La revista Ñ me da por las pelotas. Me dan por las pelotas sus polémicas y me da por las pelotas el artículo de esta mina Garzón en la Ñ de tapa de gallitos de riña.
Me da por las pelotas porque año antes -semanas más, semanas menos- había leído el librito de Tabarovsky y semana antes -días más, días menos- había leído lo de Martínez y una discusión tan chata, tan gastada, tan chicanera y tan aburrida me había dado ganas de plantearla para pensarla con mis amigos, con quienes gustamos de este tipo de masturbación, pero ahora también se mete esta nota y me da por las pelotas. Nota de mierda, Ñ de mierda.
Así que así iba yo por la vida, recién salido de la Yenny nuestra de cada día donde hube de leer ambos libros, y me cae como caquita de paloma la nota de la Ñ.
¿Qué onda? ¿Tan desorientado estaba? Mi sensación era: en primer término, que hacía mucho no veía dos libros que pudieran -si no lograr un diálogo-, al menos, intentar dialogar; no podía, sin embargo, en segundo término, evitar ver el nivel en que se entablaba ese cruce, lo repetido de los argumentos, las injurias más dignas del proctólogo del barrio que de los supuestamente jóvenes, los supuestamente portadores de las banderas y estandartes de la nueva literatura. Tabarovsky discutiendo con Balzac y Martínez que no deja pasar una: se tropieza con una y otra y cada una de las piedras.
Tabarovksy dice: líneas de fuga, no narración lineal, no fuerte construcción de personajes, bla bla bla. Escribe un provocativo manifiesto -¿era necesario, Damián, escribir un manifiesto de este tipo, un manifiesto que la Ñ (ahora me ocupo de la revista en general, a no desesperar) llama (ay, las cosas que hay que escuchar) un manual de anarquía literaria- y arma un podio bastante bien armado, bastante representativo del que levantan sectores de la academia -sí, vamos, por dios, alguien que deje de pensar todo tan monolíticamente-, del que levantan algunos grupos de escritores y algunos capocómicos de los suplementos culturales -que, claro, también son de la academia y son escritores.
El bonachón de Martínez contesta, indignado, ¿herido?, pero che, cómo decís eso, si la narración... hay otras cosas... lo uno no quita lo otro... aparte la Academia... y encima los suplementos culturales... y cree descubrir la pólvora incluyendo a los suplementos culturales dentro de los sectores de poder pujantes en el mapa literario contemporáneo. Pobre Guille, si hasta él mismo hace diez años que viene insistiendo con semejante notición.
Pero bueno, vamos a los bifes.
Decía: me rompen las pelotas. Me rompen las pelotas las polémicas de la Ñ.
Me rompe las pelotas su tonito de superación, de profeta del buen debate. Me rompe la pelotas su invención de la noticia, su nula y mucho mucho menos capacidad para pensar(se). Me rompe las pelotas su operación de medias tintas antiacadémicas y sus vivir de la marketinería y no saber leer el mercado literario.
Me rompe las pelotas, me rompe soberanamente las pelotas su voluntad de vender polémica empaquetada en cuarenta páginas al grito de somos el escenario de la literatura argentina, somos la arena del circo.
La Ñ parece querer jugarla de Mirtha Legrand, Grondona o del Mauro Viale de los buenos tiempos: invitan a su mesa para que ahí pase lo que tenga que pasar. A eso que varios -y recuerdo en particular a Eduardo Rinesi, ya que hablamos de Grondona, en un librito impecable sobre Mariano- llaman telepolítica, la Ñ lo lleva al campo de las letras: de la telepolítica a la suple literatura: la literatura pasa por lo que se diga en la Ñ, la Ñ es la que hace visible lo que pasa, ese es su objetivo supuesto, o, más bien, diría, su coartada de venta.
Me rompía las pelotas la endogamia crítica del Radar libros cuando lo dirigía Link. Ahora ni crítica, pura endogamia nomás les quedó, pero al menos estaba claro: un grupito, su rincón, amigos son los amigos y a cobrar las migajas que dejen Clancy o Dan Brown. Pero la Ñ no. Y está claro, Página 12 y Clarín le venden a su público de un modo que no es el mismo pero es igual. Clarín -y la Ñ es, en este sentido, 100% Clarín®- vende discurso hegemonizado, habla desde ahí, no es un diario, es el Gran, y no habla para algunos, habla para Los argentinos.
Hace casi un año, el 2/10/2004, la tapa de la Ñ, rimbombante, titulaba, con un rojitoanaranjado arriba, negro abajo, bajo las fotos de tres jóvenes de entre 28 y 38 años: ?polémica: Los jóvenes entran al mercado?. Abajo, en la bajada de tapa, se explayaba, Tres novelistas coinciden en que el debate academia vs. mercado es una imposición de la crítica y está superado. Reunidos por Ñ, discrepan...
