el interpretador narrativa

El mundial

Daniel Mundo

Hay dos hechos emblem�ticos que en todo relato sobre la dictadura pareciera un deber nombrar: el mundial 78 y la guerra de Malvinas. Siempre me llama la atenci�n que se los nombre como si el que los recuerda nunca hubiera formado parte de ellos: siempre son los otros an�nimos, la masa indiferenciada y enga�ada la que fue a festejar al obelisco y a la Plaza de Mayo. De la guerra recuerdo tan s�lo las acaloradas discusiones que yo manten�a con un compa�ero de la escuela al que, por desprecio primero y luego por costumbre ?pues finalmente nos hicimos muy amigos?, llam�bamos El Alem�n. Acababa de entrar al colegio ese a�o: era el extranjero, el otro, el nuevo. Yo, para �l, era simplemente El Ruso. Era el �nico que me llamaba as�, y el apodo por supuesto desapareci� en cuanto dejamos de vernos. Ahora realmente no recuerdo qui�n de los dos estaba a favor de la guerra, o a favor de Gran Breta�a o de Argentina. Nos burl�bamos sordamente de los que juntaban cigarrillos y chocolates para mand�rselos a los soldados rasos que se cagaban de fr�o, como si supi�ramos, con quince o diecis�is a�os, que todo era absurdo y macabro, y que la �nica manera seria de asumirlo era la burla, la iron�a y el cinismo m�s rancio. La verdad es que no sab�amos nada y �ramos una manga de pelotudos. Argentina vs Gran Breta�a ten�a la consistencia de un partido de f�tbol organizado por un manager alcoh�lico.

Del mundial tampoco recuerdo mucho. Recuerdo que cuando Argentina le gan� a Holanda con mi t�o y mi primo salimos a tocar bocina por el barrio. �Qu� auto ten�a mi t�o? Ni idea. Creo que era rojo. Un par de cosas tan solo retengo con nitidez del mundial. Yo cre�a que el f�tbol me importaba y que iba a mantener con �l una relaci�n entra�able a lo largo de toda mi vida. No me imaginaba que fuera posible una vida sin f�tbol. Era hincha casi fan�tico de Independiente, o as� lo viv�a yo. Ignoro c�mo pude creer siquiera dos minutos que mis piernas ten�an alguna habilidad. A�os despu�s, cuando me fui de la casa de mis viejos, abandon� tambi�n cualquier tipo de preocupaci�n por �l: ni siquiera vi los goles de Maradona durante el mundial del 86. Ten�a que irme lo m�s lejos posible del mundo de mi infancia. Me sumerg�, entonces, como una delgada ballena blanca en el oc�ano de la literatura. Viv� all� durante muchos a�os, hasta que tuve que volver a Italia 2955. Yo iba a ser padre, y a mi pap� le detectaron un c�ncer contumaz que le hab�a tomado todo el pulm�n izquierdo.

Lo cierto es que cuando ten�a diez a�os cre�a que ten�a alguna posibilidad futbol�stica. Ahora lo veo tan est�pido que me resisto con fuerza y un poco de desprecio a creerlo, y siento verg�enza retrospectiva: �los otros se dar�an cuenta? Era imposible que no. �Por qu�, entonces, nadie se apiad� y me lo advirti�? �O me lo advert�an con pancartas y todo y yo era tan obstinado que no lo ve�a? S�lo mi hermana Gaby no perd�a ocasi�n en record�rmelo. �Qu� sabr�a ella de f�tbol? Eran mentiras de nena que envidiaba la destreza futbol�stica de los hombres, o por lo menos su pasi�n est�pida.

Una tarde Gaby estaba en su cuarto con dos amigas. Yo miraba un partido en la cama de mis pap�s. Ellas jugaban a cambiarse la ropa como si fueran mu�ecas de pasarela. No recuerdo la edad que ten�an pero sin duda parec�an m�s grandes de lo que eran. Gaby estaba en bombacha recostada sobre los almohadones; Maru llevaba una pollera larga hasta los tobillos y Julieta ten�a puesta una blusa que, ignoro c�mo, le realzaba unas tetas que a�n no ten�a: dos rizos oscuros y largos le enmarcaban la cara como a una divinidad hind�.

