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Entrevista a Martín Mazora: "Para un alma religiosa, dar la vida por el otro significa un buen negocio"

por Carolina Sborovsky

 

 

 

Martín Mazora, filósofo y, sobre todo, hereje, si por buen cristiano tomamos a quien es capaz de arriesgar -sólo- su propia vida por el prójimo.

La primera novela de este autor, María Magdalena condenada, editada por Simurg es a la vez una protesta contra el mundo y un juramento contra el cielo, “¿cómo entender que una entera civilización haya aceptado la imagen del hijo crucificado, resignándose a la idea del abandono paterno y que incluso haya sublimado semejante desamparo haciendo de la cruz el emblema del amor divino?”

 

Filosofía y Letras

Teniendo en cuenta que vos venís de la filosofía, ¿cuál es tu acercamiento a la literatura y cómo surge tu escritura como práctica literaria?

Mi formación en filosofía tiene una particularidad y es que yo no me dediqué a leer literatura hasta hace más o menos ocho años. Yo creo que debo ser un espécimen raro entre la gente formada en filosofía, porque casi no hay quien no haya abrevado en la literatura. Y ahora descubro todo lo que se pierde con esto, al no tener una base literaria, porque la literatura trabaja con la racionalidad de la metáfora, de la simulación, trabaja en base a ambigüedades y a intuiciones, y la filosofía en ese sentido es mucho más pobre, entonces me doy cuenta de lo mucho que se pierde no teniendo ese trasfondo u horizonte literario. Pienso también que a mucha gente formada en filosofía le debe resultar difícil distinguir cuánto le debe a la filosofía y cuánto a la literatura.


También está esa provocativa sentencia borgeana de que la filosofía pertenecería en realidad a un género de la ficción.

No, sin entrar en eso. Creo que cada una tiene su identidad, pero la literatura te da una mayor gama de posibilidades cognitivas, en cambio la filosofía sólo hace pie en unas pocas aunque más rigurosas.

¿Qué diferencia en cuanto a dificultad de escritura encontraste con tus libros anteriores que eran de ensayo filosófico?

Bueno, este es mi primer libro de literatura, que comencé a escribirlo en 1997… el ensayo, en realidad, no tiene un problema de escritura, o por lo menos, la escritura no constituye un problema fundamental como en la literatura. De modo tal que yo no tengo una experiencia literaria, mi ingreso en la literatura coincidió con la escritura de esta novela, a partir de esta novela.

O sea que el tema de María Magdalena te convocó a la escritura y no al revés, no buscaste un tema para escribir sino que este tema te encontró…

Exactamente. La historia de la novela comienza con un ensayo sobre un trabajo de Hegel que se llama “El espíritu del cristianismo y su destino”, un trabajo juvenil de 1798, polémico, original y muy fecundo como todo lo que hizo Hegel. Yo hago una crítica de ese trabajo desde la teología de la liberación, en 1992. Luego leo el “Evangelio según Jesucristo” de Saramago y a partir de ahí esa crítica tomó un nuevo impulso. Ya al promediar la lectura de la novela de Saramago, sentí la necesidad de escribir mi propio evangelio, paralelo al de Saramago. Entonces empecé a leer otros evangelios novelados, como el de Mailer, Kazantzakis, empecé a consultar libros y enciclopedias sobre la vida y las costumbres de la antigua Palestina, y en general a leer novelas.

¿Cuál es tu vínculo personal con la religión, tuviste una formación religiosa?

Sí, claro fui a un colegio primario y secundario católico. Siempre fue problemática mi relación con la religión. Dios siempre fue un problema para mí. Pero también pienso que la esencia de un alma religiosa es así, debe ser problemática, la búsqueda supone no tener claras las cosas. Cuando aparece la claridad quiere decir que hemos caído en el fundamentalismo o en el engaño, de modo tal que la novela parte de esa búsqueda, con la pretensión de introducir la incertidumbre en el alma religiosa, no se trata de introducir la incertidumbre en el alma, en el sentido de preguntarse si existe o no Dios, sino de obligar al alma religiosa, que cree en Dios, a hacerse cargo de la incertidumbre.

