el interpretador artículos/ensayos
 

La cosa del caso

 

Sebastián Hernaiz

 

Lejos de querer escribir sobre (entendido sobre en su sentido relacional: ejemplo: estas líneas son sobre tal tema), sobre, decía, el caso blumberg, gustaría de escribir sobre (entendiendo sobre en su sentido material: ejemplo: escribió sobre la mesa con una navaja) sobre, decía, la cosa blumberg. Si caso es una palabra del orden policial, si es algo a resolver recorriendo un camino hacia una verdad, si es algo en que hay una ley que un policía –o algún sujeto ocupando su lugar- debe hacer cumplir, cosa es cualquier otra cosa: es un significante a significar, una potencialidad de significados, un material a ser trabajado por cuantos talladores gusten.

Lejos, decía al principio, de querer escribir sobre el caso blumberg, gustaría de escribir sobre la cosa blumberg. Tallemos, pues.

Tenemos una cosa, algo, algo que pasó: cien, doscientas mil personas llenando la plaza del congreso. ¿Qué? La cruzada Axel, por la vida de todos nuestros hijos se inicia con una multitudinaria movilización (¿?) –concentración, digamos mejor- de gente ante una convocatoria máss que mediatizada. Un hombre –del que se encargan de enfatizar todos los difusores de su voz que es un ciudadano común, que trabaja (más “ciudadano que trabaja” que trabajador), honesto, apolítico, que no es ni de derecha ni de izquierda sino un doña rosa de saco y corbata- un hombre, decía, convoca a una marcha como reacción por el secuestro devenido asesinato de su hijo. Evidentemente, el dolor de este hombre está por fuera de todo tipo de discusión, pero no dejemos que el dolor de este hombre anule todo tipo de discusión.

Ahora, tenemos para pensar varios ejes: -la convocatoria, -la difusión de la convocatoria, -la importante participación en la concentración (reunión, mejor sería nombrarla reunión), -las repercusiones a las que da lugar tal reunión.

La convocatoria. Merece algunas reflexiones el cartel “oficial” (se lo puede ver en www.todosporaxel2004.8m.com) con que se convocó a la marcha del 1ro de abril.

Todos x Axel -Cruzada Axel. Obviando, obviamente que por obvio, todo tipo de comentario sobre los tintes medievalistas ligados a la caza de brujas o fundamentalismos a que remite una cruzada, habré de escribir que la apelación a que la cruzada es x Axel remitiría al caso Axel, a que lo que se hace es buscar una solución al caso, una cruzada para que quien deba encuentre a los culpables. Si bien es dado pensar que dado que el modo en que el poder político-policial se mueve es a partir de la lógica electoral con lo que un caso que toma carácter público le es más que conveniente que se resuelva a fin de mostrarse eficiente, si bien es dado pensar que frente a una presión de este tipo el caso puede ser resuelto con más presura (aunque más no sea inventando algún culpable), lo cierto es que ese es tan sólo un efecto colateral de lo que se constituyó a partir de la convocatoria que fue, no sólo una presión para que se resuelva el caso, sino la constitución de la cosa blumberg. Con la forma de la apelación, entonces, decíamos, se casifica la cosa. La cosa aparece casificada, policializada.

Continúa el panfleto que a la reunión invitaba con una apelación sobre su por qué. “POR LA VIDA DE NUESTROS HIJOS”. Cabría preguntarse, aquí, en este momento en que se da ese nuestros que incluye tanto al invitado a la reunión como al anfitrión, a quiénes, por lo menos discursivamente, excluye. Nuestros hijos que corren riesgo de ser secuestrados como Axel –todos somos Axel, repite cada tanto su padre- no son, por más insistencias en hablar de un todos, de un todos nosotros, de esa totalizante y siempredueñadelarazón mayoría silenciosa, los hijos de todos, no son los 55 chicos menores de un año que por día se mueren por causas evitables, evidentemente que no. Y acá, en definitiva, la pregunta que se está respondiendo –dándole fuerza a esa respuesta desde esas totalizaciones- es ¿qué es la seguridad?. Y a eso volveremos.

Sigue: “NOS ENCONTRAMOS EL 01/04/04 (ESTE JUEVES) A LAS 19 HS. EN PLAZA DE LOS DOS CONGRESOS (ENTRE RÍOS Y RIVADAVIA).”. Valga aquí, nuevamente, el corregir nuestras palabras: no ya reunión, mejor encuentro. Valga, también, hacer notar el horario post-oficina (aunque, espero, no se piense que pienso que sólo acudieron oficinistas al encuentro) y, valga por último, hacer notar que la invitación no utiliza la jerga del activismo político acostumbrado a una marcha de congreso a plaza de mayo sino que se maneja, más bien, con la guía T, invitando a la plaza por su nombre en los mapas y, para más datos, para aquel que ni en excursión con la primaria ni algún 24 de marzo haya pasado por allí, con la intersección de calles donde encontrarla.

