el interpretador artes visuales

 

La posibilidad de representación plástica en la obra de Federico García Lorca

(Somero análisis de El Público)

Susana Giraudo

 

 

 

 

Parece una incongruencia detenerse en el tema de la presencia de la pintura y el dibujo en la obra de Federico García Lorca, pero es insoslayable hacerlo, teniendo en cuenta que el propio Federico apelaba a ella en afán por alcanzar el clímax de su fuerza expresiva.

Así como en muchas oportunidades hemos podido comprobar que existieron pintores dedicados a escribir (Leonardo con sus Máximas Filosóficas y Morales y Van Gogh con sus bellísimas Cartas a Theo), hay también, pero tal vez en mayor cantidad de casos, escritores puestos a pintar.

Podemos descifrar los hombrecillos patéticos de Kafka, explorar los tenebrosos castillos de Victor Hugo y completar de este modo una variada secuencia de logros y fracasos de escritores que pintan.

Una mención aparte merecen William Blake o Rossetti, que han sido talentosisímos poetas y magníficos pintores.

Es posible, de la misma manera, rescatar los nombres de Hardy, Carlota Brönte, Carroll, Rimbaud (garabateando feroces criaturas en los espacios en blanco de sus libros), y, por qué no, atisbar a un sorprendente Baudelaire pergeñando retratos de sus contemporáneos, y también en su famoso y logradísimo autorretrato, admirado por su enorme de dramatismo.

Ya en nuestro siglo, Hesse fue autor de exquisitas acuarelas, Jean Cocteau inventaba su poesía plástica y Alberti sus liricografias. También en Argentina tenemos ejemplos innumerables de pintores que escriben y escritores que pintan. El más sorprendente y cercano en el tiempo es Ernesto Sábato, del que podríamos decir que en sus espectros sombríos, presencias veladas y espíritus sin paz, muestra su toda memoria encendida en denuncia. Sábato, abandona la exactitud, obscena prisión de portaobjetos y de fórmulas, para enfrascarse en los verdes y oscuros fantasmas de su propia vida y de su propia muerte.

Todo este, tal vez para algunos innecesario, introito, puede conducirnos o, mejor dicho, centrarnos en Federico García Lorca. Recordemos que no pocas fueron las veces en que acompañó sus poesías, cartas y piezas teatrales con dibujos al parecer infantiles, pero que en realidad, a los ojos de un entendido, son gráciles y nítidos, con la solidez que sólo otorga una personalidad madura y genial.

Casi tendríamos que decir que es imposible imaginar o considerar la obra pictórica de Lorca, sin su obra escrita. Al igual que Alberti y nuestro Mujica Lainez, la suya es una creación visual consustanciada con sus escritos, casi como aquellos orientales -japoneses y chinos- que hacen de texto y trazo un solo hecho estético.

Alguna vez, García Lorca lo confesó abiertamente : "Cuando un asunto es demasiado largo o tiene poéticamente una emoción manida, lo resuelvo con los lápices. Esto me alegra y divierte de manera extraordinaria".

En su momento, llegó a exponer en una famosa galería de Barcelona. En aquel momento, algunos críticos fueron con el poeta tiernamente feroces : "Ha obtenido un éxito de simpatía", decían. Y Sebastián Gasch, su amigo, reaccionó defendiéndolo a gritos : " �Dibujos de García Lorca en las Galerías Dalmau! �Que los burócratas del arte, que los miedosos, que los sedentarios pasen de largo!"

Hoy, setenta años después de aquella exposición, los dibujos de Lorca relucen con sus colores pastel, su ingenuidad casi perversa y su doméstica e intima temática. Poesía y teatro lorqueanos están colmados de imágenes sugerentes de las que el mismo no pudo sustraerse.

�Quién no ve con nitidez los colores y las imágenes oníricas en el Romance sonámbulo, La casada infiel, Preciosa y el aire? Son tan explícitas sus figuras y sus metáforas que pareciera que el poeta tiene un pincel en una mano y en la otra una paleta de colores dramáticos y únicos.

"Trescientas rosas morenas

lleva su pechera blanca "

Recrear esta imagen seria casi una profanación.

