el interpretador artes visuales

 

Los Número Uno de Vanguardia

Presentación

Definiciones y reflexiones en torno a la Vanguardia

Mariana Rodríguez Iglesias

 

 

 

 

Los Número Uno de vanguardia.

Son los peso-pesado de las vanguardias radicales.
Los titanes de la Europa de preguerras.
Entre ellos contamos también con los colosos constructivistas.

Son los Número Uno de las revistas de vanguardia, publicadas en Europa, en el marco de la primera mitad del siglo veinte, soñando con la unión del arte y la vida, con utópicas ciudades y más utópicas relaciones humanas, con novedosas máquinas que borrarían de un plumazo cualquier antigüedad clásica.

Son las piedras preciosas que el interpretador tiene preparado para presentar a sus lectores cada mes.

No, por favor, gracias a ustedes.

 

Definiciones y reflexiones en torno a la Vanguardia.

por Mariana Rodríguez Iglesias.

 

Un antes y un después en la vanguardia.
Cinco términos críticos para un proyecto trágico.

Al hablar de vanguardia existe una variedad de términos que no pueden ser dejados de lado, sea por que ya fueron contemplados por otros autores o porque la relación que los une salta a la vista (o, la mayoría de las veces ambos motivos a la vez).

Entre la constelación de términos que giran alrededor de este sol-vanguardia, elijo cinco, una suerte de top five de los conceptos e ideas que, creo, no pueden faltar cuando se habla de vanguardias. Estos son: modernidad, masas, modernización, autonomía, modernismo(s). Notará quien lea este top five que tres términos parecen primos hermanos, aunque la diferencia es amplia. Una diferencia que no radica, desde ya, en sus componentes fonéticos, sino en sus cualidades de aplicación para historizar un momento de tantos cambios y contradicciones como fue el período que informa la modernidad.

Modernización para dar cuenta de los procesos, de los cambios que se operaron en los contextos productivos, si se quiere en la base o estructura de la época. Modernismos para nombrar las modificación que se fueron dando en el seno de la experiencia vital de las mujeres y hombres que habitaron ese período, si se quiere nuevamente, la superestructura. Y modernidad como articulación, como término medio entre aquellos.

Modernidad también para pensar los cambios que estos dos términos implicaron y que en un principio suponían la historia como una fuerza lineal, proyectada hacia un progreso indefinido del hombre. Y, sobre todo, para pensar la vanguardia, ya que muchos de los autores que trabajamos hablan de ésta como una radicalización de aquella.

Las masas pensadas como un factor clave, protagonistas en un principio con ímpetu creador y contrario a las elites clásicas, pero que con el devenir de la coyuntura político-económica se tergiversaron en un objeto manipulable a la merced del sistema. El factor masas es, de todas formas, mucho más que esto que acabo de nombrar. El factor masas rastreado en Diderot, cuando se preguntaba que hace toda esa plebe en los recientemente democratizados Salones, pasando por Baudelaire y sus percepciones del Paris de Haussman, hasta la crítica de los futuristas, que si bien veían a la guerra como la única higiene del mundo, no podían a su vez tolerar la viejas tradiciones, donde las elites hicieron escuela. Por otro lado, los futuristas responden a un fenómeno que se asocia tanto al factor de las masas como a los procesos de modernización, vale decir, las nuevas tecnologías. La imprenta, primero, la fotografía después, y la ola de avances técnicos que dieron pie a los nuevos medios de comunicaciones. Pero no sólo los futuristas, incluso la vanguardia que Peter Burger dio en llamar históricas, también respondieron a estos nuevos avances de la tecnología y sus consecuentes modificaciones en los medios (Calinescu, Hobsbawm, Williams y tantos otros otros apuntan lo mismo como factor de emergencia).

