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el interpretador el trabajo

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Entrevista a Le�nidas Lamborghini 

seguido de poemas de El solicitante descolocado 

por Santiago Llach
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?Tengo una jubilaci�n m�nima y estoy ac�?

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Este di�logo con Le�nidas Lamborghini forma parte de un proyecto de entrevistas sobre la vida y la obra del autor que lleva a cabo Santiago Llach.

M�s abajo, una selecci�n de poemas de El solicitante descolocado reeditado recientemente por Paradiso, a 50 a�os de su publicaci�n.�
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��� Edici�n: Santiago Llach y Malena Rey

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Yo en la f�brica vi ese armado

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?No, mir�, la f�brica textil de mi viejo se llamaba "Terecar". Claro, porque mi vieja se llamaba Teresa y la esposa del espa�ol, del socio, se llamaba Carmen, entonces "Terecar". Hac�amos casimires. Esto era en los a�os cuarenta, una �poca de apogeo de los telares. Pero ellos se metieron mal, se metieron tarde con la tecnolog�a, cuando ya declinaba.

Hab�a un trabajo que las grandes empresas le encargaban a los telares: el trabajo de ?fa�on?. Vos ibas a San Mart�n o a Villa Lynch y estaba lleno de telares, lugares donde hab�a dos m�quinas en una pieza. Eran telares mec�nicos, el�ctricos, con una persona por turno. Pero te imagin�s una familia? aprend�a el chico, aprend�a la se�ora, hab�a tejedoras?

[...]

?Me preguntas ?a fa�on? qu� era. Estos peque�os emprendimientos no ten�an para comprar la lana y para pagar la tintorer�a, entonces ven�a la gran f�brica, y como ten�a un excedente de demanda le daba la lana y le pagaba la mano de obra, es decir, el ?a fa�on? [N. del e.: expresi�n francesa que significa trabajar por encargo recibiendo el pago a medida que se hace la labor]. Despu�s el producto iba para la gran tejedur�a y ah� le hac�an todo el proceso de tintorer�a, pero a los fa�onniers les pagaban bien, les pagaban por el trabajo, vos recib�as la lana y le devolv�as el casimir hecho pero sin tintorer�a, sin lavado, sin nada. El telar ten�a como un tax�metro, y cada vuelta de lanzadera el tax�metro funcionaba, entonces se pagaba por pasada. Las m�quinas las compr�bamos nosotros. Era una cosa que se pod�a comprar con unos ahorros, y a plazos m�s lentos. Eran telares argentinos. Antes de esta etapa los telares eran extranjeros, los tejedores eran extranjeros, italianos. Entonces vos ve�as a los que llamaban cabecita negra entrar de peones, y de repente estaban al frente del telar. Ah� hab�a un ascenso, y vos lo ve�as todos los d�as. �Y el pe�n d�nde est�? Est� en el telar, y hasta hace poco estaba barriendo el piso. Y otra cosa m�s: los oficinistas de las f�bricas o de otros lugares quer�an ser tejedores, porque ganabas m�s. �No ten�as empleados! Era un momento de prosperidad muy grande?

[...]

?Claro, d�cada del cuarenta m�s o menos. Hay un momento dado en que se termina.

Mi viejo no era fa�onnier, ten�a su independencia, ten�a sus veinticinco telares. Se zurc�a ah�, se mandaba a lavar porque no hab�a tintorer�a, pero luego lo comerciabas vos. Se les vend�a a empresas mayoristas, que despu�s iban a los sastres.

[...]

?Ah� en casa hab�a un galp�n donde est�bamos yo, mi viejo, una t�a que hac�a de jefa de personal, L�pez el socio. Todos los dem�s eran tejedores. L�pez puso la plata y mi viejo entr� de socio industrial. �l no ten�a el oficio del telar porque era metal�rgico, pero era el momento del auge de las especialidades. �l era la mano derecha del General Savio, que levant� la industria metal�rgica de los Altos Hornos de Zapla. Mi viejo qu� hace, van bien los telares, entonces conoce a L�pez en un veraneo, ellos no ten�an hijos. Y se encari�aron mucho con nosotros, que est�bamos en la misma pensi�n. Y yo ve�a que mi viejo sal�a como loco, caminaba... A todo esto don L�pez ten�a m�s de la mitad de un colectivo que hac�a el recorrido Buenos Aires-Rosario. Y bueno, se habr� encari�ado con nosotros. Esto habr� sido en los a�os �40, �45, �47.

