el interpretador entrevista
 

Entrevista a José Gabriel Ceballos: "Ser correntino es otra canción",

por Carolina Sborovsky

 

Ceballos habla pausado y acierta en cada palabra, como si llevase el campo y la escritura en su tonada correntina. Nació en el pueblo donde vive, Alvear. Desde allí, se refiere a sus inicios, a cómo convivieron siempre la escritura con otras actividades, elegidas o no tanto, como su profesión de abogado y el trabajo en el campo. También contará de su paso iniciático por la poesía, de su gran oficio en la cuentística y del estigma que supuso en un primer momento de su formación la prosa “a lo García Márquez” que parecía impregnarlo todo, hasta lograr el quiebre con ese universo. El año pasado soplaron los mejores vientos en Alvear: por su segunda novela, Víspera Negra, que narra los avatares alrededor de la inauguración de un leprosario correntino en 1939, recibió el Premio Ciudad Alcalá de Henares otorgado por el Excelentísimo Ayuntamiento nada menos que de la cuna de Cervantes.

 

Pregunta inevitable: ¿qué significa para tu escritura este premio, que recibieron años anteriores figuras como Roberto Bolaño, David Viñas, Luis Sepúlveda, entre otros?, ¿sentís que el premio es una consagración para un escritor como vos, con mucho reconocimiento en el interior y en América Latina, pero casi desconocido en el ambiente porteño?

Para mí los premios fueron fundamentales porque me reafirmaron mucho, desde los provinciales y regionales hasta este último, el Alcalá. Ya tenía a todos mis amigos podridos con mi literatura. (Risas). Y, a pesar de que en el extranjero me han editado individualmente hace mucho tiempo y he ganado varios premios anteriores, a mí en el circuito comercial de Buenos Aires no me conoce nadie. Me pasó, entonces, que a mis 43 años comencé a plantearme si sirve lo que hago, si no me había pasado 30 años de mi vida como un pelotudo que escribe cosas horribles y en ese sentido, cuando gané este premio me dije, “epa, si a un tipo de Costa Rica, de España, etc. le gusta lo mío y me elige entre tantos, quiere decir que puedo seguir escribiendo más tranquilo”. Por eso para mí los premios fueron una reafirmación.

Vos referías que en un momento te impusiste un cambio abrupto con el tono con que venías escribiendo antes, como vos decías, más regionalista, y dijiste basta de realismo mágico y de García Márquez: ¿cómo tomaste que en el fallo del Alcalá el Jurado haya destacado un valor alegórico en Víspera Negra, pensás que la novela puede ser leída como una alegoría de Latinoamérica, del caudillismo correntino o lo que fuese?

No, yo creo que ellos lo tomaron como alegórico en otro sentido, más referido a un momento histórico de la humanidad. Ellos son más axiológicos, todos esos premios medios viejos le dan bola a los valores y a todo lo que sea metaliteratura. Por lo que yo hablé después con ellos por teléfono, tienen una idea de que en el mundo hay salida y entonces, en ese sentido, la salida colectiva que plantea la creación del leprosario en Víspera es lo que destacan, más bien apuntando a esto de que en este momento histórico de confusión en el hombre, terrorismo, nihilismo, caída de valores, individualismo y todo lo que se le quiera agregar, la novela vendría a reafirmar otra cosa, porque de última lo que se intenta con los leprosos es una alternativa colectiva. Pero creo que es más bien una interpretación de ellos de ver allí la esperanza, no la mía, tal vez por el telón de fondo mundial de la novela de Hitler, Musolini, Franco, entonces ellos lo interpretaron así.

También están en la novela los que denominaste como los Caballeros de la Higiene, ¿no?, como los grupos fascistas que actuaban en las ciudades a modo de centinelas de los valores y en ese nombre salían a ajusticiar. Me llamó la atención la advertencia preliminar que abre el libro: “los hechos aquí narrados no deben entenderse como la verdad histórica…”

Eso es para que no me hagan juicio. (Risas). Nunca sabés, por ahí aparece algún desquiciado correntino que lo toma a mal y… (Risas).

¿Y no tiene nada que ver con alejarte de la novela histórica?

Lo de la novela histórica es así: yo tenía mi nouvelle anterior, Ivo, el emperador. El origen de Ivo como escritura fue que yo conocía al que después fue el personaje de Ivo desde los doce años. Lo conocí y supe que escribiría algo sobre él, tenía el personaje pero no tenía la historia. Entonces me pasé diez años más intentando escribir una novela, así, sin la historia. Un día me dije vamos a intentar convertir el problema en solución y entonces la nouvelle, justamente, se trata de un tipo que tiene el personaje sin la historia, hasta que de pronto aparece la historia cuando una tía que muere le deja una carta contando esa historia y ahí el problema se transforma en escribir o no la novela. Eso es Ivo el emperador, así lo solucioné y ya lo tenía escrito. Hasta que de pronto descubro la historia de Víspera Negra, la descubro en un conjunto de discursos para el primer aniversario de la muerte del viejo Miguel Sussini.


