PRESENTACIÓN
          por Marina Kogan
           
          Marina Mariasch nació en 1973, es poeta y es editora de la pionera Editorial Siesta. Publicó coming attractions, XXX y el reciente y dorado tigre y león. .
          Los poemas que presentamos parecen tener su germen en este último libro. Un tono picó allí y se despliega en esta serie. Una voz que es un nosotros en el precipipio o al borde de la autopista, frente al resto del mundo. Ese nosotros construye un ámbito restringido y privado frente a un mundo exterior de gente que va al cine o chicas en bikini. Nosotros, equipo, vive al borde de un precipicio en medio del bosque donde no hay nadie más. Un precipicio por el que nosotros no cae, una casa donde nosotros juega con cuchillos filosos mientras el resto pela caramelos y las luces se apagan en el cine.
          El mundo exterior amenazante para la intimidad lanza flechas que ella, la mayor, ataja. Pero son flechas débiles. Si te das/ vuelta en el sistema/ girás, y gira Mariasch su mirada en estos poemas. En la preservación de lo privado, lo exterior se compone como un resto masivo, frágil y vulgar. Amenaza porque podemos ser parte de lo mismo otro, monstruo de nuestras pesadillas que está en la pantalla. Porque Me quedo en casa como todas/ las mujeres del mundo, unidas/ a sus hijos, pero esa casa queda al borde del precipio, donde no hay nadie, donde nosotros tiene hijos y les enseña a leer y a escribir en silencio.
          En la ruta pasan los camiones de sandía y de ganado, y en la casa, nosotros, silenciosos, vive en un peligro cálido, con miedo y planes secretos, uno cerca del otro o cuidadas por un encanto, pero siempre al borde, siempre peligro, porque
          en el peligro está la salvación.
           
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          Marina Mariasch - Poemas
           
          Lo filoso del mundo se cierra, como una navaja
          Que se cierra y no lastima
          En la mano, cerrada, suave y firme,
          Que no escucha ningún ruido de varón
          Después del click de la puerta. Nos sentamos
          Juntas, sin sorpresas, sin alarmas,
          Estamos seguras y cuidadas por un encanto
          Contra las flechas que dispara el mundo, que yo atajo
          Son débiles hasta el injurio. Todo blanco, amarillo y quieto
          Las margaritas de nuestra vida se deshojan
          Florecen, y se deshojan
          Cada pétalo que cae hace más, no menos,
          Que crezcan fuertes, fuera del alcance del hombre, accesibles
          Sólo a quien nos quiere más, más ricas o más pobres.
           
           
           
          Hicimos una casa
          Cerca de un bosque
          Pero no en uno
          Porque la queríamos
          soleada. No hablamos
          Con nadie y cuando tuvimos hijos
          Los escondimos
          Les compramos libros y les
          enseñamos a leer
          y a escribir nosotros mismos.
          La casa queda junto
          a un precipicio
          A la madrugada nos acercamos
          Y tiramos cosas, como botellas,
          Tazas, juguetes o lo que haya
          Por ahí y escuchamos
          Cómo suenan
          Al estrellarse contra
          Las rocas.
          Cuando volvemos
          Es más lindo
          Estar en la casa
          Sin hablar, sin nadie
          que se caiga por el precipicio.
           
           
           
          Cuando todos estaban en el cine nosotros dos
          pelábamos papas en equipo. Pedacitos de cáscara
          rompían el silencio, caían de a uno
          como gotas de una canilla mal cerrada:
          el frío se acomodaba entre nosotros, algo para compartir.
          Brillaba en un balde de agua limpia.
          Y caían de nuevo. Como salpicaduras agradables
          en un día de calor
          mojaban el trabajo de cada uno
          nos hacían recobrar los sentidos.
          Así, mientras las luces se apagaban y se encendía
          la película, y unos se acomodaban en la silla y otros
          pelaban caramelos o hacían shhhhh
          nosotros pelábamos papas, nos hacíamos chistes
          con cuchillos filosos en las manos, muy cerca
          uno del otro, nunca tan cerca
          en todo el resto de nuestras vidas.
           
