La Rata era muy fea, flaca, escuálida, sin ninguna forma, sin culo ni tetas, travesti malformado con el pelo largo, fino y castaño, como una indígena mugrienta. Su nariz, extremadamente grande y aguileña, desentonaba con su cara alargada y su fina y saliente pera. Siempre vestida igual, su pantaloncito de jean elastizado, percudido por los años de yiro daban asco, y su camisa leñadora sin mangas era realmente vomitiva.
Le pusimos la Rata cuando entró por primera vez al cine porno, sabíamos que ella yiraba por el cine de Liniers y le decían la Mosquito por su nariz afilada, pero para nosotras era más parecida a una miserable rata. De Liniers la habían rajado las travestis más viejas por que les sacaba el trabajo. Era increíble que un puto tan pero tan feo le sacara el macho a alguien. En ese cine pulguiento, donde se llovía todo y el olor a humedad te sacaba las ganas de coger, se peleaban por las pocas pijas que entraban, pero se peleaban sobre todo por las billeteras, que eran menos que las pijas a decir verdad. La Rata era joven, y entre putos viejos la edad puede mucho más que la belleza, y en la oscuridad con el pelo largo el puto ese se hacía la reina.
En el cine céntrico en que estábamos nosotras había más pijas, pero la dejamos que hiciera, sobre todo porque era muy fea. ¿Qué nos iba a poder sacar con esa cara de bruja rata muerta? Quién iba a decir que las cosas
así no eran.
El día que la Placer me vino con el cuento de que la rata le había sacado una pija que había visto ella primero, no podía creerlo, seguramente la Placer inventaba eso porque la tenía entre ceja y ceja, y como yo era la más vieja en el lugar decidía quién se quedaba adentro o afuera. A mí el saber popular me había puesto la Taladro, porque los supuestos machos que venían a buscarnos al lugar se rendían a mis pies cuando me veían la entrepierna. No había un solo culo de chongo come trava, que anduviera por ahí entre la oscuridad de las butacas, que no hubiera tenido adentro mi peceto de primera, y a mí me encantaba empalarlos aunque gritaran que no la metiera entera. Pero el que busca encuentra, si la querían, que la sufrieran. A pijazos los tenía, y me buscaban como si fuera Graciela Alfano en su mejor época.
Ellos me habían hecho activa. Cuando empecé a travestirme no me dejaba tocar ni por joda, en busca del hombre de mi vida, sólo entregaba la cola como si fuera mi preciada vagina, pero con el tiempo entendí, claramente, que si quería laburar de ésto no me quedaba otra que transformar mis hábitos sexuales, porque lo primero que buscaban los tipos era tocarte la verga sea como sea.
A la rata la dejé, me daba gracia que fuera tan fea y siempre que podía la verdugueaba para hacerla sentir más miserable de lo que era, y a pesar de los cuentos de la Placer, la seguí dejando, hasta que me cansara de verle esa cara de puto feo desdentado dando vueltas.
Una madrugada que casi no quedaba nadie, y todas nos mirábamos las caras sentadas en los sillones de la entrada de la sala tomando cerveza, entró un chongo divino con pinta de rugbier de unos 20 años, de pelito medio largo, vestido con un jogging y una remera justita que le marcaba las tetitas y los abdominales, me volvió loca perdida y supe que iba a ser mío sea como sea. Amaba los tipos con jogging y sin calzón y éste, por el bulto y el culazo parado y marcado, debía estar a pelo debajo del pantalón. Deseaba fervientemente que viniera del gimnasio porque no había cosa que me pusiera más en celo que el olor a macho transpirado para limpiarlo con
la lengua.
La rata estaba en un rincón con su cara de puto idiota y yo la vi que lo marcó de reojo como si yo no me diera cuenta. En cuanto me descuidé para tirar al tacho la lata vacía de cerveza se me escurrió en la sala como lo que era: una rata escurridiza y traicionera. Me puse loca, la miré a la Placer que sin decir nada me dio a entender que ella había tenido razón desde el principio y yo no supe entenderla. Me guiñó un ojo y me dijo sentenciándola:
-Traéla.
