el interpretador ensayos/art�culos

Un inventario, dos legados:

Intelectuales y Pol�tica en Contorno y Pasado y Presente *

Ariane D�az

Ha decantando en estos meses una nueva caracter�stica que re�ne a los principales referentes de la intelectualidad progresista argentina frente al "giro a derecha" del gobierno K: un silencio ensordecedor sobre pol�tica nacional. En vez de la calma que precede a la tormenta, para los intelectuales social-liberales o popular-liberales, el momento de las proclamas republicanas o el anuncio de la revitalizaci�n de la pol�tica que vertieron en los primeros meses de la presidencia K se trat� m�s bien del bochinche que precede al c�modo arrellanamiento en la tranquilidad "intelectual".

Pero vayamos a una etapa donde fue en relaci�n a la pol�tica que se definieron los proyectos intelectuales: los veinte a�os transcurridos entre el ?53 y el ?73. Relatar los sucesos y cambios pol�ticos del per�odo excede ampliamente el tema de esta nota. Pero se�alemos algunos hitos del per�odo en la historia de un �mbito particularmente sensible para el terreno intelectual: luego de la ca�da del peronismo, la tradici�n prevaleciente en la Universidad era la defensa de cierto "cientificismo" elitista, y sus integrantes, en el terreno pol�tico, se defin�an mayormente anti-peronistas. Pero, ejemplificando los profundos giros sociales y pol�ticos dados en el conjunto de la sociedad, hacia los ?70 se hab�a forjado una nueva tradici�n, opuesta a la del ?55: era una Universidad donde se hac�an fuertes corrientes pol�ticas peronistas y distintas variantes de partidos de izquierda. Era la instituci�n cuyos estudiantes hab�an protagonizado junto con los obreros el Cordobazo. Donde se hab�an dado experiencias como el llamado "Doble Poder" de Filosof�a y Letras de la UBA o el enfrentamiento entre las "C�tedras Nacionales vs. Marxistas", procesos que tanto en el terreno pol�tico como ideol�gico ubicaban sus proyectos en una perspectiva de revoluci�n social.

En este marco, hablamos particularmente de un per�odo donde fue adoptado el marxismo como referencia intelectual, aunque reivindicando distintas perspectivas y autores. Son los a�os del surgimiento de la as� llamada "Nueva Izquierda" (1) y aquellos donde se forjaron y ganaron peso figuras y experiencias intelectuales que funcionan hoy como los principales referentes de esta discusi�n. No es nuestra intenci�n dar siquiera un panorama de esos a�os sino tomar los casos de Contorno y Pasado y Presente para analizar planteos en este sentido que ya son cl�sicos.

I.CONTORNO: Sur, Sartre y despu�s...

Una nueva genealog�a

Roto con la "Libertadora" el frente �nico que hermanaba contra Per�n a sectores heterog�neos e incluso tradicionalmente opuestos (desde la oligarqu�a m�s rancia hasta el PCA), comenzaban a plantearse las diferencias dentro del bloque antiperonista. La revista Contorno, que comenz� a editarse en el ?53, formada por j�venes intelectuales en su mayor�a provenientes de la revista Centro de la FFyL de la UBA, ser� una de las primeras que se�ale esta contradicci�n para s� y emprenda este camino de diferenciaci�n.
Su trayecto en buena medida se dibuja como la contraposici�n a los planteos de la liberal revista Sur, referencia cultural y pol�tica importante de aquellos a�os. Esto no la reduce a ser su mera contraparte: las influencias de Contorno exceden a las de la revista de Victoria Ocampo, es decir, que en este camino de diferenciaci�n, y empalmando con un proceso m�s general que se estaba gestando, Contorno fue sentando una nueva tradici�n.

Centrada en sus inicios en temas literarios, la pol�tica nacional ir�a cobrando peso hasta superar los temas culturales. El paso intermedio, y uno de sus legados distintivos hasta hoy, es el intento de reconstruir una historia de la literatura nacional, la que se ir� organizando (sobre todo a partir del N� 5/6) a trav�s de los sucesos de la historia nacional y de las respectivas posiciones pol�ticas y de clase de los autores tomados, proyecto continuado aunque desde distintas apreciaciones te�ricas en la evoluci�n de ex-contornistas como Vi�as, Prieto y Jitrik. Las distintas composiciones del equipo de la revista muestran tambi�n la influencia lograda, que va incorporando colaboradores a la direcci�n de la revista, as� como tambi�n las diferencias pol�ticas surgidas, expresadas en lo que no fueron siempre tanto rupturas como "alejamientos". Sebreli pasa por ejemplo de la autor�a de la "declaraci�n de principios" inicial a una lejana y �ltima secci�n de "Testimonios" en el N� 7/8. Jitrik s� se aleja luego de la discusi�n sobre la ense�anza "laica o libre". Pero veamos c�mo fue este proceso en los puntos que propuse analizar aqu�.

Uno de los primeros elementos de quiebre y reproches a Sur es su escasa relaci�n con la realidad, aquello que el nombre elegido, Contorno, viene a contrarrestar. Para ellos, se atravesaba por esos a�os un tiempo de "desorientaci�n", donde era dif�cil "tomar posici�n", pero en el que estaba "prohibido guardar silencio" (I. Vi�as 1953). Tal cr�tica les signific� el largo proceso de diferenciaci�n con la generaci�n anterior (2) y los llev� a postular una falta de referentes previos para ello. Se impon�a la necesidad de construcci�n de una nueva genealog�a donde encontrar su lugar (buscada por ejemplo en los homenajes a Arlt y Mart�nez Estrada), pero a su vez se criticaba el planteo generacional de Sur: "Lo que se proponen los j�venes, m�s que cambiar la vida como quer�a Rimbaud o modificar el mundo como dec�a Marx, es sobre todo molestar a sus padres burgueses" (Sebreli 1953), es decir, un juego que no pasa de "rebeld�a juvenil" m�s que una discusi�n seria sobre los presupuestos y debilidades que permitiera plantear un campo de acci�n distinto, objetivo que s� se propone Contorno.

El "denuncialismo" anunciado desde el primer n�mero, como voluntad de ser la voz de los que no tienen voz, no ser�a una ubicaci�n c�moda para estos intelectuales provenientes de una clase privilegiada y, seg�n remarcan, viciados por esa procedencia. All� entra con fuerza el problema de definici�n del intelectual. Para Contorno deber� ser una intelectualidad cr�tica, pero por sus antecedentes, marcada por la culpa. David Vi�as dir�, diferenci�ndose de quienes buscaban en el "otro" su chivo expiatorio: "Hoy la culpa es de todos, y es necesario escribir y vivir como culpables [...] Los otros somos nosotros mismos" (Vi�as D. 1954 b). El lugar del intelectual, preocupaci�n que se encontraba desde el primer n�mero en art�culos como "La traici�n de los hombres honestos" de Ismael Vi�as(3), se ubicar� as� bajo el signo de Sartre. De tal ascendente es la adopci�n de esta versi�n del intelectual comprometido, vocero de los oprimidos o exclu�dos, no neutral sino situado hist�rica y socialmente, interpelado a actuar, y por tanto, un intelectual que tiene las "manos sucias": "individuos que escriben mojados despu�s de la lluvia, no como aquellos que se pretenden secos, intactos, y se�ores de todo el Universo" (Contorno, 1956).

Un eje que se mantendr�a a lo largo de sus tiradas y que utilizar�an en otras pol�micas es que el panorama nacional se mostraba mucho m�s problem�tico que las simplicidades manejadas en Sur: una historia basada en dicotom�as que no acertaba a ver sus matices y novedades, visi�n unilateral que de largo se expresaba en la historia nacional donde todo lo bueno se ubicaba del bando elegido y "lo otro" era observado como el Mal Absoluto (de tal forma se caracterizar�a en Sur, por ejemplo, al peronismo). Rozitchner en el �ltimo n�mero resume las diferencias con la generaci�n anterior: "el infierno son los otros" es el postulado literal con que los intelectuales de la generaci�n previa se manejaban, pero en Contorno se asumir� (como los personajes de A puerta cerrada, Sartre 1947), que lo son porque nos muestran las propias miserias (Rozitchner 1959). La matriz sartreana era ya una constante en la revista, que les serv�a para sustentar los cargos con que se enjuiciaba la intelectualidad que los preced�a.


