Este foro no pasa de una exaltada y arbitraria recomendación de algunas películas tanto para involuntarios insomnes, como para quienes sólo buscan en la pantalla chica el preludio del sopor y la somnolencia del imaginario onírico en el que nos adentramos cada noche.
Desafiando las ínfulas del título de esta columna –mendaz como pocos– y sus vanos fastos, aquí se encontrarán recomendaciones que irán de lo camp o kitsch (la coca Sarli es una habitué pero también algún día aparecerán Ed Wood y Jorge Polaco), el cine “infantil” o la patriotera y oportunista reivindicación del nuevo cine nacional, a las altas cumbres de maestros de la talla de I. Bergman, A. Tarkovski u O. Wells, pasando por los clásicos del tiempo en el que Hollywood hacía que el latiguillo “industria de los sueños” fuera algo más que una torpe etiqueta, sin olvidar por cierto algo que podríamos llamar –como en el campo de la música algunos denominan world music– world movies, que incluiría a cineastas como Kiarostami o Tsai Ming Liang.
Dichas recomendaciones están dedicadas a aquellos que hacen justicia colgándose del cable –y por ende, no tienen cómo saber qué demonios se ofrece cuando se sientan frente a la tele–, a quienes pagando las excesivas tarifas se niegan a abonar unos pesos extras por la impresentable revista que se les entrega, y por último, a aquellos que, teniendo ese pasquín en sus manos –pero perteneciendo a esa vasta fauna de televidentes forjados a golpe de imbecilidad del peor cine de Hollywood; me refiero a quienes les resulta igual La dolce vita que la última de Matt Damon, o lo que es peor, la última de Mel Gibson, quien para colmo se cree director–, de vez en cuando perciben que deberían ver algo “como la gente”, pero no saben diferenciar los materiales nobles de los prescindibles y hasta despreciables.
Primera advertencia al lector. Trate de desconfiar de todolo que se recomienda en este foro. El ánimo de quien escribe, el sueño, la fiaca, la poca oferta de filmes de culto y la velocidad con la que se arma esta infamia pueden llevarlo a recomendarle tanto bodrios absolutos como a pasar por alto grandes perlas. Junto a obras de A. Hitchcock, F. Truffaut o S. Kubrik pueden aparecer películas tales como Y tu mamá también, El faro o películas de Palito Ortega, filmes impresentables para cualquier cinéfilo digno de ese presuntuoso mote.Por lo dicho, no sea ingenuo y sospeche de esta democrática lista.
Segunda advertencia al desconcertado lector. No son pocas las noches en las que, presos la abulia o el cansancio, corremos al televisor con el ánimo de encontrar algo que nos libere de ese estado autista en el que nos deja el día despiadado. Y reconozcámoslo, lo hacemos porque no tenemos a alguien que nos rescate y no nos queda otra, de lo contrario, ¿qué mierda estaríamos haciendo frente a la tele si tuviéramos a nuestro lado un cuerpo escultural que incita nuestros más bajos instintos o si tuviésemos una fortuna incalculable y todo el tiempo para derrocharla? Los que lo tienen –tanto una cosa como la otra– les aseguro, no miran películas de Bergman o de Fellini, si no pregúntenle a Pancho Dotto o al Sr. Constantini. Decía que prendemos el televisor un poco desesperados, leemos esta lamentable columna para orientarnos entre la maraña de imbecilidad televisiva y, descorazonados, nos encontramos con que los programadores de turno del cable decidieron proyectar cualquier cosa menos lo anunciado. Por ello –y atajándonos de injustificadas imprecaciones– la casa no se responsabiliza por los cambios en la programación de estos imberbes. En relación con dichos inconvenientes –y ante cualquier reclamo– antes de maldecir a este pobre cristiano que escribe, mejor robe la revista de su vecino o tírele unos mangos al portero para que se la deje primero a usted antes que al inmundo de al lado, apunte los números de teléfono correspondiente y rájele una puteada al Sr. Retro, Sr. Isat (con este último sea más amable porque últimamente el programador que está a sus servicios, en un acto que hace descreer de sus capacidades intelectuales y su sensibilidad, ha elogiado esta columna infame) y toda esa yunta.
Tercera y última advertencia al –ahora cansado– lector. Esta columna está hecha “a las apuradas”, en primer término, porque debo prepararla para cuando comienza el mes y quien aquí escribe recibe la revista el mismo día que Ud., cuando no después. Ergo, la hago “a los pedos”, matándome para que el muy señorito se siente el día 5, 6 ó 7 del mes y pueda saber qué corno mirar; y en segundo término, y no menos importante que lo anterior, a mí el Sr. interpretador.net, para quien trabajo, no me paga un mango por esta columna miserable –y bien que hace, pues no merece retribución alguna–, por ende, la hago “de onda” porque, la verdad sea dicha, me gano la vida como docente. En un maratónico y habitualmente nocturno rally escriturario que nunca excede las cinco horas de trabajo –a veces seis y hasta siete, cuando estoy muy entusiasmado con mis propias tonterías– y que no conlleva la consulta de ese degradado –para algunos mejorado– reemplazo de la Enciclopedia Británica borgeana que es Internet, la hago frente a mi computadora, unas veces con tres o cuatro mamantes, otras, con dos o tres libros de los que robo algunas ideas a gente que sabe y con ello, hacerles creer Uds., ¡oh, pobres ilusos!, que quien recomienda en este foro, sabe. Hechas estas salvedades, si encuentra algún error –a algún director se le adjudica una película que jamás realizó, un título está mal escrito debido a la dislexia de este marmota, etc.–, sepa disculpar a este servil amanuense amante del séptimo arte, la escritura “a lo Aira” tiene estos efectos colaterales, y hasta podríamos decir que los prohija.
Hernán Sassi
Antes de pasar a las sugerencias del mes, damos una recomendación que bien vale para cualquier fin de semana en el que no encontremos nada para ver por cable o en el que, encontrándolo y desatendiéndolo, prefiramos salir a pasear por para ver una buena película.
Brindando un servicio extra al pobre cinéfilo desamparado ante el basural, aprovechamos para recomendar el Cineclub Eco (Corrientes 4940, 2do. piso "E", Tel.: 4854-4126) en donde, por la módica suma de ocho manguitos (lamento decirles que la inflación también golpea a la cinefilia, hace unos meses eran cinco los manguitos; pero no importa, verá que no serán malgastados), Ud. podrá disfrutar tanto de grandes filmes como de la tertulia posterior en donde se desmenuza la película con altura.
En Contra la interpretación Susan Sontag se preguntaba –y respondía negativamente– si era necesario, hasta imperioso, que elijamos entre los Rolling Stones y Bach (entre paréntesis, maliciosa la Sontag, ¡eh!, mirá que poner frente a frente a tipos que no te saben tocar dos notas seguidas con un genio de la música como Bach; turrita la mechonuda). Desde aquí, recordando y retrucando con una impertinencia desfachatada a esta intelectual única, haremos una analogía brutal, así que no me la critique: si Ud. está entre el Blockbuster (que, como puede leerlo, lleva inscripta ya en su marca – precisamente en la última estancia de la marca comercial– la bosta que promueve) y un Cineclub, debe elegir. Sí, debe elegir. Pues elija este foro realmente acogedor atendido por una gente maravillosa que sabe de cine en serio. Este que escribe, si es que sabe algo de este arte magnífico, en gran medida se lo debe a los encantadores anfitriones de esta hogareña sala.
El ciclo de los viernes a las 21hs. estará dedicado a la célebre trilogía de K. Kieslowski. El viernes 9 proyectaron Bleu, mi preferida sólo porque es la más melancólica de las tres, el 16 darán Blanc, y el viernes 23, Rouge, si mal no recuerdo con Irene Jacob, la preciosura de La doble vida de Verónica, otra de sus maravillas. Recuerde que Rouge es bien importante y convendría verla. Es el cierre de la trilogía en el cual al salvar a sus creaturas de un naufragio este genio que se nos fue tan joven demuestra algo que ya sabíamos desde El decálogo, incluso antes, que este turrito con esa carita de nada es nada más ni nada menos que Dios.