La historia como abanico

¿Cómo tuviste acceso a los documentos y a toda la información que describe la novela?

Me acercaron bastantes cosas y otras como esos conjuntos de discursos fueron publicados. Resulta que una tarde de verano que hacía un calor de la gran siete, mi hijo estaba en la pelopincho del patio y yo no tenía nada que hacer, ni tenía ganas de leer, entonces agarro ese librito sólo con la intención de hacerme viento y cuando lo abro en la primera página le veo la jeta a Miguel Sussini y así se me despertó todo, porque yo lo conocí de chico. La historia es que él era primo de mi abuela y yo de chico lo veía a veces, cuando venía a Alvear. Era todo un revuelo en la familia, él venía a revisar su latifundio y no le daba pelota a nadie, pero todo ese mujerío, todo el matriarcado se desvivía organizando tés y cosas por el estilo para homenajearlo, aunque el viejo ni venía, se le hacían homenajes y él casi ni pelota. Y en algún momento lo vi, estuve con él, y me quedó una impresión fuerte que después se borró, esa cara de indio de pómulos altos, morochón, esa mirada dura del viejo… cuando la volví a ver en el libro, en una foto pésima, se me vino de repente toda la impresión que me causaba… giro el libro dos o tres páginas y encuentro toda la historia de Víspera Negra, donde Billinghurst habla de la faceta de médico sanitarista de Sussini y dice “ la ardua lucha que tuvo que enfrentar contra Juan Ramón Vidal que se oponía al lazareto de la Isla del Cerrito, y que sólo con el tezón de un prohombre se lo pudo vencer a Vidal”. Entonces dije “puta, acá hay una flor de historia”, porque yo conocía quién había sido Vidal y quién Sussini y dije “si estas dos fieras se enfrentaron por esto de los leprosos, acá hay buena merca para una historia”. Como acá en la provincia no había datos, porque seguramente se escondió todo, tuve que recurrir al archivo de la provincia de Misiones donde me mandan un zoquete de datos y demás. Yo sabía que la historia era muy loca, pero cuando me mandan la información me dicen, mirá, esto es mucho más de lo que vos creés, fijate y leé. Después están las otras cosas, que son ficción.

¿Cómo trabajás para entrelazar todos los registros que manejás en la novela, la galería de personajes tan rica que vos construís, que va desde una reflexión muy estilizada sobre la escritura en la figura de la poetisa, amiga de Alfonsina, el imaginario del cine casi como un lenguaje más, el discurso clínico, los coloquialismos, etc?

Bueno, es un gran trabajo. En el caso del cine, por ejemplo, conseguí muchas películas de la época, y me plantee como laburo mirar y mirar hasta elegir las que más se ajustasen a contar el personaje. En este caso el formato novela ayuda a esto, porque un día trabajas el lenguaje de los menchos en el campo, todo lo regional y coloquial y al otro día trabajas el lenguaje de esta poetisa, que es una gran escritora admirada por Alfonsina. Ahí hay que ver cómo escribe esta mina y toda su problemática de tipo existencialista que tiene el personaje, el rollo del murmullo y el silencio, el silencio como origen de la escritura que a su vez esconde el sonido de la muerte. Es un personaje de enorme talento poético que quiere llevar a su amante a una hipotética salvación por esta vía. Hay que ver quién y qué se salva en la novela, quizás en ese sentido sí la alegoría dentro de la novela, como vos marcabas antes, que no tiene nada que ver con una supuesta alegorización de lo latinoamericano o correntino ni nada.

 

La tradición literaria dentro de la chata y la metabolización de las influencias.

¿Qué influencias o recurrencias hay en vos a la hora de escribir?, ¿tenés escritores que son un problema o una bendición?

