el interpretador narrativa

 

El hombre del casco azul

Washington Cucurto

 

 

 

 

Hola, chiris queriditos. Bienvenidos a una mañana de mi vida. Hoy viajaremos con el Hombre del Casco Azul, ese soy yo. Y ésta es mi bicicleta, una playera negra que compré en Coto a 30 pesos y conoce todos los estacionamientos del mundo. A ella un día le vamos a hacer un reportaje, pero no habla si no tiene las gomas bien infladas. ¡Es turra y tiene freno a contrapedal! Es bien del palo de nosotros, siempre a contrapedal como nuestras vidas en contra de todos y sobretodo de nosotros mismos. 5 de la mañana, verano, me pongo una remera y en la mochila pongo mi pechera verde, me fijo que esté la credencial los documentos y la libreta sanitaria, sino no entrás a reponer en ningún Coto. Bueno, vamos siganmé que no los voy a robar. ¡Siempre quise preguntarle esto a mis lectores: cómo se sienten del otro lado de la página, cuentenmé un poquito, cómo dibujan en sus cabecitas las imágenes e historias de mi vida! ¡Cómo me gustaría estar en sus cabecitas mientras van garabateando en la materia gris las cosas que les cuento! Es como si yo entrara en ustedes y de repente, ustedes entraran también en mi vida. La lectura es una travesura cómplice, esta página es el nacimiento de una hermandad de ustedes conmigo y con ellos y ojalá con el mundo! Acepto este lado de la acción y cuento como puedo, como me va surgiendo, a los tumbos y con todas las tonteras por delante. Salgamos con mi bici a la calle y nos dirigimos al primer Coto que hay que “atender”. Imaginensé que son muñequitos y van pegados a mi casco azul, hay que imaginar algo así, porque en la bicicleta no entramos todos, ¿o saben qué? mejor piensen que son las calcomonías que siempre pego en mi casco azul. Un día, cuando deje este trabajo y pueda hacer algo mejor (a veces pienso que no hay nada mejor). Bueno, ese día, voy a sortear mi casco azul de repositor entre todos mis amigos. Nada mas paa que todos se sientan repositores alguna vez. 5.30, hoy ustedes son los mejores repositores del mundo, porque van conmigo, un repositor con humanidad, amor y buena onda, que es lo que falta en el mundo. ¡Vamos muchachos! Pedaleo, el corazón me acelera y ya estoy llegando por Mitre hasta Once. De repente, chas, nos encontramos con las luces de la Plaza Once que la cruzamos en bicicleta en dos segundos. ¿Más despacio? Quieren contemplar el panorama. Ockey, esos son los borrachitos cumbianteros de latino Once, ese vaso gigante con cerveza chorreando es el cartelón de la Chevecha. A su alredor hay telos, telos y telos. Ecuador del 1 al 100 es la calle de los telos, como la calle Rojas o Yerbal en Flores. Ya llegamos al Coto, desde la Playa de Estacionamiento, respiren el aire puro de la mañana, miren desde acá mientras encadeno la bici, las gigantescas góndolas, qué naves, qué maquinas de la perfección humana. La góndola. Ella nos da un lugar de pertenencia. Góndolas, las hay de todos los tamaños con todas las cosas que se imaginan y las que nunca vieron, por ejemplo los nuevos patitos de agua que vienen con las pilas everedy de regalo promocional. Muchos veces las promociones son mejores que el producto. Góndolas, gondolas, gondolas, mírenlas, hijas mías, hermanas y primas, como me encantaría ser un robot de pija de fierro pa embambinarmelas a todas que es lo que les falta para ser mejores que la mejor vedettes... Una vez pasado el control policial, crede, libreta, cara afeitada, nos dirijimos al depósito a cargar un palet con mercaderías para la góndola. Mal hecho! Nunca se baja al depósito antes de mirar la góndola. Primero se mira la góndola para saber lo que hace falta reponer. Pero yo soy Gardel del Casco Verde, soy el Hombre de La Pelota no se Mancha de la Pechera Verde. Acá, mes las sé todas, hasta las cosas que la gente saca de la góndola, sé. ¡Bajemos nomás al depo muchachos, que están con un experto!

Repositor interno creído jefe, un poco buch del encargado (siempre hay uno por góndola en todos los supermercados).

