dónde, me preguntaron Bombón de Roquefort y Fálica y Fogosa que había escuchado también. Les indiqué que miraran para la salida del Rojas. ¿Qué hago?, pregunté, ¿habrá venido también a ver los cortos?, ¿qué hago?, ¿la saludo?, ¿hago como que no la vi?, ¿qué hago?...
Bombón de Roquefort y Fálica y Fogosa me pidieron que me calmara. Imposible. Entonces recordé que Martín González, un amigo de años, labura en técnica, en un cuarto cuya puerta está al lado de los baños. Era mi única salida, esconderme en técnica. Entrar a la sala sabiendo que ella probablemente también habría venido a ver los cortos o irme por la puerta estando ahí, me resultaban opciones suicidas. Con la mirada clavada en el piso detrás de mis anteojos negros me dirigí a los baños y golpeé la puerta de técnica. Por suerte estaba Martín González y me hizo pasar. Yo estaba fuera de sí. (¡Muchas tecnologías del yo y las pelotas de Séneca, Epicteto y Musonio Rufo, pero cuando las necesitás de verdad te las tenés que meter en el ojete y empezar a dibujar como loca si no querés que tu embarcación sucumba en la tormenta que quiere adueñarse de la nave que piloteás!) Él me contuvo y me pidió que le explicara todo. Lo hice, entre medio de otros empleados del Rojas, que me miraban como a una loca que estaba pidiendo a gritos un pastillón que la ayudara a enmarcarse dentro de algún principio de realidad, y me dijo que no me haga problemas, que no era para tanto, que volviera y enfrentara la situación. Yo balbuceé un no puedo. Bueno, quédate acá, me dijo Martín González, si querés podes ver el corto de tu amiga desde la sala de control o entrar a la sala cuando ya esté a oscuras y hayan empezado las pelis por una puerta que tenemos ahí, y me señaló hacia ahí.
Yo no podía respirar. Encendía cigarrillos que apagaba a medio fumar y encendía otro. El humo del cigarrillo me ayudaba a no sentir esa sensación de asfixia que me oprimía el pecho, era el elemento químico perteneciente al sexto grupo del sistema periódico de los elementos, de símbolo O, número atómico 8, peso atómico 16 y que tiene tres isótopos estables, es decir, era el oxígeno tecno-industrial nicotinizado que los pulmones de mi alma necesitaban para que mi corazón no colapsara.
Finalmente vi el corto de Fálica y Fogosa desde el control del operador. Fue el tercero. Va, ver-ver no vi nada, pero seguí las imágenes como una vaca puede sentarse frente a una pantalla y mirar las sombras chinescas que se suceden en ella.
Después, mi sensación de asfixia y encierro, y mi necesidad de desaparecer, de huir por la tangente, de sentarme en un bar y tomar algo fuerte, se me presentó como un imperativo categórico trascendente kantiano ineludible, y en ello me iba la bolsa y la vida. Pero no tenía valor para salir sola de la sala de técnica y le pedí a Martín que me acompañara hasta la puerta.
Por suerte cuando salí del brazo de Martín hacia la puerta no me encontré con Uma Thurman. Y estaban Fálica y Fogosa y Bombón de Roquefort discutiendo. Fálica y Fogosa al verme me dijo que la había visto irse a Uma Thurman y yo pude recuperar algunos restos de mi conciencia calcinados por el delirio, los suficientes para no salir corriendo o ponerme a llorar en el lugar. Entonces le agradecí a Martín González por todo y nos despedimos. Un amor. Pero estos dos, dele que te dele, no paraban de discutir y yo que me sentía mal, triste, absurda. Sólo quería emborracharme y que ya fuera el día siguiente de un par de años después a este día.
Finalmente Fálica y Fogosa se quedó en el Rojas con una gente y Bombón de Roquefort y yo partimos. Le propuse ir a un bar a tomar algo, mientras él me hablaba de una cosa y yo de otra sin poder articularlo en un discurso coherente. Querés ir a La Academia a jugar un pool y tomar algo, me propuso y acepté.
Cuando entramos a La Academia cuanto no fue mi hórrido espanto al visualizar a Uma Thurman en una mesa charlando con la misma chica con la que estaba en el Rojas. Yo puteé entre dientes –como suele hacerlo Pepe Argento (Franchela) en Casados con hijos quejándose de su suerte – y me dirigí hacia la barra del local sin mirar a mi derecha donde estaba sentada ella. Pedimos una mesa de pool, un café para Bombón de Roquefort y un fernet para mí.
Una vez en el fondo de La Academia y con las bolas en la mesa para romper y empezar el juego, volví a sentirme asfixiada, encerrada, queriendo huir despavorida. Entonces Bombón de Roquefort me dijo que vaya y la saludara, que la invitara a venir a ella y a su amiga a jugar al pool, que vamos, sos una súper héroe, que no podés achicarte ahora, que no te olvidés que sos una dama y tenés que actuar en consecuencia.
Pero cómo hacía para volver a la parte de adelante del bar y saludarla si acababa de pasar a su lado y no saludarla, y probablemente me había visto en el Rojas donde tampoco la había saludado. Discutimos la estrategia con Bombón de Roquefort hasta que consensuamos que fuera a comprar cigarrillos al quiosco y, al volver a entrar, hacer como que la reconocía y me acercaba a saludarla. OK, eso hice. Salí, fui al quiosco que está a la vuelta, sobre Corrientes, compré cigarrillos y volví a La Academia. Yo era un manojo de nervios, Hiroshima al día siguiente que arrojaran la bomba atómica sobre ella, pero en la superficie, a simple vista, parecía dueña de mi cuerpo y alma, de mi destino, como cualquier profesora de letras frente a un alumno al que le está tomando un final. Así entré a La Academia y fui derechito a donde se encontraba ella. Hasta que no estuve a su lado y le tomé la muñeca y me agaché para darle un beso, ella no me registró, o fingió no registrarme muy compenetrada charlando con su amiga. Le dije, hola, cómo estás. Bien, me respondió. Buenísimo, chau, y sin siquiera saludar a su amiga ni nada enfilé para el fondo.
Una vez ahí empezamos a jugar al pool con Bombón de Roquefort y le conté mi performance. Él me dio consejos, me armó nuevas estrategias, pero ya todo era inútil. Todo había salido mal y aunque mis antenitas meteorológicas espirituales me habían advertido que no saliera porque se venía un temporal ontológico, desoí sus advertencias y ahí tenía las consecuencias.
Cuando pagamos y salimos ya no estaba Uma Thurman y nos despedimos en la puerta de La Academia con Bombón de Roquefort, él se fue para Rivadavia y yo para Corrientes a buscar mi auto.
Estaba bastante borrachita y terminé en la casa del Teto Medina. Le pedí el celular del Facha, que es su dealer, que yo no lo tenía y que es carero pero vende gilada de la buena, y le encargué un par de gramos. Esperé y cuando llegó el Facha con lo que había pedido me fui a casa, me serví un baso de Criadores y me puse a peinar y tomar hasta la madrugada, hasta que la cruel luz del día me alcanzó poniendo de relieve mi fantasmal y deshilachada oscura existencia, y me clavé dos Lexotanil con un Actimel frutos del bosque y me fui a la cama.
Y eso es todo. Así terminó mi lunes fatal, triste y desquiciado. Absurdo, como todo. Tan absurdo, inverosímil y carente de sentido como estas palabras o como la señora que saca al perrito todas las noches para que haga sus necesidades, como que Alf no exista o Dios sí pero que nunca diga nada, como que la tierra sea redonda o plana, como el señor que se levanta a las cuatro de la mañana para ir a trabajar o que mañana yo esté muerta. Absurdo. Pero no por ello menos real. Así también es la vida de una súper héroe periférica. No es todo batallas ganadas al mal y sus secuaces o la férrea convicción inclemente de un destino que lucha contra viento y marea contra la banalidad de un mundo que ha perdido su norte. No. También hay oscuridad, soledad, flaquezas, miserias, fantasmas, y días donde lo absurdo la pone a una de rodillas y le escupe en la cara. En fin, una es una súper héroe, pero los súper héroes también somos seres humanos, con todo lo que esto implica. A veces patinar hasta el fondo de la propia idiotez y al llegar al fondo descubrir que no hay nada y no tener ni idea cómo salir de ese pozo negro donde no hay nada, nada de nada.
EL VIEJO ENCANTO DE UNA LÜGER.
La Dama de Negro buscó en el panel del hall central de Retiro el andén y la hora de salida de su tren. Faltaban diez minutos. Como a las tres de la tarde viajaba, relativamente, poca gente, se quedó al lado de la puerta del vagón fumando un pucho. Después buscó un asiento y se dispuso a leer.
Andaba a pie porque el Renault 12 breack negro hacía días estaba en el mecánico. La Dama de Negro, imaginó, que andar a pie para alguien que suele moverse por la ciudad en auto es lo mismo que para un gaucho moverse sin su caballo por el campo.
La Dama de Negro estaba rechiflada en su tristeza, no daba pie con bola. Esa mañana no había hecho sus trabajos de ascesis ni nada. Simplemente se había limitado a tomar mate, mirar dibujitos por la tele, sin sonido, para poder seguir las noticias del día por la radio y fumar como un escuerzo. Al mediodía, cuando se descubrió sirviéndose el segundo baso de whisky Criadores, decidió salir a la calle. Se sacó las pantuflas, el camisón y se cambió. Algo le decía que no iba a ser un día tranquilo y sacó del placard una automática calibre 38, cuatro cargadores de repuesto y el control remoto devenidor con foto shop que le acababa de regalar Jorge Panesi. Fue al espejo del baño y se maquilló: se levantó un poco las tetas, limó curvas, borró kilos, se agregó diez centímetros y finalmente trabajó su cara, cuidando de no perder sus rasgos, limitándose a devolverle un poco de frescura y vitalidad a un rostro castigado por la erosión de los años y todo lo que de éstos se deriva.
El vagón olía mal. A pedo de vieja, a gente que no se baña ni usa antitranspirante, a basura. Y cuando se sentó a su lado un adolescente granudo con cara de pajero, se sumó a la atmósfera viciada del vagón olor a súper pancho con mayonesa, ketchup, mostaza y todo finamente rociado con una lluvia de papitas.
A todo esto había que sumarle los vendedores ambulantes. Nenitas y nenitos de cuatro o cinco años repartiendo estampitas con una leyenda que reza siempre más o menos así: mis papás no tienen trabajo, somos cinco hermanitos y pido en los trenes para comprar leche...y antes de retirar las estampitas y el papelito cantan una canción; ex Malvinas que te dan señaladores o stikers con las Islas con los colores patrios; drogones recuperados por la gracia de Dios y la granjita del doctor Drogueta que van con una canasta de mimbre llena de galletitas y facturas embazadas; ciegos que cantan canciones melódicas, norteños o de más allá que tocan folklore; tipos a los que les faltan los brazos o las piernas, sidosos con toda su lepra a la vista y con un papel que certifica su leprosidad; psicóticos de todo calibre; y también vendedores ambulantes para cada producto, ya sean caramelos, medias o lo que hayan conseguido en los remates de aduana, arman un spich de tres o cuatro minutos, que ni los más reconocidos, miserables e hijos de puta creativos publicitarios de la argentina podrían armar.
El tren arrancó y La Dama de Negro tenía frente a ella su libro sin poder concentrarse. Volvió a mirar al adolescente granudo con cara de pajero. Éste acababa de terminar el súper pancho y tenía la comisura de los labios sucia de ketchup y mayonesa.
Para ésto tanto quilombo, pensó La Dama de Negro imaginando que le hablaba al adolescente, acá esta todo el futuro que imaginaron y soñaron y por el que lucharon los hombres del siglo XIX. Este vagón es la epifanía de todos esos sueños. Porque como sabrás, Pajerín Come Salchichas, el tren fue una de las grandes metáforas del siglo XIX que englobaba la marcha ininterrumpida del futuro hacia un progreso pleno de libertades y logros ilimitados. Y acá estamos. En el tren fantasma de ese sueño descarrilado, imposible. No tenés más que mirar a tu alrededor para darte cuenta que todo el vagón y vos y yo no somos otra cosa que monstruos, monstruitos, formas erróneas, sueños equivocados y cuerpos sufrientes, poca cosa, apenas basura postcapitalista último modelo. ¿Entendés Pajerín Come Salchichas de lo que te estoy hablando? Y así siguió dando cátedra e instruyendo imaginariamente a su eventual y ocasional discípulo durante un rato. Hasta que se cansó y se pudo enganchar con el libro que estaba leyendo por esos días.
El libro era El jardín de las maquinas parlantes, de Alberto Laiseca. Recién lo empezaba. Cuando el tren estaba llegando a San Martín no pudo leer una línea más. Laiseca en el último párrafo del capítulo tres se preguntaba por qué si Suzuki y Okakura Kakuzo hablaban del té como una de las estéticas del zen, no podía escribirse acá un tratado sobre el mate como disciplina zen del sudamericano. Y unas líneas más abajo, La Dama de Negro, leyó, estas palabras, que la dejaron ciega, le quemaron los ojos: “No hay cosa más linda que tomar mate con la mujer de uno.” Al leer esto ya no pudo seguir con la lectura, tuvo que cerrar el libro, sintiendo una tristeza infinita, una derrota total y definitiva.
Cuando el tren por fin llegó a Chilavert descendió y bajo las escaleras. La casa de su padre no quedaba a más de ocho o diez cuadras. Caminó por la calle San Martín, desierta a esa hora, que corre paralela a las vías del tren, hasta Solís. Una cuadra antes de llegar a ésta, dos negritos feos, sucios y malos, en bicicleta, que iban en dirección contraria, la pasaron y escuchó que uno le decía al otro, che, pará, volvamos, seguro que la vieja nos da un peso para la birra. Y volvieron a pasarla y cruzaron sus bicicletas en la vereda obstruyéndole el paso a La Dama de Negro. Ésta no hizo caso, siguió caminando tranquila, estudiando la situación detrás de sus anteojos negros. Los dos negritos eran feos como la maldad y seguramente, tan idiotas y peligrosos, como la estupidez, que cuando no se la trabaja para negativizarla se vuelve un cáncer criminal y sádico que te va degradando poco a poco.
Che vieja dame toda la guita o te quemo, dijo el negrito más petiso.
La Dama de Negro hizo oídos sordos y siguió caminando hasta quedar a dos pasos de ellos.
A ver, pedazos de mierda mal cagada, abran paso, córranse pelotudos, déjenme pasar, por favor, o...
O qué, vieja, dijo el negrito más alto. Éste sacó una 22 y el otro una navaja.
La secuencia, entre que La Dama de Negro articuló una sonrisa en la comisura de sus labios y los dos pobres negritos quedaron despanzurrados en el piso desmayados con la cara desfigurada, varios huesos rotos y su sangre y sus dientes regando las baldosas de la vereda, duró apenas una fracción de segundo.
Cuando llegó a Solis subió por ésta alejándose de las vías del tren. Hacía años que no iba a visitar a su padre a su casa. Lo solía ver en algunas fiestas familiares, tres o cuatro veces al año, pero a su casa, hacía años que no la pisaba. No sabía por qué estaba yendo ahora, pero ahí estaba, a menos de dos cuadras. Su padre era tornero, vivía en esa casa en la que había nacido – su madre, la abuela de La Dama de Negro, lo había parido en el comedor de la casa— y a la que había vuelto cuando éste se divorció de la madre de ella. Vivía en el garaje que había remodelado porque la casa la alquilaba. Cuando llegó al jardín delantero quiso retroceder, pero ya era tarde. Se vio a ella misma y a sus hermanas y a sus primos y a su abuela y a sus tíos y a Muky y a las flores que plantaba su abuela y a su madre y a él, a todos, en ese jardín, detenidos, felices, jóvenes los grandes y chicos los chicos, espectrales, mudos, mirándola desde el abismo del tiempo, como en una foto que no dice nada ni tiene sentido para nadie más que uno.
