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Este texto corresponde a la versión publicada en 1969 por Christian Bourgois Editeur. Eva Perón fue representada el 2 de marzo de 1970 en el Teatro I`Epée-de-Bois por el Grupo TSE, con puesta en escena de Alfredo Arias, escenografía de Roberto Plate y vestuario de Juan Stoppani, con Facundo Bo, Marucha Bo, Philipe Bruneau, Jean Claude Drouot, Michele Moreti.
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El motivo por el cual decidí traducir Eva Perón de Copi obedeció, en un principio, a mi interés por incorporar otro texto a un corpus literario más vasto, inscripto en el marco del proyecto “Cuerpo, discurso y poder: a propósito de Eva Perón”, que llevo a cabo como becaria de investigación de la Secretaría de Ciencia y Técnica (CICITCA) de la Universidad Nacional de San Juan, bajo la dirección de la lic. Estela Saint-André.
En un primer momento, el texto traducido tuvo por finalidad formar parte de la bibliografía de consulta personal. La idea de la publicación surgió posteriormente por iniciativa de Carlos Gazzera, quien se mostró interesado en que esta traducción apareciera en Revista TRAMAS, puesto que hasta el momento no ha llegado a nuestras manos una versión en español del original francés.
Creo necesario, entonces, aclarar que esta traducción no pretende ser el resultado del trabajo de un traductor de oficio, métier que de ningún modo me atribuyo. Esto no quita la minuciosidad y la dedicación con las que he intentado realizar la tarea.
Quiero agradecer a Laura Raso por su infinita generosidad intelectual y afectiva, sin su apoyo incondicional este trabajo no hubiese sido posible; así como también a Adriana Collado por sus agudas y sutiles observaciones.
Mi agradecimiento tanto al Director de la Revista TRAMAS, Carlos Gazzera como al Consejo Directivo, Néstor Agüilera, Soledad Boero, Claudio Díaz, Ana García, Andrea Guiu, Silvana Mandolessi, Tania Mastronardi, Carlos Perna, Fernando Piñero, Candelaria de Olmos y Daniela Spósito, quienes confiaron en mi trabajo.
Gabriela Simón
Febrero 1998
A Julian Cairol
Evita, su madre. Evita busca un
vestido dentro de una valija.
Evita:
Mierda. ¿Dónde está mi vestido
de presidenta?
Madre:
¿De qué vestido me estás
hablando, querida? Todos tus
vestidos son de presidenta.
Evita:
Vos sabés bien cuál quiero
decir. El de mi retrato oficial. El
más simple, el de las camelias.
Madre:
¡Ah!, ése.
Evita:
¡Dónde mierda habré metido
ese vestido!
Madre:
Lo que tenés que hacer es
ordenar tus cosas. Metés tus vestidos
en cualquier valija, cuando sabés bien
que cada vestido tiene un número
escrito arriba, y que a cada serie de
números le corresponde una valija
diferente.
Evita:
Me cago en los números.
Madre:
¡Y bueno! Ahí tenés el
resultado.
Evita:
La culpa es de la enfermera.
Le dije mil veces que guardara mi
vestido de presidenta en esta valija.
¿Dónde está la enfermera?
Madre:
La enfermera no está. Es
un ser humano. No puede pasarse la
vida ordenando tus vestidos. Esa
pobre chica tiene derecho a quedarse en
su habitación escuchando la radio de
vez en cuando.
Evita:
Che, cerrá esa valija.
Ella abre una segunda valija. La
madre pone lo que estaba adentro
de la primera valija en su lugar.
Madre:
¡Mirá un poco este desorden!
¡Fijáte, acá está tu vestido! ¿No
es este?
Evita:
¿Dónde lo encontraste?
¡Dame!
Madre:
Ahí, en el suelo. Tirás todo
en cualquier parte. Mirá cómo está
de arrugado. Un vestido tan lindo. Te
lo voy a planchar para esta noche.
Evita:
No, me lo voy a poner ahora.
Andá a buscar a los demás.
Madre:
No vayas a despertar al pobre
Perón que tiene migraña, Evita.
Evita:
¿Y qué? Yo tengo cáncer.
Madre:
No empecés de nuevo con
tu historia del cáncer.
Evita, (se viste):
¡Tengo cáncer! ¡Y además estoy
harta de las migrañas de Perón!
Eso se cura con una aspirina,
¡pero un cáncer! ¡Voy a estirar la
pata! Y vos, vos te cagás de risa
de mi desgracia. Todos ustedes
se cagan de risa. Lo único que
esperan es el momento en que
yo reviente para heredarme. Vos
querías conocer el número de mi
caja fuerte en Suiza, ¿eh, vieja zorra?
¡El número de mi caja fuerte no se lo
voy a dar a nadie! ¡Moriré con él!
¡A vos, lo único que te quedará es
mendigar! ¡O hacer la calle como
antes! Andá a despertar a los demás.
Madre:
¡No hablés así a tu madre! ¡No voy
a ir! Dije que no voy, y no voy. Así
vas a aprender a no insultar a tu
madre. Como si yo no fuera a tener
bastantes problemas quedando en
la miseria cuando te mueras.
Evita:
Podés ponerte uno de mis vestidos,
si querés. Pero nada más que por
esta Noche. El de puntilla roja que
me queda bastante grande. Agarrálo.
Tomálo, tenélo, Te lo doy. Podés
usarlo con el chal de felpa dorada.
Voy al baño.
Ella sale.
¡Perón! ¡Ibiza!
La madre se pone el vestido. Ibiza entra.
Perón entra.
Madre:
¿Está mejor de la migraña,
Perón? (Ella se acerca a Ibiza, quien
Le sube el cierre relámpago de la
Espalda) ¿Sabe lo que me dijo? Me
dijo que no nos dará el número de su
caja fuerte en Suiza y que cuando se
muera sólo me quedará hacer la calle.
Es increíble ¿no? ¿Dígame, Ibiza,
usted cree que yo debería hablar de
esto con Perón?
Ibiza:
¿Qué caja fuerte en Suiza?