Y bueno, as� se arm� la cosa. Est�bamos totalmente desinformados de la pol�tica. Lo ten�amos en la f�brica al hermano de Framini de delegado, y dec�an textualmente as�: "La ganamos toda, ahora la ganamos toda". Y eso yo lo escuchaba, �viste? Yo en la f�brica vi ese armado. Ya no era el hijo del patr�n. Yo no ten�a una posici�n, salvo en la facultad. En la facultad yo me tuve que retirar porque ah� eran todos gorilas, en Agronom�a. Yo ya ah� era peronista, entonces �ramos fascistas. Porque si no ten�s ambiente, en esa �poca de la adolescencia, no pod�s tener m�s que uno o dos amigos. Y en Veterinaria llegu� hasta tercer a�o. Porque adem�s yo quer�a rajarme al campo, quer�a irme y trabajar con la tierra, y dentro de esa facultad todo muy lindo, c�lculos infinitesimales, mec�nica de no s� cu�nto.

Que algo me qued�, todo lo que vos quieras. Pero era como estar en una especie de bachillerato otra vez. En los tres a�os que estuve no agarr� un arado, no te s� decir c�mo se hace un injerto, no s�, ahora habr� cambiado, hab�a un solo teodolito para una cola de no se cu�ntos. Pero me cans�, o me chup� la f�brica, el ambiente de la f�brica. Yo estaba como el hijo del patr�n, iba ah�, y ve�a.

Ya estaba queriendo agarrar el telar, como un hobby, o la banqueta. Pero observaba ciertas cosas, me di cuenta de ciertas fallas t�cnicas. Yo le dec�a al viejo. Pero me precio de haberme dado cuenta el por qu� de las varaduras... En el telar vos pon�s la tela tejida en azul en el tribunal de las telas en crudo y entonces ves que en una parte el color azul agarr� m�s que en otras. �Y d�nde no agarr� tanto? En las varaduras. Es una distensi�n del tejido donde la trama est� m�s abierta, entre trama y trama hay una abertura as� y normalmente tiene que haber esto. Y un d�a voy por atr�s del telar y tiene un engranaje que va soltando el hilo para que luego el bat�n y la trama hagan con los hilos la tela, y yo ve�a que el gatillo del engranaje iba de a un diente, trac, trac, y en una de esas saltaba, iba de a dos dientes. Ah� se produc�a la falla. Varaduras es porque se varar�, vendr� de no s� cu�ndo, yo no se si va con b larga o v corta, como un barco varado.

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Mi viejo era la mano derecha del general Savio

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?Mi viejo un d�a me habl� de literatura, me mostr� un poema suyo que a �l le gustaba tanto. �l hab�a fracasado como escritor y sab�a lo que era eso. Pero le salieron dos hijos escritores y ahora mi hija Eva. Ten�a publicado un libro que se llamaba Memorias de un pobre hombre. �l contaba que un d�a iba en el tranv�a y un tipo se iba riendo a lo loco: estaba leyendo su libro. �l hab�a pasado de una cierta marginalidad a una situaci�n de burgu�s acomodado dentro de la metalurgia, y metido en ese gran trabajo con el general Savio. Y un d�a le vine con una imitaci�n de Almafuerte y me corri� por la escalera. Yo no entend�a un carajo. Y despu�s ya de viejo con el Negro, qu� se yo, lo primero que te dec�a: "Siga hasta el final". En mi casa hab�a libros pero mi viejo era un ser m�s... En ese entonces era bien tener una biblioteca, �l era un hombre que usaba bast�n. Ganaba 700 pesos en los a�os treinta, con eso mi viejo manten�a a la familia de �l, la familia de la vieja, y con las famosas libretas... Los pibes de la cuadra no ten�an los juguetes que ten�a yo, por eso ven�an a jugar a casa. El tren el�ctrico era importado, marca Lionel, norteamericano. Qu� paso. Yo siempre fui de la barra... me salv� eso. Yo no era el hijo del padre acomodado.

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Ten�a un disco de Beethoven con la Sonata Primavera

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?Tengo una jubilaci�n m�nima y estoy ac�. He trabajado, en M�xico mucho. Me he tenido que ganar el mango con los tres hijos. Yo gracias a dios que pude salir con Las patas en la fuente? fue un desahogo. Tuve que ir a vivir a Lavallol a una casa de chapas, en el barro.