?�Vos sos Daniel? ?me pregunt� Maru. Me hab�a asomado porque escuchaba risas y grititos de nenas contentas. La verg�enza me carcomi�. No supe c�mo responder. Entr� al cuarto. Gaby me present� y les coment� que yo, cuando fuera grande, quer�a ser jugador de f�tbol aunque en verdad era muy malo y que pap� organizaba el equipo como para que yo jugara y ganara pero que nadie quer�a jugar conmigo. A m� me tendr�a que haber invadido la furia ?estaba siendo humillado delante de sus amigas. Sent� que me ard�a la cara. ?Lo mejor que nos puede pasar ?dijo Julieta? es aceptar la propia naturaleza?. Eran palabras demasiado reflexionadas como para que una de las amigas de mi hermana las pronunciase. Se me acerc� y me acarici� la cara. Las u�as afiladas contrarrestaban la tibieza de la yema de los dedos.

?Es verdad ?les dije, sin saber bien a qu� me refer�a. Todo mi cuerpo bull�a como una olla a presi�n. Me sent� en el piso y dej� que pasara el tiempo. Ellas se cambiaban y posaban sonrientes delante del espejo. Yo adivinaba en el espejo los ojos de Julieta espi�ndome. Al rato, con no s� qu� excusa, se fueron. Cerr� la puerta con llave. Me desnud� y me prob� la pollera negra de Maru y un corpi�o que hab�a quedado sobre la cama. Una imagen me miraba con ojos de deseo. A lo lejos, como de otro mundo, me llegaba la voz de bar�tono del locutor. Jugaba Argentina-Francia. Hab�a habido un gol, hac�a mucho tiempo. El roce de la pollera en las piernas me excitaba y no pude controlar la eyaculaci�n.

Del mundial 78, que fue el �nico mundial que vi o que me interes�, recuerdo que ten�a la seguridad que el partido contra Per� ?en el que Argentina hizo muchos goles? estaba arreglado (me gustaba la camiseta de Per�: el blanco puro con la franja roja sobre el cuerpo de un jugador negro: Cubillas, creo). Recuerdo tambi�n que otra tarde mi pap� me fue a buscar a la escuela para ver uno de los partidos de la selecci�n. Yo hab�a especulado que como se trataba de una semifinal no habr�a clases pero la maestra dijo que la prueba era muy importante e impostergable. Lo llam� por tel�fono a pap� para que me viniese a buscar. De camino a casa paramos en la panader�a que hac�a las facturas que a m� m�s me gustaban, pero que como estaba lejos compr�bamos muy de tanto en tanto. Compramos una docena. No recuerdo contra qui�n jugaba la Argentina; recuerdo, s�, que me sent� en la cama de mis viejos con las facturas a mis pies y una botella de litro de Coca Cola. No recuerdo contra qui�n jug�bamos pero tengo la absurda sensaci�n de recordar el partido en color. A veces, cuando voy a visitar a mam�, paso por esa panader�a a comprar medialunas de grasa y facturas con crema pastelera.

Daniel Mundo

el interpretador acerca del autor

Daniel Mundo

Desde hace a�os, da clases en la carrera de Ciencias de la Comunicaci�n en la Universidad de Buenos Aires. Ha escrito dos libros de pensamiento pol�tico: Cr�tica apasionada. Una lectura introductoria de la obra de Hannah Arendt y Pasatiempos. Lecturas pol�ticas de la contemporaneidad argentina. En este momento est� terminando una serie de relatos de ficci�n, de la que forma parte el cuento aqu� presentado.

Direcci�n y dise�o: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: In�s de Mendon�a, Camila Flynn, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Leotta, Juan Pablo Liefeld
Control de calidad: Sebasti�n Hernaiz

Im�genes de ilustraci�n:

Margen inferior: Francisco de Goya, Soplones (detalle).