Poemas pertenecientes al libro

Memorias de Alexander de Brucco

 

Winston Morales Chavarro

 

 

INTRODUCCIÓN, por Enrique Serrano

Poemas pertenecientes al libro Memorias de Alexander de Brucco, Editorial Universidad de Antioquia, 2002.

ABRAHAM

CANCIÓN A RUTH (La moabita)

LA PASIÓN SEGÚN DAVID

LOS VIAJES DE EZEQUIEL

LÁZARO

CARTA DE UN ESCRIBA A MAGDALENA

JUDAS

LA VISIÓN DE MOLOCH

 

 

INTRODUCCIÓN

por Enrique Serrano

La mejor poesía abunda en desencuentros; nace en medio de contradicciones y, en no pocas ocasiones, las hace más hondas, produciendo estupor y consuelo a la vez: venir a este mundo valía la pena, después de todo, si puede embellecerse tanto!. La obra de Winston Morales no huye de tal designio paradójico, pues quiere reflejar, pase lo que pase, una dulzura extrema, en medio de la implacable dureza de la vida. Sus poemas poseen un tono delicadamente sereno, pleno de luz, rarísimo en nuestros días, tan pródigos en el derroche de un escepticismo vulgar. Abordan con valentía la lucidez de entender lo vano y cándido del esfuerzo humano, pero no claudican ante la esperanzadora tozudez de un universo que sigue dándonos las mismas satisfacciones originarias, eternas, perfectas.

Este solo hecho ya es extraordinario, porque nos trae a este mismo mundo, que creíamos tan lúgubre, sorprendidos de verlo tan distinto, tan plácido, tan digno de ser gozado: un paraíso presuntamente invisible localizado aquí, en la tierra de nuestros padres, en la misma que dejaremos a los que nos sucedan. El tono festivo de Winston es suave, acompasado, colorido, como lo son los objetos que lo inspiran, incluso en medio de la desazón y de la incertidumbre. No niega la horrible mezquindad de las cosas, pero afirma su hermosura escamoteada, y se deleita en exhibirla, en destacarla, en recomponerla.

El bello relato de Alexander de Brucco irrumpe en el marco de nuestra poesía nacional con un acento tan íntimo, una dulce cantinela de buenos tiempos, y la certidumbre de que el poeta recorre confiado los laberintos de lo universal y vuelve a pisar en el terreno firme de la esperanza, aun a pesar de haber enfrentado mares de tormentas y desalientos. La incursión en el mundo sagrado de las formas elementales y los personajes arquetípicos, profetas y jefes de pueblos, patriarcas de vieja estirpe, hace que el lector oiga acompasadamente los ecos de la historia sagrada que oyó en la infancia y que los tiempos que corren no le habían permitido volver a oír.

Hay aquí muchas tenues y profundas metáforas de antaño que humanizan a Moisés y a Abraham a nuestro ojos y le dan a Ruth y a Job las condiciones palpables que se requieren para comprenderlos y acercarlos a nuestras rutinarias vidas. La experiencias de lo sublime no es ajena a este conjunto de poemas luminosos y precisos, en los que cantan también los ecos de Schuaima y Aniquirona, sin dejar de vibrar emocionadamente también con algunos de los elementos esenciales de la poesía más clásica y cantarina del Siglo de oro.

También estos poemas se apropian de una personalidad poética avasallante que, como en los demás libros del autor, crea un mundo y defiende los rasgos de ese mundo, pasando por todos los matices del negro y del gris, hasta lograr la textura blanquísima, los giros sublimes, religiosos, místicos, que distinguen a los grandes poetas. En Colombia, un país sin duda difícil, hay poesía de gran altura, y esta es la prueba.

 

ABRAHAM

Ahora que he saltado del barro a la vida

Ahora que soy polvo, hojas secas, velámenes y flores

Me llaman Abraham.

Una voz y brisa de Kithara

Me condujo por los caminos olorosos de Siquem.

Soy Abraham

Dejé mi tierra, mis parientes y la casa de mis padres

Soy dueño de todo lo que alcanza a visualizar mi pluma:

Los campos, las pirámides, las altas torres de trigo,

El agua de los cántaros

La mujer que entreabre sus contornos

A las gotas gentiles de la lluvia.

