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Teatro en Buenos Aires

Recordando el festival

María Bayer

 

 

El 25 de septiembre fue la noche de cierre del V Festival Internacional de Teatro en Buenos Aires. Dos tendencias, lo interdisciplinario y la tecnología, reinaron en el FIBA. Este año más que otros hubo espectáculos de danza-teatro, músicos performers como Laurie Anderson y djs tocando. La cuestión con la tecnología trajo cola y ciertos pseudo debates mediáticos desprovistos de todo interés real. Que si se puede o se debe utilizar/representar/repensar la tecnología en teatro. Puaj. No leí nada que me pareciera remotamente interesante al respecto.

Algo a destacar: la presencia local fue igual o más importante que la extranjera, tanto en la oferta como en la calidad de los espectáculos convocados. Nuevamente, un debate poco feliz en torno a si debía o no ponerse la obra Tertulia de Varchausky y Molinari en el cementerio de la Recoleta. Sin palabras.

Así como en la edición anterior la mayor parte de los espectáculos fueron monólogos, este año le tocó el turno a los clásicos. Tres de los cuatro espectáculos estrictamente de teatro consistieron en volver a poner grandes textos.

Un tranvía llamado deseo, de Tennesse Williams se convirtió en manos del alemán Frank Castorf en Endstation Amerika. Los críticos no le perdonaron al director haber vulgarizado a estos personajes, "tan conocidos y entrañables", y volverlos como de sit-com al aparecer en el televisor que reinaba en el centro del escenario. No me parece del todo justo. La adaptación tomó con humor pero certeramente el choque entre la cultura alata y la cvultura de masas al tomar como punto de vista la mirada que tiene Blanche del mundo en que vive su hermana. Con Blanche, vemos a Stanley como un primate; con Blanche, y sólo con ella, escuchamos los acordes de esa música que la atormenta; con Blanche, somos importunados por la cámara de video que nos filma incómodos en la butaca; con Blanche, leemos entrecortada, alocadamente, la verdad sobre su pasado en el cartel del subtitulado electrónico; con Blanche, finalmente, se nos mueve el piso al punto de casi hacernos caer.

También aparece "América" como la tierra prometida, con su Coca-cola imponiéndose en el american way of life de estos inmigrantes. Los contrastes se hacen notar en el uso notable de las canciones de Britney Spears, Nirvana y Lou Reed interpretadas en vivo por los actores. También en una cita a la película Psicosis. Como espectadores, cada una de las cosas que suponemos o sabemos se ven defraudadas. Si esperábamos a un Kowalski inmortalizado en la belleza de Brando, encontramos a un Stanley bajito, canoso y vulgar. También Stella desdice la mirada tradicional, Birgit Minichmayr compone magistralmente a la hermana de Blanche como una Barbie de culo parado y modales toscos, totalmente incorporada a la vida que le propone su marido. La puesta que a veces produce gags predecibles, otras desestabiliza toda la concepción de la obra. Me parece una manera interesante de volver sobre un texto ya tan conocido y visitado.

Otra fue la estrategia llevada a cabo por Denclan Donnellan, el director inglés de Noche de reyes, la obra de Shakespeare interpretada por la compañía rusa Chekhov International Theatre Festival. Aclamada por el público y por la crítica, esta puesta parece ideal para la gente que nunca va al teatro. Donnellan había traído hace ya varios años una Medida por medida memorable. No me parece que haya alcanzado ese nivel en esta ocasión. Noche de reyes me resultó una puesta bastante tradicional, sutil y estilizada sin duda, donde primaban las actuaciones, muy buenas, pero con una lectura de la obra un tanto anodina. Si lo que importaba era el disfraz, la decisión fue neutralizarlo. Hasta las medias amarillas de Malvolio (practical joke al que se ve sometido este personaje) quedaron disimuladas bajo un amplio jaquet blanco. El director no quería que nada rompiera la armonía cromática. Pero, �Noche de reyes es una obra de armonías? Más bien, yo creo que no y que esta decisión de puesta lo que logró fue neutralizar todo, incluso el género. El elenco está compuesto exclusivamente por hombres, sí, como en el teatro isabelino pero �qué beneficio le trae a la puesta si va a ponerles a los personajes femeninos capelina y chatitas? �Dónde queda el disfraz? �Dónde, la performance? Repito, los rusitos se actuaban todo pero me pareció que desde la dirección le faltó juego.

Por último, le llegó el turno a Tío Vania, otro clásico, esta vez de Anton Chejov interpretado por la compañía belga Het Toneelhuis. Todo lo opuesto a lo que propuso Donnellan. Si en Noche de reyes los personajes se trataban de "tu", en Tío Vania se reputeaban bien en porteño.

Al entrar a la sala, los actores ya están en escena, sentados, esperando que el público se acomode para comenzar la función. Uno hace un gesto, se acomoda, y continúan esperando. Seguirán así aun cuando se apague la luz. De esta manera, el pasaje entre la espera previa y el comienzo de la obra resulta tan suave que más bien se trata de una continuidad. Algo que muchas veces se ha intentado y pocas veces vi que se resolviera tan bien. Esa espera marca de a minutos el paso del tiempo, lo vuelve tangible, lo materializa y resulta súmamente pertinente para la comprensión de la obra.

En el programa de mano se insiste mucho (demasiado) en determinados aspectos de la puesta: la disposición escénica y el casting de actores. El escenario se convirtió, por obra de Annette Kurz, en un salón de baile o mejor, en su negación. El enorme y despojado piso de madera tiene unas ondulaciones que lo vuelven una trampa (así nos lo quieren hacer creer) para los actores. Parece que si algo resulta difícil, eso es moverse en semejante superficie, ni hablar de intentar bailar. El otro aspecto fue contrastar visualmente a los personajes: eligieron actores mucho más viejos que lo estipulado por Chejov, salvo para el caso de Sonia, Elena y el doctor Astrov. Visiblemente reconocibles en su juventud, por eso mismo resultan más patéticos. Sin duda el director, Luk Perceval, saca mucho provecho de estas decisiones extremando los rasgos de todos los personajes. Vemos a Astrov siempre borracho, a Sonia luchando con sus represiones, a Vania más enojado con su ex cuñado que enamorado de Elena. Lo que en el texto sucede una noche de tormenta, en la puesta de Perceval se vuelve subjetivo cuando llueve torrencialmente sobre el escenario empapando a los actores. El gran acierto de la puesta es que logra trasmitir en todo momento esas pasiones desgarradoras que arrasan a estos seres y al mismo tiempo, toda su parálisis y mediocridad por no estar a la altura de lo que desean. Resulta patético ver a Vania gritar "me cagaron, se me pasó la vida y no hice nada con ella" y al mismo tiempo corretear a Elena y tratar de robarle un beso o tocarle el culo.

Tres maneras diferentes de volver sobre los clásicos, interesantes en sí mismas y más si consideramos el criterio de selección de los espectáculos a traer. Veremos qué nos trae dentro de dos años en la próxima edición del festival.

 

María Bayer

 

 

 
 
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Margen inferior: Francisco de Goya, El sí pronuncian y la mano Alargan al primero que llega (detalle).