Serie Minhocão de domingo
por Juliana Fraile
Durante la década del setenta gran cantidad de países latinoamericanos estuvieron gobernados por dictaduras militares, las cuales, persiguiendo un falso concepto del “orden”, oprimieron a pueblos enteros.
La fotografía de Pablo Saborido, a partir del retrato de pequeñas acciones que desenvuelven las personas un día de domingo en una gran ciudad, reflexiona acerca de uno de los legados más importantes que dejaron impresas en nuestras identidades los gobiernos dictatoriales: las intervenciones arquitectónicas.
Minhocão significa gran lombriz. Se trata de una enorme autopista de hormigón armado construida en el año 1970 por el gobierno de Faira Lima. Quizás, uno más de los proyectos urbanísticos que, con el fin de modernizar a las ciudades en pos de transformarlas en grandes centros primermundistas, determinaron un drástico cambio en el paisaje urbano.
La construcción de la autopista sepultó una zona de casas residenciales habitadas por familias de clase media alta y partió a la ciudad en dos mitades, conformando una nueva organización urbana, en la que una de sus partes se pauperizó. Los espacios verdes que eran frecuentados por los habitantes de la zona se convirtieron en grandes espacios de cemento, así como también los balcones de los edificios fueron obstruidos, pues quedaron a tan solo cinco metros de la autopista, con lo cual la contaminación sonora alcanzó un índice altísimo
Tal como quedó demostrado en muchas ciudades, estos proyectos urbanísticos generaron diferentes problemas. En el caso de San Pablo, el Minhocão fue un frecuente punto de conflicto desde sus inicios. Violaciones, robos y matanzas aquejaban a los usuarios de la autopista noche tras noche. El gobierno resolvió, luego de varios proyectos, cerrar la autopista los días de semana en horario nocturno; y destinar el lugar como centro de recreación los días domingo.
Muchos de los habitantes de la zona, inmigrantes del nordeste en su mayoría, instalaron sus puestos ambulantes en la autopista. Allí, desde los niños hasta los adultos, se apropiaron del espacio como lugar de ocio.
Las fotografías retratan, de un modo singular, la desolación que viven hombres y mujeres semanas tras semanas, en sus ratos libres: niños sin césped para jugar, adultos sin aire puro que respirar... hasta los cielos están ocultos tras grandes edificios!
La reflexión acerca del espacio urbano rescatado por esta serie fotográfica constituye una de las maneras de reconstruir las identidades olvidadas de las ciudades. Pensar en una arquitectura opresiva abre un camino para entender nuestras historias.
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