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¿Libros para menopáusicas o Revolución en las letras?

La mujer se convierte en la gran protagonista de la literatura del siglo XXI

Javier Garvich Rebatta

 

 

 

 

En los últimos diez años se ha generado un cambio en el mundo editorial: Empiezan a primar libros dedicados a mujeres. No, no nos referimos a libros para el cuidado de belleza o a melodramones tipo Corín Tellado. Es una nueva narrativa escrita por mujeres y para mujeres, desmarcada de la vieja prédica feminista y muy distante de las corrientes literarias habituales. Desde Lucía Etxebarría y sus novelas de mujeres deprimidas y despertares sexuales hasta Espido Freire y sus historias sobre sagas femeninas o anorexia, pasando por la pluma eróticamente empalagosa de Antonio Gala; la nueva literatura tiene otro cuerpo, otros lectores y otra manera de crearse.

El eje de toda esta nueva producción literaria está en la aparición de un nuevo tipo de consumidor : Es mujer, sobrepasa los treinta años con largueza, es profesional, económicamente independiente, bastante informada y con un estado civil rayano entre la separación y el divorcio. Una mujer producto de los cambios sociales de último cuarto de siglo y que dista de la mujer liberada y dueña entusiasta de su cuerpo que pronosticaba la revolución sexual de los años sesenta. Más bien hablamos de una profesional amargada y consumista. En Europa y Estados Unidos las podemos contar por millones y se han convertido en un mercado ya objeto de todas las editoriales. Incluso la televisión se ha enterado de este estrato y ha producido joyas del género como Ally McBeal o Sex and the city, que hablan de los traumas habituales del tipo de mujeres que nos estamos refiriendo.

La producción literaria no destaca precisamente por su narrativa experimental, su compromiso político o su manejo innovador del lenguaje (medallas propias de los grandes escritores contemporáneos como Paul Auster, Lobo Antunes o incluso un sobreviviente Carlos Fuentes) más bien son narraciones lineales, ausentes de marcos políticos o históricos, de vocabulario sencillo y lleno de profundas reflexiones sobre la propia intimidad.

Intimidad. Ése es el asunto. Es una literatura que habla de los problemas cotidianos de las mujeres pero desde la perspectiva (irónica o amarga) de las mujeres. Los escritores hombres han dibujado hermosos retratos de mujeres (Ahí están la Emma Bovary de Flaubert, la Nora Helmer de Ibsen, la Pelaguéia Nílovna de Gorki) pero parece que nadie se ha encargado de la mujer de a pie, de la de todos los días. Cosas como enfrentar un día de vértigo teniendo la regla o interrogarse sobre su futuro siendo una mujer cuarentona, sola y algo fea. De esos asuntos menudos se encargan las actuales escritoras y algunos artistas homosexuales (como el ya citado Gala o el caso del cineasta Pedro Almodóvar y su oscarizada Todo sobre mi madre).

La imagen de la mujer también ha ido cambiando en esas páginas. Ya no vemos ni a la leona comehombres ni a la niñita bonita de las telenovelas. Sus mujeres son contradictorias, gozan de mala uva, tienen flojera, desprecian cualquier construcción teórica sobre sus problemas, llegan al cinismo. Además son mujeres que fuman cajetillas enteras, se drogan pero no les gusta el trago, comen mal y hacen patéticos esfuerzos para bajar de peso o mejorar su autoestima personal. Cocinan pésimo y lo suyo no es la aguja y el hilo. A nadie le apetece casarse con estos personajes y más o menos ése es el tema principal de la producción literaria que abordamos.

Que las escritoras suelen crear una imagen negativa del macho ya es historia vieja, pero lo nuevo es que los hombres que aparecen en los relatos no son necesariamente repulsivos. Lo repetimos, adiós a los antiguos modelos feministas : Aquí el hombre aparece apetitoso, algo imbécil pero lleno de atributos que hacen que a la propia autora de la novela se le caiga la baba, incluso encontramos a varones seguros de sí mismos, que hacen trampas, pero rabiosamente irresistibles. Y esa es otra imagen nueva. La mujer subyugada por un tipo que rebosa simpatía e inteligencia, aunque proclive a las canalladas. Buena parte de la mitología del metrosexualismo (varones hermosos e inteligentes, viriles pero sensibles, fanáticos del sexo anal pero buenos cocineros y escanciadores de vino, que saben seducir y saben escuchar...y no sigo con esa sarta de sublimaciones disparatadas) se debe a esta nueva literatura femenina. Más que la denuncia del mono desnudo, lo que hay es una introspección de las debilidades y vacíos del carácter femenino, llegando incluso a reírse cruelmente de sí misma.

