Este foro no pasa de una exaltada y arbitraria recomendación de algunas películas tanto para involuntarios insomnes, como para quienes sólo buscan en la pantalla chica el preludio del sopor y la somnolencia del imaginario onírico en el que nos adentramos cada noche.
Desafiando las ínfulas del título de esta columna –mendaz como pocos– y sus vanos fastos, aquí se encontrarán recomendaciones que irán de lo camp o kitsch (la coca Sarli es una habitué pero también algún día aparecerán Ed Wood y Jorge Polaco), el cine “infantil” o la patriotera y oportunista reivindicación del nuevo cine nacional, a las altas cumbres de maestros de la talla de I. Bergman, A. Tarkovski u O. Wells, pasando por los clásicos del tiempo en el que Hollywood hacía que el latiguillo “industria de los sueños” fuera algo más que una torpe etiqueta, sin olvidar por cierto algo que podríamos llamar –como en el campo de la música algunos denominan world music– world movies, que incluiría a cineastas como Kiarostami o Tsai Ming Liang.
Dichas recomendaciones están dedicadas a aquellos que hacen justicia colgándose del cable –y por ende, no tienen cómo saber qué demonios se ofrece cuando se sientan frente a la tele–, a quienes pagando las excesivas tarifas se niegan a abonar unos pesos extras por la impresentable revista que se les entrega, y por último, a aquellos que, teniendo ese pasquín en sus manos –pero perteneciendo a esa vasta fauna de televidentes forjados a golpe de imbecilidad del peor cine de Hollywood; me refiero a quienes les resulta igual La dolce vita que la última de Matt Damon, o lo que es peor, la última de Mel Gibson, quien para colmo se cree director–, de vez en cuando perciben que deberían ver algo “como la gente”, pero no saben diferenciar los materiales nobles de los prescindibles y hasta despreciables.
Primera advertencia al lector. Trate de desconfiar de todolo que se recomienda en este foro. El ánimo de quien escribe, el sueño, la fiaca, la poca oferta de filmes de culto y la velocidad con la que se arma esta infamia pueden llevarlo a recomendarle tanto bodrios absolutos como a pasar por alto grandes perlas. Junto a obras de A. Hitchcock, F. Truffaut o S. Kubrik pueden aparecer películas tales como Y tu mamá también, El faro o películas de Palito Ortega, filmes impresentables para cualquier cinéfilo digno de ese presuntuoso mote.Por lo dicho, no sea ingenuo y sospeche de esta democrática lista.
Segunda advertencia al desconcertado lector. No son pocas las noches en las que, presos la abulia o el cansancio, corremos al televisor con el ánimo de encontrar algo que nos libere de ese estado autista en el que nos deja el día despiadado. Y reconozcámoslo, lo hacemos porque no tenemos a alguien que nos rescate y no nos queda otra, de lo contrario, ¿qué mierda estaríamos haciendo frente a la tele si tuviéramos a nuestro lado un cuerpo escultural que incita nuestros más bajos instintos o si tuviésemos una fortuna incalculable y todo el tiempo para derrocharla? Los que lo tienen –tanto una cosa como la otra– les aseguro, no miran películas de Bergman o de Fellini, si no pregúntenle a Pancho Dotto o al Sr. Constantini. Decía que prendemos el televisor un poco desesperados, leemos esta lamentable columna para orientarnos entre la maraña de imbecilidad televisiva y, descorazonados, nos encontramos con que los programadores de turno del cable decidieron proyectar cualquier cosa menos lo anunciado. Por ello –y atajándonos de injustificadas imprecaciones– la casa no se responsabiliza por los cambios en la programación de estos imberbes. En relación con dichos inconvenientes –y ante cualquier reclamo– antes de maldecir a este pobre cristiano que escribe, mejor robe la revista de su vecino o tírele unos mangos al portero para que se la deje primero a usted antes que al inmundo de al lado, apunte los números de teléfono correspondiente y rájele una puteada al Sr. Retro, Sr. Isat (con este último sea más amable porque últimamente el programador que está a sus servicios, en un acto que hace descreer de sus capacidades intelectuales y su sensibilidad, ha elogiado esta columna infame) y toda esa yunta.
Tercera y última advertencia al –ahora cansado– lector. Esta columna está hecha “a las apuradas”, en primer término, porque debo prepararla para cuando comienza el mes y quien aquí escribe recibe la revista el mismo día que Ud., cuando no después. Ergo, la hago “a los pedos”, matándome para que el muy señorito se siente el día 5, 6 ó 7 del mes y pueda saber qué corno mirar; y en segundo término, y no menos importante que lo anterior, a mí el Sr. interpretador.net, para quien trabajo, no me paga un mango por esta columna miserable –y bien que hace, pues no merece retribución alguna–, por ende, la hago “de onda” porque, la verdad sea dicha, me gano la vida como docente. En un maratónico y habitualmente nocturno rally escriturario que nunca excede las cinco horas de trabajo –a veces seis y hasta siete, cuando estoy muy entusiasmado con mis propias tonterías– y que no conlleva la consulta de ese degradado –para algunos mejorado– reemplazo de la Enciclopedia Británica borgeana que es Internet, la hago frente a mi computadora, unas veces con tres o cuatro mamantes, otras, con dos o tres libros de los que robo algunas ideas a gente que sabe y con ello, hacerles creer Uds., ¡oh, pobres ilusos!, que quien recomienda en este foro, sabe. Hechas estas salvedades, si encuentra algún error –a algún director se le adjudica una película que jamás realizó, un título está mal escrito debido a la dislexia de este marmota, etc.–, sepa disculpar a este servil amanuense amante del séptimo arte, la escritura “a lo Aira” tiene estos efectos colaterales, y hasta podríamos decir que los prohija.
Hernán Sassi
Antes de pasar a las sugerencias del mes, damos una recomendación que bien vale para cualquier fin de semana en el que no encontremos nada para ver por cable o en el que, encontrándolo y desatendiéndolo, prefiramos salir a pasear por para ver una buena película.
Brindando un servicio extra al pobre cinéfilo desamparado ante el basural, aprovechamos para recomendar el Cineclub Eco (Corrientes 4940, 2do. piso “E”, Tel: 4854-4126) en donde, por la módica suma de siete manguitos (lamento decirles que la inflación también golpea a la cinefilia, hace unos meses eran cinco los manguitos; pero no importa, verá que no serán malgastados), Ud. podrá disfrutar tanto de grandes filmes como de la tertulia posterior en donde se desmenuza la película con altura.
En Contra la interpretación Susan Sontag se preguntaba –y respondía negativamente– si era necesario, hasta imperioso, que elijamos entre los Rolling Stones y Bach (entre paréntesis, maliciosa la Sontag, ¡eh!, mirá que poner frente a frente a tipos que no te saben tocar dos notas seguidas con un genio de la música como Bach; turrita la mechonuda). Desde aquí, recordando y retrucando con una impertinencia desfachatada a esta intelectual única, haremos una analogía brutal, así que no me la critique: si Ud. está entre el Blockbuster (que, como puede leerlo, lleva inscripta ya en su marca – precisamente en la última estancia de la marca comercial– la bosta que promueve) y un Cineclub, debe elegir. Sí, debe elegir. Pues elija este foro realmente acogedor atendido por una gente maravillosa que sabe de cine en serio. Este que escribe, si es que sabe algo de este arte magnífico, en gran medida se lo debe a los encantadores anfitriones de esta hogareña sala.
El ciclo de los sábados a las 21hs. estará dedicado a Roman Polanski. El sábado 13 proyectarán Cul de sac, el siguiente La danza de los vampiros, y el sábado 27, El inquilino.
Mientras que el ciclo de los domingos a las 19hs. se centrará en la obra de Bertnard Tarvernier. El domingo 14 proyectarán Un domingo en el campo, el 21 La vida y nada más y el 27, Todo comienza hoy, que si mal no recuerdo se dio hace unos años en uno de los Festivales de Cine Independiente de Buenos Aires, una excelente película por cierto.
Por último, pido disculpas a los seguidores de esta columna por mi ausencia del mes pasado, el único en el que les fallé a quienes siguen elinterpretador.net desde sus comienzos. Lo que sucedió es que me entusiasmé escribiendo “seriamente” sobre Stalker, la maravillosa película de Andrei Tarkovski, y la verdad es que no tenía ganas de descender de mis inteligentes reflexiones al fango al que los tengo acostumbrados con estos comentarios pedorros de Perlas en el fango. El mes próximo, en Dos extraños amantes, y cuando ya esté bien pulido el asunto, daré a conocer algunos pasajes de este largo ensayo para que no me vengan con reclamos.
DÍA CANAL HORA DIRECTOR/ PELÍCULA
Lun 8 VOLVER 22 D.Tinayre. LA MARY. De las características encantadoras y encantatorias de esa preclara diva del espectáculo que es la “Su” Giménez, por sobre todas ellas se destaca su ingenuidad, cifrada en su espontánea y ahora clásica repregunta “¿un dinosaurio VIVO?”. Aquí la “Su” ya despuntaba como ingenua pertinaz frente a Carlos Monzón cuando, despistada y en “su” mundo, no sospechó que en plena filmación de una escena donde el morocho debía “demostrarle su estimación” (“¡con verosimilitud!, ¡que sea creíble, Carlos!”, le gritaba desaforado el “director”), el campeón mundial le apoyase el atributo que lo hacía un macho latino con todas las letras.
Hace poco escuché una anécdota que, aunque no opaque al campeón, cuanto menos lo pone en ridículo. La anécdota reza así. Cuenta la leyenda que un día estaba ese gran dandy-grasa que es Cacho Castaña, hoy, flamante hombre de familia, dale que dale con la Su en la mismísima casa de Monzón y Su. De repente, se escucha el ruido del motor de un auto: llega el campeón. Como Susana siempre estuvo forrada en guita, su casa era prácticamente una mansión, de modo que Cacho tuvo tiempo para calzarse el solcillonca de leopardo, saltar cual felino a la cochera y esconderse a las apuradas en el baúl de su propio auto, el cual era mirado por Monzón con suma desconfianza y lo hacía pensar y volar alto en cosas como: “ese auto no es mío ni de Su, ¿de quién podrá ser?”
Así escapó de la mano más pesada de aquel momento. ¡Eso es un gigoló! Aquel que arriesga hasta su vida por compartir un momento erótico con una mujer. Desde aquí, nuestra admiración al gran Cacho. Pero por hoy veamos al gran campeón en una actuación digna, no tan buena como la famosa y ya célebre de los ruleros multicolores con Favio en Soñar, soñar, pero respetable al fin.
Lun 8 FOX 23 C. Nolan. MEMENTO. ¿Vio cuando Ud. le dice a su marido a su marido/esposa, hijo/a que tiene la cabeza en el culo porque se olvida todo? Bueno, no se queje. Todo puede ser peor. Al mamerto protagonista de esta película se le olvida todo, pero todo, a los cinco minutos. Sí, borrón y cuenta nueva cada cinco minutos. La cuestión es que al tipo le violan y matan la esposa y está con esto del olvido casi instantáneo. ¿Qué se le ocurre? Pues lo que a cualquiera de nosotros se le hubiera ocurrido (¡?): tatuarse para recordar más fácilmente cada indicio que lo lleve al asesino. Habiendo tomado nota en su piel como en el anotador de la heladera, el muy salame –de caligrafía pésima, por cierto– termina todo tatuado sin entender qué demonios había escrito en su propio cuerpo. Un pelotudo. Eso sí, muy lindo el pibe, pero no tan lindo como la protagonista, la Trinity de Matrix, una flaquita deliciosa.
Ojo, la peli está bárbara, bueno, bárbara, bárbara, no, pongámosle un “muy bueno”, y somos generosos. El director, por más que cuente esta historia en forma de puzzle, no es Resnais. Pero la peli (y el apócope no es gratuito) está para ver, y además para grabar y ver nuevamente, de lo contrario no va a entender un joraca.
