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Crónicas de Viaje/Folletín

Las cartas de Asia -5- (Parte final)

Rosario Hubert

(Ver también galería de imágenes: Las fotos de Asia)

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

Pasé estos últimos cuatro meses en Asia, recorriendo los escenarios más fascinantes, conociendo las formas de vida de las culturas de esa zona y aprendiendo, absorbiendo y asombrándome. Con la curiosidad más despierta que nunca intenté documentar todo lo que entraba por mis sentidos, desde el olor de una vereda meada en Tailandia hasta los ejercicios de meditación de un monje tibetano en los Himalayas. Estas crónicas son los mails que fui mandando a mis amigos, una ligera aproximación a la experiencia que viví, absolutamente imposible de ser expresada con palabras.

 

continua... (ver anteriores)

Lunes, 24 de Enero de 2005 10:45
DHARAMSALA

And now, to something completely different...

El cruce de China a Laos duró dos días y requirió siete bondis, un tractor y un tuc tuc. Una breve estadía en otra región de Indochina y otro dormibus para un más fugaz pasaje por Bangkok, y luego, un avión a Delhi.

Mi arribo en India no fue tan feliz, con una gastritis leve y algo deshidratada (Madre, resonaba en mi cabeza tu voz insistiendo: "Flash, estás agotada, tenés que descansar"), pero después de unos días de reposo en el Ringo Guest House (al lado de la agencia de viajes "Don't pass me by") y equipada con las nuevas adquisiciones de las surtidas librerías de Connaught Place (que indican los precios en libras) me fui mejorando y enseguida me encontré con las muchachas. Es emocionante volver a la rutina de viaje grupal y sobre todo, al castellano; mudo desde Hanoi.

De Delhi tengo instantáneas solamente dado que estuve casi de paso y, bife: tráfico, rickshaws, un subte en construcción y manadas de transeúntes. Clichées de India, por supuesto: un pop muy particular, vacas deambulando, gente que te para en la calle a conversar y residuos de arquitectura colonial very British. Impresiones de la sabrosa y super sazonada comida india: nada, por ahora sigo con una dieta de arroz blanco y plain roti.

Enseguida partimos a Dharamsala, un pueblo al norte en donde vive el Dalai Lama y en torno suyo, una comunidad gigante de refugiados del Tibet que se fue creando desde 1959, cuando el gobierno chino empezó a perseguir a los ciudadanos de esta provincia autónoma. Así que de nuevo me hallo entre monasterios lamaístas y carteles en este idioma de la familia del sánscrito, sombreros de piel y momos (una especie de ravioles hervidos al vapor), pero del otro lado de los Himalayas, donde hay mucha más libertad de expresión que en China. Se ve bastante actividad política relacionada con el tema: ubicuos carteles y figuritas de "Free Tibet" e infografias con la historia del "Tibet issue", además de ONGs y otros centros para salvaguardar los derechos humanos; lo primero que te cuentan los tibetanos es que en China no existen los DDHH (uno de los ingleses que laburaba en Shanghai nos había comentado que la página de Amnesty está bloqueada en todo China). No ahorran detalles en la narración de cómo cruzaron caminando las montañas para llegar acá y son más que honestos sobre su status: siempre aclaran qué generación de inmigrantes son. Quizás el hecho de que hablen inglés los hace más abiertos a los turistas y por eso es posible charlar sobre temas en general; estamos yendo a un instituto de idiomas a hacer horas de conversación y los interesados son todos tibetanos.

Fue muy simpático aterrizar acá justo en el clímax de la excitación general por la primera nevada en diez años; durante todo el trayecto hasta arriba del pueblo hubo que esquivar los proyectiles de nieve: no sólo bolas sino cascotes letales que caían desde las terrazas de las casas al son de las carcajadas de los francotiradores, risotadas que se desplazaban como un reguero de pólvora cuando con una ligera cara de misericordia se les imploraba "Hey, that hurts" mientras intentabas que el hielo que se filtraba por la ropa no se derritiera del todo.

Y si venía con la imagen de la India multicolor y calcinante, este encantador lugar me ha sorprendido con un escenario blanco y gélido. Nuestro plan original es seguir para Cachemira, pero parece que los caminos están bloqueados por la nieve. Así que veremos que sale. Shanti-shanti.