El de los sábados a las 21hs. continúa el ciclo del mes pasado, el de Michael Haneke. El sábado 10 proyectarán El video de Benny, una peli dura pero para mí absolutamente pedorra (la vi hace mucho, ergo, seguro que estoy diciendo una boludez como casi siempre), el siguiente una película cuyo título promete: 71 fragmentos. Cronología del azar, y el sábado 24, Funny games.
Mientras que el ciclo de los domingos a las 20hs. se centrará en la obra del inigualable E. Rohmer, aquel de quien recomendábamos una película el mes pasado y por quien el mismo Alejandro Kaufman casi me decapita. ("Pendejo de mierda, yo dije que las películas de Rohmer eran poéticamente vigentes. Escuchame, ¿volves a decir que prefiero a Rohmer antes que a Godard y te cago a trompadas, entendiste?, me dijo por teléfono antes de cortar violentamente mientras se escuchaba de fondo la voz de Godard en Historie(s) du cinema.) A propósito, si quiere Ud. también cagarme a trompadas por algo que no le cayó bien de ésta o mi otra columna, aproveche y póngase en la cola. Venga el domingo al cineclub ya que ahí estaré viendo o volviendo a ver a mi preferido (y no el de Kaufmann) de la nueva ola francesa. Rosa y Luis, los anfitriones de Eco, el domingo 4 ya proyectaron La rodilla de Clara, el 11 proyectarán El amor después del mediodía, el 18 La buena boda, y por último, el 25, Paulina en la playa, ni por las tapas la mejor de Rohmer, pero lejos mi preferida.
DÍA CANAL HORA DIRECTOR/ PELÍCULA
Antes que nada, le aviso para que no me putee por la calle o mande mails pelotudos a la revista, como ha sucedido sin ir más lejos el mes pasado: dejando de lado alguna de Melville, Melinda y Melinda de Allen y otras tantas películas que ya he recomendado en esta misma columna tiempo atrás, no hay un joraca para ver este mes, ni una puta novedad que valga la pena destacar.
Queda avisado.
Lun 12 ISAT 22 T. Burton. EL GRAN PEZ. No pienso cortar y pegar. Vaya a Dos extraños amantes y lea por qué debe ver si o sí esta película.
Mar 13 VOLVER 23,35 A. Carri. NO QUIERO VOLVER A CASA. Primer largo de la joven directora de Los rubios, ese excelente documental que parte aguas en la relectura de la última dictadura, y directora también de Geminis, película con la que confirmó su solidez como narradora.
Mie 14 EUROPA 00:00 L. V. Trier. DOGVILLE. Como hiciera en Bailarina en la oscuridad y como haría en Manderlay, Trier sigue torturando en sus filmes a mujeres desdichadas que soportan un destino trágico. Bueno, digamos que en el plano de la realidad no hace otra cosa. Si no pregúntenle a las actrices que han trabajado bajo su tutela, Bjork y a la ex de Cruise, por ejemplo. Ellas han terminado su labor con ganas de arrojarse a las primeras vías de tren a la vista.
Escapando de unos gangsters la pobre Kidman llega a un pueblito de yankilandia en busca de refugio. El pueblo en un principio será un lugar acogedor, para ella, un vergel, pero luego se transformará en un infierno peor que una cárcel. A pesar de que aquí la cámara tiene movimientos bruscos como en algunas del "dogma", en Dogville Lars dejó de obnubilarse con pelotudeces que se resumen en "¡ah, hagámonos los locos filmando sin luz artificial y sin música incidental!, ¡oh!, ¡qué locos somos!" y seriamente montó un set preparado en detalle para la sesión tortura de Nicole, que usado brechtianamente, nos distancia de sus pesares y nos permite ver las cosas con más juicio. Ah, Lars, ¿después del dogma del orto te diste cuenta de que el artificio sirve para algo, cabezón? Bueno, más vale tarde que nunca.
Manderlay, la segunda de esta trilogía americana que se estrenó no hace tanto y recomiendo con mucho entusiasmo, es también una joya. Trier sigue torturándonos con buen cine. Ah, y también sigue torturando a una pelirrojita hermosa que aunque muestre piadosas intenciones frente a un grupete de esclavos del Sur de EEUU y quiera educarlos en las bondades de la democracia americana, lo que realmente quiere es darse una buena revolcada con ese negro torneado que, apareciéndosele entre sueños cual Morfeo, no la deja dormir todas las noches y la lleva a toquetearse como loca.
Mie 14 ISAT 23 J. Nossiter. MONDOVINO. Según me han contado –porque se estrenó en el Cosmos hace unos meses y la verdad es que me deprime un poco el Cosmos, de modo que no la vi–, éste es un muy buen documental sobre el impacto de la globalización en la artesanal producción viñetera... ¿francesa?, ¿argentina?, ¿tártara?, ¿sudafricana?; bueno, de por ahí, poco importa de todos modos viviendo como vivimos en este "mundo sin centro" donde todo está afectado por la globalización.
Juev 15 CCA 22 A. Amenábar. MAR ADENTRO. Javier Barden está estupendo en este papel en el que encarna a un tipo que lo único que pide es que lo dejen morir. Pero digamos algo y seamos duros si hay que serlo. El pobre Unamuno, escribiendo a lo loco tanto sobre el sentimiento trágico de la vida e insistiendo con que vivamos la vida loca, que garchemos a lo pavote porque "attenti que se nos viene la muerte" (Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Bs. As., Ediciones Hyspamérica, 1984, pág. 39), todos nosotros peleando cada día por alargar nuestra vida con gym, yoga, vida sana, en definitiva, tonificando nuestro cuerpo y alma al máximo; y este Bardem, de contrera nomás, lo único que quiere es morirse. Está bien que el tipo tiene algunos problemitas, pero, ¡ponele onda Barden! Peleala un poquito. Está bien que desde hace unos 28 años no te puedas ni mover para pelearla, pero escuchá a ese curita de cuarta que te viene a hablar en la peli y pensá que siempre está la fuerza del espíritu, que con ella no te podrás mover vos, pero podrás mover montañas y hasta volar, quién te dice.
Esta película es fuertísima, y a diferencia de la impresentable Mientras estés conmigo, reflexiona con hondura sobre la vida y la muerte. Teniendo en cuenta la envergadura de este filme y la baja calaña de mis comentarios, ¿no se dijo a sí mismo?: ¡Cuánta pelotudez junta! Ante este hecho, ¿se da cuenta de que cualquier idiota escribe en Internet? ¿Se da cuenta de por qué no tiene que leer un puto blog, ni visitar estas revistas de morondanga como ésta en la red, ni siquiera la wikipedia para fijarse quién es Iñarritu, quién Husserl o qué mierda es Lost? Hágase un favor, lea libros. En pocas palabras, no lea bancos de prueba, sino textos depurados por el tiempo, que según nuestro Tiresias de la literatura, es el mejor antólogo del mundo.
VIE 16 A & E 22 P. Greenaway. ESCRITO EN EL CUERPO. Tómese este comentario como una invectiva contra cierto cine contemporáneo. O mejor dicho, como una diatriba contra esa visión "video clip" de la historia y de la cultura que campea en ciertas películas.
Este filme del director de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante es un excelente ejemplo de lo que el cine posmoderno hace con ese templo de la cultura que es la tradición: la canibaliza. Más que basada, inspirada en un texto del Oriente antiguo como es El libro de la almohada de Sei Shonagon, cuenta la historia de una grafómana que desea continuar con la tradición de su padre y para ello exige que sus amantes escriban en su cuerpo con ideogramas, en latín, idish, inglés, etc. En una primera parte, llena de los artificios a los que nos tiene acostumbrado por estos años el director de El Vientre del arquitecto, la película es un deslumbrante exponente del video-arte que recorre desde la música clásica de Oriente, los haikus, los relatos míticos orientales o el mismísimo Shakespeare hasta la música atonal, los desfiles de moda y el video clip de nuestro siglo pasado. Como en sus últimas realizaciones, y como en The tempest y Dante de los ´90, aquí Greenaway "abre ventanas" subdividiendo la pantalla en cuatro y seis partes o sobreimprimiendo imágenes para que el espectador, ante esa catarata, clickee lenguajes: la imagen digital, el fílmico en blanco y negro o color –con todas las gamas y texturas habidas y por haber–, la pintura y los ideogramas.
