Por azar coincidieron las fechas de mis vacaciones a Bolivia con la asunción del primer presidente indígena de Latinoamérica. El lema de su campaña fue: ¡Ahora es cuando!
¿Y si lo fuera?
Por razones de fuerza organizativa (no existen todos los trenes y buses que uno necesitaría para estar en todos lados casi al mismo tiempo), sólo pude seguir por radio la ceremonia de investidura de mando de los pueblos originarios en Tihuanaku.
¡Caramba! ¿Qué dice este hombre?:
“Acabar con el estado colonial y con el modelo neoliberal”; “Contrólenme, podemos equivocarnos pero jamás traicionar”; “De esos profesionales intelectuales de la clase media me siento orgulloso como aymara. Les pido que se sientan orgullosos de estos pueblos indígenas originales”
¿Y si ahora es cuando ellos son fuertes y nosotros, blanquitos, sentimos alegría al ser reconocidos y aceptados?
“La lucha que dejó Che Guevara la vamos a cumplir nosotros”; “Combinando la conciencia social con la capacidad intelectual es posible derrotar democráticamente los intereses externos”
Sería muy bueno que ahora sea cuando, ¿no?
Domingo 22 de enero de 2006
La Paz, ciudad con demasiado carácter y encanto nulo. Cuesta tanto andar por las constantes subidas como por las inevitables bajadas. No hay nada llano y falta el aire a 4100 metros sobre el nivel del mar. El centro, donde se desarrolla la fiesta (es sin duda una fiesta), es el medio de un hoyo cuyas paredes están cubiertas de casas con ladrillos sin revestir. Ese es El Alto: no se distinguen calles, no hay líneas rectas, solo casas y casas vigilando La Paz. Son una multitud de personas que decidieron no bajar. Miran sus televisores, escuchan la radio y conservan la amenaza de su accionar, como cuando sus cortes de calles en 2003 dejaron a La Paz desabastecida; amenaza que queda activa si es que ahora no es cuando…
Los controles policiales cerraban todas las calles de acceso a la Plaza Murillo excepto dos (subiendo, subiendo, un poco más arriba, a la izquierda) por lo que la llegada a la plaza era casi un golpe de suerte.
Desde temprano un poco de gente, no mucha en verdad, ocupaban la plaza a la que cincuenta años atrás tenían el acceso prohibido. Hay extranjeros, periodistas y curiosos con sus perros en brazos. Hay mineros, cholas, grupos de Cochabamba y Oruro con sus trajes y danzas y militantes del MAS, de todas partes y todos juntos.
Los climas de La Paz: en dos horas hubo sol intenso, después lluvia, luego frío. Las cuatro estaciones en un solo día. Ese es el clima habitual, durante todo el año en la ciudad.
Por fin empiezan a llegar los invitados oficiales. Hay dos bandos claros: son abucheados los ex presidentes bolivianos y algunos desaires para el presidente Lagos de Chile. Los aplaudidos y aclamados: Toledo (Perú), Lula (Brasil) y Kirchner. Y el que se roba todos los públicos: Hugo Chávez, aquel que tomó la posta de la resistencia en Latinoamérica, ahora que Fidel sale poco de Cuba.
Murillo, la jura, los discursos.
Por fin llega el momento. No se ve nada en las pantallas, entonces sólo queda escuchar por los altoparlantes y mirar en la cara de la gente.
Primero jura el vicepresidente, Álvaro García Linera. Clase media, blanco, 42 años, de Cochabamba, antiguo integrante del movimiento guerrillero Tupac Katari: estuvo preso cinco años (1992-1997), donde leyó 960 libros y escribió tres. Hombre sereno, matemático de carrera y sociólogo autodidacta, se alinea clara y sencillamente junto a Evo. Es la mitad intelectual de esta dupla, en sus escritos están definidos casi matemáticamente las ideas principales de este nuevo gobierno, recopiladas de los reclamos históricos de los movimientos sociales bolivianos.
Jura y en su breve discurso se ubica en ese momento histórico mirando hacia el futuro, junto a Evo y junto a la gente.
En la plaza todos escuchan. Es un intelectual al que se le entiende lo que dice.
Termina su discurso y todos aplaudimos. ¿Y si resulta que sí, que ahora es cuando?