Lorca siempre se presenta ante nuestros ojos como un poeta lírico, pero ya en los años iniciales de su carrera, nos encontramos con tentativas dramáticas tales como "El maleficio de la mariposa".

Paralelo al desarrollo de su lírica, su potente y rica personalidad lleva adelante una obra de autor dramático que es la más importante y auténticamente poética del nuevo teatro español.

No puede hablarse de un Federico García Lorca poeta dramático o lírico, como de entidades distintas, ya que, a través de toda su obra, se impone la impresión de una unidad absoluta en cuanto a concepción de la vida y el modo de trasmitirla artísticamente.

García Lorca es un caso único de desbordante vitalidad poética y dramática, plásticamente multiforme, pero rectilínea. Este andaluz ejemplar circula por sus canciones, por sus cándidos dibujos y por sus obras de teatro, con intensidades y plenitudes distintas en cuanto a la realización, pero con el mismo empuje de entera unidad humana. Es por eso que, al hablar de lo dramático en él, no habría necesidad de recorrer su teatro, porque antes de ello se puede, desde sus primeros libros de poesía, sentir su violenta palpitación dramática.

El mismo Lorca poeta no deja sólo al dramaturgo y es así como lo larga al ruedo munido de un colorido personal y único. Todos sus dramas son explícitamente descriptos y de tal manera representables que de pronto sorprende con una obra descarnada y extraña como lo es El público.

En ella, un Lorca que podríamos llamar nuevo, distinto, decide mostrar en un casi correlato con Poeta en Nueva York, una crispada y soterrada característica de su personalidad. Y lo hace recurriendo a símbolos y códigos no tan claros, sino dirigidos a ese público que, como mirándose a un espejo, se verá (en algunos casos) representado en sus mas íntimas y reprimidas sensaciones.

Lorca no lo dice con palabras, pero el lector de El público puede ver un rojo de sangre que llevado a la tela debiera ser elaborado minuciosamente, sólo pensando en el drama de Federico, en su pasión, su pudor, su complejidad personal que rezuma enjundioso y desafiante dramatismo.

Federico dibuja con palabras sus cuadros y ofrece figuras plásticamente representables por una paleta altamente descriptiva:

"Una, cubierta de pámpanos rojos

toca una flauta sentada sobre un capitel.

Otra, cubierta de cascabeles dorados, danza

en el centro de la escena".

El diálogo entre las dos figuras arroja imágenes visuales crudas y coloridas. Cada tramo de la obra va marcando con los matices del lenguaje, un color, una imagen, una intensidad. Es imposible, así, ignorar los pasos plásticamente aprovechables del transcurrir de la obra.

Tal vez, como en ninguna otra, en El público, lo descriptivo de los cuadros, las figuras y los sentimientos, se muestran para un pintor prevenido, en cada rincón y en cada situación, de maneta tal que no puedan ser pasados por alto.

Como toda obra surrealista, uno cree ver sobrevolar sobre ella al ángel y a la musa, mezclados con el cuerpo de boxeador del poeta y con sus ojos vívidos e iluminados.

André Breton abogaba en esos tiempos de Lorca por la escritura automática, por la expresión espontánea y sin inhibiciones, fuera del control de la razón. Y aquí es donde debe aparecer la inspiración plástica, obediente a estas consignas con las que en El público incita casi violentamente.

Con respecto a esto, Lorca le dice a Sebastián Gash "�Ojo, ojo! No es surrealismo, es una tremenda lógica poética". Y a pesar de esta aclaración, es difícil encontrar en esta obra imágenes de una plasticidad coherente. Al igual que Bosh en El jardín de las delicias, en El público el pintor podría encontrar composiciones de auténtica pesadilla. Los mensajes desesperados y llenos de violencia, mal podrían inspirar una obra plásticamente considerada realista.

Es evidente que la obra de El Bosco y de Goya debieron dejar una honda huella en Lorca, dado el interés que éste sentía por la pintura. En Los desastres de la guerra y Los caprichos , hallamos implacables escenas de la inhumanidad del hombre para con el hombre y es en ellos que se nos muestra la realidad escondida bajo la máscara humana, aspecto éste íntimamente relacionado con algunos de los temas de El público.