No es azaroso que el coprotagonista de Escrito en el cuerpo sea el mismo de Molin rouge, estandarte del cine posmo si los hay, que en su cocktelera –así como Escrito abarcaba todo lo que nombramos- incluye, entre otras cosas, la novela realista, la pintura de T. Loutrec, Madonna y The Police. Para que quede claro. Aquí todo pierde su densidad y trascendencia convirtiéndose en un pastiche, "el" formato paradigmático del posmodernismo según F. Jameson, que se regodea en un juego narcisista y anodino que todo lo banaliza. Y ojo que toda esta mescolanza puede ser entretenidísma como algunos minutos de este filme, los primeros, y como Romeo y Julieta y Molin rouge de B. Luhrzman.
No hace mucho tiempo P. Greenaway, provocador y "visionario", haciéndose pasar por Godard por un segundo, o mejor dicho, tan sólo alelado por las nuevas tecnologías, decía que el cine aún no había nacido. Ante ejemplos como Escrito en el cuerpo y 8 y ½ mujeres, no así ante El cocinero... o El vientre..., obras maravillosas, mejor que así sea. Que no nazca aún. Que no se apure. Nosotros esperaremos por las noches, en este caso, leyendo el libro de Shonagon, ese conjunto de impresiones, meros apuntes, relatos cortos y digresiones poéticas que ha sido editado en Argentina hace unos años por Adriana Hidalgo y es totalmente recomendable para noches aciagas en las que estamos peleados con el mundo.
Les transcribo algunos fragmentos a ver si los tiento para compararlo. Digan si no tenía una sensibilidad única esta nipona.
-
- En primavera, el amanecer.
En primavera, el amanecer. Cuando al insinuarse la luz sobre las colinas, los contornos se tiñen de un pálido rojo y purpúreos jirones de nubes flotan sobre las cimas.
En verano, las noches. No sólo las de luna brillante sino también las oscuras, cuando las luciérnagas revolotean, y aun las de lluvia, tan bellas.
En otoño, el atardecer. Cuando el sol resplandeciente se hunde cerca de la ladera de las colinas y los cuervos cruzan el cielo en grupos de tres o cuatro o de a dos, de vuelta a sus nidos; o las garzas en bandada se dispersan en el cielo distante. Cuando se oculta el sol, el corazón se conmueve con el sonido del viento y el zumbido de los insectos.
En invierno, las mañanas. Por cierto bellas cuando ha caído nieve durante la noche, pero espléndidas también cuando el suelo está blanco por la escarcha; y, cuando no hay nieve ni escarcha y sólo hace mucho frío y las criadas corren de una habitación a otra atizando el fuego y cargando carbón, ¡qué bien se corresponde la escena con la índole de la estación! Pero al mediodía nadie se molesta por mantener los braseros encendidos y pronto sólo hay pilas de ceniza blanca.
5. Distintos modos de hablar.
El lenguaje del monje.
La conversación de los hombres. La charla de las mujeres.
Las personas vulgares siempre tienden a agregar sílabas innecesarias a sus palabras.
134. Las cartas son algo común.
Las cartas son algo común, y sin embargo ¡qué cosa tan espléndida! Cuando alguien se encuentra en una provincia lejana y estoy preocupada, y llega entonces una carta inesperadamente, me parece estar cara a cara frente al otro. Además, es un gran alivio haber expresado los sentimientos en una carta, aunque una sepa que aún ésta no ha llegado. Si las cartas no existieran, qué negra tristeza nos atenazaría. Si algo nos inquieta y queremos compartirlo con alguien, qué desahogo volcar todo en una carta. Todavía mayor es la alegría cuando la respuesta llega. En ese momento una carta parece el elixir de la vida.
Sei Shonagon, El libro de la almohada
VIE 16 AXN 22 B. De Palma. CARLITO´S WAY. Pacino vuelve a interpretar a un mafioso y lo hace tan bien como cuando estuvo bajo la mano del mismo director en la remake de Scarface, aquel peliculón de H. Hawks. En este filme, al gran Pacino sólo un actor le hace sombra –y mucha, pero mucha–, y es nada más ni nada menos que un argentino: el gordo Porcel. Sí, ¡aunque Ud. no lo crea! El gordo hace un bolo que es imperdible. Se come la película.
Bueno, ¡basta de chistes fáciles! La verdad, me cansé de mis propios chistes de iniciado. Le pregunto a Uds. que seguro son más inteligentes o cuanto menos no tienen la desverguenza de escribir sus tonterías en público: ¿cómo hago para salir de esta estupidez, de esta pendejada de hacer chistes pelotudos que me atrofió el cerebro? Si tiene la fórmula llame al 0-800-SASSI y sáqueme de mi propia imbecilidad. Los lectores de esta columna y yo mismo se lo agradeceremos.
SAB 17 RETRO 11 F. Lang. Dr. Mabuse. Mientras desayuna con las desabridas tostadas de siempre mírese esta película de Lang de los años 20 que si mal no recuerdo es de la época de la maravillosa Metrópolis y de Los Nibelungos del orto.
Sab 17 AXN 22,30 C. Nolan. MEMENTO. ¿Vio cuando Ud. le dice a su marido a su marido/esposa, hijo/a que tiene la cabeza en el culo porque se olvida todo? Bueno, no se queje. Todo puede ser peor. Al protagonista de esta película, un poco mamerto, se le olvida todo, pero todo, a los cinco minutos. Sí, borrón y cuenta nueva cada cinco minutos. La cuestión es que al tipo le violan y matan la esposa y está con esto del olvido casi instantáneo. ¿Qué se le ocurre? Pues lo que a cualquiera de nosotros se le hubiera ocurrido (¡?): tatuarse para recordar más fácilmente cada indicio que lo lleve al asesino. Habiendo tomado nota en su piel como en el anotador de la heladera, el muy salame –de caligrafía pésima, por cierto– termina todo tatuado sin entender qué demonios había escrito en su propio cuerpo. Bue, un pelotudo sin redención. Eso sí, muy lindo el pibe, pero no tan lindo como la protagonista, la Trinity de Matrix, una flaquita deliciosa.
Ojo, la peli está bárbara, bueno, bárbara, bárbara, no, pongámosle un "muy bueno", y somos generosos. El director, por más que cuente esta historia en forma de puzzle, no es Resnais. Pero la peli –y el apócope no es gratuito– está para ver, y además para grabar y ver nuevamente, de lo contrario no va a entender un joraca.
DOM 18 ISAT 22 L. Clark. KIDS. Toda la autocrítica que gracias a la supina ignorancia que caracteriza al yankee promedio no podrá nunca hacer él por sí mismo y que tampoco verá en los amnióticos y sedantes medios de comunicación de su tierra, fue llevada a cabo –aunque Ud. no lo crea– por el cine de la industria de Hollywood y hoy lo es por el cine independiente de aquellos lares, que en estos últimos años viene mostrando un nivel dignísimo. Esta es una muestra de ello. Un retrato crudo de una adolescencia totalmente sacada que muestra que en aquella sociedad el único problema no es un barbudo escondido en los montes del cercano Oriente.
Entre paréntesis, y seré políticamente incorrecto pero hay que decirlo: cuán diferentes son estos pibes reventados a los eternos abúlicos retratados por nuestro cine independiente, que, luego de 345.987 películas sobre el mismo tema y con ese mismo medio tono de siempre, ya cansaron un poquito.
Aprovecho entonces la ocasión para recomendar Ana y los otros de Celina Murga, una versión de los jóvenes bien distinta de esta que reprobamos. Para más información sobre ella puede visitar la columna Dos extraños amantes en esta misma revista.
LUN 19 TNT 00:45 H. Babenco. CARANDIRU. Como ustedes ya saben, Zeus era un calavera, un putañero de aquellos. Según nos muestran todas sus aventuras, no dejaba títere con cabeza. Se volteaba todos los muñecos. Sí, todos los muñecos. ¿O acaso no se lo llevó al Olimpo al lindito de Ganímedes para tenerlo como copero de los dioses y solazarse con su belleza? Y hasta en otra de sus andanzas se convirtió en lluvia de oro para atravesar unos barrotes y así poder acometer a un bomboncito que le era esquivo. Bueno, como en nuestro mundo, tan parecido al de los dioses griegos, cuando allá se mandaban una macana, tronaba el escarmiento.
