el interpretador en discusi�n

Pensar las muertes de los tiempos del fusil
en tiempos de piquetes y cacerolas

Juan Pablo Lafosse

?La tortura es una an�cdota. Cualquiera es capaz de torturar en una situaci�n
extrema. Es una objeci�n pelotuda. Si ellos peleaban con el C�digo bajo el brazo,
como dec�a el general Corbeta, perd�an la guerra. Lo que no tiene perd�n es
asesinar a prisioneros inermes. Yo nos los perdon�.?
Rodolfo Galimberti

?La vieja generaci�n frustrada y aturdida de viejos libidinosos,
jinetes sin caballo, muertos de miedo, troskistas putos de mierda,
montoneros de la nada,
la caja craneana rellena de pasto pampeano,
la izquierda bien pensante,
soberbios y megal�manos
que se dejaron arrastrar por una pulsi�n de muerte her�ica,
la clase media con culpa,
vamos a hacer la revoluci�n con una guitarra,
con guano y esti�rcol,
o con El Capital en ediciones Claridad,
una lectura obsoleta, pero necesaria dijeron,
para hacer la revoluci�n lo mejor es la soberbia.
Y los reventaron a palos,
y los mataron como se mata a un insecto vidrioso con un diario enrollado,
y ahora se esconden o no hablan, y cuando hablan,
siguen pregonando el miedo y la muerte
y todas sus imposibilidades.?

Juan Terranova
El Ignorante

La lectura de la serie de textos aparecidos en la revista La intemperie que volvemos a publicar en este n�mero nos ha generado una serie de debates tanto dentro de el interpretador como a nivel individual. Quiz�s el primer problema que afrontamos tiene que ver con el lugar de enunciaci�n: �hasta qu� punto nosotros, pertenecientes a una generaci�n post-setentas, nosotros que no empu�amos un arma ni pertenecimos a ninguno de los bandos que se enfrentaron en nuestro pa�s disput�ndose el poder a trav�s de una guerra violenta que dej� miles de muertos, nosotros que no matamos ni fuimos c�mplices de quienes mataron, podemos opinar sobre lo ocurrido? �hasta qu� punto nuestra voz es v�lida para reflexionar sobre lo acontecido si no estuvimos ah�, si no fuimos atravesados por esa experiencia? Mi respuesta: nuestra opini�n es tanto o m�s v�lida para pensar desde este presente lo que pas� y para aproximarnos al legado irresoluto de ese proceso hist�rico. Nuestra ?carencia? es nuestra mejor herramienta: no estamos contaminados ni resentidos por la derrota, no tenemos cicatrices que coarten o delimiten nuestra visi�n, no debemos construir relatos para auto-justificarnos ni inventar respuestas para lavar culpas. Estamos atravesados por circunstancias hist�ricas muy diferentes: ellos fueron protagonistas en esa guerra, y nosotros, concebidos en el campo de batalla o en sus ruinas humeantes, somos sus hijos. Hijos que tenemos el derecho y la obligaci�n de hablar sobre los errores y aciertos de nuestros padres. Y debemos ser escuchados.

