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I������ La pregunta por los Modos del Ensayo fue siempre, para la cr�tica literaria, una pregunta que se reconoci� desde la extensi�n, en el sentido puramente espacial del t�rmino, pues esta interrogaci�n, llev� a establecer categor�as de dif�cil determinaci�n como la del ensayo ontol�gico, ensayo psicol�gico, sociol�gico, hist�rico, etc, que acabaron por demarcar un mapa de considerable extensi�n. Si bien la determinaci�n de un g�nero bajo la forma concreta de una categor�a nunca es del todo precisa y las m�s de las veces esconde siempre algo de superstici�n, el problema de la cr�tica respecto el ensayo condujo hacia una� indeterminaci�n cr�tica, pues la cr�tica misma, llev� a que el ensayo sea un tema tratado bajo los m�s diversos puntos de vistas, a partir de los cuales, los cr�ticos que se ocuparon del g�nero, sacando raras excepciones, terminaron teniendo observaciones precisas al referirse sobre el g�nero. Es decir, la teor�a elabor� una cr�tica del ensayo que muchas veces, antes de observar y reconocer sus fundamentos ontol�gicos o percibir sus posibilidades epistemol�gicas o de intervenci�n; reconoci� en �l no m�s de lo que le permiti� reconocer el a priori acad�mico -la superstici�n- desde donde se formulaba dicha cr�tica. Este a priori considera al ensayo como un genero inferior respecto los modos acad�micos de representar y dar status al conocimiento. De esta manera, la moral cr�tica ?entendida como deber ser- se priv� de apreciar en el ensayo la conveniencia de un genero que consigue escapar a aquellas tendencias institucionales que terminan por homogeneizar y uniformizar la raz�n.
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En este sentido coincido con aquello que Ricardo Forster plante� en Cr�tica y Sospecha, cuando estudi� al� ensayo como el g�nero que ?ha llevado, desde el inicio, la marca de la interrogaci�n cr�tica, ha hecho suya la inquietud y la sospecha intentando colocar su indagaci�n por fuera de los c�nones establecidos y m�s all� de las gram�ticas al uso? As� tambi�n, este g�nero ha sido caracterizado desde la cr�tica tradicional ?Luk�cs, Adorno- por la enunciaci�n subjetiva de un pensamiento cuya disposici�n se define por la apertura, la fragmentaci�n, el dinamismo e, incluso, por una proximidad a lo l�dico e inclusive, a lo po�tico.
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As� y todo, el ensayo, ha sido siempre el g�nero desde el cual la condici�n cr�tica del sujeto se afirm� cr�ticamente respecto una realidad pero, tambi�n, respecto a la propia certeza ontol�gica del sujeto. En este sentido, el ensayo, de igual manera que otras formas de enunciaci�n, permite poner en cuesti�n la figura del ?sujeto del ensayo? y as� sostener la idea de una subjetividad que se construye en el tr�nsito, en el discurrir mismo en varias direcciones de la escritura, en la decisi�n �tica m�s que en el precepto moral; distinto a la del sujeto que escribe, es decir el autor. Ciframos all� el inter�s del libro de Giordano por el g�nero, en el desaf�o de ?leer en los ensayos de algunos escritores argentinos las formas que toman las autofiguraciones subjetivas ?, nos explica el autor, ?espero o persigo la experiencia de esos desdoblamientos imprevistos, la aparici�n de un sujeto del ensayo diferente, a veces discordante de la subjetividad del ensayista, porque en ellos se manifiesta, con m�s fuerza que en un rasgo de estilo o un gesto de argumentaci�n idiosincr�sico, la voluntad de ensayar una enunciaci�n del saber en nombre propio.?
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II���� Hacia octubre de 1991, casi en los albores de la larga d�cada menemista y de la consolidaci�n ya no solamente intelectual sino definitivamente econ�mica, del modelo neo liberal, la por entonces joven editorial Beatriz Viterbo publica un peque�o librito de Alberto Giordano (Rosario, 1959), Modos del Ensayo. J. Luis Borges - Oscar Masota. El libro del autor rosarino volv�a a colocar dentro del campo intelectual el debate en torno al ensayo como posibilidad de enunciaci�n cr�tica diferente a la profesionalizaci�n acad�mica.