[...]

?Arranqu� en Cr�nica despu�s del '55. Garc�a [N. de los E.: H�ctor Ricardo Garc�a, due�o de Cr�nica] recogi� la redacci�n de Cr�tica, de Democracia y de El Mundo. Ah� me empec� a reconstituir, pero claro, de Llavallol al centro ida y vuelta; funcionaba todav�a el puente del Riachuelo. Hilda ten�a que lavar los pa�ales en una pileta afuera, con agua de bomba, fresca. Eso s�, ten�a una quintita con rabanitos, achicoria, y me empec� a exiliar del centro. Hay gente que dice que no se puede escribir si no ten�s un escritorio, hay gente que tiene de todo?

Yo ten�a un disco de Beethoven con la Sonata Primavera, eso era lo que escuchaba. Y le�a el Ulises, que viaj� por todos lados. Anduvo una temporada en San Andr�s tambi�n, con los ucranianos. La se�ora era curtidora, entonces casi no me cobraba nada la piesucha, hab�a un convenio. Es una etapa fant�stica que pas� antes de entrar a los diarios. Despu�s, despu�s el vagabundeo, despu�s.

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Con papel o sin papel me cago en el Graham Bell

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?A Cr�tica entr� por Murray. Murray era un genio desconocido. Un genio del periodismo. Luis Alberto Murray... "Marray". Irland�s. Un genio oral... por ejemplo... "le traicionaba" el tel�fono a cada momento. "Con papel o sin papel me cago en el Graham Bell", me dec�a siempre. El inventor del tel�fono, Graham Bell. Me cago en Graham Bell. Pero cuando entr� por primera vez a un diario, yo no sab�a lo que era.

En el '57 surgi� Al p�blico. En los sesenta, en la segunda parte, cuando pongo el t�tulo de Las patas en la fuente. Ah� ya ten�a los hijos, no ven�a al centro ni sab�amos lo que era el cine, todo muy extra�o, pero son alegr�as. Fijate que se cerraban los diarios y vos en la lucha para encontrar un lugar donde salvarte, pero estaban los chicos y hab�a que luchar. No le podemos pedir a la vida m�s alegr�a u otra alegr�a que estar en la lucha. Yo estaba en la lucha, en la lucha por el mango, la lucha concreta y al mismo tiempo en la lucha paralela con el poema?

[...]

?A m� Al p�blico me sac� de la desocupaci�n. Saco este libro y voy a hablar con el director de Cr�tica, el poeta Uribe, poeta extra�o, raro, ten�a un inter�s, se escapaba de la l�rica. A todo esto yo llamaba por tel�fono y nunca estaba. Lo veo entrar, voy y me cuelo en el ascensor. ?Mire Lamborghini, ac� no se puede pero le voy a dar una chance, treinta d�as?. Hablamos de literatura, del poema, de la gauchesca?

[...]

?En aquel tiempo no hab�a horarios como ahora, entrabas y te quedabas hasta cualquier hora. Era el diario de Botana? Cr�tica estaba intervenida, hab�a cosas que se pod�an decir y otras que no.

Esto fue despu�s de la Revoluci�n Libertadora, yo ten�a ten�a 28 a�os. Estaba en policiales, donde antes estuvo Roberto Arlt. Hab�a gente que contaba historias. Estuve treinta d�as a prueba en el diario. Hice las tres categor�as en un a�o: reportero, cronista y redactor. Me dec�an: ?Pero esto lleva a�os?. Hac�a campa�as. Cortaban la luz, aumentaba Segba. Mandaban las quejas, las puteadas, se agrupaban. Hasta que un d�a un jefe me dijo par�. Vos en el diario ten�s que aprender las leyes. Ese mismo d�a sale, a toda la p�gina, un aviso de SEGBA. Eso que dec�a don Arturo [Jauretche]: libertad de empresa, no de prensa. Hay que vivir de los avisos. Yo lo viv� en carne propia?

