El oficio de escribir
1.¿En qué momento sentiste que ibas a convertirte en un escritor?
Sentí que quería provocar en otros lo que los escritores provocaban en mí, cuando tenía 19 años, cuando había largado el ciclo básico de Medicina. En casa simulaba que seguía yendo a la facultad, pero me iba todas las mañanas al bar en Ciudad Universitaria. Me llevaba cuentos de Cortázar y de Borges y ahí empecé a leer con otra mirada, empecé a leer como los chicos cuando desarman los juguetes.
2.¿Qué influencia tuvo tu familia en tu formación literaria?
Mis padres siempre fueron buenos lectores. En casa había una buena biblioteca. Pero no me presionaban para que leyera nada "prestigioso". De hecho yo de chico leía Bomba, el niño de la selva. Mi formación fue secreta, personal. El gusto por Borges fue lo primero que sentí que podía compartir con mi padre. Cuando por fin me decidí a estudiar letras, él me dijo "Mi padre me hubiera dicho que ésa es una carrera para mujeres, pero yo no te lo digo".
3.A partir de los múltiples géneros que abordás en tu obra —poesía, cuento, novela—, ¿qué diferencias y qué similitudes formales ves en tu escritura?
Me aparecen en forma distinta. Las ideas con situaciones que se desarrollan en el tiempo las pienso en forma de cuento o de novela. Y las ideas donde el tiempo parece estar detenido, donde no hay sucesión temporal, sino que el tiempo está ahí dentro todo junto, como un big bang, surgen como poemas. Esta diferencia no es tajante. A veces en narrativa uso cosas de la poesía, por ejemplo si en una escena me detengo y doy vueltas en torno a una misma cosa, un solo gesto, un instante. Y a la vez, a veces los poemas se me vuelven un poco narrativos, es decir, pasa algo en el poema, algo mínimo, pero hay una situación.
4.¿Tenés un plan definido antes de comenzar a trabajar en un texto literario o te dejás llevar?
Tengo algo pensado, intuido, un mapa muy básico. Sé para dónde quiero ir, trato de escribir en función de una trama (es decir que el final ya está oculto, cifrado, desde el comienzo) y trato de ir resolviendo las dificultades por el camino. Si supiera exactamente lo que voy a hacer, creo que no lo haría. Me gusta sorprenderme y que la historia vaya provocando sus propias reglas, su propia lógica. También, de vez en cuando, hago escritura automática, para destrabar algo acumulado, escribo largas parrafadas incoherentes, repetitivas, llenas de idiotismos y puteadas y juegos de palabras. Eso me sirve mucho, y a veces salen cosas insospechadas, imágenes medio oníricas o situaciones que sirven y van a parar después a algún lado, a veces intactas, a veces transformadas.
5.¿Qué tipo de ámbito necesitás para escribir?
Puedo escribir poesía en cualquier lado y de cualquier manera (en bares, en cuadernos, en lápiz). Pero para escribir narrativa necesito una computadora, tener más silencio, y prefiero la mañana. Me encierro en mi mini oficina. Si estoy trabajando en un texto largo, no llevo el cable para conectarme a internet, así no me distraigo, porque cualquier excusa me sirve para no escribir.
6.¿En qué momento sentiste que habías adquirido “oficio”? ¿Qué cosas te lo indicaron?
Cada vez que empiezo a escribir un libro, siento que no sé nada, que tengo que volver a aprender a escribir. Tengo que inventar una manera de escribir ese libro. Hay que encontrar un tono, una manera de decir. El oficio quizá sólo sea pegarse a la silla, soportar la ansiedad, la frustración de que no salga como lo imaginabas, corregir, reescribir, revisar. Pero no siento el oficio como una seguridad, como una moto a la que me subo cuando quiero. En ese sentido siempre estoy a pata.
7.¿Qué estás escribiendo en este momento?, ¿cuáles son tus proyectos literarios a corto y a mediano plazo?