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A grandes rasgos, el trabajo aqu�l hac�a foco en la lectura de la producci�n ensay�stica de dos autores; Borges y Masota. Pero vamos a precisar aqu� otras dos cuestiones que aparecen resonando por detr�s en esa primer edici�n y que en la pr�xima se expandir�n. La primera cuesti�n tiene que ver con el an�lisis del ensayo; este es un terreno que la cr�tica literaria que se ocup� de tanto de Borges como de Masota no ha precisado del todo. De manera que desde un principio queda clara la voluntad del autor rosarino por ocuparse en trabajar con esos materiales retra�dos por la producci�n cr�tica. La otra consideraci�n, a la que hac�amos menci�n respecto esta primera edici�n, es la forma misma en que la escritura de Giordano se desenvuelve para tratar el tema, la manera en que trabaja con esos materiales ensay�sticos. En aqu�l entonces hab�a dentro de su trabajo ya algo del procedimiento que profundizar� m�s tarde; utilizar al ensayo no s�lo como un objeto de indagaci�n, sino tambi�n como una herramienta misma de abordaje cr�tico, es decir como una forma de indagaci�n. De manera tal que el objeto de reflexi�n ?el ensayo- se entretej�a con el propio instrumento de introspecci�n.
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En Noviembre del 2005, catorce a�os m�s tarde y luego de la revisi�n, y en algunos casos de la clausura, de las propuestas posmodernistas, vuelve a aparecer Modos del Ensayo pero ahora el subtitulo cambia; De Borges a Piglia. Entre una edici�n y otra, algunas consideraciones. El nuevo volumen -que es el que nos ocupa- con sus 287 p�ginas casi triplica al original, eso es un detalle. Otro detalle, el subt�tulo; el de la primera edici�n alud�a a dos autores -Borges y Masotta- y entre ellos �nicamente un gui�n. Qu� nos marcaba ese gui�n en aquel entonces; un salto sincr�nico entre dos puntos, lo opuesto al recorrido, al tr�nsito. El gui�n conjuraba la distancia entre los dos autores, y la suspend�a para un momento de revisi�n ?exploraci�n o ensayo-� posterior. En la segunda edici�n, ese gui�n ha devenido en dos preposiciones ?de? y ?a?. Lo que interesa ahora es el recorrido, ahora s� la exploraci�n. El inicio es Borges, el destino, Piglia; pero lo verdaderamente importante no son los extremos, desde donde se maraca la partida y la llegada, sino el tr�nsito, la exploraci�n, el viaje mismo entre uno y otro pues, en ese tr�nsito, se traza un recorte en el extenso mapa del ensayo. En esa construcci�n espacial que el sujeto ?el autor pero tambi�n el lector- realiza, en ese deslizamiento de la escritura, en esa exploraci�n que parte desde las apostillas para internarse, no en el centro, sino en los m�rgenes mismos, pues el ensayo sigue siendo un g�nero marginal, se construye la cr�tica y se demarca la territorizaci�n extensa del ensayo.
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III����������� Algunas cuestiones para considerar. Trabajar con el Ensayo es trabajar� con aquel material que constantemente est� huyendo la taxonom�a cr�tica. Todo aquel que busca ordenarlo, clasificarlo, encorsetarlo; termina, m�s bien, resguard�ndolo de la inclusi�n al compendio o al ?modo? mismo. Por ese motivo Giordano lo trabaja desde otra perspectiva; su estudio no pretende agotar desde la exhaustividad te�rica ni formalista la condici�n del ensayo, no se somete a la voluntad de una moral acad�mica de ser un catalogo proped�utico acerca de lo que este genero debe ser, las caracter�sticas formales que lo constituyen, etc; sino que, a partir del mismo trabajo ensay�stico, ensaya una postulaci�n cr�tica acerca del g�nero. Su libro nos muestra en acto al ensayo. Esta representaci�n no resta valor ni profundidad al trabajo suyo, por el contrario lo vuelve mucho m�s interesante cr�ticamente puesto que la reflexi�n se construye desde el deseo de ir anudando a partir de una �tica de lector, el trazo est�tico con el cr�tico.
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Dijimos m�s arriba que Giordano para escribir sobre el ensayo no se vuelca a las consideraciones sobre el g�nero que la teor�a preserva para el caso, sino que el autor viene a recuperar la posici�n misma del ensayista, que pone en ?suspenso? las consideraciones de la academia, excediendo as� las demandas de la cr�tica te�rica. Parafraseando el t�tulo de uno de los puntos de su trabajo, el ir hacia el ensayo desde el ensayo como m�todo de indagaci�n, le permite al autor la intromisi�n de la subjetividad dentro del discurso del saber. En este sentido resalto la forma de intervenci�n del trabajo de Giordano, pues guarda la voluntad por un lado de revelar y por otro, de enfrentar, a esas posiciones que han ido ganando terreno como consecuencia de la modernizaci�n acad�mica desde mediados de los `80, en t�rminos de producci�n de un saber. Giordano, aborda el ensayo para develar y enfrentarse a la supuesta especializaci�n a la que se aboc� el discurso de la cr�tica literaria. Esta posici�n que, entre otras cuestiones, se caracteriza por borrar toda huella de subjetividad del discurso cr�tico, acab� por capitular el compromiso que se reserva al lugar de enunciaci�n de cualquier forma de discurso. De manera que al indagar desde el ensayo por sobre los modos del ensayo, el autor no s�lo� procura develar los procedimientos del g�nero, sino que tambi�n asume la voluntad� de intervenir en la discusi�n referente a los modos c�mo se genera el conocimiento, para Giordano ?el saber procede por ensayo, el v�nculo entre ensayo y saber es indisoluble. El ensayo no supone una renuncia al saber, ni lo declara imposible, salvo que eso le imponga al ensayo un rigor mayor que dar algo como pocible?
