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PRESENTACI�N
Este trabajo fue le�do en el marco de las Jornadas de Discusi�n "Realismos", llevadas a cabo en Rosario el 9 y 10 de diciembre de 2005, organizadas por las C�tedras de Literatura Argentina I y Literatura Argentina II en el marco del PID (Proyecto de Investigaci�n y Desarrollo). "Problemas del realismo en la narrativa argentina contempor�nea", Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario.
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Diego Peller
La flexi�n Literal y la discusi�n sobre el realismo
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Literal. �Qu� es lo que bajo este nombre se designa? �Cu�l es ?ya que se trata aqu� del realismo? su referente?
En sentido literal, Literal designa, en la cultura argentina, una de las revistas de m�s ef�mera, intensa y revulsiva existencia. Tres vol�menes, dos de ellos dobles, a lo largo de apenas cuatro a�os, aunque probablemente se trate de los a�os m�s convulsionados de la historia argentina contempor�nea.
El n�mero 1, publicado en noviembre de 1973, contaba con un "Comit� de Redacci�n" integrado por Germ�n Garc�a, Luis Gusm�n, Osvaldo Lamborghini y Lorenzo Quinteros. En el n�mero 2/3 (mayo de 1975), el "Consejo de Redacci�n" segu�a conformado por Garc�a, Gusm�n, Lamborghini, mientras Jorge Quiroga hab�a reemplazado a Quinteros. Finalmente, en el n�mero 4/5 (noviembre de 1977), como ha se�alado Alberto Giordano:
[...] se registran los cambios m�s significativos: la revista pasa a tener un Director (Germ�n L. Garc�a), figura impensable en el contexto de los efectos de impersonalidad buscados en los n�meros anteriores; el n�mero no incluye, como los otros dos, un "Documento literal"; desaparece Osvaldo Lamborghini, acaso la voz m�s singular en el "coro" original de la revista [...]. (1)
Una revista entonces. Pero tambi�n form� parte de la constelaci�n Literal una serie de textos literarios publicados en esos a�os por sus integrantes. El Fiord (1969) y Sebregondi retrocede (1973) de Osvaldo Lamborghini. El frasquito (1973) y Brillos (1975) de Luis Gusm�n. Nanina (1968), Cancha Rayada (1970) y La v�a regia (1975), de Germ�n Garc�a.
Dos de estos textos (El Fiord y El frasquito) se destacar�an por sobre el conjunto hasta adquirir un car�cter emblem�tico. Se trata de textos inaugurales, que instauran de manera violenta una escritura soberana, una escritura que permanece impasible ante las demandas de compromiso (con "la realidad"; con "la causa del pueblo") que asediaban a la literatura de la �poca. Textos provocativos, de vanguardia, buscaron el esc�ndalo y el rechazo, los encontraron, y se jactaron de haberlo logrado:
El rechazo que Literal sufri� muestra que fue entendida y que todo mensaje llega a destino, aunque sea bajo la forma del odio que instaura la negaci�n. (2)
Me interesa aqu� destacar dos rasgos compartidos por El Fiord y El frasquito, que ya han sido se�alados por la cr�tica que, en tono elogioso o condenatorio, se ocup� de ellos:
El primero de estos rasgos lo constituye la "mezcla" (A. Giordano) o el "injerto" (J. Panesi) entre teor�a y ficci�n que tiene lugar en el "interior" y en los m�rgenes de estos textos. En primer lugar, y del modo m�s evidente, porque ambos fueron acompa�ados por un suplemento cr�tico: El fiord, en su primera edici�n, inclu�a un ep�logo de Leopoldo Fern�ndez (seud�nimo de Germ�n Garc�a) que llevaba por t�tulo "Los nombres de la negaci�n"; El frasquito, tambi�n en su primera edici�n, iba acompa�ado por un pr�logo de Ricardo Piglia: "El relato fuera de la ley". Ya Oscar Steimberg, desde las p�ginas de la revista Los Libros, en el momento de aparici�n de El Fiord, anunciaba: "Aqu� la cr�tica parece haberse iniciado antes de tiempo; invadiendo la escritura literaria en su mismo dominio." (3) Lo mismo se�al� en su momento, desde las p�ginas de Todo es Historia, Andr�s Avellaneda, aunque con menos entusiasmo por el fen�meno:
Es �sta una literatura ?prologada? [...] como si se sintiera necesario explicar y ubicar la ininteligibilidad ?intencional? que aflora frecuentemente en estos textos. [...] (4)
Pero no se trata s�lo de que estos textos hayan tolerado, o deseado, este suplemento cr�tico situado en un borde externo e interno a la vez. El injerto contamina, tambi�n, el espacio "interno", o "propio" de la escritura literaria. La imaginaci�n te�rica ?y cuando decimos imaginaci�n te�rica en este contexto decimos fundamentalmente imaginaci�n psicoanal�tica? constituye sin dudas una de las matrices productivas fundamentales en El Fiord y El Frasquito. Subrayo aqu� s�lo dos aspectos menores de esta relaci�n, por razones de espacio: a) el t�tulo El Fiord puede ser le�do (seg�n el acierto de Josefina Ludmer) (5) como un anagrama de Freud, aunque ?y es importante destacarlo? en la oralidad y no en la escritura; b) Una de las matrices textuales de El Fiord es sin dudas T�tem y Tab�, del mismo Sigmund Freud. (6)
El segundo rasgo compartido por El Fiord y El frasquito es la incorporaci�n del registro de lo "bajo" o de la cultura popular, registro que es sometido a un trabajo de mezcla y desplazamiento, insostenible desde cualquier est�tica realista que postulase la "representaci�n" de los "sectores populares" y su lenguaje. Ya Piglia en su pr�logo al libro de Gusm�n destacaba esta caracter�stica:
Conectado con cierta corriente marginal de la literatura argentina (el sainete, el gauchesco) El frasquito quiebra los veros�miles que se�alan la forma de la literatura "popular" a partir de los c�digos transparentes de una legibilidad. (7)
A�os despu�s, Jorge Panesi, refiri�ndose al conjunto de estos textos, volver�a sobre este punto: "Lo particular de esta hinchaz�n te�rica tachada de elitista es que no desde�a fuertes elementos de la cultura popular, al contrario, se nutre de ella con un gesto de impl�cita valoraci�n." (8)
Es la combinaci�n de estos dos rasgos la que parece haber provocado una mayor incomodidad en la cr�tica, generando diversas reacciones. Consignamos a continuaci�n algunas de ellas:
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Literal fue denunciada como elitista, cr�ptica;
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denunciada como falsamente elitista, pretenciosa, epigonal;
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cuestionada por contaminar la literatura con teor�a, o por someter la literatura al patr�n o a la soberan�a de un modelo te�rico (el psicoan�lisis lacaniano);
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finalmente, defendida o reivindicada por esa misma operaci�n: la contaminaci�n, mezcla o injerto entre teor�a y ficci�n.