Madre:
¿Se acuerda cuando ella
fue a Suiza el año pasado?, bueno,
abrió una caja fuerte y puso allí
toda la guita del contrato de la lana
con los portugueses. Parece que
cada caja fuerte tiene un número
escrito arriba. Si uno no conoce
el número de la caja fuerte no
le permiten sacar el dinero. Y ella
no quiere darnos el número de la
caja fuerte.
Ibiza:
¿Entonces?
Madre:
¿Entonces, qué va a ser de mí?
Ibiza:
Usted tendrá una pensión del
Estado.
Madre:
Sí, pero escuche, Ibiza. Sé que
puedo hablar con usted como si
fuera un hijo. Pero, ¿comprende lo
que quiero decir? A Perón lo quiero
como a un hijo, él no va a dejar que
me muera de hambre, estoy segura.
¡Pero usted bien sabe que un golpe
de Estado se hace rápido! Es por
eso que ella puso la plata en Suiza.
Si lo echan (1) a Perón ¿qué va a
ser de mí?
Ibiza:
Usted siempre podrá contar
conmigo.
Madre:
Pero, escuche, si a usted lo
matan, Ibiza, ¿se da cuenta? Eso
puede suceder.
Ibiza:
Pero, si me matan, la matarán
a usted también, ¿no?
Madre:
¿A mí?, ¡no van a animarse
a matar a una vieja!
Ibiza:
Y, usted sabe.
Madre:
Pero... ¡no van a animarse
a matar a la madre de Evita!
Ibiza:
Vamos.
Madre:
No, pero, ¿qué es lo que
está diciendo? ¿Usted cree que
van a matarnos a todos?
Ibiza:
Yo no dije eso, pero...
Madre:
¡Usted se burla de mí! ¿Qué hice
de malo yo? ¿Van a matarme
porque soy su madre?
Ibiza:
Bueno, no se haga problema
por eso. No habrá golpe de Estado.
¿Por qué habría un golpe de Estado?
Madre:
Un golpe de Estado, se hace
rápido, Ibiza. Recuerde, se hace
muy rápido, un golpe de Estado.
Oiga, Perón, yo quisiera hablar
con usted de algo muy urgente.
Se trata de la caja fuerte de Evita
en Suiza. ¿Me escucha?
Voz de Evita:
¡Enfermera! ¡Enfermera!
Ruidos.
Madre:
¿Qué le pasa ahora?
Enfermera, (entra):
¡Ayúdeme! ¡Ella se siente mal!
¡Está descompuesta y no logro
abrir la puerta! ¡Está cerrada
con llave!
La enfermera e Ibiza salen.
Madre:
¡Ay, pobrecita! ¡Qué desgracia,
Perón, qué desgracia!
La enfermera entra, toma su maletín,
saca una jeringa, vuelve a salir.
Madre:
Ah, ¡qué desgracia! ¡Mi pobre
hija! ¡Tengo miedo de verla en ese
estado! Perón, ¿me escucha?
Evita entra, sostenida por Ibiza y la
enfermera.
Ibiza:
Sentáte. ¿Te sentís mejor?
Evita:
¡Suéltenme! ¡Dije que ya estoy
bien! Me podría haber muerto en
el baño que él ni hubiera movido
un dedo. Vive dentro de su migraña,
como encerrado en un capullo.
Todo el mundo se muere, vos sabés,
es algo que puede pasarle a todo el
mundo, también a los Generales de
uniforme. A ver, deme mi valija de
maquillaje. Es algo que puede pasarte
a vos también, y hasta más rápido
que a mí. Las migrañas son más
peligrosas que el cáncer, son telarañas
adentro de la cabeza, las migrañas no
perdonan. El día de mi atentado yo
volaba en el aire llena de sangre y él
en el auto atrás ni se inmutaba, la
mano levantada como una estatua.
Hizo falta que fueran los espectadores
del desfile, los que vinieron a recogerme.
Él ni siquiera salió de su Cadillac. No se
va a calentar por un cáncer, sobre todo
cuando a él le conviene que yo muera.
Madre:
Si hubiera sabido que era para
esto que me hacían volver, me hubiera
quedado en la Costa Azul. ¡Ustedes no
me necesitan para hacer lo que hacen!
¡Es increíble!
Además todos ustedes me tratan como
si yo fuera su esclava, ¡qué horror! Tal
vez sea imbécil, pero estoy sana, yo no
estoy loca. Ella me mete siempre en
historias de locos; ¡es inhumano! ¡Estoy
harta! ¡Sí! ¡Me voy! ¿Me escuchás?
¡Prefiero mendigar! ¡Qué reviente con
su guita!
Ella sale.
Evita:
¿Ella no tiene llave, no?
Ibiza:
No. Estoy seguro.
La madre entra.
Evita:
Usted puede ir a su habitación.
Enfermera:
Sí, señora.
Evita:
Me he vuelto loca para encontrar
mi vestido. ¿Cuántas veces le dije que
guarde mi vestido en esta valija?
Enfermera:
Yo lo guardé en esa
valija, señora.
Evita:
Estaba allí, en el suelo, todo
arrugado. ¡Mire esto!
Enfermera:
Discúlpeme, señora.
Evita:
Vaya, vaya a su habitación.
La enfermera sale.
Evita:
Dale, pasáme la valija de
las joyas.
Madre:
Esa pobre chica había puesto
en su lugar el vestido. Es ella la que
lo tiró al suelo esta mañana. Se
levantó muy temprano para probarse
todos sus vestidos. Yo la seguí, yo
la vi hacerlo. Así que ni siquiera está
enferma. Es otro más de sus golpes
políticos. La conozco bien. ¡Qué sucia!
Y sí, es una cerda.
Ibiza:
¿No puede callarse un poco?
Perón sale.
Madre:
Escuchá, Evita, dame el número de
la caja fuerte. Y si no dejá que me
vaya. ¿Me dejás ir? ¡Vos no me
necesitás!
Evita:
Vos, andá a tu pieza.
Madre:
¡No! ¡No voy a ir!
Ella sale.
Evita:
Voy a hacer un baile.
Ibiza:
¿Qué? ¿Un baile? Che, ¿no
hablás en serio? No te olvidés
que te ponés inyecciones calmantes
desde hace meses, Evita. No estás
bien.