El divorcio con las masas

La relaci�n con la realidad y la culpabilidad ir�n tomando valores pol�ticos m�s concretos cuando llegue el momento de evaluar su ubicaci�n frente al peronismo. La realidad de esos a�os era aquella marcada por uno de las reconfiguraciones m�s conflictivas y determinantes de la historia nacional: las masas, en su gran mayor�a base del peronismo, interven�an en la vida nacional y aparec�an como un factor pol�tico de peso. Su separaci�n de las mismas no era tratable en los t�rminos de una l�gica falta de llegada de las ideas de izquierda a las masas desinteresadas en pol�tica en momentos de "paz social", sino una contraposici�n directa en tanto esas masas defend�an una "ideolog�a" que ellos combat�an por paternalista y reformista. En el N� 7/8 estallar� esta discusi�n en la revista: mientras Rozitchner llamar� a Per�n "titiritero" y "Gran utilizador" (Rozitchner 1956), Troiani, m�s autocr�tico, reafirmar� que "las revoluciones que no se hacen con el pueblo no son revoluciones" en respuesta a la persistencia del discurso peronista ampliamente difundido entre las masas (Troiani 1956). Desde esta perspectiva, separar en el an�lisis a las masas de Per�n en la b�squeda de una tercera posici�n, con m�s o menos autocr�tica por haber sabido diferenciar esto previamente, ser� la estrategia elegida ahora y lo que hace predominar a partir de aqu� la pol�tica.

El epicentro de discusiones en este n�mero fueron disparadas por la apelaci�n de Sur de noviembre de 1955, donde Victoria Ocampo llama a la unidad anti-peronista para reconstruir la situaci�n en que el peronismo dej� a la naci�n: "Lo que acabamos de vivir ha demostrado la magnitud del peligro. [...] aprovechemos una lecci�n tan cruel y que hubiera podido serlo a�n m�s si el impulso de algunos hombres que se jugaron la vida no hubiera intervenido de manera milagrosa. [...] ayud�moslos con toda nuestra buena voluntad, con toda nuestra preocupaci�n de verdad y de probidad intelectual" (Ocampo 1955).

La apelaci�n abrir� dentro de la revista respuestas que, aunque ninguna favorable a Sur, muestran diferentes visiones sobre el peronismo. El Editorial se ubica una vez m�s contra las dicotom�as establecidas cuyo "esquema" viene a romper el peronismo, reconociendo a la vez la falta de "herramientas" para analizarlo que arrastran. Los enfoques adoptados son diversos. Se incluyen desde perspectivas como la de Halper�n Donghi analizando historiogr�fica y sociol�gicamente por qu� el peronismo no es una vertiente del fascismo, hasta una ficcionalizaci�n de David Vi�as donde se caracteriza a Per�n como un experto demagogo al que responden unas masas casi animalizadas y la inc�moda posici�n de un "espectador" f�cilmente identificable con los contornistas.

Pero tambi�n se encuentran individualmente diferencias en la evaluaci�n de las propias posiciones asumidas frente al ?55. Mientras entre otros resalta que Ismael Vi�as no ha modificado del todo sus esperanzas puestas en la Libertadora ?incluso evaluando positivamente a los militares (4)?, ya desde el t�tulo del art�culo de Troiani, "An�lisis de conciencia", se est� planteando la necesidad de autocr�tica de sus propias posiciones anti-peronistas. Del desarrollo de la nota concluir� que, mirando a Per�n con "mala fe": "a) no pudimos aceptar la mistificaci�n peronista; ni b) la restauraci�n olig�rquica, su �nica alternativa; y que c) fuimos incapaces de organizar una posici�n revolucionaria [...] No hemos legado nada. Ni un partido de izquierda, ni una hoja peri�dica audaz e inteligente, ni un libro encendido" (Troiani, 1956).

Masotta agregar� un disenso m�s tajante, considerando que, como caracterizaci�n del peronismo, ello no distaba mucho de la visi�n liberal de la que quer�an separarse: frente a las dos opciones existentes, el anti-peronismo irremediablemente quedaba pegado a los planteos reaccionarios de Sur, porque donde "hay v�ctimas y verdugos, como se ha dicho, no se puede estar con los primeros sin hacerse c�mplice de los segundos". Masotta concluir�, en lo que parece una respuesta a Ismael Vi�as que en el mismo n�mero hablaba del "miedo" vivido durante el r�gimen peronista, que "el miedo es la contraparte o la otra cara del conservadurismo"(Masotta,1956)(5).


Izquierda y tercera posici�n

La discusi�n sobre la posibilidad de una tercera posici�n (6) pondr�a en el centro la discusi�n ya existente en el terreno cultural con la izquierda (7). A pesar de la referencia al marxismo que exist�a en la revista, la izquierda que les era contempor�nea no les parecer�a una alternativa, considerada deudora de las ideas liberales. En el N� 9/10 la discusi�n ya ser� en netos t�rminos pol�ticos, pero en los primeros n�meros, la referencia sartreana cobraba otra ventaja para los contornistas: su independencia respecto al poder pero tambi�n su lugar diferenciado del PC franc�s les permit�a jugar con una figura de intelectual que se ajustaba a su propio lugar. Hacia el �ltimo n�mero de la revista algunos planteos remitir�an a una teorizaci�n sobre la intelectualidad gramsciana, pero en la amplia mayor�a de los autores de la revista, los planteos sartreanos seguir�an siendo el eje (8).

En esta situaci�n, el surgimiento del frondizismo les apareci� como la posibilidad de un proyecto no alejado de las masas sin necesidad de hacerse peronistas, es decir, su anhelada tercera posici�n. Apoyaron su campa�a desde la revista y uno de ellos incluso fue funcionario de su gobierno (9). En el Cuaderno de Contorno N� 1 el an�lisis del peronismo est� ligado a la esperanza en el frondizismo. En "Resollando por la herida" (Contorno, 1957), un texto donde se relata los conflictos abiertos con el ala derecha del mismo, puede verse c�mo se figuraban su propia ubicaci�n interna a �l: no piensan dejar el frondizismo sino pelear por ser una presi�n de izquierda a su interior.

Pero la ilusi�n dur� poco. Con la llamada "traici�n" de Frondizi, esto es, su corrimiento abierto a la derecha, cuyos epicentros fueron la discusi�n con la Iglesia por la pol�tica educativa (conocida como la discusi�n "laica o libre") y los acuerdos con empresas imperialistas en que se "convirti�" la promesa desarrollista, las discusiones y divisiones se profundizan en el seno de la revista. El Cuaderno N� 2 tratar� aspectos de la pol�tica econ�mica con un art�culo de Ismael Vi�as y otro de Liceaga m�s cr�tico que el primero, pero ser� en el N� 9/10 donde Ismael Vi�as dedicar� un an�lisis detallado a la situaci�n nacional en "Orden y progreso". All� se caracterizaba cada una de las posiciones y presupuestos de las fuerzas pol�ticas desde la izquierda a la derecha, junto con un an�lisis de la estructura econ�mica y social del pa�s, cuya conclusi�n intentaba demostrar que la llamada "traici�n" estaba incluida en lo contradictorio del frondizismo como expresi�n de estas tendencias, y donde sin embargo ellos pod�an ser un polo que presionara a esas fuerzas hacia izquierda y evitara el giro a derecha en curso. Pero por los escasos art�culos del N� 9/10, �ltimo de la revista donde s�lo escriben Ismael Vi�as, Halper�n Donghi y Rozitchner, para la mayor�a de los intelectuales relacionados con la revista una vez m�s parece pesar la dificultad de hablar por una clase a la que no se pertenece y los consecuentes desv�os hacia pol�ticas que terminan en desenga�o, a lo que se le agregaba ahora las manos m�s sucias de haber participado o apoyado al propio Estado.

