el interpretador poesía

 

Poemas

Horacio Fiebelkorn

 

 

 

 

SOBRE EL TIEMPO QUE SE PIERDE EN BUSCAR EL TIEMPO PERDIDO

Los discos de vinilo decían

"33 ½ r.p.m" aunque las bandejas

andaban siempre un poco más lento

o un poco más rápido. De modo tal

que la música nunca fue

lo que nuestro oído creía percibir. Y así

de las miles de veces que escuchamos

"A day in the life", "Las cuatro estaciones",

"Lady Jane", "Los mareados" o

"Vissions of Johanna" resultan

largas horas robadas por el tocadiscos

a la pieza original, o en su defecto

versiones prolongadas que agregaban

minutos a la música, voces más gruesas,

bajos más bajos, largos pasillos entre notas.

Acaso la única opción a mano para que vuelva

la música perdida, sea girar el disco en sentido inverso

lo que permitirá escuchar,

encriptada y secreta,

la vieja canción del pelotudo.

(inédito)

 

 

POEMA CON PASAJERO

Jack Nicholson camina 200 metros por la arena del Sahara

desde la camioneta hasta una casa.

200 metros camina Nicholson para llegar

desde la camioneta hasta la casa en el Sahara.

Nicholson no se apura por llegar a la casa

que lo espera a 200 metros de la camioneta en el Sahara.

Jack tarda en caminar los 200 metros en la arena ardiente

lo que demoraría cualquiera en recorrer el mismo trecho.

Es inútil quejarse o desear que apure el paso.

Nicholson tarda lo que tarda cualquiera

en caminar 200 metros por el Sahara

de su camioneta a la casa donde lo aguarda

un cadáver a su medida.

(inédito)

 

 

KORSAKOV AVENUE

A medida que caminaba

iba olvidando el lugar de cada paso previo

y al volver para fijarme olvidaba

hacia dónde me dirigía. Y el tiempo pasó

y me convertí en olvido de pies a cabeza.

De hecho, no soy yo el que relata esto, sino otro,

a quien algo le contaron, porque

no recuerdo nada, ni siquiera el nombre

de mi biógrafo de circunstancia

que tal vez esté mintiendo porque repite

lo que le dicen gentes que no conozco

y dudo haber visto alguna vez.

(inédito)

 

 

MARLON B.

Con qué tranquilidad puedo ahora

contarte que dos pisos abajo

hablé con tu amante. Lástima que te veas

ridícula con todas esas pinturas.

Una falsa Ofelia ahogada

en la bañera., volviendo loco

a todo este lugar. Te cuento que vi

a ese tipo con el que, a mis espaldas, tejías

por las tardes algo parecido a este

sudario que te cubre, ya quieta,

ya en silencio y abierta, sin remedio.

No decís nada, y sigo esperando que sonrías

y me digas que fue un malentendido.

Pero no, maldita cerda mentirosa. No soporto

ver esas cosas en tu cara. No hay

calma que valga, no contestás, mil veces perra,

puta barata como mi madre, ya estoy

en alguna parte de este cielorraso para

verte a medio vestir

rodeada de flores que no responden

al ruido lejano de los trenes.

(inédito)

 

 

X (adiós)

Esta claridad

Un poco rara

Ahora todo parece en su lugar

Pies en la ventana

Ojos en la alcantarilla

Humo en los pulmones

Un camión en la oreja

Y una horrible canción entre el techo y las ramas secas

Ruidos y cabezas contra la pared

Cada cosa en su lugar

Esto desde luego

Si razonamos como el general Julio Argentino Roca

Que en más de cien años

No ha cometido un solo error

Así es la claridad

Rara y matinal

Pero a no preocuparse

Llegará la noche con su cristalería

A humedecer con su aceite mágico

La máquina del olvido.

(De "Caballo en la catedral")

 

 

Horacio Fiebelkorn

 

 

 
 
el interpretador acerca del autor
 

 

               

Horacio Fiebelkorn

Nació en La Plata en 1958. Vive en Buenos Aires.

Publicó “Caballo en la catedral” (Ediciones El Broche, La Plata, 1999) y “Zona muerta” (La Bohemia, 2004).

Integró una antología de poetas platenses en 1998, y la “Antología de poesía erótica argentina” (Editorial Manantial, 2002).

Fue co-editor del tabloide de poesía “La Novia de Tyson”.

   
   
   
   
   
 
 
 
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Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Jacek Malczewski, Death (detalle).