Lo de Cr�tica dura hasta que cae Frondizi; estuve unos seis o siete a�os. Yo era secretario general, delegado. Un d�a nos llaman de la direcci�n y nos dicen: no salen m�s, bajen y avisen. Los trabajadores no lo quer�an creer. Hab�a un empresario que se llamaba Misel que ten�a relaci�n con las pol�ticas de Frondizi y que bancaba el diario. Ca�do Frondizi, se acab�. Estuvimos como un mes tres de nosotros y muchos gr�ficos que apoyaba Ongaro. Ah� tambi�n tuve una experiencia. La gente del barrio, de los caf�s, nos mandaban comida, coca. A los 15 d�as nos empezaron a llamar: ?vagos de mierda, cu�ndo se van a ir?. Tambi�n hab�a problemas entre nosotros: ?Vos dormiste en ese sill�n, ahora me toca a m�?. La navidad la pas� adentro de la reja del diario, no pod�amos salir. Todos los d�as, sonaba la sirena y cort�bamos el tr�fico. La poli no interven�a, �ramos periodistas? Me fui metiendo en lo gremial por mis ideas, despu�s los muchachos te eligen como delegado. Murray segu�a estando, Uribe hab�a desaparecido. La casualidad me ha hecho ser testigo directo de ciertas cosas.

[...]

?El periodista siempre fue as�. Antes de irme a M�xico, pasaron cosas que si te cuento no las cre�s. Se insinuaban posibilidades de hacer un diario y ah� �bamos todos los desocupados. Yo he trabajado con una m�quina de escribir para todos.� Con el tiempo, el periodista no sabe hacer m�s que eso

Entr� al periodismo sin saber un carajo, como una tabla de salvaci�n. Siempre tuve esa marca de no ser periodista profesional. Sin embargo, fui delegado de Cr�nica y de Cr�tica. Es lindo cuando lleg�s y viene el Secretario de Redacci�n y te dice hac� esto y vos dec�s no. El tipo no te puede echar. Y casi siempre es una cuesti�n ideol�gica. El convenio de los periodistas es buen�simo. Hay que hacerlo cumplir al convenio. En m� �poca no marc�bamos el reloj. �Cu�ndo te metieron eso, si nosotros no tenemos horario?

En los diarios de la tarde escrib�an escritores. Ten�an que hacer las necrol�gicas. Ten�an que buscarlos en Avenida de Mayo, borrachos, and� que se muri� alguien, y si despu�s vieras las necr�l�gicas, eran extraordinarios.

[...]

?El genio fue aprovechar a los desocupados. La redacci�n de Cr�nica ten�a plumas de primer nivel, verdaderos maestros.� Despu�s de Cr�tica me la tuve que rebuscar en revistuchas?

Hab�a una categor�a de redactor general, ese ten�a que hacer de todo, con la base de los datos que le pasaba el cronista.� Yo llegu� a hacer hasta cl�sicos de Boca. El redactor le daba ese clima, esa apertura que un tipo especialista en deportes no manejaba. La escuela de donde vengo es esa. Nunca junt� esas notas. Ni siquiera eran firmadas. A m� me dieron un lugar para cr�tica de libros, adem�s de redactor general.

Mis hijos buscaron, fueron al archivo de Cr�nica, pero no estaban,� pasaron muchos a�os. Ahora ni las editoriales de La Naci�n se firman. Los columnistas de cine, de teatro, esos s�. O sea que hab�a especialistas en cada rama y el redactor general se ocupaba de la nota del d�a y ten�a que hacerla. Por eso los eleg�an con libros escritos. Si le gustaba a alguno del diario, entrabas. Roberto Arlt hac�a eso en policiales. Sobre todo el de la tarde, que era un descanso. En el de la ma�ana iba una informaci�n period�stica, y el de la tarde lo desarrollaba con ese criterio que te dije. Lo que val�a era el color, la intenci�n que te mandabas. No sab�s lo que era Avenida de Mayo, a una cuadra Noticias Gr�ficas, La Raz�n, La Naci�n en Florida, Cr�nica en Riobamba. Despu�s Cr�nica se fue a Parque Lezama, se sobredimension�. Ten�a un efecto visual fuerte, sobre todo la tapa, como lo que hizo Lanata con P�gina 12.

[...]