Mar 9 ISAT 23 L. Clark. BULLY. El director de Kids, excelente película que se emitirá en unos días, vuelve a retratar con crudeza la juventud norteamericana. “Fuertísima. Es más dura que Kids. Una patada en las bolas”, dijo, medio dormido, un poco embolado o hasta quizá drogado, Diego Cousido, nuestro Macedonio, un sabio del cine amigo de elinterpretador.net que por la misma fobia escrituraria que padecieron Sócrates, Cristo y Buda, desgraciadamente nos priva de su profundo conocimiento cinéfilo, o mejor dicho, nos lo regala sólo a los dichosos que podemos conversar con él solo cuando desciende de su montaña, como el Zarathustra nietzscheano.
Mie 10 RETRO 22 E. Kazan. NIDO DE RATAS. Entre estibadores neoyorkquinos M. Brando, joven y torneado como en Un tranvía llamado deseo, se involucra con una banda de mafiosos.
Juev 11 RETRO 22 Ch. Cabanne. LA MANO DE LA MOMIA. Sigue el ciclo Vade retro presentado por Alberto Laiseca. Si no le gusta el cine clase J, como llama el propio Lai –y sin mofarse, ni mucho menos– a estas perlas inhallables del cine, cuanto menos escuche la intro que hace este notable narrador que siempre cautiva con su relato oral, como lo hacía en el ciclo Cuentos de terror que se emitía por Isat hasta no hace mucho. Entre paréntesis, desde aquí le rajamos una merecida puteada al directivo que tuvo la desatinada idea de terminar con dicha emisión semanal, ya que el autor de La mujer en la muralla –su mejor novela, y no Los Sorias, como dice Piglia– con su histrionismo y locura calzaba perfecto con la onda cool que vienen dándole a la señal de un tiempo a esta parte. ¿No tienen asesores que los guían, che? Les recomiendo un crítico amigo que bien podría ayudarlos, Manuel Trancon, otro sabio como nuestro Macedonio precitado que también prefiere compartir su vasto conocimiento cinéfilo mayormente en la charla fraterna entre colegas y hasta con desconocidos y borrachos compañeros de copas antes que hacerlo en artículos de revistas especializadas, cosa que por otra parte lleva a cabo, ya que este muchacho de envidiable bonhomía y cinismo bien escondido publica de vez en cuando artículos nada más ni nada menos que en El amante, “la” revista de cine de la Argentina.
Sab 13 RETRO 10 J. Epstein. LA CAÍDA DE LA CASA USHER. Una de las películas más reconocidas de este director mágico –sí, mágico, aunque suene pelotudo (¿y qué espera de mí?, téngame paciencia, soy pelotudo, qué le voy a hacer), vea una de sus películas y se dará cuenta de que el calificativo “mágico” no es en vano–, de quien recuerdo con nostalgia otra joya de una poética única, La tempestad. Aquí hace una adaptación libre –como no podía ser de otra manera tratándose de un genio de su talla– del cuento del pirucho E. Poe.
Como lo hicieran Bresson o Tarkovki, este director de culto que veía al cine como una piedra filosofal “que posee el poder de innumerables transmutaciones” también dejó una semblanza escrita sobre el séptimo arte. Ahí está La esencia del cine como un legado no menos importante ni menos lírico que su obra cinematográfica. (Creo que además escribió otro broli que si mal no recuerdo se llama El cine del diablo, pero no estoy seguro, de modo que para no hacer papelones mayúsculos este comentario lo dejamos aquí, a la sombra de los paréntesis, siempre listos para encubrir toda información intrascendente y por ello prescindible.) De este libro extraigo un fragmento a ver si con él logro que prenda la tele el sábado en este horario inverosímil para el buen cine:
“Agrandado doscientas veces, ocupando toda la pantalla, nuestro propio ojo al mirarnos, nos provoca inquietud y malestar. ¿Quién es, luminosamente etéreo y saturado de cielo, ungido de humedad, surgido de los abismos marinos, este ser de un nuevo reino, este astro viviente, germen de reptil, molusco inteligente que agita su concha palpebral? Va y viene sobre sí mismo, dilata y contrae su iris y, en sus movimientos, es dable reconocer esa parte de voluntad que cada célula y cada órgano tiene de por sí y no es trasmitida por el organismo, que, al contrario, la recibe y se somete a ella. Frente a esta imagen, recordamos a los neurólogos que estiman que el cerebro no es el único órgano que piensa, si es que piensa; a los vitalistas que creían en un alma del ojo. ¿Alma? No existe aún una palabra que denomine esa secreta libertad, esa misteriosa conciencia, ese verdadero enigma que mora en un simple gran plano. […]
La visión cinematográfica nos permite percibir insospechadas profundidades feéricas en una naturaleza que, a fuerza de contemplar siempre con igual mirada, hemos acabado por agotar, por explicárnosla enteramente, para cesar inclusive de advertirla. Sacándonos de nuestra visión rutinaria, el cine enseña a sorprendernos nuevamente ante una realidad de la cual quizá nada ha sido aún comprendido, quizá nada sea comprensible.
Jean Epstein, La esencia del cine, Bs. As., Nueva Visión, 1957.
Dom 14hs (#) CIUDAD ABIERTA ESTUDIO CINE. Muy buen ciclo de extensas entrevistas (de una hora de duración, algo inhabitual en cable) con directores del nuevo cine argentino a cargo de Julio Fernández Baraibar. Luego de los muy buenos ciclos de entrevistas de María Pía López que disfrutamos por esta señal el año pasado y el precedente, realmente esto es de lo mejor que ha dado la nueva programación de Ciudad Abierta. Ya han pasado por aquí Gaggero, Rodrigo Moreno, Ulises Rossel y algún otro que se me escapa.
Refiriéndome a la misma señal, aprovecho para recomendar con el mismo énfasis –pero en un sentido bien distinto– el programa de Marina Mariash, El secreto. Es un ciclo de entrevistas a escritores argentinos que por lo que intenta ser y nunca logra –un encuentro furtivo y sugerente con un intelectual en el cual la entrevistadora trata de seducirlo con todas las armas que tiene, es decir, con miradas y preguntas de nenita tonta, para desacomodarlo, sacarlo de ese lugar acartonado y ensimismado en el que siempre están–, es una bizarreada muy grasa, para matarse de risa un buen rato.
Un ejemplo. Un momento único y que agradezco hasta con ternura porque me hizo reír como hacía mucho tiempo no me reía, es aquel en el que luego de que Santiago Vega – Washington Cucurto pacientemente se explayara sobre su emprendimiento editorial Eloísa cartonera y sobre las formas de edición alternativas o marginales, Mariash, refiriéndose al fuerte ímpetu desestabilizador del emprendimiento del autor de Cosa de negros, con lucidez y ojitos encendidos que decían ¡eureka!, sentenció: “¡anticapitalista!”. Sí, Marina, dejalo ahí, lo de Cucurto es anticapitalismo.
El problema del programa es que la entrevistadora logra instalarse en la banalidad, hasta ahí, bárbaro, pero no sabe qué hacer con ella, no sabe “sacarle el jugo” y entonces todo termina siendo patético. ¿Se entiende? Más de una vez terminé extrañando a la impresentable de Silvia Hopenhaim –o como se llame– con su programa El fantasma, un ciclo emitido años atrás por Canal a, creo, en el que se invitaba a un desconocido lector de la obra de un escritor y aquel le hacía preguntas sobre su vida y obra.
Que no se me malinterprete. La culpa no es del chancho. La responsable de este programa fallido no es Marina Mariash. Los únicos culpables son los productores que en vez de elegir a esta escritora, a mi modesto entender deberían haber convocado a Gabriela Bejerman (a quien no conozco, aclaro, más que por sus textos y alguna que otra lectura de cuento y/o poesía), una chica que da perfectamente con el perfil del programa que tenían pensado.
Hasta ahora conversaron con Marina Mariash, Fogwill, tirado en el jardín japonés haciendo el mismo papel de cínico con el que ya nos cansa desde hace más de veinte años, Sergio Bizzio, Arturo Carrera, Martín Kohan y el mencionado Washington Cucurto.
(#) Eso sí, chequeen bien día y horario en sus revistas o pregúntenle a algún astrólogo amigo que le consulte a los astros al respecto porque los señoritos de Ciudad abierta parece que están de vacaciones y por ello no contestan los e-mails en los que les pido información para brindarles a Uds. el horario exacto de estos programas.
Dom 14 TCM 22 J. Huston. EL HALCÓN MALTÉS. Adaptación de la novela de Hammet con Bogart en el papel de casi siempre, el de rudo medio mariconazo.
Dom 14 TCM 23,45 M. Curtis. CASABLANCA. Bueno, acá volvemos a verlo a H. Bogart en el mismo papel de duro mariconazo y además en una película que hizo historia. En Casablanca, junto al grone Sam que no para de tocar el piano y de chupar whisky tobara a lo pavote, Bogart se desarma como un adolescente al verla a ella, I. Bergman, la turrita que luego de decirle en París aquello de “el mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos” e inspirar sin saberlo el título de la última novela de Belgrano Rawson, luego de confiarle que habían pasado juntos los momentos más maravillosos de su vida, lo deja por un salame de cuarta. Desde aquí nuestros respetos al impertérrito Bogart, un perdedor de aquellos. Así da gusto ser un perdedor. No. Mejor dicho, nunca da gusto serlo. Principalmente porque nunca quedamos ni quedaremos como Bogart, en la pose del dandy que parecería hasta regodearse en el sufrimiento padecido. Nosotros sufrimos en serio y se nos nota, y cómo se nos nota.
Lun 15 ISAT 23,45 S. Kubrick. LA NARANJA MECÁNICA. Aunque lo disimule tomando la leche con su pandilla de amigos –en una de las memorables escenas del comienzo de la película, reescrita por Kioshi Kurosawa en uno de sus últimos filmes, Bright future–, un joven es adicto a la violencia. Cae preso luego de cometer alguna que otra atrocidad y es sometido a un sistema de “purificación” del que, obviamente, no saldrá curado. Una magnífica alegoría de la sociedad contemporánea basada en la novela de A. Burgess, quien en su última versión le había agregado un último capítulo moralizante. Por suerte la edición de Minotauro que leímos todos aquellos que disfrutamos de este texto en castellano desatendió este agregado innecesario y bochornoso. En la versión de Kubrick, por supuesto, tampoco tenemos este posfacio que da vergüenza ajena.
En este filme, el más violento de Kubrick, reparen en un par de detalles: en el abismo entre adultos y jóvenes que aquí se representa, justamente en tiempos en los que los jóvenes querían cambiar el mundo y los viejos no tenían ganas de hacerle caso a ese grupo de hippies drogados que pintaban excelentes frases para señaladores como “seamos realistas, pidamos lo imposible”, y también en el bigotito del carcelero que recibe al protagonista en la cárcel que es, centímetro más, centímetro menos, el bigotito de ese pintor de cuarta que gracias a fracasar en el campo de las artes plásticas terminó organizando la mayor matanza colectiva de la historia.
Agregado: al tipo lo torturan mientras le hacen ver de continuo escenas crudelísimas, poniéndole a todo lo que da a su compositor favorito (al de todo aquel que tenga algo de gusto musical, agrego): Beethoven. El método no funciona. Termina tirándose por la ventana. Ahora bien, nosotros, en otro sistema represivo un poco más sutil y no menos pernicioso, debemos padecer a toda hora cosas nefastas como el último tema de Calamaro, “Corazón en venta” –o como puta se llame esa bazofia con rimas de primer grado inferior– puesto que la pasan en el super coreanito, en el Shopping de las grandes ofertas, en la casa del vecino, etc. Pregunto, ¿terminaremos como Alex, el protagonista? Me temo que sí. Pero lo nuestro será peor porque lo haremos luego de estar hartos de basura y no llenos de belleza como Alex.
LUN 15 RETRO 23,55 R. Brooks. A SANGRE FRÍA. El año pasado vimos Capote, una película que registraba los largos años (6, que para el pobre Capote no pasaban más por una sencilla razón: ya estaba absolutamente embolado de esa historia truculenta) durante los cuales este deslumbrante escritor trabajaba con tesón en todo lo que luego veremos en A sangre fría, tanto en la novela como en este excelente filme de R. Brooks. Narrada con un clasicismo que recuerda las épocas de oro de Hollywood, esta película sigue al pie de la letra la narración de ese fiel discípulo de Henry James y amante de Proust –y discípulo también de éste, por esa musicalidad tan propia que caracteriza su prosa.
