Tener conciencia
es el desierto.
Como en la cena, la última cena para el resto de mundo,
pero en mi boca, simplemente
se deshace el relleno de un raviol
Como el desmoronamiento hacia el piso
estrictamente gravitatorio
de la familia palestina recién baleada,
y la mirada del padre
como un gancho de carnicero
descosiendo el primer botón
(hermético)
del cuello del oficial
Flota un bote
a la deriva, en Alta Mar
llevando lo hígados de los cinco continentes
(este está dentro de un espectáculo de performances que se llama Nancy Doméstica)
I
En la punta de la palabra está la palabra, quiero usar la palabra atropellar y no
sé dónde ni cuándo. Al lado de atropellar está el hijito rengo de la protagonista
de la novela mexicana con una pelota roja en la mano, atropellar es un camión
enorme que viene a toda velocidad y no tiene frenos. Al lado de ese capítulo,
al día siguiente, está el otro capítulo y el nenito sano y salvo porque su heroica
mascota (un can vagabundo y pillo al que le daba de comer a hurtadillas en el
patio de atrás de la casa) se arrojó a las ruedas de la mole gigante y murió
como un héroe, salvando al nenito rengo, haciendo volcar el camión que
llevaba 35 niños ilegales (todos muertos) a cruzar la frontera (nunca llegaron/
claro/ pero ¿a quién le importan los extras?).
Moraleja: ni un camión lleno de extras podrá atropellar a un solo protagonista.
II
¡Por la Revolución
de los extras!
No quiero morir como
dios manda,
quiero morir como extra:
morir de tarea,
abajo del puente
que atraviesa triunfal
mi protagonista.
Porque no hay
protagonista capaz de
cruzar un puente sin
que haya un extra muriendo abajo.
No quiero morir de hostia
ni de cuerpo de Cristo
quiero morir de sudada santa
de coronita de espinas
de estaca.
Quiero morir de extra
de ex
de exteriores
de movilera
de muerte idiota
de-lo-que-sea
Pero
no quiero
morir
porque se me acabó el contrato.
CARDINAL
Me repulgo
del viento de la noche
y amaso mi masa
como cuando empecé a escribir con la letra cursiva
que se huele
(con V corta)
que el horno está lleno de bollos
y yo obsesiono
(que quiere decir llenar de besos)
la yema del dedo
huevo
¡claro!
donde se mariposan
las vísperas.
También
pasar los años es oír el murmullo de la levadura.