 

Jueves, 3 de febrero de 2005 3:58
TASHI JONG

Sigo entre tibetanos.

En total hay más de cien mil refugiados tibetanos en todo India, especialmente en esta zona donde vive el Dalai Lama, pero también varios al sur, en Varanasi y en Sikkim. Y a pesar de que el Estado indio es bastante tolerante con ellos, el mismo gobierno en el exilio de Tibet desalienta a sus ciudadanos de venirse: por un lado para que no muera la cultura con la colonización china (en julio de 2005 se va a terminar la vía férrea desde la ciudad china de Golmud a Lhasa que va a fomentar densas migraciones Han a esta provincia y va a facilitar la movilización de tropas) y también porque las instalaciones para socorrerlos no dan abasto. Además, está el tema de la ayuda internacional y que tan provechosa resulta para estas personas; vimos "Escape from Tibet", un documental (absolutamente sesgado por supuesto, pero ilustrativo de la postura tibetana) que explica cómo Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados les otorga una documentación que los reconoce como tales en base a una serie de criterios que ellos no comparten del todo. Este proceso tiene lugar en una oficina en Katmandú, en donde pueden conseguir un pasaje de bondi hasta Dharamsala (apenas entran en India van a ver al Dalai Lama) o ser deportados a su querencia, de donde huyeron caminando.

Tashi Jong es un monasterio tibetano a dos horas de Dharamsala que da albergue a los interesados en conocer la rutina de los monjes, participar de ella y aprender de los maestros que viven acá. Con mucha sorpresa descubrimos que hay varios argentinos, de modo que por primera vez en el viaje nadie parece sorprenderse de nuestra austral nacionalidad. Pero a pesar de la sensación de familiaridad que produce estar entre estos compatriotas, se siente una extrañeza por el campo semántico tan particular y ajeno que manejan: empezás charlando sobre las sierras de Córdoba y el dulce de leche y terminás escuchando sobre el dharma y el karma. Quizás es la pura ignorancia mía sobre la influencia del Budismo en Argentina lo que me hace ver esta combinación como una discordancia, pero parece que hay varios centros de practicas tibetanas en todo el país y que los lamas van seguido para allá a dar charlas. Este domingo salió una nota en Radar sobre un argentino que vino acá hace quince años y se enganchó bastante: es la historia de varios de los que están acá, si les interesa, pueden verlo en Internet.

Este monasterio es conocido porque acá vive una monja inglesa que se retiró a meditar a una cueva durante doce años y alcanzó la iluminación, después bajó y ahora se dedica a enseñar al resto (la versión budista del mito platónico de la caverna...). No me cierra del todo el tema de las jerarquías en esta institución: se conforman de acuerdo a méritos espirituales pero también resulta que un gran maestro se muere y aparece reencarnado en un chico de diez años, quien pasa a ser una referencia inmediatamente. Discúlpenme los que entienden algo de Budismo y noten errores garrafales en mis básicas interpretaciones, todo me resulta nuevo.

Y dado que mi esfuerzos por meditar tradicionalmente no dieron mucho fruto, opté por el camino del arte y me puse a intentar dibujar Thangka (http://pages.cthome.net/tibetanbuddhism/thangka_painting.htm), una técnica de iconografía budista que es también una forma de meditación. Es un trabajo de ilimitada paciencia y minúsculo detalle que si se toma en serio requiere de un entrenamiento de años en estrictas etapas. En Norbulingka, un instituto para la conservación de la cultura tibetana, pude charlar con varios estudiantes que me prestaron material y me tiraron papas para empezar con esquemas, así que ésta ha pasado a ser mi actividad diaria en este pacífico recinto. Hoy una de las argentinas me va a llevar a conocer al artista de Thangka del monasterio.

Pero a pesar de circular por este submundo del Tibet, no dejamos de estar en la India y toda su parafernalia. Ayer con Ale entramos en un casamiento donde nos quedamos horas bailando con toda la familia y comiendo un banquete con nuestra mano derecha sentadas en una ronda en piso. Estas fiestas duran tres o cuatro días, así que hoy volvemos porque van a estar vestidos de gala.

Este viaje es increíble.