Y sí, me rompe las pelotas. Me rompe las pelotas por lo burdo, en primer término. La revista Papparazzi maneja mejor la construcción de polémicas entre la Lu Salazar y Pamela David que la Ñ -con la impotencia de las firmas de Muleiro y Costa, en este caso. Es decir, si aclarás polémica, el título de la nota tiene que dar cuenta de la polémica, no una conclusión tendenciosa: ?Polémica: Salazar dijo que Pamela David tiene celulitis y le gusta dar la cola. La morocha responde? Ahí hay una polémica, y con más material en juego. No sentando tres escritores a ver qué pasa, no entender lo que dicen y, encima, ser contradictorio entre el título y la bajada. Amén, aparte, de la mersada de que para dar tonito de polémica -igual con los gallitos se zarparon más- recurren a poner fotos con recuadros que los separen a los tres y a usar, en cuatro míseros renglones de letra grande, una tras otra, las palabras polémica, debate, reunidos, discrepan y enfrentan.
La Ñ, y decía que esto me rompe las pelotas, apunta a ser la parcela de tierra sobre la que el campo literario dé sus frutos. Comienza la introducción de la nota del 2/10 diciendo: ?Uno de los rasgos de vitalidad del campo literario es su potencia para la polémica, su capacidad de soportar tensiones y antagonismos, de pensarse como un espacio donde confluyen o colisionan las pasiones. Este encuentro con tres narradores, (...) tiene como objeto hacer visibles algunas de esas tensiones, poner en escena los debates que nutren su práctica?
Entonces, la Ñ, el gran teatro del mundo literario. Los actores se suben al estrado para dar voz a su palabra. Coqueteo del teatro con el juzgado. La Ñ espera que los escritores se piensen y no es capaz de mirar su ombligo hundido en su grotesca panza fofa. Y me rompe las pelotas. Me rompe las pelotas la mediocridad del que no se hace cargo de su lugar. La moralina navideña de los irresponsables de sus actos.
La Ñ me rompe las pelotas. Me rompe las pelotas porque se constituye en esa fucking arena pública típica de la pedorra y televisiva democracia burguesa. Me rompe las pelotas que cuando el 2/10 Florencia Abbate responde -¿bajo el acalorado debate de una polémica que necesita reflexionar primero sobre la necesidad de una polémica?- estoy de acuerdo con la necesidad de tomar posiciones y discutir. Lo que digo es que a veces eso funciona como algo represivo. Cuando un escritor empieza a escribir, le dicen: ?¿vos qué sos: formalista o estás con el mercado? ¿Sos académico o realista?? Creo que rechazar eso puede ser saludable para una literatura que tendió a asfixiarse en esas disputas. Porque además muchas veces esas posiciones no se corresponden con las obras, la Ñ la llame de nuevo a ella y a los mismos de siempre para preguntar por lo mismo de la misma forma bajo el mismo rótulo de polémica y encima se anden quejando por ahí de que no los atienden. Jodete, che, si no te atienden. Falta solamente que vayan a ponerle el sellito en la parte de atrás del dni culturoso confirmando para la posteridad que ha cumplido su cívico deber de participar en las encuestas/polémicas de la Ñ y a buscar a los que no hayan estado a 501 km. de la redacción y no hayan contestado para cobrarles una multa.
Me rompe las pelotas la puta mediocridad de la revista cultural del Gran Diario Argentino que en su epitafio de nacimiento -llamada ?editorial? por Kirschbaum, el General Editor de Clarín- se pone como objetivos reflejar esta rica experiencia crítica, la producción literaria, intelectual y artística local y extranjera. Poca cosa, Kitty, para una revista que no sabe ni leerse a sí misma. Una revista -y me rompe las pelotas esta revista, este suplemento cultural, revista de cultura o lo que se quiera: miento, ahora vuelvo no a lo que se quiera, a lo que quiero-, una revista, decía, que se propone en un plano diferenciado frente al campo cultural para reflejarlo deslindándose de hacerse cargo de su presencia efectiva en el campo, de sus operaciones, sus publicidades, sus bajezas, de sus contradicciones solapadas, sus tintas compradas, sus tintas vendidas.
Me cae para el orto, me da por las pelotas que sean tan forros de darse un lugar que legitime una publicidad -mitad de la cuarta de las páginas de la derecha: es decir, cara- de Edenor cuyo texto sea Donde está la cultura, está la energía. Edenor vende. Es su negocio, la Ñ lo mismo, construye su imagen y hace lo suyo.