Oigamos las acusaciones de elitismo y falso elitismo: Nora Dottori, desde las p�ginas de 7 D�as, dictaminaba acerca de El frasquito: "texto elitista, deliberadamente cr�ptico, en el que se filtran los elementos m�s conocidos y difundidos del psicoan�lisis" (9), mientras Sergio Crivelli y Alberto Delorenzini, dos "profesores de literatura" convocados por el diario La Prensa en noviembre de 1978 para tranquilizar a los lectores que "han ca�do en el desconcierto", se refer�an a:
[...] la hipertrofia de las vanguardias [...] un fen�meno que [...] se manifiesta bajo los aspectos de epigonismo, anarqu�a y disoluci�n de las formas. Un ejemplo ilustrativo lo constituyen las nuevas tendencias de la literatura francesa, orientadas en las teor�as del psicoanalista Jacques Lacan sobre el lenguaje, los escritos de la revista Tel Quel y las investigaciones ling��sticas de Roland Barthes. [...] Todas estas corrientes, que [...] abominan de lo referencial por retr�gado, generan textos que son la mera ejemplificaci�n de la teor�a que los produce. En nuestro pa�s, con fundamentos te�ricos similares, la revista Literal representa un epigonismo de segunda mano, cuyo mayor m�rito consiste en elaborar textos muy semejantes a malas traducciones del franc�s. (10)
En cuanto a la acusaci�n de someter la literatura al dominio de la teor�a, ya vimos como Andr�s Avellaneda hablaba de "literatura ?prologada?" y se�alaba que el psicoan�lisis era empleado en Literal como "explicaci�n" de la literatura.
En un trabajo m�s cercano a nosotros, Alberto Giordano, vuelve a se�alar que esta presencia rectora del psicoan�lisis en Literal le restar�a fuerzas a su pol�tica literaria. La apuesta de Literal estar�a encerrada en una contradicci�n, ya que si por un lado textos como El Fiord y El frasquito son inciertos, refractarios, y se sostienen en la imposibilidad de decir lo real; por el otro, ?y aqu� radicar�a la contradicci�n? estos textos se presentan acompa�ados por trabajos cr�ticos como el de Piglia, que desde una ret�rica de la certidumbre los explican, los despejan, los vuelven legibles. En una l�nea que llamativamente retoma la reivindicaci�n de la tradici�n ensay�stica nacional frente a los "nuevos saberes" que irrumpieron en el campo de las "humanidades" y "ciencias sociales" en las d�cadas del sesenta y setenta, Giordano sostiene que "Un texto incierto [se refiere espec�ficamente a El frasquito] reclama una lectura de ensayista". (11)
Finalmente, Jorge Panesi, en el trabajo al que ya hemos hecho referencia, coincide en se�alar el cruce entre literatura y teor�a como un rasgo fundamental de la escritura Literal, aunque valora en t�rminos opuestos a los de Giordano los efectos de este injerto:
La d�cada del setenta ve el intento de incorporar al terreno de la producci�n literaria rasgos que pertenecen a la teor�a. Si se recuerda c�mo el futurismo ruso y el formalismo interact�an formando una dupla productiva, indisoluble, se entender� mejor la postura de un grupo de narradores (Ricardo Piglia, Luis Gusm�n, Germ�n L. Garc�a, Osvaldo Lamborghini) que alternan sus lugares como cr�ticos y como fabricantes de ficci�n. (12)
Seg�n esta l�nea de lectura, que nos parece la m�s acertada, la mezcla entre teor�a y ficci�n habr�a resultado en una "dupla productiva". Sin embargo, hay ciertos presupuestos que los trabajos mencionados comparten y sobre los que no parecen avanzar en la interrogaci�n. Se discute si esta presencia de la teor�a es productiva o empobrecedora, transgresiva o normalizadora, pero no se analiza en detalle de qu� teor�a se trata, cu�l es su estatuto, su procedencia, su uso.
Sin dudas la incorporaci�n de rasgos del discurso te�rico fue "productiva" ?produjo efectos? en la literatura argentina del setenta, pero �de qu� tipo de productividad espec�fica se trat�? La analog�a propuesta al comparar la interacci�n entre formalismo y futurismo ruso es significativa en este sentido: es cierto, nos permite pensar el car�cter productivo de esta contaminaci�n entre teor�a y literatura, lejos de toda idealizaci�n de la pretendida "pureza" de un espacio literario al que s�lo podr�amos aproximarnos desde la indefensi�n absoluta del ensayista (se aprecia aqu� la impronta de Blanchot en la lectura de Giordano). Pero hay un aspecto de la analog�a que no termina de conformarnos: �El Formalismo Ruso? �an�logo a Literal en el plano de la teor�a? �Y hablando espec�ficamente de productividad?