           
           
          El verde avanza. Se acerca
          El campo. El resto
          No tiene este paisaje.
          Perritos mojados
          Al borde de la autopista
          ven pasar los camiones de sandía,
          De ganado. Un día
          Las chicas con bikini que llenan
          Los asientos los verán
          Con puntos negros
          En la banquina. En el peligro
          está la salvación.
          El destino es lo parado, los pelos
          Secos por el mar, la piel
          Seca por la sal, el parador
          El pelo como paja por el mar entre los
          Médanos. Lo digo al oído, bajo
          El calor que derrite los auriculares
          Todo el sonido: tengo un deseo
          Una remera que dice
          Dormir juntos.
           
           
           
          Vos y yo
          no deberíamos estar juntos:
          Tomar café, tomar té.
          Es la una y la luz es gris
          como siempre es
          el papel de diario. Si te das
          vuelta en el sistema
          girás. Hasta donde
          yo sé podemos ir
          al cine y morirnos
          de frío/ morirnos de calor.
          El monstruo de nuestras pesadillas
          está en la pantalla. Tomás café
          tenés la mente negra, llena
          de planes secretos. Hasta donde
          yo llegue estás adentro,
          padre, hijo, hermano, un chico
          cualquiera me convidó
          un caramelo. Picó. Los papis
          quieren mi perro, mis bebés,
          mis orejas. Me comería
          tus hijos. Mientras, volás.
          Tratamos duro
          de que no hubiera un fan.
          Nos sacamos el hambre,
          el sueño. Decís que estás
          en contacto. Una persona dormida
          en la cama. Una persona en la cama
          metida. Tenemos miedo
          en el corazón, cucharita,
          cucharón. Tenemos medio
          corazón. Un hielo. Un yeso.
          Duro. Estamos rodeados
          de verde. Me invitás
          a salir, a entrar, a salir
          otra vez. Me tomo
          un helado, te da miedo? Te gusta
          la parte de adelante? Me gusta
          tu madre. Pusiste mi nombre
          chiquito en un sobre así
          lo dice mi abuela: Mar-
          inita. Negro. Bañado
          de alquitrán como el monstruo
          de nuestras pesadillas.
          Todo negro menos
          Ojo. Tengamos cuidado.
          Nadie saldrá herido si
          Nadie sale vivo de aquí
          Todo sale bien si
          Todos obedecen. Abran la caja.
          Una caja llena
          de corazones rotos. Un lugar
          en la mesa familiar.
          Cada uno en su lugar. Todo asado,
          dividido. Voy a enseñarle a mi hijo
          a disparar un rifle de aire comprimido
          para que me defienda
          de los monstruos de los sueños
          malos. De lo malo. Me voy
          al Oeste, al Sur, al
          conurbano a meterme
          en la boca del lobo. El hombre
          lobo me gusta. Me preguntás
          por la música. Me pregunto
          si hubo alguien aquí. Papá,
          hubo un globo y se pinchó.
          Pá, pá, pá, pá,
          Pá, pá, pá, pá.
          Esta vez te dejo ir yo.
          Me quedo en casa como todas
          las mujeres del mundo, unidas
          a sus hijos. Yo? Nunca estuve
          en la guerra. Tengo la música, alzo a mis hijos
          hasta lo más alto, el agua cae
          moja todo, todas las estrellas
          son fugaces. Mientras:
          me concentro y analizo y
          te alzo hasta lo más alto. Tomo
          algo nuevo, sólo por el cambio.
          La, la, la. Después de todo no está
          tan mal. Ahá, ahá.
          Me como el jabón. No me dejás
          opción. Este, Oeste, La
          Matanza podría ser. Sabés
          bien. Hago una hoguera
          con ramas verdes para que tarde
          en prender y lance llamas. Galopo
          alrededor del fuego hasta que crepite,
          se encripte, y alguien adivine
          lo que tengo que hacer.
           
           
           
          Marina Mariasch