La aparición del nuevo ensayo de Pilar Calveiro, Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años 70(1), completa el análisis de esa década iniciado por la autora con Poder y desaparición(2). Para ser más precisos, Política... es la primer parte de aquel trabajo publicado en 1998.
Siguiendo la misma línea de análisis va a desarrollar dos dimensiones: la primera una genealogía del poder desaparecedor; la segunda una (auto) crítica de lo que denomina la desobediencia armada, es decir las organizaciones armadas, poniendo el acento en Montoneros.
El trabajo de Calveiro (ex militante Montonera y ex detenida-desaparecida en la ESMA) es de suma importancia ya que aporta elementos para pensar tanto el pasado como el presente. Hacía atrás rechazando las visiones idealizadas de la militancia setentista, llamando a hacerse cargo, a escracharse: "no se trata de uno, de dos o veinticinco millones de demonios; se trata de entender qué pasó, es decir, qué nos pasó, a todos nosotros desde el lugar que cada uno ocupó y que cada uno ocupa(3)". En lo que refiere a la actualidad, la lectura del libro aporta elementos para pensar sobre qué bases refundar una política emancipatoria, así como también el rol del Estado como aparato en constante mutación.
La reducción de lo político a lo militar
�Cómo se construyó el genocidio? Calveiro va a señalar una serie de acontecimientos que desembocaran de manera abierta en lo que denomina poder desaparecedor. Señala con justeza que a partir del golpe de 1930 las FFAA van a comenzar a funcionar como partido de la clase dominante. Con una crucial apoyatura civil, cada golpe va a ir desarrollando el mecanismo represivo no de manera lineal sino que al contrario con constates avances y retrocesos, de manera abierta o subterránea, a fuerza de ensayo y error: en 1955 la técnica de desaparición, en este caso por decreto del peronismo (al que no podía controlar); 1966 en dirección de "controlar, con precisión y orden cuartelero, los tiempos y los espacios de una sociedad en constante fuga"(4) construyendo la figura de subversivo, un termino lo suficientemente difuso como para señalar como enemigo a todo aquel que no fuera idéntico. La subversión adquiriría carnadura a partir del alza de masas del 69. Con el Cordobazo hará irrupción un amplio movimiento de impugnación que va a concebir el uso de la violencia como algo necesario y legítimo. Dentro del mismo van a funcionar las organizaciones guerrilleras como forma más radical de enfrentamiento: la desobediencia armada disputaba del monopolio de la violencia: "un intento de poder armado paralelo al del Estado, que en el caso argentino equivale decir al de las Fuerzas Armadas"(5).
Frente a esta situación, la respuesta Estatal se concentró en el ámbito represivo: si bien ningún gobierno se privó del uso de la picana, lo novedoso, señala Calveiro, fue el empleo de las técnicas de fusilamiento y desaparición de personas como política de Estado. A lo antes mencionado hay que agregar que no solo las FFAA y la insurgencia militarizaban lo político, sino que también Perón agudizaba el enfrentamiento en clave de guerra. Tanto sea contra la dictadura, donde su apoyo a la guerrilla lo dotó de una imagen de líder revolucionario para los jóvenes que se incorporaban a ella, como durante su tercer y último gobierno donde va a asistir al fracaso de su intento de disciplinar a una sociedad que no era la misma del 45. Una vez presidente, a las demandas de los trabajadores va a responder con medidas represivas y dándole cada vez más poder al ala derecha de su movimiento: por un lado, la burocracia sindical que prometía mantener disciplinado al movimiento obrero (clave para el éxito del llamado Pacto Social, viga maestra de su política) y a la izquierda �peronista y marxista que por otra parte no habían abandonado la opción de las armas- por medio del terror de la Triple A.
A su muerte y con la asunción de su esposa Isabel, el proceso represivo se acelerara. No solo el accionar de las bandas para-policiales (como la ya citada Triple A) se incrementará, sino que desde el Estado se dará luz verde a la intervención abierta de las FFAA en la represión. Por ejemplo el Operativo Independencia contra la guerrilla del ERP en Tucumán va a permitir al Ejército la instalación de los primeros campos de concentración.