La comparaci�n tiene el riesgo de velar, bajo la fuerza de un deseo, una consideraci�n m�s atenta a la especificidad de lo te�rico, o de cierta operaci�n te�rica llevada adelante por Literal.
Recapitulemos. Si es cierto que Literal designa, en sentido literal, una revista, y en sentido amplio una constelaci�n formada por esa revista, un conjunto de textos ficcionales, las respuestas cr�ticas que estos textos produjeron, y quiz�s tambi�n un "grupo" y hasta una "generaci�n" literaria; tambi�n lo es que, en un sentido mucho m�s restringido, Literal designa una operaci�n cr�tico-literaria, una intervenci�n efectuada en relaci�n con un estado espec�fico del campo literario argentino. Podr�a hablarse entonces de una operaci�n Literal o, para tomar los t�rminos de la misma revista, de una "flexi�n literal" o de una "intriga". (13)
El valor de una intriga, no debe juzgarse por su eficacia a corto o largo plazo. Tambi�n es posible pensar un movimiento cuyos t�rminos oscilar�an entre intrigar, conspirar / no dar el golpe. Habr� que suponer entonces un aparato de producci�n virtual, desfasado de las diferentes cadenas de montaje, cuya "producci�n" (palabra que siempre ser� necesario leer entre comillas) se concretar� en la instauraci�n de un signo medio depravado, escindido, ambiguo [...] (14)
Para pensar toda la fuerza, todo el valor de esta "intriga", de esta puesta en duda de la "eficacia" como criterio de valoraci�n, es preciso situarla en el contexto espec�fico de la radicalizaci�n pol�tica de fines de los a�os sesenta y comienzos de los setenta en la Argentina. Hay que situar a Literal obviamente contra el populismo latinoamericanista de Crisis, contra la promoci�n del "boom" de la literatura latinoamericana por Primera Plana, pero tambi�n contra el abandono de la defensa de la "autonom�a relativa" de la literatura y de la especificidad de la cr�tica literaria en el segundo tramo de la revista Los Libros.
A nivel argumentativo, dos habr�n sido los blancos pol�micos de la flexi�n literal: el realismo y el populismo:
Que el realismo y el populismo converjan en la actualidad para formar juntos el bricolage testimonial es s�lo el efecto de una desorientaci�n que ya conoce su horizonte; es decir, sus l�mites y sus fracasos. [...] La flexi�n literal se excluye de este imaginario colectivo. (15)
[...] el delirio realista de duplicar el mundo mantiene una estrecha relaci�n con el deseo de someterse a un orden claro y transparente donde quedar�a suprimida la ambig�edad del lenguaje; su sobre abundancia, mejor dicho.
[...] la flexi�n literal descree de ese agitarse como locos implicado en el proyecto de andar mimando lo social. (16)
Literal lleva adelante, fundamentalmente en sus dos primeros vol�menes, una cr�tica te�rica de la ilusi�n populista, de la ilusi�n realista, y de su alianza est�tico-pol�tica. Una cr�tica que extrae su fuerza de la distancia que le permite la mediaci�n de la teor�a. En este sentido resulta clave el texto "El matrimonio entre la utop�a y el poder", publicado en el n� 1 (noviembre de 1973) pero fechado en julio de ese a�o (poco despu�s de la masacre de Ezeiza y de la renuncia de C�mpora y Solano Lima). All� se se�alan las implicancias pol�ticas de esta alianza:
Si una determinada concentraci�n de poder est� en condiciones de inscribir en el presente una utop�a c�vico-cuartelera, meramente restitutiva de un ayer tan imaginario como la "potencia" que se proyecta en el futuro, es porque los mismos grupos que podr�an oponerse al proyecto se han mutilado con el cuento de la realidad, la eficacia y la t�ctica [...] O de c�mo los buenos quieren el bien, pero los malos los cercan y los obligan a hacer el mal. El cerco, en efecto. El cerco ya est� tendido. (17)