Pues una vez Zeus se volteó a la persona menos indicada. Esa vez no lo correteó el padre de la pobre muchacha que tuvo que someterse a la lujuria de este barbudo viejo verde como había ocurrido en otra oportunidad (entre parénesis, escena digna de verse ésa, ¡eh!, al propio dios del Olimpo corriendo cual coyote para que no lo amasije el padre de una pendejita linda), sino que sufrió una condena ignominiosa, algo que ningún hombre quisiera sufrir. ¿A qué lo condenó la hincha pelotas de la esposa? A que si se encontraba encamado con otra, justo en el momento cúlmine de la pasión amorosa –¡justo en ese momento!– le salieran unos bicharracos feos de su propio cuerpo. El pobre padeció esto un tiempo, y como Dios de los dioses que era, pasada la purga por sus andanzas, después se desquitó garchando a lo loco, cosa que sigue haciendo hasta hoy allá en el Olimpo.
Todo este prolegómeno para contarle que yo, siendo un humilde mortal, el peor de ellos, sufro de algo parecido a lo que padeció el pobre Zeus, y en mi caso encima desconozco quién y por qué me engualichó. Pero la diferencia es que a mí me salen bichos sólo cuando escucho hablar en portugués. En serio. No puedo escuchar el portugués, sea hablado, cantado, susurrado, estando yo sobrio, en pedo o medio dormido. Lo detesto de una manera totalmente irracional. Cada vez que escucho el idioma portugués vaya a saber por qué empiezo con náuseas, mareos, vómitos y, si estoy con una mina, vienen esos bichitos de merda a hacerme la vida imposible. ¡Así no se puede, viejo! Imaginen. Todas las cieguitas que me traigo a mi casa, no sé por qué –será por una maldición también–, para amenizar un momento íntimo se les ocurre poner al meloso de Caetano Veloso. No les explico cómo termina mi fiesta: la mina a los gritos, yo con los bicharracos encima, los canas que llamó la vecina, la vecina chismosa, la pizza de los canas. En fin, todo bien patético.
¿Para qué le cuento esto? Para disculparme porque no le puedo hacer ni un mínimo comentario sobre esta película que Babenco filmara hace unos años en Brasil porque, como Ud. bien puede sospechar, en ella los morochos hablan en portugués, y estando anoticiado de mi maldición, no quise repetir los papelones a los que me someto de manera privada en el ámbito público, en Village o cosa parecida, de modo que no vi esta película ni pienso verla ¡bajo ningún punto de vista! Quizá, como hago cuando leo a la gran Lispector, Guimaraes y Machado de Asis, apelo a las traducciones y pongo el Sap.
Por suerte Babenco ahora filmó en Argentina y con todas las líneas de diálogo en castellano. Así que voy a poder ver tranquilo su película. A propósito, como tantos que leímos esa novela que vaya a saber por qué (yo sé, le digo: por un genial agente literario y tres o cuatro amigotes de la crítica vernácula) se nos impuso como "la mejor novela de los últimos años", siendo que todo salame sabe que ese lugar lo ocupa y lo ocupará Donde yo no estaba de Marcelo Cohen, cuanto menos un escritor más versátil y dotado que Pauls; espero ansioso su adaptación de El pasado de Alan Pauls con nada más ni nada menos que Couceyro y Gael García Bernal en los protagónicos. Les aviso que, a menos que Babenco me tire unos mangos, yo no diré que su transposición de El pasado es "la mejor película de amor los últimos años", no por mala voluntad, sino porque ese lugar también ya está ocupado, en este caso por Ana y los otros de Celina Murga.
LUN 19 RETRO 22 j. P. Melville. CÍRUCLO ROJO. Esta película tampoco la vi, pero se trata de un thriller de uno de los mejores directores que ha dado el cine, uno de los mejores y menos reconocidos. El turro este filmó una película perfecta que le recomiendo sobremanera: El samurai, con el lindito de Delón, y otra no menos grosa sobre la resistencia francesa en la que actuaba un genial Lino Ventura que si mal no recuerdo se llamaba Tren de sombras. Vea esta y alquílese estas dos. Va a ver qué director de puta madre se estaba perdiendo.
MAR 20 A & E 22 Kubrick. EL RESPLANDOR. En una escena de El resplandor uno de los personajes dice: "los lugares son como las personas. Algunos resplandecen y otros no". En el caso de esta película, aquí todo resplandece. Y si tenemos en cuenta que se trata de una película de terror, podríamos pensar que justamente esto es una bendición. ¿Será menos aterradora entonces? No nos apresuremos. No todo es lo que parece. Esto es terror resplandeciente, a plena luz.
En El resplandor, transposición de la novela homónima de Stephen King, J. Nicholson encarna a un escritor que, habiendo conseguido empleo como guardián de un gran hotel que cierra en temporada baja, reemprende el trabajo de escritura en el que se deja llevar por la loca travesía de sus personajes y en ese irse, el tipo se va en serio –se va al carajo– y de buenas a primeras decide matar a su familia. Pero ojo, no se apresure nuevamente y le vaya encima a Nicholson. Aquí hay atenuantes porque, como en toda familia, no hay uno solo que está "tocado".
Primero, Jack tiene un pibe que desde muy chiquitín habla con un personaje inventado encarnado en su dedo índice, y el pibe, como todo infante, se cree en serio lo que le dice su personajito y dialoga a toda hora con él –ya no como todo infante– como si estuviera haciéndolo con un compañero del colegio. De modo que el quiquilín no es de fiar y no es menos peligroso que el padre. Si fuera mi hijo, yo no le dejaría un cuchillo a mano. Y segundo, tiene una mujer cuya fealdad es digna de catalogar como "almodovariana", y con eso somos demasiado benévolos y hasta le hacemos precio. Es más, ella nunca podría excusarse con algo de cinismo y autoconciencia diciendo: "No soy fea. Soy difícil de mirar". No. es directamente vomitiva la desgraciada. (Entre paréntesis les comento que en una entrevista que le hiciera hace poco con un amigo a Alberto Laiseca este último, amante de Stephen King y de esta versión de Kubrick, nos confesó que esta actriz, ¡le parecía hermosa! Sin palabras. Gustos son gustos, maestro Lai.) A tal punto es fea que al verla el cirujano plástico, lapidario, le diagnosticó: "no hay reconstrucción posible, la única alternativa es dinamitar su cara, Sra". Volviendo, ya sabemos lo que puede pasar si uno se despierta todos los santos días con semejante mamarracho a su lado. Uno se cansa y explota, che. ¡Ah!, ¿vio entonces los atenuantes? Ante estos miembros de la familia y semejante marco –un hotel inmenso abandonado y muchos días por delante –, uno lo comprende un poco más al pobre Jack, el potencial destripador.
Esta es una película de culto vaya a saber por qué. Que yo sepa El resplandor, una de sus últimas películas, no tiene ni por asomo la altura de The killing o La patrulla infernal, célebres filmes del mismo director; sin embargo, goza de igual reconocimiento. Que me disculpe don Kubrick, director que siempre recordaremos por los filmes mencionados, o por Lolita, ¡la cual se verá por única vez en cable este mes!, o Killers kiss, obras todas dignas de estar en el panteón de la cinefilia, pero yo me quedo con el capítulo de los Simpsons. En esta reescritura, como es de prever, el que se vuelve loco es Homero, y ¿saben por qué?, porque se queda sin cerveza y TV. ¡No te mueras nunca!... me sale Goering, pero me parece que ese es otro flaco, que este no es el creador de los Simpsons. ¿No era el que escuchaba la palabra "cultura" y llevaba la mano al ganso? Bueno, seas quien seas, ¡no te mueras nunca!
Antes de despedirnos justifiquemos nuestra elección. Para ello reparemos sólo en dos escenas. En un momento Kubrick hace un violento zoom sobre el chiquilín que si lo hacía Subiela, todos dirían ¡pero qué grasa!, ¡una mersada! Ergo, El resplandor no es una genialidad. Por ejemplo, a sus primeras películas no se les cae un plano, no hay ninguna decisión que no sea realmente justa, con todo lo que esto implica.
