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En la plaza Congreso, el 24 de marzo, antes de comenzar a marchar, una nena de cinco o seis a�os tironea del pantal�n de su mam� para pedirle que le compre una de las banderitas rojas con la cara del Che que vende un hombre a unos pocos metros.
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Nac� en mayo de 1982. No tengo ning�n recuerdo de la dictadura. Ninguno. Por otro lado, siempre supe de la Guerra de Malvinas. No por nada en especial. O quiz� porque nac� durante esa guerra. Y porque mis padres siempre estuvieron en contra. Quiz� porque en la escuela se hablaba m�s de la Guerra que de la dictadura. No s�.
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Cuando estaba en segundo grado, en 1989, no sab�a qui�n era el Che ni ped�a que me compraran su bandera. En cambio, recuerdo los gritos infantiles en el aula del Normal 7. Grit�bamos los que quer�amos que gane Angeloz. Gritaban los que quer�an que gane Menem. Todos defend�amos con pasi�n alguno de los nombres que votar�an en nuestras casas. No recuerdo otros. No sab�a de partidos chicos ni de izquierdas y derechas. Peronistas o radicales. Y "yo", antiperonista.
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Pocos a�os despu�s, nadie defend�a ning�n nombre. Y la pelea infantil terminaba. Entre 1994 y 1995, sin pedir permiso ni preguntar demasiado, y quiz� porque escuch� algo en casa o por ah�, encontr� el Nunca M�s y me puse a leer. De esa lectura recuerdo la impresi�n y el miedo que me provocaban las im�genes de tortura. Recuerdo que a algunos les met�an ratas en el cuerpo para que les comieran los �rganos de a poco. Y la avalancha de preguntas con que ataqu� a mis padres. Pel�culas: La noche de los l�pices, La historia oficial, Missing, Los chicos de la guerra, Mirtha de Liniers a Estambul.
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En 1994, el 18 de julio, estall� la bomba de la AMIA. Ese d�a, despu�s de contar la noticia, abandon� el diario �ntimo que escrib�a todos los d�as. Al d�a siguiente, fue la marcha de los paraguas. Mi primera marcha y la �nica a la que fui con mis padres.
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La segunda marcha a la que fui, fue la del 24 de marzo de 1996. 20� Aniversario del Golpe de Estado. En ese entonces, a los catorce a�os, ya hab�a dudado y sab�a que no era hija de desaparecidos. Tambi�n sab�a algo m�s de mis ra�ces jud�as, de los familiares muertos en el Holocausto. De los que vinieron de Europa. De los que vinieron de Siria.
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Los aniversarios del atentado a la AMIA y del Golpe de Estado se convirtieron para m� en las fechas m�s tristes y emocionantes del calendario. Nunca falt� a ning�n acto ni a ninguna marcha, a�n cuando hab�a peleas internas entre los grupos organizadores que me obligaban a cuestionarme si ir, si no ir, si el acto oficial, si el alternativo. En todo caso, se iba a todos. Y si se ten�a que abuchear, se abucheaba.
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Pasaron los veinte a�os del Golpe de Estado, los veintitr�s, los veinticinco, los veintisiete. Llegamos a los treinta. Los a�os redondos mueven m�s que otros a�os. En la calle hay afiches de los Peronistas de la Ciudad y de una facci�n de la Juventud Peronista que tiene a Evita como �cono. No hay un enemigo atroz como era el Menemismo. En este gobierno se habla. Y hablan los intelectuales. Y hablamos nosotros. Y tambi�n marchamos. En la p�gina de internet de la Secretar�a de Derechos Humanos hay un �cono del Archivo Nacional de la Memoria y otro de la ESMA (Espacio para la Memoria y la Promoci�n de los Derechos Humanos). En el Festival de Cine de Mar del Plata, pocos d�as atr�s, antes de cada pel�cula, una publicidad de la Secretar�a de Derechos Humanos dice: "Las violaciones sistem�ticas y masivas de los derechos humanos, cometidos por la �ltima dictadura militar, son cr�menes de lesa humanidad, son delitos imprescriptibles, est�n siendo juzgados. Terminar con la impunidad es un reclamo de la sociedad, es una pol�tica de estado. Para construir un presente y un futuro de justicia". Y es fer�ado. Y en la marcha somos como cien mil.