?Cuando vienen los militares del '76, me dejan sin trabajo en el diario y en YPF mediante una circular firmada por el Coronel Rueda. En YPF era secretario de prensa. El mismo tipo que me hac�a la venia, el portero, ese d�a no me dej� pasar, ?tiene que ir a una pieza arriba?, me dijo, y hab�a gente llorando, alba�iles, maestranza con treinta a�os de servicio, yo s�lo estaba hace dos. Y uno me pregunt�: �por qu� nos despiden?. Y yo les dije: por peronistas, me di media vuelta, me vine con el telegrama y le dije a Graciela, mi segunda mujer: esto es un fusilamiento. Discut�amos por la calle Corrientes, nos cambi�bamos de departamento, y en una de esas nos cambiamos a un departamento muy lindo que estaba en la calle Anchorena, y el portero nos dice: se tienen que ir porque ac� viven todos militares y se han juntado en la reuni�n de consorcio y han preguntado de d�nde salieron ustedes. Nosotros hab�amos llegado por un amigo que trabajaba en TELAM, se lo alquilamos. De ah� salimos con la mudanza enseguida y nos fuimos a C�rdoba y Pueyrred�n, all� es lo del portero uruguayo. Un d�a, timbre a las 2 de la madrugada. Yo dorm�a vestido y me quedaba viendo tele hasta que se pon�a blanco. En el dormitorio estaba Graciela con la nena reci�n nacida, ya d�bamos por seguro que nos ven�an a buscar. Avis� a los amigos, si ven�an y se llevaban a la mujer, al hijo, he visto chicos en el balc�n llorando porque se hab�an llevado a los padres. Todav�a est�bamos en una especie de nebulosa. A Ikonicoff lo torturaron, de pronto ven�an y contaban que hab�an allanado El Cronista Comercial y se hab�an llevado a Perrotta y al de gremiales. No se hablaba de torturas, despu�s se transform� en esa cosa sistem�tica de una m�quina de terror? La situaci�n se hizo insostenible y hab�a amigos en Espa�a que quer�an que fuera para all�. Estaba Armando Pirate, que fue padrino de Flavia, estaba Salas y otro m�s. Pero yo ten�a el asunto del laburo. Alguien me habl� de un corresponsal de O Globo, brasilero, con oficinas en la calle Corrientes (despu�s lo agarraron en Uruguay). Lo voy a ver y le digo: tengo estas dos alternativas, M�xico o Espa�a. Pero el asunto va a depender de d�nde pueda trabajar enseguida, en cuanto llegue.

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El d�a que llegu� a M�xico me estaban esperando con flores

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?El d�a que yo llegu� a M�xico me estaban esperando con flores; despu�s se enojaron. Cuando llegamos estaban los amigos: Am�lcar Fidanza, Adriana Mart�nez, Rub�n Bas. Hab�a una colonia nutrida. Fidanza aqu� estaba en la FAP, fue siempre fiel a Per�n. Despu�s yo no s� bien... Antes era el agua y el aceite con Montoneros, pero no s�.

Vos lleg�s a un pa�s y no sab�s? Me ten�an un departamento alquilado y esa noche tuvimos d�nde meternos. Una vez que estabas ah� te sent�as salvado, ni pensabas en el laburo. Pero estaba Jitrik, Bonasso en la Casa Argentina, y hab�a que relacionarse por los laburos. Se hablaba de periodismo, otros estaban en la universidad, pero a m� esos sueldos no me alcanzaban. El azar hace cosas incre�bles. Estuve en el edificio de Escobedo donde estuvo C�mpora, donde iban todos los exiliados argentinos. Tocan la puerta y era un tal Briante, que hab�a sido torturado y se hab�a escapado y me dice: ?Vengo de una agencia de publicidad?. ?Pero yo no hice nunca publicidad?. Precisamente, el hombre s� hace y me dice que necesita alguien que nunca haya hecho, para redactor. Fue as�, voy, sin esperanza, nos sentamos y me dice: le han dicho la verdad. La agencia estaba vac�a, perd�a una cuenta y rajaba a todos. Me dice: �d�nde quiere trabajar?. Era un lugar espl�ndido, en medio de jardines, en la terraza vamos a un sucucho y le digo: ac�. Y empec� a escupir originales, sin saber de qu� se trataba. Era un ?racional?, un texto que es donde est� el concepto de la campa�a muy resumido, muy claro. Para radio, cine, salen todos unificados bajo ese concepto de ?racional?. Estuve como veinte o treinta d�as, llov�a y nadie ven�a a la terraza hasta que un d�a me llamaron. Me rajan, pens�, pero me hab�an aceptado. Y all� me qued�, dos o tres a�os y despu�s trece a�os trabajando con la cuenta de Banamex. Era una cuesti�n de lenguaje, como me hab�an dicho, no de publicidad sino de comunicaci�n. Yo no sab�a ni jota y uno de los licenciados me cont� cu�l era el pensamiento vivo del capo del Banamex: ?No quieren que el banco sea la estrella. La estrella es el cliente. No podemos hacer promesas que no se cumplen.? Empezaba siempre as� ?Procuraremos satisfacer sus necesidades?. Porque era como todos los dem�s bancos grandes. Hab�a colas, etc�tera. Era privado. Dav�, que era el due�o, se fundi� porque no pod�a cumplir y por otras cosas tambi�n. Entonces me voy a ense�ar a unos colegios, entraba a las siete de la ma�ana y sal�a a las ocho de la noche. Primero di espa�ol, despu�s arte, di no se cu�ntas materias, y un d�a me llaman de Banamex los licenciados con los que hab�a estado en la agencia porque la agencia se hab�a fundido. De los trece a�os en M�xico, estuve once en distintos proyectos. Tengo fotos. Hubo trabajos que no se publicaron pero me pagaron lo mismo. Me trataron muy bien los licenciados. Despu�s, cuando vine ac�, un amigo me quiso hacer entrar en una agencia y ya vi la cosa que me hab�a dicho Urondo. Hab�a el petimetre que me preguntaba: �As� que usted estuvo en M�xico? Como si viniera de los indios. Banamex, 700 sucursales, y el tipo estuvo trece a�os, free lance, pero eso no es un free lance. Era tomo y traiga, porque cubr�a folleter�a, presentaciones, audiovisuales. Me levant� y nunca m�s. Tuve que trabajar en los talleres literarios, en la Recoleta. Yo estaba acostumbrado al respeto.

