el interpretador poesía
 

Poemas pertenecientes al libro

De regreso a Schuaima

 

Winston Morales Chavarro

 

 

Introducción.
VIAJE POR SCHUAIMA, por Matilde Espinosa

Poemas pertenecientes al libro De regreso a Schuaima (Ediciones Dauro, Granada-España 2001)

Si referirse a una obra distinta a la poética infunde cierto temor o riesgo de no acertar, de no saber llegar a las valoraciones humanas y estéticas que tuvo en cuenta el autor al escribirla, la obra poética hace estremecer al prologuista o crítico. El mundo poético o universo es muchas veces inabordable; tiene tanto de extraño, de revelador, de insospechado, por no repetir la palabra “mágico”, que precisa identificarse, transplantarse al hecho fugaz de la iluminación. Por eso las traducciones de poemas son tan esquivas; no siempre se logra darle el aire o ambiente originales; se escapa ese estupor, ese prodigio de traducir el instante.

El poeta Winston Morales Chavarro me concede la gracia de habitar-por un tiempo-las regiones misteriosas de su creación poética. En De Regreso a Schuaima, se cumple el retorno en cada nueva visión que el autor puebla de creaturas extrañamente maravillosas, en donde la imaginación enriquece y recrea logrando imágenes tan leves, tan furtivas como el soplo del viento, tan rumorosas como la canción de los árboles o el cansancio de los ríos o el vuelo de los pájaros.

Este libro singular parece cobrar o recobrar ciertos valores, no sólo por su oleaje, sino por la trascendencia del estro profundo que va marcando un itinerario desconocido en las obras poéticas del momento que también son más pobreza sobre el mundo.

La incursión por De Regreso a Schuaima, significa ir conquistando territorios en compañía del personaje más encantador y encantado: Aniquirona, la amada de todos los soñadores de la tierra; la idealizada que nos pone en comunicación con los seres que moran más allá del discurrir cotidiano. Este ensimismamiento, el llegar de “Pobladoras” con su despliegue de hermosura cautivando casi hasta el delirio. El espacio que invade al que le sigue con su aroma singular de bosques y
jardines, de mares secretos o rocas agresivas, o el desafío subversivo de presencias que se ignoran a pesar de sus deslumbramientos, sostienen el embrujo, la gran orquestación de todos los elementos.

En Schuaima los ríos tienen nombre de varón –Calixto-, y los perros son filósofos, consejeros y sabios. El fluir constante de las fuerzas secretas que elaboran el milagro de todas las supervivencias, aún las más remotas, las que ignoran las gentes, los habitantes de Schuaima las disfrutan y entregan a la armonía universal que se sustenta con las aspiraciones y concepciones imaginativas y enigmáticas del poeta.

Cuando se escribe el poema sólo se piensa en él; por eso sorprende la asistencia multitudinaria de imágenes que maneja Winston en la justa perspectiva que va descorriendo el futuro o el inmediato pasado; el momento puede ser hoy o el hoy de los siglos ya idos.

Los olores, los viajes, los caminos, la muerte, la vida plena, la clarividencia en el espejo o el viento que pasa en la voz de los niños, en las divagaciones del más empedernido soñador, hacen EL GRAN POEMA.

Las experiencias oníricas confunden los limites de tiempo y espacio, entonces crece el interés y la curiosidad por saber quiénes son “Oáma”, “Yhoma”, nombres legítimamente soñados por el poeta para que discurran por los senderos de luz o de sombra.

En De Regreso a Schuaima, se unen los inimaginables contrastes de resurrección y muerte; las más audaces formas de pintar lo inverosímil: el ocaso o el amanecer pueden centrarse en un rayo de sol perdido, o en la agonía de un fulgor lunar, vertidos en la gama infinita de colores hasta fundirse en una ola sin horizontes. Se piensa en el éxtasis poético con la nostalgia de las reminiscencias vividas por otros cuyos nombres y sombras siguen vagando por el mundo.

Toda despedida duele y no es fácil dejar De Regreso a Schuaima en donde la belleza y la libertad son para el visionario su estación preferida.


MATILDE ESPINOSA

 

 

XVII
El MAR

Yo del mar de Schuaima

De sus alas subcelestes

De su música salada;

Yo del piélago deseoso de su cuerpo

De su súbito de río.

Yo entregado por siempre y para siempre al mar,

Mar de viento, de tierra, de agua, de fuego

Una sola cosa

En cualquier constelación o estado.

Yo del mar de Schuaima

Desde antes de su origen

Piedra tallada de arabescos

Caballera de hilos subterráneos.

Yo del mar

Hijo de su viento;

Un vaivén errante entre las piedras,

Hijo de sus aguas;

Un molusco, una anguila,

Un diminuto hombre

En su realidad fúlgida e infinita.