Evita:
¿Estoy encerrada aquí desde
cuando? Desde hace diez días, ¿no?
Nadie me ha visto desde hace diez
días. Creen que estoy con un pie en
la tumba, pero yo todavía resisto.
Ibiza:
Y sí, estás con un pie en la
tumba, querida. ¡Resistís cargada
de morfina!
Evita:
Estoy lúcida. Sé que estoy
lúcida. Necesito que me ayudés.
Ibiza:
Vos no podés hacer un baile.
¡Un baile! ¡No tiene goyete!
Evita:
Un baile, no. Una cena para
los íntimos. Invitaré a dos o tres
personas, nada más. Quiero ver
a Fanny.
Ibiza:
Vamos, querida. Nos has pedido
que nos quedemos encerrados con vos
hasta el final. Es el infierno, estoy de
acuerdo, pero era tu idea. ¡Y ahora
querés hacer un baile! ¡O una cena para
los íntimos! Vamos Evita, no seas
cobarde; ya es casi el final. Seguí
torturándonos todo lo que vos querás,
de todas maneras a nosotros nos gusta,
pero no te des en espectáculo, querida.
No estaría bien. Saldremos de aquí con
tu cadáver embalsamado y serás para
siempre la imagen misma de la santidad,
Evita Virgen María. No arruinés tu propio
plan. Quedate tranquila. ¿Te das cuenta
del estado en que estás? ¡Evita...!
Evita:
¡Enfermera! ¡Venga a hacerme las
uñas! Vos vas a invitar al ministro de
agricultura y a su mujer. Vas a invitar a
Fanny y a Jeanine y a su hermano el
senador. Encargá comida para todo el
mundo. ¡Y champagne para Fanny!
Hacelos pasar por el montacargas para
que nadie los vea entrar.
Ibiza:
Perón no va a querer.
Evita:
¡Me importa un carajo! Perón está
en su habitación con su migraña.
Vos tenés la llave ¿no?
La enfermera entra.
Venga a hacerme las uñas.
¿Dónde está mi madre?
Enfermera:
Creo que la señora escucha
el radioteatro de la tarde.
Evita:
¡Mamá! ¡Vení a hacerme
compañía! ¡Dejá tu radio! ¡Entonces,
Andáte! ¿Qué esperás?
Ibiza:
Decíme primero lo que planeás.
Evita:
Lo único que planeo es una
reunión de amigos. Uno se caga de
aburrimiento aquí. ¿Qué hay de
sospechoso en esto? ¿No es cierto
que usted se aburre?
Enfermera:
No, señora. Es mi trabajo.
Evita:
¡Muy bien! Esta noche usted podrá
bailar. Le prestaré uno de mis vestidos.
Yo quiero el rojo granate. El Revlon.
¿Queda?
Enfermera:
Sí, señora.
Evita:
¿O el negro...? ¿Qué le parece?
Enfermera:
Me parece más lindo el granate,
señora.
Evita:
Entonces el granate. Apuráte,
Ibiza.
Madre, (entra):
¿Qué querés ahora?
Evita:
Vení a hacerme compañía, querida
mamá. Ibiza, ¿vas a ir a hacer lo que
te dije?
Madre:
Si va a salir de esta prisión,
tráigame revistas de cine.
Evita:
Habrá un baile, mamá. ¿Querés
invitar a una de tus amiguitas?
Madre:
¿Un baile? ¿De qué baile estás
hablando?
Evita:
Nosotros hacemos un baile.
Madre:
¿Un baile aquí? Te estás muriendo,
¿no vas a hacer un balie?
Evita:
No me estoy muriendo. Tengo
el cuero duro, voy a resistir mucho
tiempo.
Madre:
Entonces, ¿qué hacemos
encerrados aquí?
Evita:
¡Ella querría verme reventar
pronto! Al número de la caja
fuerte, no lo tendrás.
Madre:
Si es todo lo que tenías para
decirme vuelvo a mi habitación,
por favor.
Evita:
¡Quedate acá! ¿Vas a ir Ibiza?
Ibiza:
No, querida. No voy a ir.
Madre:
¿Adónde no quiere ir?
Evita:
A buscar a los invitados.
Madre:
¿Por qué? ¿Después de todo
por qué no podemos invitar gente?
¿Por qué no podemos hacer un baile,
después de todo?
Evita:
Ella quiere aprovechar el baile
para fugarse. De aquí no salís hasta
que yo me muera, de eso podés estar
segura.
Ibiza acaricia la cabeza de Evita.
Evita:
Me estás moviendo, ella no
puede hacerme las uñas.
Ibiza sale. La madre lo sigue, ella
vuelve a entrar.
Madre:
¡Se fue!
Evita:
Sentáte. Pará de moverte.
¿Dónde está Perón?
Madre:
Tenía migraña. Está en su
habitación. Recién me pidió que
bajara la radio. ¿Evita, creés que
es prudente hacer un baile?
Evita:
¿Prudente? Che ¡qué has
aprendido palabras chics desde
que vas a la Costa Azul!
Madre:
Evita, yo no bromeo. ¿Sabés
lo que dicen por la radio?
Evita:
¿Qué dicen por la radio?
Madre:
Hablan de vos todo el tiempo.
Pasan tu vida en folletín y después
anuncian que te estás muriendo. Hay
mucha gente que espera del otro lado
de la puerta.
Evita:
¿Y entonces?
Madre:
Entonces, ¿te parece que se
puede hacer un baile? ¿Y si se dan
cuenta? Es ridículo.
Evita:
Calláte, yo sé lo que hago.
¿Escuchó la radio, usted?
Enfermera:
Sí, señora. Pasan comunicados sobre
su estado de salud. Dicen que usted
está inconsciente y que su señora
madre y el general Perón están junto
a su cama, acompañándola.
Evita:
¡Y sí! ¡Hubiese sido una linda
muerte! ¡Preste atención! ¡Mire lo
que hace!
Enfermera:
¡Discúlpeme, señora!
Evita:
¡Mire mi vestido! ¡Me lo ha
manchado con sangre! ¡Además le dije
el negro y usted me hizo las uñas rojas
como una puta! ¡Váyase! ¡Vaya a su
habitación!
