el interpretador poesía
 

Cuaderno de viaje

 

Francisco Javier Cubero

 

Locus amoenus

Poemas de Miedo a perder el tren

Billetes
Huellas
Compartimento
Bosque
Silencio
Regreso

 

Prados, árboles, ríos de la mente,
escritos por soñados, descubiertos
en un lugar ignoto, prometido,
que nunca llegó a ser tangible y cierto,
estáis allí.
Senderos del ocaso
en la linde del bosque, al filo mismo
de cuanto la memoria nos esconde.

Silencio de la vida circundante
en la tensa inquietud de los insectos,
del viento en la maleza, de las briznas
que crujen bajo el pie, las hebras secas
que el tiempo abandonó, que se deshacen
contra las piedras romas del camino,
silencio que no es, y que no es ruido.

Puede oírse el rumor de la corriente
bajo la fresca sombra que se extiende
oscureciendo el verde de la hierba;
parece sólo sueño y es el río
que avanza.
La luz cede, nada espera
a este lado del mar el caminante.

 

 

Poemas de Miedo a perder el tren

 

Billetes

El niño traza un rostro en el cristal
con su dedo, pincel que borra el vaho
y deja tras las líneas que el paisaje
atraviese los ojos y la boca
y la nariz tan recta y vertical.

A través de los ojos son sus ojos
el paisaje final de la mirada,
cuanto ven se transforma en nuevo vaho
sobre el cristal que, aun empañado,
deja ver en su poso una inquietud.
Cuando entrega, con miedo, los billetes
al alto interventor uniformado
siente que está aprendiendo alguna cosa
que no podrá explicar.
Por eso busca
los trazos apagados del dibujo,
sabe que nada dura eternamente.

 

Huellas

Los rieles son las huellas permanentes
del futuro y el tren es la metáfora
del sueño y el sueño es una nube
de vapor.

 

Compartimento

Asientos frente a frente solitarios;
estantes junto al techo indiferentes;
ceniceros de antigua utilidad;
cristales transparentes, con cortinas
en líneas verticales apartadas,
ceden paso a la luz y a la mirada.

Caminan con sus bultos los viajeros
revisando paredes y billetes,
cifras breves para un posible encuentro,
siempre se viaja cerca de un extraño.

El exterior son rostros y son manos
que saben que en la forma son palabras
veladas que transportan los deseos
más allá de los callados cuerpos
o la humedad brillante de los labios.

De pronto, el tren se aleja lentamente
y el mundo se diluye o se transforma
y adquiere movimiento. Las miradas
se descubren, viajan, buscan,
en el aire
las reencontradas formas de la ausencia.


 

Bosque

Un bosque es una cinta de palabras
en sucesión continua,
un árbol y otro árbol,
sintaxis de aparente sencillez
que el absorto viajero
confunde con su nombre
parco, de sobriedad sonora o visual.
Por eso las pincela,
intenta encadenarlas,
más allá del objeto, a su mirada,
pero pasan veloces
como el ave que migra.
De improviso, la cinta se detiene,
o se detiene el tren,
porque un árbol caído
como el final de un párrafo final
le suspende la vida
o le muestra el paisaje.

Cuando el tren se detiene en la espesura
de un bosque, entre estaciones, el viajero
descubre que hay un tiempo no marcado.

Entre las ramas, trepa hasta la cima
que oculta el horizonte, su mirada;
las hayas del otoño son rojizas,
tal vez se esconde nieve tras las ramas.

Se oye el viento pasar entre las dudas
cuando el metal detiene su sonido.

Ya nada le protege del silencio.


 

Regreso

Hoy no te espera nadie, así regresas
pisando muy despacio, con pereza,
entre el asfalto negro y las baldosas,
por el bordillo gris de las aceras
de una ciudad geométrica y absorta.

Sobre el ajado blanco de las franjas
se cruzan los zapatos y las ruedas
con ruidos de motor fundido en ruido
difuso, falso ausente, ya olvidado.

Cruzas también la calle, a casa vuelves
sin prisa ya, estorbando a quien persigue
algún tren que ha perdido de antemano,
a quien mira el reloj sin ver su esfera,
sin comprender los puntos de sutura
que imponen las agujas de un presente
imposible y pasado, ya nostalgia.



 

 

Francisco Javier Cubero realiza las excelentes páginas de lengua, literatura y artes gráficas Eldígoras y la revista con arte y literatura El otro mensual