Deteng�monos en este marco en lo que se dir�a de las organizaciones de la izquierda ya en esta �ltima edici�n. Rozitchner insistir� en la deuda que �sta tiene con el liberalismo (no menos que la de los contornistas), pero ser� Ismael Vi�as quien en "Orden y progreso" se ocupe de ella. Seg�n �ste, de sus tradicionales representantes, el PS y el PC, el primero estaba en un claro viraje derechista, y el segundo se subordinaba al liberalismo con ideas "fatalistas" de "progreso" hist�rico, trastocando su ventaja de perspectiva internacionalista en una embotada referencia �nica a la URSS como modelo, es decir, tambi�n aplicando modelos externos a los que quer�a circunscribir de forma maniquea la historia nacional (10).
Ismael Vi�as tambi�n incluye en su extenso paneo a la izquierda trotskista. En primera instancia, y eso generalizar� en sus propias conclusiones, considera mejor la lectura de Silvio Frondizi sobre la composici�n del PS (peque�oburguesa) contra lo sostenido por Torcuato Di Tella. M�s adelante, sin embargo, aunque parece conocer de primera mano las ideas que agrupa dentro de este sector, no le dedica a ella demasiada importancia, desde��ndola por sus constantes divisiones, a pesar de que sus planteos son significativos en tanto tienen una base real por la avanzada del movimiento obrero industrial nacionalmente, y por procesos internacionales como el de Bolivia. De all� deriva cierta verosimilitud, aunque exagerada, en las acusaciones reiteradas de "trotskismo" a posiciones radicalizadas que se expresaban en la realidad: "es dif�cil determinar con exactitud cu�l es la influencia real de estos grupos, pero parece indudable que las vacilaciones del peronismo en la conducci�n del proletariado industrial y la desilusi�n causada a parte de los cuadros juveniles de clase media por el actual gobierno, ha provocado entre ellos una corriente de acercamiento hacia ellos". Resumir� las propuestas de �sta alrededor de:

Todos ellos definieron al peronismo como una forma de bonapartismo, [...] todos ellos se�alan: ante todo, el preponderante lugar que toma en sus construcciones la presencia del imperialismo, preponderancia que llega a veces a obscurecer la presencia de la lucha de clases. Luego, la insistencia en que las burgues�as nacionales no est�n capacitadas para desempe�ar entre nosotros ?es decir, en los pa�ses semicoloniales? papel revolucionario alguno, pues no est�n dispuestas a modificar las relaciones de propiedad. Como corolario, que solamente la clase obrera est� en condiciones de dirigir la lucha por la liberaci�n del imperialismo y de realizar las transformaciones de la revoluci�n democr�tica-burguesa. Finalmente, que es necesario realizar la unidad de Am�rica Latina, pero que esa unidad s�lo podr� realizarse por una revoluci�n de contenido socialista, la que se dar� por una Federaci�n de Estados Obreros Latinoamericanos. [...] Y, asimismo, que es imprescindible la formaci�n de un partido obrero, cuyo objetivo debe ser la conquista violenta del poder (Vi�as I., 1959).

El punto termina all� y pasa a otro debate. Ismael Vi�as considera suficiente argumentar un peso escaso y discusiones "internas", aunque muchas de sus ideas le parezcan estar "empalmando" con la realidad, para no dedicarles mayor discusi�n, siquiera para refutarlas.
El planteo general que dejar� para el conjunto de la izquierda es una nueva forma de tratar el problema de su propio origen de clase y las contradicciones que �ste supone para relacionarse con el movimiento obrero, incorporando al mismo problema en que se hallaban los intelectuales de Contorno a la propia izquierda: "No nos enga�emos: la izquierda objetivamente est� en el proletariado, pero nuestra izquierda conciente es fundamentalmente de clase media [...] Unos y otros debemos tomar claro conocimiento de eso, animarnos a reconocerlo para poder superarlo". Un intento de acercar a la izquierda a sus propios fracasos m�s que un corrimiento a la izquierda en base a una autocr�tica pol�tica. As� como el planteo generacional tiene una base real pero en Sur escond�a, como se ir�a explicitando, ubicaciones pol�ticas claras, el planteo del origen de clase parece aqu� tambi�n volverse metaf�sico justificador de las propias posiciones erradas.

La revista dejar�a de editarse por estos a�os. Hoy sabemos que el intento de establecer una tercera posici�n terminar�a en fracaso. Sin embargo, las discusiones alrededor de esta tercera opci�n ser�an el rasgo que la posicionar�a como predecesora de las discusiones de la "Nueva Izquierda": la cr�tica a la aplicaci�n de modelos externos y la subordinaci�n al liberalismo del PC ser�an retomadas en la d�cada posterior.

Se acercaba la revoluci�n cubana que le dar�a un nuevo cariz a la discusi�n sobre "lo nacional": la perspectiva latinoamericanista, que ser� la marca seguida por varios de sus representantes. Este proceso tensionar�a al m�ximo la relaci�n intelectuales-pol�tica, con la discusi�n del intelectual "revolucionario" y ya no "comprometido", acompa�ado por un sesgo anti-intelectualista creciente. Los intelectuales reunidos en Contorno ya no intervendr�an como grupo, pero sus planteos en buena medida empalmar�an como antecedentes de aquellos que en una nueva escala se plantear�an para todo el continente y en muchos casos derivar�n en un fuerte anti- intelectualismo. Los intelectuales reunidos en Pasado y Presente intentar�an otra definici�n a trav�s de Gramsci, ya de lleno inmersos en la nueva etapa abierta que culminar�a en los procesos revolucionarios de los ?70.


II. PASADO Y PRESENTE: Uno busca lleno de esperanzas...

La ruptura con el PC

Para los ?60 el PC hab�a evidentemente fracasado en ganarse a las masas peronistas una vez exiliado Per�n, su apuesta en aquellos a�os(11). El PC argentino, por otro lado, hab�a sido muy resistente al proceso de desestalinizaci�n iniciado despu�s de XX Congreso, mientras afrontaba paralelamente la influencia de revoluci�n cubana que no se ajustaba a sus esquemas y abr�a una prolongada discusi�n sobre la revoluci�n por la "v�a" guerrillerista. Incapaces de contener los cuestionamientos que surg�an, se inicia un proceso de rupturas. Cruzado con ello, lo que se ven�a incubando hacia fines de los ?50 en el terreno de la intelectualidad terminar�a de nacer: con el impulso revolucionario de la situaci�n social y pol�tica surgieron diversas experiencias en el terreno ideol�gico que funcionaron como polos (obligados interlocutores) a la hora de discutir las ideas de revoluci�n que "estaban en el aire". Un caso fue la experiencia del grupo Pasado y Presente (en adelante PyP) que tuvo la ambici�n de cumplir un rol ideol�gico dirigente dentro de una generaci�n atravesada por fuertes discusiones estrat�gicas como la de los ?60.

Representada por Jos� Aric� en C�rdoba y Juan Carlos Portantiero en Buenos Aires, animar�n la revista junto con Oscar del Barco, H�ctor Schmucler y An�bal Arcondo centralmente.(12) Al igual que Contorno, PyP era heterog�nea, aunque m�s cohesionada: reun�a militantes provenientes de distintas experiencias militantes y contextos sociales, reunidos por su trabajo en los distintos emprendimientos ideol�gico-culturales que el PCA ten�a y que no le sirvieron, pese a lo extendido pero apegado a la "doctrina oficial" stalinista que era su aparato cultural, para contener esta ruptura (a�os despu�s caracterizar� Aric� a PyP como una "tentativa inicial de trabajar en el interior del PC para contribuir a renovarlo". Aric�, 1988:75).