La enfermera sale.
Evita:
Hacéme las uñas, mamá.
Madre:
Soy miope. Y además no
tengo ganas.
Evita:
Cualquiera diría que me adorás.
Y así querés heredarme.
Madre:
Sabés que te amo, Evita. Pero
no veo de qué puede servirte que yo
te ame, o que te haga las uñas. ¡No
empecés de nuevo a enredarme con tus
historias! ¿No podés dormir un poco
o quedarte en tu habitación a escuchar
la radio como los demás? Tenés el
diablo en el culo, Evita.
Evita:
Me voy a morir. No tengo tiempo
para escuchar la radio.
Madre:
Vamos, vamos, dejáte de hablar
pavadas.
Evita:
¡Qué zorra que sos!
Madre:
¡Zorra, yo! ¡Así que soy yo, la
zorra! Te vi llevar y traer las ampollas.
Te seguí dos veces durante la noche y te
vi cambiar las ampollas de medicamento
por no sé qué cosa. Ahora no te hagás
la artista. Yo no sé qué golpe preparás
ni quiero saberlo, eso es asunto tuyo,
pero a mí, a mí no me la hacés.
Evita cachetea a la madre.
Evita:
Che, vieja arrugada, sabés bien
que voy a terminar por darte el número
de la caja fuerte. Así que tené un poco
de paciencia. Dentro de un mes estarás
en Montecarlo para hacerte coger por
los gigolos franceses. Hacéme las uñas.
Dale, hacéme las uñas.
La madre le hace las uñas.
Contáme.
Madre:
¿Qué?
Evita:
Montecarlo y todo eso. Che,
vos sí que la pasás bien. Contá.
Madre:
Hago una vida tranquila.
Evita:
Mentirosa.
Madre:
Es verdad. Prefiero eso. Me
invitan a todos lados, a todos los palacios,
a todos lados. Saben que tengo mucho
dinero, sabés, y además la embajada
me regaló dos grandes autos ingleses.
Pero hago una vida tranquila, me quedo
en casa. Tengo un amante.
Evita:
¿Uno solo?
Madre:
Calláte, Evita.
Evita:
¿Estás enamorada? ¿Estás
Enamorada?
Madre:
Me vas a salir ahora con una
de tus chanchadas.
Evita:
No jugués a las damas conmigo.
Dale, contá.
Madre:
Me voy a casar.
Evita:
¿Con quién?
Madre:
Con alguien. ¿No pensarás que
cuando te mueras voy a volver al dos
ambientes de la calle Tucumán? Sobre
todo teniendo en cuenta que voy a
quedar en la ruina.
Evita:
Contá, dale contá. ¿Con quién?
Madre:
Es un tipo muy bien. Alguien
que se ocupa de los caballos de carrera.
Evita:
¡Qué boluda que sos! ¿Cuánta
guita le prestaste?
Madre:
¿Yo? ¡Nada! ¡Ni un centavo!
Evita:
¡Mentirosa!
Madre:
¿Creés que él se me caga de risa
en la cara?
Evita:
¡Qué boluda! ¿Te has mirado la
jeta en el espejo últimamente? ¿Entonces?
¿Qué pensás? Se caga de risa en tu jeta.
¿Sí o no? ¡Andá, idiota, no servís ni para
hacer la manicura! ¡Andá, abrí el estuche
de las joyas, te voy a dar el número de
la caja fuerte!
Madre:
¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde?
¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde?
Evita:
En el fondo, el sobre. Rompélo.
¡Leé! ¿Ves? No hay una caja fuerte,
¡hay diez cajas fuertes por todas partes
del mundo! ¡Por todas partes! ¡Entonces,
no seas bruta! ¡No te casés! ¿Me escuchás?
¡No llorés! ¡Mirá un poco lo que me
hiciste!
¡Me has enchastrado con el esmalte de
uñas hasta los codos! ¡Qué idiota! ¡Andá
a tu habitación, idiota! ¡Andáte, estúpida!
¡Enfermera! ¡Andáte! ¡Llamá a la enfermera!
¡Enfermera! ¡Venga rápido! ¡Despierte a
Perón! ¡Me duele! ¡Necesito una inyección!
¡Enfermera!
La madre sale.
Evita:
¡Qué idiota, Dios mío, pobre
boluda!
La enfermera entra.
Evita:
¿Dónde está Perón?
Enfermera:
Ya viene, señora.
Evita:
Escucháme, ya espicho.
¡Váyase, idiota!
La enfermera sale.
Evita:
Me muero. Creo que va a ser
esta noche. Me duele todo. Tengo
miedo. No es joda. Tengo mucho
miedo.
Ibiza entra.
Ibiza:
¿Cómo estás? ¿No estás bien?
Hice el pedido. Fanny, tres faisanes,
Jeanine, una caja de champagne. ¿Qué
más? Van a pasar por el sótano y van
a subir por el montacargas, a escondidas.
La casa está llena de gente, estacionan
acá permanentemente. Los embajadores
trajeron a sus esposas. Todas ellas tienen
el mismo tailleur, todas. Todos los ministros
tienen la misma corbata. No negra. Azul
marino. Y como siempre, los periodistas
americanos con sus trajes rojos.
Parece que hay también estudiantes
vestidos de negro, pero yo no los he visto,
los han encerrado en el vestíbulo. Ves el
espectáculo. Cuando ellos me ven se callan,
no se animan ni a hacer preguntas, creen
que sucedió hace varios días y que
esperamos que esté embalsamado, disecado,
bien limpio antes de exponerlo.
Parece que durante la noche hubo que
llamar al orden a varios periodistas que
se masturbaban bajo sus sucios
impermeables.
Evita:
No quiero verlos más, ni a Fanny
ni a los otros. Decíles que se vayan.
Ibiza:
Como querás. Tenés tiempo para
decidirte. De todas maneras estarán
aquí sólo media hora.
Evita:
¿Y afuera? ¿En la calle? ¿Qué
hacen?
Ibiza:
¿Afuera? ¿En la calle? No hacen
nada.