Me paré despacio, me acomodé la pollera, y entré en la sala saboreando la siguiente escena. De los pelos la pensaba agarrar si se había atrevido a tocar a mi nuevo chongo, de esos pelos grasulientos que no le iba a quedar ninguno en la cabeza. Primero recorrí abajo la sala heterosexual, no lograba ver nada claramente porque al estar tanto tiempo afuera, los ojos se desacostumbran a la falta de luz y se necesitan unos minutos para que se adapten nuevamente a la oscuridad, pero sólo era cuestión de paciencia, en minutos nada más iba a recorrer la zona viendo cada detalle como un gato muerto de hambre. No la vi. Rata inmunda de alcantarilla. Seguro se había escondido la muy perra por que sabía lo que se le venía encima de verla. Subí a la sala gay a la que nunca subía, instalada donde antiguamente habían sido los palcos, y empecé a recorrerla… no estaba… había algunos putos viejos haciéndose romper el culo por quien sea sin verle la cara siquiera. ¡No podía ser!, ¡Esa rata sucia debía estar en algún lado saboreando a mi presa!. En eso sentí unos jadeos y miré a un rincón alejado, un reflejo de luz iluminaba unos de los mejores culos que pude haber visto en mi vida, que iba y venía con el pantalón de jogging bajo y el torso desnudo sin remera. Un auténtico caballo, un semental de primera. Me acerqué silenciosa y la vi a la Rata sucia arrastrada de rodillas en el suelo metiéndose una enorme pija blanca y venosa, una pija perfecta bombeando en su boca ahogada y sedienta, el chongo con los ojos cerrados gemía de placer, seguramente por la suavidad de las encías de ese puto feo al que le quedaba un solo diente colgando en toda esa trompa fea. La agarré del pelo con bronca y le levanté la cabeza, me miró con cara de terror, y el chongo debió haber percibido la que se venía por que se levantó el pantalón y cuando salió cagando se le cayó la remera y ni volvió por ella. La puse de pie de un tirón y me dijo la muy yegua:
- ¡Puto el pelo no!-
- ¡Puto el pelo no… ¡El pelo no!… ¡Qué graciosa sos!… ¡Ya vas a ver rata de mierda!… ¡Mejor que no digas ni muu por que esto se arregla afuera!…
Calladita se dejó arrastrar de los pelos hasta abajo y salí adonde me esperaba la Placer con una sonrisa de oreja a oreja. Yo le vi la cara de contenta pero no entendí del todo su enorme sonrisa hasta que me hizo una seña, la muy perra le había pedido al gordo de la entrada si por casualidad no tenía una tijera, el gordo baboso muy complaciente por los favores sexuales que a veces nos pedía le consiguió una casi con urgencia. Cuando la Placer me la mostró sacándola de su pequeña cartera, me puse inmensamente feliz, sabía que ese era el peor castigo para ese puto feo y traicionero que escondía su enorme fealdad debajo de ese pelucón grasoso haciéndose la modelo. La agarré y le aplasté la cara contra la pared para que comiera un poco de cemento con los dientes que no tenía:
-¡Vas a aprender a saber que se chupa y que no, puto de mierda!… ¡Quién te va a querer pelada yegua!… ¡Van a pensar que se la está chupando Kojac!…
La Placer sonriendo satisfecha me alcanzó la tijera y se la mostré a la Rata para que sufriera. Con cara de inmenso terror me miró rogándome piedad, como si yo fuera a tenerla. En cuanto me di cuenta que el puto feo se me patinaba de las manos, le hice señas a la Placer que le cerró la boca de una trompada certera, le agarré más fuerte el pelo, le hice una cola de caballo rápida y le metí el tijeretazo al ras, la solté y cayó al suelo llorando y limpiándose la sangre de la nariz nos amenazaba diciendo que iba a ir a la policía apenas saliera, se paró, nos miró con odio, estiró la mano para sacarme la cola de caballo y yo le hice que no con la cabeza, ya no quedaba casi nadie en el cine y los que quedaban, estaban adentro haciéndose coger sin que nada los distrajera, todos putos viejos hechos mierda que una vez que encuentran una pija, el mundo puede explotar, que siguen pidiendo que se la metan. Loca desatada con cara de odio intentó nuevamente sacarme la cola de caballo y al no poder me escupió en la cara y salió corriendo hacia la escalera, la Rata alcanzó a poner un pie en el primer escalón pero la Placer adelantándosele le metió la traba y el puto feo cayo rodando. La vimos como giraba, un cuerpo sin forma escalón por escalón sin que nadie intentara detenerla, cuando llegó al final rebotó contra la pared con la cabeza y empezó a temblar y a sacar baba blanca y espesa. Nos miramos con la Placer y nos dimos cuenta que nos habíamos pasado, bajamos rápido y le hablamos al de la boletería:
-Che… un puto se cayó por la escalera… andá a ver que le pasó… nosotras nos vamos a comprar una cerveza.
Salimos del cine cagándonos de risa y jugando con el pelo de la rata como si fuera un nuevo postizo, poniéndolo de diferentes formas sobre nuestras cabezas. Compramos la cerveza en el quiosco de la esquina y nos sentamos en la vereda tranquilas. Eran los primeros días de primavera, el clima estaba ideal, daban ganas de enamorarse en esa época en Buenos Aires, pero enamorarse de veras. Olí la remera que me había quedado del chongo y me excité como una yegua, guardándomela entre las tetas.
Escuchamos el sonido de una sirena y vimos que una ambulancia y un coche de policía enfilaban como si se los llevara el diablo para el cine, bajaban rápidamente y sacaban un cuerpo flaco de adentro, el cadáver más feo que habíamos visto en nuestra vida aunque no lo crean.
Miedo no nos dio, por que en esos lugares como en el cine la mugre les tapa la boca a todos y guardan silencio aunque se mueran. Antes que la policía o los enfermeros nosotras sabíamos que no iba a haber nada que pudieran hacer contra el destino, ese destino incierto…
De todos modos de ratas la ciudad estaba llena, más de las que la gente quisiera…y ésta, para suerte de todos, ya era una rata menos…ya era una rata muerta.
Naty Menstrual
Septiembre 2006