Adelante parecía no haber nadie. Cuando llegó a la puerta del garaje golpeó. Nadie respondió. Volvió a golpear y esperó. Puteó por no llamar antes y haberse hecho todo ese viaje al pedo. Aunque en realidad agradeció no haberlo encontrado a él, y ya se disponía a irse cuando tuvo el impulso de agarrar el picaporte de la puerta y ésta cedió, estaba abierto, sin llave.
Adentro el garage estaba en penumbras. Lo vio a su padre en el otro extremo, sentado, entre la mesa y la cocina, frente al televisor apagado. La luz que entraba por unas ventanitas y los vidrios de la puerta que daban al jardín del fondo, caía sobre su rostro. La Dama de Negro caminó hacia él. Estaba un poco despatarrado en su silla. Ella se acercó y le dio un beso en la mejilla y su barba le pico la cara. Ninguno de los dos dijo nada durante un rato. La Dama de Negro se sentó en otra silla, del otro lado de la mesa. Así permanecieron un rato. Cuando el silencio se hizo muy pesado –y siempre que iba a tomar mate a la casa de su padre ese momento llegaba y lo llenaban con palabras inútiles hasta que la farsa era insostenible y ella le decía que se tenía que ir y él le ofrecía alcanzarla hasta algún lado— La Dama de Negro encendió un cigarrillo y le propuso a su padre, ¿tomamos unos mates, dale? Agarró la pava, fue al patio, la llenó en la pileta y volvió. Puso a calentar el agua y preparó el mate.
Cuando el agua estuvo a punto, volvió a sentarse y empezó a cebar. Tomó el primero ella y luego le paso uno a él. ¿El agua está bien?, preguntó La Dama de Negro. ¿Sí, no? Siempre supe hacer mate, ¿no? La abuela me enseñó, desde chiquita que sebo mate, desde que tenía tres o cuatro años y me quedaba con ella... y se interrumpió La Dama de Negro. Buscó con la mirada en el lugar. En una repisa al lado del televisor, junto a botellas encontró lo que buscaba. Se levantó y agarró un vaso, una botella sin abrir de Horse White y dos fotos apoyadas contra botellas. Y volvió a sentarse.
No te jode que mientras tomamos mate, tome también un par de whiskys, ¿no?
Con la colilla del cigarrillo que estaba fumando encendió otro. Sí, ya sé, fumar hace mal y es un vicio papá, pero a esta altura tendrías que saber, que no fumar es también un vicio como cualquier otro. El padre no dijo nada y La Dama de Negro se sirvió un vaso lleno de whisky, se tomó una buena medida y volvió a llenar el vaso.
En una de las fotos estaba la abuela con todos sus nietos. La abuela la miraba a La Dama de Negro desde sus preciosos ojos claros, y ella le dijo, hace tiempo que no sueño con vos abuela, hace mucho. En una época soñaba siempre con vos o vos me visitabas en sueños, particularmente cuando estaba mal. Pero ahora hace mucho que no sueño con vos, por qué será. Siempre que soñaba con vos les decía a papá o mamá que había soñado con vos y era una fija, ellos iban a la agencia y jugaban un peso a nacional y provincia, y era fija, al otro día pasaban a cobrar. ¿O no, papá?
La otra foto no la pudo mirar, se le había nublado la vista. Volvió a tomar el vaso y bebió con ganas. Apagó el cigarrillo en el cenicero y encendió otro.
Y, ¿todavía no tomaste el mate?, se va a enfriar, le dijo La Dama de Negro a su padre, mirándolo, ahora sí, por primera vez, de frente, de lleno, a la cara.
¿No vas a decir nada? Te vas a quedar callado. Querés pasarme facturas, dale, es el momento, es ahora o nunca. Habla viejo hijo de puta. ¿No vas a decir nada? Bueno, te tiro letra, a ver... ¿Cómo andas papá? Y, acá ando, tirando. ¿Y en el laburo que onda? Y son unos hijos de puta esos, te explotan, son unos negreros. Ojo, laburo entra, siempre tienen trabajo y agarran más del que pueden y te hacen laburar como negro, pero después a la hora de pagar empiezan a llorarte, que no hay plata... va, lo de siempre, una cagada, es todo una mierda, se aprovechan porque saben que uno lo necesita y... Sí, sí, lo de siempre. Y ahora de qué querés hablar, ¿de mamá, de Claudia y Patricia, de qué? Dale, empezá, si es tu tema favorito. Estas muy loco papá y nos enfermaste a todos. Ya sé. Vos sos un buen tipo, un tipo que sólo quería lo mejor para su familia, que nunca faltó a su trabajo y que hizo todo por su familia, lo sé. Y algo de eso me llegó. Pero también estabas muy enfermo, muy loco, y nos lastimaste mucho durante muchos años, sin querer, claro, lo sé, no hay ironía en esto, en serio, lo sé, pero lo que hiciste lo hiciste. Si no supiera eso no estaría tomando mate acá con vos. Si no hubiera trabajado sobre mí misma durante años estaría tan loca como vos. Pero gracias a eso solo estoy casi tan loca como vos. Sí, sí, casi, para qué mentirnos, lo que se hereda no se quita. En fin, papá, me tengo que ir, se me hace tarde, me voy. ¿Me tirás hasta la estación? No, está bien, gracias, voy caminando. Sabés una cosa, imaginé muchas veces este momento, muchas, y sin embargo, ahora, todo es diferente a como lo imaginé, y en algún punto igual. Escucháme, hay algo que quiero decirte antes de irme, algo que alguna vez me dijo la prima Romina sobre vos y creo que eso te define de cuerpo entero, y por favor, no lo tomés como recriminaciones de una hija ya demasiado vieja para recriminar a sus padres por cagadas propias como si fuera una adolescente, nada que ver, lo que quería decirte, que me dijo una vez Romina y creo que se ajusta a vos y casi, casi, casi a mí, es lo siguiente: tu viejo no puede hacer las cosas sino todo mal. Eso quería decirte, papá, que hiciste todo mal, todo, sin quererlo, pero lo hiciste y es una cagada. ¿Hace cuántos años que estabas muerto? ¿Hace cuántos años papá que la muerte te obligaba a seguir a rajatabla el libreto de una vida que no existía? ¿Cuántos, papá? ¿Por qué decidiste seguir vivo el día que la muerte clausuró tus días? ¿Era necesario, papá? ¡Por qué! Por qué, por qué, por qué...
Después La Dama de Negro se levantó y cuando agarró su baso de la mesa, descubrió un papel con unas palabras escritas con la torpe caligrafía de su padre. En el papel estaba escrito el nombre de las dos hermanas y la madre de La Dama de Negro y el suyo, y debajo, siempre las quise, siempre las voy a querer, un beso, papá.
La Dama de Negro volvió a llenarse el baso y bebió. No te jode que peine una rayita delante de vos, ¿no? Sacó una tiza de debajo del poncho antibalas, se hizo lugar en la mesa, con un Tramontina rayó de ésta hasta hacer un montoncito, lo picó y peinó con el mismo cuchillo hasta tener una raya gorda y larga. Con un billete armó un canuto y aspiró todo de un saque. Tiró la cabeza para atrás y se quedó aspirando con fuerza, esperando que la droga bajara. Cuando volvió a mirar a su padre, le dijo, bueno ahora me voy. Se acercó y con dificultad le quitó la Lüger de su mano rígida. Le dio un beso y se dirigió a la puerta. Antes de posar su mano sobre el picaporte y salir, se detuvo, dio media vuelta, y volvió. Se quedó a unos pocos pasos de él, apuntó la Lüger a su pecho, amartilló el arma y calló de rodillas al piso. Desde ahí, intentó, nuevamente, hacer blanco en el pecho de su padre y no pudo. Entonces se llevó la Lüger a la sien y cerró los ojos. Intentó gatillar el arma pero no podía. Quería terminar con todo ya, pero no podía. Así estuvo durante un rato, de rodillas en el piso, con los ojos cerrados, llorando, con el arma amartillada, intentando volarse la cabeza. Cuando volvió a abrir los ojos, los fijó en los de su padre. Lentamente se levantó, volvió a apuntar al pecho de su padre y abrió fuego. Le pegó dos tiros en el corazón. Guardó la Lüger en su mochila y se fue, no sin antes cerrar la puerta con llave.
En la estación de Chilavert compró un boleto hasta Retiro, se lo mostró a los de seguridad para pasar al andén y se paró en la parada de diarios a ver las tapas de Gente, Caras, Pronto, Semanario, H, Playboy, y compró la revista de Luisito Ventura, Paparazzi. Luego caminó por el andén para poder subir a uno de los primeros vagones.
Mientras esperaba, con su mirada perdida en la nada, detrás de sus anteojos negros, prendió un cigarrillo. Fue ahí, justo ahí, que vio al cuzco, andando a duras penas entre los rieles del tren, del lado de las vías de donde vienen los trenes de Ballester a Suárez, y siguiendo ese rumbo. Era un cuzquito hecho pelota, que apenas podía caminar y tenía el ojo izquierdo fuera de su cuenco ocular, colgándole. Había cierta dignidad en esa marcha torturada, sin futuro. La Dama de Negro, se preguntó, para dónde estará yendo este hijo de puta, pobre. A su alrededor, empezó a escuchar a otros pasajeros, que estaban como ella, esperando el tren, decir, “ay mira ese perrito”, “lo va a pisar el tren”, “pobre, seguro que lo atropelló un auto”, pero nadie atinó a bajar a los rieles y rescatarlo. Todos se quedaron hipnotizados mirando la marcha torturada del cuzquito que apenas podía seguir con su vida a cuestas pero seguía. Entonces, el cuzquito, cuando estuvo a la altura de La Dama de Negro, torció su cabeza para mirarla. Se detuvo y la miró. Estas muerta, nena, como yo, le dijo el cuzquito a La Dama de Negro, como todos, y lo que sigue es tan incierto y carente de sentido como todo, y ahora que sabés la verdad, ¿qué vas a hacer? La Dama de Negro se iba a arrojar a las vías para rescatarlo, cuando de repente tuvo frente a sí el tren que venía de Suaréz y del otro lado llegó el tren que venía de Ballester. A su alrededor escuchó exclamaciones de pena por la suerte del cuzco y cuando iba a subir al tren, confundida, medio perdida, se dio cuenta que era el tren recaudador de TBA.
El tren recaudador venía vacío y con varios policías y seguridad privada, con escopetas recortadas, con pistolas en mano, que se desplegaron por el andén en el perímetro que rodeaba a la casucha de la boletería.
La Dama de Negro, sin dudarlo, sacó el control devenidor que le había regalado Jorge Panesi y se autodevino gendarme. Sacó de la cartuchera su automática calibre 38 y avanzó hacia la policía. Cuando tuvo al alcance de la mano a dos de ellos, les dijo, hola, cómo va, y antes de que pudieran responder los fusiló a quemarropa con un tiro en la cabeza a cada uno.
De repente el lugar se llenó de confusión y caos. La Dama de Negro se movió con precisión y sangre fría. Individualizó a un tercero y lo bajó. Tomó la escopeta recortada de éste y disparó bajando a un cuarto. Todavía faltaban tres. Dos ya se habían refugiado en el tren con la recaudación de la boletería y el tercero estaba escondido en el quiosco de revistas. El tren ya empezaba a andar y ella corrió para subir a él. Cuando estaba por perderlo, se arrojó al vagón por una de las puertas y el que estaba escondido en el quiosquito le apuntó dándole en la espalda. Las puertas se cerraron y el tren empezó a andar a toda marcha. La espalda le dolía pero el poncho negro anti balas que usaba le había amortiguado el impacto. Rápidamente se hizo devenir policía y se levantó. Cambió el cargador de su 38 y dolorida, se dirigió al vagón donde se encontraban los otros policías. Éstos estaban comunicando por celular lo que acababa de suceder a sus superiores y no se percataron que ese que venía hacia ellos no era un compañero. La Dama de Negro pudo haberlos matado desde donde se encontraba, pero no lo hizo, se acercó y cuando los tuvo al lado, recién entonces, apuntó al primero y le voló la cabeza, y al segundo, le pegó una patada voladora que lo tiró contra una de las puertas. Éste intentó desenfundar el arma de la cartuchera y antes de lograrlo La Dama de Negro estaba sobre él pegándole en la cara hasta matarlo a golpes.
Después se volvió a devenir ella misma y fue a buscar al que conducía el tren de caudales de TBA. Era un tipo de mediana edad y al verla se sorprendió. Ella no dudó, le ordenó, acelerá, poné el tren a full y no pares hasta Retiro. El tipo, quiso explicar que si hacían eso se iban a cruzar con algún otro tren, chocar y descarrilar. Dale la máxima velocidad que alcance este cacharro. El otro dudó. La Dama de Negro lo obligó a morder con sus muelas el frío odio de su 38, y le preguntó, ¿vas a hacer lo que te ordeno o no? En sus ojos vio miedo y duda. Es una lástima “beiby”, no te iba a hacer nada y gatilló. Los sesos del pobre infeliz salpicaron los vidrios de la cabina del maquinista.
La Dama de Negro estudió los comandos y al cabo de un instante puso el tren a volar sobre las vías. Después volvió al vagón y traspasó toda la plata a un solo bolso. Intentó calcular a ojo cuánto habría, suficiente, dictaminó. Y se fue a sentar a un asiento a fumarse un pucho tranquila.
Cuando el tren estaba por llegar a Belgrano R., agarró la recaudación, su mochila y fue a una de las puertas. La abrió con una llave que colgaba de un panel que estaba al lado de una de las puertas y se arrojó, achicándose toda sobre sí misma como si fuera un bichito bolita y tomándose la cabeza, a un campito que hay a una o dos cuadras antes de llegar a la estación de Belgrano R. El golpe contra el pasto fue brutal. Rodó y terminó contra un paredón que la detuvo y la hizo rebotar. Así permaneció un par de minutos semi inconsciente.
Al volver en sí, como pudo, se levantó. Le dolía todo. Se intentó sacar el polvo y el pasto que tenía por todo el cuerpo y sacó Carilinas. Se las pasó por la cara y éstas quedaron manchadas de sangre. Como no había tiempo que perder, buscó en su mochila el control remoto devenidor. Se fotoshopeó para maquillar un poco el bochorno que era su cara y se hizo devenir ella misma para que nadie notara que estaba toda sucia y rota.
Del campito bajó a la calle y caminó paralelo a las vías hasta encontrar la calle Pampa y empezó a subir por ésta rumbo a avenida Cabildo.
Necesitaba un Chino Loco para formularle algunas preguntas y un lugar donde guardarse para pensar qué debería hacer ahora.
Al llegar a la librería de viejos El Banquete, entró y fue derechito al fondo y encaró a su dueña. Hacía años que compraba libros ahí y ésta le preguntó a La Dama de Negro cómo andaba. Bien, le respondió, he conocido mejores momentos que nunca viví, pero bien. Y le preguntó si tenía un Chino Loco. Un qué... preguntó desconcertada la dueña de El Banquete. Un I-Ching, nena, un I-Ching, ¿tenés? Lo tenía. La Dama de Negro sacó del saco de recaudaciones un puñado de billetes que era mucho más de lo que valía el libro y lo dejó sobre el mostrador. Dijo, “vay vay”, y se marchó, sin esperar respuesta ni que la otra le diera el vuelto.
En la esquina de Ciudad de la Paz se quedó parada, pensando a dónde ir. Entonces recordó que Roberto Petinato tenía sus oficinas por ahí. Ellos se habían hecho grandes amigos en la época en que Petinato se dedicaba a escribir cuentos y tocar música y cagarse de hambre. Por ese entonces Petinato había editado un libro por Ediciones de La Flor y como a La Dama de Negro le había gustado lo incluyó como bibliografía obligatoria en su comisión y lo contactó a Petinato para invitarlo a dar una charla a sus alumnos. Así había comenzado una amistad que ya llevaba largos años.