Cheers.
Rosa

 

Viernes 25 de Febrero 2005 22:19
VARANASI

Después de Tashi Jong volvimos a Dharamsala para Losar, fiesta que concentra a tibetanos de todas partes de India alrededor del templo del Dalai Lama y los invita vestirse de gala (la lluvia torrencial y los charcos de barro no parecían disuadirlos de que circulen por la calle con sus mejores sedas y brocados). Esta fecha celebra el año nuevo según el calendario lunar, que clasifica los ciclos de manera parecida al gregoriano pero con un desfazaje de días; por eso, ante la pregunta por la edad en alguna charla con un tibetano, directamente decíamos en qué año habíamos nacido.

Costó bastante dejar ese lugar donde nos instalamos tantos días y asumimos una rutina casi como la de Ulfa, un fotógrafo sueco que vive ahí desde hace veinte anos y desde entonces se sienta a las cinco de la tarde en la misma mesa de Mc Llo, el único restaurante que no cierra antes de las nueve y de donde nos echaron en castellano para cerrar durante nuestras tres semanas ahí.

Un bondi de la muerte a Delhi: pobres amortiguaciones, frenos imaginarios y sobrecargado de equipaje malabarista. Las rutas indias son sin duda más parecidas a las de Camboya que a los gloriosos caminos chinos.

Se percibe una sensación permanente en este país de que está todo destartalado, de que las estructuras están flojas y que se pueden venir en banda en cualquier momento, pero en realidad no pasa nada de eso. La mugre, el tráfico extremo (los gigantes y herméticos colectivos y los rickshaws son las principales figuras en las hordas de vehículos), la vida en la calle (el concepto de intimidad es tan relativo... hay baños públicos sobre la vereda, sin paredes o nada) no frenan el armónico funcionamiento de la vida diaria. El otro día en Agra estaba sentada en la vereda tomando un chai (un delicioso té hervido con leche, jengibre, cardamomo y clavo) cuando de repente un cable de electricidad empezó a sacar chispas y se quemó hasta la mitad, después se soltó de la maraña y cayo en el medio de la calle. Los transeúntes se rieron durante dos minutos, lo esquivaron mientras ardía y todo siguió como si nada. O con respecto a los servicios: uno no esperaría mucho éxito al comprar un boleto de tren en una mesa de plástico con un cartel pintado a mano que dice "travel agency" afuera de un puestito de jugos, pero hete aquí que después de tantos "You don't worry madam, you can trust me, I can gurantee it" acompañado de un movimiento de cabeza de lado a lado, llegas a la estación y enconarás el Passenger Chart, una cartelera donde figura tu nombre, tu número de vagón y asiento. La cosa funciona.

Y todo se va armando sobre la marcha. Aunque diseñes un itinerario y te propongas visitar tales sitios, al final el día se va dibujando solo. Te puede pasar que te asomás en un negocio de instrumentos y el dueño te invita a entrar, entonces te sacás los zapatos y te sentás en el colchón que cubre todo el piso. Comentás las fotos que te muestra de su hermano, músico profesional y especialista en tabla que hace talleres en una universidad alemana y tocó en Glastonbury varias veces. Después pueden aparecer sus hijos con sus juguetes, sus cuadernos y sus mascotas; también es posible que venga la abuela (funk) que no habla inglés pero que se sienta en cuclillas y te da la mano a cada rato. Y si tu amiga José pega buena onda con la mujer de la casa, entonces no es raro que termine probándose su vestido de novia y maquillándose como una verdadera india. Te van a servir comida, te van a ofrecer chai y te van a pedir por favor, pero por favor "that if you have any problem in India madam, you call us and we help you".

En parte porque son unos comerciantes natos y en parte porque son simpáticos, los hombres acá se te acercan a conversar en cualquier momento (las mujeres no entran en confianza enseguida). De la nada te interrogan por tu familia, "How long in India?" y sobre tu profesión. Frenan en la calle y por ahí te miran durante un rato, comentan algo en hindi, sonríen y siguen caminando. Y si estás sentada pintando, se acomodan al lado, miran tu hoja y no te preguntan si dibujás, afirman "You're an artist", una sutileza semántica muy alentadora para nosotros, los aficionados.