Álvaro es quien toma juramento a Evo. Por los altoparlantes se escucha la pregunta pero no la respuesta. La gente en la plaza vuelve a aplaudir, en silencio, serios, emocionados.
Suena el himno boliviano. Es largo, pero desde las primeras notas hasta las últimas la plaza entera se queda inmóvil. Señores, cholas, mineros y policías se sacan el sombrero: pocos cantan, todos muestran respeto.
Y Evo Morales, ya presidente constitucional y envestido desde el día anterior con el mando de los pueblos originarios, empieza a hablar.
Repite algunas ideas de Tihuanaku y agrega algunas próximas acciones de gobierno con sus porqués y para qués. Durante una hora y media cautiva a todos, los que escuchamos de pie en la plaza y los millones que en el mundo lo siguen por TV.
Hombre de infancia pobre, trabajador y tenaz (varias veces lo apalearon y dos lo dieron por muerto, pero no), comunica llanamente todo lo que es necesario se sepa.
Es un mensaje de lógica impecable basado en dos pilares: la nacionalización de los hidrocarburos – que permitirá que el excedente económico resultante quede en manos del estado y derrame en una redistribución de la riqueza más justa – y la convocatoria a la Asamblea Constituyente de octubre. Y esto no fue una promesa electoral sino que son los objetivos de los distintos movimientos sociales que con sus acciones lograron resquebrajar al estado neoliberal existente y llevar a Evo hasta donde está.
Y está tan cómodo donde está, que en el discurso también hay lugar para la ironía. Despierta a un senador diciendo “senador, despiértese que estoy hablando” y más adelante agradece sinceramente la presencia del príncipe de España y recuerda que la reina lo trató con cariño cuando en su visita a España se resfrió: “la señora pasó de reina de España a enfermera de Evo Morales”
Pero además, dice cosas como: “No hay apellidos aymaras entre los generales de la nación. Tiene que haberlos”, y es algo tan sensato y elemental que da la sensación de que las cosas parecen haber encontrado su curso. Es muy difícil no estar de acuerdo.
Es sin duda la conciencia, la reserva moral que él mismo asigna a los pueblos indígenas, y por estar donde está y por la manera de llegar a ese lugar, pareciera que no va a traicionarlos ¿Y si ahora es cuando?
Plaza San Francisco, 20hs.
Si la plaza Murillo era el centro de las ideas, los principios y la militancia, la plaza de los Héroes es el sitio de la fiesta, el encuentro, la alegría.
Desde la mañana ése fue el lugar elegido por las delegaciones de los pueblos originarios de toda América para celebrar el hecho histórico: el primer presidente indígena de América.
Músicas tradicionales de todo el continente sonaron durante todo el día. Después de la asunción oficial también hubo acá discursos del presidente y el vice pero en un clima mucho más distendido. Parecía una fiesta familiar, un casamiento donde hablan los novios, los amigos, los padrinos: el vicepresidente de Cuba trajo un poco de Fidel a la fiesta y aunque se pedía por Chávez, no pudo ser porque estaba enfermo en el hotel.
Una vez más, Evo Morales volvió a decir al mundo que los 500 años resistencia (513 años, 3 meses y 10 días exactamente) habían terminado y que ahora era el momento de trabajar bajo los principios aymaras: no robar, no mentir y no ser flojo. Ahora es el momento de actuar y cambiar. Ahora es cuando.
La lluvia apuró el fin de los discursos pero en la plaza quedó la fiesta. A la noche, con el suelo mojado pero el cielo abierto, con el telón de fondo de todas las luces de El Alto encendidas, llegaron los fuegos artificiales. En el escenario Piero cantaba “para el pueblo lo que es del pueblo, porque el pueblo se lo ganó…” (Sí, ¡Piero! Pero afortunadamente acompañado por el grupo andino Los Airas, que hicieron agradable el revival de los 70).
La fiesta terminaba y al día siguiente tendrían que empezar a andar.
Después de haber escuchado tantas barbaridades de boca de tanto delincuente (“Vamos a construir un avión que salga a la estratosfera y de ahí en hora y media a cualquier lugar del mundo”, por ejemplo), estar ahí escuchando esos discursos, es motivo suficiente para sonreír y también salir a festejar. Qué voy a hacer, me convencieron: creo sí, que ahora es cuando.
Gabriela Bilbao