¿Hay trivialidad en el encuentro de estas tres vías?

Rocio Anahí Uran

 

 

Un congreso sobre crítica literaria, en una ciudad, en Rosario, puede ser un espacio de intercambio, de crecimiento de la vida académica. Puede ser lo más próximo a abarcar todas las perspectivas de análisis actuales. La posibilidad de desestabilización de lo consagrado y la potenciación de lo que se inicia. Puede ser la oportunidad de contacto entre el trabajo arduo y la recepción crítica que a su vez le da sentido y avance. La ocasión de retroceder o de obstinarse. Puede pretender aquello que no siempre es posible.

O puede ser el encuentro de tres vías. Una: La de aquellos que comparten el resultado de lecturas comprometidas con la exploración de ideas importantes. Otra: la de aquellos que se jactan de sus ponencias lúdicas que no terminan de serlo. Y la otra: la de los observadores, oyentes, interpretadores que van con las hojas vacías a entrecruzar perspectivas, a presenciar, a provocar y continuar el debate teórico.

Esto es lo que fue un congreso en Rosario. La confluencia de sinceros militantes del análisis literario que, porque es necesario para ellos, son capaces de traspasar airosos todos los filtros de la seriedad y que enmarcan su tarea en la continuidad de un trabajo aún mayor de investigación; la confluencia de estos con señores burgueses de la prosa expositiva que gustan jugar con los significantes y alcanzan a veces originalidad en la imagen acústica o en aforismos alejados de toda posibilidad de una idea fructífera o, al menos, correcta. Estas damas y caballeros danzan en el podio de alguna consagración y se divierten orgullosos de sus palabras y alegorías.

Pero caen ante el primer filtro, los interpretadores que, acompañados de expositores comprometidos, entrecruzan miradas de fastidio e indignación. Ellos pueden optar por desestabilizar a la jactancia con alguna pregunta que evidencie contradicciones o pueden huir a otra mesa prometedora de relevancias.

De la posible observación de este encuentro de vías de abordaje, de la sensación de conformidad o no que puede experimentar quien haya asistido a este evento de debates intermitentes y exposiciones adornadas, se puede concluir favorablemente o se puede no hacerlo. Se puede pensar en qué medida el congreso de Rosario se acercó a lo que debería ser, pero no es necesario. Sólo se conseguiría algo de fastidio y un poco, muy poco de gratificación intelectual. Y es difícil cuantificar eso. Algo que se debe hacer, en cambio, es preguntarse por la trivialidad de este evento. ¿Qué tan importante para la vida académica es que sucedan estos congresos y que sucedan estas cosas en ellos? Sospechemos que algo cierto es que existen para ser leídos en forma crítica y comprometida, para desentrañar en esa lectura cuáles son los fenómenos que allí se condensan y que son la representación de, ya en un orden general, la situación intelectual de nuestra crítica literaria y la tipología de los personajes que la conforman.

 


©Rocio Anahí Uran

 

 
el interpretador acerca del autor
 
                           

Rocio Anahí Uran

Nació en 1979 en Wilde, Avellaneda (Independiente) donde vive aún con su gran familia. Estudia letras en la U.B.A.

   
   
   
   
 
 
 
 
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