En breve se estrenará otra versión de Capote, sí, otra versión. La cuestión es que dos productoras se pusieron a filmar lo mismo más o menos en el mismo momento y aquella que tenía como protagonista al galardonado Philip Seymour Hoffman picó en punta, por eso la conocimos antes. Como era un papelón estrenar algo igual al unísono, recién este año conoceremos la otra versión, que creo que se llama Infamous, y por lo único que sé de ella es que al actor que interpreta a Capote le sale perfecto el tono entre gangoso y de pito que tenía aquel glamoroso e insoportable escritor.
Comentario al margen de las películas Capote y A sangre fría, que si no vio, debe verlas sí o sí, de modo que aproveche para ver esta que la tiene a mano. Cuando salió la novela, Capote dijo –y todos le creyeron y así quedó estigmatizado– que él había inventado un género nuevo: la non fiction o la narración literaria de hechos reales. Al respecto, valdría recordar –aunque duela hacer justicia y desbancar de ese demiúrgico olimpo al autor de Música para camaleones– que Operación masacre de R. Walsh, obra que retrata en forma literaria una “impostura” célebre perpetrada por los “democráticos” que venían a salvarnos del tiranuelo Perón, es bastante anterior a la novela de Capote.
Ahora bien, poco importa que el papá de la impresentable Walsh que hoy padecemos en la arena política haya creado la no ficción y que no haya sido Capote. Poco importa porque en realidad si nos ponemos finos, podríamos pensar que incluso E. Zola ya la había inventado. Después de todo, ¿qué hacía sino documentarse febrilmente para retratar con fidelidad científica en una narración literaria hechos de la realidad cotidiana de la Francia del siglo XIX? Y si seguimos tirando de la soga, nos podemos ir más atrás todavía y llegar hasta los viajeros escribas de todo tiempo y lugar, o hasta el mismo Herodoto que no hacía otra cosa que meta charlar y charlar y tomar mates con un siracusano o un tebano por aquí, un oriundo de Alejandría o Siracusa por allá, para luego escribir la que sería la primer obra histórica de Occidente, obra que no desdeña la literatura y sus recursos sino que se vale de ella como pocas. De modo que no rompan las pelotas con quién es el padre de la non fiction. ¿Quedó claro?
Decíamos, aunque con un remate demasiado acalorado, que poco importa que Capote no haya sido el pionero en este rubro. Y esto es porque Truman Capote es mucho más que un género –encima que un género bastardo en la literatura ligado al periodismo, que cada día que pasa está más lejos de la palabra literaria– y mucho más que una obra. Era un estilista único y escribía todo, pero todo –hasta las notitas que le dejaba a la infradotada de su hija–, de forma maravillosa. Dejando de lado A sangre fría, que en mi modesta opinión es una obra menor en comparación con otras de su cosecha, son deliciosas tanto las viñetas y retratos de Música para camaleones, los relatos de viaje de Color local ¡que escribió cuando tenía 20 años, la puta que lo parió! (¡y yo, y otros conmigo aunque de otra generación, como Claudio Zeiger o Marcelo Birmajer, que a mis 30 no puedo escribir algo como la gente!) como la inconclusa Plegarias atendidas, que según el propio Capote sería la versión contemporánea de En busca del tiempo perdido de Proust.
Seamos corteses y cerremos con sus palabras. Él decía de sí algo tan cierto como patético: “soy un alcohólico, soy drogadicto, soy homosexual... No habrá nadie como yo cuando me muera”. Y creo que como colofón hasta remataba con un “soy un genio”, pero ojo, no estoy seguro, y no pienso ir al sucio locutorio de estos coreanos del orto para chequearlo.
MAR 16 ISAT 22 A.G. Iñárritu. AMORES PERROS. Con sumo rigor, este vertiginoso filme cruza tres historias en un choque automovilístico. La primera de ellas, la mejor, tiene una potencia pocas veces vista (comentario pelotudo: las chicas no deberían perderse a Gael García Bernal, de soberbia actuación, por cierto). La segunda, una nimiedad absoluta. Insoportable. La tercera, buena, pero propia de un señor reaccionario, como lo es don Inárritu, ex-militante del PRI. Bueno, no es azaroso que hoy esté filmando en Hollywood, ¿no? Y ojo, 21 gramos, no le salió nada mal, a pesar de estar en Hollywood. Él es uno de los pocos ejemplos que puede hacer un cine “de autor” en la meca que, como decía Wenders, coloniza nuestro inconsciente desde hace décadas. 21 gramos también está para alquilársela este fin de semana. Se la recomiendo. Ah, este mes estrenan su última película, Babel, otra historieta coral y entreverada como las anteriores.
MAR 16 RETRO 22 S. Kubrick. EL RESPLANDOR. En una escena de El resplandor uno de los personajes dice: “los lugares son como las personas. Algunos resplandecen y otros no”. En el caso de esta película, aquí todo resplandece. Y si tenemos en cuenta que se trata de una película de terror, podríamos pensar que justamente esto es una bendición. ¿Será menos aterradora entonces? No nos apresuremos. No todo es lo que parece. Esto es terror resplandeciente, a plena luz.
En El resplandor, transposición de la novela homónima de Stephen King, J. Nicholson encarna a un escritor que, habiendo conseguido empleo como guardián de un gran hotel que cierra en temporada baja, reemprende el trabajo de escritura en el que se deja llevar por la loca travesía de sus personajes y en ese irse, el tipo se va en serio –se va al carajo– y de buenas a primeras decide matar a su familia. Pero ojo, no se apresure nuevamente y le vaya encima a Nicholson. Aquí hay atenuantes porque, como en toda familia, no hay uno solo que está “tocado”.
Primero, Jack tiene un pibe que desde muy chiquitín habla con un personaje inventado encarnado en su dedo índice, y el pibe, como todo infante, se cree en serio lo que le dice su personajito y dialoga a toda hora con él –ya no como todo infante– como si estuviera haciéndolo con un compañero del colegio. De modo que el quiquilín no es de fiar y no es menos peligroso que el padre. Si fuera mi hijo, yo no le dejaría un cuchillo a mano. Y segundo, tiene una mujer cuya fealdad es digna de catalogar como “almodovariana”, y con eso somos demasiado benévolos y hasta le hacemos precio. Es más, ella nunca podría excusarse con algo de cinismo y autoconciencia diciendo: “No soy fea. Soy difícil de mirar”. No. es directamente vomitiva la desgraciada. (Entre paréntesis les comento que en una entrevista que le hiciera hace poco con un amigo a Alberto Laiseca este último, amante de Stephen King y de esta versión de Kubrick, nos confesó que esta actriz, ¡le parecía hermosa! Sin palabras. Gustos son gustos, maestro Lai.) A tal punto es fea que al verla el cirujano plástico, lapidario, le diagnosticó: “no hay reconstrucción posible, la única alternativa es dinamitar su cara, Sra”. Volviendo, ya sabemos lo que puede pasar si uno se despierta todos los santos días con semejante mamarracho a su lado. Uno se cansa y explota, che. ¡Ah!, ¿vio entonces los atenuantes? Ante estos miembros de la familia y semejante marco –un hotel inmenso abandonado y muchos días por delante –, uno lo comprende un poco más al pobre Jack, el potencial destripador.
Esta es una película de culto vaya a saber por qué. Que yo sepa El resplandor, una de sus últimas películas, no tiene ni por asomo la altura de The killing o La patrulla infernal, célebres filmes del mismo director; sin embargo, goza de igual reconocimiento. Que me disculpe don Kubrick, director que siempre recordaremos por los filmes mencionados, o por Lolita, ¡la cual se verá por única vez en cable este mes!,o Killers kiss, obras todas dignas de estar en el panteón de la cinefilia, pero yo me quedo con el capítulo de los Simpsons. En esta reescritura, como es de prever, el que se vuelve loco es Homero, y ¿saben por qué?, porque se queda sin cerveza y TV. ¡No te mueras nunca!... me sale Goering, pero me parece que ese es otro flaco, que este no es el creador de los Simpsons. ¿No era el que escuchaba la palabra “cultura” y llevaba la mano a la cartuchera? Bueno, seas quien seas, ¡no te mueras nunca!
Antes de despedirnos justifiquemos nuestra elección. Para ello reparemos sólo en dos escenas. En un momento Kubrick hace un violento zoom sobre el chiquilín que si lo hacía Subiela, todos dirían ¡pero qué grasa!, ¡una mersada! Ergo, El resplandor no es una genialidad. Por ejemplo, a sus primeras películas no se les cae un plano, no hay ninguna decisión que no sea realmente justa, con todo lo que esto implica.
En otra escena la freak de la esposa pasea con su hijto por la amplia cocina y dice: “esta cocina es como un laberinto”. ¡Kubrick, no somos imbéciles! Es obbbvio que la casa toda, inmensa como es y frente a ese magnífico laberinto que le pusiste, también hace las veces de laberinto. ¿Para qué subrayarlo? Quedaba claro con los planitos del parque y el magnífico recorrido que te mandás por el hotel.
Pero no es para tanto. No me haga caso. Véala igual. Recuerde que la peor obra de un genio es la mejor de un tarambana.
MIE 17 RETRO 22 J. Ford. EL ÚLTIMO HURRA. Ford es un genio del cine. Siempre recuerdo La diligencia, Fuerte apache, aquella con Peter Lorre que es una gloria –¿El delator se llamaba, no?– y sobre todo una que a un especialista en Ford como es Manuel Trancon, le parecería una película menor: Qué verde era mi valle, una maravilla de una composición milimétrica como siempre en este maestro. No tengo la más pálida idea sobre la película que Retro presenta esta noche, seguramente en una copia excelente como siempre, pero tratándose de Ford, el buen cine está garantizado.
Juev 18 UNIVERSAL 22 R. Linklater. ESCUELA DE ROCK. Dedico este comentario a Mariano Rodríguez, un rockero de alma.
En El libro del desasosiego de Bernardo Soares –uno de los tantos heterónimos de Fernando Pessoa–, aquel melancólico poeta tenía estas palabras piadosas para con su jefe, el ya célebre patrón Vasques.
En los parágrafos 7 y 8 escribe:
“El patrón Vasques. Siento, muchas veces inexplicablemente, la hipnosis del patrón Vasques. ¿Qué es para mí ese hombre, salvo el obstáculo ocasional de ser el dueño de mis horas, durante un tiempo diurno de mi vida? [...] Esté donde esté, recordaré con nostalgia al patrón Vasques, a la oficina de la Calle de los Doradores, y la monotonía de la vida cotidiana será para mí como el recuerdo de los amores que no tuve o de los triunfos que no habrían de ser míos. [...] Creo que hay un símbolo. Creo o casi creo que en alguna parte, en una vida remota, ese hombre fue en mi vida algo más importante que lo que es hoy.
¡Ah, comprendo! El patrón Vasques es la Vida. La Vida, monótona y necesaria, dirigente y desconocida. Este hombre trivial representa la trivialidad de la vida. Él lo es todo para mí, por fuera, porque la Vida lo es todo para mí por fuera.
Y, si la oficina de la Calle de los Doradores representa para mí la Vida, este segundo piso mío, donde vivo, en la misma Calle de los Doradores, representa para mí el Arte. Sí, el Arte, que vive en la misma calle que la Vida, aunque en un sitio diferente, el Arte que alivia de la Vida sin aliviar de vivir, que es tan monótono como la misma Vida, pero sólo en un sitio diferente.”
Tratándose de una comedia que tiene al rock como protagonista, Ud. se preguntará por qué comienzo con estas palabras de tamaña galanura poética. Lo hago porque, a pesar de mi insistencia y luego de fatigar entre las páginas en esta grata relectura de este libro inagotable, no logro dar con algunas palabras que hoy rastreo en vano y que tanto tienen que ver con este filme. No importa. Nunca está de más rememorar otras del gran Pessoa, cuanto menos en la versión de Ángel Crespo. Más o menos recuerdo que en algún recodo de este libro, Soares decía:
“Todos tenemos patrón Vasques, visible para unos, invisible para otros”.
