De a dos. Frase que circula por todos los medios, pareciera que en el universo casi todo viene de a dos. La manifestación de las parejas, de los contrarios: blanco y negro, fuego y agua, Frío y calor, hombre y mujer... de aquí a la eternidad. Pero, así como todo esto parece arbitrario, obra de nadie, resultado de lo inexistente, déjenme que les aclare lo siguiente: la culpa de todo la tiene Noé. Sí, el maldito Noé, que no tuvo mejor idea que legalizar los binomios.
Si no hubiese sido por el políticamente correcto de Noé, la famosa leyenda que cuenta Aristófanes (sobre los seres redondos hechos de dos hombres, o dos mujeres o un hombre y una mujer que fueron separados por los dioses, y que desde entonces se buscarán por siempre), hubiese quedado obsoleta a la luz de la historia. Porque, seamos realistas, las orgías fueron instituidas en el principio de los tiempos por gente que comprendió lo más sencillo de todo: Lo más importante es el placer. El fin que justifica los medios, la cereza del helado, el verdadero conocimiento de uno mismo, la sabiduría absoluta ( si la hay).
No se crean que este hombre no sabía lo que hacía. Está claro que estaba trabajando para el diablo, limitando, obstaculizando, haciendo eso que el diablo hace: propagando el mal humor. Por que, como sabemos todos, después del placer, el buen humor es lo único que nos salva de tirarnos bajo los rieles de algún tren importado. Yo sé que por ahí hay gente que todavía me tilda de pesimista, pero déjenme que les diga, que esa gente es exactamente la que más compra la mentira de Lucifer. La diferencia entre ellos y yo es que yo soy consciente de la tentación del binomio. Yo, al igual que todos los mortales compré el cuentito de Noé. Sí, una vez hace mucho tiempo abandoné a los enanitos para irme con el príncipe azul. Hoy, me pongo una peluca de rizos dorados y prefiero vivir con todos los osos del mundo.
Pero volvamos a Noé y su arca. Pensemos en los pobres hijos de Noé, que acostumbrados a una vida de promiscua salud, se embarcaron en esa cárcel flotante para sobrevivir al diluvio ¿Valió la pena? Estoy segura que no. Hubiesen preferido morir con un hombre o mujer en cada entrada, que endurecer su cuerpo con el hambre de la monogamia. Claro que lo que le siguió a este concepto de pares, fue la tonta idea de que uno sólo puede amar a un sexo. Noten que ya ni siquiera digo que el sexo debe ser contrario al de uno, ya que esa idea precaria fue felizmente descartada por otros tan valientes como yo. Lo que les estoy diciendo, es que al instituir la idea de dos, se dejó de lado la posibilidad de que el hombre o la mujer ame a am0bos sexos. Inscríbase, que por más que estoy absolutamente en contra de la monogamia (como ya lo he expresado) ese no es el concepto que más me exaspera. Lo que más me aterra es ese otro concepto que nombré, porque no me van a decir que en el largo camino de encontrar compañero se puede descartar a un género completo. Si Aristófanes hubiese estado más lúcido el día ese en el que expuso su encomio que quedó registrado en El Banquete de Platón, debería haber contado la historia esa, diciendo que en realidad los seres circulares estaban hechos de tres personas: un hombre y dos mujeres o dos mujeres y un hombre. Así sí se hubiese ganado todo mi respeto. Dicho esto, agrego lo siguiente: los griegos fueron y siguen siendo lo más cercano a un modelo para mí, porque fuera del error de Aristófanes, ellos practicaban múltiples formas amatorias. ¡Chapeau a los griegos!
Entonces, después de Noé, vino el verdadero diluvio. El diluvio de lo acotado, de lo prohibido, el diluvio de lo moral, de lo realmente invertido, el diluvio del mal. Producto polutivo, indecoroso y por que no vergonzoso del gran libro de los libros... Amén.
Mis próximos pasos deben ser tomados como un acto de subversión contra Noé, ese maldito hombre que sólo supo mantenerse a flote aboliendo nuestro regalo más preciado: el derecho a la multiplicidad.
© Tatiana Goransky