NACIMIENTOS EN EL MAR
Si el transatlántico que avanza sumido en una niebla poco habitual en estos mares
llevara otra cosa, y no esta multitud de pellejos que huelen a dinero y a cuernos,
Angus Young estaría de mejor humor, tal vez.
El barco podría ser un avión o un hotel para Angus, que desde hace años mantiene
una racha pareja de excitaciones químicas. El barco podría llevar pieles de cebra o
hielo para los árabes.
Hundido barco en la niebla
de todo el ron del historial
canta la calavera del océano
en la negra y aceitada superficie
estrellas en el petróleo, pasajeras.
Canta el mar y mece
al que se aventura en mapas
con alfileres.
La luna deja caer su prole, jamás vista por el común del pasaje, jamás advertida por
los técnicos que manejan el instrumental en la cabina: hombres en mangas de camisa que
nunca descubrieron las costumbres de la luna. Su maldición es privilegio de los que tienen
el abismo en sus plantas, no se percibe con radares.
Mapas suspendidos expanden la luz
de una luna cargada.
Embarcación de petróleo
que de mapas vive.
Mapas monstruosos.
Angus Young mira la niebla. Desintoxicarse con un viaje en barco, qué estupidez.
Una guitarra eléctrica para los mapas más violentos.
Angus Young está listo, es el único que verá como la luna da a luz. Criaturas
secretas que se hunden. El guitarrista, en la cubierta lujosa, no grita pero el asombro le abre
la boca.
La quilla corta el agua dirigida desde la cabina por hombres que se mueven como en
un quirófano.
Mapas empapados, mapas
de la luna.
Los delfines nacen junto a los barcos que avanzan sin piedad en el Golfo de México,
en el terror y el olvido de la sal.
MAPAS
Buscás los dados en un rincón del universo
y pensás en tus hermanos
que tocan la piel de su cara
como si fuera un toro rojo
Cada vez peor.
Y los dados, que se escapan,
como si fueran perlas en los pies
o ese compás
en el ecuador del ser humano.
Cada vez peor.
Escorpión llegó a Borneo;
su hígado de cristal
se pudrió de los licores mal curados
y se pasó a la droga.
Y volvés a pensar
en tus hermanos
que suben a los trenes,
sin destino,
venden chocolate,
toman vino.
Cada vez peor.
Y los dados,
en un rincón del universo,
se ríen
en las coordenadas de tu tristeza.
Cada vez peor.
Pero te juntás
con algunos
y prenden un fuego
y sacan conclusiones
y se quedan dormidos
para olvidarse.
Ojos rojos aguantando
mientras caen las gotas de la noche
en la perturbadora textura del amor.
Esos dados,
que habría que tirar
para inventar todo de nuevo,
son inalcanzables
piden pesadillas
en el limbo de la imparcialidad.
Escorpión llegó a Borneo;
es el hombre volador,
es el estilo que se abre,
sabe guardar un secreto.
Soy Borneo y me dicen Escorpión
soy los dados y el sonido de tu miedo
soy la boya de tu humor
soy la hermana sordomuda
y también la picazón
de los mapas transformados
en accidentes.
Cada vez peor.
NADA
a Patricia Bobbola
Ese matiz muscular de los vagabundos
que exhiben su cansancio en los parques.
La presa arde en los ojos del cazador
con la belleza de la noche:
la muerte es un perfume, piensa
el chino lunático, experto tatuador de mujeres ricas,
mientras hiere la curva de mi mujer:
yo fui tu dragón de espuma,
tu monosílabo para esperar la mañana.
La tenacidad de un color, la respiración
de los que duermen, la elegancia trágica
del silencio
después del llanto.
Un hombre es ténue en la vigilia
cuando la costumbre de la burla no sirve
y el ánimo es una sombra huidiza
bajo los minutos de un cielo turbulento.
Un sueño es una lupa:
el brillo de la piel
de unas caderas que se internan en el mar.
Marcos Herrera