En Cabildo encontró un teléfono público. Llamó. Petinato estaba descansando para ir en un rato al canal para grabar su programa de trasnoche. Le explicó suscintamente su situación y le pidió que la guardara un par de horas en su departamento. Éste, claro, le dio su dirección y cuando La Dama de Negro aventuró un: pero mira que... la dejó hablando sola, le colgó.
El edificio quedaba a unas cinco cuadras y cuando llegó a la puerta Petinato estaba esperándola. Le abrió y subieron a su departamento. La Dama de Negro intentó explicarle detalladamente su día, pero Petinato le dijo, ya vi todo por la tele, lo acabo de ver, no están hablando de otra cosa que de vos en todos los programas, nena. Ella buscó un sillón y se desplomó en él. Y Petinato, que había ido a la cocina, volvió con dos whiskys, le pasó uno, y le dijo, linda cagada te mandaste. Ella sólo le pudo sonreír amargamente y con el torso de la mano le acarició el rostro. Gracias, bombón, dijo.
Petinato ya se tenía que ir, pero le dejó las llaves de su departamento oficina y le dijo que dispusiera de él, que durante los próximos días no lo pisaría, que se cuidara y que cualquier otra cosa en que la pudiera ayudar no dudara en llamarlo.
Cuando se quedó sola, se trajo la botella de whisky a la mesa ratona, prendió la tele –era verdad, todos los canales sólo hablaban de ella— y sacó al Chino Loco. Durante una hora, estuvo haciéndole preguntas, que éste, no vaciló en responder. La pregunta importante, la que nos interesa acá, que le formuló al Chino Loco, contenía solo una palabra: Uma. Y el Chino Loco ésto le respondió:
Éste signo señala el tiempo en el cual todavía no se ha consumado la transición del desorden al orden. La transformación, por cierto, ya está preparada, puesto que todos los trazos del trigrama de arriba guardan relación con los del trigrama de abajo. Pero todavía no se hallan en su sitio. Mientras que el signo anterior se asemeja al otoño que forma la transición del verano al invierno, este signo es como la primavera que, partiendo del período de estacionamiento del invierno, conduce hacia el tiempo fértil del verano. Con esta esperanzada perspectiva concluye el Libro de las Mutaciones.
El Dictamen.
Antes de la Consumación. Logro.
Pero si al pequeño zorro,
cuando casi ha consumado la travesía,
se le hunde la cola en el agua,
no hay nada que le sea propicio.
Las circunstancias son difíciles. La tarea es grande y llena de responsabilidad. Se trata nada menos que de conducir al mundo para sacarlo de la confusión y hacerlo volver al orden. Sin embargo, es una tarea que promete éxito, puesto que hay una meta capaz de reunir las fuerzas divergentes. Sólo que, por el momento, todavía hay que proceder con sigilo y cautela. Es preciso proceder como lo hace un viejo zorro al atravesar el hielo. En la China es proverbial la cautela con que el zorro camina sobre el hielo. Atentamente ausculta el crujido y elige cuidadosamente y con circunspección los puntos más seguros. Un zorro joven que todavía no conoce esa precaución, arremete con audacia, y entonces puede suceder que caiga al agua cuando ya casi la ha atravesado, y se le moje la cola. En tal caso, naturalmente, todo el esfuerzo ha sido en vano.
En forma análoga, en tiempos anteriores a la consumación la reflexión y la cautela constituyen la condición fundamental del éxito.
La Imagen.
El fuego está por encima del agua:
La imagen del estado anterior a la transición.
Así el noble es cauteloso en la discriminación de las cosas,
a fin de que cada una llegue a ocupar su lugar.
Cuando el fuego, que de todas maneras puja hacia lo alto, se halla arriba, y el agua, cuyo movimiento es descendente, se halla abajo, sus efectos divergen y quedan sin mutua relación. Si se desea tener un efecto, es necesario investigar en primer lugar cuál es la naturaleza de las fuerzas que deben tomarse en consideración y cuál es el sitio que les corresponde. Cuando a las fuerzas se las hace actuar en el sitio correcto, surtirán el efecto deseado y se alcanzará la consumación. Pero a fin de poder manejar debidamente las fuerzas exteriores, es menester ante todo que uno mismo adopte un punto de vista correcto, pues sólo desde esa mira podrá actuar adecuadamente.
Se le hunde la cola en el agua.
Humillante.
En tiempos de desorden se siente uno tentado a descollar cuanto antes, a fin de realizar algo notable. Pero semejante entusiasmo no conduce más que al fracaso y a la humillación, mientras no haya llegado el momento de actuar. En tales épocas será prudente guardar reserva, para eludir así la afrenta del fracaso.
En verdadera confianza se bebe vino.
No hay falta en ello. Pero cuando uno se moja la cabeza,
en verdad la perderá.
Antes de la consumación, en el umbral de los tiempos nuevos, se junta uno con los suyos, en plena confianza mutua, y deja que transcurra el tiempo de la espera disfrutando de una copa de vino. Puesto que la nueva época ya esta en ciernes y comenzará inmediatamente, no hay falta en ello. Sin embargo, al proceder así, es necesario cuidarse de exceder la justa medida. Si en un exceso de ímpetu travieso se vierte el vino sobre la cabeza, se pierde la situación favorable, por falta de moderación.
Arriba se halla Chen, el hijo mayor, abajo Tui, la hija menor. El hombre toma la delantera, la muchacha le sigue gozosa. Se describe así el ingreso de la muchacha en la casa del hombre. Hay en total cuatro signos que describen las relaciones entre cónyuges. El Nº 31, Hsien, “Influjo omnívoro” describe la atracción que se ejerce recíprocamente en una joven pareja. El Nº 32, Heng, “La duración” describe las condiciones duraderas del matrimonio. El Nº 53, Chien, “La evolución” describe los procesos demorados y ceremoniales al consertarse un matrimonio correcto. El Kuei Mei, “El casamiento de la muchacha” muestra finalmente a un hombre de edad mayor seguido por una joven muchacha que se va a casar con él.
El Dictamen.
La Desposada.
Las empresas traen desventuras.
Nada que fuera propicio.
Una muchacha recibida en la familia sin ser esposa principal debe conducirse con particular cautela y reserva. No debe intentar por sí sola desplazar al ama, pues esto implicaría desorden y acarrearía condiciones de vida insostenibles.
Lo mismo es válido para toda clase de relaciones libres entre la gente. Mientras que las relaciones legalmente ordenadas evidencian un firme nexo entre deberes y derechos, las relaciones humanas electivas destinadas a perdurar se fundan puramente en una actitud de reserva inspirada en el buen tino.
El principio de tales vínculos por inclinación tiene máxima importancia en todas las relaciones del mundo. Pues de la alianza de Cielo y Tierra procede la existencia de la naturaleza toda, de modo que también entre los hombres la inclinación libre constituye el principio primero y último de la unión.
La Imagen.
Por encima del lago se halla el trueno:
La imagen de la muchacha que se casa.
Así el noble, por la eternidad del fin
reconoce lo perecedero.
El trueno excita las aguas del lago que reverberan a su saga en las olas rutilantes. Es esta la imagen de la muchacha que sigue al hombre de su elección. Empero, toda unión entre humanos encierra el peligro de que subrepticiamente se introduzcan desviaciones que conducen a malos entendidos y desavenencias sin fin. Por lo tanto, es necesario tener siempre presente el fin. Cuando los seres andan a la deriva, se juntan y se vuelven a separar, según lo disponen los azares de cada día. Si, en cambio, apunta uno a un fin duradero, logrará salvar los escollos con que se enfrentan las relaciones más estrechas entre los humanos.
La muchacha que se casa como concubina.
Un cojo que puede pisar con firmeza.
Las empresas traen ventura.
Los príncipes de la antigüedad establecían una firme jerarquía entre las damas del palacio, subordinadas a la reina como suelen estarlo las hermanas menores respecto a la mayor. Procedían éstas con frecuencia de la familia de la reina, y ella misma las conducía hacia su esposo.
Esto significa que una muchacha joven, si de común acuerdo con la esposa ingresa en una familia, no ocupará exteriormente el mismo rango de aquella; modestamente, se mantendrá en segundo plano. Pero sabiendo cómo integrarse en la relación total, adquirirá una posición enteramente satisfactoria, y se sentirá protegida por el amor de su esposo, al que da hijos.
El mismo significado se presenta en las relaciones entre funcionarios. Un príncipe tal vez disponga de un hombre que es su amigo personal y al que brinda su confianza. Este hombre, con buen tino, deberá ocupar un segundo plano a la vera del ministro oficial de Estado. Pero aun cuando, debido a semejante posición, se encuentre impedido como un lisiado, podrá con todo llevar a cabo alguna obra gracias a la bondad de su naturaleza.
La mujer sostiene el cesto, pero no hay frutos en él.
El hombre apuñala a la oveja, pero no fluye sangre.
Nada que fuese propicio.
Durante el sacrificio ofrendado a los antepasados, a la mujer le correspondía dar los frutos en un cesto, y al hombre degollar personalmente el animal del sacrificio. En ese caso las formalidades se cumplen solo superficialmente. La mujer toma un cesto vacío, el hombre apuñala una oveja ya sacrificada anteriormente, con el sólo fin de guardar las formas. Pero esta actitud frívola, nada devota, no promete dicha alguna en el matrimonio.
Cuando se sentó frente a la computadora, entró en Yahoo y abrió su cuenta. Tenía mil correos de Chicas de Letras y algunos amigos preguntando por ella y cómo poder ayudarla y que acababan de ver todo por la tele. Ella se limitó a chequear algunos y luego escribió un mail. Era breve: Quiero verte. Y escribió la dirección de Uma Thurman y cuando lo iba a mandar, se dio cuanta que ella no respondería o respondería ya tarde. Pensó, entonces, en mandarle un mail explicándole todo, por qué necesitaba verla ya, pero así no tenía sentido nada y cerró su cuenta de Yahoo.
Ya eran las seis de la tarde cuando llamó al jefe de los Pitufo-Bolivianos, a Papá Pitufo. Ahora estaba todo bien con los Pitufo-Bolivianos, durante mucho tiempo no, pero ahora sí. Lo que había sucedido es que éstos habían perdido terreno y se habían transformado en los malos, en el chivo expiatorio, desde que Julio Benito Barreda había articulado una mega alianza entre las más altas esferas del gobierno, La Mafia China, los sojeros y sus Agro Negocios y la gente de Sociales. Y como éstos querían copar Puán y borrar del mapa a los Pitufo-Bolivianos, las Chicas de Letras y los Pitufos habían tenido que aliarse para no sucumbir ante el poder demoledor de esa máquina infernal que había pergeñado Julio Benito Barreda.
Lo primero que le dijo Papá Pitufo cuando atendió, fue un largo rosario de insultos. Cuando se cansó de putearla, le informó, dame 48 horas y te armo un plan de fuga y después aunque te busquen no te van a encontrar. ¿Podés aguantar 48 horas?
¿Me queda otra, Papá? Sí, claro, creo que puedo, dijo La Dama de Negro.
Ok.
No, pará. Necesito algo más. Del otro lado de la línea se escuchó un silencio como toda respuesta. Necesito que me localices a Uma Thurman y me la traigas, necesito verla.
¡¡¡A quién!!! Pero vos estás reloca. Vos me estas pidiendo que te secuestre a la amante de Julio Benito Barreda, a Uma Thurman, y ni más ni menos que para entregársela a la mujer más buscada de la Argentina hoy. No, nena, estás reloca.
No, para, Papá, necesito hablar con ella antes de desaparecer.
Y yo necesito muchas cosas y no digo nada... Por ejemplo, ahora, necesitaría que entre por la puerta Pamela David y me interrumpa la charla que estamos manteniendo para decirme, “papi, me muero de ganas de chuparte la pija, si no te chupo la pija ya, me muero”, y yo apartarla fingiendo fastidio y decirle, “no me jodas, nena, ¿no me ves que estoy trabajando?, hacéme un favor, sentáte en ese sillón que está ahí y mientras yo trabajo vos hacéte una paja, pero eso sí, no dejés de mirarme mientras te la hagas, andá, por favor, andá, perra, y por favor no gimas ni emitas sonido alguno porque me vas a distraer y no voy a poder seguir con mi trabajo, ¿entendiste?”. Eso necesitaría yo en este preciso momento, ¿qué me contás, eh?
Mirá, Papá, estuve hablando acá con el hijo de puta del Chino Loco y tengo que verla.
Y qué te dijo ese Chino Loco.
Giladas, qué me va a decir ese Chino hijo de puta, pero hasta ahora siempre que lo consulté, siempre eh, me cantó las cuarenta...y necesito verla, por favor, “plisss, Fader, plisss”.
Esta bien, a dónde te la llevo.
Ahora estoy en el depto de Peti pero no me quiero quedar acá porque lo voy a dejar pegado y no quiero. Estoy en Belgrano. ¿En cuánto creés que me la podes conseguir?
Supongo que si todo sale bien y solo está custodiada por un par de guardaespaldas, tipo diez de la noche te la entrego con un moñito para regalo.
Bien, yo voy a estar a las diez de la noche en el primer piso de la confitería Manhatan.
Después arreglaron algunos trámites operativos para las próximas 48 horas y la fuga y colgaron.
Hasta las diez de la noche La Dama de Negro ocupó su tiempo en bañarse, perfumarse, fotoshopearse, mandar un mail a Charles Bronson y dormir una pequeña siesta reparadora.
A las diez y media de la noche, La Dama de Negro, ya iba por el tercer whisky. Tenía sobre las rodillas su automática, oculta debajo de una servilleta y fumaba como loca. Cuando vio aparecer por el descanso de la escalera que conducía al primer piso de la confitería Manhatan a Uma Thurman del brazo de Charles Bronson. Y detrás de ellos venía El Duende Japonés y La Gorda Derrida, que se ubicaron en una mesa cercana a la escalera desde donde podían controlar todo el movimiento de la parte inferior de la confitería.
Charles Bronson y Uma Thurman al llegar a la mesa se detuvieron. La cara de La Dama de Negro se iluminó, y, de repente, los años, los cadáveres, los golpes, la sangre, toda la mierda que estaba tatuada en su cara se desvaneció. Intentó disimular, sin lograrlo, la alegría de ver a Uma Thurman frente a ella y haciendo un ademán con su mano derecha la invitó a sentarse.
Charles Bronson le informó a La Dama de Negro que había en la zona ocho Pitufo-Bolivianos monitoreando todo, pero que tenían orden de no intervenir salvo expresa indicación de Papá Pitufo. Que tenía media hora, ni un minuto más, para charlar con Uma Thurman y que después él, con El Duende Japonés y La Gorda Derrida, tenía que entregársela a los Pitufo-Bolivianos y ellos se encargarían del resto. Después se fue a sentar a una mesa que daba a un ventanal desde donde se podía ver toda la avenida Cabildo.
Acá seguirían cinco páginas de archivo Word del diálogo que mantuvieron La Dama de Negro y Uma Thurman. Pero como este diálogo es muy íntimo y no tengo ganas de inventar uno apócrifo ni de maquillar el real, que cada cual reponga las palabras que faltan en las cinco páginas que siguen.