 

Elogio de la herejía.

Hay una incitación muy fuerte que recorre tu novela y que al final se convierte en todo un alegato que sería que todo hombre que se precie debe escribir su propio evangelio, ¿esta premisa la tomás como una reescritura de la religión como legado, o la tomás como una búsqueda personal por encontrar una figura propia de la divinidad?

Bueno, creo que son las dos cosas. La idea es que no hay recetas ni caminos trazados y que los caminos pueden ser de lo más inverosímiles. Creer que hay leyes, mandamientos y que si son cumplidos, uno obtiene la salvación o el premio es un tanto ingenuo.

… y hereje, como alega tu novela…

Sí, sí, la idea que se acepta en general en la tradición cristiana de que dar la vida por el prójimo es lo máximo que un hombre puede dar, bueno, es un tanto pobre… esto puede ser para un ateo, para quien dar la vida es darlo todo, pero para un alma religiosa, en cambio, es casi un buen negocio, porque uno a cambio de unos años obtiene la eternidad. Entonces me parece demasiado sencillo ese planteo, creo que en realidad es más complejo. La novela, justamente, quiere indagar en esa complejidad, o mostrar un posible camino, más arduo. Es un camino esperanzador, pero como está teñido de incertidumbre, al mismo tiempo es un camino de angustia.

¿No podría ser considerado herético (al menos desde una visión ortodoxa) la posibilidad que vos planteás que Jesús sólo sea un “Alma Bella”?

El concepto de Alma Bella es muy rico, y es, desde luego herético ya en Hegel. Es una figura originaria del Romanticismo alemán, en la cual se sintetiza lo universal y lo particular. El Alma Bella es esa conciencia singular que sabe que ella es una manifestación de lo absoluto, que Dios no es un ente trascendente a los hombres y al mundo, sino que es inmanente a cada conciencia particular y, en ese sentido, esa Alma Bella ve en el otro no a un otro, sino a una manifestación de ese absoluto o divinidad, a un posible rostro de Dios, esto vale incluso cuando el otro es el enemigo. Por eso, en Hegel, el Alma Bella perdona todo, siempre, porque para ella perdonar es perdonarse. En la novela, claro, hay una desviación respecto de esta lógica.

Quería preguntarte sobre lo estilístico: ¿por qué las dos voces en la novela, una que enuncia como si fuese un evangelio, narrando siempre en presente y otra que apela a un lector que ya conoce el o los evangelios y dice “como todos sabemos lo que pasó”, etc.?

La novela juega de manera conciente con enunciados de tres tipos, unos más descriptivos que tienen que ver con los cosas y las costumbre del momento, como los peligros a los que estaban expuestas las mujeres, antes y después del matrimonio, el papel de la piedra en la cultura, las situaciones en que los israelitas bendicen a Dios porque sus actos cotidianos están atravesados por lo religioso, en fin, todo lo que hace a describir la antigua Palestina. Después hay un segundo discurso que tiene que ver con la reflexión o el ensayo, que son cuestionamientos en los que se suele interpelar al lector, y finalmente otros pasajes que son abiertamente ficcionales, aunque siempre con el trasfondo del texto bíblico, a veces como una manera de darle verosimilitud, y a veces también para resignificarlo. En este sentido, la novela presupone el conocimiento de los Evangelios. Si alguien desconoce por completo la Biblia no podría entender cabalmente el sentido del planteo de la novela.

 

De la insatisfacción como génesis.