Soy Abraham

No conozco de grandes plagas;

Apenas sé de los estorninos,

De los tábanos y abetos,

Del albatros que se endurece como un barco

Y ondea sus plumajes y sus remos

Por las aguas cenicientas del Mar Muerto.

Me llaman Abraham

Formo parte de una gran nación;

Una nación que llueve y canta,

Salta hacia las arenas tórridas de Schuaima

Cuando el sol como agua

Humedece la piel reseca de los castaños

Y los labios virginales de todas las doncellas del Eufrates.

Soy Abraham

Mi nación es infinita y libre

No colinda con nada

No está demarcada por idiomas o banderas

Ni siquiera por el lenguaje de las hojas.

Desde el lugar donde esté

Toda la Tierra me pertenece.

Que griten de alegría los árboles del bosque

Que los ríos con sus aguas proclamen estas tierras.

Yo me levanto como el viento a las alturas

Y arropo con mis manos revestidas por la lluvia

Las arenas desérticas de Canaán, de Ur, de Harán, de Betel,

De Hay, de Zoar y de Egipto.

En esta cumbre de flores y resinas frescas

Abriremos la encina sagrada de las premoniciones,

La limpiaremos,

La acondicionaremos para infinidad de cosas,

Esta será nuestra casa, nuestra Terra

La nación que carecerá de norte

El país que nos llamará a gritos

Para que lo habitemos.

 

CANCIÓN A RUTH (La moabita)

Como una roca sobre la roca

Como una espada sobre la espada,

Hay una fragua en toda Moab

Que centellea con el filo frío de la muerte.

Un fuelle que ondea

Entre las hojas crispadas del acero

Y cuyo fuego

Retumba en medio del mar de Galilea.

Una joven inflamada

Como las altas horas de la noche

Cuyo paso por las escalinatas del gran templo

Detiene la visión de príncipes y verdugos

De herreros y sacerdotes.

Como una piedra sobre la roca

Como un puñal sobre la espada

La hija de Abinoh

Demarca con sus senos

Las fértiles planicies del río Rogitama

Y una vez venida de la muerte

Ha traído al mundo

La perennidad del fuego

La música perpetua de las fraguas

La tonalidad imperecedera de los yunques.

Bajo el golpe de los martillos

No hay otro más violento

Que el producido por la muerte,

Bajo el sonido del acero

No hay otro más secreto

Que el entonado por las sombras

Y esta mujer, llamada Ruth,

-Inquebrantable como los cuchillos de la noche-

Conoce las estrellas del gran Ébano

El vapor del ininteligible caos,

Los cerrojos y la cólera del sepulcro.

Como una roca sobre el océano del Hades

Como una espada sobre el territorio de Proserpina,

La hija de Abinoh

Ha circulado por los últimos caminos

Como una paloma sobre su primer diluvio,

Como la imagen del ancho espejo de la muerte

Sobre el brazo desnudo de una espada;

Y sus manos llevan piedras para el hambre

Y sus ojos continúan con el fulgor de las estrellas

y sus cabellos llamean como el mito del Apocalipsis;

instaurando y restaurando

la próxima venida de Majalón

sobre las lindes de otro paraíso.

 

LA PASIÓN SEGÚN DAVID

Oh, Betsabé

-canto de corales y náyades de musgo-

Quiero alabar tu desnudez

Como un crisol alaba de la luz

La porción de los aceites

Y las gomorresinas del espejo.

Quiero alabar tus cabellos de estrella milenaria

Y poner ante tu talle y tu pliegue de paloma

Todos los territorios de Sión, de Judá, de Israel,

De Betfagé y de Séforis.

Quiero homenajear tus labios,

Tus rodillas de sinagoga

Tus pechos balsámicos

En donde convergen

Los vivos y los muertos

Para levantar en medio de tantas religiones

Las teorías sobre los orígenes de la tierra.