Bueno, me voy, me tengo que ir, ahí Charles Bronson me hace señas de que se terminó nuestro tiempo, dijo Uma Thurman, levantándose de su silla y acercándose a La Dama de Negro. Ésta hizo lo mismo y cuando quiso saludarla, de repente, se encontraron envueltas en un beso. Pero no un beso cualquiera, tipo, un beso y ya. Sino un beso tipo pendejitas de 13 o 14 que se escapan una tarde de un día de semana para encontrarse con un chico en la plasita del barrio y terminan apretando mal a la vista de todos. Y mientras ésto sucedía, sonaba de fondo, envolviendo la escena sobre sí misma, en una húmeda, tenue, leve luz, que tornaba dolorosa y dulce, la estela de los actos, de ese momento imposible, una bellísima versión unplugged del tema Con toda palabra, interpretada por David Viñas y su The Punk Fuking Band:
Con toda palabra
Con toda sonrisa
Con toda mirada
Con toda caricia
Me acerco al agua
Bebiendo tu beso
La luz de tu cara
La luz de tu cuerpo
Es ruego el quererte
Es canto de mudo
Mirada de ciego
Secreto desnudo
Me entrego a tus brazos
Con miedo y con calma
Y un ruego en la boca
Y un ruego en el alma
Con toda palabra
Con toda sonrisa
Con toda mirada
Con toda caricia
Me acerco al fuego
Que todo lo quema
La luz de tu cara
La luz de tu cuerpo
Es ruego el quererte
Es canto de mudo
Mirada de ciego
Secreto desnudo
Me entrego a tus brazos
Con miedo y con calma
Y un ruego en la boca
Y un ruego en el alma
Fue ahí, justo ahí, cuando entonces, El Duende Japonés le hizo una seña a Charles Bronson. Era la seña convenida si veía a la cana. Acaba de entrar a la confitería el comando GEO. Charles Bronson sacó el control remoto devenidor que Jorge Panesi le había prestado cuando éste le contó la operación a la que debía asistir para ayudar a la super héroe periférica de Puán. (A todo esto La Dama de Negro ni enterada apretando descaradamente con Uma Thurman). Apuntó el control remoto a dos viejas que estaban cenando y las hizo devenir Uma y La Dama. Y a ellas dos las devino el Rusito Verea a La Dama de Negro y Esteban Schmidt a Uma.
Al notar el devenir, en Ruso Verea, La Dama de Negro se percató de lo que estaba sucediendo y tomó a Uma devenida Esteban Schmidt de la mano y se dirigió lo más tranquila que pudo hacia la escalera. Los del comando GEO pasaron a su lado y apuntaron directo al cuerpo de la falsa Dama de Negro y la acribillaron.
Al escuchar los tiros el lugar se transformo en un pandemónium. Antes de llegar a la puerta, La Dama de Negro sin soltar a Uma de su mano, se detuvo para mirar para atrás y comprobar que El Duende Japonés, La Gorda Derrida y Charles Bronson le cubrían las espaldas. Entonces los del comando GEO que estaban arriba informaron por un sistema de comunicaciones interno que a la que habían acabado de acribillar no era La Dama, que no dejaran salir a nadie, que hicieran cerrojo sobre el lugar y la zona.
La Dama de Negro, soltó la mano de Uma y sacó su automática y la Lüger –de papá—, y lo mismo hicieron Charles Bronson, El Duende Japonés y La Gorda Derrida. Abrieron fuego sin asco, disparando a tontas y locas, buscando despejar y ganar la puerta. Cuando por fin llegaron a ésta, Bronson y La Dama de Negro les quitaron a dos cadáveres del comando GEO sus ametralladoras y mientras abrían un fuego cruzado, cubrieron la salida de Uma que iba custodiada por El Duende Japonés y La Gorda Derrida. Bajaron por Pampa, alejándose de Cabildo, con las balas silbándoles a diestra y siniestra. En la esquina una trafik abrió sus puertas y aparecieron dos Pitufo-Bolivianos con armas largas. Les ordenaron que subieran y la trafik arrancó quemando llantas y sacudiendo sin asco a lo que se moviera. Dos cuadras mas adelante los interceptó un móvil del comando GEO y uno de los Pitufo-Bolivianos sacó una bazooka y lo mandó al infierno.
Media hora después, en un estacionamiento de la zona de Caballito, a Uma Thurman la subieron los Pitufo-Bolivianos a un auto y se la llevaron, para devolvérsela a Julio Benito Barreda. Y lloraba. Ella lloraba.
Cuando el auto desapareció del estacionamiento La Dama de Negro besó y abrazó a sus compañeras. Era un manojo de huesos sin alma. Todo había salido mal, desde que le habían levantado el programa de televisión, Las Chicas Tivi (1), todo había salido mal y la vida se había vuelto un trompo loco sin sentido. Entonces apareció otro auto, con el Teto Medina y Cae en su interior, le arrojaron una botella de whisky Maclin –con cuarenta años de añejamiento—, y al unísono, dijeron, ¡subí, que te llevo! Ella obedeció y el auto partió. En el asiento trasero, despatarrada, cansada, con el Teto Medina y Cae hablando boludeces para distraerla, abrió la botella, brindó, sin saber muy bien por qué, se largó a llorar y besó el pico de la botella.
No me arrepiento de este amor
aunque me cueste el corazón
amar es un milagro y yo te amé
como nunca jamás lo imaginé
Tiendo a arrancarme de tu piel
de tu recuerdo de tu ayer
yo siento que la vida se nos va
y que el día de hoy no volverá
Después de cerrar la puerta
nuestra cama espera abierta
la locura apasionada del amor
Y entre un te quiero y te quiero
vamos remontando al cielo
y no puedo arrepentirme de este amor
No me arrepiento de...
Zhzhzhzhzhzhzhzhzhhzhz
zzzhzhzhhzhzhzhhzhzh...
... contigo en la distancia
amada mía... zzhzhzhhhzz...
¡Dejá ahí, Teto!, suplicó, ronca, sin vos, La Dama de Negro. Dejá ahí, la radio, a Caetano, “plis”.
No existe un momento del día
en que pueda apartarme de ti
el mundo parece distinto
cuando no estas junto a mí
No hay bella melodía
en que no surjas tú
ni yo quiero escucharla
si no la escuchas tú
Es que te has convertido
en parte de mi alma
ya nada me consuela
si no estás tú también
Más allá de tus labios
del sol y las estrellas
contigo en la distancia
amada mía, estoy...
ADIÓS, MUÑECA.
El mundo va a devorarse en su propia maldad; va a ahogarse en su propia sangre, dijo, La Dama de Negro, con la mirada hundida en las llamas de la fogata, sólo alterada, por la intensidad de las ráfagas de viento, que la hacían crecer hasta casi extinguirse.
La Dama de Negro, junto a sus compañeros de grupo de estudio, el Teto Medina y Cae, estaban sentados en ronda, en posición de loto, frente a una fogata improvisada en los techos de Puán. Era de madrugada y a no ser el ruido del viento silbando con fuerza, el barrio estaba tan silencioso y tranquilo como un cementerio. Hacía horas que estaban así, sentados, tomando té de aloe vera, alimentando el fuego, charlando, con la mirada fija en las llamas. Más allá del círculo de luz que generaba la fogata sobre el techo de Puán, las sombras, se cernían, a sus espaldas, tenues, interferidas por un cielo limpio y la luna llena. Pero había algo de inverosímil en esa realidad, que hería las categorías del espacio y el tiempo convencionales, y que les otorgaba a los tres amigos, cierta frágil lucidez, casi sobrenatural, que alteraba sus miradas y operaba sobre sus palabras.
El mundo agoniza y nosotros con él, prosiguió La Dama de Negro, extática, dirigiéndose a Cae y el Teto Medina que, como ella, tenían la mirada perdida en las llamas, que esa noche parecía ser lo único que gozaba de libre albedrío. ¿Acaso no escuchan sus gemidos insoportables, terribles, inaudibles? Que es uno y el mismo gemido: el del mundo y el de nuestras propias vidas. El mundo se reorganiza y reconfigura cada mañana volviendo real hasta en las cosas más cotidianas y mínimas ese gemido para el cual estamos ciegos, sordos y mudos. ¿Acaso qué otra cosa son esas mañanas del fin del mundo: con sus resacas; con sus mundos objetivos; con sus obligaciones y deberes; con sus valores de cambio y uso; con su baba pornográfica de besos criminales cincelando el tormento de cuerpos a los que se le ha secuestrado el deseo; con su matriz técnica que reformatea he in-forma cada vez el cuerpo y alma mientras tomamos tres mates apresurados; sus trabajos que sólo garantizan el consumo insaciable de una ansiedad que se sostiene en el mercar con la desgracia ajena; con sus ideólogos ontológicos, con su aura de creatividad publicitaria, creando las condiciones de una realidad inodora, incolora, indolora donde al dolor y la muerte se les sustrae toda su carga trágica y se las margina y desplaza a las zonas hegemónicas de las variables estadísticas, económicas, farmacológicas, políticas; con su manejo excepcional de los tonos y giros, de los tiempos y la economía del relato, guionando melodramas asesinos? ¿Acaso no escuchan ese gemido inaudible del mundo que no es otra cosa que nosotros: en medio de una fiesta, viajando en colectivo, acariciando al perro, pensando teoría, escribiendo un cuento, conduciendo o viendo un programa de televisión, cuando nos sacamos un moco de la nariz, cuando nos casamos y tenemos hijitos y compramos la casita y el autito y el celu y el plasma, cuando ascendemos o descendemos en el mercado laboral o del deseo? ¿Y si por un momento nos despojáramos de todo y nos limitáramos a intentar escuchar ese gemido que subyace en todos nuestros actos y pensamientos como un vacío intolerable que dominamos a base de negarlo y sobresaturarlo de imágenes y ruidos y palabras e ideas y melodramas y amores y trabajos y drogas e informaciones y plata y patologías e ideologías y poder y violencia? Entonces, ¿qué escucharíamos? Escucharíamos el gemido del mundo que agoniza con nosotros o nosotros con él. Y escucharíamos en ese gemido inaudible brotando de la nada de la deriva inhumana lo que le devolvería al esperpento deshilachado del espíritu que nos habita y hace, si fuéramos capaces de escuchar ese gemido, claro está, lo que le restituiría la vitalidad y sentido a lo humano que se ha extraviado en la soledad inaudita de una época siniestra y terrible, con sus brujos y hechizos de magia negra, que tornan a la pesadilla que nos sueña en un paisaje amortiguado, emotivo y bello, donde el amor ha sido desguasado al ser, sustraído al dolor y la muerte de la tensión que tonificaba y templaba al alma frente al exceso del don de la existencia. El mundo agoniza en cada uno de nosotros y en todo, recordándonos que el mal existe en lo inhumano que nos hace ciegos sordos y mudos al dolor de la muerte de lo humano que gime agonizante, inasible, olvidado frente a los escombros y ruinas del amor que se aleja y extingue dejándonos solos y desnudos... Luego de decir estas palabras, La Dama de Negro calló. Y los tres amigos permanecieron así, en silencio y estáticos, mirando el fuego, un tiempo imposible de cronometrar, definir, eterno, pero que no duró más que unos minutos.
Luego La Dama de Negro desvió la vista del fuego. Sus compañeros notaron que en las pupilas de sus ojos ardían dos llamas semejantes a las de la fogata. Agarró sus anteojos negros y se los puso. Se levantó y acercó a Cae. Se agachó y tomó su cara entre sus manos y le dio un beso en la boca. Luego se acercó al Teto Medina y con los dedos de ambas manos agarró sus bigotes. Con fuerza, con violencia, con amor. Después se alejó de la fogata y sus compañeros, hacia el borde de los techos de Puán. Se detuvo en la cornisa. Dijo unas palabras ininteligibles, que nadie escuchó. Pegó un salto, como quien salta de un trampolín para efectuar un clavado y se entregó al vacío. Antes de escuchar el ¡¡¡PAAAFFF!!!, seco, brutal, nítido, de su cuerpo contra el cemento de la calle, el Teto Medina y Cae, escucharon un grito desgarrado que atravesó sus almas.
No habría pasado un minuto cuando el Teto Medina y Cae, a su vez, dejaron la posición de Loto en que se encontraban y se asomaron a la cornisa. Miraron hacia abajo, hacia el lugar donde se había arrojado e incrustado La Dama de Negro. En la calle no había nada. Ni masa encefálica, ni sangre, ni el cuerpo desarticulado, roto, intentando confundirse con el asfalto. Ni nada. No había nada. Sólo la calle iluminada por la luna y las luces de la ciudad. Cae y el Teto Medina se miraron, sus caras irradiaban felicidad y una sonrisa se dibujó en sus labios; y a sus espaldas, se apagó de forma súbita, el fogón, que habían improvisado en los techos de Puán.
Continuará...
Elsa Kalish
NOTAS
(*)Las personas o instituciones citadas en este texto, como lo que se opina sobre ellas, debe ser entendido en el contexto de una operación masturbatoria propia de una chica de Letras. Buscar en esta operación –palabra que, como dice Jorge Panesi, no hay chica de Letras y aledaños que no le guste hacer proliferar– agravios gratuitos sería un despropósito, ya que lo único a lo que se aspira al efectuarla es a encontrar el placer –¿o el goce?– de hablar mal del prójimo para acabar en el texto y sus voces.
(1)
LAS CHICAS TIVI.
I
Todos los martes, a las 9 de la noche, el grupo de estudio de La Dama de Negro, se reunía en el Bar La Orquídea, que queda en la esquina de Corrientes y Francisco Acuña de Figueroa. En una de las mesas que da a Corrientes, estaban sentados: el Teto Medina, Cae, La Gorda Derrida, Ariel Schetinni, Hellow Kety, y faltaba La Dama de Negro que caería de un momento a otro.
Tomaban cerveza, comían maníes, fumaban, y charlaban alegremente, con espíritu crítico, acerca de la realidad del país, sus parejas, los tejes y manejes de la facultad, la bomba que había tirado a la tarde Jorge Rial en su programa de tele acerca de Susana Giménez, de todo, menos del objeto de estudio que los convocaba: las tecnologías del yo como uno de los ejes posibles en la novelística de Laiseca. Igual en cuanto llegara La Dama de Negro se acabaría la cháchara y Hellow Kety tendría que exponer un texto que se le había dado para leer, para luego debatir y pensar entre todos hasta altas horas de la noche.
Che, boluda, esa que está sentada en esa mesa de allá, ¿no es América Cristo-Falo?, preguntó Schetinni a La Gorda Derrida. América era la titular de la cátedra Literatura de Locas de Ayer y Hoy, hija fruto de un amor de verano entre Guillermo Saavedra y Roberto Ferro. (Sí, en Letras los hombres pueden concebir vida, quedar embarazados y al cabo de cuarenta y cinco días dar a luz a una conchudita, gracias a los avances de la ingeniería genético-alquímica que desarrollaron los Pitufo-Bolivianos. El aporte fundamental que efectuaron los ingenieros genético-alquímicos para permitir a los hombres concebir vida, es muy complejo de explicar. Pero, básicamente, éstos descubrieron que el secreto último de la vida no se hallaba en el ADN sino en el Óvulo Loco. Una vez descubierto el Óvulo Loco que duerme en toda mujer, que es una suerte de Alien, el octavo pasajero, los ingenieros genético-alquímicos lo estudiaron hasta lograr aislarlo y hacerlo reproducir de forma artificial en probetas de ensayo. Cuando por fin se logró que no mediara diferencia alguna entre el Óvulo Loco femenino y su Clon se pasó a la segunda fase de la investigación: ¿cómo hacer para inocular este Óvulo Loco en un organismo masculino, sin que éste lo rechace, para que pueda concebir vida? Esta segunda fase requirió años de prueba y error, en animales primero, y en seres humanos después. Como es de publico conocimiento, el proyecto científico tuvo hasta hoy una parte exitosa y otra, que si bien no es negativa, al menos sí no ha podido ser llevada a su máxima feliz concreción. Ya que si bien se ha logrado que tanto mujeres como hombres en Letras quedaran embarazados, gracias a el octavo pasajero, el Óvulo Loco, todavía no se ha podido desentrañar por qué a los hombres a los que se le ha inoculado el Óvulo Loco al momento de parir no traen a la vida un bebe común y corriente, es decir, un varón o nena, sino una conchudita.)