En otra escena la freak de la esposa pasea con su hijto por la amplia cocina y dice: "esta cocina es como un laberinto". ¡Kubrick, no somos imbéciles! Es obbbvio que la casa toda, inmensa como es y frente a ese magnífico laberinto que le pusiste, también hace las veces de laberinto. ¿Para qué subrayarlo? Quedaba claro con los planitos del parque y el magnífico recorrido que te mandás por el hotel.
Pero no es para tanto. No me haga caso. Véala igual. Recuerde que la peor obra de un genio es la mejor de un tarambana.
MIE 21 TNT 00:30 N. Moretti. LA HABITACIÓN DEL HIJO. Curso acelerado para el impresentable de Campanella, nuestro inefable director de El hijo de la novia y Luna de Avellaneda, en el que descubrirá –y nosotros descubriremos con él– cómo filmar un tema durísimo sin golpes bajos. Es una maravilla. ¿Cómo se filma la muerte de un hijo sin recurrir a lamentos lacrimógenos? Moretti, sin antecedentes en este rubro, lo logra con maestría. Esta es la película menos Moretti que filmó nunca, y para mí, la mejor de este tano adorable de quien siempre recuerdo una escena que poco tiene que ve con el tono grave de este filme. En uno de sus apuntes autobiográficos –sobre todo, eso son sus películas– lo vemos a este comunista irredento putear a Berlusconi frente al televisor y clamar a D´alema, el dirigente de izquierda, para que reaccione en el debate frente al capo mafioso de la derecha. Una escena memorable de Caro diario, si mal no recuerdo.
VIE 23 FOX 23 j. Schumacher. ENLACE MORTAL. Para demostrar que aquellos que miramos cine de autor podemos extraer cosillas de la basura, recomendamos esta película que, con ciertas salvedades, puede leérsela como algo más serio que un simplote thriller hollywoodense del director de Un día de furia, esa película en la que M. Douglas se volvía loco, entre otras cosas, porque llegaba 11,15 a un McDonald´s y sus serviles empleados no le querían dar el desayuno porque "no era el horario adecuado". ¿Se acuerdan? Bueno, ese mismo director ahora hace un thriller psicológico en el que un ubicuo D. Shutterland desenmascarará a un yuppi obligándolo a permanecer en una cabina telefónica durante todo el filme y a confesar sus pecados frente a una Manhattan convulsionada por este hecho. La película usa un recurso grasa por excelencia: el picture and picture, eso que el director de Hulk usa que da vergüenza ajena y que Greenaway usaba con su destreza habitual en The Tempest o en The pillow book. Lo único que tiene de bueno dicho procedimiento aquí es que el protagonista hablará por teléfono con muchas personas y todas aparecerán en una doble o triple pantalla, pero él, Shutterland, el más importante, el desalmado que lo extorsiona como un dios despiadado que obliga a la confesión –¿o acaso la cabina telefónica no funciona como confesionario?–, no aparecerá en pantalla nunca, sólo al final, presagiando un Enlace mortal II. Bueno, che, hay que seguir haciendo guita. Y más si Enlace mortal fue un éxito en todo el mundo y gastamos U$S 3,50 en hacerla.
SAB 24 VOLVER 22 P. Trapero. EL BONAERENSE. Luego de terminar Mundo grúa, su primer y celebrado filme, Pablo Trapero se metió con una parada difícil: cartografiar las miserias y virtudes de una policía que, haciendo gala de las primeras o de las segundas según el caso, era definida en términos tan encontrados como la "maldita policía" o "la mejor policía del mundo". Logró sortear la inexorable bajada de línea que imponía el tema apelando al bildungroman –ese formato que, con el Meister como mejor exponente, cuenta el aprendizaje de un personaje en el decurso de una obra–, narrando la historia de un pelandrún de baja extracción social que ingresa a dicha institución y termina bastante mal. La película, claro, es algo más que esto. Por algo la recomendamos.
En un número de El ojo mocho Horacio González, sin despeinarse –metafóricamente lo digo, este libre pensador que según dicen está cada vez más flaco, más bien consumido por sus obligaciones como Director de la Biblioteca Nacional, emulando un poco a Nietzsche, a Beethoven e incluso a Van Gogh, siempre anda con los pelos al viento como buen genio incomprendido que es–, luego de incluirla en la egregia prosapia del Martín fierro, la definía nada más ni nada menos que como un "ensayo crítico". Decía: "Sobre todo en algunas de las notables escenas entresacadas de una aguda observación de la vida popular. Ésta aparece como un ámbito de lealtades que conjugan saberes marginales, amores oscuros, amistades protectoras y crueldades homicidas". El ojo mocho Nro. 17, del verano del 2003.
SAB 24 TFZ 23 J. Coen. FARGO. Como los Taviani, los hermanitos estos son un fenómeno. Películas como Simplemente sangre, De paseo a la muerte, Barton Fink o El hombre que nunca estuvo dan cuenta de su especial manejo de los géneros. Fargo es un policial, pero como todo en su mundo, un inusual policial, con algo kafkiano como todo su cine.
DOM 25 ISAT 22 Johnny To. FULLTIME KILLER. Recomiendo esta película por mera intuición. Hasta ni sé si la vi. Es que los coreanitos, japonesitos y chinos, hasta que no lográs ver varias de sus pelis y los podés identificar por su estilo como es ya el caso de Kim Ki Duk, Tsai Ming Liang, Kioshi Kurosawa, Ho Siao Sien, Kung Fu Tze, Wong Kar Wai, Da Niel Link y otros tantos, te parecen todos iguales; como sus nombres, no diga que no. No sé. Mírela y después me cuenta.
Esta pelotudez decía el mes pasado, momento en el que realmente vi esta película. Es absolutamente recomendable. A la altura de Nowhere to hide y hasta de Old boy de Park Chan-Wook, que si no vio, debe ver sí o sí.
LUN 26 CCA 22 W. Allen. MELINDA Y MELINDA. Hace poco me encontraba yo en una situación de la que no podía desentrañar si ella era parte de una comedia o una tragedia. Temiendo que se tratara de esto último, me fui corriendo al video a alquilar algo que postergara la depresión que sobrevendría al anoticiarme de ello. Me traje Melinda y Melinda. Muy buena elección.
A diferencia de lo que ha expresado la mayoría de la crítica al momento de estreno de esta película, considero que Match point, el filme previo al último que en estos días se estrena en Argentina y posterior a Melinda, no es "la vuelta al mejor Allen", como la llamaron, sino que ésta ya se había producido un par de años antes, cuando filmó Melinda y Melinda. Ella es una película muy superior a lo último que venía haciendo, a la infumable Ladrones de medio pelo o la no menos bochornosa del escorpión de jade del orto, que como verá ni me acuerdo bien el nombre.
Si bien, como atinadamente me lo marcara una amiga dueña de una sensibilidad envidiablemente seductora, Match point es algo más que una película sobre un engaño amoroso, yo no dejo de verla como la reedición –de menor valor, por cierto, aunque excelente– de una de las mejores películas suyas, Crímenes y pecados, en donde también abordaba con gravedad la culpa y todo lo que somos capaces de hacer para tapar algún que otro "pequeño" error que cometemos en la vida, sea éste el asesinato de una vecina o de algún personaje que nos es indeseable. Pero Melinda y Melinda es algo más, es un filme que nos hace volver a repensar toda su obra y ver en ella cuánto de tragedia y de comedia había en todas y cada una de sus películas, tanto en los dramas más serios como en sus "bagatelas".
