el interpretador narrativa

Tu nombre al cielo

Juan Leotta

/1/

Tarde o temprano iban a invitarme. En el fondo, claro, yo espera eso.

? �Pero? lo m�o ?les pregunt�? no va a ser un impedimento?

Lucho y Flori�n se rieron fuerte. Hab�a preguntado algo absurdo, entend�. Creo que tambi�n largu� la risa.

/2/

-Mire, usted no es el �nico? ?me dijo por tel�fono el abogado al contactarme-. Otro cliente m�o sufri� lo mismo. Podemos hacer una demanda conjunta. Vamos contra Candela? Y vamos contra la C�mara Argentina de Fabricantes de Encendedores?

?�No ven�an de China todos los encendedores??, me distraje pensando, antes de contestarle al hombre que s�, que estaba bien, que aceptaba, aunque en el fondo yo era indiferente al asunto. Entrar en procesos de esa clase implica mucho m�s que un mero inter�s econ�mico. Y para entonces yo no ten�a ya rencor, ni odio, ni deseos de venganza? Una situaci�n esperable: el tiro deportivo demanda mucho, pero nunca deja de retribuir: demanda paciencia y concentraci�n: retribuye calma y superioridad ?ojal� lo hubiera sabido antes en la vida.

/3/

Tampoco se trataba de un para�so estable, digamos. Porque no dejaba de pasarme que por las noches las mujeres fueran tres, o cuatro. Muy altas. Y flaqu�simas.

?Mmmmm?. ?susurraban entre s�?. C�mo maneja a Husserl? Nadie en Argentina maneja as� a Husserl?

Y aun bajo el peso de las pastillas, yo igual llegaba a darme cuenta de que fantas�as as� eran nocivas. O ?en cierto punto? peligrosas. Porque pod�an hacerme retroceder hasta la nebulosa de los primeros tiempos. Los tiempos del ritual. Del accidente.

/4/

Que me hubiera tocado a m�, por entonces sol�a hundirme en una sensaci�n extra�a. Tal vez m�s cercana a la indignaci�n que al lamento. Es que en el fondo no era justo. Cada tanto yo fumaba cigarrillo? pero bueno, era muy, muy cada tanto?

Hab�a bastado, igual, una de esas veces para que al acercar la llama a mi cara �PUM! el estallido seco creara una nueva era en mi vida. El dolor me aturdi� por completo, pero desde un primer momento supe que hab�a perdido el ojo izquierdo.

/5/

?Jam�s voy a hablar de lo m�o ?les dije a Lucho y Flori�n cuando se animaron a preguntarme.

Era entendible esa curiosidad en ellos, porque ambos hab�an sido alguna vez del palo y sab�an que Borges las pelotas. Pero no ten�a ganas de hablarles del pinchazo del parad�mico, del amanecer vendado. Mucho menos a�n de los primeros tiempos. Del ritual. De las ma�anas en que abombado por las pastillas me arrastraba a la biblioteca y tomaba un libro ?siempre el mismo, claro, el gran libro de mi vida: La idea de la fenomenolog�a de Husserl?, y lo ten�a durante horas cerrado en mis manos, y algo en m� me imped�a abrirlo.

Enorme en la tapa, incluso el t�tulo llegaba a marearme.

����������� /6/

?Jam�s vamos a hablar de lo nuestro ?me dijeron Lucho y Flori�n cuando les pregunt�.

Pero era un chiste. Desde aquel primero encuentro azaroso en la barra de un Banchero hab�an corrido el tiempo y la confianza. Hablaron de lo de ellos, y mucho.

La carrera la hab�an dejado antes de empezarla, y despu�s se fueron a Montevideo, a la casa de un amigo del PC uruguayo, y entraron al PC uruguayo y se pelearon con el PC uruguayo, y anduvieron despu�s de viaje por Latinoam�rica, y una vez regresados a Buenos Aires entraron a una agencia de log�stica que laburaba con las petroleras del sur, y despu�s militaron un tiempo en el PO argentino, y despu�s volvieron a la agencia, y despu�s m�s o menos fueron haciendo cosas, distintas cosas, lo que apareciera? Siempre aparec�a algo. Como yo.

����������� �����������

/7/

?Tal como escuchaste ?dijo mi abogado?. M�s o menos eso van a darnos entre los de Candela y los de la C�mara? Te lo firmo: ganamos por goleada?