Estoy terminando de corregir una novela larga (larga para mí), que se llama "El año del desierto". Un historia que empieza en la actualidad y termina en la fundación de Buenos Aires. Los baldíos avanzan desde el conurbano hacia la capital y van borrando la ciudad. El tiempo parece ir para atrás a toda velocidad, porque la historia argentina (o una pesadilla parecida a la historia argentina) sucede en un año y en rewind. La historia está contada en primera persona por una chica de 23 años que al comienzo es secretaria en una torre de oficinas del centro.
La obra
8.Los personajes de tu narrativa emprenden un viaje que, de alguna manera, puede llegar a cambiarles la realidad inmediata, o, incluso, la vida; al menos siempre está presente esa posibilidad. ¿Qué podrías decirnos al respecto?
El viaje, "el camino de la vida", es una de esas metáforas antiguas. A mí me interesa el cambio, la transformación que se da en los viajes. Sin cambio no hay historia. Pero el cambio no es algo voluntario para mis personajes (al menos hasta ahora). Los personajes van en esos viajes, un poco como en un sueño que yo solía tener: viajaba en un auto con el volante roto, en un auto que avanzaba pero que yo no podía controlar. Me interesa eso de estar como atrapado en el movimiento del tiempo, del camino. Quizá el inicio del viaje es voluntario para los personajes, pero siempre hay un desvío, algo inesperado. El movimiento los transforma.
9.Leyendo tus libros, a nosotros nos parecés un escritor que nació maduro, “tradicional”, que se inserta en el canon literario nacional sin fisuras, sin parricidios. ¿Estás de acuerdo con eso?, ¿te sentís incluido en una determinada corriente literaria?
Lo que pasa es que la gente de mi generación no tuvo que matar a sus padres literarios porque ya los habían matado o silenciado los militares. Mucha gente nacida alrededor de los setenta no tuvo padres literarios, sino abuelos como Borges, Cortázar, Bioy, Arlt. Y uno con los abuelos no tiene conflictos. Yo no tuve que "matar a Borges" para escribir. Siento a Borges como un abuelo que me ilumina con su inteligencia, pero no siento que yo deba competir con su literatura, ni sobreescribirla, ni escribir a pesar de ella. Conocí a mis "padres literarios" después, cuando leí en la facultad a Walsh, a Di Benedetto, a Piglia, a Lamborghini, es decir, ya canonizados. Me vinculo con esos autores, en una búsqueda personal que sigue ahora a los 34 años, con curiosidad, pero a la vez con cierta lejanía, sin que me hayan dejado su impronta. Quizá en ese intento por completar una brecha, quizá en esa cicatrización, haya un rasgo generacional, que apenas intuyo. No creo que sea tan evidente por ahora. No sé si estoy en una "corriente literaria", no puedo decir que sienta una pertenencia a un grupo. Quizá estoy en una corriente pero inevitablemente, no como una militancia personal.
10.El desenlace de tu cuento “Amor en Colonia” puede leerse como una forma de castigo a la infidelidad –una versión no sangrienta de la película Atracción fatal-. ¿Pensás que la literatura debe establecer una relación especial con la moral de su época? ¿Emitir juicios?
Es mejor que la literatura no emita juicios. Mejor que defienda tanto lo defendible como lo indefendible. Que muestre las dos caras. Que contraste y confronte y saque todo a la luz. Mejor que sea un muestrario lo más completo posible de los sueños de una época. Y en los sueños no hay freno. Lo mejor es que la literatura sea tan moral como inmoral. A veces, en la inmoralidad se ve mejor la moralidad de una época.
Yo no escribo desde una postura. Escribo una situación, una trama, construyo eso. Si eso provoca una lectura moral o inmoral, no me importa demasiado. Trato de escribir con toda mi moralidad y toda mi inmoralidad. A veces, puedo no coincidir con lo que dice y hace un personaje, pero si me interesa el trayecto, el dibujo, que esa conducta traza, entonces la escribo y la acepto como una verdad literaria.
Ese final de "Amor en Colonia" también fue leído por algunas personas como un final feliz, de amor, porque al fin y al cabo los amantes se quedan juntos.
11.A partir de la versión cinematográfica de Una noche con Sabrina Love, ¿qué ganó y qué perdió, según tu opinión, esa novela?
Creo que el libro ganó en popularidad, al entrar el título "Una noche con Sabrina Love" al "disco rígido" de la gente. Y también la película hizo de embajadora del libro en otros países donde se publicó.