Antes de ir al grano, a Melinda y Melinda, demos una explicación absolutamente necesaria. La mayoría de los críticos había celebrado en demasía Match point no por su rigurosa puesta en escena, su guión irreprochable y alguna que otra sutileza cinematográfica, como aquella memorable escena que nos hace reflexionar en cuán poco depende nuestra vida de nuestras verdaderas intenciones y cuánto del azar, en la que vemos elevarse una pelota de tenis luego de golpear en la red y mientras esperamos que caiga de un lado o del otro del campo de juego escuchamos estas palabras: "El hombre que dijo que preferiría ser afortunado a ser bueno tenía un profundo entendimiento de la vida. Gran parte de lo que nos pasa no depende de nosotros y eso nos asusta. Depende de qué lado caiga la pelota, o ganas o pierdes". Esa escena y su complementaria del final eran las únicas cinematográficamente dignas de recordar. Entonces, digámoslo con todas las letras: los críticos habían glorificado Match point de jeropas nomás. Y la verdad, es atendible. Cómo retrata Allen a esta rubia angelical, y sobre todo en esta película demoníaca, es algo que sólo se compara con lo que hiciera Bertolucci con la pelirroja de Los soñadores, Noé con Mónica Belluci en Irreversible, Wells con Rita o el mismo Hitchkock con todas las rubiolas que dirigió y con las que se baboseó en forma. Pero permítanme decirles, ¡oh críticos libidinosos, entre los que me incluyo, por supuesto!, que si tanto se fijan en las minas, la protagonista de esta excelente ¿comedia o tragedia? es no menos deliciosa que la protagonista de Match point.
Como tantas veces en la obra de Allen, la acción se sitúa en Manhattan. En uno de los barsuchos del Soho encontramos, entre otros, a un par de tipos discutiendo sobre qué es más profundo, si la tragedia o la comedia. La cuestión es que para convencerlo el uno al otro, cada uno cuenta una historia, la misma, una con tintes dramáticos, otra, de gran comicidad.
No pocos pasajes de esta gran película nos recordarán a otra injustamente olvidada, me refiero a Poderosa Afrodita, un excelente filme donde se cruzaban y complementaban tan bien comedia y tragedia. En mi modesta opinión, en el caso de Melinda el balance no es tan perfecto. No es que la historia trágica sea menor, no tenga vuelo o que en ella veamos a un Allen menor –soberbios dramas como el citado Crímenes y pecados o Interiores, ese maravilloso homenaje a su amado Bergman, dan cuenta de sus dotes de gran creador de dramas humanos–, sino que en realidad donde reconocemos al mejor Allen es en la historia cómica, ahí verdaderamente sentimos su sello. Demos un ejemplo para demostrarlo.
Como en otras de sus películas donde Allen no actúa, también en Melinda tenemos a alguien que nos lo recuerda en cuerpo y alma y nos divierte como el propio Allen, casi como lo había hecho quien secundaba a Di Caprio en la incomprendida e injustamente denostada Celebrity. Aquí es un tal Hobie, quien, enamorado de Melinda y consumido por la culpa porque es un hombre casado, dice: "Sueño con besar a Melinda y luego me están juzgando en Nuremberg". Esta línea, encima dicha con mucho histrionismo, no puede ser sino de Allen, del Allen de los remates geniales de Lo que Ud. siempre quiso saber sobre sexo... o Bananas, o del neurótico obsesivo de Annie Hall y tantas otras. Si a esta personificación de Allen le sumamos gags de lo más graciosos y giros imprevistos en la trama, concluiremos que la historia cómica es por lejos mejor.
Dejando de lado mi opinión, la cual subestima la historia trágica por sobre la cómica, no olvidemos que Allen con Melinda y Melinda quiere demostrarnos que toda historia tiene una cuota de tragedia y de comedia, y que lo veamos así depende pura y exclusivamente de nosotros, de nuestra templanza y sentido del humor. Por sobre todo quiere convencernos de que la diferencia entre una y otra no es tan radical como creemos. Al respecto, una escena es elocuente. En ella encontramos a un pianista que al ver llorar a Melinda le pregunta: "¿Son lágrimas de tristeza o de alegría?". A lo que ella, con la sabiduría de toda mujer, responde: "¿Acaso no son las mismas?". A propósito, ¿no les pasó que al llorar de alegría, por ejemplo, por haber logrado algo importante o por hacer feliz a alguien que amamos, sienten una emoción tan conmovedora como la que sentimos cuando lloramos de angustia? Incluso cuando hacemos esto último, cuando lloramos sin consuelo por una pérdida irreparable o en el recuerdo tortuoso de esa misma pérdida, ¿no les pasó que se ponen a hipar como imbéciles, sintiéndose ridículos y si no se desarman de risa de sí mismos es nada más que por la gravedad de la situación? Ah, ¿no les pasó? Entonces consulten a su veterinario porque son unos animales.
Bueno, Allen nos hace ver que la diferencia entre comedia y tragedia no es tan tajante. Ahora bien, Ud. me dirá que es imposible ver los bolonquis de Edipo o de la pobre Antígona como parte de una comedia o las gastadas de Aristófanes al feito de Sócrates dentro de una tragedia. No lo niego. Aunque de lo que estoy seguro es de que el único que podría llevar a la pantalla algo así sería Allen. No hay duda de ello.
Para concluir recordemos que Allen en el fondo, y en esta película también, es un trágico, alguien que en todos sus filmes nos demuestra que nuestra vida está llena de sin sentido y que siempre estamos sujetos a un destino que no nos pertenece. Que nos haga reír con situaciones inverosímiles, remates únicos o con su paranoia y cinismo de siempre, no nos debe distraer del pulso trágico de toda su obra, de ese sentimiento trágico de la vida que está presente desde sus primeros filmes y que lo lleva a rodar casi una película por año.
Volviendo a mi propia historia, luego de ver la película y de escribir estas líneas, algo aprendí: que lo que vivo, eso que me llevó a alquilar la película, sea tragedia o comedia, es patético. Ahora bien, como Ud. bien sabe, siendo lo patético en su acepción clásica o moderna, según lo tomemos, parte de lo trágico o lo cómico, este nuevo conocimiento no me ayuda a sacarme esta duda existencial. Poco importa. Como siempre, el tiempo lo dirá.
MAR 27 TFZ 23 J. Coen. FARGO. Como los Taviani, los hermanitos estos son un fenómeno. Películas como Simplemente sangre, De paseo a la muerte, Barton Fink o El hombre que nunca estuvo dan cuenta de su especial manejo de los géneros. Fargo es un policial, pero como todo en su mundo, un inusual policial, con algo kafkiano como todo su cine.
VIE 30 A & E 00:00 P. Greenaway. ESCRITO EN EL CUERPO. Tómese este comentario como una invectiva contra cierto cine contemporáneo. O mejor dicho, como una diatriba contra esa visión "video clip" de la historia y de la cultura que campea en ciertas películas.
Este filme del director de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante es un excelente ejemplo de lo que el cine posmoderno hace con ese templo de la cultura que es la tradición: la canibaliza. Más que basada, inspirada en un texto del Oriente antiguo como es El libro de la almohada de Sei Shonagon, cuenta la historia de una grafómana que desea continuar con la tradición de su padre y para ello exige que sus amantes escriban en su cuerpo con ideogramas, en latín, idish, inglés, etc. En una primera parte, llena de los artificios a los que nos tiene acostumbrado por estos años el director de El Vientre del arquitecto, la película es un deslumbrante exponente del video-arte que recorre desde la música clásica de Oriente, los haikus, los relatos míticos orientales o el mismísimo Shakespeare hasta la música atonal, los desfiles de moda y el video clip de nuestro siglo pasado. Como en sus últimas realizaciones, y como en The tempest y Dante de los ´90, aquí Greenaway "abre ventanas" subdividiendo la pantalla en cuatro y seis partes o sobreimprimiendo imágenes para que el espectador, ante esa catarata, clickee lenguajes: la imagen digital, el fílmico en blanco y negro o color –con todas las gamas y texturas habidas y por haber–, la pintura y los ideogramas.
No es azaroso que el coprotagonista de Escrito en el cuerpo sea el mismo de Molin rouge, estandarte del cine posmo si los hay, que en su cocktelera –así como Escrito abarcaba todo lo que nombramos- incluye, entre otras cosas, la novela realista, la pintura de T. Loutrec, Madonna y The Police. Para que quede claro. Aquí todo pierde su densidad y trascendencia convirtiéndose en un pastiche, "el" formato paradigmático del posmodernismo según F. Jameson, que se regodea en un juego narcisista y anodino que todo lo banaliza. Y ojo que toda esta mescolanza puede ser entretenidísma como algunos minutos de este filme, los primeros, y como Romeo y Julieta y Molin rouge de B. Luhrzman.