Su optimismo era notable, y era notable tambi�n mi esfuerzo por contagiarme de �l. Desde mi mudanza tiempo atr�s a Urquiza ?a la casa de una t�a fallecida?, por suerte hab�a podido ahorrar bastante, y ahora viv�a de esa plata. Pero a la hora de los c�lculos sinceros esa situaci�n iba a terminarse en una fecha precisa.

?Algo nuevo tengo que poder hacer?, trat� de mentirme.

A la hora de buscar trabajo, sin embargo, me paralizaba tal vez esa iron�a singular de mi historia? Es que el accidente me hab�a pasado en una �poca muy especial. S�lo yo sab�a cu�nta hipocres�a y sumisi�n me hab�a costado conseguir mi beca. La primera de la cadena. La de Doctorado. Y en ese punto, entonces, a las puertas del sue�o de una vida de lectura financiada, esa desgracia hac�a estallar mi futuro abriendo el m�s incierto de los abismos ante m�.

No era justo, me repet�a, tirado en la cama. No era justo. Yo no era fumador.

/8/

Ten�an raz�n en que lo m�o no ser�a un impedimento? As� como en los ciegos se agudizan los dem�s sentidos, el ojo sano de los tuertos desarrolla un grado de visi�n antes impensado. Y no ser� necesario decir que para tirar se necesita un s�lo ojo.

La suerte, para ser francos, tambi�n me acompa�� en alg�n momento. Sobre todo al no cometer un error posible: esa agudeza s�bita de mi ojo no me llevar�a de vuelta a la lectura, decid�. Basta de leer. Nunca m�s. Ni una p�gina m�s. Si en la adolescencia yo no hab�a sabido manejar bien mis cosas, y a la larga hab�a terminado en la filosof�a, bueno, eso era cosa del pasado.

/9/

Pero de los grandes vicios suelen perdurar resabios? Si bien jam�s volv� a leer un libro, segu� comprando blocks tama�o A4, de la misma marca que compraba para hacer apuntes de lectura, y segu� sent�ndome todas las ma�anas aplicadamente en el escritorio de casa.

No es que anotara nada serio, por supuesto. Me dedicaba simplemente a jugar, a hacer listas de nombres.

����������� Roberto  Walton
            Claudio Dominici
����������� Juan  Leotta
����������� Diego  Cousido

Pensaba en mis ex compa�eros de C�tedra, o en cualquier persona que hab�a conocido en los pasillos por ah�, y ordenaba sus nombres y apellidos de acuerdo a la sonoridad, a determinados matices variables de la sonoridad?El d�a que por casualidad Lucho y Flori�n vieron las listas, se rieron fuerte. Ellos siempre se re�an fuerte. Ya para entonces �ramos grandes amigos.

/10/

Una vez en la disciplina algo me hizo seguir: perseverar. Porque muy pronto fueron evidentes las implicancias de entrar en ese sistema: rutinas, series, repeticiones: un orden pautado y gradual, un resultado transparente: se cumple o no se cumple: se da en el blanco o yerro: ecuaciones y traducciones que forzaron un giro en mi destino. Porque muy pronto fueron evidentes las proyecciones del absurdo: de la fenomenolog�a al tiro deportivo: la fuerza secreta de lo inveros�mil, digamos: si cuando es ajeno no vale nada: �ntimo, genera su propia violencia: una ruptura hacia adelante: la �nica consigna posible: la primera de la �ltima cadena.

/11/

Adem�s de los nombres, otra opci�n era hacer listas m�s gen�ricas. Por ejemplo, las categor�as eran as�:

����������� Los soberbios

����������� Los subsidiados

����������� Los mantenidos

����������� Los empleados del Estado

����������� Las reprimidas

����������� Los sionistas

����������� Los provincianos

����������� Los bondadosos

�����������

A veces un�a con flechas las listas personales y las listas gen�ricas. Pero �sas veces eran las menos. Casi siempre hac�a ambas cosas por separado. Lo que s� ya no hac�a m�s era escribir en casa; ahora me sentaba en uno de los caf�s cercanos a la Facultad. Desde las mesas de la ventana, ten�a una vista panor�mica de la cuadra: andaban, entraban y sal�an, con sus fotocopias y anteojos, como hormiguitas, esas m�nadas con sue�os de nomadismo, esas m�nadas enfermas de nomadismo.

/12/

?Tanto tiempo? ?me dijo �l.