En el marco de este filme, esta sentencia pessoana será clave para comprender que el rock tiene menos que ver con una banda de drogados y alienados –que los hay como en todo ámbito de la cultura, ni más ni menos– que con verdaderos adalides en la lucha contra El demonio que nos gobierna, o dicho de otro modo, como reza en esta película, contra “El Hombre”, léase “El Jefe”.
Sí. Ya se dieron cuenta. Soy un rockero irredento y rockero en serio, no “a lo Irrokuptibles”. Si Padeletti decía que cuando escuchaba a Bach, recién ahí, estaba cierto de que Dios existe, yo soy de esos que agregaría al prolífico creador de los Conciertos brandemburgueses (¡compuso más de mil obras el muy animal!, ¡y encima todas geniales!) al inmortal Ozzy, a Zeppelin, a Hendrix, Purple, Floyd, Maiden o los Pistols. Sé que esto es una demasía. Pero bueno, che, Padeletti será todo lo genio que sea –tengamos presente, junto con Juanele era uno de los poetas preferidos de nuestro querido Juani Saer– pero exageró un poquito. ¿Por qué yo no puedo hacer lo propio tratándose de algo tan querido y loable como el rock? Veamos por qué puede ser loable esta música denostada y hasta sitiada por todos y cada uno de los padres del mundo.
Tratándose del director de las falsamente profundas Antes del amanecer y Después del amanecer (o del atardecer, poco importa y no pienso chequearlo; Ud. ya sabe a qué me refiero, y si no sabe, no se pierde nada), y anoticiados de que se trata de una comedia, uno puede sospechar que esta película será un mero divertimento con algún que otro recóndito momento de “profundidad”. Error. Es una maravilla. Una de las pocas películas que, trabajando con pre-adolescentes y con recursos nada arteros –sin caer en golpes bajos o escenas vergonzantes como algunas de Valentín o Kamchatka– demuestra cuál es el verdadero espíritu del rock.
Primero veamos “de qué va” la película (y a propósito, odio cuando los críticos de cine se refieren a un filme en estos términos; ¿por qué?, simplemente porque demuestran que la pobreza del lenguaje llegó también a una comarca –el antes ilustrado y pertrechado cenáculo crítico– que parecía resguardada de este flagelo): Un gordito gilún, apasionado del rock y guitarrista empedernido, es despedido al unísono de su banda –y con ello no sólo se queda afuera del grupo sino también de una competencia de bandas de rock– y ultimado a pagar el alquiler en breve. Se le ocurrirá hacerse pasar por su hermano, ex-rockero devenido insulso profesor de la elementary school, e ingresar como docente a un colegio. Allí “matará dos pájaros de un tiro”: se ganará los mangos que le salven la vida y formará una banda. No contemos más porque el final es delicioso. Esta es una de las pocas películas en las que vale la pena quedarse a disfrutar hasta el último de los créditos.
Como en toda gran obra la anécdota es lo de menos. Aquí Linklater, gracias a un guión perfecto –una verdadera pieza de relojería– y a un actor histriónico y genial en el protagónico como es J. Black, nos muestra el verdadero espíritu del rock, aquel fuego primigenio que algunos han perdido hoy día: la rebeldía.
Entre otras razones, bien vale ver Escuela de rock para darnos cuenta de que muchas más cosas de las que nos imaginamos pueden ingresar a los sacrosantos recintos del saber escolar (¡vean, paleolíticos directivos de colegio!), y tengámoslo en cuenta, no será en perjuicio de la educación sino en su provecho.
Para cerrar, recodemos siempre, rememorando bien las palabras de Bernardo Soares, bien esta película o bien tarareando alguna estrofa de rock, que “todos tenemos patrón Vasques, visible para uno, invisible para otros”. Y mantengamos siempre el rebelde espíritu rockero para sobreponernos a esa cruel verdad.
Como cantaba Dio, ex-cantante de Black Sabbath: ¡Long live rock´ n´ roll!
Juev 18 RETRO 22 H. Young. LA TUMBA DE LA MOMIA. Sigue el ciclo Vade retro presentado por Alberto Laiseca. Si no le gusta el cine clase J, como llama el propio Lai –y sin mofarse, ni mucho menos– a estas perlas inhallables del cine, cuanto menos escuche la intro que hace este notable narrador que siempre cautiva con su relato oral, como lo hacía en el ciclo Cuentos de terror que se emitía por Isat hasta no hace mucho. Entre paréntesis, desde aquí le rajamos una merecida puteada al directivo que tuvo la desatinada idea de terminar con dicha emisión semanal, ya que el autor de La mujer en la muralla –su mejor novela, y no Los Sorias, como dice Piglia– con su histrionismo y locura calzaba perfecto con la onda cool que vienen dándole a la señal de un tiempo a esta parte. ¿No tienen asesores que los guían, che? Les recomiendo un crítico amigo que bien podría ayudarlos, Manuel Trancon, otro sabio como nuestro Macedonio precitado que también prefiere compartir su vasto conocimiento cinéfilo mayormente en la charla fraterna entre colegas y hasta con desconocidos y borrachos compañeros de copas antes que hacerlo en artículos de revistas especializadas, cosa que por otra parte lleva a cabo, ya que este muchacho de envidiable bonhomía y cinismo bien escondido publica de vez en cuando artículos nada más ni nada menos que en El amante, “la” revista de cine de la Argentina.
Vie 19 ISAT 00,15 Darío Doria. GRISSINOPOLI. Documental argentino sobre una empresa recuperada. Ojo, quizá es un bodrio mayúsculo. La recomiendo porque el documental en estos últimos años es uno de los géneros más prolíficos e imaginativos del nuevo cine argentino. Para que vea que no le miento alquílense Los rubios, Trelew, Yo no sé qué me han hecho tus ojos, Balnearios, Opus o Bonanza–En vías de extinción.
Vie 19 RETRO 22 T. Guillam. LAS AVENTURAS DEL VARÓN MUNCHAUSEN. Delirio de un delirante, el director de Brazil, que por lo menos a mí, ya me hartó desde Pánico y locura en Las Vegas.
Sab 20 ISAT 22 Wachowski. SIN LÍMITES. Thriller con el que debutaron los hermanitos de Matrix.
Dom 14hs (#) CIUDAD ABIERTA ESTUDIO CINE. Muy buen ciclo de extensas entrevistas (de una hora de duración, algo inhabitual en cable) con directores del nuevo cine argentino a cargo de Julio Fernández Baraibar. Luego de los muy buenos ciclos de entrevistas de María Pía López que disfrutamos por esta señal el año pasado y el precedente, realmente esto es de lo mejor que ha dado la nueva programación de Ciudad Abierta. Ya han pasado por aquí Gaggero, Rodrigo Moreno, Ulises Rossel y algún otro que se me escapa.
Refiriéndome a la misma señal, aprovecho para recomendar con el mismo énfasis –pero en un sentido bien distinto– el programa de Marina Mariash, El secreto. Es un ciclo de entrevistas a escritores argentinos que por lo que intenta ser y nunca logra –un encuentro furtivo y sugerente con un intelectual en el cual la entrevistadora trata de seducirlo con todas las armas que tiene, es decir, con miradas y preguntas de nenita tonta, para desacomodarlo, sacarlo de ese lugar acartonado y ensimismado en el que siempre están–, es una bizarreada muy grasa, para matarse de risa un buen rato.
Un ejemplo. Un momento único y que agradezco hasta con ternura porque me hizo reír como hacía mucho tiempo no me reía, es aquel en el que luego de que Santiago Vega – Washington Cucurto pacientemente se explayara sobre su emprendimiento editorial Eloísa cartonera y sobre las formas de edición alternativas o marginales, Mariash, refiriéndose al fuerte ímpetu desestabilizador del emprendimiento del autor de Cosa de negros, con lucidez y ojitos encendidos que decían ¡eureka!, sentenció: “¡anticapitalista!”. Sí, Marina, dejalo ahí, lo de Cucurto es anticapitalismo.
El problema del programa es que la entrevistadora logra instalarse en la banalidad, hasta ahí, bárbaro, pero no sabe qué hacer con ella, no sabe “sacarle el jugo” y entonces todo termina siendo patético. ¿Se entiende? Más de una vez terminé extrañando a la impresentable de Silvia Hopenhaim –o como se llame– con su programa El fantasma, un ciclo emitido años atrás por Canal a, creo, en el que se invitaba a un desconocido lector de la obra de un escritor y aquel le hacía preguntas sobre su vida y obra.
Que no se me malinterprete. La culpa no es del chancho. La responsable de este programa fallido no es Marina Mariash. Los únicos culpables son los productores que en vez de elegir a esta escritora, a mi modesto entender deberían haber convocado a Gabriela Bejerman (a quien no conozco, aclaro, más que por sus textos y alguna que otra lectura de cuento y/o poesía), una chica que da perfectamente con el perfil del programa que tenían pensado.
Hasta ahora conversaron con Marina Mariash, Fogwill, tirado en el jardín japonés haciendo el mismo papel de cínico con el que ya nos cansa desde hace más de veinte años, Sergio Bizzio, Arturo Carrera, Martín Kohan y el mencionado Washington Cucurto.
(#) Eso sí, chequeen bien día y horario en sus revistas o pregúntenle a algún astrólogo amigo que le consulte a los astros al respecto porque los señoritos de Ciudad abierta parece que están de vacaciones y por ello no contestan los e-mails en los que les pido información para brindarles a Uds. el horario exacto de estos programas.
DOM 21 RETRO 22 J. Ford. EL ÚLTIMO HURRA. Ford es un genio del cine. Siempre recuerdo La diligencia, Fuerte apache, aquella con Peter Lorre que es una gloria –¿El delator se llamaba, no?– y sobre todo una que a un especialista en Ford como es Manuel Trancon, le parecería una película menor: Qué verde era mi valle, una maravilla de una composición milimétrica como siempre en este maestro. No tengo la más pálida idea sobre la película que Retro presenta esta noche, seguramente en una copia excelente como siempre, pero tratándose de Ford, el buen cine está garantizado.
DOM 21 ISAT 22 L. V. Trier. DOGVILLE. Como hiciera en Bailarina en la oscuridad y como haría en Manderlay, Trier sigue torturando en sus filmes a mujeres desdichadas que soportan un destino trágico. Bueno, digamos que en el plano de la realidad no hace otra cosa. Si no pregúntenle a las actrices que han trabajado bajo su tutela, Bjork y a la ex de Cruise, por ejemplo. Ellas han terminado su labor con ganas de arrojarse a las primeras vías de tren a la vista.
Escapando de unos gangsters la pobre Kidman llega a un pueblito de yankilandia en busca de refugio. El pueblo en un principio será un lugar acogedor, para ella, un vergel, pero luego se transformará en un infierno peor que una cárcel. A pesar de que aquí la cámara tiene movimientos bruscos como en algunas del “dogma”, en Dogville Lars dejó de obnubilarse con pelotudeces que se resumen en “¡ah, hagámonos los locos filmando sin luz artificial y sin música incidental!, ¡oh!, ¡qué locos somos!” y seriamente montó un set preparado en detalle para la sesión tortura de Nicole, que usado brechtianamente, nos distancia de sus pesares y nos permite ver las cosas con más juicio. Ah, Lars, ¿después del dogma del orto te diste cuenta de que el artificio sirve para algo, cabezón? Bueno, más vale tarde que nunca.
Manderlay, la segunda de esta trilogía americana que se estrenó hace poco y recomiendo con mucho entusiasmo, es también una joya. Trier sigue torturándonos con buen cine. Ah, y también sigue torturando a una pelirrojita hermosa que aunque muestre piadosas intenciones frente a un grupete de esclavos del Sur de EEUU y quiera educarlos en las bondades de la democracia americana, lo que realmente quiere es darse una buena revolcada con ese negro torneado que, apareciéndosele entre sueños cual Morfeo, no la deja dormir todas las noches y la lleva a toquetearse como loca.