¡Ah, un montón y son todos un problema! (risas). Ahora, por ejemplo, estoy leyendo a este greco-americano, Eugenides, y estoy loco con él. Es que en realidad la literatura es eso, es una galaxia de galaxias. Yo tengo la sensación que salgo al campo con la chata cargada de Hemingway, de Borges, de Sartre, y de pronto en ese arenal aterriza este loco que es un Boeing, un fenómeno. Y bueno, a la hora de influencias, un montón, la cosa es metabolizar y que no te obture a la hora de escribir. A mí me ha pasado que me marquen “pero esto ya está en otro lado” y puede que sí porque uno siempre escribe con el radar puesto, pero siempre habiendo metabolizado a los demás, esto significa que habiendo estado atento y todo, se te imponga un registro o una atmósfera que ya tenés incorporados de la lectura metabolizada de otros. Porque caer en el plagio, o en el autoplagio es lo más idiota que hay. Dedicarle tu vida a algo tan estresante como la literatura para copiar es idiota. Para mí Onetti, por ejemplo, siempre fue un problema. O al principio, el caso de García Márquez, y por eso yo en un momento decidí cambiar por completo de mi “línea Buenavista” y con todo lo que venía escribiendo y hacer lo antitético también para escaparle al autoplagio. De ahí viene una fase de literatura hiperurbana, posmoderna y todo eso, aunque muy en joda, claro. De allí surge mi libro Complicaciones Intelectules y Dueños del mañana, que sale en México. Y después tengo otro libro de cuentos inéditos, El relator deportivo y otros cuentos, que es de la onda Buenavista. Es decir que a mí la cuentística se me bifurcó entre la línea hiperurbana muy lúdica como Diez cuentos con Eros y otros libritos, y por otro lado, los de Buenavista. También tengo cuentos de contenido social actual.

Es decir que tus materiales a la hora de escribir son variados…

Sí, claro, desde la realidad actual, la literatura o el cine, lástima que en Alvear el cine se haya cerrado. Veo mucho cine en video y descubro nuevos lenguajes.

¿De allí la gran visualidad que tiene tu prosa casi sin adjetivación?, me refiero a toda la transparencia descriptiva que lográs alejado del paisajismo o de lo folklórico…

Sí, claro, hay algo que siempre tengo presente y es que hay que tocar con la palabra, como si uno pusiese dedos con las palabras para tocar a un lector que puede estar en Bulgaria o en el Mediterráneo. Hay que conservar el aspecto táctil de la palabra. En ese sentido, adjetivar lo indispensable. También tengo muy presente esa vieja cosa que no hay que contar, sino mostrar, que se vea, ahí el cine tiene su marca y, quizás más que el cine, la plástica. Soy un mal cinéfilo sólo porque aquí no hay cine, pero sí me jacto de conocer de plástica, tengo muchos amigos metidos en eso, me gusta y frecuento. Para mí es muy importante la concepción plástica de la palabra. Por ejemplo, si tenés que hablar de un gaucho, de pronto tenés sólo un adjetivo, podés describirlo por los ojos, la nariz, el pelo, las arrugas, etc., pero si vos decís “un rostro cejudo” ya lo estás definiendo implicando lo torvo del tipo y todo lo demás, ya desde la sonoridad de esa palabra y de la imagen que te remite.

¿En qué estás trabajando actualmente?

Estoy trabajando en una novela que se llama El Mal que seguramente también se editará por Simurg, sobre un ex represor con Alzheimer. Quiero escribir sobre el mal, el mal como el diablo, no con cola y cuernos rojos, sino como entidad presente en el mundo, el mal como Bush, como los Romero Feris. La novela está situada en el 2010, en el aniversario de la Revolución de Mayo y lo que comienza a aparecer es cómo bajo la máscara del Alzheimer de este ex represor comienza a resurgir nuevamente el mal de este tipo. También tiene otro personaje que es una periodista española, pero no te quiero contar más porque si no, no tiene gracia…

 

 

Editorial Simurg
Gacetilla de prensa

Premio Alcalá de Henares para el escritor correntino José Gabriel Ceballos por su novela Víspera Negra.

El Excelentísimo Ayuntamiento de Alcalá de Henares, cuna de Cervantes, y la Fundación Colegio del Rey otorgaron esta enorme distinción al escritor José Gabriel Ceballos por su segunda novela Víspera Negra ( Simurg: 2004). Se trata de la primera vez que un escritor correntino oriundo del pequeño pueblo rural de Alvear, se alza con este premio que tiene como antecedentes figuras como David Viñas, Roberto Bolaño y Luis Sepúlveda, entre otros. Víspera Negra narra los avatares alrededor de la inauguración del leprosario correntino de la Isla del Cerrito, en 1939. Con trasfondo histórico y la lepra como tabú, el Jurado destacó en su fallo el gran poder alegórico de la novela, además de la riqueza de la prosa.

Ceballos ha ganado varios premios en el extranjero y ha sido publicado con ediciones individuales en México, Venezuela, Brasil y Costa Rica. A pesar de esto, es casi un escritor secreto en Buenos Aires, quizás por vivir y producir en el campo.

Por contactos:

4861-2099 - Simurg prensa.
Ó

03772 470089 – José Ceballos