Eso en mi hombro era su mano, el suave roce de la mano de quien reconoce en un caf�, de espaldas, a un viejo conocido.

Creo que lo mir� un instante con mi �nico ojo, y luego segu� escribiendo la lista.

/13/

En el fuero civil, las sentencias no tienen fecha fija. Un d�a, como si nada, salen. Un d�a, como si nada, sali� la nuestra. Es decir, la m�a.

?Podemos apelar? ?intent� explicarme mi abogado?. Tenemos chances?

Pero yo sab�a muy bien que estaba todo terminado.

Cort� casi sin decir palabras.

La indiferencia de un primer tiempo, curiosamente, no me proteg�a ahora de la decepci�n.

?Necesito tranquilizarme ?les avis� a los muchachos.

Y cuando llegu� al pol�gono, ellos ya estaban ah�. Cosa de grandes amigos.

/14/

?Por lo de la plata no te preocupes ?me dijeron en un descanso?. En serio. Ya va a aparecer algo?

Y la verdad es que ten�an raz�n. Porque d�as despu�s nos dimos cuenta que ten�amos a nuestros pies una oportunidad que nos har�a felices. Fue, aunque cueste creerlo, en la presentaci�n de un libro: una traducci�n de la correspondencia entre Feuerbach y Millroy. A ninguno de los tres nos interesaba ir, pero justo and�bamos por la calle, a pie, cerca, y llov�a cada vez m�s fuerte, y Flori�n ?por una de esas casualidades? ten�a el dato en mente.

Entramos al bar donde pasaba la cosa, y no s� bien qu� hicieron Lucho y Flori�n, porque yo me ubiqu� en la barra, ajeno a todo, incluso a muchas caras conocidas, a ojos que me tocaban y me evitaban... Pero al rato nom�s volvieron conmigo, y fue para pedir un trago. Casi para brindar. Entre ese humo de cigarrillo, estaba el negocio.

�Cu�ndo se hab�a puesto en marcha esa maquinaria? No lo s�. Tal vez haya influido mi costumbre de dejar abandonados los blocks A4, una vez llenos, en las mesas de los caf�s. Tal vez los muchachos tambi�n hayan hablado a mis espaldas. Lo cierto es que en alg�n momento pas�... Me pas� lo que cualquiera en el ambiente debe haber deseado si quiera una vez. Lo que nadie, quiz�s, deja nunca de desear?

Me convert� en un mito.

/15/

?Est� armado, y est� loco?, debe haber sido la sospecha general.

Pero como pasa siempre con las sospechas sobre uno, imposible tener certezas.

Como sea, no perdimos m�s tiempo. Presentaciones de libros, clases, mesas redondas, congresos? Ah�, siempre, nosotros. Firmes junto a la Filosof�a. Secundado por los muchachos, empec� pidiendo que nos invitaran el trago. Despu�s, los tragos. Y al final, digamos, que nos prestaran plata? As� nom�s. Porque de los mitos hay-que-hacerse-cargo.

/16/

?A la filosof�a peronista?, lo cruzamos una tarde a Horacio Gonz�lez, ?le faltaban estos muchachos?. Y el pobre no sab�a qu� cara poner. Se port� con veinte pesos.

/17/

Re�rse fuete, dar en el blanco, ganar plata? Momentos en que volv� a sentir, naturalmente, algo parecido a la fe, algo parecido a un sentimiento de religi�n. �Fe en qu�? �Religi�n con qu�? El paso siguiente es obvio.

S�lo en el amor pod�a perdurar lo sagrado.

En ese sentido ?aunque no lo he dicho hasta ahora? el accidente hab�a sido doblemente problem�tico para m�... Pensar en mi vida de fil�sofo implicaba pensar, de alguna manera, en mi vida de amante, y las proyecciones de mi reciente condici�n francamente no resultaban demasiado alentadoras.

La historia de mi vida sentimental ten�a, hasta entonces, la presencia casi constante de mujeres del ambiente. O sea: m�s atractivas, menos atractivas, siempre del ambiente de la filosof�a. Y si hab�a alguna excepci�n no iba m�s all� de las letras. En todo caso, mi capacidad para los juegos arriesgados con abstracciones, digamos as�, era clave en la auto valoraci�n de mi virilidad.

