En Casa del Lago. Jos� Rosas Ribeyro, Mario Santiago Cuauht�moc M�ndez, Roberto Bola�o, Rub�n Medina, Dina, Guadalupe Ochoa y Jos� Peguero

el interpretador infrarrealismo

Entre el escepticismo l�dico 
o la iron�a creativa

por Rub�n Medina

El movimiento infrarrealista re�ne a un grupo de j�venes entre los 17 y 23 a�os que tienen en com�n el vivir a la intemperie, haberse fugado de alg�n taller literario, no durar mucho tiempo en los trabajos, decomisar libros de las librer�as elegantes, conocer todos los barrios del DF y d�nde hacer el mejor conecte, haber le�do los manuales de Martha Harnecker y haber sido expulsados de las juventudes comunistas o de alguna corriente trostka, recitar poemas en los bares del centro, llegar sorpresivamente a los recitales de poes�a y las presentaciones de libros, organizar fiestas que duraban de domingo a s�bado, y amanecer en cualquier playa del mar pac�fico. Pronto esos j�venes se dan cuenta que forman ya una tribu y se configuran alrededor del infrarrealismo como una forma de dar expresi�n est�tica a sus inquietudes y dedicarse a joder al pr�jimo que teme perder sus privilegios.

El infrarrealismo por tanto es una manera de acercarse al abismo a fin de buscar otra manera de asumir el poema, la escritura y la vida cotidiana. Representa la b�squeda de otro modo de ser poeta-escritor ante las opciones que le ofrece entonces la sociedad mexicana; detesta convertirse en un escritor funcionario, en el poeta ganador de concursos, en el escritor con chamba en una embajada, en un escritor bur�crata (de derecha o de izquierda),� en el obsesionado con su carrera y su lugar en la instituci�n literaria, o en el escritor aparentemente ajeno a la pol�tica y que en casa oportunidad declara: me-importa-madre-la-pol�tica-yo-solo-quiero-hacer-mi-obra-personal. Ante estas opciones, el infrarrealismo prefiere la ruptura y la aventura est�tica como proceso vital de b�squeda y de creaci�n. En tal b�squeda se dan dos vertientes durante los primeros a�os de actividades infrarrealistas en el DF; una que es esc�ptica y la otra ir�nica, y que respectivamente podemos encontrarlas en el escritor detective y el suicida. El primero es un francotirador, experto en el hit and run y la des-ubicaci�n, en la elaboraci�n de archivos e ir apuntando todo lo que ve y escucha en la ciudades y en los m�rgenes letrados con una sintaxis que se origina en las largas caminatas y al atravesar la larga noche en la altiplanicie azteca: vive en cierto modo para escribir y termina haciendo una obra literaria (Bola�o) inconmensurable. Por otra parte, el suicida prefiere la experiencia de los sentidos, rolar con los amigos, subvertir la vida cotidiana en cada oportunidad y la confrontaci�n p�blica (poner en su lugar a los escritores autocomplacientes). Para el suicida, la escritura brota de esa aventura m�ltiple, cotidiana y l�dica; escribir es algo que se hace en los m�rgenes de libros, en cualquier cuerpo o pared disponibles, en papelitos regados que van quedando como huellas del itinerario personal por varios continentes (Santiago). El poema brota en las conversaciones y caminatas diarias con los amigos, las borracheras, en las llamadas telef�nicas, y brota con la misma alteraci�n de las normas ling��sticas, sociales, est�ticas y verbales con que se respira. No escribe para hacer una obra (su misma vida es la obra ?aunque hay que cuidarse de ser leyenda-, sino porque no hay manera de contener la pasi�n de las neuronas y la inteligencia del cuerpo. La mayor�a de �los infras vivimos entre el escepticismo l�dico o la iron�a creativa. Por eso, el infrarrealismo no solamente fue entre 1975-1978, pero sigue siendo, a�n si ya no deja de llover en nuestro medio siglo.� �

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Cuauht�moc M�ndez, Gerardo Albarran, Ram�n M�ndez, Mario Ra�l Guzm�n, Sergio Loya, Mario Santiago. Durante la presentaci�n del libro Canciones para gandallas, de Jes�s Luis Ben�itez, en la Sala Manual M. Ponce de Bellas Artes , 1987