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Fragmentos de El solicitante descolocado

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El saboteador arrepentido

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Oh M�quina de los Recuerdos

y esta m�sica traqueteante

renace, que a�n vive, que a�n persiste

de los batanes.

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Gran Cuarto de los zurcidos

bajo el tribunal de las telas en crudo

en oto�o nac�.

�Mi destino estaba sellado?

cuando la m�s vieja de las zurcidoras

?toca en mis sienes con su resplandeciente

aguja especializada?

dijo

?Dirigir� esta f�brica

toda la producci�n

pasando por sus manos.

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Entonces me ergu�

mitad empleado - mitad obrero

s�lo como un monstruo sabr�a hacerlo

y trozos a�n del cascar�n textil

lo alcanc� bien y comprendiendo que

aquello era

sentencia

angustia fabril

y dolor de conflictos en la mano de obra

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Huyendo por debajo de las mesas

revisadoras

describo inveros�miles curvas

econ�micas

avis� apresurado en las paredes

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YO NO SOY T�CNICO YO NO SOY T�CNICO

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?�Qu� es esto?

Hasta que el fabricante disfrazado

de patr�n

vistiendo su m�s fino casimir

su m�s peinado h�bito

me envuelve con su cola y aqu�

me deposita:

?�ste es tu nuevo puesto

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San Andr�s caminaba

con altas botas de goma

ese invierno.

Bajo lluvias continuas, localidad

sinti� sobre sus tierras

motores y patas de telares.

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Yo era control

y era el Alto Parlante voz de mando

infundiendo valor a mis peones

tratando de tomar por asalto los galpones

vac�os.

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Caudillo entre mi gente

en medio de tan ruda batalla

soy derribado

al tiempo que mis hombres

consegu�an entrar sobre grandes rodillos

entonces

sobreponi�ndome

alcanzo a defender con victoria

toda esa �poca

la bandera del capital ajeno.

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Una primavera me sorprende

y el mover de este pueblo.

El ruido se hizo carne y habit� entre nosotros:

Yo, el ubicuo gerente

devine popular:

coordino y distribuyo los trabajos

tomo y obligo.

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Oh Ilusi�n Ilusi�n

nada de esto es lo m�o.

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Como estafado corr� a la comunicaci�n

telef�nica

en lo templado del sol nace el deseo

argument� en favor de una m�s alta calidad

Casa Central yo necesito

una pantera de solapados h�bitos.

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El rugido de los 2 pichones semi-diesel

salud� su llegada

subida a ese mont�culo

entonces

me prend� de unos grandes repollos azules

marcados sobre sus blancas carnes.

He aqu� mi amor

he aqu� mi primera vista.

Capataza.

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Astutos simular�amos trabajar en el fichero

las �ltimas horas

la oficina ser� nuestra mejor aliada

ella

inclin�ndonos as�

el uno sobre el otro en secretos.