-Vega, qué hacés hablando con tu casco, ¿estás loco?

-Pará cabeza, no te vayas de boca, que le estoy dando instrucciones.

(En estos casos la violencia y la cortada de rostro es fundamental para seguir viviendo)

-¿Instrucciones a quién, cabeza?

-A la concha de tu tía, gil, qué te importa.

Tampoco le voy a andar dando tantas explicaciones a un negrito cualquiera. ¿Cómo entendería que ustedes mis lectores, viajan conmigo en mi casco?

Cargamos las distintas mercas que tiene la góndola, llenamos un sprite con agua pa pasarle un poco a las chapas y subimos con el palet hasta las manos, lo que podrían hacer es empujarme un poquito el palet para que no sea tan pesado. Ya que están. 5.45. En la repo los minutos valen mucho y pasan como rayos. Tenemos 45 minutos más para dejar la góndola impecable y rajar hacia otro super. Primero, apoyamos el palet cerca de la góndola, a la zorra elevadora la trabamos debajo del palet para que nadie se accidente. Bajamos la merca al piso y frenteamos los productos que quedaron en la góndola; atrás ponemos lo nuevo, cosa que salga primero lo viejo. Colocamos bien los precios, los cartelitos de oferta, las promociones, los cartelitos de los combos. Si por un motivo nos falta un producto lo anotamos, y el lugar de ese producto lo llenamos distribuyéndolo con otras mercaderías. ¡Nunca dejemos un hueco vacío en la góndola por nada! La góndola siempre tiene que estar rebalsante de merca, limpia, los precios bien puestos. Nos fijamos de no poner un producto vencido o un paquete roto o con gorgojos, pasa mucho con los arroces, las lentejas y los fideos. Ponemos las cajas vacías en el palet y las mandamos a la compactadora de cartones, si hay nailones los separamos y los ponemos en la compactadora de nailones. La zorra la dejamos en el sector donde “descansan las zorras”. Les digo algo, la zorra es el bien más preciado en el supermercado, sin ella no podemos hacer nada de nada. Rajamos para el otro super, ¡no!, antes controlemos por última vez que no falte ni un precio, si falta alguno lo ponemos. Si falta un producto se lo dejamos anotado al encargado, nunca vayan personalmente porque te agarra para cargar cualquier góndola.

Rajemos.

-Vega, Veguita, venga pa aca negrito de mi corazón!

La puta madre me vio el encargado, me hago que no escucho y rajo antes que me mande a reponer cualquier cosa. Mañana me verá hoy estoy con visitas, che.

Siempre hay que salir corriendo, escaparse de los Cotos sino no te vas más. Esperen que desato la bici y vamos al Coto Boedo, el próximo. Anduvimos bien son 6.35. Agarramos por Rivadavia hasta Castro Barros. Adiós Chevecha querida y telos del Once, sus luces encienden mi alegría!