Yo del mar aguamarina

Invoco mis redes oceánicas

Para capturar el tiempo de las cosas,

El tiempo en que todo fluye

Como sirena milenaria

Rejuvenecida por la sal.

Yo del mar

De sus espejos ondulantes,

De su barco ebrio.

Yo del mar de Schuaima

Porque así lo necesito.

 

XXI
LAS ÁNFORAS

Llenas de un líquido precioso

-Quizás elixir o ámbar de otras orillas-

Las ánforas refrescantes de Schuaima

Colman mi espíritu de lo verdaderamente grande.

Hojas balsámicas, tigres de la India,

Diminutos pericos de las Américas;

Todo ante mis ojos

Como un espejo,

Como un diamante

Como un cántaro destilando el agua de los sueños.

Como un alucinógeno en la carne de mis hojas

Las ánforas de Schuaima

Arrojan su gota de extranjero

En la raíz de esta expedición necesaria para el árbol.

Me levanto como una ánima desnuda

Bebo, suerbo,

Muerdo esa agua densa

Agua que embriaga con su trueno o con su música imperiosa

El cordón letal que me sostiene.

Mi espíritu de águila

Retorna a las alturas más remotas,

A los pasajes aparentemente fríos

En donde los términos

Telepatía y clarividencia

Se refieren así

Como lenguaje de una nueva era

En donde yo,

Hijo de las sombras,

Comienzo a balbucear el lenguaje de los hombres.

 

XXII
EL MAGO

A Guillermo Martínez González

 

Nada existe en Schuaima

Sin la sabia disposición de Yhoma.

Nada se perfila de manera tan determinante

Como las leyes superiores del espejo

A partir de las leyes inferiores de sus sombras.

Cualquier cosa que emerja de la muerte

Obedece sólo a la memoria colectiva

En contacto con la fugacidad

De algunas fuerzas extranjeras

Que vienen de otros planos

Paralelos a los nuestros

A sembrar el equilibrio

Que tanto necesitan las estrellas.

Nada existe en el río Calixto

Que no haya sido ideado por sus peces

No existe el cuerpo sin la sombra

La corriente sin el agua

El nuevo mito que rebase al hombre

A partir de otro mito

Que él mismo se merezca.

Nada existe sin la sabia cábala de Yhoma

Éste es el famoso herrero de los días

El grano de mostaza

Que fragua las estatuas

Y levanta,

En medio de todas las semillas,

La pirámide de Egipto

Donde edificar los paradigmas.

He soñado y he visto al viejo Yhoma

mastillando el sueño de algunos forasteros

Yhoma el pajarero de los bosques

Una premonición venida más allá del tiempo

Hilando el árbol de los sueños

Al borde de los ríos y las selvas.

Nada existe en Schuaima

Que no exista en el número del mago

Yhoma con sus brazos chamánicos y libres

Mezcla los brebajes y las pócimas del viento,

Las esencias de las frutas

Dando de beber a los lúcidos parajes

Por donde el hombre

Encontrará de nuevo al hombre.

 

XXIII
EL VISITANTE

Soy el Extranjero que remonta el Rogitama en barco

El visitante de estos hilos sacrosantos

El viajero del que hablaran

Los pergaminos místicos del cosmos.

Soy la nada y lo absolutamente negro

El águila de oro de los antiguos iniciados

El mensaje sugerente de Los astros.

Estoy en el presente eterno

Como lluvia extraída de las profundidades cavernosas,

Como árbol arrancado

De sus más íntimas raíces.

Soy y formo parte de los ríos;

La clave cifrada de Hermes, el altruismo de Urano,

El fuego de Thros.

Sé que el futuro existe en el ahora,

Que las cuatro dimensiones son mis puntos cardinales

Que el pasado, futuro, presente y sueño

Son las campanadas invariables de lo perpetuo.

Soy el Extranjero que remonta el Rogitama en barco:

Los países se abren a mis ojos

Como gigantescas puertas de luz

En donde me someto a una visión total,

A una magna sabiduría

En donde el tiempo deja de fluir

Como círculos en un presente eterno

Para ser observados

Con los ojos de la eternidad

Con las alas esféricas y adyacentes de la Alquimia.

 

XXIV
LA TEJEDORA

A Matilde Espinosa.

Bayadera

Bailarina de las sombras

Maga perenne de los cantos

Ínsula donde los sueños se levantan

Como cuchillo en mitad de las esferas.

¿Es ésta la oscuridad que te envuelve?

Ceguera dulce para comprender el cosmos,

Silencio negro para entonar el trueno

Rayo abisal para redoblar el viaje.

¿Es éste el espejo que te nombra?

¿El laberinto que nos llama?

Bayadera de brazaletes

De sueños y collares

¿Es ésta la pluma que remonta el vuelo?

¿El pequeño arco para disparar la flecha?

¿La diminuta puerta para comprender la huida?

