No puedo evitar reírme un poco por esa sarta de malevolencias ("que si olvidado, que si aburrido, que si autoengrandecimeinto") que tú dices sobre mi persona. Porque detrás de tu sevicia sólo escucho tu amargura y tu podredumbre. Aun así, he decidido contestarte, porque hay mucha calumnia en tu voz que merece ser aclarada. Creo que como crítica eres una monja empedernida que no entiendes, aunque estés allá, absolutamente nada de lo que está sucediendo en PR(1) poética y políticamente. Porque no se trata de llenarle el ojo a la gente con los poetas que faltan o con las revistitas que pululan en el Hades de la isla del espanto. El problema, como tú deberías de saber, es más profundo. Después de haber leído la "Epístola del Microbio" que tú me enviaras, he llegado a la conclusión de que tú no sabes nada de poesía, aunque sepas mucho de esas revistitas anónimas que mencionas.
Porque cuando hablas de mi "aburrimiento" (¿cómo podría estar aburrido de la vida, de la pasión, del amor, de la subversión de la poesía, del misticismo, de la filosofía, de la política, etc.?), descubro enseguida que además de estar pescando en la cuneta colonial de tu alma los peces que no existen, no sabes, no sospechas, y no puedes entender lo que es la vida para un poeta como yo (como el Che, como Barreto, como Net, como D'azur, como Mayra, etc. --y perdona que no use los nombres del catálogo poético de los amigos y poetas que tú has nombrado, pero no debo abrumarte demasiado--). Lo que tú no entiendes, querida Viperina, es que nunca fui y soy "famoso", porque no me dio la gana, porque no quiero ser ese "poeta" (mis sueños son más turbulentos que esa mediocridad del mercado) y porque me enfrenté y me mantengo enfrentado con todos los censuradores sean éstos de izquierda, de centro o de derecha. Sé, como pocos, lo que es el poeta, y sé lo que es el infierno del mercado (el corre y corre ) y sé lo que es el manoseo mafioso de los grupos de entonces y de los grupos de ahora. Sé que son momentos necesarios, pero no son momentos absolutos. El poeta, cosa que tú no entiendes, es un poder en sí mismo que busca el absoluto. El poeta es el ente que se ha hospedado en el absoluto de la osadía de decir (de la libertá, del ser y del espanto). El poeta es un poder prestado por Dios o por la nada (por los espíritus) para los días oscuros de la "fama", de la nequicia, de la envidia, del "saber", de las furias. Prefiero mil veces padecer ese "olvido" de tus habladurías, porque sé que hay olvidos de los cuales es posible regresar (Góngora, Kafka--a su muerte sólo lo conocían un puñado de amigos--Pound, Donne, Rumi, Tagore, Kabir, Lao Tse, etc.). Sé también que hay presencias, como la tuya, que son peores que la muerte o el olvido. Por otro lado, la alegoría de la "gloria" que tú manejas no podría ser más maleable y populachera. Si sospecharas todas las sorpresas (libros) que guardo para "personas" como tú, tendrías el cuidado de guardarte la lengua en la letrina de tu alma. Tendrías el cuidado de no decir tantas majaderías y te preocuparías por saber a cuántos poetas he influenciado en esta pequeña tragedia de lo lúdico. Pero no, tú embarras con un veneno tal que el mismo Lucifer, de existir, se hubiera sentido envidioso. Tú que crees "saberlo" todo, tú que crees en los catálogos catecistamente, como otros amigos míos creen en la tontería de los "tres minutos" de lecturas; tú que eres vocera de las letrinas "feministas" del ELA, a ti te pregunto: ¿sabes, acaso, cuántos poetas importantes produjo el pre-renacimiento o el renacimeinto italiano? ¡Tres! ¿Oíste, hermanastra de Medusa? ¡Tres! ¡Sólo tres poetas: Dante, Petrarca y Boccaccio!
Entonces, Tzetzé, ¿por qué te cilicias o te masturbas con el bauprés de los poetas galeotes? ¡Déjame en paz, Cínife, porque nunca serás de mi estatura! Ve a cantar tu envidia a los salones del leprocomio del San Juan de Roselló y de los tramposos y no ensucies mi corazón enamorado de Dios, amante de Dios con la mugre de tu voz, porque como decía Jesús: "¡Todavía no he ido al Padre!"
Déjame maravilllado comer la grosellas de mi alma y no me hables de tus kotex poéticos, de tu envidia poética, porque estoy cosiendo mi prepucio para que no puedas hacerme daño. Apártate de mí, Lucifer, porque "escrito está que al Señor tu Dios adorarás."
Aunque haya dicho todo esto, no puedo "autoengrandecerme" (esa acusación de las prostitutas del espíritu), porque no puedo añadir más oscuridad a la oscuridad esplendorosa que me rodea. Para qué perder el tiempo con esas mortificaciones que tú proyectas en el otro "cristiana o ateamente", si tú no eres capaz de verte ni a ti misma. Pero, claro está, es imposible ver lo que no existe. ¡Porque tú, Viperina, no existes! ¿Quizás la que está aburrida, olvidada y la que busca autoengrandecerse eres tú misma? Tú que aprovechas esa diatriba pigmea de tu "carta" para pedir pon (o aventón) en la esquizofrenia de tu soledad y de tu anonimato. Tú supones y supones mal, que mi diferencia con Angel L. Mateo (como las que he tenido con Néstor Barreto, con Elizam Escobar, con Pedro Pietri) es una disputa del odio, del ego o de la maldad. Pero, una vez más, te equivocas plebeyamente, porque mi disputa con Angel Mateo, aunque él todavía no lo sepa (como no lo han sabido otros anteriormente--Matos Paoli, por ejemplo--), es la virulencia de la ternura.
Tú, Juana Boba de los catálogos del simulacro; tú, archivadora de los nombres por venir, y ama de llaves del oportunismo, ¿quién eres? ¿De qué patio te escapaste? ¿De qué galería huiste? ¿Quién eres, tú, di? ¿No serás, acaso, la nada de tu "poeta" idiotizado? Dime, tú, Viperina, ¿qué extraña Ariadna te ha picado lo que te queda de alma? ¿Por qué pretendes ordenar con el desorden de tu voz todo lo que dices? ¿Te proyectas contra mí para obtener algún denario? Lamento decirte que sólo tengo versos (soldaditos de plomo, abanicos japoneses, amantes de cristal en la nostalgia de mí mismo y todo mi hotel, afortunadamente, está lleno de asesinos y de ángeles que no conocen ni pronuncian tu nombre). No olvides, entonces, que eres tú la que vives aburrida con tu propio cadáver de adolescente. Que eres tú la que vives olvidada en tu amnesia de mujer abandonada, y que eres tú la que vives fetichisada en tu propia idolatría. No pasarás a la historia con ese "email" disoluto, sino por la poesía que puedas escribir a pesar de ti misma. Y si te recuerdan, te recordarán porque yo he tenido la delicadeza de contestarte con toda la ironía de Dios. Recuerda que no se puede jugar a Lucifer con Satanás, ni se puede jugar al "ungido" con Dios, porque la historia de la poesía está sembrada de ecos, de reflejos y de aparecidos. Te pido, entonces, Viperina, que retornes al sarcófago de donde surgiste, ya que los días de tu maldad y de tu estupidez están contados. Rezaré al cielo por ti para que no te devoren las estatuas.
Te beso, pues, tu oreja de Van Gogh.
Sin otro particular,
Yván Silén,
el príncipe "aburrido" de San Juan
(1)Puerto Rico.