El reclamo de orden por parte de amplios sectores de la sociedad permitió la vuelta de los militares al poder: una sociedad que estaba dispuesta a cerrar los ojos con tal de recuperar la tranquilidad de tiempo atrás. La necesidad de una cirugía mayor �así llamada por los militares- que extirpe el cáncer subversivo llevó a la instalación de los campos de concentración, es decir, el quirófano que también funcionó como un lugar donde se formateó una sociedad ordenada, controlada y �sobre todo- aterrorizada.
Ahora bien: el despliegue del poder desaparecedor solo fue posible en el seno de una sociedad que ya había sido formada en esa disciplina, es decir, donde el uso de la tortura se había familiarizado. A través de documentos, Calveiro rastrea el uso de la tortura al interior primero de las FFAA, es decir que el cuerpo del torturador naturalizó el uso de la tortura porque la sufrió. El sistema de servicio militar obligatorio será un paso más al diseminar sobre la sociedad el castigo, naturalizando los "bailes "�torturas sin tiempo ni fin- como un recuerdo jocoso de los años de la conscripción.
El análisis de la autora continúa centrándose en la desobediencia armada. Con precisión de relojero nuevamente va a rastrear en los documentos de la guerrilla las concepciones que llevaran a la derrota en el 76. No es menor el dato de la denominación de la mayoría: Ejército, Fuerza Armadas, aunque en este caso serían revolucionarias, populares o peronistas. La desconfianza hacía lo electoral será unos de los puntos que diferenciarán a los Montoneros de la izquierda: para las últimas la democracia quedaba reducida al hecho burgués mientras que los montoneros participaran de las elecciones. En el caso de las peronistas muchas de sus concepciones tienen su origen en el hecho de haber sido denominadas desde un primer momento como "formaciones especiales". Es desde este lugar es que los Montoneros construirán sus espacios políticos: el uso de la lucha armada se convirtió en un fuerte atractivo para vastos sectores, lo que les permitió crecer en la época del enfrentamiento contra la dictadura y ser el motor de la campaña que va a desembocar con el triunfo del candidato Cámpora sellando su incorporación al contradictorio peronismo. Este hecho los llevó a creer que el triunfo era un producto casi directo de la su lucha, y que por lo tanto les pertenecía.
El crecimiento político de Montoneros en ese corto lapso fue acompañado por una importante labor de ampliación de sus frentes de masas. Simultáneamente comenzó el enfrentamiento con la derecha del peronismo y el propio Perón que encontrará su fin el 1� de mayo de 1974 en la Plaza.
La muerte de Perón va a llevar al recrudecimiento de la represión; frente a esto, señala Calveiro, Montoneros no supo o no pudo responder con otra política que no sea la violencia: una demostración de fuerza militar en dirección a recuperar el espacio perdido.
Al momento del golpe, la presencia política de las organizaciones quedaba reducida al accionar guerrillero: el pase a la clandestinidad en los años �73 (ERP) y �74 (Montoneros) y el terror de la Triple A llevaban a que se militarizaran todas sus estructuras. Podemos trazar una línea que conjuga la desvinculación de las masas con la creciente militarización de las organizaciones: rangos, estructuras militares, verticalismo, disciplina interna, ausencia de discusión, etc. Dicho en otras palabras reproducían la misma lógica del Ejército al que combatían.
Calveiro va a distinguir frente a la derrota la actitud del PRT-ERP de la de Montoneros: mientras que Santucho va a plantear que tenían el repliegue del PRT al seno de las masas, desmilitarizándolo hasta un nuevo auge, Firmenich va a elegir el camino opuesto para los Montoneros. De este modo se explica la contraofensiva de los años 79 y 80, que llevaba a una muerte segura a los militantes de esa organización; el tratamiento de enemigo para los disidentes; las sentencias de muerte para los desertores; los juicios internos (el caso Valenzuela es paradigmático: se escapa de un campo mediante un engaño a los militares que tenían como rehenes a su esposa y su hijo, salva la vida de la conducción de montoneros y está lo enjuicia, lo degrada y lo envía nuevamente a la argentina, donde es desaparecido)
Algunas cuestiones para un final abierto
El excelente �y necesario- trabajo de Pilar Calveiro aporta tanto una reflexión del pasado como elementos para pensar el presente.