Frente al "cuento de la realidad", se impone entonces "un edicto aristocr�tico":
[...] primero, la reducci�n de toda "literatura" a la poes�a, a sus rasgos pertinentes (que consisten en la anulaci�n interminable de sus rasgos pertinentes) y, segundo, la negaci�n de toda tentativa de escribir "pensando" en el semejante, en la semejanza, en la reproducci�n: un salto hacia lo otro y hacia la diferencia. (18)
Pero esta operaci�n ?llam�mosla cr�tica te�rica del popu(rea)lismo, y afirmaci�n de la soberan�a de la escritura ("no se trata del arte por el arte, sino del arte porque s�") (19)? es s�lo un aspecto de la flexi�n literal. Hay una segunda operaci�n que la acompa�a, y que ha sido menos se�alada por la cr�tica. Podr�amos denominarla uso plebeyo de la teor�a. Ambas operaciones forman parte de un mismo movimiento, y deben ser pensadas en conjunto. De lo contrario caer�amos en el error de tomar demasiado literalmente ?quiero decir: ingenuamente? el estatuto del discurso te�rico en Literal.
Doy un ejemplo: En Literal N�4/5, un texto que lleva por t�tulo "Juego de exclusiones" [pp.167-169], comienza as�: "Hablar un lenguaje ?sentencia Wittgenstein? es compartir una forma de vida". Al se�alar la distancia entre la versi�n "Literal" y el original ("...imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida") (20) no se trata aqu� de denunciar una ignorancia o de criticar una falta de atenci�n. Ni siquiera de se�alar un desinter�s por los protocolos de la seriedad acad�mica. No importa tanto el hecho ?no menor sin embargo? de que Literal cite mal, sino el deseo expresado en el olvido o la modificaci�n: mientras Wittgenstein afirma que, si se es capaz de imaginar un lenguaje, se es capaz de imaginar una forma de vida; la versi�n "Literal" implica que basta con "hablar" un lenguaje (imaginado quiz�s por otro) para "compartir" sin m�s su forma de vida. Ricardo Piglia, al intentar definir la l�gica econ�mica que rige en El frasquito, en cuyo centro se encuentra la casa de empe�os, la denomin� "Metaf�sica lumpen del milagro opuesto al trabajo productivo" (21) y esa definici�n bien podr�a aplicarse a lo postulado por la sentencia de Wittgenstein en su versi�n "Literal".
Si prefiero hablar de un uso plebeyo, un uso bajo o lumpen, de la teor�a, y no de un uso popular, es porque la noci�n de lo popular remite a una entidad m�s o menos estable y sustancial ("el pueblo") mientras lo plebeyo caracteriza ?antes que una sustancia? un movimiento, un gesto desafiante y resentido de apropiaci�n escandalosa, un uso y una ocupaci�n ?una invasi�n? violenta de un espacio preservado ("La plebe ultramarina" que, al decir de Leopoldo Lugones, ingratamente "nos armaba esc�ndalo en el zagu�n").
N�stor Perlongher, analizando El Fiord y la escritura de Osvaldo Lamborghini, hab�a se�alado este
[...] elemento singular, ya presente en Genet: c�mo la literatura de un marginal real, en vez de conformarse con la llaneza que algunos socialrealistas le atribuir�an estereotipadamente, se embarroca, se enreda en las lujurias de la lengua, pero sin dejar de recoger todas las hablas. Algo an�logo se podr�a decir de Osvaldo Lamborghini: apostar siempre a lo m�s "alto" para tratar lo m�s "bajo". [...] se escribe en fuga, la fuga lumpen, la deriva lumpen invade la escritura, la conduce a alocarse. (22)
Teniendo en cuenta la operaci�n caracterizada anteriormente, ser�a posible establecer algunas diferencias significativas entre El Fiord y El frasquito, y entre sus correspondientes suplementos cr�ticos, ya que creemos que en la caracterizaci�n de Literal como grupo se ha tendido a equipar textos que en realidad son muy diferentes.
