el interpretador poesía

 

Poemas

Gastón Mazieres

 

 

 

 

 

El mono interior.

Nobleza obliga,
diga lo que diga,
estaré siempre aquí.

Por lo que perdí, y las migas de lo que comí
por decir que sí estaré aquí.

Malo como lobo enjaulado
ralo como pasto quemado
Estallaré un día de cada tres.

El pez que se escapa por mes
al fin acabó en la boca
de esta red tan cortés.

No me quejo, ni me asombro
de cargar en mi hombro
las molestias que aquí nombro
pero estemos todos, aunque choquen los codos
o se acalore el vaivén.

Encerrado aquí me quedo.
Está bien, no me muevo,
pero basta de advertirme contra mí.

Cuando el chimpancé en sandalias
que patea en mi patio
salga a la vía pública espantando señoritas
no me peguen, por favor, despacio
captúrenme haciendo de cuenta que me invitan.

 

 

Tanteos ateos en la nada cósmica terraza.

A veces me siento
Un ganso literato
Con berretín de cartón, que va al Colón
A ver pasar el rato.

Otros con careta
Se estampan pecas en las muecas
Y divierten al bufón
En tanto el payaso ignora o ríe
Mordiendo la broma con tonto diente burlón.

Pero al fin de la jornada
Poda o pala son parecidas
Viendo el jardín desde abajo
Ya nada cansa, ni el trabajo
De hacer pasar las horas aburridas.

Mientras en el jolgorio de la vida
Donde la parca va en mascarada
Todo es bebida fría, con vasos de cotillón
Y eterno verano en mangas de camisón.

En suma: a veces me siento
Un galán lustroso
O un perro sarnoso
Que no comió.

Perro y galán van de negro
Ni amigos ni eternos
Por esa calle que don Silencio adornó.

Ante todo, muy modernos
Con atuendo de otra estación
¿las revistas?, un infierno
si hace frío dan calor.
Y toneles de tinta
En plumas que pinchan
Por la sangre con la que se escribe.

Rota descuartizada, rasgada
Se acerca esta hermosura de caricia
Con pudor de zarpazo,
O malicia entre los brazos
Por esta mil veces cara delicia.

Pero heme aquí montado
A la corniza de lo inesperado
Sin ton ni son, llamándome Gastón
Y otros apodos de ocasión.

Con la incertidumbre por guía
Y la patada por cortesía
Haré lo que pueda,
No cayendo retendré la vida
En todo caso puede ser que decida
Otro día la retahíla.

Pero el asunto es hoy.
Si me quedo, me voy
O me bajo el corderoy
Con resaca de partidas perdidas.

Nada más, es decisión,
He tomado el camino de la vida

Que se embotelló.

 

 

Al rosedal.

Para Violeta, por intermedio de su prima

Rosa,

su tía Fresia, su hermana Camelia, su madre Azucena,

y el gentil madrinazgo de nuestra amiga Amapola, que siempre se acuerda de la abuela Margarita.



Como un Packard destruido entrando a la eterna redención – con esa humildad dichosa y modesto corazón – chirriaba yo en la entrada al sendero de las begonias.
Dado que siempre quise una temporada de sol – sonreí a troche y moche – vadeando esas alegrías de macetón. – Georgette, el cantero en homenaje a la artista – me daba sus aromas como una bendición. – Podría imaginar que allí se paró mi motor, - dejé las preocupaciones con baliza, - parché la goma pinchada de mi pulmón, - lavé los cristales de mi opinión - y el parabrisas de mi razón – con la gamuza de la ilusión – estacionando en hábil maniobra mis ambiciones junto al portón.
Allí descubrí que las tuercas que se oxidaban – en los engranajes toscos de mis entrañas - eran un sonido terco de insatisfacción. – Por lo tanto afiné el tono de la bocina, - aceité los pernos y las bovinas – para una verdadera carrera desde el mal hacia el placer. – Y pude oír de nuevo ese violincito del andar fluido y fiel. – Como todo antiguo al que el destino trató bien – recé buscando perpetuar el paseo aquél.

 

 

Buscando vida en otro planeta.

Con ocasión del inminente lanzamiento de otro de los muchos cohetes que
el hombre lanza al espacio en la esperanza de encontrar algo similar a él
mismo, un científico involucrado en el proyecto se retira a los místicos
bosques de Cabo Cañaveral y medita:

 

Espero, espero y nunca viene
al final vale mas la pena olvidar
tanto soñar, tanto soñar
por corta que fuera no llega la felicidad.

Si bien está la mano amiga que se tiende al que doliente espera
la cual alivia y da palabras buenas
lo que espera el que espera ¿Cuándo llega? Nunca llega.

Consuelo de aceptar los días de esta vida
como al agua el pasto, como al sol el lirio
pero lo que en verdad se espera
esa señal o rayo de otro planeta
nunca llega, nunca llega
vida de otra galaxia que se quedó quieta.

Parecemos tan conformes con nuestras acostumbradas partículas
y los consabidos cuatro elementos terrícolas
pero reviento y le grito al viento: ¡¡qué hay allá afuera!!

esperan... esperan, los sensores y las antenas,
las orejas y las ojeras,
avispadas computadoras vigilan
nada y más nada, eso es todo lo que encuentran.

¡Fe que nunca revientas!, ánimo al que no hace falta darle cuerda
cuándo bajarás de tu calma chicha
basta ya de espera
no hay nada allá afuera
te repito, no hay vida en otros planetas.



 


Gastón Mazieres

 
 
 
 
Dirección y diseño: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: Inés de Mendonça, Camila Flynn, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Marcos Leotta, Juan Pablo Liefeld
sección artes visuales: Juliana Fraile, Mariana Rodríguez
Control de calidad: Sebastián Hernaiz
 
 
 
 

Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Gottardo Ciapanna, Adamo ed Eva (detalle).