Sí, es América, le respondió La Gorda Derrida muy concentrada, con la vista fija en el platito de maníes. ¿Hace cuántos meses que venimos a este bar todos los martes y nunca la viste? ¡Está siempre sentada en esa mesa, a la hora que pasés está sentada ahí! Y si no está sentada en esa mesa es porque fue al baño o porque está dando clases en Puán. ¿Pero en serio, nunca la viste, nene?
No, la verdad que no, boluda. ¿Y qué hace ahí todo el día?
¡Todo el día y toda la noche!, y remarcó La Gorda Derrida la palabra noche.
Qué, no entiendo, se interesó Hellow Kety.
La Gorda Derrida, suspiró, cansada.
Yo no sé dónde viven ustedes, ¿adentro de un pote de mayonesa Hellmans? ¿No saben qué hace América para ganarse la vida a parte de dar clases en la facu?
Ahora en la mesa se había producido un silencio total. La Gorda Derrida había logrado concitar la atención de toda la mesa.
Vende, dijo La Gorda, he hizo un gesto con la mano derecha de llevarse algo a la nariz. Vende gilada, la loca.
¿En serio?, preguntó el Teto Medina. ¿Y es buena?
Y... yo le compré un par de veces. Un poco saladito el precio, 100 pesos el gramo, pero rica, rica la hija de puta como la chonta de tu madre, Teto, casi tan rica como la concha de tu madre cuando se vuelve jugosa como un churrasquito apenas cocinado vuelta y vuelta en la plancha y te lo llevas a la boca... y sí, está buena, Teto, casi tanto...
Che, gracias, sí, ya capté la idea Gorda, pero pará un poquito ¿viste?, se enojó el Teto Medina. ¿Y si hacemos una vaquita y compramos algo?, se entusiasmó y miró cómplice a todos a ver quién se enganchaba.
El grupo de estudio estaba concentrado en ésto, cuando vieron del otro lado del ventanal el Renault 12 break negro de La Dama de Negro, intentando estacionar en un espacio mínimo entre dos autos. Chocó un poco al auto de adelante, chocó un poco al auto de atrás, y así siguió hasta hacerse lugar. Al descender del Renault 12 breack, uno de los dueños de los autos entre los que había estacionado al suyo, se avalanzó furioso a putearla. La Dama de Negro no le dio tiempo a nada, le pegó una patada en los testículos, y cuando estuvo doblado en dos, le pegó un rodillazo en la cara que lo enderezó, y el pobre infeliz se desplomó hacia atrás, quedando inconsciente en la vereda. Después La Dama de Negro se acomodó un poco las chuzas, buscó algo en el interior del auto, lo cerró y saludó a sus compañeros sentados en la mesa del otro lado del vidrio, mientras se dirigía a la puerta del bar La Orquídea.
¡Cómo va, Chicaaas!, saludó La Dama de Negro, con un beso a cada una. Buscó la silla vacía que se le había reservado para ella, entre La Gorda Derrida y Cae, y depositó sobre la mesa una caja enorme. Se la veía contenta, blanca y radiante.
Che boluda, qué es eso, preguntó intrigado Ariel Schetinni mirando con curiosidad la caja.
¡Un set de tecnologías del yo que compré por Sprayette! ¡Míren, míren, estña buenísimo!, se entusiasmó La Dama de Negro, abriendo la caja para mostrar su contenido.
Aaah... yo justo ayer por la noche mirando tele vi la propaganda en Crónica y me dije: ¿esto no nos servirá para lo que estamos investigando en el grupo de estudio?, dijo Hellow Kity.
Che, pero eso te debió salir una fortuna boluda, observó Schetinni.
Y barato no es, imagináte, ¡un set completo de tecnologías del yo! Pero bueno, son esos gustos que una se da. Si no te das los gustos en vida, cuándo te los vas a dar.
Es verdad, aprobó el Teto Medina. Pero dale loca, abrí esa caja que me refocilo de intriga por ver qué trae.
¡Cómo, qué trae! ¡Qué va a traer: un set completo de tecnologías del yo, nene!
Dale, no te hagás más la “Alfred Gitcoch” que te sale mal y mostrá los cachivaches que compraste, querés, se impacientó Cae.
La Dama de Negro sacó de la caja de Sprayette: un espejo, sobres de carta y papel para escribir con fondo de imágenes de Snoopy, dos biromes Bic –una azul y otra roja—, una película en DVD, un walkman con un cassette, un rollo de cinta adhesiva y un puf muy pequeño.
¡Ay, no te puedo creer, es un set completo, está buenísimo!, se excitó La Gorda Derrida.
¡Viste! Con todo esto, otra que Séneca, je, canchereó La Dama de Negro. Ven, trae de todo. Un puf para sentarse en el piso y meditar acerca de las metas que alcanzamos y no alcanzamos y nos habíamos fijado al comenzar el día. Un espejo para mirarnos fijo en él y poner en juego la inquietud de sí y poder desprender de ella una verdad que ponga en peligro y tensión al sujeto por sí mismo. Cinta adhesiva para taparte la boca y sujetarte las manos, para no poder gritar pidiendo socorro ni apagar el walkman que viene con un cassette de 90 minutos con la canción de León Gieco La memoria, grabada ininterrumpidamente de ambos lados.
Claro, acotó el Teto Medina, eso es para violentarse a sí mismo, ¿no?, y así hacer surgir del sujeto su propia verdad.
Ajá, aprobó La Dama de Negro. Sobres y papel de carta... ¿No es divino este papel con los dibujitos de Snoopy?, preguntó La Dama de Negro chocha con sus tecnologías del yo, y todos en la mesa aprobaron con la cabeza. (Las hojas para escribir cartas a los amigos venían con un fondo estampado con un dibujo donde se lo podía ver a Snoopy sentado arriba del techo de su cucha, con una expresión de tristeza en la cara y una hoja en una mano, y sobre su cabecita un globo contenía estos pensamientos snoopynianos: cuando estás lejos de mí siento pena!) Y claro, biromes, para escribir cartas a los amigos. Recuerden que esto era muy importante para los estoicos. Y este DVD trae cuatro clases de gymnasia de Catherine Fulop, cosa a la que también los estoicos le daban mucha bola.
Qué bueno que está, nena, la felicitó Cae. Mientras, La Dama de Negro, le pasaba las tecnologías del yo a sus compañeros de estudio.
Al rato, cuando ya todos habían podido ver y estudiar las tecnologías del yo que había adquirido La Dama de Negro por Sprayette, ésta se puso firme y propuso empezar a trabajar en su objeto de estudio.
Pará, para boluda, ahora empezamos, dijo Schetinni. Justo cuando vos entraste estábamos haciendo una vaquita para ir a comprarle a América un poco de mandanga, ¿te prendés?
Y... para qué te voy a decir que no si es sí sí. La única cagada es que ando sin guita. Por qué te crees que me compré este set de tecnologías del yo, eh, para ver si con esto puedo ir tirando y llevar mejor la mishiadura a fuerza de fortalecer el alma. No sé, hay que inventar algo, algún curro, algo, no se, porque así, viste, no da. Decí que soy una Súper Héroe de una modernidad periférica y eso me deja algunos morlacos extras, porque cuando una es buena con la gente ella responde y te lo retribuye. Pero viste, no da, ¿sabés cómo me las ingenié para llenar el tanque del Renault 12 y poder salir a combatir el Mal en la gran ciudad? me conseguí una changuita, laburo los fines de semana de empanada de atún para El Noble Repulgue. ¿Nunca vieron a esos boludos que andan por la calle disfrazados de empanada gigante? Bueno, una de esas empanadas soy yo, la de atún, aunque a veces también me toca la de humita. Pero bueno, yo todo lo hago por amor, y qué se le va hacer, peor sería que tuviera que viajar en colectivo y tren para ir en rescate de las víctimas silenciadas de este sistema injusto, ¿no?
En la mesa se hizo un silencio general. Todos se sentían impotentes y en deuda con La Dama de Negro.
¡Y si te pedís la beca Guggenheim!, propuso el Teto Medina.
A ver, ¿y qué les digo a los de la “Gujenstein”?
¡Cómo, qué ponés! Pedís plata para desarrollar la figura de una heroína de una modernidad periférica que lucha contra el mal y a favor de la cultura en el marco de un postcapitalismo que ha hecho de lo humano un dato traspapelado.
¿Te parece, Teto? No sé...
Pero sí, boluda, la alentó Schetinni, vos mandá fruta, poná lo que te dice el Teto, que por otra parte es verdad, y además, agregá fruta para adornar más la cosa. ¡Si hay cada uno que se saca la beca para cada pelotudez, mirá si no te la van a dar a vos!
Bueno, bueno, déjenmeló pensar. Porque acá a mí se me plantea un problema ético, ¿y si me dan la beca “Jüngestein” pero me dicen: pero esto y aquello no podés hacer, entonces, ¿qué hago? Me entendés, terminaría tranzando, al final sería una careta, una burguesa más... ¡Y no, yo soy una Súper Héroe, como Evita o Perón, como La Mujer Maravilla o Superman, como Batman o Hijitus, sí, dije Hi-ji-tus, que tanta mala prensa ha tenido y se lo ha tachado de espíritu etnográfico y costumbrismo aggiornado, y no, no es así, pero claro, como acá se desprecia lo nacional y una es una Súper Héroe Periférica que no tranza con nadie, al toque te tildan de tilinga que hace cualquier cosa para salir en la foto! No, gracias, pensándolo bien, les agradezco, pero no, porque viste, una empieza cediendo con las palabras y termina cediendo en los actos.
Todos en la mesa se habían quedado mudos, emocionados, agradecidos por sus palabras y la enseñanza que de ellas se desprendía.
Bueno, pero vos boluda no te calentés, que algo ya se nos va a ocurrir, te prometo que algún conejo voy a sacar de la galera, prometió Schetinni y La Dama de Negro le tomó la mano en señal de agradecimiento.
Che, bueno, el Teto intentó desviar el tema al notar que la ponía mal a La Dama de Negro, ¿compramos o no compramos algo, a ver si levantamos un poco la cosa?
A ver, denme la plata a mí, que voy yo a hacer la transa, que a América la conozco y me tiene que hacer precio y no me va a cagar vendiéndome cualquier cosa cortada con Odex y anfetas, porque sabe que si nó la cago a patadas.
Cuando La Dama de Negro con la plata de la vaquita del grupo guardada en el corpiño se disponía a levantarse para dirigirse a la mesa de América, entró un hombre con una bolsa de papel en la cabeza y fue derechito a sentarse frente a América.
La Dama de Negro estudió a ese hombre y les preguntó al resto si lo conocían. Era evidente que había venido a pegar un poco de merca, pero algo en su sistema crítico super poderoso puaniano le decía a La Dama de Negro que no estaba todo bien, que había algo turbio.
Es Leo Rozitchnof, el famoso filósofo Peronólogo, que ha desarrollado toda una teoría antiperonista notable, lo reconoció La Gorda Derrida, y anda con una bolsa de papel en la cabeza porque le da vergüenza su hijo Alejo, que le salió peronista y habla de Osho y Marketing en los programas de Pergolini y Grondona... y bueno, pobre, como lo han cargado tanto en la calle por el hijo pelotudo que le salió y las estupideces que dice, optó por salir a la calle con una bolsa de papel en la cabeza para que no lo reconozcan y le pregunten: ¿vos sos el padre de Alejo Rozitchnof?
Sí, pobre... igual nada que venga de Sociales es trigo limpio, y no sé, hay algo acá que me huele mal, desconfió La Dama de Negro sin apartar sus ojos de la mesa de América.
Te parece, Leo Rozitchnof es un copado, arriesgó el Teto Medina.
En Sociales nos odian, aseveró La Dama, y no sé, hay algo mmmm.... Fíjense, está de corbata, cuándo vieron a un tilingo de Sociales de corbata, si esos son todos hippies sucios. La Dama de Negro se quedó callada analizando la situación como si fuera un formalista ruso leyendo un cuento de Tolstoi. Ese hijo de puta, escupió La Dama de Negro con los dientes apretados como si fuera un perro de caza que acaba de inmovilizar a su presa, le está haciendo una cama a América, esa corbata tiene una cámara oculta! Y se levantó de la silla, saltando por encima de la mesa.
Cuando América la vio venir corriendo, llevándose mesas y sillas por delante, pensó, qué le pasa a esta loca. Pero no tuvo tiempo a decir nada, porque La Dama de Negro encaró a Leo Rozitchnof, lo agarró de la corbata y le pegó en la cara tantas piñas que le destrozó la bolsa de papel. Después lo arrastró a la calle lejos de miradas indiscretas, lo pateó para terminar de amansarlo y le quitó la corbata.
¡Pero qué haces Dama de Negro, te volviste loca! ¡Con el quilombo que armaste me vas a cagar el negocio!, le gritó indignada América.
La Dama de Negro torció el rostro y encaró a América y a sus compañeros que formaban un pequeño grupo en la vereda. Y extendiendo el brazo mostrándoles la corbata de Leo Rozitchnof.
¿Yo te voy a cagar el negocio, o estos hijos de puta de Sociales? ¿Qué es esto? Mirá, y le arrojó la corbata a la cara.
América estudió la corbata y descubrió la cámara oculta.
¡Pero la puta que los parió! ¡Me estaban haciendo una cámara oculta! Gracias Dama, disculpá que te grité, pero...
La Dama de Negro no esperó a que América terminara lo que tenía para decirle. Se agachó, tomando a Leo Rozitchnof por la ropa y poniéndole una automática calibre 38 en la cien, le exigió que le dijera para quién estaba trabajando o lo fusilaba ahí mismo.
No me mates, no me mates, lloró implorando clemencia Leo Rozitchnof.
Hablá o te mato, hijo de puta, y tiró dos tiros al aire.
Está bien, está bien, pero no me mates. Estoy trabajando para María Pía López, para el nuevo programa que va a salir en el canal de La Ciudad.
La Dama de Negro le escupió en la cara. Se levantó del piso, le quitó la corbata al Teto Medina que se la había puesto de bincha en la cabeza, destrozó la cámara diminuta y se la devolvió a su dueño.
Tomá, ahí tenés tu cámara de mierda y decíle a tu jefecita que mientras exista La Dama de Negro, nadie se va a meter con las Chicas de Letras.
Luego volvieron al bar y el grupo de estudio de La Dama de Negro agregó una silla a su mesa para incluirla a América. Y estuvieron charlando hasta las siete de la mañana.
Antes de despedirse, los del grupo de estudio, para irse a dormir o a sus trabajos, y América para volver a su mesa del bar para desayunar, ésta última, dijo:
Dama, esto va en serio, me sale de acá, y se golpeó con un puño cerrado el pecho, cuando necesités algo de mí solo tenés que pedirlo, guita, merca, armas, libros, lo que sea, vos me lo pedís y yo te lo consigo, ¿estamos?, y la abrazó.
II
El Teto Medina, Charles Bronson, Ariel Schetinni y Martín Menéndez estaban charlando apaciblemente, después de una larga jornada de trabajo teórico intenso, en el sauna de Buenos Aires a Full. Cuando Ariel Schetini sacó el tema de las penurias económicas de La Dama de Negro y la necesidad de encontrar alguna forma de financiar su carrera de teórica y súper héroe antes de que ésta se quebrara y apareciera algún yanqui que la cooptara con mucha guita para llevársela a trabajar a la academia norteamericana. Entonces al Teto Medina se le cruzó por la cabeza una idea.
¡Creo que encontré la forma de hacer guita sin tener que trabajar ni pensar!
A ver, ¿cuál?, preguntó hosco Charles Bronson, que se sentía incómodo con una toallita en el sauna rodeado de hombres que le hacían caritas con la intención de invitarlo al bar de Buenos Aires a Full a tomar un trago o llevárselo a un box privado.
¡Claro, no se dan cuenta! Hay que hacer un programa de televisión. Hay que producirle un programa a La Dama de Negro...
Que lo conduzca ella y que se llame... y se quedó pensando Martín Menéndez. Las Chicas... Las Chicas de Letras... ¡Las Chicas Tivi!