LUN 22 EUROPA 00,00 E. Scola. LA NOCHE DE VARENNES. Según cuenta Albert Soboul en su ya célebre análisis sobre La Revolución francesa, allá en las postrimerías de 1792, a pocos años de la toma de la Bastilla, las facciones intervinientes –que nunca se llevaron bien– empezaron a pelearse acaloradamente. Los jacobinos y montañeses, quienes estaban más cercanos a… al “pueblo”, diríamos los peronistas, como buenos precursores de Jauretche que fueron, decían que sus adversarios, los girondinos, eran “el exponente más cabal del medio pelo francés” (sic.), unos “tilingos de morondanga” (sic.), unos flojos que en cualquier momento volverían a estar de acuerdo con el voto por orden y no por cabeza, por lo que había luchado todo verdadero revolucionario, todo amante de la Igualdad, Libertad y Fraternidad. A su vez, los partidarios de la Gironda trataban de “mersas” y “grasssas” (sí, viendo que sus adversarios serían precursores de un argentino, ellos no querían quedarse atrás y ya entonaban la “s” –aunque en francés, por supuesto– con la misma pasión y deleite que años después pondría Nazarena Velez al referirse a Mediavilla en Bailando por un sueño) a sus compañeros de batalla frente a la oligarquía. A todo esto, los sans-culottes, los verdaderos “cabecitas negras” del asunto, acostumbrados a ser el último orejón del tarro, no intervenían, como quien dice, “la veían pasar” y sólo se divertían con los insultos de unos a otros, los cuales cada día aumentaban el calibre.
Las innumerables fuentes consultadas por Soboul dan cuenta de que el propio Saint-Just, el incorruptible, viendo que el clima se enrarecía en medio de bravatas y acusaciones infundadas, afirman que se hacía bien el boludo y miraba para otro costado. Marat, de vergüenza, no salía de su casa. Robespierre, por su parte, que no se comía una, cansado de tantos tejes y manejes, y más aún, harto de que lo culpen por todo el desmadre, explotó con una risa sardónica y decretó: “Se acabó la joda. Basta de pelearnos entre nosotros. Empezó el Terror. Agarrate Catalina que se viene la guillotina”.
Dicho y hecho. Empezaron a rodar cabezas a lo pavote, y no fueron sólo las canosas y perfumadas cabelleras de la nobleza las que rodaron, la cosa se desmadró en serio y hasta Danton fue acusado de traición, de “sedicioso”, de “asqueroso conspirador” (sic.) y fue sentenciado a muerte. Ese fue el fin de Danton. Él también, como tantos nobles, oyó caer la justiciera y expeditiva hoja de la guillotina. Pero esto no termina aquí, como sucedió y sucedería en muchos procesos revolucionarios –pregúntenle a los rusitos que años después se los comió la burocracia–, cuando se desmadra la cosa, se desmadra en serio, por ello la sangre llegó al río arrastrando incluso al mismísimo Robespierre, a quien le dieron de probar de su propia medicina. ¡Marche un guillotín para Robespierre! Chau picho para el duro de Robespierre.
Mientras los burguesitos se puteaban y mataban entre ellos, Luis XVI, “lo miraba por TV” como si fuera el Gran hermano y mediante palomas mensajeras conspiraba con algún que otro exiliado en Inglaterra y en el vecino y ahora cordial territorio prusiano. Pero –y hay que decirlo– no daba pie con bola, más que nada porque las palomas que envió a los conjurados en el extranjero nunca regresaron al castillo donde lo tenían guardado. Digámoslo redondamente, al margen de sentirse frustrado por esas palomas de mierda, además el rey se aburría como loco. Harto de ver por TV las paleas de “estos burgueses de cuarta sin” (sic.) y de vivir en palacio sin vida palaciega de un día para otro decidió escaparse, y gracias a su ingenuidad e impericia, dio lugar a lo que hasta hoy conocemos como “La noche de Varennes”.
¿Qué es La noche de Varennes? Algo sencillo y patético. Habiendo consultado la misma fehaciente bibliografía con la que me documenté para contarles los prolegómenos, tengo para decirles que más o menos “La noche de Varennes” es esto: un rey –y no cualquier rey, el mismísimo Rey de Francia– y su mujer ocultos tras un disfraz de caballo tratando de escapar de palacio a campo traviesa y a paso gimnástico.
Como todos sabemos, al rey le salió cara la joda. No sólo lo atraparon y se mofaron de él más –mucho más– que lo habían hecho los soldados romanos frente al Cristo de manto púrpura y corona de espinas. También, y más precisamente el 21 de enero de 1793, sin piedad, y más por pelotudo que por odio visceral de clase, los revolucionarios lo guillotinaron en pleno Paris, a pasitos del monumental Arco del triunfo.
Eh… que, ¿qué tiene que ver todo esto con la película de Scola? Todo. ¡Es el marco en el que se inscribe, irrespetuosos! ¿Cómo me van a preguntar eso?
Agreguemos que en la versión de Scola de esta frustrada huida real se cruzan los caminos del rey y el mismísimo Casanova (no confundir con Don Juan, que no tiene nada que ver con este gran seductor, quien fuera “el” amante de todas las mujeres), interpretado aquí magníficamente por M. Mastroianni. Me animaría a decir que sólo por Mastroianni esta película es imperdible.
Lun 22 RETRO 22 R. Clement. A PLENO SOL. “Lo que queda después de leer una, tal vez más novelas de Highsmith, es el esbozo áspero y umbrío de una legislación silenciosa del relato; una visión del mundo donde el mal se ejerce como una economía necesaria, nunca como una transgresión moral, donde el azar aparece como condimento irónico y, también, como expulsión de la causalidad y la teleología del relato psicológico”. Esto decía hace un tiempo G. Saavedra sobre las novelas de esta escritora, fuente literaria de esta magnífica adaptación de Clement en la que A. Delon se hace pasar por otro para quedarse con algo más que unos manguitos.
Con la hipnótica narración propia del thriller psicológico, Clement –que, en tiempos en los que la nueva ola francesa, forjando sus propios guiones, proponía con vehemencia dejar atrás un cine que le pedía prestigio prestado a la literatura al basar sus creaciones en transposiciones de grandes obras; él seguía narrando en base a textos literarios– logra mantener al espectador atado a la silla hasta la resolución final, la cual llega con una secuencia soberbia en la que se descubre al farsante.
Aguante hasta el final para verlo a Delon haciéndose el boludo como pocos. Eso a este bombón siempre le salió perfecto. Sólo en una única ocasión “levantó vuelo” en la actuación (quizá en dos, no más, ¿no actuó con Visconti acaso?), y eso fue gracias a la atenta mirada del maestro Melville, en El samurai, una de las pocas películas que uno no vacila en ponerle un 10.
MAR 23 VOLVER 00,00 S. Saslavsky. LAS RATAS. El director de La fuga, una joya de nuestra cinematografía protagonizada por la Tita Merello, hace una soberbia adaptación de uno de los textos más importantes de nuestra literatura, una de las pocas obras de Pepe Bianco. Entre paréntesis lea a este animalito de nuestras letras –puede empezar por “Sombras suele vestir”–, quien fue alguien que amó a Henry James “hasta el plagio”, como decía nuestro Tiresias de la literatura. Con un joven Alfredo Alcón en el protagónico.
MAR 23 RETRO 22 R. Scott. LOS DUELISTAS. Hasta donde sé –que en este caso es casi nada– esta es la adaptación de El duelo, del gran Joseph Conrad, hecha por el director de Blade Runner y de tres o cuatro pelotudeces más que por el hecho de serlo no me las acuerdo.
MIE 24 UNIVERSAL 22,30 R. Linklater. ESCUELA DE ROCK. Dedico este comentario a Mariano Rodríguez, un rockero de alma.
En El libro del desasosiego de Bernardo Soares –uno de los tantos heterónimos de Fernando Pessoa–, aquel melancólico poeta tenía estas palabras piadosas para con su jefe, el ya célebre patrón Vasques.
En los parágrafos 7 y 8 escribe:
“El patrón Vasques. Siento, muchas veces inexplicablemente, la hipnosis del patrón Vasques. ¿Qué es para mí ese hombre, salvo el obstáculo ocasional de ser el dueño de mis horas, durante un tiempo diurno de mi vida? [...] Esté donde esté, recordaré con nostalgia al patrón Vasques, a la oficina de la Calle de los Doradores, y la monotonía de la vida cotidiana será para mí como el recuerdo de los amores que no tuve o de los triunfos que no habrían de ser míos. [...] Creo que hay un símbolo. Creo o casi creo que en alguna parte, en una vida remota, ese hombre fue en mi vida algo más importante que lo que es hoy.
¡Ah, comprendo! El patrón Vasques es la Vida. La Vida, monótona y necesaria, dirigente y desconocida. Este hombre trivial representa la trivialidad de la vida. Él lo es todo para mí, por fuera, porque la Vida lo es todo para mí por fuera.
Y, si la oficina de la Calle de los Doradores representa para mí la Vida, este segundo piso mío, donde vivo, en la misma Calle de los Doradores, representa para mí el Arte. Sí, el Arte, que vive en la misma calle que la Vida, aunque en un sitio diferente, el Arte que alivia de la Vida sin aliviar de vivir, que es tan monótono como la misma Vida, pero sólo en un sitio diferente.”
Tratándose de una comedia que tiene al rock como protagonista, Ud. se preguntará por qué comienzo con estas palabras de tamaña galanura poética. Lo hago porque, a pesar de mi insistencia y luego de fatigar entre las páginas en esta grata relectura de este libro inagotable, no logro dar con algunas palabras que hoy rastreo en vano y que tanto tienen que ver con este filme. No importa. Nunca está de más rememorar otras del gran Pessoa, cuanto menos en la versión de Ángel Crespo. Más o menos recuerdo que en algún recodo de este libro, Soares decía:
“Todos tenemos patrón Vasques, visible para unos, invisible para otros”.
En el marco de este filme, esta sentencia pessoana será clave para comprender que el rock tiene menos que ver con una banda de drogados y alienados –que los hay como en todo ámbito de la cultura, ni más ni menos– que con verdaderos adalides en la lucha contra El demonio que nos gobierna, o dicho de otro modo, como reza en esta película, contra “El Hombre”, léase “El Jefe”.
Sí. Ya se dieron cuenta. Soy un rockero irredento y aunque ya no tenga los pelos largos de mi tierna juventud, rockero en serio, no “a lo Irrokuptibles”. Si Padeletti decía que cuando escuchaba a Bach, recién ahí, estaba cierto de que Dios existe, yo soy de esos que agregaría al prolífico creador de los Conciertos brandemburgueses (¡compuso más de mil obras el muy animal!, ¡y encima todas geniales!) al inmortal Ozzy, a Zeppelin, a Hendrix, Purple, Floyd, Maiden o los Pistols. Sé que esto es una demasía. Pero bueno, che, Padeletti será todo lo genio que sea –tengamos presente, junto con Juanele era uno de los poetas preferidos de nuestro querido Juani Saer– pero exageró un poquito. ¿Por qué yo no puedo hacer lo propio tratándose de algo tan querido y loable como el rock? Veamos por qué puede ser loable esta música denostada y hasta sitiada por todos y cada uno de los padres del mundo.
Tratándose del director de las falsamente profundas Antes del amanecer y Después del amanecer (o del atardecer, poco importa y no pienso chequearlo; Ud. ya sabe a qué me refiero, y si no sabe, no se pierde nada), y anoticiados de que se trata de una comedia, uno puede sospechar que esta película será un mero divertimento con algún que otro recóndito momento de “profundidad”. Error. Es una maravilla. Una de las pocas películas que, trabajando con pre-adolescentes y con recursos nada arteros –sin caer en golpes bajos o escenas vergonzantes como algunas de Valentín o Kamchatka– demuestra cuál es el verdadero espíritu del rock.
Primero veamos “de qué va” la película (y a propósito, odio cuando los críticos de cine se refieren al filme en estos términos; ¿por qué?, simplemente porque demuestran que la pobreza del lenguaje llegó también a una comarca –el antes ilustrado y pertrechado cenáculo crítico– que parecía resguardada de este flagelo): Un gordito gilún, apasionado del rock y guitarrista empedernido, es despedido al unísono de su banda –y con ello no sólo se queda afuera del grupo sino también de una competencia de bandas de rock– y ultimado a pagar el alquiler en breve. Se le ocurrirá hacerse pasar por su hermano, ex-rockero devenido insulso profesor de la elementary school, e ingresar como docente a un colegio. Allí “matará dos pájaros de un tiro”: se ganará los mangos que le salven la vida y formará una banda. No contemos más porque el final es delicioso. Esta es una de las pocas películas en las que vale la pena quedarse a disfrutar hasta el último de los créditos.