Comenta, luego, la invitación, que “Presentaremos un petitorio para que cambien las leyes débiles contra la delincuencia”. Podría escribir algún comentario bastante predecible sobre esto del tipo de que proponer cambiar las leyes débiles contra la delincuencia es casi literalmente proponer mano dura y comentar –repetir- los repetidos análisis en que se demuestra que no es un mecanismo que disminuya los índices de delincuencia la mano dura, etc. Sin embargo, no puedo contener mi ansiedad de comentar la anterior línea en conjunto con la siguiente. “Luego marcharemos a LA CASA DE LA PROVINCIA DE BS AS. para reclamar al Sr. Gobernador que actúe con rapidez a fin de eliminar este cáncer de la delincuencia” Y ahora sí, me despacho con todo gusto porque parece saltar a la vista que la cosa blumberg ya venía bastante talladita. Primero, recordar que la sociedad no es un organismo que se puede enfermar por factores externos de los que ha de defenderse y recordar que la lógica de eliminar cánceres ya eliminó 30.000 vidas durante la última dictadura militar –cuyas consecuencias siguen padeciéndose-. Y, en este sentido, recordar que la corrupción policial no es un cáncer que hay que eliminar de la institución sino que es la propia lógica de la institución policial la que lleva a sus prácticas. Como algún ingenioso cartel lleva escrito: “no es un policía, es la institución”.

La difusión que tuvo la convocatoria autotitulada Cruzada Axel nos lleva a pensar en el rol de los medios cuya militancia caballeresca en esta cruzada fue de vital importancia para su existencia. La cosa blumberg no existiría de no ser por la acción de los medios masivos de comunicación que incitaron, no a la inexistente Doña Rosa, sino a todos nosotros a constituirnos en doñas rosas e ir al encuentro en fecha y hora con vela en mano.

Redundante sería insistir en el poder que ejercen los medios, insistir en el modo en que constituyen subjetividades, insistir en cómo crean efectos de realidad.

Ahora bien, el 1ro de abril a las 20 hs. yo no estaba en la marcha en el congreso, sino en una charla sobre derechos humanos e inseguridad organizada por la asamblea Gastón Riva de Caballito con gente del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) la CORREPI (Coordinadora contra la Represión Estatal, Policial e Institucional) y de la Defensorías Populares Autónomas y, si bien el tema era, también, inseguridad, los medios no levantaron ni en mayor ni en menor medida los volantes que a tal charla convocaban. A dónde voy con esto, se puede decir. A que no es casualidad qué cosa reproducen –constituyéndola, de hecho, al reproducirla, en tal cosa- los medios. Digo, entonces, con esto, otra obviedad: que la cosa blumberg cuenta, entre sus talladuras, entre sus talladuras constitutivas, con la marca de los medios masivos de comunicación –teniendo en cuenta, de nuevo, obviamente, las siempre divertidas de encontrar 10 diferencias entre una empresa y otra.

Ahora bien, es inevitable sentirse tentado de festejar un espíritu participativo, un tomar las calles, una multitudinaria voluntad de constituirse en sujetos activos que podría leerse en esta cosa. Pero es inevitable, para mí, no recordar que esta cosa tuvo y tiene, aparte de sus propios límites y presupuestos a los que volveremos más adelante, muchas formas de tallarse y que da lugar a ciertas formas de ser tallada –así, en voz pasiva- más que peligrosas, al tiempo que la constitución en sujetos activos, por un lado, encuentra, por otro lado, prontamente un fin para esa actividad de los sujetos que es la del reclamo al estado –Estado, escribirían quienes hablan todo el tiempo no de señor sino de Señor, no de país sino País, no de mayoría silenciosa sino de Mayoría Silenciosa.

