el interpretador narrativa

 

Campamento en Maschwitz

Pedro Mairal

 

 

 

 

Está todo primer y segundo grado levantando campamento, haciendo las mochilas. Se acabó el fin de semana en Maschwitz, el primer campamento de nuestra vida. Acampamos junto a un lago, bajo unos eucaliptus; el suelo está cubierto de esas hojas curvas, verdes, amarillas y rosadas. Tuvimos que traer una lista de cosas: bolsa de dormir, linterna, coy, mugo enlosado, cantimplora, repelente para insectos, brújula, soga de diez metros. Fue muy divertido desplegar todo ese arsenal durante el fin de semana, pero ahora hay que intentar guardarlo y sobran cosas que quedaron desparramadas, sin dueño. El Gómez, que es profesor de educación física y cuando se enoja se le estira el bigote, está pasando uno por uno ayudando a armar bien las mochilas. Yo anoche me hice pis en la bolsa de dormir. Nadie lo sabe. El Gómez desarma las mochilas que están mal armadas y las arma de nuevo. Desenrolla la bolsa de dormir en la luz pública y la vuelve a enrollar. Eso es malo, porque se va a notar mi pis. Anoche traté de concentrarme en no hacerme pis pero me olvidé. En algún momento me quedé dormido sin acordarme de eso, porque estábamos divertidos con el Vaca y Crespo y Miguel por la novedad de dormir en carpa: probábamos las linternas, lo iluminábamos en la cara a Fidalgo mientras dormía, hablábamos mal de él, hasta que dijo "estoy despierto y escuché todo", y nos reímos más todavía. Entonces en algún momento me dormí sin acordarme y a la mañana sentí que estaba mojado y recé para que fuera sudor pero no era, y encima se notaba. Yo sé que hay cosas más graves, que a otros les pasaron cosas peores. Por ejemplo Diego Larroque casi se muere ahorcado con la soga de diez metros de nailon plastificada cuando jugaba con Rosemberg a las ejecuciones; pataleó un poco y el profesor Inchauspe corrió y lo salvó. O Teibal y Giménez que se perdieron porque se fueron lejos para probar la brújula. O Manfredi que se clavó un anzuelo en el dedo y se lo tuvieron que sacar los choferes del ómnibus con una tenaza. Pero eso no me consuela. Igual la cosa para mí es grave, no me gusta. Trato de armar bien la mochila, para que el Gómez no me la desarme pero no puedo, me sobran puntas de cosas, lo que estaba antes bien doblado ahora es un bollo que ocupa el triple de lugar y no entra. El Gómez ya está con Aguirre, al lado mío. El próximo voy a ser yo. La mochila de Aguirre está bastante mal, y el Gómez se la desarma. Cuando está tratando de enrollar la bolsa de dormir, ve un círculo oscuro. Yo también lo veo y me sorprende que Aguirre pertenezca a la misma hermandad secreta. El Gómez huele el círculo oscuro y le dice "¿Te hiciste pis?". Aguirre apenas asiente con la cabeza, como diciendo "Sí, pero mantengámoslo entre nosotros". "Esto hay que secarlo", dice el Gómez y con toda naturalidad, sin siquiera sospechar que está traumatizando de por vida a mi pobre camarada, cuelga la bolsa de la rama de un árbol. Las risas empiezan a crecer, la bolsa de dormir flamea en la rama con el círculo oscuro en el medio: es la bandera de los incontinentes. Yo aprovecho el revuelo para agarrar mis cosas y caminar como si buscara algo. "Me olvidé la cantimplora en el lago", digo en voz alta aunque nadie me está oyendo. Camino hacia la orilla, saco la cantimplora y me pongo a cargarla con agua con la mochila a la espalda, agarrada con una sola tira. El movimiento me sale bien: un resbalón común, bastante posible, y la mochila está en el agua. La demora en sacarla también es creíble, porque está totalmente ensopada y muy pesada. Es un triunfo absoluto, y por eso aguanto muy bien las burlas, incluso afronto sin problemas el reto del Gómez que me hace sacar todo y desplegarlo sobre el pasto. Lo hago con tranquilidad, ocultando la sonrisa porque está todo igual de mojado y oscuro. Mi bandera de pis no se nota para nada y pienso que ojalá, cada vez que voy a dormir a la casa de un amigo, pudiera a la mañana siguiente inundar la habitación abriendo todas las canillas o sumergir la casa en el fondo del mar o algo así, para evitar esa evidencia terrible de los colchones mojados secándose al sol.

 


Pedro Mairal

 

 
 
el interpretador acerca del autor
 
               

Pedro Mairal

Nació en Buenos Aires en 1970.

Su novela “Una noche con Sabrina Love” recibió el Premio Clarín en 1998 y fue llevada al cine en 2000.

Publicó el libro de cuentos “Hoy temprano” (2001), y dos libros de poesía: “Tigre como los pájaros” (1996) y “Consumidor final” (2003).

Ha sido traducido y editado en Francia, Italia, España, Portugal, Polonia y Alemania.

En noviembre del 2005, Interzona publicará su novela “El año del desierto”.

 
   
   
 
 
 
Dirección y diseño: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: Inés de Mendonça, Camila Flynn, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Marcos Leotta, Juan Pablo Liefeld
sección artes visuales: Juliana Fraile, Mariana Rodríguez
Control de calidad: Sebastián Hernaiz
 
 
 
 

Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Edward Gorey, Obra (detalle).