Cegado para la lectura, forzado a borrar mi pasado, �c�mo me iba a hacer querer por una mujer sin saberme ella capaz de replantear con dosis altas de iron�a y no menores de coraje las apor�as institucionales de esa nueva inscripci�n de la fenomenolog�a en los programas de?

?Hermano ?me hab�a encontrado diciendo m�s de una vez?, la de pastillas que me voy a tener que mandar??

/18/

Pero me equivocaba. Porque hay que cosas que no se pueden predecir. Cuando menos lo esperaba, la conoc� a Juliana. Entre el humo, me acerqu� a lo de siempre, pero por algo no pude dejar de sonre�rle, y de pronto est�bamos en conversaci�n, en hermosa conversaci�n. Result� ser antrop�loga.

No m�s f�cil que darse cuenta de que se trataba de una mujer muy sensible, o sensibilizada, quiz�s, despu�s de su accidente. ?Jam�s voy a hablar de lo m�o?, me dijo, conciente de que collares �tnicos no alcanzaban a tapar en su cuello la marca de la traqueotom�a. �

Juliana es una excelente profesional, dedicada con pasi�n a lo suyo. Si es o no brillante, est� fuera de duda: no lo es. Pero qu� me importa? �C�mo explicarlo? Yo quiero y soy querido por igual. M�s de una vez me encontr� cantando con ganas esa letra tan famosa:

����������� Puedes ser un gran campe�n,

����������� jugar en la selecci�n,

����������� y no tienes un poquito de amor para dar?

�Qu� m�s decir? Me sent� bien. Porque me di cuenta, de alguna manera, que

�Nada. Eso. Me sent� bien.

/19/

Estar junto a Juliana me ha hecho cambiar algunas costumbres?

Lo del tiro pas� a ser m�s que un hobby, y los campeonatos nacionales se han revelado para m� como un terreno sobre el cual avanzo casi paseando. Lucho y Flori�n, incluso, se muestran ansiosos en relaci�n a mi futuro en el exterior. Curioso, �no? Justo ellos, que me ense�aron a m� que la ansiedad es siempre el enemigo a derrotar. Tambi�n hay que aprender de las fallas de los maestros.

Escribir, por lo dem�s, sigo escribiendo. Pero ya no hago tantas listas, sino m�s bien algunos fragmentos breves, como estos mismos. Si cuentan algo de m�, de mi historia, mejor ?aunque no siempre soy tan coherente. A veces me resulta muy placentero escribir; otras, muy agotador. Un par de l�neas seguidas y ya se me ha cansado el ojo. Pero as� es la cosa?. Aceptar lo dado: he ah� el secreto. Ahora mejor descansar, y retomar m�s tarde.

Juan Leotta

el interpretador acerca del autor

Juan Marcos Leotta

Publicaciones en el interpretador:

N�mero 1: abril 2004 - Lo propio y lo impropio: recorrido de inversiones en La virgen de los Sicarios Acerca de La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo (ensayo)

N�mero 1: abril 2004 - Las voces de Elhoim (narrativa)

N�mero 2: mayo 2004 - Los descensos de S�sifo (narrativa)

N�mero 4: junio 2004 - Manifiesto desde las alcantarillas (narrativa)

N�mero 5: julio 2004 - La conjura de la letra: "Amuleto" de Roberto Bola�o (ensayo)

N�mero 12: marzo 2005 - Luster (narrativa)

N�mero 19: octubre 2005 - Acerca de Plop de Rafael Pinedo (rese�as)

N�mero 20: noviembre 2005 - Los raros afectos de Charly Gamerro (rese�as)

N�mero 22: enero 2006 - Mis enemigos, un hacker y yo (narrativa)

N�mero 27: junio 2006 - Dos pasos m�s (narrativa)

N�mero 28: septiembre 2006 - Si Evita viviera Generaciones a prueba en la novela de Gamerro (ensayos/art�culos)

N�mero 28: septiembre 2006 - Las Doce Puertas de la Prosperidad (aguafuertes)

N�mero 29: diciembre 2006 - El �ngel de Stroessner (narrativa)

N�mero 30: marzo 2007 - Por los d�nares iraqu�es (narrativa)
Direcci�n y dise�o: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: In�s de Mendon�a, Camila Flynn, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Leotta, Juan Pablo Liefeld
Control de calidad: Sebasti�n Hernaiz

Im�genes de ilustraci�n:

Margen inferior: Francisco de Goya, El perro semihundido (detalle).