Evita:
Siempre es así cuando tienen
miedo. Se esconden en sus madrigueras,
no se mueven. Ya lo sé. Es como el día
en que llegamos, las calles estaban
desiertas. Siempre es así cuando tienen
miedo. Tienen miedo de mi muerte. El
miedo apesta, ¿no?
Ibiza:
Sí.
Evita:
Mierda, mierda, mierda. Lástima
que yo no esté ahí. Habría sabido como
manejarme. Si al menos yo hubiera
estado ahí, habría dado un discurso desde
el balcón. ¡Qué lastima! Hubiera sido
grandioso, mi más bello discurso. ¡Qué
fiesta me perdí, mierda! Estarían todos
eufóricos, estarían todos ahí, en racimos
de millares para aclamarme como locos.
Les habría otorgado la jubilación a los
cincuenta años y el aborto gratuito. ¡Les
hubiera dado todo, todo, todo! ¡Qué
lástima, mierda! Yo creía que iba a estar
muerta hace una semana.
Ibiza:
No se podía prever.
Evita:
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Esto
dura demasiado tiempo. Tendría que
haberme muerto a más tardar mañana.
Me imagino que no vas a comenzar la
campaña electoral justo después de mis
funerales ¿no? ¡Qué cagada de
enfermedad! Ni siquiera podemos estar
seguros de que esto terminará pronto.
Y la televisión americana, ¿están allí?
Ibiza:
Sí.
Evita:
¿Y los embalsamadores? ¿Vos
estás seguro que es el mejor? Me
dijiste que es el mismo que embalsamó
a Stalin. Pero es un español. ¿Estás
seguro que no deberíamos haber
contratado más bien a un americano?
Ibiza:
No. Es el mejor del mundo.
Evita:
¿Y las lámparas? ¿Mi idea
de poner crespón alrededor de los
focos?
Ibiza:
Todo está previsto. No pensés
más en eso.
Evita:
No, por supuesto. Me pondré a
pensar en las amapolas de Córdoba.
Pero escuchen bien, aunque me cago
en el resto, yo quiero estar en la CGT
y no en cualquier lugar, en el gran
anfiteatro. ¡Y quiero quedarme siempre
allí! ¡No quiero estar en un mausoleo!
¿Me escuchaste bien? Lo dije muy
clarito en el mensaje que debe ser
difundido antes de las elecciones. ¡Si
ustedes me ponen en otra parte les
hago cagar las elecciones!
Ibiza:
Vas a estar en la CGT.
Evita:
Y mis vestidos alrededor. ¡Todo
lo que hay adentro de las valijas lo
quiero en las vitrinas a mi alrededor!
¡Y todas mis joyas! Y cada año para
mi aniversario ustedes agregarán otras.
Ya elegí los brillantes en Cartier; creo
que hasta están pagos. Mierda, siento
que reviento. Llamen a la enfermera.
Estoy mal.
Ibiza:
Vení a descansar.
Él la ayuda a salir.
Evita:
No. Quiero quedarme acá. No
quiero morir en una cama.
Ibiza:
Vos no te vas a morir todavía.
Vení, vení.
La enfermera entra, toma su estuche,
vuelve a salir. Ibiza entra. La madre
entra.
Madre:
¿Está mal?
Ibiza:
Tiene cáncer.
Madre:
Dios mío.
Ella sale.
Ibiza:
A la vieja no hay que perderla
de vista. No le vas a ver más el pelo,
ella va a tener mucho miedo de
quedarse en la Argentina. Es capaz
de vender sus memorias a Life, hay
que hacerla vigilar. Después de su
muerte, yo me iré de aquí. Después
de las elecciones, por supuesto. Me
iré a vivir a Cuba, o a España. Vos
me vas a dar guita. Yo no descuidé
nada, hice bien mi trabajo. ¿Sabés
que ella cambia las ampollas de morfina
por ampollas de agua destilada?
Perón:
Calláte.
Ibiza:
Que yo hable o me calle, no
cambia nada. Sin el cáncer ella hubiera
tomado el poder. Y yo la hubiera
seguido, lo sabés bien. Vos estás
cansado, ella no. Es por eso que me
voy. Vení conmigo, si querés. De
todas maneras vos estás demasiado
cansado para quedarte.
Madre (entra):
¿De qué hablaban ustedes?
Perdí mis anteojos. Mala
suerte. Usted no me ha traído mis
revistas, ¿no? Yo estaba segura.
Dígame, Perón. Ya que Eva está en
su habitación aprovecho para decirle
lo que quería. Yo hice como que
venía a buscar mis anteojos porque
ella me vigila. Dejó la puerta de su
habitación abierta para ver si yo
salía. Le dije que venía a buscar mis
anteojos. Diga, Perón ¿me escucha?
Yo voy a regresar a Europa. Perón,
¿usted me va a dejar?
Perón:
Sí.
Madre:
Ya sabía, gracias. Usted sabe
todo lo que Eva habla. No sé
absolutamente nada de lo que ella
pudo contarle de mí, pero usted ve,
por ejemplo, que me trata siempre
como si yo fuera una mujer de la calle,
ve, ¡pero eso no es cierto! Le gusta
hacer creer a la gente que yo soy
cualquier cosa y no es cierto. Hice todo
lo posible para criarla como se debe,
sólo Dios sabe lo que hice. Sé que lo
aburro pero déjeme terminar, Perón.
No soy una sentimental, ¿entiende? No
voy a dejar de vivir porque ella se
muera, no es justo. Pero ella ha dejado
una imagen de mí como si yo fuera
lo peor de lo peor y no es cierto, Perón.
Usted no puede imaginarse todo lo
que yo hice para criarla. A los quince
años ella tomó la calle, y yo ¿qué
le iba a hacer? ¿Usted sabe los esfuerzos
que hice para criarla? ¡La mandé a las
mejores escuelas! Sólo vivía para ella,
Perón, créame. Cuando ella nació yo
no sabía ni siquiera hablar el español,
no sabía más que el indio (2). Entonces,
ve todo lo que hice por ella.
Ibiza:
Usted es shakespeariana, sí,
sí.
Madre:
Sé que lo aburro, Perón.