Genial, boludo, aprobó Schetinni. Ya tenemos el título del programa, y una conductora con ángel, tach chang gou, capital simbólico y un alma pirata de la cual extrae el pólemos de las ideas. Ahora sólo nos resta conseguir la guita inicial para montar el programa y en dos meses estamos tomando champagne y merca mirando el Sena por la ventana de un hotel.
Mirá, eso se resuelve fácil a mi criterio. Tengan en cuenta que yo algo sé de tele, no se olviden que yo formé parte de la gestación de uno de los programas televisivos que hoy por hoy ya forma parte del canon occidental: Video Match.
¡Video Match!, se emocionó Charles Bronson, ¿se acuerdan de los bloopers?
Mortal, aportó Martín Menéndez, los bloopers de los ponjas eran mortales. ¡Y las cámaras ocultas... que te destrozaban el auto o arreglaban con los parientes de la víctima para sacarlo de quicio y cuando el pobre infeliz no podía más, le decían, mira ahí, ahí, ¿ves ahí?, es una jodita para Tinelli, mandále un saludo a Marcelo. ¡Jajaja, qué bueno que era eso!
Y a quién te creés que se le ocurrió lo de los bloopers y las cámaras ocultas? A papito, a quién más, se enorgulleció el Teto Medina acomodándose la toalla que había dejado al descubierto sus partes vergonzosas.
A mí lo que me calentaba era el Enano Gula Gula, dijo con mirada libidinosa Schetinni, cómo le hubiera dado gula gula a ese enano hijo de puta.
Sí, sí, esta bien. Todos reconocemos, que vos, Teto, sos una eminencia en cuanto al manejo de los discursos de los medios masivos de comunicación, se puso serio e intentó encausar la conversación Charles Bronson hacia el tema no resuelto, el capital. Pero tenemos que conseguir alguien que aporte el dinero inicial.
Pero eso ya está resuelto, Charles. La semana pasada La Dama de Negro le sacó las papas del fuego a América. Los hijos de puta de Sociales le estaban haciendo una cámara oculta, para un nuevo programa de cable de Pía López, para denunciar que ella está haciendo fortuna sentadita en el bar La Orquídea vendiendo gilada, y bueno, nada, y en agradecimiento América le dijo, cuando necesites algo de mí sólo tenés que pedirlo. Y aparte acá la guita que invierta le vuelve en unos meses triplicada, porque esto es un golazo, y pun para arriba y no nos para nadie.
Los cuatro se levantaron, extendieron los brazos en alto, golpeando palmas contra palmas y pegando pequeños grititos de alegría, al ver surgir, de repente, frente a sus vidas, a la esquiva y mítica gallina de los huevos de oro que les decía, chicas, retroceder nunca, rendirse jamás, hasta la victoria siempre.
III
Ahí está, señaló Charles Bronson al volante de su Falcon verde a sus compañeras, Schetini, el Teto y Martín Menéndez, al ver a una empanada gigante de atún en la esquina de Rivadavia y Acoyte.
Charles Bronson buscó dónde estacionar su Falcon y todas bajaron. Se notaba en sus rostros cansancio y satisfacción. Es que en Buenos Aires a Full había sido tanta la alegría al ocurrírseles la idea de hacer un programa de tele, que esta excitación se la trasmitieron a otros habitués del lugar y la cosa terminó en una orgía dionisíaca. Incluso Charles Bronson, que era un duro, un heterosexual hecho y derecho, al principio, al ver que las fuerzas libidinales se desataban en círculos concéntricos abarcándolo todo, se quedó a un costado, con su Mágnum amartillada, para cagar a tiros al primero que quisiera tocarle un pelo, pero luego, arrebatado por el deseo dionisíaco ambiente, sacó de su cartera un cinturón que llevaba incorporado un consolador de dimensiones temibles, se lo calzó a la cintura y terminó comiéndose a un pendejito, para enseñarle a la mariquita lo que era padecer el rigor disciplinario de un macho argento.
Las cuatro encararon a la empanada gigante de atún que estaba repartiendo volantes en la esquina de Rivadavia.
Charles Bronson le pegó unas palmadas en la espalda a la empanada de atún. Y cuando ésta se dio vuelta, la saludó y le dijo, Dama de Negro tenemos que hablar.
La empanada gigante de atún se los quedó mirando extrañada, disculpen, pero me parece que me confunden.
Dále boluda, le dijo Schetinni y la abrazó. Estuvimos pensando con las chicas y encontramos la forma de sacarte de pobre, boluda. Tenemos que hablar ya, no podés seguir toda la vida trabajando de empanada, boluda.
La empanada de atún volvió a insistir que ella no las conocía, pero lo dijo con tono temeroso, temiendo que fueran carteristas e intentó deshacerse del abrazo de Schetinni, buscando con la mirada un policía.
¡Pero boluda, soy Ariel, qué té pasa!
Entonces la empanada de atún cayó en la cuenta de que la estaban confundiendo con otra compañera. ¿Ustedes no estarán buscando a otra empanada? ¿Cómo me dijeron que se llama la empanada que buscan? Charles Bronson se lo dijo. Aaah, La Dama de Negro, no, ella ya terminó su turno y se fue hace como una hora.
Las cuatro le pidieron disculpas y volvieron al Falcon verde.
A dónde podrá estar a esta hora La Dama de Negro.
Y, es sábado a la noche, dijo el Teto Medina, que sé yo, quizá este en Puán, en su oficina.
Una de dos, reflexionó Charles Bronson, o está en su oficina de Puán, o dando vueltas por la ciudad patrullando en busca de personas indefensas a las cuales ayudar.
Si La Dama de Negro no estaba en Puan sería imposible encontrarla, pero como se morían de ganas de contarle la buena nueva optaron por darse una vuelta por la facultad y ver si la encontraban.
Cuando llegaron al segundo piso de Puán y entraron a la oficina de La Dama de Negro, una imagen terrorífica los paralizó en la puerta. Ninguna de las cuatro estaba preparada para ver el espectáculo que las esperaba. Una empanada gigante de Humita con los ojos desorbitados, estaba sentada sobre un puf minúsculo en el suelo, al costado del escritorio. Tenía unos walkman en las orejas, la boca sellada con cinta adhesiva y las manos inmovilizadas también con cinta.
Tardaron un rato en reaccionar. El primero fue Charles Bronson que sacó su Mágnum y con cautela miró a todos lados buscando indicios de más personas en el lugar. Entonces el Teto Medina recordó que ese walkman y la cinta adhesiva y el puf eran parte del set de tecnologías del yo que había comprado La Dama de Negro por Sprayette. Mientras Bronson siguió registrando el lugar desconfiado sin hacerle caso al Teto Medina que le explicaba que La Dama de Negro está haciendo un laburo de ascesis, Martín Menéndez le sacó la cinta de la boca y le desató las manos.
¡Aaaaaaah!, sólo pudo decir La Dama de Negro y se quito los walkman. ¡Haaaay, Dios santo!, esto de violentarse a sí mismo escuchando a León Gieco para hacer surgir una verdad que ponga en juego al sujeto por sí mismo en la inquietud de sí, no es para cualquiera. Ay, chicas, no saben lo que es esto, te mata, te mata, te mata. Pero no saben, después sentís una paz tremenda.
El Teto Medina la ayudó a levantarse y La Dama de Negro desplomándose en su escritorio, le indicó a Charles Bronson que sacara del armario vasos y una botella de whisky Criadores. Una vez que ya todas estaban sentadas bebiendo, La Dama de Negro preguntó, ¿qué cuentan?, imagino que si me sacaron de mis trabajos de ascesis es porque tienen algo importante para decirme.
¿Cómo te ves conduciendo un programa de televisión: Las Chicas Tivi? ¿eh?, le largó el Teto Medina.
¡Qué!...
Entonces, entre las cuatro le contaron atropelladamente todo el proyecto a La Dama de Negro, que al principio las escuchó con reparos, resquemores y cierta ironía dibujada en su cara pero que, al terminar de escuchar toda la argumentación, quedó encantada con la idea.
Esa misma noche se fueron las cinco al bar La Orquídea y fueron derechito a la mesa de América y volvieron a explicar todo el proyecto. Y América que era una Chica de Letras con palabra no puso un sólo pero, sólo preguntó, cuánto necesitás, dame unos días y es tuya esa guita.
IV
El lunes a la tarde la oficina de La Dama de Negro era un mundo de gente y un bullicio de voces. Estaban todas. Schetinni, Cae, el Teto Medina, David Viñas, Charles Bronson, Pan Triste 4x4, Bombón de Roquefort, El Pato Wilson, Sarakey, Gonzalo Aguilar, Hellow kety, Link, Schvartzman, algunos Pitufo-Bolivianos, Silvia Delfino, La Gorda Derrida y Panesi. Solo faltaba para empezar la reunión de producción, ¡cuándo no!, La Dama de Negro.
Cae miró la hora en su reloj y movió la cabeza, qué colgada esta mina, ¿dónde se metió?
No, Cae, pero avisó que iba a llegar más tarde, ¿no sabías?, informó La Gorda Derrida. Lo que sucede es que hoy laburaba, por lo general los lunes no labura, pero como la empanada de carne picante se enfermó le pidieron si ella la podía reemplazar...
¡Pero cómo, todavía sigue laburando de empanada gigante en la calle!, se asombró Hellow Kety.
Y sí, lo que sucede es que no quiere largar el laburo de empanada hasta que el programa sea una realidad. Porque imagináte, el proyecto se cae, y entonces qué, pobre Dama, se queda sin el pan y sin la torta. Igual también, antes de venir para acá, tenía que pasar por el bar La Orquídea para que América le diera la plata para financiar el proyecto.
Bueno, che, entonces para pasar el tiempo, mientras esperamos a La Dama de Negro, por qué no te copás y te tocás algo Cae, propuso Bombón de Roquefort. Y todas empezaron a batir palmas y corear, ¡que-to-que, que-to-que!...
¡Dale puto, tocáte algo!, ordenó Silvita Delfino.
Bueno, si insisten, les voy a tocar Desierto sin amor, y lo miró a Julio Schvartzman, ¿te copás y me hacés la segunda?
Cae desenfundó una Gibson Les Paul y la enchufó. Schvartzman a su vez desenfundó una Gibson Fierro Payador y la enchufó a otro Marshall.
Y vamos Schvartzman, ¿me seguís?, un, dos, treee...
Despacio y en silencio,
el reloj castiga al tiempo
siento el frío de tus labios
al mentir diciendo adiós.
Y si de algo te sirve
yo te digo que te amo
y clavo entre tus manos
mi fuego y mi pasión.
No prendas las luces,
quiero recordar tu cuerpo
como una rosa en el desierto
desierto sin amor.
Y tu tren cruzó mi alma,
y mis ojos se cerraron,
lágrimas que se escaparon
al correr por el andén.
Veo tu cara entre la gente
y les digo que aún te amo,
bebo los días y te extraño,
quisiera volverte a ver.
Y mis manos ya no saben
de caricias con deseo
en el piano no hay mas juegos
desde que me faltas tú.
Más despacio y en silencio
el reloj castiga al tiempo
ya siento el frío de tus labios
al mentir diciendo adiós.
Y ahora nuestro tema sonando en la radio,
es como si tu boca se acercara hacia mí,
solo apago las luces, y recuerdo tu cuerpo,
como una rosa en el desierto, desierto sin amor.
Al terminar el tema todas aplaudieron y pidieron más, mientras Link lloraba, y La Gorda Derrida y David Viñas intentaban recuperar el aire después de haber improvisado un pequeño pogo en la oficina de La Dama de Negro.
Una empanada gigante de carne picante miraba toda la escena con ternura e infinita tristeza desde el marco de la puerta. Esperó un instante y luego dijo un hola general y se fue a sentar detrás de su escritorio.
Che, boluda, qué te pasa que tenés esa cara de culo, le preguntó Schetinni.
La Dama de Negro no le respondió.
Charles, vos que sabes dónde está la botella de Criadores, por favor, me la alcanzás.
Éste se la alcanzó, La Dama de Negro se tomó dos vasos de una, y recién después, tuvo coraje y verdad, para hablar y decir lo que tenía que decir, porque sabía que lo que tenía que decir era verdad porque era realmente verdad.
Bueno, chicas, se cayó todo.
¡Noooo... qué pasó!, preguntaron todas a coro.
Los malvados de Sociales finalmente se salieron con la suya. Anoche hicieron un operativo en La Orquídea y se la llevaron en cana a América. Por lo que pude averiguar la denuncia de que en el lugar América vendía gilada la presentó el equipo de producción del programa de televisión de María Pía López.
Pero la puta madre, rezó Panesi, estos de Sociales me tienen las pelotas llenas.
¿Qué podemos hacer?, preguntó el Teto Medina.
Nada, llevarle cigarrillos los días de visita, dijo La Dama de Negro, pensá que esta gente está manijeada por la Mafia China y por los Montos. Claro, se ve que alguien les batió que nosotras estábamos armando un programa y que América nos iba a financiar y la hicieron mierda, le van a dar como veinte años, pobrecita. Igual, más allá de la guerra, ya declarada y abierta, entre Sociales y Letras, esto tiene tintes personales. Ustedes no lo saben pero yo les cuento, Pía y yo fuimos juntas toda la primaria y secundaria y ella siempre me odió porque yo siempre tuve tetas armoniosas y con linda forma y ella siempre las tuvo demasiado separadas, chiquitas y caídas. Y es algo que nunca me perdonó y por lo que siempre me odió, por tener tetas más lindas que las de ella.
Pero el programa se va a hacer igual, afirmó Panesi, con o sin guita, el programa se hace, porque si los dejamos seguir avanzando a éstos, en poco tiempo perdemos Puán.
¡Y cómo Jorge!, preguntaron todas a coro.
Panesi sacó del bolsillo su ya mítico control remoto devenidor y lo movió frente a todas.
El mes pasado conocí a un loco, un genio en tecnologías de punta y le incorporó a mi control remoto devenidor un sistema de foto shop. Vean, miren, y apuntó el control remoto a Link y le devolvió a su rostro la frescura de una chica de 15. Y apretó otro botón y le hizo surgir unas tetas prominentes. ¿Ven? es una maravilla. Con este control remoto podemos suplir la falta de guita. ¡Qué más necesitamos! ¡Con este control remoto devenidor con foto shop podemos hacer el programa que queramos!
La Dama de Negro estaba desmoralizada, como todas, pero la confianza y entereza de Jorge Panesi era más fuerte que todas las pruebas y reveses a los que la sometía los caprichos inescrutables de la vida. Se sirvió otro vaso de whisky y brindó por Las Chicas Tivi.
VI
El programa Las Chicas Tivi finalmente se pudo llevar a cabo y duró un mes, cuatro programas, que fueron éxito por su espíritu vanguardista que dislocó la lógica de la grilla de la tele por cable. El programa salió por canal 26, los sábados a medianoche y su dueño, Pierri, tuvo que darlo de baja debido a presiones de sectores del gobierno Kirchnerista muy cercarnos a la maquinaria de la Mafia China y gente de Sociales.
Todo esto representó un duro revés para La Dama de Negro, que se encerró en su oficina alternando sus tecnologías del yo y mucho alcohol y drogas. Y luego, acontecieron otras aventuras que la obligaron a La Dama de Negro a desaparecer. Nadie más supo nada de ella durante mucho tiempo. Nadie más supo nada hasta mucho tiempo después, cuando Jorge Panesi necesitó de su súper heroicidad periférica para rescatar al último... pero esa ya es otra historia, que algún día les contaré.
VII
Luego de muchas marchas y contramarchas una tarde grabaron el primer programa. Voy a intentar contarles para los que no lo vieron qué se pudo ver por canal 26 y algunas perlitas del backstage.