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De esta manera el pre-texto de la excursi�n, que va desde Borges hasta Piglia intentando demarcar el territorio del ensayo, demora al autor en la consideraci�n de las diferentes formas de figuraci�n que asume la imagen del intelectual (Masota Cortazar, Borges, Molloy, Piglia). Y esta es la otra importante zona de inter�s que zanjea el recorrido que va trazando el libro. Dentro de la tradici�n cultural local el propio ensayo literario, pero tambi�n otras formas que asume el g�nero tales como el ensayo hist�rico, pol�tico o sociol�gico, significaron, desde la doble perspectiva del examen te�rico y cr�tico, una forma de articular la reflexi�n con el discurso de interpretaci�n. Aqu� es cuando en esta marcha por los modos del ensayo, la reflexi�n conduce hacia el terreno de la pregunta por el quehacer del intelectual en relaci�n, tanto con la academia, como con la sociedad. Lo que el autor intenta poner en juego es, claramente, el valor del trabajo cr�tico que la academia produce, tanto en t�rminos de efectividad, respecto al grado de legibilidad del trabajo realizado bajo la moral acad�mica, como de una �tica que deber�a regir el compromiso del trabajo cr�tico que realiza el intelectual. Cabe aclara que la categor�a de intelectual que maneja Giordano es similar a la que plantea Barthes, la figura del intelectual que se puede recortar de su� trabajo es la de aquel sujeto en el que convive la tensi�n de la palabra y del lenguaje, es el sujeto que asume su escritura como el espacio desde el cual dar la batalla a aquellos saberes que se asumen como hegem�nicos dentro del campo profesional, es por esto, que el g�nero ensayo al no abdicar a la formulaci�n de la est�tica ?permite una perspectiva �tica para situarse y situar el medio intelectual en el que viene a decir su diferencia ?�
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IV��� En nuestro pa�s, contra las desventuras que la instituci�n debe soslayar, la academia produce un saber, construye un conocimiento. Ahora bien, ese saber se configura siempre sobre s� mismo, asume la variable l�gica de la recursividad, montando as� una noci�n de valor cr�tico que se funda sobre una idea ?fetichizaci�n- de la especializaci�n que no parece tener fin. El problema emerge, precisamente, cuando nos volcamos a analizar ese supuesto valor cr�tico del saber que se produce bajo el broquel acad�mico y nos encontramos con que la cr�tica te�rica que produce buena parte de la academia, opera construyendo discursos que se fosilizan, que quedan inscriptos y encriptados dentro de la academia como un f�sil, aislados del medio que los rodea, discursos que por acabar siempre lanz�ndose sobre s� mismos terminan dialogando solamente m�s que con sus pares, tambi�n fosilizados. El saber acad�mico�termina configurado a partir de una moral acad�mica y desde un lenguaje cr�tico que se agota, pues acaba por volverse un ?lenguaje inici�tico? puesto que solamente tienen acceso a �l quienes se encuentren preparados, capacitados y dispuestos para recibirlo. Pero tambi�n, y m�s grave a�n, este discurso acad�mico, discursos de especialistas que se materializa bajo la homogenizaci�n sint�ctica que le brindan las formas monogr�ficas, de tesis o de los paper?s,� para as� mantenerse al resguardo de los excesos de interpretaci�n pero tambi�n para garantizarse la propia transparencia dentro del �mbito acad�mico; corre el riesgo de repetir la l�gica del lenguaje de los medios, pues como afirma Giordano, este discurso ?se sostiene en las convenciones de una lengua en la que todos� hablan y se entienden porque nadie dice nada que no haya sido dicho.? �C�mo salir del claustro que el corsete de forma discursiva acad�mica se dio a s� misma, c�mo volver eficaz un discurso sin que pierda fundamento te�rico, c�mo sostener el valor cr�tico de un discurso que comienza por borrar todo lugar de enunciaci�n, c�mo abrir la discusi�n transdisiplinaria cuando la moral de la profesionalizaci�n sanciona toda intervenci�n en ese sentido por falta de rigor? Esas son algunas de las preguntas de �ndole epistemol�gico que el libro se plantea llegando al final del recorrido.