La editorial del n�mero que provocar�a la expulsi�n del PC, del a�o ?63, se iniciar�a con un largo editorial firmado por Aric�, "Pasado y Presente" (Aric�, 1963), en expl�cita referencia a Gramsci, como la revista.


Una vez m�s, sobre generaciones y�clases

Utilizando categor�as desarrolladas por Gramsci, Aric� plantear�a ejes que retoman elementos abiertos por Contorno, reconocida como el antecedente m�s serio en querer saldar "el divorcio entre intelectuales y pueblo-naci�n" que PyP considerar� tambi�n un eje central de la historia nacional. Emerge en ese sentido para ellos tambi�n el problema generacional, no desconociendo "lo hecho hasta el presente" por sus antecesores, pero identific�ndose con una nueva generaci�n impulsada a "rehacer la experiencia de los otros, a construir nuestras propias perspectivas". Aric� expl�citamente discute contra aceptar la categor�a de "generaci�n" en reemplazo de la categor�a de "clase social", pero la primera encontrar� aplicaci�n si se la historiza: ellos no reconocen "maestros" por un lado porque las clases dominantes han perdido la capacidad de atraer a la juventud, mientras que "el proletariado y su conciencia organizada" no logra a�n conquistar una hegemon�a que se traduzca en una "direcci�n intelectual y moral". Para ello no son apropiados, y es el marco en que entran las cr�ticas al PC que se distribuir�n en toda la editorial, los dogmatismos que "se creen depositarios de la verdad" y formas partidarias que consideran a la organizaci�n revolucionaria como "algo concluido".

Las perspectiva ser�, respecto al marxismo, reivindicar cierta "tradici�n italiana" construida a partir de Labriola, Gramsci y Togliatti, como alternativa al marxismo del PC, "fatalista positivista y de materialismo vulgar". La propuesta era, con el marxismo "militante" como punto de partida pero abri�ndose a redactores provenientes de otras tradiciones pol�ticas, convertirse en un "centro unitario de confrontaci�n y elaboraci�n ideol�gica", superando las tendencias de la izquierda a los "esquemas predeterminados" que no logran dar cuenta del nuevo "contorno social". As� el marxismo debe incluir los escritos y temas del propio Marx no aceptados por la "vulgata" del PC y a su vez, apelar a aquellos que fuera del marxismo traten las mismas problem�ticas, con los cuales es necesario que el marxismo mayoritario de la revista "entable un di�logo".

Reconociendo como Contorno los problemas que significa su procedencia de clase, lo que se intentar� ser� el "enclasamiento" de los intelectuales, esto es, la atracci�n de los intelectuales "tradicionales" para "integrarse a las nuevas categor�as que la propia clase crea a lo largo de su devenir". Tomando ideas gramscianas, para PyP la "racionalizaci�n" capitalista, que crea una capa "tareas de organizaci�n y conexi�n social", es la base tambi�n para el surgimiento de un nuevo "tipo de intelectual" que configurar� una "intelectualidad org�nica de la clase obrera cuya naturaleza expresa, en esencia, una ruptura con la nueva relaci�n entre teor�a y pr�ctica establecida por las anteriores formaciones sociales", aspirando a un hombre que, no como especialista sino como "intelectual", logre "posesionarse de la totalidad hist�rica, se transforme en un dirigente, vale decir, en un especialista m�s un organizador de voluntades, un ?pol�tico? en el m�s moderno sentido de la palabra". As� tambi�n se definir� PyP: una revista pol�tica "en el m�s alto y elevado sentido de la palabra".

Gramsci les proveer�a herramientas para pensar el lugar de la intelectualidad en esos procesos y su relaci�n con las masas. Las propuestas de la primera Editorial son un intento de seguir sus ideas sobre los intelectuales "tradicionales" y "org�nicos" (13). El planteo gramsciano, que se�alaba el error de analizar el problema de los intelectuales s�lo por lo intr�nseco de sus tareas y no por el rol social que cumpl�an, permit�a encuadrar el problema de la funci�n y posibilidades revolucionarias del intelectual identificando los "peligros" que en un desarrollo hist�rico pod�a suponer su procedencia, pero sin caer en las "culpabilidades" conque Contorno se hab�a manejado. La din�mica que entre ambos establece Gramsci es que en "cada grupo que se desarrolla en direcci�n al dominio" es caracter�stica "su lucha por la asimilaci�n y la conquista ?ideol�gica? de los intelectuales tradicionales, asimilaci�n y conquista que es tanto m�s r�pida y eficaz cuanto m�s r�pidamente elabora el grupo dado, en forma simult�nea, sus propios intereses org�nicos" (Gramsci 1932). PyP se planteaba cumplir ese rol articulador ubic�ndose como org�nicos de un proletariado que ve�an en ascenso en Argentina, un intento de forjar la necesaria "hegemon�a intelectual y moral" y el "enclasamiento" en el movimiento obrero. Claro que ello supon�a el problema del sujeto y la organizaci�n que PyP no encontrar�a f�cilmente.


Un per�odo de nuevos affaire

Durante los 9 n�meros de esta primera etapa que concluir�a en el ?65 (como una segunda �poca se publicar�an dos nuevos n�meros), con una direcci�n bimembre que se va ampliando hasta un numeroso "Consejo de Redacci�n", los editores ir�n mechando art�culos de propia autor�a con numerosas traducciones de marxistas "heterodoxos" para los c�nones del PCA, di�logos establecidos entre el marxismo y otras disciplinas, as� como temas de cr�tica cultural. Rozitchner, Jitrik y Masotta, de Contorno, ser�n colaboradores en dos n�meros (14). La salida del PC, sin embargo, no signific� pocas contradicciones para el grupo. Mientras Portantiero inicialmente intenta fundar un nuevo grupo pol�tico, Vanguardia Revolucionaria, Aric� y el n�cleo cordob�s se mantendr�a agrupado por la revista pero sin fundar una nueva organizaci�n directamente pol�tica. Ello signific�, seg�n sus propias palabras, un largo "deambular detr�s del sujeto pol�tico": "vivimos esa situaci�n con un sentimiento de culpa que cre�amos poder apagar buscando desesperadamente un anclaje pol�tico" (Aric�, 1983). Si bien era una idea de la revista abrir debates m�s all� de la propia posici�n, considerando su papel de "revista pol�tica", los autores y temas tomados durante esos dos a�os demuestran que fue amplio el deambular, sin mucha reflexi�n o autocr�tica los abruptos virajes efectuados.

La definici�n del proyecto de la revista se hab�a planteado bajo la influencia de Gramsci. Pero no s�lo en ello PyP reconoce una deuda con el italiano. Como delimitaci�n pol�tica, seg�n describe posteriormente Aric�, �ste les serv�a para separarse del liberalismo que atravesaba el propio PC (Aric�, 1988: 44) (15). Aunque no est� explicitado en la Editorial del ?63 sino a posteriori, el liberalismo ser�a problematizado tambi�n por la persistencia del peronismo, cuyo l�der se hallaba para aquellos a�os exiliado, y cuya vuelta era un pedido que atravesaba al conjunto del movimiento obrero (acentuando la continuidad, aunque ya en otro marco, con Contorno). A�os m�s tarde, en La cola del Diablo Aric� reivindicar�a las discusiones de Gramsci contra Benedetto Croce como metodol�gicamente apropiadas para explicar el peronismo y romper las ideas que, como su puesta en relaci�n con el fascismo y la consideraci�n como puro "autoritarismo y manipulaci�n", hab�an "entrampado" a los opositores a Per�n (Aric� 1988: 50). Salir de esa "trampa" resume el recorrido de PyP, desde el primer n�mero en el ?63 hasta la diferenciaci�n de una derecha e izquierda peronista, con la que finalmente PyP colaborar�a en su segunda etapa setentista, aunque durante el per�odo de los ?60 la discusi�n giraba alrededor de las distintas vertientes comunistas producto de la desestalinizaci�n y las discusiones sobre estrategia abierta por la revoluci�n cubana (como puede apreciarse por la inclusi�n del texto de Debray).

