el interpretador narrativa

 

Anima Women

Camila Flynn

 

 

 

 

Y bueno, al final estabas sola. Al final del día estabas sola. El anillo retroactivo de la traición te estranguló el aire, te dobló las venas. Entonces te sentaste en el fondo del subsuelo a leer un texto que te hablara claro. Que te hablara. Y te habló. En él descubriste que tu culpa se parecía al vacío del otro, que tu angustia era el dolor del que tenías cerca, que tu fantasma estaba medio muerto, medio abandonado en la escena de la honestidad. Te quedaste muda, fría, sintiendo que el libro elegido se te escapaba de las manos como un conejo salvaje. Te congelaste: en él las palabras corrían demasiado blancas, demasiado veloces, demasiado justas. Te oíste a vos misma hablando de algo que sabías quieto pero que a un tiempo intuías vivo, hinchándose como un globo malsano en el interior del poema. Sí, el libro te dijo que al final del verso estabas sola. Y que mejor te arremangaras la camisa. Que mejor dejaras de chorrear tinta, de remojarte en lo anticuado. Tenías que volver a lo mundano, tenías que trotar con la corriente. Vos venías queriendo rellenar el lago de la vida frágil con tus piedras medio huecas, tus cantos azucarados desprovistos de conciencia. Aunque ese lago había estado tan ausente como el agua en un desierto. Y por supuesto que el agua de la base no subía. Cada vez más piedras...cada vez más formas... como apilando dureza sobre dureza. Pensaste que de pronto alguien libre te estaba amando por dentro, te estaba humedeciendo los labios. Y justo ahí, justo en donde no tenías que frenarte, abriste los ojos. Te inventaste un maquillaje, te viste mujer en el reflejo del fondo. Te abriste por completo, entregaste hasta el culo. ¿Seguiste? Quedaste pálida y fantasma. Te castigaron: chas-chas en la colita. Así como de noche naciste por la boca, de día fuiste aborto en menos de un segundo. Te borraron del atlas del sentido. Te pintaste sola sabiendo que lo hacías mal, que tu cara en el charco estaba cada vez más cocoliche. Sentiste vergüenza antes y después, sentiste la culpa por adelantado. Aunque sí sabías lo del cachetazo a corto plazo, y sí sabías que el sol te iba a fumar toda el agua, lentamente, circunspecto. No te supiste cuidar, querida. No te supiste ubicar. Enfocaste mal, confundiste todo, te quedaste seca. Entonces te brotaste el cuerpo: la coherencia tenía que escurrir por algún filtro, colar por algún hueco. Y en tu piel dio con el paño justo, mosquita muerta, santurrona. Quedaste un poco sarnosa. Más tarde, a falta de símbolos, también te disecaste la mente: viste sólo una traición, no viste la del otro. Ni siquiera viste la del que estaba más cerca. Completamente aislada en tu chorro a propulsión te diste a conocer en los términos más ingenuos, más infantiles e histéricos de la pasión. No te importó nada de nada. Tenías que regar el narciso para poder creerte la vida del puro presente, del puro riesgo. Claro que esa vida la encontraste en el reflejo simétrico de un espejo que, naturalmente, estaba roto. Te embalaste el alma en la fábrica de un fóbico usurero indiferente. Sabías lo que hacías, esa industria era la tuya. Otear el horizonte desde arriba, flotar en la marea aterciopelada de las imágenes no compartibles, continuas, infranqueables...creer en la espiritualidad de los días. Habiendo perdido la sensibilidad, habiendo abandonado, habiendo castigado...te volviste una nena patética, celosa. Te doblegaste ahí, con la mitad del cuerpo dentro de la cuenca, metida y abnegada la cabeza. Te creíste la novia virgen de una línea azul, preferiste comerte las cuentas, atragantarte con los rezos, atorarte... En realidad estabas siendo tan puta y tan negra como un cuervo. El cuervo con sus uvas, el cuervo con sus plumas...Invertiste todo y sin embargo nada se dio vuelta. Vos nunca fuiste vos, vos jamás sedujiste. El poder siempre estuvo en las manos del que giraba la cara, del que no tenía rasgos pero, ay, olía como un ángel. Nunca fuiste vos con vos, nunca del todo. Y vamos... que traición rima con ficción. ¿Y vamos? Sí, que después de las piruetas, la carpa te quedó vacía y oscura, silenciosa por demás. La charla oblicua de tu mini-show o la comunicación diferida de tu meta odre: o esto pero también esto. Todo efectos de vía muerta. De vía muerta. ¿Seguimos? De ser un campo de juego, tu cuerpo pasó a ser un campo de concentración de un dolor que no te sabías capaz de infligir. Esa clase de reviente que jamás operaría un exorcismo real, pero que estaba desovando en el lugar más justo. Sigamos. Que lo reversible, entonces, cumplió con su destreza. Que tu fuerza volvió con más fuerza a estrellarse en la fuente de la entrega. Que el amor del otro brilló por su ausencia (frase de vieja sabia). Que encarnaste la proyección del macho, que te empotraste como una yegua en celo. ¿Pagaste tus culpas? No. ¿Apagaste la sed? No. ¿Creciste? No. Una sucesión penosa de puertas cerradas, de preguntas sin respuesta, de molestias al pedo. Eso, de molestias al reverendo pedo. Y el silencio a tu silencio, y el miedo a tu miedo, y la duda por todo. Cartas habituales de lo femenino. Vivir en un estado de perpetuo vaciamiento de la razón, de tensión ante la violencia de ser rellenada, completada, empernada. Y vos sentada ahí, en el subsuelo, leyendo con ganas de llorar, por una vez, como la gente, de pronto descubriste un término que te llamó mucho la atención: anima-women. ¿Jung o Lacán? La memoria te falla, como siempre. Pero en aquel momento sentiste que anima-women era un nombre peligrosamente dulce, aunque un poco dramático también. O peor, solemne. Mujer fantasma, mujer zombie, mujer del limbo. Anima-women: dícese de aquella mujer diminuta cuya voluntad electiva se encuentra un tanto hipertrofiada.// Junckie perdida en las imágenes del amor.// Organizadora profesional de fiestas infantiles.// Instalación maldita// Performance que narra el conflicto de un cuerpo que no puede mantenerse decentemente erguido.//

Pensando en Dalí y en su teoría sexual fagocitóxica, se te antojó la idea de que, quizás, lo que la mantis milagrosa desea cuando inclina la cabeza -inquietante suspensión de hacha mental- es abrir un ring de boxeo para luchar consigo misma. Hundida en su propio tórax, petrificada y como rezándole al otro para no masticarse las manos, la mantis se corrompe de a poquito con su furia.

Quizás la bestia no siempre tenga ganas de ser madre.





©Camila Flynn

 

 
 
el interpretador acerca del autor
 
             

Camila Flynn

Nació prematuramente el 11 de abril de 1981. Estudia Letras y no toca el piano. En noviembre del 2004 redescubrió las canciones de Charly García. De nacer hombre le hubiese gustado llamarse Ariel.

 
   
   
 
 
 
Dirección y diseño: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: Inés de Mendonça, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse
Corrección: Sebastián Hernaiz
 

Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Tamara Muller, Silent Girls II (detalle).