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Teatro en Buenos Aires

Simples transposiciones

María Bayer

 

 

 

El cine nos tiene acostumbrados a adaptaciones de novelas y clásicos de la literatura. A nadie sorprende que el bravo Aquiles sea tan buenmozo como Brad Pitt o que Uma Thurman acompañe con la cara sucia a Liam Neeson en Los Miserables de Víctor Hugo. De Homero a J.K. Rowling, pasando por Tolkien, Zolá o Isabel Allende, ninguno escapa al interés de Hollywood. No faltan entusiastas y detractores acérrimos de estas producciones. Por otra parte, se suele decir que en teatro funciona mejor trabajar con cuentos y relatos, más breves, más concisos y por eso mismo, más adaptables.

En este momento, están en cartel tres obras inspiradas en novelas: La Pornografía, de Gonzalo Martínez, basada en la obra de Witold Gombrowicz; Terapia, con dramaturgia y dirección de Gabriela Izcovich, es la adaptación de la novela homónima del inglés David Lodge; por último, el clásico de Gustave Flaubert, Madame Bovary fue llevado al escenario por Ana María Bovo. Los textos fuente difieren muchísimo en temática, época y estilo, lo que los une es haber sufrido la aplicación de un mismo procedimiento: haber pasado de la lectura al escenario.

Es casi un lugar común acompañar a “transposición” del adjetivo “simple”, supongo que porque es una operación entendida casi siempre como empobrecedora. Sin embargo, si se lo piensa más detenidamente, es un procedimiento extremadamente complejo. Basta preguntarle si no a Oscar Steimberg quien se dedica a estudiar en profundidad estos temas. ¿Qué fue lo que hizo el teatro con estas novelas? ¿Qué cosas privilegió el dramaturgo en el cambio de soporte?

Comencemos con La Pornografía. Para realizar este espectáculo, Gonzalo Martínez trabajó sobre el texto de Witold Gombrowicz, La seducción. La búsqueda formal se orientó hacia un aspecto de la obra del escritor: su interés por el absurdo. Se privilegiaron las acciones por sobre las palabras y por eso, hay muy poco diálogo en toda la obra. Es curioso que Martínez haya elegido esta línea tan “beckettiana” para la experimentación formal, cuando el mismo Gombrowicz en Testamento expresa su desprecio por las obras aburridas. A nivel de la trama, se cuenta la historia de un regreso al hogar cargado de intriga y misterio. Martínez entiende que Gombrowicz consideraba a la infancia como un momento privilegiado en la vida y que necesariamente debía ser custodiado. La obra se estrenó en el Centro Cultural Ricardo Rojas pero luego pasó al Espacio Callejón, donde está cumpliendo su segunda temporada. Desde la dirección, se buscó cierta neutralidad en la actuación, opción no siempre acertada, ya que por momentos bloquea la posibilidad de trasmitir expresivamente algo al espectador. Así, el espectáculo se vuelve solemne, moroso y carente de humor. Por eso, cuando se logra imponer lo lúdico entre los personajes (por ejemplo, la competencia por los “árboles”), la obra se vuelve más interesante y atractiva.

Directamente del siglo XIX parecen llegar las voces que recrean la desdichada historia de Emma Bovary. La obra comienza cuando siete mujeres se juntan para ensayar fragmentos de la ópera Lucía de Lamermoor. La adaptación y dirección estuvo a cargo de Ana María Bovo, una conocida narradora oral, que en la concepción de la puesta hace pesar toda su experiencia en la materia. Este es su primer trabajo como directora y contó con la ayuda de Gonzalo Córdova en el diseño del espacio escénico. Sutilmente se van recreando los pasajes más importantes en la vida de Emma. La escenografía es delicada y acompaña la puesta donde cada detalle cuenta. Las actuaciones están bien calibradas y cumplen acertadamente la tarea encomendada. Este espectáculo, que se estrenó el año pasado en el Centro Cultural de la Cooperación, resulta la combinación infalible de un texto clásico y prestigioso, un elenco donde se puede encontrar algún actor o actriz “famoso” (en este caso, Julieta Díaz) y una puesta en escena prolija y equilibrada. Es decir, un muy buen producto dentro del tipo de “teatro oficial”.

Por último, veamos qué sucede con Terapia. Gabriela Izcovich es una autoridad en la tarea de transponer novelas al teatro, sin embargo su target se centra en el tipo “escritor vivo-editorial Anagrama”. Textos que suelen contar la historia de personas con buen pasar económico atravesando graves crisis matrimoniales. Izcovich ya había tenido un éxito considerable con la adaptación de la novela de Hanif Kureishi Intimidad. Esta nueva propuesta, le valió el título de “fan profesional” cuando la crítica advirtió que la dramaturga, como parte de su trabajo de adaptación, se hacía amiga de los novelistas. En el caso de Terapia, logró que David Lodge fuera invitado por el British Council a participar de la Feria del Libro del año pasado y asistiera al estreno del espectáculo.

Terapia cuenta la historia de Tubby Passmore, un guionista de televisión que entra en crisis física y espiritualmente para luego superarla. En el escenario de La Carbonera, Tubby se transforma en “Lorenzo” (quien por cierto “efecto hollywood” resulta ser más flaco y menos neurótico que su versión en papel). La puesta diseñó espacialmente esa especie de via crucis, muerte y resurrección, sufrido por el protagonista. El texto fuente tiene un anclaje fuertemente textual: el protagonista es escritor y buena parte de la novela está compuesta por su trabajo. Creo que este aspecto dificultó la tarea de transposición a la escena, debiendo cortarse partes importantes del original y al mismo tiempo alargando mucho el tiempo de representación. La obra dura más de tres horas, acordemos que es un espectáculo largo. El elenco es parejo y dúctil a la hora de encarnar varios personajes cada uno. Los pasajes cómicos funcionan y están bien dosificados, muchos de ellos se encuentran en la representación de fragmentos del show que escribe el protagonista, que en vez de una sit-com, resulta ser una telenovela (algo más cercano a lo que produce nuestra televisión argentina). Terapia se puede ver los sábados a las 21 hs. en La Carbonera, Balcarce 998.



©María Bayer

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Margen inferior: Francisco de Goya, El sí pronuncian y la mano Alargan al primero que llega (detalle).