Betsabé

Quiero homenajear en nombre tuyo

A Saúl y a Jonathan ,

A Schuaima y Aniquirona,

Quiero festejar en nombre tuyo

Todos los silencios de la luna,

Celebrar en nombre tuyo

Todos los rumores de la acequia,

Cantar en nombre tuyo

Todos los himnos de la noche.

Los salmos que no he escrito todavía

El hermetismo de los evangelistas románticos

Y todos los lenguajes de estos precipicios

Destilarán tu nombre, tu aroma y tus palabras

Bella estatua del santuario

Para enaltecer la memoria del hijo fallecido

Y regocijar a Salomón

Victorioso en medio de la sombra y sus espejos.

Betsabé

-Beso del hitita-

mi amor no acarreará otro destino

que la muerte de Urías en el campo de batalla,

mi beso no provocará otro sonido

que la deshonra de Tamar por los desiertos,

mi abrazo no contendrá otro principio

que la rasgadura violenta de mis ropas,

y mi tacto,

sobre tus rodillas desarmadas,

la rebelión de Absalón contra su propia alfanje.

Ven amada Betsabé

Sin embargo en esta noche,

-Luego del amor-

ningún castigo cobrará el valor

que tú y yo nos merecemos

en la candidez del abrazo de otra muerte.

 

LOS VIAJES DE EZEQUIEL

Entre trompetas feéricas

-Altas trombas que viajan por el éter-

tuvo sus visiones Ezequiel.

Arabescos timbrados en el aire

Le advirtieron de las cosas

Que buenamente ocurrirían

A través de las ranuras de la noche.

Y vio Ezequiel todo lo que acontecería en un futuro:

Cómo estaría de cambiante todo,

Cómo el caballo del Apocalipsis

Transitaría por las hordas del desierto

Hasta arrasar con los campanarios de la iglesia.

El remolino de bronce y fuego

En el cual se movilizaba

Lo transportó por la antigua tierra de Judá ,

También por los tiempos

Posteriores a su carne;

Tiempo de la guillotina

Que se descuelga de los territorios de Proserpina

Masacrando el cráneo del revólver,

Del cuchillo, de la honda.

Y vio Ezequiel a través de las órbitas del cielo

Las huestes de los pueblos levantándose,

Desmoronándose como castillos de naipes,

Como una soldadesca de plomo

En las orillas de las llamas.

Y escuchó Ezequiel los quejidos de la tierra

Los timbales de los cuarzos en lo profundo del espejo.

E interpretó Ezequiel,

cómo avanzaba todo,

Cómo se movilizaban las grandes guarniciones de la guerra,

Los ejércitos del hambre

Los números del desalmado en las inscripciones de las altas cordilleras.

Y sintió Ezequiel,

otra mañana,

Otro sueño rodando por la casa del durmiente,

Otro sol, otra sombra

Otro Ezequiel observándose a sí mismo.

 

LÁZARO

A Jader Rivera Monje.

Ahora que soy tantas cosas al tiempo

Ahora que asumo mis vidas pretéritas

Y las lanzo a la carne o al barro

para que se vuelvan poemas

o pequeñas hojas que se enfrenten

al aire rizado del Zaire

me llaman Lázaro.

Soy Lázaro

El hijo de Betania

El hermano de Martha y de María

He conocido la muerte

Su río de rosas, gladiolos, violetas, mirtos y lirios

Que he transitado, navegado y respirado

En los cuatro días que duró

Esa odisea por el mundo fascinante de las sombras.

Soy Lázaro

Tengo setenta nombres

Música, viento, pájaro, buey, lluvia

Son algunos de ellos

Creo en la resurrección

En la pervivencia

En el soplo cálido que trasciende

Más allá de estas tribus.

Me he levantado del barro nueve veces

Y ahora

Soy el polvo que no vuelve al polvo.

Mis manos y pies

Todavía están atados con envolturas de entierro

Pero también es cierto

Que bajo mi cuerpo crece la hierba

Circundan el gusano, el ciempiés, las calambrinas olorosas,

La gaviota que remonta su vuelo

En busca de otras corrientes de aire.