Como en toda gran obra la anécdota es lo de menos. Aquí Linklater, gracias a un guión perfecto –una verdadera pieza de relojería– y a un actor histriónico y genial en el protagónico como es J. Black, nos muestra el verdadero espíritu del rock, aquel fuego primigenio que algunos han perdido hoy día: la rebeldía.
Entre otras razones, bien vale ver Escuela de rock para darnos cuenta de que muchas más cosas de las que nos imaginamos pueden ingresar a los sacrosantos recintos del saber escolar (¡vean, paleolíticos directivos de colegio!), y tengámoslo en cuenta, no será en perjuicio de la educación sino en su provecho.
Para cerrar, recodemos siempre, rememorando bien las palabras de Bernardo Soares, bien esta película o bien tarareando alguna estrofa de rock, que “todos tenemos patrón Vasques, visible para uno, invisible para otros”. Y mantengamos siempre el rebelde espíritu rockero para sobreponernos a esa cruel verdad.
Como cantaba Dio, ex-cantante de Black Sabbath: ¡Long live rock´ n´ roll!
JUEV 25 RETRO 22 R. Le Borg. EL FANTASMA DE LA MOMIA. Sigue el ciclo Vade retro presentado por Alberto Laiseca. Si no le gusta el cine clase J, como llama el propio Lai –y sin mofarse, ni mucho menos– a estas perlas inhallables del cine, cuanto menos escuche la intro que hace este notable narrador que siempre cautiva con su relato oral, como lo hacía en el ciclo Cuentos de terror que se emitía por Isat hasta no hace mucho. Entre paréntesis, desde aquí le rajamos una merecida puteada al directivo que tuvo la desatinada idea de terminar con dicha emisión semanal, ya que el autor de La mujer en la muralla –su mejor novela, y no Los Sorias, como dice Piglia– con su histrionismo y locura calzaba perfecto con la onda cool que vienen dándole a la señal de un tiempo a esta parte. ¿No tienen asesores que los guían, che? Les recomiendo un crítico amigo que bien podría ayudarlos, Manuel Trancon, otro sabio como nuestro Macedonio precitado que también prefiere compartir su vasto conocimiento cinéfilo mayormente en la charla fraterna entre colegas y hasta con desconocidos y borrachos compañeros de copas antes que hacerlo en artículos de revistas especializadas, cosa que por otra parte lleva a cabo, ya que este muchacho de envidiable bonhomía y cinismo bien escondido publica de vez en cuando artículos nada más ni nada menos que en El amante, “la” revista de cine de la Argentina.
Juev 25 FOX 23 B. Luhrmann. MOULIN ROUGE. Si Ud. no sabe qué es el cine posmoderno, vea este filme de aquel director que en su versión de Romeo y Julieta metió el video clip, el western, el lenguaje televisivo, la tragedia isabelina y la publicidad, respetando a rajatabla el texto del gran William. En este caso la cocktelera incluye a T. Loutrec y la bohemia del barrio latino en el mismísimo puterío, ahí nomás, al lado de Sacre Coeur, la novela decimonónica, Madonna, The Police. Bueno, che. Así son los posmo. Les gusta la mixtura, mejor dicho, el pastiche sublime en el que, como diría Pancho o Jameson, no me acuerdo bien, “todo tiene que ver con todo”; en una palabra, el mamarracho. Pero lo peor es que ese mamarracho a este turro le sale bien.
Vie 26 ISAT 00,15 F. Spiner. LA SONÁMBULA. Situada en el 2010, en el bicentenario de la Revolución de Mayo, este excelente filme de ciencia ficción retro-futurista hecho con dos pesos con cincuenta, retrata una Argentina totalmente distópica y desconocida. Gran filme, no como el último de su cosecha “de cuyo nombre no quiero acordarme”. Seré sincero, sin citas que encubran mi ignorancia, no es que no quiera acordarme, la verdad es que me acuerdo un joraca cómo se llama este mamarracho. Algo de la luna: Querida luna, La teta y la luna, Lunario sentimental, Adiós querida teta, La luna y las tetas o La luna y las fogatas. Creo que se me mezclaron directores, escritores y pelotudeces varias. Sepan disculpar. Todo sea por encontrar un título que en definitiva no encontré.
Es para verla. Como El aura y Nueve reinas, no parece argentina.
VIE 26 A & E 22 B. De Palma. CARLITO´S WAY. Pacino vuelve a interpretar a un mafioso y lo hace tan bien como cuando estuvo bajo la mano del mismo director en la remake de Scarface, aquel peliculón de H. Hawks.En este filme, al gran Pacino sólo un actor le hace sombra –y mucha, pero mucha–, y es nada más ni nada menos que un argentino: el gordo Porcel. Sí, ¡aunque Ud. no lo crea! El gordo hace un bolo que es imperdible. Se come la película. Bueno, ¡basta de chistes fáciles! La verdad, me cansé de mis propios chistes de iniciado. Le pregunto a Uds. que seguro son más inteligentes o cuanto menos no tienen la desverguenza de escribir sus tonterías en público, ¿cómo hago para salir de esta estupidez, de esta pendejada de hacer chistes pelotudos que me atrofió y hasta comió el cerebro? Si tiene la fórmula llame al 0-800-SASSI y sáqueme de mi propia imbecilidad. Los lectores de esta columna y yo mismo se lo agradeceremos.
Vie 26 FOX 23 T. Burton. EL JOVEN MANOS DE TIJERA. Este es un oscuro y bello filme, como todos los de Burton, a excepción del infumable El planeta de los simios. Es una encantadora historia de amor centrada en un freek total: el protagonista tiene manos de tijera y esto no es joda, tiene manos de tijera en serio, llenas de tijeras de todo tipo y tamaño.
Uds. se creen que es una pavada, pero no. Es dura la vida así. Estarán aquellos que en la película, consustanciados con el materialismo de nuestro mundo moderno, le encuentran su utilidad y usarán al pobre J. Deep –que está impecable como siempre cuando trabaja bajo la mano de Burton– para todo tipo de menesteres. Pero también por suerte estará ella, W. Ryder, quien lo entiende, lo apaña y trata de salvarlo de ese mundo hostil y decadente. Una joya no sólo del gótico, sino del cine en su totalidad. Junto con Big fish, mi preferida de Burton.
sab 27 RETRO 10 F. Lang. METROPOLIS. Una excelente copia del clásico del expresionismo alemán. De las obras maestras suelen quedar resabios en la memoria de todo cinéfilo. Recuerdo la frase final: “Entre la mano y el cerebro debe haber un puente: el corazón”. Así dicha –y encima dicha por este imbécil que escribe–, la frase es un pelotazo. No me lo oculten para no herirme. No digan que no. Pero no es así, vean la película y notarán que la cosa es más densa, algo así como el grito romántico contra la cerrazón del capitalismo, un alegato contra un mundo tecnificado al extremo.
Aquí hacemos un alto en las estupideces a las que los tengo acostumbrados y leemos a una de las minas más inteligentes en la crítica cinematográfica:
“Tomará status cinematográfico una tendencia nacida en la literatura de ciencia ficción: la creación de mundos autosuficientes. El “ecosistema industrial” de Metrópolis será el primer ejemplo. El cuerpo y la máquina constituyen una unidad que es la base de la producción. El cuerpo es una prolongación de la máquina y la máquina, del cuerpo. Para algunos arquitectos expresionistas (Mendelsohn, sobre todo) la armonía de la cultura moderna provendría de la máquina como principio de homogeneización y organización sociales. La arquitectura modernista aparece entonces como la más adecuada para una concepción industrial del trabajo. A su vez, si las máquinas serán en el futuro cada vez más perfectas, el diseño industrial no podrá dejar de identificarse con las líneas funcionales geométricas de la arquitectura modernista. También los “efectos especiales” están subordinados a la estilización que domina al diseño. El manejo de las luces y espejos tiende a prologar las línea geométricas de la arquitectura. En el film de Lang aparece un robot antropomórfico femenino que anticipa la figura del androide. Curiosamente, la forma antropomórfica no es la más funcional para el trabajo (los robots industriales actuales lo prueban). Es que con esta elección estética se intenta revelar que la función última del robot es reemplazar al hombre. De ahora en más, la concepción visual uniforme, homogénea y abstracta de Metrópolis va a trasponerse de la ciudad al laboratorio y de ahí a la nave espacial.”
Silvia Schwarzbock, “Ciudades, laboratorios y naves espaciales”, en El amante Nro. 19, septiembre 1993.
SAB 27 ISAT 22 L. Clark. KIDS. Toda la autocrítica que gracias a la supina ignorancia que caracteriza al yankee promedio no podrá nunca hacer él por sí mismo y que tampoco verá en los amnióticos y sedantes medios de comunicación de su tierra, fue llevada a cabo –aunque Ud. no lo crea- por el cine de la industria de Hollywood y hoy lo es por el cine independiente de aquellos lares, que en estos últimos años viene mostrando un nivel dignísimo. Esta es una muestra de ello. Un retrato crudo de una adolescencia totalmente sacada que muestra que en aquella sociedad el único problema no es un barbudo escondido en los montes del cercano Oriente.
Entre paréntesis, y seré políticamente incorrecto pero hay que decirlo: cuán diferentes son estos pibes reventados a los eternos abúlicos retratados por nuestro cine independiente, que, luego de 345.987 películas sobre el mismo tema y con ese mismo medio tono de siempre, ya cansaron un poquito.
Aprovecho entonces la ocasión para recomendar Ana y los otros de Celina Murga, una versión de los jóvenes bien distinta de esta que reprobamos. Para más información sobre ella puede visitar la columna Dos extraños amantes en esta misma revista.
SAB 27 TCM 22 S. Kubrick. LOLITA. Como lo hiciera en La patrulla infernal, Espartaco, y lo haría en 2001 odisea del espacio y La naranja mecánica, esta es la adaptación de una novela llevada a la pantalla por Kubrick. Y no de cualquier novela. Quizá, junto con Ada o el ardor y Pálido fuego, la novela más importante de Nabocov, uno de los más destacados escritores del siglo XX.
Ya sé, ante una novela genial como esta, el comentario obligado –y trillado– sería: “por más buena que sea la película de Kubrick, no hay como la novela”. Ya sé –y lo repito–, mi tía abuela, ojeando una Gente en la peluquería diría lo mismo de El pájaro canta hasta morir (no de Montecristo, en parte porque no leyó la novela) o mi sobrina también haría lo propio al ver la última de Harry Potter. Y la verdad es que ambas tendrán razón porque, como diría Panigassi, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
En este caso, la esencia de Nabocov, su exquisito manejo del lenguaje, su prosa única sólo equiparable a la de Proust, Balzac y o Flaubert es intraducible en términos cinematográficos. Como muestra les gloso los primeros párrafos, los cuales junto con los comienzos de El quijote, En busca del tiempo perdido y Moby Dick, se encuentran entre los más recordados de la historia de la literatura:
“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo–li–ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.
¿Tuvo Lolita una precursora? Naturalmente que la tuvo. En realidad, Lolita no hubiera podido existir para mí si un verano no hubiese amado a otra niña iniciática. En un principado junto al mar. ¿Cuándo? Tantos años antes de que naciera Lolita como tenía yo ese verano. Siempre puede uno contar con un asesino para una prosa fantástica.”
Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es lo que los serafines, los errados, simples y noblemente alados serafines envidiaron. Mirad esta maraña de espinas.
Vladimir Nabocov, Lolita, según la traducción de Enrique Tejedor publicada por Anagrama.
Cabe decir que la versión de Kubrick respetó el original, pero no tanto, como siempre ocurría con sus películas. Tal es así que Nabocov, disgustado porque el señorito radicado en Inglaterra no cumplía a rajatablas con la adaptación hecha por el propio autor de la novela, como lo hiciera la Duras con El amante, publicó el guión que él había escrito (lamentablemente no publicado en castellano que yo sepa) y que Kubrick había pisoteado olímpicamente.