Bailarina de las lluvias

Tejedora de santuarios

Bayadera de la noche

En la inconmensurable página del ser

En el inconsútil laberinto de las sombras

Me esperaban;

Desnudos,

Harapientos,

Los leones sosegados del destino.

 

XXV
EL VIAJE

Elevarse,

Suspenderse en el aire,

Flotar como el Caduceo de Hermes

O la Tabla Esmeraldina;

Lanzarse hacia la noche

Como el río en un cielo de ovellones y de piedras.

Ser hijo de la luz

O barco ballenero

Atrapando músicas marinas.

Moverse hacia los mundos

Del río Rogitama

Sorber el azul infinito del espejo

Ser universal hasta la muerte

Y sacro hasta en la orgía de las horas señaladas.

Ser y no ser

Oscuro, blanco, diamantino

Ventana que apoltrone los colores,

Reflejo difuminado de los astros.

Arrojarse sobre las colinas de la noche

Respirar quedo como un reloj de arena

Avizorar en los principios de la nada

Los instantes en que la realidad se multiplica

Y la fantasía iniciática del cosmos

Sesga las penumbras.

Ser el viento,

El agua sostenida,

La roca,

La médula del río, el águila de piedra,

La mente abierta del viajero

Que goza con la música del éter

Cuando todo,

Sin anhelarse nada,

Fluye como un concierto para la pesca

Como una melodía

Para la muerte amarilla del ayuntamiento.

 

XXIX
LA LLEGADA

Yo que soy un apátrida

De esta Terra de la imaginación y el sueño

He venido a Schuaima

Como una vocación a las alturas

Y una satisfacción silenciosa de los viajes.

Yo que soy un apátrida

De la independencia y el delirio

Trazo mis puntos cardinales

Bajo los velámenes del barco

Y tejo un mundo en el sepulcro

Para mi cuerpo fatigado por las sombras.

Yo que soy un paria

De la razón y la locura

Niego cualquier posibilidad de raciocinio

Y afirmo toda matriz

De la imaginación y la paranoia

Para enfrentarme a la desnudez del universo

Y a la porción fantástica de su música.

Yo que soy un apátrida

De esta Tierra inverosímil y olorosa

He venido a Schuaima

Gracias al eco de la acequia,

A la voz ancha del yarumo,

A los cantos luminosos de la selva.

Yo que soy un paria

Entro desnudo a los reinos de la noche

Sin más pretensiones

Que los de la propia belleza,

Sin otros objetivos

Que los del puro suicidio;

En este lento resultado de la tarde

En este sabio paradigma de los sueños

-lejos del compromiso activo

de los que permanecen sólidos

sobre el bosque de la vida-;

yo que soy un apátrida

entro vigoroso a los principios de la muerte

a las puertas dulces y seniles

de Aniquirona y sus colinas.

 

 
 
el interpretador acerca del autor
 
         

WINSTON MORALES CHAVARRO

Neiva-Huila, Colombia 1969.

Primer Puesto Concurso Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, 2001. Primer Puesto Concurso Nacional de Poesía Universidad del Quindío, 2000 y Segundo Premio Concurso Nacional de Poesía Ciudad de Chiquinquirá, 2000.

Fue Director editorial-fundador del Periódico Neiva y es co-director de la revista Índice de Literatura, miembro del Consejo editorial de las revistas de literatura Puesto de Combate-Bogotá y Tiempo de Palabra, de Ibagué; director de la Revista Hojas Sueltas-Neiva, Corresponsal de las revistas de literatura Alhucema-Granada y Eldigoras, Barcelona; Corresponsal de la Revista de Literatura Il Convivio-Italia

Ha publicado los libros de poemas Aniquirona-Trilce Editores 1998; La Lluvia y el ángel(Coautoría)-Trilce Editores 1999; De Regreso a Schuaima, Ediciones Dauro, Granada-España 2001, y Memorias de Alexander de Brucco, Editorial Universidad de Antioquia-2002.

Poemas suyos han aparecido en revistas y periódicos de Colombia, España, Venezuela, Estados Unidos, Italia, Argentina, Ecuador, Puerto Rico y México.

Participó en el Primer Festival de Cultura Colombiana en Milán-Italia, celebrado en Octubre de 2000, en la V Feria Binacional del Libro en San Cristóbal-Venezuela en el 2002, en el Encuentro Internacional de Escritores en el Caribe, Playa del Carmen-México, 2002 y en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, celebrado en Junio de 2002. Invitado al Festival de Poesía “Alzados en Almas” de la Casa de Poesía Silva en el 2001. En la Actualidad cursa una maestría en Estudios de la Cultura, mención literatura hispanoamericana, en la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador.

Es posible leer más obras de Winston Morales Chavarro, incluidos otros tres poemas pertenecientes a De regreso a Schuaima, en los espacios de autor de Eldígoras:

http://www.eldigoras.com/eda/portal.htm

 

           
 
 
 
 
     
   

r>