La autonomía del arte se encuentra asociada a la modernidad desde un principio. Si, como muchos autores coinciden, pensamos la modernidad desde el momento en que el antiguo régimen feudal y monárquico fue cediendo su lugar a la creciente burguesía, o en otros términos, un régimen estático, donde Iglesia y poder político se mezclaban junto con todos los factores de la vida privada, que iba siendo transformado por la burguesía en ascenso, como clase altamente dinámica en su interior; si tenemos en cuenta este movimiento, podemos ver cómo la sociedad burguesa dio el puntapié inicial a la autonomización de las esferas, al decir de Weber. La política, el Estado, la sociedad, lo civil, la Iglesia, el Arte, ya no podían pensarse como un todo imbricado, en todo caso, ya no se pretendía seguir pensándolo así. E introduzco este factor de transigencia dialéctica porque creo que fue esta la clave de la riqueza creativa de la modernidad (sin embargo es un punto que preferiría, por lo central de su noción, tocarlo más adelante). Entonces autonomía para el arte significó la apertura a nuevos y vastos horizontes, lo que no quiere decir que el artista podía pintar a su entero antojo, sino que por lo menos se desligaba de la tutela religiosa, noble y/o regia. Por otro lado esta autonomía llegó a un punto a fines del siglo XIX en que las preocupaciones del arte parecían girar en torno pura y exclusivamente...del arte. Y es esta autonomía lograda recién en la sociedad burguesa lo que Burger ve que las vanguardias buscan criticar en un principio, para lograr con posterioridad la completa autocrítica del (sub)sistema del arte.

La dialéctica que quisiera poner de relieve, una vez definidos los términos modernidad, masas, modernización, autonomía y modernismo(s), es la que se da entre un período que empezó con auge revolucionario, de cambio, de oposición de lo nuevo frente a lo antiguo, pero que de todas maneras convivió largo tiempo con sus dos componentes (lo novedoso y lo residual), y otro período, que se situaría después de la Segunda Guerra Mundial, donde ya lo nuevo sólo pudo venir en reemplazo de lo también nuevo. Este primer período con sus dialécticas internas, ejemplificado en los beneficios impresionantes de la mano de la tecnología por un lado, pero que por el otro se basó en una lógica de la explotación, ese primer período fue el que dio cabida a las manifestaciones modernistas en literatura, teatro y plásticas, así como propició el nacimiento de las vanguardias. El segundo período, situado tras la inminencia de los límites de la racionalidad instrumental concretizados en Auschwitz, hizo de esa dialéctica una norma. El segundo período es donde se da plenamente el consabido fracaso de las vanguardias en su asimilación por la industria cultural. Y lo que es más irónico aún, la industria cultural es el logro que las vanguardias buscaron alcanzar desde su concepción, es decir, la unión del arte en la vida. El fracaso en el logro. Pareciera que la tragedia a la que la cultura estaba pronosticada, dicho por Nietzsche y Simmel, llegó a ser tal. El motor del cambio, en un principio el bienestar y la libertad del hombre, es en la actualidad el alimento del mercado, que, con su lógica de la fetichización, oculta este hecho para disfrazarse de contratos sociales y beneficios democratizados.

Muchos autores acuerdan en ver la vanguardia como la radicalización de la modernidad (Calinescu, Huyssen), entonces cabría pensar que este fracaso inherente al programa de la vanguardia es rastreable en la modernidad misma. Y si se la piensa a la luz de los términos modernización, modernismo y modernidad (que recién ahora revelo, son los que Berman usa en ‘Todo lo sólido...’) puede observarse que el común denominador, el que se mantuvo escondido en el relato de la historia hasta ahora, es el sistema capitalista burgués, o bien la lógica del mercado, o si se prefiere, al decir de Huyssen, el sistema de explotación secundario eufemísticamente llamado cultura de masas. La modernidad en su cruzada por el desarrollo infinito del hombre, basó sus posibilidades en este sistema novedoso, dando cuenta de un sinfín de modernizaciones de la vida diaria y una orquestación de modernismos que respondían a esta misma lógica del desarrollo. Y todavía estoy hablando de un sistema capitalista en algún punto prolífero. Después del ‘45 esta lógica cae por su propio peso, nada resulta novedosamente revolucionario y las vanguardias que pasan del eje europeo al norteamericano pierden su posibilidad de hacer explotar el sistema del arte, un sistema que ya contaba con esto como elemento constitutivo. O como expresa Arthur Danto a raíz de la muerte del arte hegeliana, una vez agotado el discurso de vanguardia, el arte se muestra como liberado de la responsabilidad de su propia definición (una responsabilidad socavada ya por el dadaísmo). De esta manera será la sociedad con sus convenciones e instituciones la que defina qué objeto pertenece o no al mundo artístico. Lamentablemente esta promesa de variedad no es así efectivamente en las formas de producción, distribución y consumo actuales, porque estas responden a los caprichos del mercado (hoy más que nunca una industria cultural).