Visto el arsenal temático no es de extrañar que las escritoras de hoy no sean necesariamente amantes de la literatura o la filología, y más bien próximas a las artes (y a las ciencias) de la comunicación. Helen Fielding, la autora de Los Diarios de Bridget Jones (novela, película y banda musical de aplastante éxito mundial) es una periodista de la BBC. Melissa Banks, autora de una novela de renombre con el sugestivo título de Manual de caza y pesca para chicas es publicista y el propio libro fue casi una operación de márketing. Carmen Posadas, que ha ganado incluso premios literarios, ha sido modelo de pasarela y guionista de TV, amén de ser conspicua integrante de la jet-set española. Elvira Lindo, novelista tras su matrimonio con el sufrido escritor español Muñoz Molina, empezó de locutora radiofónica. Las ya citadas Etxebarría y Espido Freire tienen formación literaria, pero eso no ha sido óbice para que se lancen a escribir libros de pseudosociología o redacten en los periódicos opinando sobre todo. El tirón es tan fuerte que ha tentado a Marina Castaño (viuda feliz de Camilo José Cela) y a Ana Botella (esposa del ex-presidente José María Aznar) a lanzarse al mercado editorial con sendas mediocridades en forma de libros.

Lindando con la propia desvergüenza, tenemos el caso de Ana Rosa Quintana, conocida presentadora de la televisión española, quien se hizo famosa publicando un best-seller avalado por una editorial del prestigio y calibre de Planeta...aunque luego se descubrió que esa novela más o menos fue escrita por un "negro" (un escribidor sin nombre y a sueldo para componer una narración que luego firma quien la paga) y bien nutrida de plagios de otras novelas. En todo caso el escándalo evidenció la preocupación de las editoriales por un estrato social que compra y lee, aunque no sea exigente en integridad artística y en calidad literaria.

Pero no todo son malas noticias. En la onda de este género que algún académico ha tachado despectivamente como "literatura para menopáusicas" también hay agradables sorpresas. Desde Rusia aparece Alexandra Marínina, escritora de más de una veintena de novelas policiales de éxito internacional, las mismas que han hecho famosa a la protagonista: la comandante Anastasia Kaménskaya, cuyo perfil es sintomático: treintona, soltera pero con un eterno novio, que lleva mal el cuasidivorcio de sus padres, perezosa, empedernida fumadora y bebedora de café, de físico corriente, torpe con las armas, de fría inteligencia y propensa a enfermedades cardiovasculares. Una auténtica antiheroína de la cual se ha enamorado hasta un servidor.

(Algunos escritores hombres, presionados por los editores, ávidos de ganar dinero y un quizá un poco envidiosos; han seguido la moda. Dicen las malas lenguas que Vargas Llosa también se ha fijado en ese mercado y para ellas fue su irregular Los cuadernos de Don Rigoberto, vendido en España como un manual de fantasías sexuales para la tercera edad).

�Durará mucho la moda ? �O, más que moda, estamos hablando ya de un género literario ? En todo caso es de agradecer que este nuevo sector social compre libros y le de un renovado impulso a la industria de las letras. Ojo, no es descabellado que ellas terminen siendo el principal soporte de la narrativa del futuro y dictaminen su evolución estética. Y es que en pleno siglo XXI, cuando en todas partes se pronostica la muerte del libro frente al imperio multimedia de la nuevas tecnologías ; surgen fenómenos sociales y editoriales que dicen lo contrario. Y si no, ahí están los millones de niños capaces de leerse las 600 páginas de las aventuras de Harry Potter... Otro sector social en alza -los llamados geen- que, como se ha visto, están relanzando la narrativa infantil y potenciando literaturas antes consumidas por lectores de mayor edad (nos referimos a la saga de Tolkien, por ejemplo). Fenómenos que, seamos sinceros, tienen que ver con el empuje del entorno audiovisual que es la literatura en el mundo de hoy. A nuevos sujetos, nuevos medios. Y más que un arte para menopáusicas o una subliteratura comercial, lo que contemplamos es una nueva manera de consumir bienes culturales. Nos guste o no.

 

Javier Garvich Rebatta

 

 

 
 
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Javier Garvich Rebatta

 

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Número 17: agosto 2005 - De libros, habanos y ron (aguafuertes)

 
   
   
 
 
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Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Aimeé García Marrero, Orden (detalle).