1) Una primera diferencia, que me limito a se�alar aqu�: el ep�logo de Germ�n Garc�a a El Fiord, por su ret�rica, su l�gica argumentativa, su sistema de citas y de exhibici�n de nombres prestigiosos, etc., ser�a un claro exponente de lo que denomin� uso plebeyo de la teor�a; no as� el pr�logo de Piglia a El frasquito.
2) Se ha hablado de "est�tica de la mezcla" para caracterizar ambos textos literarios. Y evidentemente es un procedimiento central en El Fiord y en El frasquito, pero opera de manera muy diferente en ambos textos.
En El fiord la mezcla de flujos (sangre, semen, sudor, materia fecal, l�grimas, mocos, v�mito), de cuerpos (pr�cticas heterosexuales, homosexuales, incestuosas, orgi�sticas), de discursos (alto, bajo; de derecha, de izquierda, literario, te�rico; po�tico, gauchesco) a medida que el relato avanza, se transforma en un devenir delirante en el cual ya no hay mezcla, porque ya no existen identidades, mismidades o espacios "altos" y "bajos" que "luego" pudieran mezclarse. As�, Atilio Tancredo Vac�n es tambi�n Alejo Varilio Bas�n; Carla Greta Ter�n es Cali Griselda Tiremb�n; Sebasti�n es Sebas, Basti�n, Bastiansebas, Basti; Alcira Fafo es Amena Forbes, Aba Fihur, Araf�, Aicyrf�.
En El frasquito, por el contrario, la mezcla opera en el marco de un imaginario heterosexual masculino r�gidamente organizado en base a la oposici�n binaria tener / no tener. Se dise�an dos espacios separados de manera tajante (lo alto / lo bajo; las "alturas" de lo te�rico y las "bajezas" de lo popular) y se postulan diversos modelos de contaminaci�n entre ambos espacios, pero sin poner en cuesti�n su identidad respectiva, y sin que esa divisi�n en dos espacios deje de ser vivida dram�ticamente. As�, el "padrecito b�gamo" se queja:
La otra, siempre pensando en la otra, la otra y ella, ella y la otra, tenerlas a las dos juntas en una cama, que se hicieran amigas [...], cogerlas a las dos. [...] para poder parar un minuto, para no estar partido en dos partes. [...] se imaginan acostarse con dos mujeres, mantener dos mujeres, te hablan y parece que no van a terminar nunca. (23)
El segundo modelo en el que me interesa detenerme, postula la intromisi�n de un sujeto "bajo" en un espacio "alto". Pero antes de leerles la cita perm�tanme una �ltima digresi�n: en enero de 1984 se reedita El frasquito, sin el pr�logo original de Piglia. (24) Gusm�n escribe entonces un pr�logo de autor en el que recuerda: "A m�s de diez a�os de su publicaci�n ?acaecida en los ardores contestatarios previos a la elecci�n de 1973? me viene a la memoria el comentario de Oscar Masotta despu�s de leer el libro: su sorpresa de no encontrar ah� nada reivindicatorio." (25)
Ahora s�, situado El frasquito en "los ardores contestatarios" que antecedieron a la elecci�n del ?73, pasemos a la cita de este libro en el que, al decir sorprendido de Masotta en el recuerdo de Gusm�n, no habr�a "nada reivindicatorio". Y sin embargo...
Yo me cojo a la t�a, la t�a se abre de piernas para el sobrino, [...] Yo tomo el whisky del t�o, le uso la colonia. [...] yo me limpio la leche con la camisa del t�o, mancho la s�bana, dejo pelos por todos lados, le hago morder la almohada y le pregunto qui�n la tiene m�s grande, el t�o o yo. (26)
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Diego Peller
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NOTAS
(1) Giordano, Alberto, "Literal y El frasquito: las contradicciones de la vanguardia", en Razones de la cr�tica, Bs.As., Colihue, 1999, pp.63-4.