Discúlpeme. (Mirando a Ibiza) Y usted,
yo no hablaba con usted, así que me
parece ridículo que se me cague de
risa en la cara. Todavía está drogado,
¡eso se nota!
Enfermera (entra):
Señora, señora, su hija
la llama.
Madre:
¿Vió? ¡Ella me espía!
La madre sale. La enfermera sale.
Voz de Evita:
¡No quiero! ¡No quiero!
¡No quiero! ¡No! ¡No quiero!
¡Suéltenme!
Ibiza:
Si me dan ganas de salir a pasear
por Buenos Aires en la noche, puedo
hacerlo, no me reconocen nunca, tengo
un rostro neutro. Me di cuenta que tomo
siempre el mismo ómnibus para volver.
Al principio pensaba que miraba la
ciudad, la gente: me decía a mí mismo
que yo observaba lo que pasaba. Pensaba
que ésa era la razón por la cual yo salía.
Me detengo siempre en el bar del Ciervo,
tomo siempre un cognac en la barra,
cuando llueve dejo mi impermeable en
la entrada... Recuerdo un día que fuimos
a nadar con Eva, hace seis o siete años.
Hicimos un rodeo para pasar por la cima
de la colina. Queríamos saber si podíamos
ver el horizonte como una circunferencia
alrededor de nosotros, desde la cima de
la colina. Pero no llegamos, hacía
demasiado calor, entonces nos volvimos.
Compramos un recuerdo de Córdoba al
costado de la ruta, creo que era un
caleidoscopio. ¿Sabés que has estado
muerto? ¿Sabés que pasaste dos años
encerrado en tu escritorio completamente
muerto, con un negro que te espantaba
las moscas con un abanico? ¿Sabés al
menos cuándo es que moriste, en qué
momento?
Perón:
No compramos un caleidoscopio.
No compramos nada. Eva quería comprar
una muñeca vestida con traje típico de
Córdoba pero el indio que las vendía no
quiso aceptar que le pagáramos en
dólares. Tengo una memoria excelente.
Madre (entra):
¡Otra vez perdí mis anteojos!
¿Dónde pude haberlos dejado? ¿Dónde
habré dejado mis anteojos? Se me
habrán caído por ahí. ¿Estarán por allá
esos benditos anteojos? Ibiza... pssst...
Ibiza... Evita está muy mal, usted no se
imagina en la bajeza en la que ha caído.
Creo que hay que llamar a los médicos.
¿Pero dónde habré puesto mis anteojos?
No quiero que Perón me escuche porque
se preocupará. ¿Me escucha? ¿Sabe lo
que ha hecho? Se encerró en el placard y
no quiere salir más. Dice que yo quiero
apuñalarla. Y antes de eso quiso golpear
a la enfermera con una estatuilla. Se ha
vuelto loca. ¿Sabe lo que hizo? Dibujó
todas las paredes de la habitación con
su lápiz de labios. Hizo dibujos obscenos.
Escribió por todas partes “Perón al
Cadalso”, “Perón traidor”, “Eva traidora”,
“Eva boluda”, y cosas como éstas. ¡Ay!
Ibiza, tengo ganas de llorar. Hay que
llamar a los médicos.
Ibiza:
Los médicos no pueden hacer
nada.
Madre:
¿Pero si la operaran? ¿No sería
mejor, si la operaran?
Ibiza:
No.
Madre:
Dios mío. ¿Sabe lo que dijo?
Póngase a pensar, Perón, no se enoje,
póngase a pensar, seré breve. Ya me
voy. Sólo tengo que hablar un asunto
con Ibiza. ¿Ibiza, usted sabe lo que ella
dice? Contó que tuvo un hijo y que lo
ahorcó con la cadena del baño. ¿Será
cierto?
Ibiza:
Por supuesto que no. Está
delirando.
Madre:
Sí, pero a mí esas cosas me dan
miedo. ¿Se da cuanta? ¡Verla en ese
estado! ¿Una presidenta de la República
en semejante estado? ¡Qué desgracia,
cuando pienso en su pasado! ¡Qué
desgracia, Ibiza, qué desgracia!
Ella sale.
Perón:
Es cierto que hacía mucho calor.
Pinchamos una rueda a la altura de Río
Segundo y no teníamos rueda de auxilio.
Nosotros dos fuimos a pie hasta la primera
bomba de nafta, a tres kilómetros de allí,
y Eva se quedó esperándonos en el auto.
Cuando volvimos, la encontramos dormida
bajo la sombra de un álamo, a unos
cincuenta metros del coche. Había un
perro echado al lado de ella que nos siguió
hasta el auto. Vos querías que llevarte el
perro pero lo dejamos, estaba sarnoso.
Cuando pasamos nuevamente a la altura
del álamo, encontramos al Indio que
vendía las muñecas. Acababa de instalarse
ahí con una especie de puesto de feria
lleno de muñecas y no de caleidoscopios,
como creés recordar. Yo tengo una
memoria excelente para los detalles. Nos
dijo que el perro era suyo. Él vivía solo
con el perro en un rancho desde que su
mujer y sus hijos se fueron a la ciudad.
Le dimos un par de anteojos negros, era
la primera vez en su vida que él
veía unos.
Evita, la madre y la enfermera
entran.
Evita:
¿Perón? ¿Ibiza? ¡Me muero!
¡Me muero esta noche! ¡Suélteme,
idiota! ¿Fanny está aquí? Nos quedamos
todos juntos. Perón está envenenándome.
Puso veneno en mis inyecciones,
¡cobarde! ¡Suélteme! ¡Y vos sos su
cómplice! ¡Era eso mi cáncer! ¡Siempre
supe que era eso! Quisieron operarme
por mi cáncer de matriz, por mi cáncer
de garganta, por mi cáncer de pelos,
por mi cancer de cerebro, por mi cáncer
de culo. ¡Porque yo los jodo en su
boludez de gobierno! ¡Cuando esté
muerta me va a sacar para los desfiles!
¡Cobarde! ¡Él va a gobernar sobre mi
cadáver! ¡Cobarde! ¡Van a gozar sobre
mi cadáver! ¡Cobarde! ¡Cobarde!
¡Suélteme! ¡Cobarde!