No hace mucho tiempo P. Greenaway, provocador y "visionario", haciéndose pasar por Godard por un segundo, o mejor dicho, tan sólo alelado por las nuevas tecnologías, decía que el cine aún no había nacido. Ante ejemplos como Escrito en el cuerpo y 8 y ½ mujeres, no así ante El cocinero... o El vientre..., obras maravillosas, mejor que así sea. Que no nazca aún. Que no se apure. Nosotros esperaremos por las noches, en este caso, leyendo el libro de Shonagon, ese conjunto de impresiones, meros apuntes, relatos cortos y digresiones poéticas que ha sido editado en Argentina hace unos años por Adriana Hidalgo y es totalmente recomendable para noches aciagas en las que estamos peleados con el mundo.
Les transcribo algunos fragmentos a ver si los tiento para compararlo. Digan si no tenía una sensibilidad única esta nipona.
-
- En primavera, el amanecer.
En primavera, el amanecer. Cuando al insinuarse la luz sobre las colinas, los contornos se tiñen de un pálido rojo y purpúreos jirones de nubes flotan sobre las cimas.
En verano, las noches. No sólo las de luna brillante sino también las oscuras, cuando las luciérnagas revolotean, y aun las de lluvia, tan bellas.
En otoño, el atardecer. Cuando el sol resplandeciente se hunde cerca de la ladera de las colinas y los cuervos cruzan el cielo en grupos de tres o cuatro o de a dos, de vuelta a sus nidos; o las garzas en bandada se dispersan en el cielo distante. Cuando se oculta el sol, el corazón se conmueve con el sonido del viento y el zumbido de los insectos.
En invierno, las mañanas. Por cierto bellas cuando ha caído nieve durante la noche, pero espléndidas también cuando el suelo está blanco por la escarcha; y, cuando no hay nieve ni escarcha y sólo hace mucho frío y las criadas corren de una habitación a otra atizando el fuego y cargando carbón, ¡qué bien se corresponde la escena con la índole de la estación! Pero al mediodía nadie se molesta por mantener los braseros encendidos y pronto sólo hay pilas de ceniza blanca.
5. Distintos modos de hablar.
El lenguaje del monje.
La conversación de los hombres. La charla de las mujeres.
Las personas vulgares siempre tienden a agregar sílabas innecesarias a sus palabras.
134. Las cartas son algo común.
Las cartas son algo común, y sin embargo ¡qué cosa tan espléndida! Cuando alguien se encuentra en una provincia lejana y estoy preocupada, y llega entonces una carta inesperadamente, me parece estar cara a cara frente al otro. Además, es un gran alivio haber expresado los sentimientos en una carta, aunque una sepa que aún ésta no ha llegado. Si las cartas no existieran, qué negra tristeza nos atenazaría. Si algo nos inquieta y queremos compartirlo con alguien, qué desahogo volcar todo en una carta. Todavía mayor es la alegría cuando la respuesta llega. En ese momento una carta parece el elixir de la vida.
-
- Sei Shonagon, El libro de la almohada
VIE 30 VOLVER 00:00 R. Filipelli. EL AUSENTE. Hace unos días, junto con nuestro Macedonio Fernández, Diego Cousido, con Elsa Kalish y otro de los integrantes de elinterpretador, Juan Leotta, estábamos en casa probando una notebook. Macedonio, fanático de la obra de Fillipeli desde hace años –confirmando con ello que, a diferencia del autor de Adriana Buenos Aires y Museo de la novela de la Eterna, él, como Filipelli, es un snob–, sacó de su bolsito retro-fashion una película que admira a tal punto que siempre la lleva consigo, Retrato de Juan José Saer. En vano trató de convencernos de que se trataba de un soberbio documental y que las actuaciones de las representaciones de la obra de Juani que yo veía absolutamente de cuarta eran más bien de una marcación bressoniana envidiable. No nos convenció de eso y tampoco pudo torcer nuestra opinión sobre Filipelli. El director de El ausente, no jodamos, no es ni Hugo Santiago, ni el gran Favio, ni Martel o Alonso, es y será un tilingo de morondanga y nunca hizo ni hará ninguna película que vaya a quedar en la historia de nuestro cine.
Como verá no le recomiendo esta película. Para aburrirse, no se deje llevar por la tilinguería pseudointelectual, vuelva al populismo que tan bien le hace y le hizo al país (¿o acaso me va a negar que el peronismo es el único que sabe encaminar –más mal que bien, no lo niego– el destino de nuestra querida Nación?) y ponga Crónica TV. Siempre hay algo maravilloso para ver ahí, sea un titular del tipo "En Burzaco un cana mató a tres pibes" (sic.) o el célebre del obrero cuyo capataz lo encontró en pelotas laburando de traba en la ruta, o ya sean furcios desopilantes de los presentadores de noticias. Para demostrar que el gran García ofrece material de calidad, recordemos que sin ir más lejos hace poco dieron entero un recital de Las pelotas, una de las banda más sólidas de nuestro rock nacional.
VIE 30 A & E 22 S. Kubrick. LA NARANJA MECÁNICA. Aunque lo disimule tomando la leche con su pandilla de amigos –en una de las memorables escenas del comienzo de la película, reescrita por Kioshi Kurosawa en uno de sus últimos filmes, Bright future–, un joven es adicto a la violencia. Cae preso luego de cometer alguna que otra atrocidad y es sometido a un sistema de "purificación" del que, obviamente, no saldrá curado. Una magnífica alegoría de la sociedad contemporánea basada en la novela de A. Burgess, quien en su última versión le había agregado un último capítulo moralizante. Por suerte la edición de Minotauro que leímos todos aquellos que disfrutamos de este texto en castellano desatendió este agregado innecesario y bochornoso. En la versión de Kubrick, por supuesto, tampoco tenemos este posfacio que da vergüenza ajena.
En este filme, el más violento de Kubrick, reparen en un par de detalles: en el abismo entre adultos y jóvenes que aquí se representa, justamente en tiempos en los que los jóvenes querían cambiar el mundo y los viejos no tenían ganas de hacerle caso a ese grupo de hippies drogados que pintaban excelentes frases para señaladores como "seamos realistas, pidamos lo imposible", y también en el bigotito del carcelero que recibe al protagonista en la cárcel que es, centímetro más, centímetro menos, el bigotito de ese pintor de cuarta que gracias a fracasar en el campo de las artes plásticas terminó organizando la mayor matanza colectiva de la historia.
Agregado: al tipo lo torturan mientras le hacen ver de continuo escenas crudelísimas, poniéndole a todo lo que da a su compositor favorito (al de todo aquel que tenga algo de gusto musical, agrego): Beethoven. El método no funciona. Termina tirándose por la ventana. Ahora bien, nosotros, en otro sistema represivo un poco más sutil y no menos pernicioso, debemos padecer a toda hora cosas nefastas como el último tema de Calamaro, "Corazón en venta" –o como puta se llame esa bazofia con rimas de primer grado inferior– puesto que la pasan en el super coreanito, en el Shopping de las grandes ofertas, en la casa del vecino, etc. Pregunto, ¿terminaremos como Alex, el protagonista? Me temo que sí. Pero lo nuestro será peor porque lo haremos luego de estar hartos de basura y no llenos de belleza como Alex.
VIE 30 SPACE 22 W. Friedkin EL EXORCISTA. El gran Italo Calvino en su ensayo Por qué leer a los clásicos decía que cuando uno lee un clásico por primera vez ya lo conoce. Y esto es porque él ya pertenece a la memoria de la tribu. En el caso de El exorcista, ¿quién no escuchó hablar sobre esta película, la de Linda Blair contorneándose en la cama semoviente y vomitando Alba Latex verde? De modo que cuanto menos, por esta razón, el filme de Friedkin ya es un clásico. Pero mejor dejemos en paz a Calvino (que en paz descanse, sobre todo, por la trilogía Nuestros antepasados y por Si una noche de invierno un viajero, si no las leyó, péguese un tiro o consígalas, ¿qué espera?), seamos honestos a la verdad y digamos que El exorcista quedará en la historia del cine por su carácter revulsivo –más en ésta, la versión que contiene muchas escenas que no estaban en la del ´73- y por su herética iconografía que parece ideada por el turrito de Nietzsche, quien, dicho sea de paso, metió la cola ya que tiene uno de su prole en los créditos, un tal J. Nitzsche.