El primer punto se refiere a la militancia. �Cómo poner en pie una política que pase en limpio esa experiencia? Es decir, que recupere y haga propios los anhelos de emancipación, al mismo tiempo reconozca que, tanto como conciente e inconscientemente se llevaban adelante prácticas antagónicas al capital, señale y deje de lado las que reproducían como proyecto para la sociedad y al interior de las organizaciones muchas de las relaciones y practicas capitalistas. En ese sentido, es importante la reflexión autocrítica de otro protagonista de los �70, el ex perretista Luis Mattini(6) que plantea como principal error no haber sido (ni ser) lo suficientemente subversivo.
El desmoronamiento del New Deal y el Estado Benefactor; el hundimiento y estallido del bloque socialista; el paso del fordismo a nuevas tecnologías donde la robotización de los procesos productivos desplaza mano de obra y mundializa la producción de mercancías precarizando la fuerza laboral; la aparición de los movimientos sociales; entre otros factores, despejan muchas de las cuestiones que llevaban a pensar a los sectores antagonistas al capital de aquellos años al Estado como herramienta de cambio; de ahí la necesidad de tomar el poder para desde arriba cambiar la sociedad.
No está de más señalar que muchas experiencias "exitosas" de ese modelo terminaron por construir regímenes más injustos y sanguinarios que el que aspiraban a reemplazar. Los nuevos antagonistas no pueden usar los viejos modelos, los nuevos fenómenos generan dinámicas nuevas y por lo tanto nuevas formas de organización y de lucha.
En clave de lo dicho anteriormente, es posible pensar que los sucesivos fracasos en los intentos de construcción de un proyecto de izquierda -o dicho en sentido más amplio de los sectores subalternos-, hunden sus raíces en esta misma concepción: no es un problema de dirección sino que aquellas herramientas no sirven como palanca de cambio en el mundo de hoy. Un ejemplo de esto es claramente la cuestión electoral: bajo el supuesto de viejas teorías la izquierda �reservando este término para denominar en general a las estructuras partidarias- ve la necesidad de llegar al Congreso para convertirlo en una tribuna de denuncia. Esa política está fechada a principios del siglo pasado, cuando lo político se limitaba a ese ámbito y los medios de comunicación no eran ni remotamente lo que son hoy. En la actualidad quedó demostrado que no existe tal tribuna, que los pocos que llegan quedan desdibujados en su perfil, negados o presos de ese inmenso instrumento. Al contrario no existió mayor ámbito de denuncia, mayor caja de resonancia que los cortes de rutas.
La construcción de una política antagónica al capital pone en primer lugar una revisión de aquellas que intentaron quienes nos precedieron. Lejos de llevarnos al quietismo muchos �por ejemplo al interior de los movimientos sociales- la llevan adelante como una práctica social concreta; es decir, intentado conjugar el cambio social en tiempo presente. Lo anteriormente dicho no significa desechar de plano el uso de la violencia. Citando a Marx cuando planteaba que la violencia es la partera de la historia, podemos ver que lo importante es la historia, no el auxiliar. Sin embargo, esto pone de relieve la cuestión de elegir entre las parteras a la que nos brinda un parto lo menos traumático posible.(7)
La segunda cuestión hace referencia al Estado. La lectura del libro de Pilar Calveiro nos presenta una visión que se desmarca radicalmente tanto de la política de los dos demonios así como también de la actual que reduce los 70 a un solo demonio, los militares. La reivindicación de la generación del 70 como política Estatal tendiente a la recuperación de la legitimidad perdida en el 2001 abre más dudas que certezas.