La voz de esta mayoría silenciosa, insisten los medios, fue la que se escuchó en el encuentro y, en tanto que es esa voz, debe ser escuchada, en tanto que es esa voz, es verdadera. Esta mayoría silenciosa compuesta por ciudadanos que se preocupan por el aquí y ahora y no por disputas abstractas o ideológicas (La Nación. 02/04/2004) es la que se expresó, y, en tanto que se ha expresado no puede ser desoída (Clarín. 02/04/2004). La reivindicación, por partir de este sujeto que creen ver los medios allí, que hacen ver allí, ha de ser tenida en cuenta, pero claro, como siempre, no se debe poner en crisis a este sujeto, no se le debe preguntar si su status de silencioso no tiene nada que ver que los propios males que lo aquejan, no se le debe preguntar por qué es tan silencioso, qué calla con tal silencio, por qué se queda callado cuando las cosas le pasan por al lado, o enfrente, o en algún departamento cercano en su edificio. No se le debe preguntar a la mayoría silenciosa, a esa inexistente construcción con que se nombra a un conjunto de (inexistentes) doñas rosas indignadas qué más tiene para decir. No. Porque la misma voz que se les da por ser la –me repito- mayoría silenciosa es la que socava sus posibilidades de ser enunciadores activos. Esta mayoría silenciosa hizo un chasquido con su reunión, una chispa rimbombante que prende una vela frente al congreso para apagarse, para volver a su silencio, a los pocos minutos y serán los editorialistas de La Nación, los dueños de alguna radio robada –a costa del silencio de la mayoría-, los de algún canal de tele, los actores políticos de siempre, ellos serán los que puedan seguir hablando mientras, silenciosos, todos siguen con sus días iguales.

A esta mayoría silenciosa, al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente –hasta que la mano de dios llegó a ocupar su espacio en las primeras planas-, le llenaron la boca de palabras. En tanto que La Nación titulaba su primera plana del 02/04 con “Un gran clamor: seguridad” y Clarín con “La gente dijo basta”, Página 12 –al tiempo que no podía dejar de reconocer que Blumberg había hecho pedidos explícitos de mano dura- titulaba “Hay que extirpar el cáncer de la bonaerense”.

¿A qué voy? A que esta mayoría silenciosa, en tanto silenciosa, esta cosa subjetivizada por los medios como mayoría silenciosa, totalizante e indiscutible, es más una condición pasiva de posibilidad de los enunciados –totalizantes, indiscutibles- del día siguiente que una potencialidad activa de cambio. Primero.

Segundo. Como veníamos pensando algunos párrafos antes, esta condición de posibilidad de ciertos enunciados ya venía preformateada desde el principio, pero da lugar a enunciados diversos, varios, incluso, de los que las caras de esta cruzada han debido desprenderse públicamente. Y, tercero, que esta condición de posibilidad de ciertos enunciados, esta enunciabilidad, tiene también sus presupuestos, sus discusiones no dadas a discutir que anulan, que hacen indecibles otros enunciados. Y aquí, nuevamente, la pregunta en la que estoy pensando es ¿qué es la seguridad?.

En el diario La Nación del 20/03/04 se encuentra una nota que podría pensarse como programática de tal diario y los grupos que lo sostienen. En ella se plantea que existe una disputa en la opinión pública entre la desocupación y la inseguridad por ser el centro del debate, siendo, esa nota, no más que un centrar la segunda en desprecio de la primera. Bien podría decirse –y se ha dicho mucho desde que acciona la cosa blumberg- que lo que la derecha logró con la cosa –llamándola caso, de más está decirlo- fue desplazar el tema de la desocupación –pobreza estructural funcional a un sistema, indigencia, etc, podríamos agregar- poniendo en el centro de las discusiones el tema de la seguridad. Y aquí, nuevamente la pregunta que nos veníamos haciendo, ¿qué es la seguridad? Y, mejor, cambiando nuestras palabras para no caer en la red de sentidos que tiende, por decir algún nombre, La Nación, preguntarnos, ¿qué entendemos por seguridad? o, mejor, ¿cómo practicamos la seguridad? Porque, si bien es cierto el desplazamiento del eje de la famosa agenda o, más tangible, de las primeras planas de los diarios, no menos cierto es que debemos preguntarnos en que supuestos se sostiene esa dicotomía que sostiene la nota ya mencionada de La Nación. Porque es precisamente ahí en donde habría que plantear la pregunta que venimos repitiendo, porque es en la pregunta de por qué seguridad sólo es respecto a los delincuentes en que podemos encontrar la condición de enunciable que tiene la convocatoria con que comenzamos este escrito. Es en los presupuestos que dividen la seguridad del resto de los problemas sociales en donde reside la posibilidad de aprovechamiento de esta cosa por parte de la derecha más recalcitrante y en donde residen los propios límites de esta cosa blumberg que tiene a esta dicotomía como constituyente.

Porque, si inseguridad es que maten a un amigo o a un hijo, inseguridad también es, citando a alguien que no recuerdo si existe, no tener trabajo, no tener educación, no tener salud, inseguridad es una mujer golpeada, un pibe desnutrido, no tener autonomía o que otros decidan sobre nuestras vidas. Inseguridad es, entonces, aceptar como dado el concepto de seguridad, aceptar las dicotomías de la estadística, aceptarse sujeto silencioso, televidente pasivo.