Basado en un best seller, a su vez tomado de un caso real, esta provocadora obra, centrándose en el caso de una adolescente poseída por el Diábolo, retrata la ancestral lucha entre el Bien y el Mal que viene reeditándose desde Caín y Abel o desde el muchacho Zoroastro y los ejércitos de la luz y de las tinieblas.
La escena inicial –que cobra sentido como en tantas otras películas al final del filme, así que aguante– nos sitúa en el norte de Irak, donde se asentaba la milenaria ciudad de Nínive. La cuestión es que, inmersos en medio de un esfuerzo arqueológico ciclópeo, encontramos a decenas y decenas de tipitos desenterrando ruinas del tiempo de los Asirios (pobres, hoy vemos vana tal empresa ya que en sólo unos decenios un tal Bush se encargará, más por ignorancia que por maldad, de destruir todo aquello con una prolijidad envidiable). En ese marco se encuentra un cura de ceño fruncido, el gran Max Von Sydow, que ve el desafío del eterno e ígneo villano del tridente en cada chirimbolo rescatado. El tipo no está loco, cuanto menos no por esto. Van a ver.
Dejamos el Cercano Oriente y nos instalamos en la anodina vida de una actriz que comparte algunos momentos con su hija, un angelito encantador. Al correr de las escenas la pendejita –Linda Blair, reconocidísima por ese papel- empieza a dejar su cándido semblante angelical para convertirse en una posesa de las más bravas. Es tan brava que la muy impúdica (que entre paréntesis se llama Regan, como el presidente, ¿ya Friedkin lo veía como un demonio?; capo, ¡y eso que no conociste a Bush!), luego de decirle todo tipo de barbaridades a cuanto macho se le cruzaba, llega al broche de oro ¡clavándose un crucifijo en la vagina! Por ello, ante tamañas escenas, yo advierto. Devotos, abstenerse. En este sentido, como vemos, por su violencia y por sus imágenes sacrílegas, la película bien puede catalogarse como una de las más herejes de la historia, y, en una fantasía contrafáctica, de haberse proyectado en el Medioevo, seguro que iba al Index de cabeza.
La madre, como cualquier mujer sensata, recurre en principio a la ciencia, encarnada en este caso por unos médicos que no dan pie con bola y, ante el desconcierto, el de los médicos por supuesto, éstos le recomiendan que recurra a algún sacerdote cristiano que cree en la sugestión de las palabras (sin saberlo el médico la estaba mandando a un analista, ¿no decía Freud que toda la confianza en la terapia y en la cura estaba en la sugestión por la palabra?) y que cura haciendo exorcismos como si estuviera en la época de Torquemada. Ahí va la pobre madre y cae con otro cura, éste más joven que el gran Max, que anda con algunas duditas de fe y un problema groso, se siente culpable porque su vieja murió en un sanatorio de mala muerte y él no pudo estar a su lado en aquel fatídico momento (conflicto con el cual, con dolor, me siento muy identificado ya que viví –y aún padezco- una situación similar). El curita joven tampoco puede atrapar al Luzbel escondido en el cuerpo de la ahora cada vez más monstruosa Linda Blair. Bueno, ¿y ahora?, ¿quién podrá ayudarnos? No, el Chapulín colorado, ni en pedo. Se caga todo ante Luzbelito, el demonio de Los redonditos de ricota, que es el mismo que está –y disculpen la expresión- "metido" en el cuerpito gentil de Linda, que a su vez, de linda a esta altura ya no le queda nada. Hay que llamar a alguien que sepa de demonios en serio, que no sea un sanatero ni un pelotudo como el Chapulín. Está bien que los dos visten de colorado, que quizá por esa nimia coincidencia se sienten a tomar unos drinks y a hablar sobre esto de estar siempre disfrazados por la vida, y en una de esas el diablo, medio en pedo, se olvida de que es diablo y deja en paz a la pobre chica. Pero no. Pues si se trata de luchar contra el Mal, ¡contra el Mal, la Hormagaaa Aaatómica! No, la Hormiga Atómica tampoco, esto es algo serio. Pero serio, serio. Una hormiguita de mierda ¿qué puede hacer? Entonces, como último recurso, ¿a quién pueden llamar sino a aquel que, desafiando al abominable Sr. Muerte con una partidita de ajedrez de morondanga en El séptimo sello de Bergman, gozándolo a más no poder, tirándole las piezas, chicaneándolo durante toda la película, logró cuanto menos postergar su propia muerte algunos días? Sí, a Max, a Super Max Von Sydow. Es lógico, si logró boludear a la Muerte en la peli de Bergman, ¿por qué no podría incluso vencer al demonio en ésta? Ahí llega Super Max, un poco demacrado, pero es Super Max, caracterizado en una de las últimas escenas como si fuera un detective de la serie negra; y agua bendita va, agua bendita viene, un salmódico recitado de la Biblia por aquí y otro por allí, objetos que vuelan por la habitación, levitación de por medio y el demonio... Ni en pedo les cuento la inesperada y deslumbrante secuencia final que bien vale la celebridad que tiene esta película. Hay que verla sí o sí. Vale la pena. Si no lo convencí con estas largas parrafadas, ¡váyase a cagar, quiere! O vaya a ver a Tinelli. Por más exorcismo que le hagamos, Ud. ya es irrecuperable.
Antes de despedirme de este comentario le aviso que esta es la versión común, la que vimos todos durante años, no la nuevita. Ni en pedo reescribía para esta ocasión lo que había escrito cuando se dio aquella con escenas inéditas. Así que olvídese de todos los comentarios que hice (si es que los hice, ya ni recuerdo) en referencia a las escenas nuevas, porque aquí no las va a encontrar. No sea ratón, alquílesela en el video, ¿quiere?
SAB 31 TNT 00:45 B. Stiller. ZOOLANDER. Esta es una muy buena comedia del cine norteamericano de estos últimos tiempos. Con Ben Stiller en el protagónico, quien junto con su coequiper en este filme y J. Black es uno de los grandes comediantes contemporáneos. Y no sea grasa, no me incluya a Jim Carrey, quien, como Franccela con Olmedo, se quiere parecer a J. Lewis, a ese genio que descubrieron los europeos antes que los propios americanos, y no le llega ni a los talones.
Aquí encontramos a Sitller caracterizando a un modelo en el pináculo de su carrera, quien, por su supina estupidez sólo es equiparable a Homero –el de los Simpsons por supuesto–, pero más que nada a la inefable Karina Olga Jelinek, será utilizado para matar al malvado de turno (es increíble, hasta en las comedias –y sin saberlo en lo más mínimo el director como suele ocurrir en estos casos– los yankis necesitan el malo de la película, muy malo por cierto, tan malvado como lo fuera Hussein o Bin Laden en la realidad). Zoolander es una ácida y absurda visión de la frivolidad propia del mundo de la moda, la cual es puesta en ridículo, eso sí, con total solemnidad. En ella encontramos un sinnúmero de parodias, entre las que se destacan la de Misión imposible, la de 2001 odisea del espacio, pero más que nada la de Rocky y Matrix, las cuales aparecen en un duelo de modelos memorable cuyo presentador y juez es nada más ni nada menos que el duque blanco, sí, alguien con verdadero estilo, quién va a ser, David Bowie.
Ya que esta película se cimenta sobre ese lugar común que ubica a los/las modelos como el gremio de los incultos mayores, el de las/los bobalicones eternos, vale la pena un mínimo comentario. Como muestra no ya de la injusticia nodal de este lugar común, sino más bien como ratificación del mismo, mencionemos la épica batalla cultural ganada por Iván de Pineda en el programa de la Su hace unos pocos años. En "El imbatible" Iván tuvo una performance envidiable y ganándole en la final al pelotudo de Leuco, antes que demostrar que las/los modelos son unos animales –él, ni más ni menos, viene a constituir la excepción de la regla–, también dejó en claro que los periodistas de hoy dan vergüenza ajena y bien deberían ponerse a leer un largo rato si es que quieren no mancillar el recuerdo de un Arlt, Walsh o Briante.
Hernán Sassi