Mi ultima parada en Bharat fue Varanasi (Benares o Kashi, same same).

Esta ciudad antiquísima es sagrada para los hindúes, parada obligada en las peregrinaciones por el Ganges y eje de vida de los locales. Durante todo el día los ghats sobre el río están poblados de bañistas, de lavanderas (que golpean las inmensas y coloridas telas contra el agua y luego despliegan en los escalones); de sadhus meditando y brahamanes dirigiendo pujas (de más está decir que hay vacas, puestitos de chai, merodeadores, turistas y curiosos). Pero sobre todo esta ciudad es el destino final de los moribundos que buscan purificar sus cuerpos. Antes de llegar al río, los cadáveres que vienen de todas partes del país se pasean en procesión envueltos en géneros colorados con aplicaciones de brillantes iguales a los saris de las novias por las calles. Cuando llegan a la orilla, son remojados y luego abrasados en fogatas, que dependiendo la casta del difunto son de madera cara o barata (es increíble la diferencia en los aromas). La gente que no puede pagar el viaje entonces hace mandar sus cenizas para que sean desparramadas en al agua, pero el ideal es la cremación.

Varanasi también se distingue por ser centro de música clásica (Ravi Shankar es oriundo de ahí por ejemplo), así que hay ashrams y escuelas repartidas en las miles y minis calles de la ciudad. Varias veces atendimos funciones de sitar, sarod, harmoniun y santoor, todos instrumentos de música clásica india.

Estos conciertos nocturnos en las terrazas mirando el río y los paseos en bote al amanecer son experiencias que... sin palabras.

Y con una ligera nostalgia emprendí la retirada, larga por cierto dado que mi vuelo barato de Bangladesh Airlines me sometió a una breve estadía en Dhaka (que resultó más que interesante, un viernes en la capital de un joven país musulman) y una espera de 24 horas en Kuala Lumpur, donde estoy ahora, tomando Nescafé.

Disculpen la verborragia, pero es el último mail y me entusiasmé un poco.

Nos vemos en breve.

Saludos
Mr. Teacher

 

Friday, February 25, 2005 8:29 PM

Padre, si salgo el 27 a primera hora (26 a la medianoche) y el avión tarda 22 horas, entonces llegaría el 27 a la noche, pero ¡Oh!, voy a tener un standby 12 horas de cambio de huso horario, entonces llego a las 14hs. de BA, que van a ser mis 2 de la mañana. Todo calza perfecto.

 

Snippets en el msn:

31 Oct 2004 10:31:45
Singapur esto es una masa, todos chinos, una ciudad requetecontra modernosa perfecta pulccra.

Sunday, 7 November, 2004 11:07:14
K Phi Phi, una isla de agua transparente, arena blanca, palmeras con cocos e insectos gigantes, tremendo. Instaladas en un bungalow au cote du mer, intis de los duenos thai, unos recien casados israelíes y un australiano que hace buceo. ah, y de un sueco!!! está lleno de escandinavos/ inexplicable felicidad, todo es nuevo, todo es distinto y todo es copado. estoy en mi salsa.

11-11-04
Acá en Bangkok el ruido, trafico, el olor a basura, los monjes caminando en patas por las calles sucias y embarradas y los gatos, gatos por todos lados


Fin

 

©Rosario Hubert

 

 
 
el interpretador acerca del autor
 

 

               

Rosario Hubert

Nació en 1981 en Bs. As. y sigue viviendo en la misma casa de siempre.

Estudia Letras, le gusta mirar mapas y comer helado de chocolate hasta que le duele la panza.

Publicaciones en el interpretador:

Número 12: marzo 2005 - Las cartas de Asia -1- (aguafuertes)

Número 13: abril 2005 - Las cartas de Asia -2- (aguafuertes)

Número 14: mayo 2005 - Las cartas de Asia -3- (aguafuertes)

Número 15: junio 2005 - Las cartas de Asia -4- (aguafuertes)

Número 15: junio 2005 - Las fotos de Asia (imagen)

   
   
   
   
   
 
 
 
Dirección y diseño: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: Inés de Mendonça, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse
Corrección: Sebastián Hernaiz
 
 
 
 

Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Rosario Hubert, Monjes (detalle)