El programa se gravó casi en su totalidad en el aula Boquitas Pintadas, con una vieja cámara de los 80´ para filmar cumpleaños de 15 y casamientos, y con el control remoto de Panesi que hizo devenir y fotoshopear todo el material dándole ese toque tan personal que hoy todos copian en los medios masivos de comunicación.
El programa empezaba así.
Se escucha la canción La mujer que no soñé, de Ricardo Arjona, en una versión punk interpretada especialmente para el programa por David Viñas y su The Punk Fucking Band.
La de lentes, la pasada de moda,
la aburrida, la intelectual,
la que prefiere una biblioteca a una discoteca,
es con la que vivo yo...
La que todos tachan de fea
y en el subte nadie le cede el lugar,
la que es más que una presea para enseñar,
jamás será modelo de televisión,
porque aún no hacen anuncios para el corazón...
CORO:
Me gusta porque es autentica y vive sin recetas,
de esas que tratan de vestir al amor de etiqueta,
he venido a parar con la mujer que no soñé jamás,
pero también jamás fui tan feliz.
La que ya ni se pinta la boca,
defraudada de coquetear,
la que es más que una aguja para enhebrar.
Si su enemigo aparece acechando el espejo,
ella le da una sonrisa y aniquila el complejo.
CORO:
Me gusta porque es autentica y vive sin recetas,
de esas que tratan de vestir al amor de etiqueta,
he venido a parar con la mujer que no soñé jamás,
no es una estrella fugaz...
Me gusta porque es autentica y vive sin recetas,
de esas que tratan de vestir al amor de etiqueta,
he venido a parar con la mujer que no soñé jamás,
pero también jamás fui tan feliz.
Simultáneamente a este tema de apertura se la ve a La Dama de Negro que llega a Puán 480 en su Renault 12 break negro y estaciona en la puerta. Una muchedumbre de alumnos, fans, periodistas que sacan fotos, se abalanzan sobre ella. La Dama de Negro tira besos, recibe un ramo de rosas amarillas, agradece, saluda a diestra y siniestra, y se le dificulta el paso. Luego se la ve en su oficina del segundo piso de la facultad, sentada en su escritorio, escribiendo sobre una hoja con dibujitos de Snoopy una carta a un amigo, ejercitando el cultivo de sí. Entonces entran el Teto Medina, Cae y La Gorda Derrida que hacen gestos de que se apure, que se le hace tarde y la empujan. Ella desciende las escaleras hasta el subsuelo donde está el aula Boquitas Pintadas, rodeada por el Teto, Cae y La Gorda Derrida que le pasan papeles y le dicen cosas, mientras ella lee lo que le acerca su equipo y saluda a alumnos que se le abalanzan para besarla. Finalmente entra al aula Boquitas Pintadas y una muchedumbre la aplaude sentada en los pupitres y ella se dirige al escritorio y termina el tema de David Viñas y sus The Punk Facking Band y la presentación.
La Dama de Negro entra al aula y el público sentado en los pupitres aplaude, que son apenas 10 Chicas de Letras que laburaban en la producción pero gracias a los efectos especiales del control remoto de Panesi parecen una multitud.
¡Cómo están mis chicaaaaaas!, saluda La Dama de Negro, y se dirige al escritorio.
Bienvenidas a Las Chicas Tivi, un programa diferente, lleno de operaciones de lectura, juegos y chimentos. Bueno, La Dama de Negro mira a la cámara, les presento a mis compañeras, y sin dejar de mirar a la cámara extiende el brazo izquierdo para presentar a sus compañeros. La cámara –que se mueve todo el tiempo de forma histérica dando un efecto loco a todo lo que capta— tuerce su ojo hacia donde indica el brazo de La Dama de Negro y ahí están parados mirando fijo a la cámara El Teto Medina, Cae y La Gorda Derrida que saludan, le tiran besos a ella y se presentan.
La Dama de Negro luego de las presentaciones, busca un papel en su escritorio y vuelve a mirar la cámara.
Para empezar quisiera contarles que todos los que llamen al programa y respondan bien a la consigna entrarán en un sorteo por una docena de Empanadas El Noble Repulgue. La consigna es re fácil así que llamen, por favor. A ver, Teto, cuál es la consigna.
Sí, la consigna es la siguiente, dice el Teto comiendo una empanada y mirando a la cámara haciendo gestos de que está comiendo algo delicioso, ¿a quién le dedica Borges su libro Otras Inquisiciones?
¡Pero Teto, esa pregunta es muy difícil!, se queja La Dama de Negro haciendo pucherito. ¡Así no va a llamar nadie! No seas malo, Teto, dále, Teto, hace otra pregunta. Dale, no seas puto, eh, Tetón, Tetín, ortiva puto de mi corazón, hacé una pregunta más fácil, eh, dale, y La Dama de Negro busca la cámara con los ojos, arroja una mirada pícara dirigida al televidente y se queda haciendo trompita.
Eeehh... bueno, a ver, duda el Teto Medina desorientado porque La Dama de Negro se salió de libreto y tiene que improvisar, ¿cuántos escritores argentinos se ganaron el Premio Nobel de literatura?
¡Ay, Teto, qué hambre que tengo!
¡Y bueno, cométe una empanada de El Noble Repulgue!
Entra una empanada gigante de atún y le alcanza a La Dama de Negro una. Ésta la come con ganas, saboreándola y cuando termina, mira fijo la cámara.
¡Qué ricas que son las empanadas del Noble Repulgue! Yo siempre que tengo hambre me como una media docena de empanadas de El Noble Repulgue. ¡Y quedo pipona pipona!
Y la cámara enfoca a la empanada gigante de atún que mueve la cabeza afirmando y saltando y moviendo las manitos alegremente.
Acá hay un corte, para ir a publicidades. Cuando vuelve el aire se la ve a La Dama de Negro sentada en su escritorio mirando fijo a la cámara que se mueve para arriba y para abajo, para la izquierda y la derecha.
Vamos a ponernos serias porque voy a hacer mi editorial. Quiero hablar de un tema que nos involucra a todas Las Chicas de Letras. Como se sabe Brad Pit esta saliendo con la conchuda colagenada que tiene dos churrascos por labios, Angelina Sholy. Y los otros días Brad le pidió casamiento y ésta le dijo que no. ¡¡¡Que no, a Brad, que adoptó a los dos chinitos que ésta se trajo de por allá, de alguno de esos países donde viven los chinos, para hacerse la linda, claro!!! Y Brad en su desesperación se puso de rodillas y le imploró, por favor, que se casaran, ¡¡¡y la muy argoyuda le volvió a decir que no, que no, que no, N-O, NOOO...!!! ¡¡¡Le dijo que no a Brad Pit!!! ¡¡¡Qué suerte que tienen algunas!!! ¡¡¡Algunas tanto y otras tan poco y la concha puta y reputa de la madre trola del Teto Medina que nos parió!!! ¡¡¡Miren lo que les voy a decir, eh, miren!!! ¡¡¡Miren con lo que me conformaría yo, no ya con que venga Brad y me proponga ser su esclava por el resto de la ETERNIDAD, sí, eternidad con mayúscula, estoy hablando de la misma eternidad de la que hablaba Jorge Luis Borges, pero no, me conformaría con mucho menos, sino, apenas, humildemente, tan sólo, me conformaría con que me encarara y me mirara con esos ojitos suyos que me derriten mal, pero me derriten mal-mal-mal y me ordenara: tomá esta pistola, tarada, matáte, y yo primero me muero de amor, y después, resucito como Cristo, y me mato de amor, volándome la cabeza de amor por él!!! La cuestión es que Brad Pit está muy triste, muy triste, tristísimo, chicas. Y se sabe que él suele venir de incógnito a la Argentina, a la Patagonia, como tantas otras personalidades internacionales. Así que yo reflexionando mientras estaba en el baño leyendo la revista de La Nación del domingo llegué a la siguiente conclusión teórica crítica. Tenemos que hacer guardia en la Patagonia Las Chicas de Letras y cuando lo veamos, encararlo, con un book de fotos de todas nosotras para que él elija la que quiera para casarse y así se olvide de esa mentira colagenada que lo engualichó y nos lo tiene deprimido a nuestro Brad. Porque mientras él sufra ninguna de nosotras podrá ser feliz.
La Dama de Negro hace silencio y mira fijo a la cámara durante un minuto. Luego la cámara tuerce su ojo hacia un costado y se lo ve a Cae, mientras se la escucha a La Dama de Negro que dice, Cae todo tuyo lo que sigue.
Gracias, Dama. Eeeh, bueno, ahora vamos a presentar una sección muy hot: ¡100 % Lucha Crítica!
Se escucha la música de Rocky, cuando Silvester Stallone entrenaba en la nieve para luchar contra el ruso, en una versión punk grabada especialmente para el programa por David Viñas y su The Punk Fucking Band.
Bien, dice Cae, ya en el centro del Ring, vamos a presentar al arbitro de la pelea, ¡aaaaaaal... !
El rasta_man@lukács.veda sube al ring y saluda a Cae que le da la espalda y a la cámara que no lo está tomando en ese momento.
Ahora, vamos a invitar para que haga su ingreso la primer contendiente, ¡Beatriz, La Coca, Saaarlooooo! Sarlo entra con una malla enteriza color verde seco y unas calzas amarillas. Saluda.
El Teto Medina da la ficha técnica de La Coca Sarlo.
¡Lugar de nacimiento, Buenos Aires, la ciudad del tango, Borges, Arlt, el obelisco, la calle Corrientes! ¡Altura, uno cincuenta y cinco! ¡Peso, 63 kilos! ¡Y su ataque favorito... toma de cabeza con patada voladora!
¡Gracias Teto!, dice Cae, mientras ve a Sarlo hacer trabajos de precalentamiento, y practicar tomas de katch, sobre el ring.
¡Ahora ingresa la impiadosa China de Yale, Josefina Luuudmeeeeer!
Ludmer hace su ingreso arrojando piñas al aire, vestida con lencería sadomasoquista. Sube al escenario y mira con recelo a su contrincante.
El Teto da su ficha técnica.
¡Lugar de nacimiento, Córdoba, la provincia del Negro Alvarez, las sierras, Filloy, Barón Biza, y Cosquín! ¡Su altura, un metro cincuenta y seis! ¡Su peso, sesenta y ocho quilos! ¡Suuu... ataque favorito, el topetazo de hombro!
Cae se baja del ring y el arbitro llama a las contrincantes al centro del mismo y les da indicaciones, pero ninguna de las dos parecen prestarle atención a lo que él dice. Cae, ya desde abajo, mientras la cámara sigue todas las instancias preliminares de la contienda sobre el ring, dice, ¡bueno, te paso la posta Luis Principi para que relates la pelea!
¡Gracias, Cae!, dice Link, devenido por el control remoto de Panesi, en Luis Principi.
Pero Sarlo que no espera a que el árbitro indique el comienzo agarra desprevenida a la China Ludmer y le pega un topetazo seco que la derriba. Luego le toma las piernas y ejerce presión constrictora sobre el área vaginal de Ludmer con su pie derecho.
¡Terrible la brutal presión que ejerce sobre la zona vulvar de la China Ludmer la Coca Sarlo! ¡Terrible como la Coca le está estropeando todo el estofado a la China! ¡Señor , eso no esta permitido, qué esta haciendo, cumpla con su trabajo de árbitro por favor! ¡Qué barbaridad, el árbitro parece que está comprado!, se desespera Link-Principi.
La China Ludmer logra zafar una pierna y le pega una patada en la cabeza a Sarlo, y ésta retrocede aturdida. La Ludmer se levanta y le pega un topetazo de hombro. Luego la atrapa en una tijereta de torta marmolada y la castiga a Sarlo.
¡Esto es una lucha libre, katch, no pornografía, señoras, tijeretas de torta marmolada no, señoras, eso guárdenselo para la intimidad, estamos en un canal de cable para toda la familia no en un canal codificado donde se pasan chanchadas!, se queja Link-Principi.
La Coca Sarlo logra articular un golpe descendente con su pie derecho en plena cara de Ludmer, y ésta afloja la tijera de torta marmolada con la que la castigaba sádicamente. Sarlo rápidamente se arroja sobre Ludmer pegándole un topetazo de hombros brutal y ambas caen al piso.
¡Estremecedor lo que estamos viendo!, dice Link-Principi, ¡pocas veces hemos podido asistir a un evento crítico teórico de semejantes magnitudes!
Ahora Ludmer ha vuelto a tener el control, le ha aplicado una palanca diapasón a Sarlo y termina por derribarla. El árbitro, se hace el tonto y el publico lo putea.
¡Señor , cumpla con su trabajo!, le ordena Link-Principi. ¡Empiece el conteo, por favor, cuente, uno, dos!... ¡¿Acaso no fue a la escuela?! ¡¿Acaso no le ensañaron matemáticas en la escuela?!
Entonces alguien del público sube al ring y Link-Principi se pregunta, ¡quién es ese intruso que esta violando las reglas! Es el fantasma de Zizek que le arroja una patada al costado a la China Ludmer tirándola contra las cuerdas. Luego el fantasma de Zizek le hace una tenaza invertida a Ludmer y la Coca Sarlo empieza a pegarle terribles patadas al pecho. Ahora la China Ludmer está en el piso sujetada por el fantasma de Zizek y la Sarlo aplastándole la cabeza con un pie.
¡Árbitro, por favor, es inhumano lo que estamos presenciando, es el fin del humanismo esta pelea, viendo esto ahora comprendo de qué hablaba Martín Heidegger en su Carta al humanismo! ¡Por favor, que alguien pare esta pelea!
Pero el haciendo oídos sordos, se arroja a un costado de las contrincantes y empieza a contar: uno, dos...
La pelea la gana Sarlo que, subida a caballito del fantasma de Zizek, saluda y festeja el triunfo.
¡Qué barbaridad, que barbaridad!, dice Link-Principi a la cámara. ¡Dama de Negro, cómo permitiste esto, volvemos a vos, es todo tuyo el aire!
La Dama de Negro está sentada en su escritorio mirando fijo a la cámara que se mueve loca.
¡Qué momento, ¿no?!, y mira a un costado y el Teto Medina espera un instante a que la cámara lo enfoque para responderle.
¡Sí, qué momento!, y mueve las manos flojas frente a él.
La cámara vuelve a enfocar a La Dama de Negro que está sentada en su escritorio mirando fijo al frente.
Ahora tenemos un invitado de lujo. Una figura internacional, zafada, rebelde, contestataria. Una figura a la que le vamos a hacer un reportaje a fondo. ¡Por favor, Cae, hace pasar a Michel Houellebecq!
Entra Michel Houellebecq –que en realidad es Link devenido Houellebecq gracias al control remoto devenidor de Panesi— del brazo de Cae y se escuchan aplausos.
Por favor, sentáte, Michel. (De música de fondo, se escucha el tema, Michel, de los Beatles, interpretado especialmente para el programa por David Viñas y su The Punk Fuking Band) Para mí es un orgullo presentarte en este programa, porque siempre dije que La piel de zapa no sólo es tu mejor novela sino una de las mejores de los últimos años.
Esa novela no la escribí yo, idiota.
¡¿Ay, no?! ¿Y de quién es esa novela que tanto me gustó? ¿No era tuya? ¡Ay, chicas, así no se puede trabajar, si la producción no me escribe bien lo que tengo que decir!...
Sudaca infradotada, monito sudamericano.
Bueno, hace ya una semana que estás en Buenos Aires, ¿qué te parece la ciudad?
Una mierda.
Ah, ¿y la gente? A vos que te gustan mucho las chicas, ¿ya pudiste apreciar la belleza de nuestras mujeres?
Sí, gracias al cambio, tres pesos y medio por euro, me pude coger por monedas a las mejores putas de la Recoleta.
Ay, estuviste en la Recoleta, ¿pudiste pasear por su cementerio?, ¿le llevaste flores a Evita?
A mí la momia de Evita me chupó la pija, pelotuda.
Querés contarme algo de cómo escribís. O, ¿quiénes son tus precursores, a ver?