Y vuelvo. Ya no sé si refunfuño o me masturbo sobre una revista. Y decía antes: no, no es lo mismo una ?revista cultural? que una ?Revista de Cultura? cuando la revista en cuestión se plantea a sí como a vuelo de pájaro sobre la realidad, sin aceptar mirar sus patas embarradas de pugnas y publicidades, de rencillas y deudas, de rencores y concesiones. No es lo mismo una revista cultural que participa y se reconoce como participante de las prácticas culturales que una Revista de Cultura que es el espejito espejito en que el lector incauto puede ver La Cultura reflejada de manera rigurosa y bella, sin caer en la banalidad; no es lo mismo una revista cultural que participa y se reconoce como participante de las prácticas culturales que una Revista de Cultura que transmite la Cultura reflejada en su impoluta, transparente sección Espejo, o en su selección Galería.
Eso por un lado. Me distraigo. Y vuelvo a un mal chiste anterior al de los gallitos, aunque evitando detenerme en las garompas que manda Garcés desde las uropas. Hablo del cierre del año pasado. Sábado 31 de diciembre. Fin de año las copas brillan al viento y la Ñ sigue con sus necedades.
La Ñ con su constante autobombo de ser una revista de post-crisis, crisis que -característico tinte clarinesco de por medio- comienza con la caída de De La Rúa y finaliza con la asunción kirchnerista. Revista que se plantea como un plan Marshall para la cultura local, ávidos de ser útiles a quienes producen cultura en el país y atentos al mundo. La Ñ con su siempre tranquilizante y superficial crítica al menemismo, ese mal absoluto frente al que todos estamos lejos y criticándolo hasta transformarnos en el inerme Bien maltratado durante los 90, la Ñ bonachona que quiere trasmitir la cultura al lector, que quiere ser la tierra prometida y la guía hacia ella, la Ñ asume, opera para asumirse como el espacio democrático -entre asamblea constituyente made in 1994 y sesiones especiales del congreso de diciembre/enero 01/02- en el que todas las fuerzas en pugna en el campo cultural puedan aparecer representadas/reflejadas.
Entonces, diciembre 2004, copas al aire y la Ñ se propone reflejar los nuevos capítulos de la polémica sobre narrativa argentina, que ?¡oh!- casualmente es la sumatoria de notas preparadas para números anteriores y comienza pronto con un sistema de autocitas (recapitulación, como lo llaman ahí), porque parece que no alcanza con titular una nota como polémica, sino que hay que retomar la noticia de que hubo una polémica y consultar a otros futuros nuevos viejos polemistas sobre la polémica a polemizar y entonces se titula nuevamente polémicas y se venden ejemplares de edición especial de fin de año siendo no sólo la libre ágora cultural paternalista, sino también una antología triste y malmechada de sí misma. En ese número, pobre, Martín Kohan pisa el palito y, hablando de las dos o tres notas que se publicaron en la Ñ, les da el gusto cuando se suma al coro monótono de voces diciendo: Que la literatura sea objeto de discusión en el ámbito público me parece algo siempre propicio. La Ñ recibe un porotito de regalo, le otorgan el gran rótulo buscado, el de ámbito público neutrísimo en que se discute la literatura.
Entonces, decía, me da por las pelotas la nota de Garzón en la Ñ.
Me da por las pelotas la pedorra posición en que se pone la Ñ.
Me da por las pelotas su política de invención de noticias, su soberbia moralista, su acondicionamiento a la reinstitucionalización estatalista post-2002.
Me dan por las pelotas sus aspiraciones a ser el ring inocente e inactivo, apenas un espacio pulcro en que los gallos puedan luchar.
Me da por las pelotas la Ñ.
Me da por las pelotas la Ñ por su nombre.
Me da por las pelotas por esa actitud Clarín del sentido común.
Me da por las pelotas por sus números especiales de tapa más cara, por su venderse aparte del diario.
Me da por las pelotas por su supuesta apertura, su supuesta multiplicidad de voces, por sus homogeneizadas en la mediocridad del periodismo cultural de medio pelo.
Me da por las pelotas por sus columnas baratas.
Me da por las pelotas por su triste progresismo parlamentarista.
Por su paternalismo cultural.
Por su forra idea de país.
Por su anquilosante concepción de lo cultural.
Me da por las pelotas por su infeliz estabilización de lo actual.
Me da por las pelotas por su lamentable impotencia, por su voluntad de reflejar y por su inutilidad para la reflexión
Me da por las pelotas por sus cegueras, por sus invenciones aburridas.
Me da por las pelotas por lo que es y por su orgullo acrítico de ser lo que es.
Sebastián Hernaiz