Ibiza sostiene a Evita mientras que
la enfermera le pone una inyección.
Perón sale.
Madre:
¿Por qué se va? ¿No ve que
ella está enferma? ¡No es su culpa!
Ibiza:
Cállese, idiota.
Madre:
Pero yo soy su madre, ¿no?
Ibiza:
¡Cállese!
Evita:
Cerdo, sucio de mierda, de puta,
de imbécil, de burdel, de marica.
Enfermera:
Cálmese, basta, por favor.
¿No es cierto que así está mejor?
Evita:
No me deje sola. Tengo
miedo.
Enfermera:
Hace mucho frío aquí. ¿No
siente un poco de frío? Ella
debe tener frío.
La madre se pone a buscar un chal
dentro de una valija, le cubre los
hombros.
Enfermera:
¿Está mejor así?
Madre:
Ibiza, ¿qué pasa aquí? Le ruego,
dígame la verdad. Le juro que
no se lo diré a nadie. Ibiza, ¿no será
que usted está matando a mi hija?
Ibiza:
¿Pero no se da cuanta que
ella se está muriendo de cáncer,
idiota?
Madre:
Dios mío, nunca pude entender
nada de lo que ella hace. Dios mío,
déjenla morir rápido.
Ibiza:
Cállese, idiota.
Madre:
No me voy a callar porque yo la
quiero. Porque ustedes, ninguno de
ustedes la ama. Pero yo sí la amo.
¿Entiende? ¡Usted no tiene derecho a
tratarme de idiota! Evita, Eva, ¿me
escuchás, mi amor?
Enfermera:
Déjela, señora. Ella no se
siente bien. No puede hablarle.
Madre:
Usted no tiene derecho a
tratarme de idiota. Si ella ha llegado a
esto, es su culpa Ibiza, no la mía.
Ibiza:
Si sigue hablando, le voy a
partir la jeta.
Madre:
Cuando Evita era pequeña,
me esperaba en casa con flores,
¡todos los días! ¿Usted puede decir
lo mismo? ¡Ella era pura! ¡Es su
culpa si ahora está así! Cuando yo
iba a la fábrica, porque yo trabajaba
en la fábrica, ella hacía las tareas de
la casa, me hacía de comer y me
esperaba con flores. Siempre me
abrazaba y decía “sí mamá, sí mamá”
a todos mis caprichos.
Ibiza (golpea a la madre): ¡Váyase!
¡Váyase! ¡Váyase!
La empuja para salir y sale con
ella.
Madre:
¡Cerdo! ¡Cerdo! ¡Cerdo!
Ibiza vuelve a entrar. La madre
vuelve a entrar y se queda escondida
detrás de una valija.
Evita:
La historia de las uñas, lo
hice a propósito. El color de las
uñas.
Enfermera:
Sí, señora. No es nada.
Evita:
Tiene que perdonarme.
¿Puedo tutearla?
Enfermera:
Sí, señora.
Evita:
Me ayudará a morir como una
buena partera. Es por eso que
la quiero. ¿Sabe hacer parir?
Enfermera:
Sí, señora. Sí sé.
Evita:
Tuteáme. Es por eso que yo
la he detestado todo el tiempo.
Hubiera querido arreglarme sola,
pero no tengo más fuerzas. Entonces
me vas a ayudar como una partera.
¿Cuántos años tenés?
Enfermera:
Veintiséis, señora.
Evita:
¿Veintiséis años? No tenés
que conformarte con ser enfermera.
¡Qué idea ser enfermera! Le vas a
pedir plata a Perón, prometéme.
¿Vivís sola?
Enfermera:
No, señora. Vivo con
mi padre. Es muy viejito.
Evita:
Mejor. Hay que vivir sola,
sabés. Yo espero a una amiga para
el baile, Fanny. Es Fanny Morelli,
la diputada. La conozco desde
siempre. Jugábamos en la misma
plaza, hemos hecho los mismos
cabarets, incluso fuimos a la misma
escuela, ves. Pero durante años
no pude soportarla, me daba miedo.
Es así, lo que sentía era superior
a mí, no podía hacer nada contra
eso, ella me daba miedo, y
después... yo cambié en cierto
modo ¿ves? ¿Entendés? Llega un
momento en el que yo era la más
fuerte, yo hacía todo, todo lo
que quería, entonces... entonces,
en ese punto, es natural, se vuelve
a amar a la gente del comienzo,
es natural, aunque ellos se hayan
vuelto monstruosos. Es así. La
hice nombrar diputada. Así nomás,
por placer, para probar que yo era
yo. Es así, no doy más. Me daba
placer verla vestida como yo, a
mi lado, como un mono, en la
tribuna oficial. Pobre Fanny. A
ver, cuénteme algo.
Enfermera:
¿Qué cosa, señora?
Evita:
Cualquier cosa. Un recuerdo.
Para compararlo con un recuerdo
mío, eso me haría quererla.
Enfermera:
No sé qué le puedo contar,
señora. Tengo una vida
muy común.
Evita:
Tuteáme. ¿Tenés un amante?
Enfermera:
No, señora. Pero me gusta
mucho alguien. Sin embargo
no vamos a casarnos, aunque ya
me haya entregado a él. Somos
demasiado independientes, los
dos, a pesar de que tenemos el
mismo oficio.
Evita:
¿Sabes lo que vas a hacer? Te
vas a poner uno de mis vestidos
para el baile de esta noche. Buscá
en las valijas. El que prefieras.
Madre:
Dejála tranquila, Evita. Le
hacés dar miedo.
Ibiza:
¡Váyase, idiota! ¡Váyase a
su pieza!
Él sale.
Evita:
¿Qué pensaba usted de mí,
antes de venir aquí?
Enfermera:
Yo la admiraba mucho,
señora.
Evita:
¿Y ahora no?
Enfermera:
Sí, señora. La sigo
admirando.
Evita:
¿Tu padre es peronista?
Enfermera:
Sí, señora. Mi madre también
era peronista. Me afiliaron
al partido el día que cumplí
dieciocho años. Pero mi madre
murió.
Evita:
¿Murió?
Enfermera:
Hace dos años.