Tanto el peronismo como la revoluci�n cubana planteaban una vez m�s la relaci�n de los intelectuales con las masas, ya en esta etapa puesta en relaci�n con la discusi�n sobre la din�mica de la revoluci�n en los pa�ses perif�ricos. El problema nacional frente al imperialismo, abierto por los procesos revolucionarios del "Tercer Mundo", y en Latinoam�rica marcado por Cuba, ser� uno de los elementos clave de discusi�n en estos a�os, problema para cuya soluci�n Gramsci les aportar�a elementos de an�lisis (Aric� m�s tarde reconoce esto como otra deuda con Gramsci. Aric�, 1988:78). En el terreno de la discusi�n estrat�gica, PyP introduce entonces la figura clave de Gramsci y toma el "esp�ritu de �poca" de renovaci�n del marxismo, pero siempre bajo el dominio estrat�gico de corrientes togliatistas, mao�stas o guevaristas.

Los intentos de esa "b�squeda del sujeto", incluir�a hasta una breve experiencia de colaboraci�n con el guevarista Ej�rcito Guerrillero del Pueblo, con el que trabaron relaci�n como "apoyo urbano" (Burgos, 2004:83). Con el fracaso de esta experiencia (en el ?64 el EGP fue diezmado), si en el N� 7/8 de marzo de 1965, en la inclusi�n de un art�culo de R�gis Debray a�n se notaba la influencia guerrillera, hacia fines del ?65, en su �ltimo n�mero de la primer serie, se dibuja un viraje a las f�bricas con el "Informe" sobre la situaci�n en la FIAT precedido de "Algunas consideraciones preliminares" de Aric�, y el rescate de la "Encuesta Obrera de 1880" de Marx (sin una autocr�tica o balance, como el mismo apolog�tico Burgos debe reconocer, sobre este cambio). Hasta aqu� llega el primer per�odo de la revista que no se reabrir�a hasta 1973.


La construcci�n de un polo ideol�gico

Seg�n responde Aric� en una entrevista del a�o ?83: "cuando en su primera �poca la revista no logr� resolver de manera fructuosa el problema del anclaje pol�tico, y las debilidades del grupo impidieron continuar con su tarea de recomposici�n de la cultura de izquierda, se abre la alternativa de los Cuadernos" (Aric� 1983), esto es, para el a�o 1968, el inicio de una serie de libros publicados por la montada a tal fin Editorial PyP, que llegar�a a 98 Cuadernos. Muchos de los t�tulos del "mercado editorial" marxista existente en nuestro pa�s son obra de este proyecto editorial. Ligados a la creaci�n de Siglo XXI, corresponde tambi�n a miembros de este grupo una edici�n y traducci�n de alta calidad en castellano de El Capital y de los Gr�ndrisse.

No ser�an los Cuadernos la �nica actividad del grupo: en 1967/68, miembros de la revista colaboran con la fundaci�n del PCR, ruptura del PC, de tendencia mao�sta (16). De ello una vez m�s no se dir� nada cuando hacia el ?73 se abra la segunda �poca de la revista nuevamente se�alando a Gramsci como su referente (17).

Adem�s de la decisiva influencia lograda por los cuadernos, su potencia como "polo ideol�gico" se desarrollar�a en el llamado debate "C�tedras Nacionales vs. C�tedras Marxistas" que tambi�n pertenecen a este interregno. Fue en 1970, en Sociales de la UBA cuando, en una especie de proceso asambleario, estas dos c�tedras se turnaban en exponer debates desde su punto de vista ideol�gico, votando luego los alumnos entre una y otra. Varios intelectuales de PyP o relacionados a ella eran los que representaban la l�nea de las C�tedras Marxistas (sobre todo Portantiero) y fueron las elegidas mayoritariamente por los alumnos. El mismo H. Gonz�lez, de las C�tedras Nacionales, reconoce cierto sentimiento de "inferioridad" frente a ellos y relata la decepci�n que le produjo que, en el proceso de izquierdizaci�n de Montoneros, sus dirigentes buscaran m�s a los marxistas de PyP que a los que como �l, hab�an sido desde siempre peronistas (citado en Burgos, 2004:188).

Matrimonios mal avenidos

Cercanos a Montoneros brevemente se reinicia la edici�n de la revista que s�lo va a tener dos n�meros durante el a�o ?73. Su Editorial, "La ?larga marcha? al socialismo en la Argentina" (Aric�, 1973) plantear�a como ejes centrales:


- Que no pretenden ser un "sustituto de la pr�ctica pol�tica" ni ubicarse por encima de ella, pero s� reivindicar "para s�, un espacio que considera leg�timo, aunque el mismo sea mucho m�s ideol�gico que pol�tico a secas".


- Una continuada apuesta al socialismo, no asegurado por el "derrumbe capitalista" sino la "subversi�n de la historia que el capitalismo hizo posible", aceptando que en Argentina su punto de partida ser�a el peronismo, para "poder construir una alternativa socialista para la clase obrera sin automarginarse de un movimiento nacional que sigue siendo el espacio donde se refleja la unidad pol�tica de las grandes masas" (idea que funcionaba como bandera ideol�gica de Montoneros).


- Que por lo tanto, la "toma de conciencia" de las masas no ser� un proceso "pedag�gico" como cre�a el comunismo argentino sino surgido "a partir de las luchas de una clase pol�ticamente situada en un movimiento nacional y popular", donde la tarea es "unificar los movimientos de lucha diversos" elaborando objetivos que sean "visualizables como comunes" para los distintos integrantes de esa unidad.


- Que el poder no se "toma" porque "no constituye una instituci�n corp�rea y singular de la que basta apoderarse" sino un sistema de relaciones "que es preciso subvertir en sus ra�ces" cuestionando el conjunto de sus instituciones, y por tanto dejando atr�s el "modelo de la III Internacional".


- Que se necesita por tanto una organizaci�n ("no importa la forma que adquiera su estructura organizativa") capaz de realizar esa unificaci�n y orientaci�n pero "s�lo desde el interior de un movimiento de masas que debe ser esencialmente aut�nomo, unitario y organizado", y por tanto, ni los sindicatos por sus rasgos corporativistas, ni los partidos ubicados por fuera del "movimiento". La formaci�n de esa organizaci�n encuentra una posibilidad hist�rica, seg�n plantean el segundo n�mero de este a�o, con la unificaci�n de Montoneros con las FAR: "sobre las espaldas de los peronistas revolucionarios recae la responsabilidad de que esa posibilidad [la del socialismo] no se frustre", un peronismo que, seg�n PyP, dado que sigue siendo el eje la f�brica, debe "profundizar su inserci�n en la clase trabajadora" sin "caer en el ultraizquierdismo" (as� este n�mero incluir� varios art�culos sobre problemas como el control obrero).