Soy Lázaro

Habitante de Betania

Amigo de las sinagogas

De Canaám, de Cafarnaum, de Nazaret, de Galilea

Y de otras tierras lejanas

Cuyos nombres no entenderían

Tengo el rostro cubierto con un paño

Pero cada vez que me levanto a la vida

Cada vez que una mariposa

Me recuerda que he nacido de nuevo

El paño va cediendo paso

A otras estrellas, a otras luces, a nuevas especies de animales,

A otros caminos.

Soy Lázaro

Y en este viaje al final de la vida

Me sentaré sobre otra roca

A hilar el cordón sagrado

El pedazo de río

Que me devuelva a otra corriente

En donde todas las voces clamen,

Todos los músicos canten,

Todas las lluvias digan:

“Lázaro, levántate!”

 

CARTA DE UN ESCRIBA A MAGDALENA

Yo no sé de dobleces de campanas

De sanear o purificar sepulcros

Pero un torbellino de hojas secas me conduce hacia tu vientre

Y alguna parte de esa música secreta

Que tú reinventas y traduces.

Yo no sé de multiplicación de pájaros y peces

Ni siquiera escanciar las ánforas de vino

Pero busco tu cuerpo Magdalena

Como si fuera ese santuario

Donde redimir mis carnes y mis velas

Agobiadas por los golpes de las sombras.

Yo no sé de resurrecciones

-Acaso mi carne no soporte tantas instancias-

No se perdonar las querellas con el polvo

Pronosticar las épocas de lluvia

Pero estoy seguro Magdalena

Que mi amor te reivindica de las culpas

Y talla en tu ofertorio

Una parvada de pájaros azules

Donde sopesar tus deudas y tus vinos.

Yo no sé de estrellas y ovellones

De esferas cuyo fin esté más allá del cosmos,

Pero mi conocimiento en tu cabello

Quiebra los mapas

Y mis manos no poseen otro lenguaje

Que el mismo que tú diagramas

En el río de la muerte.

Desde las selvas sirias

Hasta el mar occidental,

Desde el monte Nebo

Hasta el río Rogitama

Irá mi ancho y dulce amor, bella Magdalena,

Revestido de luz para tus hombros

Y un collar de caracolas

Hará tejido con peces de distintas geografías

Para adornar tu pubis

Y tus cabellos crispados por los astros.

Yo no sé de oratorias y viejas enseñanzas

Mi lenguaje no supera los silencios de la tierra

Pero acaso me domina la palabra

Y un Te Amo

No sea otra respuesta

Que el peso enamorado de esta cruz.

 

JUDAS

¿Cuántas crucifixiones habrá de soportar este espejo?

¿Cuántas la imagen de la roldana al borde del árbol?

¿Cuántas veces el juicio,

los treinta denarios de plata

Bajo el corcel de los sinos?

Este espirálico sueño

Viene y va sobre mis días

Como el mar a la piedra

Como la ola a la playa

Como la gaviota al gigante presidio de la desesperanza.

¿Cuántas veces habré de llorar sal y hojas secas?

¿Cuánto durará este beso en la llaga del carpintero,

la parábola del eterno retorno?

¡Jesús el profeta ha muerto!

“Al madero con él”

gritaron los fariseos, los saduceos

y los escribas al pie de la horca.

¿Cuántos minutos durará esta balanza,

El llanto de Magdalena y la negación de las rocas?

Yo soy Judas,

Tesorero de los doce,

Soy Judas y peso mis carnes,

Mis treinta denarios, mis números, mi cábala hebrea,

Cargo mi cruz porque soy de la noche

Y me levanto de tantos calvarios

Hacia la tierra prometida.

¿Quién dijo que mi cruz era liviana?

¿Quién dijo que yo no tenía

Mi río Jordán, mi Gólgota,

Mi lugar de la calavera,

Mi cerro de crucifixión,

mi sepulcro donde resucitar

y mi propio ascenso a la luz

después de la muerte?

¡Judas Iscariote ha muerto!

“Al madero con él”

gritó en aquella ocasión

la divina providencia.

 

LA VISIÓN DE MOLOCH

¡Desgracia a los habitantes de la Tierra!

