Ya hay "caso Blumberg". Se ha instalado en la opinión pública (lugar irremediable donde los "casos" se instauran) la idea de un caso Blumberg. Así como hubo un caso Cabezas, y un caso Maria Soledad, ahora hay un caso Blumberg. Pero a diferencia de aquellos, el de Blumberg parecería tener otra dimensión significante. A saber, a la instancia policíaca (la idea de caso referiría a una investigación policial en curso), se le agregaría otra de un carácter diferente (difícil aun de conmensurar, de allí mi temor a calificarla y apenas nombrarla como diferente). A la dimensión policíaca, investigativa, resolutiva (los casos se resuelven, o no, pero en tal caso devienen en fracaso, nunca permanecen en estado indefinido, latente), se le sumaría otra (la que -me- interesa), referida al momento posterior de la muerte de Blumberg hijo, la repercusión mediática (esencial como fundante de casos/mitos) y la consabida captura de gente (rápidamente catalogados culpables). El segundo caso Blumberg, su segunda inauguración con el estatuto de caso tiene que ver (claramente, demasiadas vueltas para decir lo que cualquiera percibió y percibe) con la aparición de Blumberg padre en escena. El caso que a partir de ese instante tomo cuerpo, ya no es policial, a pesar de haber sido fundado por una instancia policial, sino digamos político (sigo sin sorprender a ya aburridos lectores). Blumberg padre, con todo su dolor de padre al que le acaban de torturar y matar un hijo, aparece en escena, y dice, declama, pide, por que no haya más muertes violentas de hijos. Cuidemos a nuestros hijos, dice, dicen (decimos) con él. El dolor fluye en él, y en quienes oyen su descarnado grito. La Argentina tv (entiéndase, argentinos que ven tv, y en ese ver, constituyéndose como argentinos, o algo así) sufre con Blumberg, por Blumberg, desde Blumberg. Y el caso (todo caso), es caso, porque tiene repercusión social. Es paradigma, es modelo. Se institucionaliza, se hace cosa, se vuelve palpable, se vuelve vela prendida (por decir). La muerte de Blumberg hijo se convierte en la muerte de mi hijo, la muerte de "el hijo", de todos, nuestro hijo. El sufrimiento de Blumberg padre, mi sufrimiento, el de todos, el de Argentina (cuanto menos). Mi cotidianeidad se ve transformada, vulnerada por el caso, y sufro al compás de Blumberg padre. (Y la vela que prendo, se apaga). Y el caso se vuelve causa. Se transforma en punto de inflexión (gloria que sólo pocos casos pudieron alcanzar), y deviene en causa. Se lo toma como estandarte, como piedra fundamental, y de repente, la muerte de uno representa la muerte de muchos (y el terror de otras posibles muertes futuras). Y ese "de repente", no refiere a una circunstancia aleatoria, habla de ciertas condiciones de posibilidad para que ese algo ocurra. Sucedió con Blumberg, no con otras (miles) muertes. Condiciones que permiten que algo suceda o no suceda, suceda hoy y no mañana, en cierta clase de personas y no en otras, o que produzca repercusiones (ya no sólo mediáticas, sino jurídicas, o sea, transformadoras del estatuto formal que rige a una sociedad) o apenas ser pequeña noticia en pagina 28. Condiciones que tienen que ver tanto con cuestiones del orden de la materialidad como simbólicas, en cierto espacio/tiempo dado. Que el sufrimiento de Blumberg padre pueda ser entendido como el sufrimiento de todos, remite a una cierta manera de entender el "todos", y a otra cierta forma de interpretar el sufrir. (La vela se apaga, hay mucho viento, hacele carpita, y la puta que los parió). El "todos" enunciado da cuenta de un deseo, de una intención, de una necesidad, de una conveniencia. Nunca el todos es todos. Siempre es una instancia performativa, de búsqueda, de generación. Nadie dice "todos" por nada. Es una figura retórica tras un hacer interesado. Aunque todo "hacer", más allá de su destacable condición constructiva, posee un contexto en donde se lleva a cabo, a saber: el para qué, y el para quién. Quién es el que pide que hagamos algo, y por qué otro algo pide que lo hagamos. Y Blumberg padre sufre, como no iba hacerlo, cómo no hacerlo cualquier ser humano en instancia similar. Pero cuando se sufre, el hacer se resignifica. Se actúa bajo otras condiciones, lejos del alabado raciocinio. Se actúa (trayendo otra conocida, mediática, figura policial) bajo "emoción violenta". Y los noticieros televisivos nos lo han enseñado (junto a muchas cosas más), la "emoción violenta" no es condenable. Es decir, se está bajo tal pérdida de noción del actuar, que las leyes no tienen injerencia formal para ser aplicadas. (Aclaro que soy consciente de que estoy forzando tal carátula -la de "emoción violenta"- ya que los medios también nos han explicado que ésta solo puede aplicarse sobre las acciones que se cometen inmediatamente después de tal grado violentado de emoción. Pero no se podrá negar que las condiciones emocionales de Blumberg padre no puedan estar un tanto violentadas aun ante lo ocurrido) Blumberg padre, en suma, sería inimputable en su accionar. Las condiciones subjetivas en las que hoy vive, están clara y fuertemente determinadas por el terrible dolor que lo aqueja. Su accionar, así, debería ser entendido bajo estas condiciones, las cuales lo impulsaron a convocar manifestaciones (a las que asistieron miles de personas, hecho que convierte al caso Blumberg policial en caso Blumberg político, y razón de ser de este conjunto de ideas ansiosas de conformarse en texto –en el sentido de tejido coherente-). Condiciones (el acto multitudinario mismo, transformado en —constituido por- apabullante hecho mediático) que también posibilitaron el ingreso al recinto de Blumberg padre donde las leyes de un país se dictan, y escuchar (y monitorear, cual ciudadano utópico, el trabajo de sus representantes) la discusión sentada en los términos que él mismo instauró. De pseudo inimputable a demarcador de la agenda político legislativa de un país. Echemos (algo) de claridad: las condiciones de posibilidad para que un suceso se lleve a cabo le otorgan base propicia de existencia a tal suceso. El caso es caso, porque alguien lo enuncia como paradigma de algo, en una situación y tiempo dados, y es legitimado (como caso) por cierta comunidad de interlocutores. (La vela se apagó, no creo que la pueda volver a prender, a muchos les pasa lo mismo, ma' si, me voy a casa)