Las masas, primero con fuerza reformista, con esperanzas revolucionarias, serán luego masacradas racionalmente en Auschwitz, de donde no podrán salir con fuerza, y hasta no hace poco fueron muchos los que pensaron en ellas como rebaños mansos de ovejas. No se puede seguir creyendo hoy que estas masas se sorprenderán y reaccionarán frente a un acto dadaísta (nosotros lo pudimos observar sólo con ir al MALBA), o que después de una obra de Brecht irán a sus casas con ese germen subversivo que discutirán en familia. ¿O sí?

Entonces, y para ir terminando, ¿cuál es, si la hay, la alternativa de una vanguardia en la actualidad? Para tal efecto sería bueno rescatar una pregunta final en el texto de Burger, a saber: ¿es la distancia del arte con respecto a la praxis vital garantía de una libertad de movimiento en el seno de la cual se puedan pensar alternativas a la situación actual?, y yuxtaponerlo a una propuesta que Anderson hace sobre el final del artículo ‘Modernidad y revolución’ donde expresa que una sociedad verdaderamente socialista sería aquella que tomase la diversidad en su horizontalidad, lo que equivale a decir, donde se tome a las partes componentes como un todo heterogéneo. Propuesta que encuentro muy emparentada a la de Hyussen, cuando propone que la única salida posible a esta situación sería encarnar nuestras mejores esperanzas en los movimientos descentralizados que trabajan en transformar la vida diaria. Ambas propuestas están pensando en un ‘movimiento creativo’ (no-Arte) que actúa hacia y en la praxis vital, pero están pensando en una experiencia vivencial completamente distinta a la de Burger. Están pensando (¿o estaré haciéndolo sólo yo? (la magia de la interpretación)) en una praxis vital que no es una totalidad cerrada, agobiante, sino con fisuras o, por lo menos, potencialmente fisurable. Un todo heterogéneo donde el relato de la masa idiota de la modernidad de posguerra, ese hombre unidimensional, empieza a perder vigencia. Y lo que este salir de la ‘jaula de hierro’ permite es pensar las posibilidades de una táctica vanguardista. Digo táctica porque las estrategias las hacen las ideologías dominantes, mientras que esas experiencias humanas que no han sido subsumidas aún por el capital, al decir de Huyssen, son manifestaciones defensivas, mínimas, pero, por qué no, corrosivas a la larga. Y quizá una frase de Marx de ‘La ideología alemana’ ilustre esta posibilidad de realización personal que el arte promete: “Qué maravilloso sería creer que el mundo plural del arte del presente histórico sea un precursor de los hechos políticos que vendrán”.

 

Mariana Rodríguez Iglesias

 

 

 

Marco teórico

•Aguilar, G: ‘Vanguardia’, en: Altamirano, C. Términos críticos de Sociología de la Cultura, Buenos Aires, Paidós, 2002.

•Anderson, P: ‘Modernidad y revolución’, en: Casullo, N. El debate Modernidad/ posmodernidad, Buenos Aires, Punto Sur, 1989.

•Adorno, T.W. y Horkheimer, M: ‘La industria cultural, Ilustración com engaño de masas’, en: Dialéctica de la Ilustración, Madrid, Trotta, 1994.

•Berman, W: ‘Brindis por la modernidad’, en: Todo lo sólido se desvanece en el aire, México, Siglo XXI.

•Burger, P: Teoría de la Vanguardia, Barcelona, Gedisa, 19995.

•Calinescu, M: Cinco caras de la modernidad, Tecnos

•Habermas, J: ‘Modernidad, un proyecto incompleto’, en: Casullo, N, ob.cit.

•Hobsbawm, E: ‘A la Zaga’, Barcelona, Critica.

•Huyssen, A: ‘La dialéctica oculta: vanguardia-tecnología-cultura de masas’

•Silvestri, G: ‘Estéticas sociológicas’, en: Altamirano, C, op.cit.

•Williams, R: ‘¿Cuándo fue el modernismo?, en: Las políticas del modernismo, Bs. As., Manantial, 1997.

 

 

 
 
 
 
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Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Theo Van Doesburg, Contre-compositie (detalle).