En ese sentido, cabe señalar que la construcción y reconstrucción de las identidades de los desaparecidos ha sufrido múltiples desplazamientos de significados. Por parte de las organizaciones de Derechos Humanos, la primer imagen de los desparecidos fue la de personas inocentes y despolitizadas. Muchos años pasaron hasta la recuperación (y en algunos casos reivindicación acrítica) del carácter de militantes revolucionarios. Por su parte el Estado pasó de señalarlos como terroristas, luego demonios y a la actual de jóvenes idealistas. A aquellos jóvenes se les vuelve a negar la posibilidad de ser recordados como lo que eran: militantes que enfrentaron con las armas al poder del Estado. Más allá de qué hacer con/en la ESMA merezca otra discusión, acierta Hebe de Bonafini cuando afirma que ""no va a estar exhibido todo lo que hicieron nuestros hijos: desde las revistas El Combatiente (del ERP) y Evita Montonera así como tampoco las armas con las que quisieron hacer la revolución."(8)
El Estado, en busca de legitimación, expropia(9) un reclamo de justicia amasado durante años de movilizaciones de los movimientos de derechos humanos y sectores populares. Subrayo con fuerza que esto no quiere decir que quienes llevaron adelante la maquinaria de terror de la dictadura no deban ser castigados. De esto no hay dudas: tienen que pagar por lo que hicieron. La mencionada operación de expropiación por parte del Estado congela en el pasado la cuestión de los derechos humanos, más precisamente los acota al periodo entre los años 76/83, es decir a la dictadura militar. Pero �el Estado dejó de matar una vez terminada la dictadura? �y de torturar? La respuesta es no. Una larga lista de crímenes impunes cometidos desde el Estado abonan esta afirmación.
Por otra parte, las mutaciones que sufrió la represión no son un dato menor. La puesta en marcha de nuevas técnicas de represión de baja intensidad, es decir, la judicialización de la protesta social (que mantiene procesados a más de cuatro mil personas, algunas de ellas ya en prisión) o el Código de Convivencia Urbano de la Cuidad de Buenos Aires que criminaliza la pobreza son algunas de las evidencias. Esta operación se apuntala con discursos que también desde el Estado y los medios de comunicación hablan de terroristas(10) cuando se refieren a trabajadores que hacen de la asamblea el órgano de discusión de los conflictos o demonizan a los piqueteros señalándolos como generadores de �entre otras cosas- caos de transito en la cuidad.
Cuando los que reclaman son señalados de "terroristas" y/o provocadores de caos �No se estará recortando nuevamente la esfera de la política, construyendo otro al que hay que combatir, ésta vez bajo un discurso que revindica a aquellos jóvenes idealistas de los �70?
Mariano Andrade
NOTAS
(1)Calveiro Pilar: Política y / o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años 70. Grupo Editorial Norma, Buenos Aires 2005
(2)Calveiro Pilar: Poder y Desaparición. Los Campos de concentración en la Argentina. Colihue, Buenos Aires 1998.
(3)Calveiro Pilar: Política y / o violencia... Pág. 23.
(4)op. cit. Pág. 32
(5)op. cit Pág. 38
(6)Mattini Luis: La política como subversión. De la Campana, Buenos Aires, 2000
(7)Es un aporte fundamental -no como modelo a seguir- el recorrido del neo Zapatismo mexicano. Desde la practica discuten el papel de la violencia en un proceso de cambio: de la irrupción armada del EZLN en enero de 1994 a la actual convocatoria a la formación de un movimiento político de izquierda no electoral que actúe en el seno de la sociedad civil.
(8)La Nación 4 de Abril de 2004
(9)El actual presidente es una figura totalmente ajena al movimiento de derechos humanos. Nunca levanto la voz contra la política de impunidad cuando la ley de punto final o los indultos.
(10)Ver al respecto las declaraciones del Ministro de Salud, Gines González García con referencia de los trabajadores huelguistas de Hospital Garrahan.