el interpretador narrativa

En su justo sitio

Marina Kogan

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Primero de diciembre en Villa Gesell. Todo es preparativo. La costa tiene algo de bipolaridad: la euforia o la quietud de que algo no est� bien. Los enormes locales de videojuegos -abiertos y vac�os, sus empleados en la puerta mirando a la gente que pasa- tienen algo de complicidad criminal. O de ansiedad de quincea�era que espera a sus invitados desde varias horas antes, ya vestida, maquillada, quietita para no despeinarse mientras fantasea la fatalidad de que todos la dejar�n plantada. Como el silencio que encubre perversiones. S�lo se escucha el viento, por la noche, en el pueblo fantasma. Lo �nico que est� all� en su justo sitio es el mar.

Llegamos a las cinco y media de la ma�ana. Es de d�a. Bajamos del micro y Ariel no tarda en comentarme lo que todos comentan cuando llegan a la costa: se siente el aire distinto, �no?. S�, se siente. En la terminal y en sus alrededores est� todo cerrado. Hasta dentro de unas horas no vamos a poder hacer nada y nos espera un d�a largo, as� que caminamos hacia la playa, sin estar seguros de que sea para all�, ni si estamos a muchas o a pocas cuadras. Imagino que Ariel es de esos que prefieren tomar un camino sin preguntarle a nadie si por ah� llegamos bien. Llevo la mochila grande y su mano de la m�a. Dejamos la calle de asfalto y la de ahora -tierra mezclada con arena- parece indicarnos que es por ah�.� Vemos a una mujer y �l pregunta para qu� lado es la playa. Para all�, y se�ala hacia adelante. Unos metros m�s y ah� est� el horizonte. Aire fresco, cielo blanco, sonido de mar, algunos p�jaros y m�s all� un muelle donde divisamos gente que debe estar pescando. Respiramos. Lo del cambio de aire es un lugar com�n pero es cierto. Caminamos de la mano unos metros por la arena seca -yo descalza, �l en zapatillas-, despu�s por la arena h�meda de la orilla, y m�s adelante nos alejamos hacia un m�dano para recostarnos y quiz� dormir un rato.

A las siete y media, despu�s de dormir y despertarnos, de la arena en la cara, en la ropa, arena en todo el cuerpo, nos levantamos para empezar. Tenemos s�lo un d�a para encontrar un camping que pueda albergar cuatrocientas personas. Regresamos a la calle de asfalto y bajamos hacia el centro. Quiero desayunar. Un par de cuadras y todav�a todo cerrado. Seguimos. Cuarenta cuadras hasta que empezamos a ver algunos locales abiertos y por fin un bar en el que podemos tomar algo. Yo, un caf� y una medialuna. �l, una coca. Preguntamos por la remiser�a m�s cercana y dicen que est� muy lejos. �Cu�nto? Seis cuadras.

En la remiser�a conversan el hombre que atiende el tel�fono y reparte los viajes desde atr�s de un mostrador que pretende ser moderno pero es de mal gusto, otro hombre que descansa en un sill�n y uno m�s que camina entre ellos. Ariel explica que necesitamos un remise para que nos acompa�e durante todo el d�a, que nos ayude a armar el itinerario, por Gesell, y de ac� hasta Aguas Verdes y quiz� Mar de Aj�. Enseguida nos mencionan varios campings, opinan y discuten si el Coyote da para cuatrocientas personas o si es chico, nos preguntan si tenemos anotado uno que s�, tenemos anotado y ser�a el ideal, pero le falta habilitaci�n.

El de atr�s del mostrador -escuchamos que se llama Richard, unos cincuenta a�os, delgado, de barba desprolija, canosa y poco cabello igualmente canoso- le dice a uno de los hombres para acompa�arnos. No imaginaba aquel ejercicio de autoridad. Toda esa organizaci�n, un primero de diciembre en Villa Gesell, una ma�ana de muy poco trabajo, parece una actuaci�n para nosotros, los �nicos visitantes del lugar.

Otra vez en la remiser�a, despu�s de dos horas de un recorrido que muestra que en estos d�as todos parecen de acuerdo en trabajar para esconder la decadencia. Hombres y mujeres pintan paredes de locales de ropa, embellecen los paradores de la playa, acomodan vidrieras, clavan maderas que ser�n sillas o mesas de bar. Cada cual encuentra su forma de ponerle una nueva prenda al disfraz de plenitud. Los arreglos, se sabe, son provisorios. El aire de mar atenta contra lo definitivo. Pasar�n tres meses y no quedar� nada de este entusiasmo para reparar los destrozos y acomodar el desorden.

En la remiser�a todo se demora m�s de lo que yo quisiera. Ariel parece cansado como yo, pero m�s tranquilo. Todav�a no encontramos ning�n camping que nos sirva pero queremos descansar, dejar las cosas en un hotel, almorzar, ir a la playa. Richard escucha que buscamos hotel y nos recomienda uno que est� a dos cuadras. Donde sea, me quiero ir ya. Richard levanta el tubo del tel�fono, marca y saluda a Mabel: Mabel, �c�mo est�s?, s� Richard, ac� de la remiser�a. Mir�, tengo a dos chicos que buscan hotel, �vos cu�nto est�s cobrando? Veinte cada uno, cuarenta la doble, repite primero en voz alta y despu�s moviendo los labios. Est� bien. Con desayuno, agrega y sigue conversando, yo ac� ando, s�, bien. Gracias pero hoy no puedo, tengo que quedarme con pap�, que est� bastante mal. Parec�a mejor, s�, pero est� mal, bastante mal. Gracias Mabel, gracias. Hasta luego.