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En el 2003 vot� a presidente por primera vez. Sin tener por qui�n gritar y acostumbrada a la desilusi�n generalizada, vot� a Kirchner para no votar a Menem. La historia hizo que yo, antiperonista de nacimiento, votara a un peronista para no dejar ganar al fantasma menemista.
La historia hizo que una amiga, peronista de nacimiento, votara a De la R�a en 1999.
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No somos todos iguales. Y a alguien que en mi blog critica haber tratado la marcha y la fecha como el evento social del a�o le respondo que s� me interesa ver qui�n va y qui�n no va, c�mo va cada cu�l, con qui�n elige acompa�arse.
Por momentos tengo muchas dudas y entonces se me hace necesario este texto como especie de genealog�a que al final me sirve para dar cuenta de mis propias contradicciones.
Mis hermanos no fueron a esa marcha. Mis padres tampoco. Quiz� ninguno sabe muy bien por qu�. O s�. Y no coincidimos.
Una de mis amigas con las que fui se encontr� de casualidad con su padre, mientras su madre le mandaba mensajes por celular para que se apure a llegar a la plaza. Ah� hay una historia de familia. Distinta a la m�a.
Otra amiga se encontr� con su madre.
Otro amigo no logr� encontrar a su pap� aunque sab�a que estaba all�.
Yo s� quer�a saber qui�n estaba y qui�n no. No para juzgar, sino para pensar.
Yo tambi�n dud� del fer�ado y de la marcha. Por tel�fono alguien me pregunt�: �Y si sale Kirchner?
�Y si sal�a? �Yo me iba a ir?
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Me pregunto sobre los discursos. Desde el Nunca m�s que le� a los doce a�os hasta los afiches y publicidades que circulan estos d�as. Me pregunto sobre los textos que nosotros mismos escribimos. Algunos dicen que todo lo que podemos decir son palabras vac�as. Yo no estoy segura, pero me lo pregunto. Palabras vac�as. Lo m�s triste es cuando pienso que s�.
Me preocupa esta especie de memorizaci�n tan medi�tica y correcta, de est�tica for export, que ubica a la Dictadura Militar y su memoria en un lugar, a mi gusto, demasiado c�modo.
Me gustar�a pensar alg�n modo en el que recordar eso sea inc�modo y al mismo tiempo imposible de olvidar.
No creo que por saber que el 24 de marzo se conmemora el aniversario del comienzo de nuestra �ltima Dictadura Militar, aquellos que no saben lo que es el Plan C�ndor y la l�gica macabra de esos a�os aprendan de qu� se trata.
La memorizaci�n, el uso de la memoria que se hace por parte el poder, es un instrumento de cooptaci�n y su consecuencia es la clausura de la verdadera memoria, porque le quita la posibilidad de problematizar el conflicto, de abordar la Historia desde distintas perspectivas. Pone a la Dictadura en un lugar f�cil, donde todos estamos m�s cerca de recordar sin saber, que de haber aprendido algo.
Es, otra vez, dividir la baraja en el bien y el mal: hubo una dictadura, terrorismo de estado, 30.000 desaparecidos, ahora luto y homenaje nacional y no se habla m�s.
No quiero que los desaparecidos se conviertan en pr�ceres, estatuas que vemos tratando de recordar aquello que nos dijeron en la primaria, y si la batalla fue tal, o cual... Vaguedades de la escolarizaci�n de la Historia.
Estoy convencida de que esta memoria tiene que ser inc�moda, tiene que doler, tiene que hablarse aunque no se sepa c�mo, aunque se superpongan las palabras de unos y otros y terminemos en gritos. No creo que haya que secar la sangre ni reconciliar nada. Esta memoria tiene que ser punzante. Incesante como zumbido en el o�do.
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La bandera que llevan las madres es una. Esta hecha de fotos y de dolor y caminar junto a ella es emocionante y terrible a la vez.
Me da p�nico que en el 40� aniversario sean mis hijos los que tiren de mi pantal�n para pedirme que compre la reproducci�n de esa bandera o una remera que diga 30.000 y que tenga estampadas siluetas vac�as.
Entonces, yo creo, no habremos aprendido nada.
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Marina Kogan
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