(2) "La historia no es todo", Literal, 4/5, noviembre 1977, pp. 9-18.
(3) Steimberg, Oscar, rese�a de O.L., El Fiord, China-Town, 50 p�gs., en Los Libros, 5, noviembre 1969, p.24
(4) Andr�s Avellaneda en el n�mero 120 de Todo es Historia. Subrayo yo.
(5) Ludmer, Josefina, El g�nero gauchesco. Un tratado sobre la patria, Buenos Aires, Sudamericana, 1988, pp.182-3.
(6) Freud, Sigmund, T�tem y tab� (1913), Obras completas, XIII, Buenos Aires, Amorrortu, 1997.
(7) Ricardo Piglia, "El relato fuera de la ley", en El frasquito, Buenos Aires, No�, 1973, pp. 7-23.
(8) Panesi, Jorge, "La cr�tica argentina y el discurso de la dependencia", en Cr�ticas, Buenos Aires, Norma, 2000, pp. 35-37.
(9) Dottori, Nora, "�Qui�n se asusta hoy de Edipo?", en 7 D�as, n� 300, pp.75-6. Citado en Panesi, op.cit., p.36.
(10) La Prensa, Buenos Aires, 26/11/78. Citado en Libertella, H�ctor (comp.), Literal 1973-1977, Buenos Aires, Santiago Arcos, 2002, pp.143-146.
(11) Giordano, Alberto, op.cit., p. 82.
(12) Panesi, Jorge, op.cit., p. 35. Subrayo yo.
(13) "La intriga" es el t�tulo de un texto aparecido en el n� 1 de Literal [p.119-122], y fue escrito por Osvaldo Lamborghini, seg�n el testimonio de Germ�n Garc�a (cfr. de este �ltimo "La intriga en Osvaldo Lamborghini" [1986], en Fuego amigo, Buenos Aires, Grama, 2003, pp. 43-9). Dos textos llevan por t�tulo "La flexi�n literal"; ambos formaron parte del n� 2/3 de la revista, pp. 9-14 y 145-148].
(14) "La intriga", Literal n�1, pp. 119-122.
(15) "La flexi�n literal", Literal, n� 2/3, pp. 9-14
(16) "La flexi�n literal, Literal, n� 2/3, pp. 145-148
(17) Literal, n� 1, pp. 35-36. Escrito, seg�n H�ctor Libertella, por Germ�n Garc�a y Osvaldo Lamborghini
(18) "Apuntes alrededor de 35 versos de ?Elena Bellamuerte?", Literal, n� 2/3, pp. 59-73. Escrito por Osvaldo Lamborghini y Josefina Ludmer, seg�n H�ctor Libertella y J. Ludmer.
(19) "No matar la palabra, no dejarse matar por ella", Literal, n� 1, pp. 5-13.
(20) Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones filos�ficas, Barcelona, Cr�tica, 2002, p. 31, par�grafo 19: "...imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida". Subrayo yo. La palabra en el original alem�n es "vorstellen" en los dos casos.
(21) Piglia, Ricardo, "El relato fuera de la ley", op. cit., p.14.
(22) Perlongher, N�stor, "Ondas en El Fiord. Barroco y corporalidad en Osvaldo Lamborghini", Papeles insumisos, Buenos Aires, Santiago Argos, 2004, p.206
(23) Gusm�n, Luis, El frasquito, Buenos Aires, No�, 1973, p.53.
(24) Quien nunca volvi� a autorizar su publicaci�n.
(25) Gusm�n, Luis, "Pr�logo" de 1984 a El frasquito y otros relatos, Buenos Aires, Alfaguara, 1996, p.17.
(26) Gusm�n, Luis, El frasquito, Buenos Aires, No�, 1973, p.63.
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