Nos indican c�mo llegar al hotel ?derecho por esta calle- y acordamos que volveremos a la tarde para seguir el recorrido. Caminamos las dos cuadras pero no lo encontramos. Vemos otro y� pregunto casi ruego �entramos a ese? Esper�, volvamos atr�s, a ver si est� el que nos dijeron, nos deben estar esperando, dice Ariel y tiene raz�n. Retrocedemos cien metros pero no encontramos el hotel. No importa. Vamos al otro.

Volvemos a la remiser�a poco despu�s de las tres de la tarde. Los choferes� entran y salen, hablan de algo que no entendemos. Suena el tel�fono pero nadie atiende. Todos salen, van a cerrar. Vemos a nuestro remisero, nos ve y reci�n entonces parece recordar que tiene un viaje pendiente. �Qu� pas�?, pregunto. Suban, suban al coche que nos vamos. �Ad�nde vamos?, pregunta Ariel. Se muri� el pap� de Richard, estamos cerrando, vamos al velorio. Vengan, es una pasada y despu�s seguimos viaje.

El remisero se aleja para subirse al auto. Nosotros nos miramos: �Qu� hacemos?, pregunta Ariel. No s�, �buscamos otro?? Y desde el auto, vamos chicos, vengan que despu�s vamos para Aguas Verdes a seguir con lo de ustedes. Lo miro, �qu� vamos a hacer?, vamos.

Estaba muy enfermo, pobre hombre, en realidad mejor que se muri�, vieron, as� no sufre tanto. Nosotros no hablamos ?yo miro por la ventana y Ariel al remisero por el espejo retrovisor-. No se preocupen que ya llegamos, es un ratito y seguimos.

En la puerta de la funeraria esperamos a que lleguen los otros autos. Cuando estamos todos, seguimos a los remiseros que suben la escalera y una vez arriba saludan a una mujer mayor. Lo lamento, se�ora, digo. El pasillo es largo. Seguimos, saludamos en voz baja a la poca gente que est� ah� hasta que vemos a Richard, al final, dentro del cuarto donde se encuentra el caj�n abierto.

Lo lamentamos, dice Ariel y Richard, gracias, chicos, gracias por venir. De reojo miro al muerto y pienso que es mi primer velatorio a caj�n abierto. Es mi primer velatorio a caj�n abierto, dice Ariel. Sonr�o y quisiera besarlo y pienso que no es momento, justo cuando �l me besa.

La gente entra, da un vistazo y se va. Algunos comentan por lo bajo. Entra la mujer mayor. Lo mira, le toma la mano y le sonr�e, como si pudiera cuidar de que todo est� bien. Pasa al lado nuestro y murmura que en paz descanse, gracias por venir. Le aprieto la mano a Ariel para que salgamos de ah�. La gente se est� yendo. Los remiseros con Richard, a un costado, ya armaron una ronda, fuman, conversan, se r�en y toman caf�. En cualquier momento sacan cartas de truco, digo y Ariel agrega, o de p�ker.

Marina Kogan

el interpretador acerca del autor

Marina Kogan

Buenos Aires, 1982.

salesdehumo.blogspot.com

Publicaciones en el interpretador:

N�mero 1: abril 2004 - Desde hoy has elegido llamarte Lola (narrativa)

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N�mero 4: julio 2004 - Dos poemas (poes�a)

N�mero 5: agosto 2004 - Tres deseos (narrativa)

N�mero 10: enero 2005 - Alel� (narrativa)

N�mero 13: abril 2005 - 7 de velo -columna mensual sobre cine- Festival de Cine de Mar del Plata (en colaboraci�n con Mart�n Turnes)

N�mero 14: mayo 2005 - El sue�o de Karol (poes�a)

N�mero 16: julio 2005 - Tzalel Blitz (poes�a)

N�mero 17: agosto 2005 - Un gusano en la gran manzana (aguafuertes)

N�mero 17: agosto 2005 - El sorteo (narrativa)

N�mero 25: abril 2006 - Iconos de la memoria: �memoria? (aguafuertes)

N�mero 28: septiembre 2006 - Confesionario (aguafuertes)

N�mero 29: diciembre 2006 - En su justo sitio (narrativa)

N�mero 29: diciembre 2006 - Narraciones post 2001: avatares del realismo inveros�mil (ensayos/art�culos)


Direcci�n y dise�o: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: In�s de Mendon�a, Camila Flynn, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Marcos Leotta, Juan Pablo Liefeld
secci�n artes visuales: Juliana Fraile, Florencia Pastorella
Control de calidad: Sebasti�n Hernaiz

Im�genes de ilustraci�n:

Margen inferior: Andrej Zadorine, Morning Poetry (detalle).