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La hora del padre

 

Klaus Schirmer

 

Hay un padre en el Congreso. Las cámaras de televisión muestran a dos hombres que toman nota, miran bajo sus anteojos en una colina de carpetas —parece como si tuvieran que hacer investidura del interior parlamentario. Son padres. El padre de Axel y el padre de la novia. Como una instancia de control popular. Llegó la hora. Dicen que ahora los diputados se quedan más tiempo que en sesiones anteriores. Las cámaras transmiten el debate con los padres como conditio sine qua non. El padre de Axel figura en una encuesta sobre “imágenes de dirigentes” publicada al domingo siguiente. Recibe la imagen más valorada después del presidente de la nación, unos puntos por delante de la mujer del presidente.

Llegó la hora del padre en la Argentina. Llena el vacío en el centro de la clase política y las demandas de otros. No se puede pensar el ascenso del padre de Axel sin los medios de comunicación. Obvio. Y sin las maniobras de círculos que denominan como la “derecha”. La primera vez que titiló por las pantallas fue la segunda noticia del día. Fue el 24 de marzo. El día en el que terminó algo y empezó algo nuevo en el terreno de la ESMA. El Presidente de la Nación habló de la culpa del estado y su silencio frente a los crímenes cometidos y callados durante tantos años. Pidió perdón frente a Madres, Abuelas e Hijos que en todos estos años no dejaron de levantar el ánimo y la voz. En este día se abrieron las puertas del que funciona como símbolo del infierno humano más siniestro en la Argentina. Un símbolo que representa como ningún otro la historia nacional abarcando la topografía del lugar, la semántica del horror, la indiferencia social y la complicidad oportuna.

El Presidente de la Nación habló después de dos hijos que nacieron en cautiverio. El estado dio cita frente a su deuda histórica y dejó bien claro que hay un compromiso del presente con su pasado, que nada se puede erigir sin luchar contra la impunidad existente en el seno de una sociedad democrática. A medida que fue desapareciendo la noticia sobre la ESMA, a lo largo de la noche los medios levantaban los sollozos del padre de Axel. Que este dolor sea la actualidad, lo otro es historia. Corrieron la imagen, el grito desolador hizo calmar y vibrar los ánimos en esta misma noche en la zona norte.

Los reclamos en los últimos treinta años no han cambiado. Fueron las madres en la Argentina que se enfrentaron y siguen enfrentándose con el aparato, con militares y policías, con jueces y políticos, con una sociedad que no les hizo caso. Mientras los gritos de las Madres dejaron muda a la sociedad durante largo tiempo, los sollozos del padre movilizan ahora —según aclaran— a la zona norte. La geografía determina. Y con ella, como se aprende a tiempo, la ropa, el color del cabello y la piel. Ha llegado la hora de la clase potente para tomar la palabra “Justicia”.

La noticia que desplazó el acto en la ESMA no llevará consigo consignas muy nuevas. "Justicia", "lucha contra la impunidad", "verdad", exigidas con dolor, a grito, con desesperación. Durante algún tiempo las llamaron “Las Locas”, hoy se las reconocen, en una gran parte, como las Madres que a lo largo de tres décadas han luchado por los elementos básicos del estado constitucional. Los crímenes de hoy se inscriben en la escritura de ayer. La continuidad de un pasado reprimido.

Pero se impuso otro orden de las cosas. Aunque fueron noticias muy próximas (geográficamente, por ejemplo, no son muchas las cuadras que las separan en la avenida Libertador), parece que es indispensable entender la segunda sin que haya existido la primera. La voz del padre de Axel desplazó, en esa misma noche, el evento al que el día designaba como cambio profundo. Las palabras frente a su casa en zona norte encuadrarán el discurso que dominará las semanas siguientes: “Hijo, tenía todo por delante, estudiaba, todos lo querían.” Acerca del compromiso con las marchas, dice otra voz, "el que no asiste, está en casa participando con la vela frente a la tele". Una misa estilo country. Con segregación. Explican a dónde pertenecen. Ropa, barrio, zona. Con velas, con coro, orador, parroquia y oración: “Para una Argentina mejor, para todos los argentinos. Por nuestros hijos.” Todos somos nosotros.

¿Faltó algo? El padre de Axel visitó a un ex-futbolista. Las consignas circulan de manera abrumadora. “Para salir adelante.” “Por nuestros hijos.” A veces muere “otro”. Pero este es otro chico, otra cosa, otra historia. Por ahora, todos somos nosotros.