Superar la "tradici�n" de la III� Internacional y la reivindicaci�n del terreno ideol�gico como lugar suficiente de intervenci�n pol�tica son las bases que muchos reivindican hoy como el aporte a seguir de la Nueva Izquierda contra la "izquierda tradicional" (18). En el caso de PyP esto ser� la apelaci�n a Gramsci (paulatinamente vuelto contra Lenin) y la relaci�n como consejeros ideol�gicos establecida con Montoneros. Pero lo que hoy parece tan claro para los apologistas de estas experiencias, parece haber sido un conflicto central para PyP: su largo "deambular". La "organicidad" con el movimiento obrero y la constituci�n de una organizaci�n revolucionaria, fueron para PyP una disyuntiva planteada m�s por el esp�ritu de �poca que una decisi�n plenamente conciente, apreciable en sus vaivenes pol�tico-ideol�gicos. En el momento de mayor compromiso militante del grupo, Aric� y Portantiero pensaban la posibilidad de un partido revolucionario en la uni�n de Montoneros con las FAR y el sindicalismo cordob�s. Le�an en los conceptos de Gramsci de bloque hist�rico una manera de pensar al partido, de manera historicista, como resultado del proceso hist�rico que ve�an en esa uni�n, ilusionados en que por el propio curso de la revoluci�n, a trav�s de la Juventud Trabajadora Peronista se expresar�a la vanguardia obrera y se fortalecer�a un curso "consejista", cuando justamente la subordinaci�n a las organizaciones con estrategia populista es la que trab� esa perspectiva.

La derrota r�pidamente convirti�, para estos intelectuales, una estrategia equivocada en una tragedia de la que se sal�a no profundizando en la necesidad de una estrategia sovi�tica, la independencia de clase, el derrocamiento de las instituciones burguesas o la necesidad de un partido, sino en el ataque al leninismo. Portantiero en el ?75 redacta Los usos de Gramsci (publicado en el ?77), profundizando la cr�tica al modelo "insureccionalista" de Lenin y reivindicando a un Gramsci seg�n el cual deb�a pasarse a una estrategia de "construcci�n de hegemon�a" para aprovechar las crisis de las clases dominantes cuya dominaci�n simplemente "se va disgregando, perdiendo apoyos" (Portantiero 1977). Aric� c�nicamente reflexiona a�os despu�s, habiendo dado apoyo ideol�gico a Alfons�n, que "el espacio m�s ideol�gico que pol�tico a secas que ocupamos no nos preserv� de las equivocaciones: por el contrario, las potenci�, porque faltaba un pie en tierra que permitiera transformar un razonamiento en una propuesta pol�tica [...] Gramsci no nos liber� de Lenin, simplemente nos permiti� tener de sus ideas una concepci�n m�s compleja, m�s abierta y adherente a su vertiente sovietista. [...] En realidad, nos quedamos siempre a mitad de camino" (Aric�, 1988:79/80). Si en el ?73 �sta diferenciaci�n en base a su particular lectura de Gramsci encontraba alg�n sustento en su propuesta pol�tica, en el ?88 sus lamentos republicanos lo ubican claramente del otro lado tanto de Lenin como de Gramsci. Para estos intelectuales que empezaron por un "Lenin m�s de las Tesis de Abril que de Materialismo y empiriocriticismo", y terminaron en un Lenin "m�s de las Tesis de Abril que del �Qu� Hacer?", la lectura de Gramsci, considerado como "irreductible a Lenin", �til para pensar "la forma de organizaci�n propias de las masas", paulatinamente se fue convirtiendo en la teor�a de la hegemon�a por arriba en el Estado, y el "bloque hist�rico" pronto fue la alianza con el radicalismo a su vuelta a Argentina. Un Lenin m�s construido por la burgues�a que el real. Un verdadero "abuso" de Gramsci.

III. Tradiciones

Tanto Contorno como PyP son parte de un per�odo de proliferaci�n de discusiones y grupos pol�ticos que fue acompa�ada de una equivalente extensi�n de emprendimientos de cr�tica ideol�gica como revistas y editoriales, mostrando un amplio tapiz de posiciones e influencias que fueron objeto com�n de discusi�n por aquellos a�os (19). En ese contexto convulsivo, era la lucha de clases la que empujaba a sectores intelectuales a pensar su relaci�n con la pol�tica y a tomar posici�n frente a ella, referenci�ndose en una u otra versi�n del marxismo (20). Los primeros, provenientes de la intelectualidad liberal dedicada a la cr�tica cultural, van girando a discusiones pol�ticas y buscando distintas formas de intervenci�n en ella, con Sartre como referente. Los segundos, expulsados del PC, van prestando mayor atenci�n a la intervenci�n pol�tica en tanto intelectuales, con Gramsci como referente. En ambas experiencias, la problem�tica de la relaci�n entre su actividad intelectual y las masas llevaba a una discusi�n sobre la organizaci�n pol�tica en la cual insertarse para los objetivos buscados (21).

Los intelectuales reunidos en Contorno siguen distintos caminos despu�s de la disoluci�n de la revista. Alcalde, Rozitchner e Ismael Vi�as militan espor�dicamente en el MLN, seg�n Rozitchner "los �nicos en mantener desde esa perspectiva la idea de naci�n y de movimiento amplio, sin verticalismo", pero el grupo se divide despu�s del Cordobazo, que hab�a mostrado la "ineficacia" de la izquierda para prever esa "espontaneidad" (22) (Rozitchner 1998). Aquel que mejor representante parece ser de las ideas contornistas, David Vi�as, sin arrepentimientos, con la idea de que el intelectual permanece siempre sospechoso en relaci�n a las masas, no le deja otra salida que ser en el mejor de los casos un "cr�tico" a la espera de que se modifique la situaci�n en un futuro lejano, pero ajeno al proceso revolucionario. Despu�s de la decepci�n frondicista, se mantendr� alejado del Estado y de cualquier perspectiva institucional, rescatando otras experiencias donde las masas fueron protagonistas, y tradiciones como la anarquista. Esta decepci�n quiz� sea su fuerte para no caer en la justificaci�n de lo existente a la que viraron muchos de sus compa�eros de Contorno y sucesores de la Nueva Izquierda, aunque justifica por esa v�a tambi�n la resignaci�n permanente.

El desarrollo posterior y las lecturas actuales sobre PyP reivindican aquello que justamente constituy� su l�mite tanto en su intervenci�n pol�tica en su momento como en la lectura posterior de sus desencantos, los cuales dieron paso a un abierto giro a derecha. Porque a diferencia de lo planteado por PyP, junto con la voluntad de lucha que no falt� a la clase obrera, hubo cuestionamientos a las direcciones sindicales en los denominados sindicatos "clasistas" opuestos a la conciliaci�n de clases peronista y tendencias al "consejismo" en las llamadas Coordinadoras interfabriles de 1975 en lucha contra un gobierno peronista, es decir, un proceso cuya tendencia incipiente era la superaci�n pol�tica del peronismo. El golpe lleg� antes de (y su brutalidad fue para evitar) que la clase pudiera organizar los organismos a trav�s de los cuales ejercer su hegemon�a y el partido que pudiera dirigirla a la victoria, elementos de balance que ya desarrollamos en el n�mero anterior de esta revista (Castillo, 2004). Pero la conclusi�n sacada por Aric� es que fueron "ciegas v�ctimas de una guerra civil en cierne" donde la democracia no ten�a "partidarios ni custodios" (Aric�, 1988: 76). �Pensar�a Aric� que eliminando discursivamente la "toma del poder" pod�a evitarse la guerra civil que una revoluci�n supone? �La "larga marcha" de subversi�n de las instituciones no inclu�a acaso a la instituci�n burguesa por excelencia, su democracia, que ahora lamenta?

Contorno y PyP encarnaron dos generaciones que al calor de los acontecimientos discutieron con aquellas tradiciones que las preced�an y que dominaban el terreno ideol�gico en el cual se ubicaban ellos mismos. Para nosotros, en cambio, el combate con las ideas dominantes que buscan perpetuar las condiciones sociales, en todos los terrenos, debe ser una tarea conciente y sostenida a�n contra la corriente, aquella que permita forjar una nueva generaci�n de intelectuales marxistas que una su destino a un proyecto revolucionario. Lejos de las lecturas que ven en ser parte de una organizaci�n un "impedimento" al desarrollo intelectual, se�alemos s�lo que la "ortodoxia" leninista tan criticada se�alaba la importancia de la lucha ideol�gica y del desarrollo de los fundamentos te�ricos para forjar un partido revolucionario. Su base era la fusi�n entre la intelectualidad marxista y la vanguardia del movimiento obrero. Si no hubo una pol�tica en este sentido en la tradici�n de la izquierda revolucionaria de este per�odo no fue por seguidismo al leninismo o trotskismo, sino justamente una adaptaci�n a concepciones de tinte populista y movimientista. La cr�tica a la tradici�n nacional y a la nuestra propia es de vital importancia para no "comenzar de cero" cuando los nuevos fen�menos se forjen. Porque estar implicado en los "fines" no impide la tarea intelectual sino que la alimenta.