Estamos acostumbrados a que la tradición cristiana remarque la violencia que sufrió Jesús, a ver las marcas de esa violencia en su cuerpo, pero nunca como en este texto ví la violencia tan acentuada en otras figuras. María Magdalena, por ejemplo, abre el texto con una escena de asesinato donde es ella quien ejerce la violencia sobre un otro…

Bueno, para contestarte de una manera personal, te diría que yo, en general, no estoy conforme con esta vida, creo que podría ser mejor de lo que es, y en ese sentido siento el derecho a protestar. Soy un hijo de los Balcanes, descendiente de yugoslavos, eslovenos; soy un hijo de los Balcanes de los de allá y de los de acá, porque Yugoslavia y Argentina tienen o tenían mucho en común, se podrían trazar muchos paralelismos y en ese sentido también tengo sobrados motivos para protestar contra el cielo. Podemos decir incluso que tiene que ver con la idea del sufrimiento como una característica inherente a la vida, la vida que para perpetuarse tiene que sacrificar otras vidas, … a tener que matar para vivir como lógica… creo, en ese sentido, que la vida podría ser distinta. Esta insatisfacción bien podría ser la raíz última del planteo de la novela.

Tu novela da por sentado el estatuto de María Magdalena como el apóstol número trece…

Sí, eso no es ninguna originalidad ni tampoco quiere ser algo polémico. En realidad, hoy por hoy, los historiadores y los teólogos están de acuerdo en que María Magdalena no es la prostituta de la que tenemos noticias vía la tradición, bien se la puede considerar la apóstol número trece. Y además privilegiada, ya que fue la que anunció a los hombres el hecho central para la cristiandad que es la Resurrección.

¿Y no es un lugar polémico o provocador la elección de la escena en que María es violada y así engendra a Jesús?

Sí, pero tampoco es original: hay alguna novela… incluso un teólogo alemán sostiene esa posición desde la teología.

Bueno, pero la elección o el subrayado es tuyo.

Sí. Esa sospecha de la violación es originaria del propio Evangelio. San Mateo cuando narra el nacimiento de Jesús dice que José al enterarse de que su mujer está embarazada, siendo un hombre generoso, no quiso repudiarla públicamente (porque la violación era motivo de repudio), entonces decidió repudiarla en su fuero íntimo y abandonarla al día siguiente. De modo tal que la tesis de la violación es originaria de los Evangelios, y en la medida que uno no admita la intervención divina, es la hipótesis posible junto al adulterio. Lo del adulterio es poco verosímil, es más plausible la idea de la violación y si la novela elige ese camino no es para generar polémica, sino porque es el único camino que cabe dentro de la novela.

 

La trinidad

Contame del proyecto de hacer una trilogía a partir del personaje de María Magdalena…

Como te dije, la novela surge con un primer trabajo que es ese ensayo sobre Hegel, luego viene la novela y la tercera parte es una obra para coro y solistas que hicimos con dos amigos. (N.d.E: http://www.maria-magdalena.com.ar). Tienen en común que María Magdalena aparece en las tres obras (menos en el ensayo) con un papel preponderante.

Por último, ¿por qué elegís como figura central a María Magdalena y no a Jesús, si, finalmente, es su Vida y Resurrección la que se narra?

La novela originariamente se iba a llamar “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, y la idea era hacer un evangelio de Jesús, pero a mediada que iba avanzando la novela el personaje de María Magdalena fue tomando cada vez mayor relevancia y finalmente se convirtió en el personaje más importante. Esto fue un problema porque el personaje de M. Magdalena aparecía en la mitad de la novela, y entonces quedaba extraño que esa figura que después terminaba por acaparar el horizonte de significado y encarnaba el conflicto más importante del planteo, estuviese recién allí. De modo tal que tuve que reescribirla con otra estructura totalmente distinta. Si se termina convirtiendo en la figura más importante es porque es la que asume de manera explícita ese compromiso con el prójimo, que en este caso es Jesús mismo, y decide no perdonar a Dios por haber permitido la muerte del hijo, aún cuando esto le cueste su propia salvación. Creo que en este sentido se ganó su lugar en la novela (risas).

 

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