Bajamos por Castro Barros donde hay otro Coto del que ya les hablaré... Tres pedaleos secos y Castro se vuelve Boedo y ya estamos en Estados Unidos. Coto Boedo. Entremos a ver qué pasa. Antes les digo que acá hay que reponer rápido sí o sí, así tenemos tiempo de subir a desayunar tranquilos. ¿Están cómodos en mi casco? Corremos hacia el depósito, cargamos un palet enorme y lo ponemos en la góndola. Está destruída, nos va a llevar un par de horas mínimo reponerla. Saco el bestia repositor que tengo adentro y le doy con todo, abro cajas y cajas, mando paquetes y paquetes, limpio, estantes, ayudenmé lectores, así subimos a desayunar tranquis... Pumb, umb, pumb, listo el pollo, la góndola queda pipicúcu llena de mercaderías hasta las manos. Tenemos 15 minutos subamos al comedor y desayunamos algo rápido. Agarren lo que quieran leche, chocolate, mate cocido, café, café con leche, té con leche. ¡Esta parte es la mejor del Coto! Medialunas, budincitos, manteca, mendicrim. Glub, Glub, glub, repitan taza si quieren. Ustedes, lectorcitos tienen más hambre que Robinsón Crussoe. 10 de la mañana. Estamos atrasados todavía nos queda uno, el más grande. Coto Honduras de Palermo. Vamos, bajamos por la calle Maza que se convierte en Salguero y de ahí hasta Honduras, derecho el viaje. El café con leche nos da vuelta en la panza. ¿Van bien, en el casco azul? Se dieron cuenta que no me saqué el casco ni para comer, es que si te lo sacás te pueden echar, es una reglamentación municipal. Padaleamos y ya entramos en Palermo Carriego. ¡Hola, Palermo Cheto Puto y Holliwood! Antes de entrar les digo, acá con pies de plomo, sin decir ni a, son todos muy botones y controladores al máximo. Acá antes de ir al docki hay que ir a la góndola sí o si, porque nunca se sabe lo que falta. Siempre entrar e ir a la góndola es complicado porque en el salón te ven todos y te empiezan a mandar para que traigas otras cosas... Cosas que ellos no quieren traer para no bajar al depósito, ¡porque son vagos! Acá están las cajeras más fuertes del Planeta Tierra. Te embobás mirándolas o mirando a las clientes que se vienen en shorcito ojotas y corpiño suelto como si vinieran de la playa o estuvieran en Mar del Plata. ¡Putas! Bajan de tomar sol en la terraza de sus casotas. 10.30 de la mañana todas las locas tomando sol y viniendo a comprar su Gatoraide o su villavicencio. ¡Putas, ojalá el sol las mate!

-¡Baggio! (somos nosotros, acá te llaman por la marca que reponés) Qué carajo hacés hablando solo, pajuerano. ¡Vení pa acá ya mismo!

Es el encargado de la sección. Se cansa de echar repositores externos y a mí me viene buscando la vuelta... Pero... yo soy Gardel del Casco Azul. YO me las Sé todas. Yo repose para el neoliberalismo argentino, década del 90 en Carreforu no se olviden, repuse para el menemismo, para el dualdhismo, yo viví, cogí, cumbiantié, reponí, comí, para el neoliberalismo hasta que me echaron del Carre por no afeitarme y ahora estoy de repo externo para la firma Baggio. Un encargado no me puede enseñar nada. Un encargado salteño o jujeño, o paraguayo, no me puede enseñar ni el color de la Puna, porque yo me patié y me morfé todo en la década trágica cuando muchos estaban en pañales.

-¿Qué pasa, jefecito? ¿Qué necesita?

-Traeme 50 bolsas de harina y armate una puntera que sale de oferta esta noche.

-Sí, señor.

A todos les digo que sí, es fundamental, lo importante en la vida es decir sí a todo. Lo único que vale la pena es decir sí, sí, señor. Pero cuando se da vuelta ya estoy firmando mi retirada del super. 14.00 en punto. Nos vamos muchachos, esto es el supermercadismo argentino, no se olviden de controlar los precios, que no falte ningún producto y menos que menos una oferta, fijensé en los vencidos y la góndola siempre impecable, como un espejo. ¡Ya está sigan con sus vidas! Gracias por venir.

-¡Vega!


 


Washington Cucurto

 

 
 
el interpretador acerca del autor
 
             

Washington Cucurto

Washington Cucurto es el seudónimo de Santiago Vega, argentino, nacido en 1973 en la localidad de Quimes, provincia de Buenos Aires.

En 1998 publicó Zelarayán (1er. Premio del segundo Concurso hispanoamericano Diario de Poesía), una colección de poemas cuya edición en el año 2001 fue retirada de las Bibliotecas Populares, acusada de pornográfica y racista por la Secretaría de Cultura de la Nación.

En 2000 publicó La Máquina de hacer paraguayitos (Ediciones Siesta) y en 2003 Cosa de negros (Interzona).

En 2003 recibió la Beca de la Fundación Antorchas para la publicación de Veinte pungas contra un pasajero, editado posteriormente por Vox.

Poemas suyos han aparecido en antologías publicadas en México, Chile y Alemania.

Actualmente es uno de los responsables de la editorial Eloisa Cartonera.

 
   
   
 
 
 
Dirección y diseño: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: Inés de Mendonça, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Pablo Liefeld.
sección artes visuales: Juliana Fraile, Mariana Rodríguez
Control de calidad: Sebastián Hernaiz
 
 
 
 

Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Antonio Berni, La gran tentación (detalle).