Ah, uno de los cambios obligados que tuvo que hacer Kubrick fue el referido a la edad de la turrita de esta nínfula fatal. Para el rol de la enfat terrible convocó a una jovencita de 14 años que aparentaba más. Justamente ese no fue un cambio que él deseara, pero de no haberlo hecho, la censura no le hubiera permitido dar a conocer su filme o se lo hubieran censurado totalmente como sucediera en el final de Viridiana de Buñuel, donde los personajes terminan jugando al tute cabrero en lugar de enfiestarse, hecho que –muy a pesar de los censores– mejoró la idea original, porque la intrigante mirada de los tres personajes es mucho más sugestiva que cualquier reviente erótico.
SAB 27 VOLVER 22 L. Martel. LA CIÉNAGA. Si alguien dice que La ciénaga es la mejor película del nuevo cine argentino, no creo que nadie ose contradecirlo. Cuanto menos un hipotético interlocutor –que podría ser yo– le agregaría Picado fino de Esteban Salir y las obras de Lisandro Alonso, películas cuanto menos a la altura de La ciénaga.
Siempre es un buen momento para volver a ver una gran película. Éste lo es en particular porque hace poco la dura (la tipa sabe que es una genia y por eso desciende de su olimpo en muy pocas oportunidades, ésta es una de ellas) Lucrecia Martel concedió una entrevista a la revista Pensamiento de los confines. Fue entonces cuando conversó con la crítica Ana Amado y reveló un costado no muy explorado por los abordajes críticos que hasta aquí analizaron sus obras, aquel que descubre a la oralidad como germen de toda imagen. Gloso algún pasaje de la introducción de Amado y otro de la entrevista que a mí me llamó más la atención. Espero que ambos sirvan tanto para entusiasmar a quienes aún no conocen a esta directora única como para invitar a una nueva visita, mejor dicho, una nueva escucha de esta película a quienes ya nos hemos deleitado con ella hace unos años.
En la presentación de dicha conversación Ana Amado afirma:
Aunque el lenguaje, la forma de hablar, las voces, el juego discursivo en general configuran una de las claves del nuevo cine nacional, desde sus versiones más realistas-naturalistas hasta las más artificiosas, su empleo alcanza, en las películas de Martel, una dimensión distinta. Un rasgo intransferible que en La ciénaga y La niña santa ella consolidó como arte y estrategia del murmullo, de los sonidos, de la lengua de la infancia. También de las tonadas, los timbres de la voz, los acentos, que cercanos al origen musical de estos términos no avalan en sus filmes ninguna “identidad” localista –nada más ajeno a Martel que el tema de la afirmación de identidades–, sino acompañan los matices de una trama sonora heterogénea, orientada a transformar la realidad por el oído. Cuando en esta entrevista señala los pormenores de la obsesión auditiva que cultiva en general y aplica a sus obras en particular, sus argumentos abonan una suerte de política de la escucha en la que el dispositivo sonoro, combinación de diálogos triviales, ruidos o sutiles resonancias, responde a una lógica tan “materialista” como la visión de los cuerpos en sus películas. Mezcla de alarde técnico y recurso estético, en cierto modo una moral de la percepción, aquí se explaya sobre esa lógica cuyo efecto más evidente es desfamiliarizar la minuciosa escena cotidiana que construye, con variantes, en cada film. Y que induce además a afinar el oído para percibir en ellos esa misma escena, con su mescolanza de afectos y de síntomas, aloja latentes la amenaza, el misterio o la revelación.
Y el siguiente es mi recorte de la entrevista. Autorizado en parte por lo que aquí comenta la directora, a lo apuntado en dicho pasaje en el cual la propia Martel se reconoce deudora de los relatos de Horacio Quiroga contados por su abuela, me animaría a sumar otras improbables aunque fructíferas influencias, textos de otros escritores cercanos a sus pagos y a su poética como son Héctor Tizón, Augusto Roa Bastos y Juan José Hernández. Tarea para el hogar para los críticos. Che, dejen de ver películas de garrón en los preestrenos y pónganse a trabajar, ¡eh!
– Entonces en tu taller, como en tus películas, comenzás por considerar la voz, es decir, el sonido, antes que por la imagen.
– Es el lugar por donde entré al mundo de las narraciones. No por la literatura, mucho menos por el cine. Lo que a mí me acercó a la narración es el cuento, la conversación, la oralidad, es decir, todo lo que venga de la conversación familiar, que es la primera oportunidad que uno tiene. Las visitas a los parientes enfermos, la conversación de la madre con la abuela, los cuentos que circulan dentro de la familia, ahí es donde aparece el deseo de narrar. Me influyó mucho la versión de Horacio Quiroga que daba mi abuela. Creo que le debo todo al Quiroga que me contaba mi abuela. La versión enfermiza de la naturaleza, la fiebre como un estado de revelación, la forma en que la muerte se anuncia, la banalidad del último suspiro. Es una atmósfera que enajena, es un estado de alteración permanente de la percepción, capturada por los colores, los ruidos, la intensidad de la selva. Para mí es un personaje casi familiar… Mi abuela creo que se sabía todos los cuentos de Quiroga de memoria y los contaba de una manera sumamente ambigua, siempre ella en el medio, en el papel difuso de testigo. Por ejemplo, siempre creí que el accidente de “El almohadón de plumas” le había pasado a un amigo de mi abuela, en una habitación de mi casa, porque en sus versiones de los cuentos las cosas sucedían cerca. Recién a los quince años leí a Quiroga. Esto me lleva a tu pregunta y a admitir que tengo “cero” formación cinéfila. Así como voy poco al cine, tengo una fascinación compulsiva por escuchar las conversaciones ajenas. Cualquier conversación. Me gusta que me hablen. La verdad es que el producto cine no me interesa, bueno, hay algo que uno desea compartir con la gente, por supuesto, pero por la imposibilidad de una conversación mayor, se resigna con el cine.
Pensamiento de los confines Nro. 19, diciembre de 2006.
Para cerrar aprovecho la oportunidad y recomiendo fervorosamente no sólo esta revista –que se llama Pensamiento de los confines y no de los “confites”, como la llama malsanamente algún resentidito por ahí– que junto con El ojo mocho y Punto de vista se encuentra entre lo mejor en materia ensayística, sino además la página en Internet rayandolosconfines.com.ar donde también pueden encontrar artículos de Nicolás Casullo, Alejandro Kaufman, Ricardo Forster, Ana Amado y Matías Bruera, entre otros.
Sab 27 ISAT 22,30 H. Nakata. DARK WATER. Terror del cine independiente japonés. Como vienen haciéndolo hace ya tiempo, con solo dos pesos con cincuenta como presupuesto total de producción los ponjas vuelven a un género que parecía sepultado por la parodia de sí mismo y lo revitalizan a tal punto que entusiasman hasta a sus más inclementes detractores, como es mi caso. Excelente película.
DOM 28 A & E 22 M. Scorsese. PANDILLAS DE NUEVA YORK. Como bien me lo anticipara tiempo atrás Diego Coucido, nuestro conocido Macedonio, ésta es nada más ni nada menos que otra versión –un poco más descarnada incluso– de El nacimiento de una nación de D. Griffith. Cuando me lo comentó este sabio lacónico fóbico a la publicación de sus textos y a toda escritura (con decirles que su fobia llega a tal punto que sus e-mails son prácticamente fragmentos presocráticos), sin miramientos tomé sus palabras como todo lo que sale de su boca, como una verdad revelada. Y la verdad, luego de verla “de a cachos” por el cable, recién hace unos días pude ver completa Pandillas y debo confesarlo –aunque no sin pesar–, esto que me anticipaba Macedonio lo dice casi literalmete uno de los personajes. No. No lo nombra a Griffith. ¡Y bueno sería hacer tan explícito el intertexto! No. Scorsese no es tan obvio. Y menos en ésta, una película mucho más decente que la impresentable Vidas al límite, filme que no puedo creer que haya sido concebido por el director de joyas como Taxi driver, Toro salvaje y, sobre todo, Casino, mi preferida.
Por lo antedicho, y para no dejar mal parado a mi sabio amigo, o dicho de otro modo, para que no se lleven una idea errada de su tamaña figura hoy opacada por éste, mi comentario, paso a contarles una anécdota que lo pinta de cuerpo entero y que refleja con más fidelidad la sabiduría que suele compartir en conversaciones cotidianas, y más si éstas se acompañan con alguna copa de por medio.
Hace un par de meses salíamos entusiasmados de ver Fantasma en la Sala Lugones y explicándole a un tercer amigo que nos acompañaba en esa ronda nocturna cómo entender esa película de Lisandro Alonso, innegable obra de transición, en plena caminata por la avenida Corrientes, mientras para despistarnos nos contaba algunas revolcadas famosas de nuestro campo intelectual principiando sus picantes comentarios con frases como esta: “pero, cómo, ¿no saben que a fulano se lo garchaba perengano?”, Macedonio, sin solución de continuidad y hasta sin darse cuenta, mezclando “lo bajo” con “lo alto”, empezó a interpretar la película de Alonso nada más ni nada menos que desde Heidegger; y lo hizo, a mi parecer, muy arteramente, para no dejar a Lucrecia Martel como la única en nuestro mundillo cinéfilo que lee –¡y entiende!– al autor de Ser y tiempo. Mi otro amigo, Juan Pablo Liefeld, se lo hizo notar en cuanto se dio cuenta (él también lee a Heidegger, ¿qué se creen, que sólo pueden hacerlo José Pablo Feimann, Hugo Mujica y Mónica Cragnolini?). Diego Cousido, con la misma humildad con la que siempre comenzaba una apreciación genial Borges, dijo: “Seguro que Uds. ya habrán pensado en esto que les decía mucho antes y mejor que yo, pero…”, y ahí se extendía holgadamente en su iluminadora interpretación heideggeriana de la tercer película del mejor director del nuevo cine argentino, junto con Lucrecia Martel, por supuesto.
Dicho esto, creo que queda demostrada la estatura intelectual de nuestro colega, Diego Cousido, un compañero de ruta sin el cual elinterpretador.net no sería posible. Desde aquí, maestro, nuestro sincero agradecimiento por hacernos partícipes de su inteligencia y sensibilidad y por reencauzar, casi sin quererlo y desde las sombras, esta publicación que en sus comienzos mezclaba la biblia y el calefón y la verdad es que daba vergüenza ajena, y últimamente hasta parecería una revista.
Dom 14hs (#) CIUDAD ABIERTA ESTUDIO CINE. Muy buen ciclo de extensas entrevistas (de una hora de duración, algo inhabitual en cable) con directores del nuevo cine argentino a cargo de Julio Fernández Baraibar. Luego de los muy buenos ciclos de entrevistas de María Pía López que disfrutamos por esta señal el año pasado y el precedente, realmente esto es de lo mejor que ha dado la nueva programación de Ciudad Abierta. Ya han pasado por aquí Gaggero, Rodrigo Moreno, Ulises Rossel y algún otro que se me escapa.
Refiriéndome a la misma señal, aprovecho para recomendar con el mismo énfasis –pero en un sentido bien distinto– el programa de Marina Mariash, El secreto. Es un ciclo de entrevistas a escritores argentinos que por lo que intenta ser y nunca logra –un encuentro furtivo y sugerente con un intelectual en el cual la entrevistadora trata de seducirlo con todas las armas que tiene, es decir, con miradas y preguntas de nenita tonta, para desacomodarlo, sacarlo de ese lugar acartonado y ensimismado en el que siempre están–, es una bizarreada muy grasa, para matarse de risa un buen rato.
Un ejemplo. Un momento único y que agradezco hasta con ternura porque me hizo reír como hacía mucho tiempo no me reía, es aquel en el que luego de que Santiago Vega – Washington Cucurto pacientemente se explayara sobre su emprendimiento editorial Eloísa cartonera y sobre las formas de edición alternativas o marginales, Mariash, refiriéndose al fuerte ímpetu desestabilizador del emprendimiento del autor de Cosa de negros, con lucidez y ojitos encendidos que decían ¡eureka!, sentenció: “¡anticapitalista!”. Sí, Marina, dejalo ahí, lo de Cucurto es anticapitalismo.