El mismo Dalí, con su método crítico-paranoico, por medio del cual llega a pintar los sueños y las imágenes inconscientes manteniendo el control de lo que estaba haciendo, ejerce sobre Lorca un impacto visual que se acrisola con la estrecha amistad que los une. Amistad que, por otra parte, es aun hoy motivo de análisis por parte de los estudiosos de la obra de ambos artistas.

Dalí pinta La persistencia de la memoria, El nacimiento de los deseos líquidos, Suave construcción con judías cocidas, Premonición de la guerra civil y Sueño, en perfecta coherencia con el teatro dramático-surrealista de su íntimo amigo Federico.

Otro tema que Lorca desarrolla en El público y que plásticamente es más difícil de plasmar es el del amor. Aunque en esta parte de la obra él hace frecuentes referencias a Romeo y Julieta de Shakespeare, sin embargo, el carácter fortuito del amor, como lo trata Lorca, está mas ligado a Sueño de una noche de verano del mismo Shakespeare.

Lorca opinaba que el amor, que nada tiene que ver con la voluntad de las personas, se da en todos los niveles y con la misma intensidad, ya sea entre hombre y mujer, como entre dos hombres o entre dos seres cualquiera. Aquí podemos destacar una extraña analogía de conceptos con los poetas y sabios persas Rumi y Shams de Tabriz, fundadores en el siglo XII del llamado movimiento Sufí.

Los temas principales de El público ya habían sido enunciados, en su mayoría, en la primera producción poética y dramática de Lorca y seguirían siendo los temas dominantes de su obra posterior. Pero el tema del amor homosexual, aunque latente en la primera producción lorquiana, no pasaría a primer plano hasta su estancia en Nueva York.

Federico deja asomar con fuerza, en poemas como Oda a Walt Whitman, el más oscuro punto de su personalidad, y es en ese momento en que trabaja arduamente en su obra El público. Otros poetas dejan transparentar este tema de la homosexualidad, pero Lorca consideraba, sobre todo en Whitman, que era la personificación del hombre viril, del hombre en busca del amor puro y total, a alguien que no podía compararse con personas de cierta ambigüedad. Aquí, en este punto, es donde vuelve a aparecer la extraña similitud de conceptos con Rumi Y Shams de Tabriz.

Lorca sufre la impiedad de su propia mirada puesta sobre sí mismo y estos ejemplos del tema del amor frustrado en el hombre encuentran una expresión mucho más fuerte e incluso mucho más trágica en los personajes de esta obra, como son el Director y los tres Hombres, que buscan infructuosamente y no encuentran el objeto de su búsqueda.

Es aquí donde vuelven a aparecer imágenes que, llevadas a la expresión plástica, serían de un dramatismo crudo y para nada surrealista. Pero cuando junto al Director aparecen los cuatro caballos blancos, el tema va mutando de matiz y el símbolo de los caballos blancos (que aquí es la pasión), bien podría campear sobre un fondo rojo con un toque de magenta que lo convertirían en un tono particular y único. Siempre de acuerdo a una visión muy subjetiva y personal de la obra.

La presencia del biombo y su juego entre lo falso y lo verdadero, también nos ofrece material valioso para el desarrollo de una serie. Las escenas, de una crudeza y una violencia inusitadas, son perfectamente representables. Es el momento en que debiera aparecer un juego de colores que recorriera la gama de los azules, pasando por los rojos hasta desembocar en el dramatismo del violeta, sin olvidar algún trazo indispensable de negro brillante.

Todo esto, que podemos señalar en Ruina Romana y que nos inspira en forma y colorido es, en definitiva, lo mismo que encontramos en el acto quinto, donde el desnudo rojo y el rico despliegue de personajes nos llevarían a un análisis similar.

Es inenarrable la serie de obras que, de acto en acto van insinuándose para nacer, si se quiere, de una paleta inspirada en los sentimientos llevados al color y luego a la imagen. Desde el comienzo hasta el fin de El público se puede demostrar que, más allá del drama narrado con palabras, develando la más profunda e íntima de las facetas de la personalidad lorquiana, esta obra no sólo es perfectamente representable, teatralmente hablando, sino que, trasladada a las artes plásticas, encontraría una inesperada representatividad maravillosa y complementaria.

