1
las rosas de China
llegan por el río
tiernas volutas de marchita carne
que extraviaron el rumbo
yo no sé
si son los reflejos de la luna
o las preguntas susurradas
por el agua
los que le devuelven
su dimensión de flor
su etérea cualidad aérea
hecha de habitar todos los lugares
del pensamiento
2
un vuelco
en la rama de eucaliptus
busca el río
pero el río no busca nada
y se lleva a la rama
para siempre
es el no querer
lo que retiene
y el deseo
el que todo lo pierde
en un fluir
3
Yo sé que este río
refleja toda una vida.
Una vida que, en realidad,
estuvo/transcurrió en otra parte.
¿Cómo pudo esa vida llegar
a rozar la indecisa corriente
que nos lleva?
¿Cómo pudo venir a instalarse
en algo que le era tan ajeno?
De todo esto sólo sé
que será muy difícil
trazar en el agua
la línea entre lo que es
y lo que, probablemente,
no necesite ser nunca.
4
Te mira el río para no volver.
La luz se desprende en oscilaciones
que habitan un aire más sutil,
sólo respirable
para aquello que interroga a la pregunta.
Un rápido borrador de tu aliento que no duda,
un proyecto de las múltiples
posibilidades del error,
un atisbo de lo que podría ser
si algo no fuera,
una hipótesis que sólo cuenta
con el tiempo pasado
para expresarse.
Un no volver que sabe a veces
no haber estado nunca.
5
las sombras ya no bajan
del cielo
sino suben
desde el río
¿qué pasó
con las sombras celestes?
¿de dónde vienen
estos fantasmas acuáticos
de la muerte de la luz?
a veces creo
que una compleja
pirueta circense
ha transformado
el agua en aire
y el aire en agua
pero nosotras
criaturas intermedias
seguimos siendo
lo que éramos
o lo que nunca pudimos ser del todo
fuerzas neutras
y a la deriva
entre una luz y otra
entre una sombra
y otra sin importar arriba
o abajo
6
las lanchas se van
rezongonamente
a dormir
a través de un mar
de estrellas
el viento
y la luna
apenas creciente
todavía no definen
el lento discurrir
de las mareas
el arroyo aguarda
su sino
de existencia
y una garantía
de identidad
Arroyo Seco
o Arroyo Marchini:
un poblador favorecía
el patronímico
pero a mí
me persigue
el otro nombre
que habla
paradojalmente
de lo que no puede ser
el otro nombre
que nos recuerda
nuestra propia sequía:
el erial
de no ser lo que somos
ni siquiera
cuando un mar de estrellas
nos contempla
a la vera de un arroyo
que podría
no existir
7
veo la luna rozar el agua
y el agua
a horcajadas de la luz
inundar el cuarto
con líquidos garabatos
en un idioma desconocido
y siento que dormir aquí
es como extraviarse
en un acuario
laberinto que fluye
donde la entrada no la salida
es lo que se sustrae a nuestra búsqueda
ni inmovilidad ni movimiento
sólo rondas de resplandor
que en sí mismas se desmayan
Laura Cerrato