Ariane D�az

BIBLIOGRAF�A:

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-Castillo Christian, 2004: "Elementos para un ?cuarto relato? sobre el proceso revolucionario de los setenta y la dictadura militar" en Lucha de Clases N�4.
-Cella Susana, 1999: "Panorama de la cr�tica" en No� Jitrik (director), Historia cr�tica de la literatura argentina, Vol. 10, Bs. As., Emec�.
-Contorno s/f: versi�n digital del CEDINCI y la New York Univer-sity, s/f. Las fechas de Contorno apuntadas en esta edici�n est�n mal. Las de la revista en papel son: N� 1, noviembre 1953; N� 2, mayo 1954; N� 3, septiembre 1954; N� 4, diciembre 1954; N� 5/6, septiembre 1955; N� 7/8, julio 1956; Cuaderno de Contorno N� 1, julio 1957; Cuaderno de Contorno N� 2, febrero 1958 y N� 9/10, abril 1959.
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-Contorno 1957: "Resollando por la herida" en Cuadernos de Contorno N� 1.
-Croce Marcela, 1996: Contorno. Izquierda y proyecto cultural, Bs. As., Colihue.
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-Vi�as Ismael, 1953: "La traici�n de los hombres honestos" en Contorno N� 1.
-Vi�as Ismael 1956: "Miedos, complejos y malosentendidos" en Contorno N� 7/8.
-Vi�as Ismael, 1959: "Orden y progreso" en Contorno N� 9/10.

NOTAS

*Esta nota fue originalmente publicada en la Revista Lucha de Clases N�5.

(1) La "Nueva Izquierda" no fue s�lo un fen�meno local sino internacional, derivado del proceso de "desestalinizaci�n" iniciado en los ?50, los procesos revolucionarios en la periferia, y profundizado con la decepci�n con las pol�ticas del PC en los ?60, con epicentro en el Mayo Franc�s. El fen�meno es muy heterog�neo y probablemente la denominaci�n com�n opaque importantes diferencias, pero se�ala un proceso que configura cierto "esp�ritu de �poca".


(2) A decir verdad, tambi�n Sur asum�a posiciones pol�ticas, expl�cita en su cruzada anti-peronista. Lo que s� mantienen, y as� lo har� notar Contorno, ser� el basamento de sus posiciones en verdades "universales" abstractas, t�pica ideolog�a liberal que tras "valores universales" esconde sus m�s rancios intereses y prejuicios de clase.


(3) Relacionado con este t�pico pero adoptando un sesgo propio derivar�a tambi�n la apelaci�n a "poner el cuerpo", apreciable en David Vi�as. Esta apelaci�n servir� m�s tarde tambi�n para una cr�tica de la tradici�n, entrelaza con la relectura de la antinomia Calib�n/ Ariel, mencionada al pasar en Contorno (Kusch y Vi�as D. 1954b) pero que en los ?60 ser� un t�pico recurrente. La antinomia en primera instancia estuvo articulada como la recuperaci�n de la "espiritualidad latina" (es decir, europea) frente al materialismo econ�mico yanqui. Pero fue virando hacia los ?60 a una reivindicaci�n de la "materialidad" ya no en t�rminos de inter�s econ�mico sino como reivindicaci�n de la realidad "atrasada, b�rbara, vital" de los pueblos latinoamericanos, asumida positivamente frente a los valores "espirituales" de progreso y civilizaci�n impuestas por los pa�ses centrales.


(4) Dice de los "elementos progresistas" con los que se identifica: "recibieron la revoluci�n de setiembre como una apertura hacia nuevas posibilidades. No ten�an excesivas esperanzas, pues era evidente la presencia de fuerzas reaccionarias en la revoluci�n y el Ej�rcito tiene una tradici�n deplorable en toda Sudam�rica [...] Sin embargo, las declaraciones y actitudes de ese Ej�rcito fueron alentadoras" (Vi�as I. 1956). La acertada aunque obvia percepci�n de las fuerzas reaccionarias involucradas no sirve en su defensa sino que resalta m�s la ubicaci�n ciertamente derechista del autor.


(5) Sin embargo, el mayor acercamiento al peronismo que el texto de Masotta parece estar reclamando tampoco encontrar� ning�n planteamiento concreto en su nota ni en la posterior trayectoria del mismo.


(6) Hay en Marcela Croce un planteo interesante respecto a c�mo se figuraban los contornistas sus ubicaciones pol�ticas: frente al argumento de Ismael Vi�as de que "la opini�n pol�tica del pa�s no se agota ni mucho menos en los partidos pol�ticos", Croce aducir� que "Contorno, con su propuesta de ?izquierda nacional? se erige en una alternativa sim�trica [...] al gorilismo en tanto actitud que atraviesa los partidos y se impone indistintamente al interior de ellos" (Croce, 1996: 162).


(7) Como hab�a sido la discusi�n sobre Arlt (Vi�as D. 1954a), las cr�ticas de Jitrik al naturalismo stalinista en el N� 5/6, e incluso la reivindicaci�n de Trotsky por parte de Alcalde contra los planteos de algunos originarios "trotskistas" como Abelardo Ramos (Jitrik y Alcalde, 1955).


(8) Marcela Croce en su an�lisis de Contorno cita que el Sartre adoptado a partir de Merleu Ponty permit�a una alternativa entre "la revoluci�n pura, desnuda e ineficaz del intelectual" y "la adhesi�n al movimiento de la historia tal como es, encarnada por el PC" (Croce 1996). En su �ltimo libro (Croce, 2005) filia este problema para David Vi�as con planteos de Gramsci, Lenin, Luk�cs y Trotsky, desdibujando la impronta sartreana que es la que predomina en Contorno, donde las referencias a estos autores s�lo aparecen de pasada. Sin duda tomar alguno de �stos hubiera sido productivo para una versi�n m�s hist�rica y menos psicol�gica de las ubicaciones intelectuales, pero ni a�n la referencia de Gramsci en torno a este problema ser� una clara alternativa para quienes lo citaban ni para otros contornistas como David Vi�as. �ste usa actualmente la idea de intelectual org�nico para explicar las ligazones con posiciones burguesas, pero encuentra el mismo problema que marcaba Contorno cuando se trata de pensar el intelectual org�nico al proletariado (o al pueblo, en sus t�rminos), en su procedencia de clase. Lo que en estos marxistas, a�n con sus grandes diferencias, pod�a darse en el partido de la clase, para Vi�as no es una opci�n. As�, el intelectual cr�tico del que habla sigue pareci�ndose mucho al comprometido o cr�tico, en versiones m�s modernas, m�s que al gramsciano o leninista.

(9) Es el caso de Alcalde como ministro de Educaci�n en Santa Fe. No era el primero en conseguir cargo: durante la Libertadora, Ismael Vi�as fue Secretario de la UBA durante la intervenci�n de J. L. Romero y, seg�n Rozitchner, Director de Cultura en el per�odo frondicista, aunque poco tiempo (Rozitchner, 1998).

(10) Adem�s de sus "desviaciones" te�ricas, sin mencionar que el internacionalismo no era para �l m�s que un eco del pasado, el PC hab�a sido parte del bloque anti-peronista, lo que podr�a hacer m�s concretas las cr�ticas pol�ticas, que Contorno no puede realizar, sin embargo, con mucha autoridad.