Arremetió el maligno del infierno

Mientras veíamos discurrir

Las hondas guerras del desierto

Por los pasajes de la arena

Y sus cóleras inflamadas.

¡Desgracia! ¡Desgracia!

Los pájaros de fuego

-Encorvados por la cabellera elástica del cosmos-

surcaban los laberintos electromagnéticos del éter

y soltaban por doquier

su huevo de ira y uva venenosa

desvertebrando como un soplo

el país de los cedros y los pinos.

Por entre los montes de Armenia y el Golfo Pérsico

-En donde alguna vez se situó el paraíso-

vaga ahora, desde la época de las lunas crecientes,

el hijo de la noche.

Bañado por el Tigris, el Eufrates, el Nilo y el Pisón

-Revestido como lo que fue, antes de la rebelión y la caída-

el maligno del infierno

se pasea con sus tentáculos de muerte,

con sus hiedras vengativas y siniestras

destruyendo todo lo que aventure por el mundo.

¡Desgracia a los habitantes de esta Terra!

Vocifera con la fuerza de los acantilados

Y las voces enhiestas de las rocas.

Una cohorte de fantasmas

Le secundan en el canto,

Un séquito de hombres

Le tributan con aceites.

Desde Aurán hasta California ,

Desde las torres reales de la gran Seleucia

hasta las bocas cerradas del Mississippi

se pasea el maligno del infierno

por las llanuras volátiles de Proserpina.

Sus principados y potestades

Se doblegan como ramas

Al paso majestuoso de los falsos evangelios.

Sus columnas de humo y fuego

Continúan tatuándose en la tierra

Como una señal de insólitos presagios

Mientras la noche se retuerce

Al florecer del hongo radioactivo

Y el hombre

Evocando la memoria de la Sodoma de los moabitas

Queda prendido al viento

Como la estatua del Apocalipsis,

La torre de sal de los últimos sepulcros.

 

© Winston Morales Chavarro

 
el interpretador acerca del autor
 
                           

WINSTON MORALES CHAVARRO

Neiva-Huila, Colombia 1969.

Primer Puesto Concurso Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, 2001. Primer Puesto Concurso Nacional de Poesía Universidad del Quindío, 2000 y Segundo Premio Concurso Nacional de Poesía Ciudad de Chiquinquirá, 2000.

Fue Director editorial-fundador del Periódico Neiva y es co-director de la revista Índice de Literatura, miembro del Consejo editorial de las revistas de literatura Puesto de Combate-Bogotá y Tiempo de Palabra, de Ibagué; director de la Revista Hojas Sueltas-Neiva, Corresponsal de las revistas de literatura Alhucema-Granada y Eldigoras, Barcelona; Corresponsal de la Revista de Literatura Il Convivio-Italia

Ha publicado los libros de poemas Aniquirona-Trilce Editores 1998; La Lluvia y el ángel(Coautoría)-Trilce Editores 1999; De Regreso a Schuaima, Ediciones Dauro, Granada-España 2001, y Memorias de Alexander de Brucco, Editorial Universidad de Antioquia-2002.

Poemas suyos han aparecido en revistas y periódicos de Colombia, España, Venezuela, Estados Unidos, Italia, Argentina, Ecuador, Puerto Rico y México.

Participó en el Primer Festival de Cultura Colombiana en Milán-Italia, celebrado en Octubre de 2000, en la V Feria Binacional del Libro en San Cristóbal-Venezuela en el 2002, en el Encuentro Internacional de Escritores en el Caribe, Playa del Carmen-México, 2002 y en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, celebrado en Junio de 2002. Invitado al Festival de Poesía “Alzados en Almas” de la Casa de Poesía Silva en el 2001. En la Actualidad cursa una maestría en Estudios de la Cultura, mención literatura hispanoamericana, en la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador.

Es posible leer más obras de Winston Morales Chavarro, incluidos otros tres poemas pertenecientes a De regreso a Schuaima, en los espacios de autor de Eldígoras:

http://www.eldigoras.com/eda/portal.htm

Número 2: mayo 2004 -Winston Morales Chavarro - Poemas del libro De regreso a Schuaima

   
   
   
   
 
 
 
 
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