El puto de Borges seguro que no.
Bueno, pará franchute, bajá un cambio.
Infradotada tercermundista no me caen bien los monitos infradotados que no manejan correctamente el francés.
¡Bueno, entonces para qué aceptaste la entrevista pedazo de puto y la choncha de tu madre que seguro es tan pero tan puta como la del Teto Medina! La Dama de Negro se levanta de su silla, da la vuelta al escritorio y lo agarra de las solapas del saco a Michel Houellebecq. ¡Raja de acá antes de que te rompa toda la trucha, gil!
Michel Houellebecq va a responderle pero La Dama de Negro no se lo permite. Le arroja una trompada al mentón y empieza a patearlo en el piso.
La cámara desplaza su ojo de la escena pugilística y se detiene en el pizarrón verde del aula. En éste, hay escritas, unas palabras, con tiza, <¿Tu mamá te mima? Bueno, pero yo, que no soy tu mamá pero puedo ser tu mamita, si vos querés, te puedo chupar la pija todo el día y, además, te puedo regalar mi golosa insaciable colita. Llamáme: 15-6-480-1345. La Mamá del Teto Medina>. Mientras la cámara sigue fija captando esta leyenda, se escuchan carcajadas y, aparece el Teto Medina, con cara de desolación y un borrador en la mano. Borra la leyenda y se escucha que alguien grita, ¡pará, Teto, no borrés todavía que no anoté el teléfono de tu vieja!, y el Teto se da vuelta y se lo ve hacer un gesto de: ¡ma, por qué no se van todos a la puta que los parió!, y arroja el borrador con violencia hacia los que están detrás de cámara descompuestos de risa. Cuando la cámara por fin abandona su estado de inmovilidad zen vuelve a moverse para encontrar a La Dama de Negro mirando al frente detrás de su escritorio.
Creo que es hora, ahora, de escuchar hablar de una figura muy particular. Pero para eso, Dire, ¡por favor, mande la presentación!
Se ve frente a la cámara un cartel con unas letras escritas con un marcador amarillo fosforescente: Apuntes y fotocopias. Luego el cartel desaparece dejando ver el pizarrón verde –donde se puede leer: <LA MAMÁ DEL TETO MEDINA ATREVIDA GOLOSA MIMOSA RE HOT SOLITA EN MI DEPTO $20 PRIVAD-DOMIC 24HS 15-6-480-1345>—, y aparece otro cartel: Hoy la vida de Walter Benjamin.
La cámara toma en primer plano una nuca. La nuca avanza y la cámara la sigue, hasta que se detiene y la cámara abre el plano, entonces se puede apreciar a Ariel Schetinni que está en la biblioteca de la facultad. Luego, se pone de costado y mirando a la cámara, sonriéndole, le habla al empleado que esta del otro lado del mostrador, que es Pan Triste 4x4.
Cómo estas, Pan Triste.
Y... acá ando, tirando, responde en un susurro que deja traslucir desasosiego, sin dejar de mirar tristemente a la cámara desde detrás de sus anteojos de marco negro.
Che, boludo, ¿tenés algo de Benjamin?
Sí, teníamos uno, Sobre el programa de la filosofía futura, la edición de Planeta-Agostini, con una traducción española horrible, pero la semana pasada que llovió se inundó el depósito de la biblioteca y lo tuvimos que tirar a la basura porque fue uno de los libros que agarró el agua.
Schetinni, ríe animoso, a la cámara.
Bueno, boludo, no importa. ¿Querés que te cuente algo de Benjamin?
Pan Triste 4x4, mueve la cabeza, sin dejar de mirar, desde detrás de sus anteojos de marco negro, a la cámara que capta su tristeza.
Bueno, te cuento, boludin. Benjamin era alemán, usaba anteojos porque era medio chicato y le gustaban mucho las chicas, pero no le daban mucha bola. Como a vos, Pan Triste 4x4, ¿viste? Entonces se hizo comunista y leyó muchos libros. Pero ete aquí que un día conoció a Gershom Scholem y éste le enseñó misticismo judío. Todo eso de la Cábala y los Golem y esas cosas. Y entonces a Walter se le armo un matete en la cabeza que ni te cuento, porque entre el marxismo y el misticismo judío hay un abismo espacio temporal irreconciliable, pero se emperró en que quería encontrar el meridiano donde la revolución y la venida del Mesías se cruzaban. Pero La Verdad de La Milanesa, como diría María Teresa Gramúglio, no era ni el misticismo, ni el marxismo, ni ocho cuartos, sino La Milanesa. La cosa era que Benjamin era virgen y ya era grandecito y los muchachos del barrio lo cargaban porque nunca la había puesto y le salía leche hasta por las orejas. Esto es tal cual te lo cuento Pan Triste, agarrá el Diario de Moscú de Benjamin, vas a ver, lo dice con esta brutalidad, en la página 42 escribe: “Si no la pongo antes de fin de año me va a empezar a salir leche hasta por las orejas y me voy a volver loco y se me va a explotar la cabeza. ¡Me irve la cabeza, Dios santo, me irve la cabeza!”. Uno que nunca dejaba de hacerle chistes al respecto era Tehodor Adorno, por eso cuando éste le dijo, veníte Walter para los Estados Unidos que en Europa la cosa está pesuti y aparte acá los yankis son unas bestias epistemológicas que no entienden nada y te armás unos cursitos de cualquier boludes y te hacés rico, y no fue, el loco no fue, porque sabía que Adorno lo quería allá para usarlo de payasito que amenizara las tardes muertas en las que se juntaba a tomar el té con Tomas Mann y Max Horkheimer. Entonces conoció a George Bataille, que estaba bastante loquito también y le gustaba armar festicholas con mucho hachís y putas y trabas y animales, y a todo eso él lo llamaba potlash o lo erótico sagrado y qué se yo. La cuestión es que gracias a Bataille, Benjamin la pudo al fin poner y ahí se le ocurrió escribir sobre los pasajes. ¿Qué eran los Pasajes? En realidad un viaje de hachís, porque para esa altura se la pasaba todo el día fumando como loco-loco, y como no podía escribir algo lineal porque estaba todo el día de la cabeza, escribía lo primero que se le ocurría. Y bueno, después vinieron los nazis, el intento huir y se suicidó.
Schetini tuerce la cabeza para dirigirse a Pan Triste 4x4 que llora conmovido por lo que acaba de escuchar. Pero al verlo hecho un mar de lágrimas, opta por volver a mirar a la cámara.
Como pueden apreciar, la teoría no es para cualquiera, y Schetinni cabecea para indicarle al televidente que se está refiriendo a Pan Triste, y la cámara toma un primerísimo primer plano de la cara descompuesta de Pan Triste 4x4, al cual, sólo se le puede adivinar, su infinita tristeza, ya que las lágrimas, al irrumpir como un río embravecido y tormentoso del fondo de sus ojos, han empañado los anteojos, velando su mirada, que al ser, más que expuesta, insinuada, en todo su desarraigo, golpea doblemente al televidente, que puede por un instante ver surgir frente a la pantalla, la inminencia de una revelación que no se produce, la irrepetible aparición de una lejanía, que relampaguea, quizá, fugaz, violenta, súbitamente, su aura. Hay que estar pertrechado de mucho espíritu crítico para leer a Benjamin. Por eso, les recomiendo, a los que estén del otro lado de la pantalla mirando este programa, que por favor no lean en sus casas a Benjamin sin antes consultar a un intelectual que los autorice, si nó pueden terminar como Pan Triste 4x4, y se queda mirando la cámara con una sonrisa.
Delante de la cámara vuelve a aparecer el cartel: Apuntes y fotocopias, y, nuevamente, aparece La Dama de Negro mirando fijo al frente, sentada detrás de su escritorio.
Acá, La Dama de Negro, presentaba una sección del programa que nunca se vio al aire, donde se teatraliza en un corto de 5 minutos –hechos de la realidad que sucedieron en la vida real— una aventura súper poderosa periférica. En ésta, La Dama de Negro, enfrentaba a Julio Benito Barreda, que no es otro que el que trajo La Mafia China a la Argentina e inventó el negocio de la soja y los Agro Negocios. Pero como el personaje era muy pesado y meterse con él era tocar intereses de chinos, sojeros y gente del gobierno, Pierri, el dueño de Canal 26, pidió que eso no saliera.
Después de esto, que nunca se vio al aire, la cámara toma la imagen de La Dama de Negro detrás del escritorio, mirando al frente, como auscultando el horizonte, ahí, donde el cielo y la tierra se unen y cuesta discernir donde empieza uno o termina la otra y brota en el pecho la angustiante pregunta agonística: ¿por qué el ser y no la nada?
¡Ahora, vamos a presentar un blooper divertidísimo! ¡Dire, por favor, cuando quieras largáme las imágenes!
El blooper, muestra a Fogwill tomando el té con Gustavo Nielsen, en una confitería muy paqueta de zona norte. Están charlando y en un momento Fogwill le dice algo a Nielsen que el micrófono de la cámara aficionada no capta, pero imaginamos que le dice, voy a mear. Entonces se levanta y cuando se dirige para el baño se tropieza con un desnivel del lugar, trastabilla y se desnuca.
¡Uuuh, que gomaso!, dice La Dama de Negro, en medio de una carcajada. ¡Por favor, Dire, volvé a pasar el blooper! ¡¡¡Ja ja jajaja...!!!
Las imágenes vuelven a repetir varias veces el traspié y deceso fogwilliano, mientras La Dama de Negro no para de hacer chistes.
Después, la cámara muestra a La Dama de Negro sentada detrás del escritorio, mirando a ésta y escuchando a alguien que le tira letra mas allá del campo audio visual.
Bueno, estamos llegando al termino de nuestro primer programa. Pero antes de despedirnos... a ver, Teto Medina, vení.
Se acerca el Teto Medina y se queda parado junto a ella.
A ver, Teto, miráme, ¿cómo se me ve?, y La dama de Negro levanta su face hacia el Teto Medina y se acaricia el terso cutis de su piel de durazno, con la punta de sus dedos.
¡Espléndida, estas hecha una pendeja, re joven!, ¿cómo haces para parecer tan joven?
¡Aaaah!... ¡Aaaaaah!... y mira seductoramente a la cámara, hace trompita y vuelve a decir, ¡aaaaaaah! Fácil, me sometí a un tratamiento de Foto Shop Sistem con el control remoto devenidor de Panesi.
¡Qué bueno!, festeja asombrado el Teto Medina. ¿Y cómo hago si yo también quiero hacerme un tratamiento de Foto Shop Sistem?
¿Cómo?, y hace un silencio. ¡Dire, mande el chivo nomás!
La cámara muestra a Jorge Panesi mirando a ésta, sentado en el departamento de letras, con las manos apoyadas en las rodillas.
El tiempo pasa, dice Panesi mientras se levanta de la silla y empieza a caminar por el departamento de letras, y nos vamos poniendo viejos, o tecnos, como decía Luca Prodan. Pero no hay que desesperarse porque gracias a un tratamiento de Foto Shop Sistem yo les puedo devolver la juventud perdida. Ya no hay que aprender francés ni leer a Proust para ir en busca del tiempo perdido. No, no, no, y acompaña estas palabras moviendo los dedos índices de ambas manos frente a él. Gracias a mi control remoto devenidor -Panesi muestra a la cámara el control remoto, testeado por las más sofisticadas tecnologías de punta- te puedo devolver a vos, sí, a vos que estás sentado viendo en este momento Las Chicas Tivi, la juventud perdida. Sí, así como lo oís. ¿Querés volver a tener veinte años? ¿O mejor, querés tener la belleza que añorabas a los veinte y que nunca pudiste tener porque la naturaleza genética fue ingrata con vos? ¡No hay problema! Llamá al departamento de letras y pedí un turno –Panesi se para al lado de Susana Santos, que está sentada hablando por teléfono, le apoya una mano paternal en su hombro y cuando ésta lo mira, le regala una sonrisa—, te atenderá Susana Santos y ella muy amablemente te arreglará una entrevista conmigo. ¿No Susana?, y ésta mueve la cabeza afirmativamente, sonriéndole a la cámara. ¡Con mi Foto Shop Sistem te borro las patas de gallo, te achico la nariz, te elongo el pene, te levanto los senos alicaídos! ¡Con mi Foto Shop Sistem se acabó la fealdad y la vejez! ¡Llamá ya, no seas sonza y volvé a tener veinte!
La imagen se funde y aparece frente a la cámara La Dama de Negro sentada en su escritorio mirando al frente.
¡Cómo se nos fue el primer programa, no!
El Teto Medina y la empanada gigante de atún le dan la razón, mientras le corren la silla para que La Dama de Negro se levante.
Bueno, ahora, para terminar, quiero presentar a una banda que la está rompiendo. ¡Por favor, un gran aplauso para recibir a David Viñas y su The Punk Facking Band!
La cámara se desplaza y toma a Viñas que está vestido con borcegos, pantalones negros achupinados, una remera también negra toda agujereada y gastada que dice: punk not dead, y una cresta en la cabeza.
David, para mí es un honor terminar mi primer programa con vos tocando en vivo.
David Viñas agradece los aplausos y las palabras de la conductora. Y escupe al público y el público lo escupe a él.
Bueno, presentá a tu banda, por favor, David.
Eeeh, Charles Bronson en la batería, Julio Schvartzman y Cae en guitarras, y Silvita Delfino en el bajo. Se escuchan aplausos. Los escupitajos se incrementan de Viñas y su banda hacia el público y viceversa.
¿Y qué nos vas a interpretar, David? Desde ya te adelanto que yo te voy a acompañar en los coros, eh.
Vamos a tocar, con la Punk Fucking Band, el primer corte de difusión de nuestro CD Literatura argentina y realidad política, el tema: Indios, ejército y frontera. Y la The Punk Facking Band y yo, queremos dedicar este tema a América Cristo-Falo, que está pasando por un mal momento y decirle que aguante, que el domingo te vamos a ir visitar y llevarte cigarrillos.
¡Eh, aguante puto!, grita de atrás de su bajo Silvita Delfino a la cámara, ¡no te quiebres trolazo, que ya vas a salir y vamos a volver a las calles, vamos a ir a buscar a esos botonazos que te hicieron comer este garrón, puto!
¡Buenísimo! Bueno, les agradezco a todos por haber estado del otro lado y el próximo sábado nos volveremos a ver.
Entonces Viñas agarra el micrófono con ambas manos, encorvándose un poco sobre él, separa las piernas, y dice: “undostresva”, y la banda empieza a tocar, mientras el aula Boquitas Pintadas, deviene toda, en un sólo y único pogo.
En esta canción, no hay mensajes para vos.
Uno y dos son tres, arruinado hoy me ves.
Me podés buscar, pero nunca encontrar.
Mi cuerpo esta acá mi cabeza mas allá.
Porque yo nunca lo hice, nunca más lo vuelvo a hacer.
Porque todo se repite sin que yo lo quiera hacer.
Porque fácil se presenta cuando no lo quiero hacer.
Porque vivo como un muerto pero vuelvo a nacer.
Si yo soy así, no es por culpa de la droga.
Si yo soy así, no es por culpa del alcohol.
Si yo soy así, no es por culpa de la droga.
Si yo soy así, no es por culpa del alcohol.
En esta canción, no hay mensajes para vos.
Uno y dos son tres, arruinado hoy me ves.
Me podés buscar, pero nunca encontrar.
Mi cuerpo esta acá mi cabeza mas allá.
Porque yo nunca lo hice, nunca más lo vuelvo a hacer.
Porque todo se repite sin que yo lo quiera hacer.
Porque fácil se presenta cuando no lo quiero hacer.
Porque vivo como un muerto pero vuelvo a nacer.
Si yo soy así, no es por culpa de la droga.
Si yo soy así, no es por culpa del alcohol.
Si yo soy así, no es por culpa de la droga.
Si yo soy así, no es por culpa del alcohol.