(11) Siguiendo los zigzags del PCUS el PC argentino ya hab�a desperdiciado y traicionado la importante tradici�n revolucionaria del movimiento argentino, que de origen anarquista iba paulatinamente girando a ideas socialistas hacia los ?30. Esta pol�tica del PC colabor� con el pasaje que en los ?40 se produce hacia el peronismo.


(12) Aqu� tomaremos m�s la influencia que tuvo PyP, pero debe tenerse en cuenta que la definici�n de qu� fue PyP es problem�tica. Burgos se�ala usando varias entrevistas que definir la "identidad" de PyP como agrupamiento o espacio pol�tico es conflictivo a�n para sus integrantes, que se desdicen entre s� (Burgos, 2004:14).


(13) Gramsci hab�a analizado el desarrollo y diferentes tipos de intelectuales en estrecha relaci�n con los intereses y el desarrollo de las clases. Diferenciaba as� los tradicionales, "categor�as intelectuales preexistentes y que adem�s aparec�an como representantes de una continuidad hist�rica no interrumpida" (base de una mentada "autonom�a"); de los org�nicos, "que cada nueva clase crea junto a ella [...] ?especializaciones? de aspectos parciales de la actividad primitiva del tipo social nuevo" (Gramsci, 1932:10/1).


(14) Algunos de los autores editados ser�n: Colleti, Della Volpe, Hobswawn, Luk�cs, Gorz, Sartre, el Che y Henrique Cardoso.


(15) Para Aric� ese liberalismo era un derivado del af�n de "autonom�a cultural y pol�tica" para posicionarse frente a la "prevista descomposici�n del peronismo que seguir�a a su ca�da" pero que supuso una "continuidad ideal" con la liberal "tradici�n de mayo" oficial (Aric� 1988:55). Los balances de Aric� del PC parecen ser �picos cuando se trata de discusiones te�ricas, pero muy poco sustanciosos cuando se trata de pol�tica.


(16) Otto Vargas en la p�gina electr�nica del PCR menciona a Aric� entre otros como "compa�eros" cercanos en la fundaci�n del partido. Burgos hace hincapi� en la negativa del mismo a aceptar un lugar en �l. En todo caso, la existencia de tal propuesta marca una proximidad cierta.


(17) De los t�tulos editados tambi�n puede verse la influencia estructuralista, pol�ticamente relacionada al mao�smo. Un ejemplo es el Cuaderno N�4 publicando y prologando a Althusser. Tambi�n en las "C�tedras marxistas" Portantiero tomar�a a este autor. Los libros, revista en cuya publicaci�n estuvo involucrado Schmucler (continuada por Sarlo y Altamirano despu�s de escisiones internas), estaba definida con referencias estructuralistas-mao�stas. Tambi�n entre los contornistas cierto estructuralismo cobr� peso hacia los ?60, aunque fuera un estructuralismo diferenciado del anti-humanismo althusseriano. Tal es el caso de Goldmann en David Vi�as. En ambas revistas, ello parece responder a la b�squeda de diferenciaci�n con el stalinismo. Cella plantea que por aquellos a�os, la anti-autonom�a literaria defendida en la cr�tica cultural no era menor que el anti-stalinismo, lo que funcion� de base para la difusi�n del estructuralismo franc�s, que permit�a un an�lisis relacional entre literatura y sociedad, pero no de traslaci�n mec�nica sino "indagando" en las leyes del propio texto (Cella, 1999: 47).


(18) Tal es la lectura de los mismos integrantes de PyP, de sus posteriores socios de Punto de Vista en los ?80 en el Club de Cultura Socialista, o los comentadores actuales como Burgos y Tarcus (quien adem�s extiende esta "tradici�n" a algunos representantes del trotskismo de aquellos a�os). As� como, cuando uno lee los inventarios y balances de las empresas, sabe que est�n dise�ados para evadir y ocultar sus beneficios, de los inventarios m�s o menos completos de estos comentadores a uno le queda la sensaci�n de que el balance tambi�n "est� dibujado".


(19) En el terreno m�s estrictamente del arte, un proceso que puede considerarse paralelo son los cuestionamientos surgidos en el Instituto Di Tella (donde por otro lado participar�a Masotta) por los sectores que comienzan a trabajar en conjunto con, por ejemplo, la CGTA (ver Giunta 2001).


(20) En el caso de PyP, el "dejarse llevar" a izquierda no encontr� contrapeso cuando los aires viraron a derecha. Las lecturas actuales parecen querer profundizar este camino con conclusiones a�n m�s a la derecha (como el destacado machartismo de Tarcus), anclados en una separaci�n entre intelectuales y pol�tica que se ha constituido en "sentido com�n" durante 20 a�os de democracia burguesa, influenciado por teor�as que han puesto el eje en la "autonom�a" de la intelectualidad. �Cambiar�n esta flecha los cambios producidos en los �ltimos a�os a nivel internacional y nacional? La proliferaci�n a nivel nacional de revistas y libros desde el 2002 hasta ac� sobre el problema de la intelectualidad parecen mostrar esa posibilidad, pero ya ser�a tema de otra nota.


(21) �Pod�a en este contexto el trotskismo convertirse en alternativa, al menos como polo ideol�gico a tener en cuenta? La respuesta probablemente es no, dadas sus escasas fuerzas objetivas y lo a contramano de sus ideas que se desarrollaban las discusiones en el terreno internacional por la influencia de estrategias populistas a partir de revoluciones en la periferia, que volvieron a dejar al trotskismo en una ubicaci�n marginal. A ello deber�a agregarse, claro, una cr�tica de las pol�ticas de las corrientes trotskistas de la �poca, en buena medida de adaptaci�n a esas estrategias. Pero cabe destacar que durante los ?50, con revoluciones como las de Hungr�a o Bolivia y el proceso de "desestalinizaci�n" iniciado, el trotskismo parec�a poder constituirse en alternativa. Ecos de ello pueden considerarse las anotaciones de Contorno en los ?50 que luego desaparecen en PyP aunque �sta haya buscado respuestas m�s directamente dentro del campo marxista a planteos de Contorno. Si lo que estaba planteado era una ruptura con el stalinismo y, como Ismael Vi�as anota, el trotskismo hab�a logrado cierta influencia, la pregunta para Argentina no est� dem�s. El trotskismo argentino ten�a buenas puntas para una discusi�n nacional no "nacionalista", adem�s de una perspectiva pol�tica para la revoluci�n en la periferia que fue la preocupaci�n de muchos contornistas posterioriormente. Pero en los desarrollos de los contornistas que se mantuvieron a izquierda, no encontraremos esta referencia. En el caso de PyP, pensar el consejismo o sovietismo y poner el eje en la clase obrera no parec�a permitir ignorar los planteos de Trotsky. Sin embargo, el referente elegido fue Gramsci, una figura marxista sin tradici�n local. Algo de esto podr�a responder a prejuicios no abandonados de su procedencia stalinista (con la cual no desarrollaron una ruptura en t�rminos pol�ticos sino m�s bien ideol�gicos), pero en mayor medida responde a estas coordenadas generales.


(22) Aunque comparte esta visi�n con otros (la mayor�a) intelectuales ex?izquierdistas, desconf�a de la idea de "democracia" a secas.


el interpretador acerca del autor

Ariane D�az

Publicaciones en el interpretador:

N�mero 7: octubre 2004 - La cifra de un arrepentimiento Acerca de la La pasi�n y la excepci�n de Beatriz Sarlo. (ensayos/art�culos)

N�mero 11: febrero 2005 - Respuesta a Carta ampliada de Diego Toribio Achaval, publicado en el interpretador-n�mero 8 + La utop�a de un social liberalismo argentino (ensayos/art�culos)

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Margen inferior: Antonio Berni, Desocupados (detalle).