Desde esta distancia leo a Jouv� y no dejo de sentir lo mismo que Del Barco. Y es justamente eso, un sentimiento. En �l es un sentimiento de arrepentimiento, de culpa frente a las muertes provocadas por quienes compart�an sus ideales. En m� es una mezcla de asombro y horror. De incomprensi�n total ante un suceso absolutamente ajeno a mi existencia. Tomar un arma, apuntar, jalar el gatillo, MATAR a un enemigo o peor a�n, a un compa�ero quebrado. Me supera. No puedo sino recurrir, entonces, al intelecto. Convierto los hechos en datos e intento ubicarlos en una secuencia que me permita llegar a una respuesta aceptable. Pienso en las veces que me hice esta pregunta: si pudiera acabar con la vida de alguno de los hijos de puta responsables de este estado de las cosas, si supiera que mat�ndolo (cuesta utilizar el verbo asesinar) evitar�a la muerte de cientos o miles de personas, si tuviera la certeza de que esa muerte contribuir�a a la construcci�n de un mundo mejor ?�lo har�a? Pienso en el riojano o en el presidente yanqui de turno?.dudo.. y sin embargo en ese hipot�tico escenario no puedo hacerlo: el problema es irresoluble, ya que la certeza no existe. S�lo es posible intuir, especular sobre las posibles consecuencias de ese acto. Y al no tener certezas el riesgo a tomar es demasiado alto. Matar supone una condena sin retorno, sin posibilidad alguna de reparaci�n. Es cortar el h�lito de vida de un hombre por siempre jam�s. Todo tiene remedio, menos la muerte. Matar supone erigirse como juez, due�o de una verdad superior, due�o de certezas. Y esas certezas instituidas como ideales o cuestiones de fe han sido causa y origen de la mayor�a de los cr�menes de la humanidad: la Sho�, las incontables guerras santas, la guerra fr�a, la guerra sucia, ? la guerra en casi todas sus formas. Concuerdo con Del Barco: ?no existe ning�na "idea" o "ideal" que justifique la muerte de un hombre, ya sea del general Aramburu o de un simple polic�a.?

Sin embargo, en mi opini�n s� existe una causa que justifica la muerte del otro: la aut�ntica defensa propia. Ante una agresi�n que pone en serio riesgo nuestra vida o la de nuestros seres cercanos es leg�timo evitar esa muerte a costa de la muerte del agresor si esta es la �ltima y �nica alternativa. En esta perspectiva podr�a pensarse que ambos bandos actuaron en defensa propia, en defensa del pueblo unos, en defensa del pa�s, los otros. Y en la l�gica que los mov�a es incluso posible que la mayor parte de los protagonistas del enfrentamiento armado estuvieran convencidos que su causa era una causa justa. Sin embargo en el momento decisivo decidieron no respetar la vida: frente a m�ltiples alternativas posibles eligieron la muerte del adversario, atentaron contra el ?no matar�s?. No pretendo con esto poner en el mismo nivel a todos aquellos que fueron part�cipes de esta guerra. Ser�a rid�culo hacer el ejercicio de comparar al Che, por ejemplo, con Videla o Astiz, o incluso con Galimberti, Perd�a o Firmenich. Simplemente creo que una muerte evitable es una muerte innecesaria y que una muerte innecesaria es un error irreparable, haya sido quien haya sido el responsable.

Hasta aqu� estas palabras pueden parecer un alegato pacifista que propone el poner la otra mejilla al agresor. Nada m�s lejano a mi opini�n. La violencia es necesaria e inevitable en todo proceso de resistencia. No es posible mantener la calma mientras condenan a la mayor parte del mundo a la miseria, mientras se construye una sociedad cada d�a mas injusta y menos igualitaria, mientras se intensifica la explotaci�n y el abuso del hombre por el hombre. La lucha por la liberaci�n debe ser constante y feroz, pero debe tener ante todo un l�mite infranqueable: el respeto por la vida, por sobre cualquier otro valor humano.


Juan Pablo Lafosse
6 de junio de 2005

el interpretador acerca del autor

Juan Pablo Lafosse

Publicaciones en el interpretador:

N�mero 2: mayo 2004 - Sobre los medios, la clase media porte�a y los cabecitas negras (Art�culo en colaboraci�n con Marcela L�pez acerca de La cosa Blumberg)

N�mero 3: junio 2004 - Fracaso, espacio y tiempo en "Y retiemble en sus centros la tierra" de Gonzalo Celorio (ensayo)

N�mero 4: julio 2004 - "Loco af�n" de Pedro Lemebel: un grotesco desplazamiento del centro a la periferia (ensayo)

N�mero 6: septiembre 2004 - M�sica electr�nica (aguafuertes)

Direcci�n y dise�o: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: In�s de Mendon�a, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse
Control de calidad: Sebasti�n Hernaiz

Im�genes de ilustraci�n:

Margen inferior: Francisco de Goya, El invierno o La nevada (detalle).