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Al principio del planteo de la lectura, afirme que el ensayo no hab�a sido considerado desde sus posibilidades epistemol�gicas, m�s bien, lo que la cr�tica convencional consider� es que se trata de un g�nero desde el cual no se puede construir m�s que un conocimiento parcial, reducido a la subjetividad del enunciador e incluso, muchas veces, al azar mismo, poco severo, ajeno a la rigurosidad del m�todo cient�fico, por lo tanto, poco productivo. Pero existe una cuesti�n fundamental que liga la reflexi�n acerca del ensayo con la epistemolog�a y que en el libro de Giordano aparece de manera clara y efectiva hacia el final, aunque se anuncia en la manera desde la cual se sostienen y sujetan te�ricamente los cap�tulos anteriores. Si en alg�n punto el ensayo se opone al discurso cient�fico, es en que en la base de su condici�n de ser radica siempre la sospecha, la interrogaci�n, en cambio en el discurso cient�fico radica la certeza, las respuestas. As� el ensayo representa la forma discursiva m�s aut�ntica en la que se materializa la condici�n �tica propia del sujeto cr�tico moderno, de aquel sujeto que se lanza a la aventura de la b�squeda pues as� ?se confronta con la precariedad de su situaci�n?; de esa subjetividad inconformista propia de la modernidad que ?no encuentra en lo existente (en lo que tiene, en lo que sabe) lo que desea?. As� desde sus or�genes hist�ricos, pero tambi�n desde sus posibilidades epistemol�gicos, el g�nero del ensayo encarn� en su propio cuerpo discursivo, tanto desde su forma como desde su voluntad interpretativa, un impulso cr�tico y una profunda interrogaci�n respecto a las condiciones de producci�n de un discurso epist�mico. Esta cuesti�n que no se reduce al mero reconocimiento en el ensayo de aspectos positivos all� donde la cr�tica convencional se�al� las falencias, resulta esencial y resuena constantemente en el libro de Giordano. Conduce a una pol�mica y a una discusi�n m�s profunda; qu� funci�n cumple el ensayo como genero discursivo dentro de la esfera del estudio de las letras, pero, m�s amplio, a�n, dentro del esquema del conocimiento y de la producci�n de conocimiento en el campo de las ciencias sociales que se modula bajo el signo de un liberalismo que se pretende culturalista cuando las mayor�a de las veces acaba por someterse aun discurso de caracter�sticas puramente unidimensionales. Qu� posibilidades ofrece el ensayo para desestructurar el circuito del discurso acad�mico que no s�lo se agota sobre s� mismo, sino que muchas veces ?y esto quiz�s lo m�s grave-,� termina transform�ndose en un dique que a�sla los problemas de la praxis y los planteos de la academia, de una forma discursiva que cae en la tautolog�a ingenua por creer hacer acto de conocimiento en solo describir una parcela de lo real desde un lenguaje demasiado preocupado por su formalidad acad�mica -pre-escriturada-, donde lo novedoso est� desde el vamos fuera de compresi�n, pues no se ajusta a los veros�miles l�xicos que las formas imponen.
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V����� Por estos motivos considero que la raz�n m�s sobresaliente de este libro construido desde el azar -muchos de los disparadores de los diferentes cap�tulos se deben a ?fortuitos? encuentros del autor con los problemas- es intentar ser un recorrido por el ensayo literario, pero a la vez guarda fuertemente una voluntad te�rica respecto al g�nero. Hay en el trabajo un empe�o por develar ciertas falencias que la cr�tica literaria se resiste en pensar tales como el para qu� de su producci�n acad�mica, su poder de cuestionamiento, como as� tambi�n la posibilidad de restaurar una enunciaci�n que recupere a la cr�tica literaria de la reducci�n en que ha ca�do por los planteos construidos desde una moral academicista que busc� alejarse de los interrogantes para acercarse a las certezas que le brinda la convenci�n acad�mica.
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Para Giordano el ensayo no es una mera alternativa discursiva a la forma cient�fica de producci�n/exposici�n de un conocimiento, sino que es la herramienta desde la cual poder repensar c�mo se produce el conocimiento, qu� tipo de conocimiento se produce desde los sistemas y las teor�as, baj� qu� moral se llega a ese conocimiento. Pero tambi�n es el ensayo, para el autor rosarino, el arma mejor para oponerse a quienes consideran al saber como algo acabado, como algo concluido. El ensayo, como ejercicio de lo provisorio, de lo �ntimo representa el fundamento del conocimiento en tr�nsito, en sospecha, desafiante siempre frente a lo hegem�nico a lo totalizador, o a aquellos quienes, desde la superstici�n ?niegan a la experiencia que suponen conocer.?
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