Lorca vive aún en todo el arte que genera.

Lorca es Lorca

 


Susana Giraudo

 

 
 
el interpretador acerca del autor
 
               

Susana Giraudo

Nació y vive en Villa María, Pcia. de Córdoba.

Es escritora y pintora.

Publicó varios libros, entre ellos: Trazo y Poema, Cuerpo de luz, La luna en fuegos de final de noviembre, La armonía de las desarmonías -edición bilingüe italiano-español, El sonar transparente y ha participado en varias antologías de autores argentinos y de otros países.

Publica sus textos en diarios y revistas de circulación local, provincial , nacional e internacional y en revistas web.

Ha recibido numerosos premios y distinciones, entre ellos el Primer Premio del Certamen de Poesía y Primer Premio del Certamen de Cuento de la Dirección Municipal de Cultura de Villa María, el Primer Premio Plaqueta de Oro del Certamen de Poesía "Hugo Mandón" de Santa Fe, la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores en el año 1999, Premio Selección y Publicación otorgado por Editorial Libroitaliano Editrice Internacionale entre otros.

Como artista plástica participó en numerosas muestras colectivas, entre ellas: Salón de la Mujer, Municipalidad de Villa María, Muestra Día Internacional de la Mujer "Nuestras mujeres en el arte"- Dirección de Cultura de la Municipalidad de Villa María", Muestra "Amigos" -Teatro Real, Córdoba -,

Participación del Pequeño Formato, Galería Guernica, Córdoba, Muestra Inauguración Congreso de Gastroenterología- Sala Hotel República y muestras individuales: en el Centro Cultural Santa Fe, Salón Aerca, entre otras.
Recientemente fue premiada en el Salón Provincial Mujeres en el Arte.

Ha realizado talleres y seminarios en artes plásticas y es discípula de Nélida Petrucelli y de Eduardo Cervera.

Ha sido corresponsal de diversas publicaciones, tales como Papiros del Siglo Veinte, Horizontes de Cultura.

Hizo Periodismo Radial y gráfico, dirigiendo la revista Centro Argentino.

***

Comentario de un periodista a raíz de la presentación en el Centro Cultural de la Universidad Popular de Villa María de una muestra de setenta y ocho acuarelas:
“Fui testigo privilegiado de la obra de Susana y ha sido una dicha poder sumergirme en esos horizontes subrayados con acentos vaporosos, en cielos de luces desgarradas, en el estallido de la tierra, en la luna en fuego de finales de noviembre, en el oro del trabajo afiebrado. Frente a estos homenajes a las nubes y los pájaros, a la amplitud del espacio, a la plena conciencia que el agua es igual al tiempo y suministra un doble a la belleza, he creído ver en estos trabajos la profunda vinculación entre acuarela y poesía ¿Será que el trazo incorregible que urge a la acuarela se corresponde a la vocación de verdad que aspira la poesía? No lo sé, de todas maneras quedará para otro momentos indagar esta correspondencia, solo resta insistir en el misterio de la acuarela, expuesto en su propia claridad.
Normand Argarate”

***

Fuimos muy aceptados por el público y era una fiesta vernos disfrutar de algo así como una ceremonia en la que el color era el celebrante y nosotros sus acólitos.
Fue bello, Mariana y nos queda una muestra de la que estamos orgullosos aquí, entre las manos, sin saber muy bien que hacer con ella.
El Ministro de Gobierno me pidió que le vendiera la más destacada acuarela de la muestra para regalarle al Presidente en su visita a la Villa. Cedí una enorme marina y el producto de esa venta fue para una entidad de bien público. Estoy satisfecha.
Susy.

Publicaciones en el interpretador:

Número 16: julio 2005 - Acuarelas (artes visuales)

 
   
   
 
 
 
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Consejo editorial: Inés de Mendonça, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Pablo Liefeld.
sección artes visuales: Juliana Fraile, Mariana Rodríguez
Control de calidad: Sebastián Hernaiz
 
 
 
 

Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Francisco de Goya, El sueño de la razón produce monstruos (detalle).