Y a la vez perdió la multiplicidad de lecturas. Las películas basadas en libros congelan una lectura (la del director) y la superponen a todas las otras lecturas posibles.
El mercado
12.¿Cuál es tu relación actual con el mercado editorial?
El mercado editorial tiene muchos rincones, y alguna gente interesante. Yo me vinculo tanto con editoriales grandes, como con editoriales independientes. Me interesan las editoriales chicas, de poesía, compro libros de poetas actuales. Y mis dos libros de poesía los publiqué con ese tipo de editoriales, donde es muy placentero poder trabajar junto a los editores en el libro, elegir el papel, la cartulina de la tapa, etc. Después, mi experiencia con editoriales grandes hasta ahora fue buena. No buscaron tentarme con cosas absurdas para vender más. No me apuran para que escriba. Me pagan mis derechos de autor. Distribuyen mis libros. Y yo reviso mis contratos. Sabrina Love está traducida a cinco idiomas, y los cuentos están traducidos en Francia. Quiero decir que mi relación con el mercado editorial es de mutuo respeto.
13.¿Ganaste mucho dinero con la venta de tus libros?
No mucho. Son Sabrina Love gané algo de plata. Pero es muy difícil ganar plata con la literatura. No lo recomiendo como meta personal. Hay que acordarse de que a la mayoría de la gente no le interesan los libros. Nadie lee nada. Para hacer plata escribiendo mejor escribir guiones de cine. Ahí, si te va bien, se gana más.
14.¿Por qué, en el país de Borges y Cortázar, se editan tan pocos libros de cuentos?
Pareciera que una novela es como un bien que se compra, es un gran ladrillo para la evasión, para perderse en un mundo ficticio. La novela le exige menos al lector. Una vez que el lector entró en ese mundo, en la vida de esos personajes, una vez que entendió la estructura, entonces ya puede ir atravesando esa historia, y salir y entrar cuando quiere, dejar, después retomar el libro sin esfuerzo. Como una casa que ya le resulta conocida. En cambio los libros de cuentos son como edificios. Cada cuento es un departamento. El lector entra ahí, vive la intensidad de ese mundo y de pronto la puerta se le cierra y tiene que entrar a otro cuento, a otro departamento. Y eso demanda más participación del lector. Más atención reflexiva ante la diversidad, la brevedad, la concentración de imágenes y significados. Por eso los cuentos se venden menos. No sólo porque hay una bajada de línea de las grandes editoriales de España, donde no hay una cultura del cuento, sino sobre todo por esa concepción de la novela como producto para evadirse. "Me compro este novelón y me dura una semana".
Los nuevos
15. ¿Qué autores surgidos en los últimos años te resultan interesantes?
Anna Kazumi Sthal, Cucurto, Gervasio Landívar, Gamerro, Alejandro López, Dani Umpi, y me estoy olvidando de otros.
16. En el caso de que se diferencien, ¿cuáles son los cambios que notás en la literatura argentina producida por autores nuevos en los últimos diez años?
Hay un descaro que me divierte y me interesa. Son autores librados de la obligación moral de hacer una literatura de denuncia, sin bajada de línea. Se libraron de la solemnidad del dolor y se vincularon con una fuerza expresiva, que también puede surgir del dolor, pero es más potente, más propia, menos heredada. También me interesa la diversidad de estilos y temas, la libertad en la forma de usar el lenguaje, el verbo desaforado. El "surrealismo criollo" del que habla el fotógrafo Marcos López. Eso me interesa mucho en el arte local. Encuentro una voz muy original en eso. Algo que se entiende desde Ushuaia a Tijuana. Lo berreta cruzado con lo culto, lo prestigioso con lo trucho, lo colorido con lo gastado, la antena de tv satelital aferrada a la pared del rancho. La forma de mostrar los medios, la manera en que aparece la televisión en poemas, cuentos y novelas. Cómo los personajes leen todo ese glamour americano desde estos márgenes, cómo lo tratan de imitar, la distancia entre esos dos mundos, los intentos por salvar esa distancia, la capacidad para arreglarse con lo hay, etc.