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No quiero

estar ya m�s para las estad�sticas

para el activo contador

y el complejo mec�nico reventaron

rechiflados de sed verano tus d�as

y los obreros queriendo trabajar

emborrach�ndose

bajo la chapa ardiente

cuando

la perra patronal

negra, col�rica ladrante, amenaz�:

?Castigos sin indemnizaci�n.

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Tu pereza y la m�a �nicas privilegiadas

no obstante t�cito acuerdo pactan

as� destruir la fabricaci�n occidental

desde entonces

teji�ndonos en horario descorrido

hasta el anochecer

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Hasta que la sospecha se adue�� de vosotros

hasta que todas vuestras sospechas

confirmasteis

hasta que mi cansancio frente a vos y

la industria

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en mitad

del capital problemas de las mermas

disparado a

tocar los senos de la peque�a Maruska.

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Que adem�s crecieron los celos

yo, sabi�ndome tu cornudo inolvidable de una

vez

para siempre

no conforme

hasta escupirte el rostro

ante el congreso de partidarias zurcidoras.

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En la sombra

lejos del industrial ruido

me arrodillo junto al lecho de la peque�a

Maruska

toco sus senos a punto de nacer

sentir

sentir

de la antigua pureza ese rel�mpago.

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Y el que hab�a desatado

la corrupci�n desorganizadora

crey� llegado ahora el colmo

quiso salvar mas ya era tarde e impotente

vio sin la antigua alegr�a

?saboteador arrepentido?

bajar, bajar el nivel

y el Costo

ir hacia lo Alt�simo.

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El solicitante descolocado

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Desempleado

buscando ese mango hasta m�s no poder

me falt� la energ�a la pata ancha

aburrido hace meses, la miseria

busco ahora trabajo en la era c�mica

dentro o fuera del ramo

si es posible.

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Todos los d�as abro el mundo

un jard�n de esperanzas

en la secci�n empleados

voy clasific�ndome

atento

este aviso me pide.

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Entonces

a escribir con pasi�n y buena letra

adherido con lealtad

?ser claro?

escucho el ruego del ruise�or

uniendo lo primitivo a lo culto

la inspiraci�n a la escuela

trato de seducir

con mis antecedentes.

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Solicitud det�llame

el que suscribe

pr�ctico en desorganizar

est� deseando

ganarse un pan en tu establecimiento

hombre de empresa

casilla de correos.

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El saboteador arrepentido

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En mi rostro est� escrita la aceptada

renuncia

tanto vil ostracismo

despu�s supe

el trabajo es salud, es factor

dignifica

y lo otro es el crimen

la poes�a maldita

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Yo era el brazo derecho ahora no soy nada

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Esta guitarra cae ya

volcada de mi alma

su �ltima nota

espera.

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*Agradecemos a Paradiso Ediciones por permitir la reproducci�n de los poemas.

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el interpretador acerca del autor
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Le�nidas Lamborghini

Naci� en 1927. En la d�cada de 1950, antes del golpe de Estado de 1955, trabaj� en el telar familiar Terecar S.A., en un telar propiedad de inmigrantes ucranianos y en Jersey Dress. En 1957 ingres� como redactor al diario Cr�tica, que cerr� en 1962. Desde 1962 hasta 1973 trabaj� en el diario Cr�nica. En 1973 fue durante dos meses Subsecretario de Cultura de la Provincia de Buenos Aires. Entre 1973 y 1976, se desempe�� en la oficina de prensa de YPF (Yacimientos Petrol�feros Fiscales). Entre 1976 y 1977 dio algunos talleres de poes�a en pizzer�as. Entre 1977 y 1990, trabaj� como redactor y guionista publicitario freelance para el banco Banamex, en M�xico. En 1977 ense�� castellano en un colegio secundario nocturno en el D.F. A comienzos de la d�cada de 1990 dict� talleres de poes�a en el Centro Cultural Recoleta y fue reincorporado como empleado de YPF.

Escribi� algunas obras fundamentales de la poes�a argentina; la m�s c�lebre de ellas es El solicitante descolocado.

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Direcci�n y dise�o: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: Diego Cousido, In�s de Mendon�a, Cecilia Eraso, Juan Pablo Lafosse, Malena Rey
Control de calidad: Sebasti�n Hernaiz
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Im�genes de ilustraci�n:

Margen inferior: Daniel Santoro, Lucha de clases.

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