El problema del programa es que la entrevistadora logra instalarse en la banalidad, hasta ahí, bárbaro, pero no sabe qué hacer con ella, no sabe “sacarle el jugo” y entonces todo termina siendo patético. ¿Se entiende? Más de una vez terminé extrañando a la impresentable de Silvia Hopenhaim –o como se llame– con su programa El fantasma, un ciclo emitido años atrás por Canal a, creo, en el que se invitaba a un desconocido lector de la obra de un escritor y aquel le hacía preguntas sobre su vida y obra.
Que no se me malinterprete. La culpa no es del chancho. La responsable de este programa fallido no es Marina Mariash. Los únicos culpables son los productores que en vez de elegir a esta escritora, a mi modesto entender deberían haber convocado a Gabriela Bejerman (a quien no conozco, aclaro, más que por sus textos y alguna que otra lectura de cuento y/o poesía), una chica que da perfectamente con el perfil del programa que tenían pensado.
Hasta ahora conversaron con Marina Mariash, Fogwill, tirado en el jardín japonés haciendo el mismo papel de cínico con el que ya nos cansa desde hace más de veinte años, Sergio Bizzio, Arturo Carrera, Martín Kohan y el mencionado Washington Cucurto.
(#) Eso sí, chequeen bien día y horario en sus revistas o pregúntenle a algún astrólogo amigo que le consulte a los astros al respecto porque los señoritos de Ciudad abierta parece que están de vacaciones y por ello no contestan los e-mails en los que les pido información para brindarles a Uds. el horario exacto de estos programas.
LUN 29 SPACE 00,05 Los hermanitos Taviani. LA NOCHE DE SAN LORENZO. Junto con Padre, padrone, esa maravilla de áspera belleza campestre, La noche de San Lorenzo es una de las películas más recordadas de esta célebre dupla italiana, película que por cierto no he visto y sobre la cual no pienso sanatear, no por pudor –si sabe de cine se habrá dado cuenta de que verseo de lo lindo–, sino por cansancio.
Lun 29 Universal 22 M. Scorsese. PANDILLAS DE NUEVA YORK. Como bien me lo anticipara tiempo atrás Diego Coucido, nuestro conocido Macedonio, ésta es nada más ni nada menos que otra versión –un poco más descarnada incluso– de El nacimiento de una nación de D. Griffith. Cuando me lo comentó este sabio lacónico fóbico a la publicación de sus textos y a toda escritura (con decirles que su fobia llega a tal punto que sus e-mails son prácticamente fragmentos presocráticos), sin miramientos tomé sus palabras como todo lo que sale de su boca, como una verdad revelada. Y la verdad, luego de verla “de a cachos” por el cable, recién hace unos días pude ver completa Pandillas y debo confesarlo –aunque no sin pesar–, esto que me anticipaba Macedonio lo dice casi literalmete uno de los personajes. No. No lo nombra a Griffith. ¡Y bueno sería hacer tan explícito el intertexto! No. Scorsese no es tan obvio. Y menos en ésta, una película mucho más decente que la impresentable Vidas al límite, filme que no puedo creer que haya sido concebido por el director de joyas como Taxi driver, Toro salvaje y, sobre todo, Casino, mi preferida.
Por lo antedicho, y para no dejar mal parado a mi sabio amigo, o dicho de otro modo, para que no se lleven una idea errada de su tamaña figura hoy opacada por éste, mi comentario, paso a contarles una anécdota que lo pinta de cuerpo entero y que refleja con más fidelidad la sabiduría que suele compartir en conversaciones cotidianas, y más si éstas se acompañan con alguna copa de por medio.
Hace un par de meses salíamos entusiasmados de ver Fantasma en la Sala Lugones y explicándole a un tercer amigo que nos acompañaba en esa ronda nocturna cómo entender esa película de Lisandro Alonso, innegable obra de transición, en plena caminata por la avenida Corrientes, mientras para despistarnos nos contaba algunas revolcadas famosas de nuestro campo intelectual principiando sus picantes comentarios con frases como esta: “pero, cómo, ¿no saben que a fulano se lo garchaba perengano?”, Macedonio, sin solución de continuidad y hasta sin darse cuenta, mezclando “lo bajo” con “lo alto”, empezó a interpretar la película de Alonso nada más ni nada menos que desde Heidegger; y lo hizo, a mi parecer, muy arteramente, para no dejar a Lucrecia Martel como la única en nuestro mundillo cinéfilo que lee –¡y entiende!– al autor de Ser y tiempo. Mi otro amigo, Juan Pablo Liefeld, se lo hizo notar en cuanto se dio cuenta (él también lee a Heidegger, ¿qué se creen, que sólo pueden hacerlo José Pablo Feimann, Hugo Mujica y Mónica Cragnolini?). Diego Cousido, con la misma humildad con la que siempre comenzaba una apreciación genial Borges, dijo: “Seguro que Uds. ya habrán pensado en esto que les decía mucho antes y mejor que yo, pero…”, y ahí se extendía holgadamente en su iluminadora interpretación de la tercer película del mejor director del nuevo cine argentino, junto con Lucrecia Martel, por supuesto.
Dicho esto, creo que queda demostrada la estatura intelectual de nuestro colega, Diego Cousido, un compañero de ruta sin el cual elinterpretador.net no sería posible. Desde aquí, maestro, nuestro sincero agradecimiento por hacernos partícipes de su inteligencia y sensibilidad y por reencauzar, casi sin quererlo y desde las sombras, esta publicación que en sus comienzos mezclaba la biblia y el calefón y la verdad es que daba vergüenza ajena, y últimamente hasta parecería una revista.
Mar 30 RETRO 22 D. Cronenberg. FESTÍN DESNUDO. Transposición de la insoportable novela de Burroughs. Aunque a Daniel Link no le guste, yo me quedo con Ciudades en la noche roja, de modo que no tengo ganas de escribir sobre esta película, por más que la dirija Cronenberg. Y en parte, debo confesarlo, no lo hago porque no me cae simpático el impostado culto que aquí se le rinde a éste, un groso del cine. No sé. Por puro prejuicio, no me caen simpáticos quienes lo idolatran junto a Jarmush y Casavettes, por ejemplo. No sé. A este tilingaje me lo hago muy Inrokuptibles y entonces traslado mi fobia a esa mirada cool del cine que tienen estos nenes bien a los mismos directores, que por cierto admiro, pero no en la trouppe que arman estos muchachos, no porque sea fashion tanto como escuchar a Javier Malosetti, Cerati o Jamirokuai e ir a Palermo Soho a comer sushi un miércoles al mediodía.
Mar 30 VOLVER 22 L. Favio. NAZARENO CRUZ Y EL LOBO. Lindo contraste para lo que venía diciendo en el comentario anterior.
Nazareno es una de su “trilogía populista”, que la integran el Moreira, el Gatica y el Nazareno.
Aquellos que odian el populismo, que los hay muchos en la Argentina –¡que pena!, nunca entenderán el peronismo y seguirán perdiendo en política como siempre–, deberán abstenerse de esta velada. Aquí tienen algo inusual: populismo en versión kitsch. Si no creen reparen en los “clips” intercalados en ésta, una joya del cine argentino que vieron en su estreno, si mi memoria no me falla, casi dos millones de personas.
Con respecto a la popularidad de esta película en su momento y reparando en la nutrida adhesión que cosechan estupideces tales como Papá es un ídolo de Francella o Los bañeros del orto, por más que Ud. sea un antiperonista irredento, ¿no le da un poco de nostalgia esos tiempos en los que el pueblo veía obras como esta?
Doy un rodeo sólo para recordarles, señores gorilones, que los peronistas dimos grandes artistas a este país: Leopoldo Marechal, Rodolfo Walsh, Leonardo Favio, Pino Solanas, y últimamente, toda una adquisición: Juan Diego Incardona, un narrador peronista con todas las letras. Si tampoco me creen esto que les digo, lean los cuentos del ciclo de Villa Celina, lo mejor que ha dado el realismo literario argentino en mucho tiempo.
Mar 30 ISAT 23 Johnny To. FULLTIME KILLER. Recomiendo esta película por mera intuición. Hasta ni sé si la vi. Es que los coreanitos, japonesitos y chinos, hasta que no lográs ver varias de sus pelis y los podés identificar por su estilo como es ya el caso de Kim Ki Duk, Tsai Ming Liang, Kioshi Kurosawa, Ho Siao Sien, Wong Kar Wai y otros tantos, te parecen todos iguales, como sus nombres, no diga que no. No sé. Mírela y después me cuenta.
Mie 31 RETRO 00,25 Pasolini. SALO. En este caso, para no decir pavadas como suelo hacer, prefiero glosar unas inteligentes palabras de Daniel Link, quien junto con Christian Ferrer, Nicolás Casullo, Alejandro Kaufman, Horacio González y Beatriz Sarlo (disculpen que los junte muchachos/as), es uno de los más agudos críticos culturales y docentes que yo haya disfrutado jamás. Eso sí, uno de los peores escritores contemporáneos. Antes de leer Los años 90, La ansiedad y su última “novela”, mejor lean Keres cojer? = Guan tu fak, de Alejandro López, alguien que realmente sabe narrar a partir de las nuevas tecnologías y no necesita recostarse en teorías literarias, en marcos filosóficos ni en citas del panteón literario para hacer literatura o, lo que es peor, para justificar las historias narradas.
Daniel, no te lo tomes a mal, pero, ¡no rompas más las pelotas con la literatura si no es sólo para auscultarla con tu aguda mirada! Por más que quieras, nunca vas a escribir como tu amado Proust y menos como Barthes. Dejá la literatura para los que saben y dedicate a lo que hacés de maravilla, verdaderamente como pocos: la crítica y la docencia.
Dicho lo cual, y para ser realmente justos con Daniel Link, mejor cómprense sus libros de ensayos La chancha con cadenas, Cómo se lee o Clases. Literatura y disidencia, de donde extraigo estos párrafos, de lo mejor que ha dado la crítica en los últimos años.
“Fassbinder definió la forma más sutil del antisemitismo: el “filosemitismo”. Decía Fassbinder: “Desde 1945, el tema de los judíos en Alemania fue tabú. Cuando era joven y me encontraba con algún judío me decían en voz baja: “es un judío, sé gentil”. Los filosemitas son antisemitas que “quieren a los judíos””. Si somos capaces de escuchar algo en la voz de Fassbinder, habría que entender que no alcanza el ejercicio de la tolerancia (hipócrita). Lo que hay que entender es que una cultura excéntrica, precisamente por su excentricidad respecto de todas las demás culturas, es lo que garantiza la habitabilidad de todas ellas.
No podemos conformarnos con ser filosemitas en lugar de antisemitas. Ni tampoco conviene la opción (por cierto, con un estatuto moral diferente) de disolver la “identidad judía” (sea esto lo que fuere) en un conjunto más vasto como quien dijera: “todos somos judíos”. Hay que conservar la fricción de la diferencia porque es lo que elimina toda ilusión y toda ambición, concentracionaria.
Una de las películas en las que con mayor claridad se plantea el carácter concentracionario de la ideología fascista es, por supuesto, la última película de Pasolini, Saló o los 120 días de Sodoma (1975). Tanto en la perspectiva de Lanzman y Syberberg, el rechazo a toda forma de metaforización o ficcionalización es frontal y definitiva. Pero lo cierto es que al decidir proyectar la sombra del fascismo sobre el texto de Sade y el Infierno de Dante (que aparecen superpuestos en la película), Pasolini acierta cuando define en el espacio de un encierro monotemático los delirios de los fascistas, presentados como anarco–capitalistas delirantes.
Daniel Link, Clases. Literatura y disidencia. Bs. As, Ed. Norma
Mie 31 RETRO 22 N. Ray. EN UN LUGAR SOLITARIO. Con H. Bogart.
Me cansé y cuando estoy cansado me la agarro con cualquiera, en este caso con Ud., sí, con el improbable lector de estas pavadas. ¿Por qué? Porque este mes escribí demasiado –y lo que es peor, demasiadas pelotudeces juntas– para que el muy señorito se siente plácidamente y diga: “A ver, ¿qué hay hoy para ver en el cable?”. Y yo te contesto, ¡cachafaz!, hay esta bosta de Nicholas Ray. Si te gusta bien y si no te gusta, andá a la merda. ¡Me calenté!
No se preocupe, para el mes próximo se me va a pasar.
Hernán Sassi