Evita:
Mis cajas fuertes, ¡no es
cierto! ¡Vos no tendrás ni un
centavo! ¡Quédese conmigo, ellos
sólo esperan el momento en que
yo reviente para heredarme! Son
todos unos funebreros.
Madre:
¡Evita... ¡
Evita:
¡Andáte! ¡Andáte, basura!
Échela. ¡Andá a escuchar la radio
a ver si me muero! ¡Basura! (A la
enfermera) Ponéte un vestido,
andá ponéte un vestido.
Enfermera:
Pero... un vestido, señora.
¿Por qué? No vale la pena
que me cambie, señora.
Evita:
Para darme el gusto. Vas a
ver qué lindo que es. Buscá en la
valija grande, allí. El vestido
blanco. Ahí está la peluca que va
con el vestido en una bolsa de
plástico. Buscá, ahí.
Perón e Ibiza entran en ese
momento.
Enfermera:
¿Éste, señora?
Evita:
¿Lo encontraste? Es lindo,
¿no?
Enfermera:
Sí, señora, es muy
lindo.
Evita:
Es el más lindo. Es el que usé
para cenar con Franco, y también
para ver al Papa. Me lo ponía siempre
con el visón blanco. ¿Lo querés?
Agarrálo. Tomá también el visón.
Podés tenerlos. Te los regalo,
guardálos. Es mi vestido más caro,
y mi visón más caro. Guardátelos.
No me agradezcás, de todas maneras
me voy a morir. Acercáte. Acercáte.
Esos dos están todavía allí. ¿Qué
quieren? ¿Será que no me muero
lo bastante rápido? No tienen más
que matarme, ¡no se molesten!
Madre:
Evita, ¡no digás semejantes
barbaridades!
Evita:
Y vos, ¡tu caja fuerte en Suiza
la vas a tener pero en el culo! ¡Está
vacía, tu caja fuerte! ¡Podés correr
después! Vos, ponéte tu vestido.
¡Ponéte tu vestido! Funebrero, sé
muy bien lo que vas a hacer cuando
no me tengás más aquí para vigilarte.
Les vas a regalar todo el petróleo a
los americanos para comprarte
portaaviones. Andá a esconderte
debajo de la cama, cobarde, maricón.
Yo siempre viví sola, puedo morir
sin vos. ¡La comedia termino!
¡Impotente! ¡Ponéte tu vestido!
Enfermera:
¿Pero?
Evita:
¡Ponételo! ¡Nos vamos a
divertir las dos con Fanny y los
demás! A éstos los vamos a encerrar
en sus habitaciones, que escuchen
un poco la radio.
Ibiza:
Póngase el vestido, m´hija.
La enfermera se cambia el vestido
ayudada por la madre.
Perón:
Eva, quisiera que me escuchés
un momento. Yo no me presentaré
para las elecciones. Abandono el
poder.
Evita:
Dejá de decir boludeces. ¿Por
qué?
Perón:
Porque ya no siento más ningún
sufrimiento. No sufro ni siquiera
por tu muerte. Estoy vacío. Hace
mucho tiempo que vos sufrís en
mi lugar, y eso me permitía
gobernar. Cuando vos no estés
más aquí, no habrá más nadie en
el poder. Aunque yo me haya
secado como un viejo puedo
comprender esto.
Evita:
Pará de decir boludeces. Ya se
te va a pasar en unos días. Pará
de decir boludeces, cretino; hay
que esperar. Ya va a pasar.
Evita:
Mostráme. ¡Te queda muy bien!
Perón sale.
Enfermera:
Yo soy bastante más alta...
Evita:
No, no. Acercáte. Date vuelta.
Te queda bien, te queda mejor
que a mí. Es cierto. ¿Mamá,
puedo pedirte que hagás algo
por mí?
Madre:
¿Qué?
Evita:
Andá a tu habitación.
Madre:
¿Vos no me querés, Evita?
Evita:
Yo no tengo nada en contra
tuya. ¿Qué querés decir?
Madre:
Quiero decir que me rechazás,
lo sé. Pero hay muchas cosas
que no fueron por mi culpa. A mí
también hay que comprenderme.
Evita:
¿No te he dado siempre toda la
guita que querías?
Madre:
Sí.
Evita:
Entonces, andá a tu habitación.
Madre:
Vos me rechazás porque creés
que yo no sufro al ver que te estás
muriendo. Pero sufro mucho. Me
duele mucho, Evita. Cuando tuviste
difteria lloré durante una semana.
Vos no te acordás porque eras muy
chiquita. Sos lo único que amo en
el mundo. La caja fuerte, el número
que me diste, ¿era verdad o fue
una broma?
Evita:
Es verdad, boluda. Andá a tu
habitación.
Madre:
Gracias, Eva.
Ella sale.
Evita:
Ayudáme a levantarme. Tengo las
piernas entumecidas. ¡Ay! ¿Qué es
lo que quería decir? Dejá que me
apoye en vos, con ese vestido es
como si me apoyara en mí misma,
vos sabés, así me da menos
vergüenza estar en semejante estado.
Mirá mi anillo. ¿Te gusta? Es una
esmeralda corazón de cotorra.
Tomá, te lo regalo. Tomá.
Enfermera:
Gracias, señora. Es muy lindo.
Evita:
Me lo regalaron durante un viaje
a las Indias, yo había ido allí
para firmar contratos.
Enfermera:
Es realmente magnífico, señora.
Evita:
Te gustan las joyas, ¿no? Tomá
esto también. Y el collar. Tomá,
tomá no me agradezcás. A mí
ya no me sirven más. Con esto
te armarás un pequeño ajuar.
Te gusta la guita, ¿no? ¿Sabés
lo que vas a hacer, cuando yo me
muera? Vas a ir a vivir con mi
mamá a Europa. Ella tiene
casas, autos, todo lo que hace
falta. Podés hacerte pasar por
su hija y conseguirte un marido.
¿Sos virgen?
Enfermera:
No, señora.
Evita:
Mucho mejor. Es muy linda la
vida, ¿sabés? No hay que
conformarse con ser enfermera.
Esperá, mierda, me muero.
Ayudáme a sentarme. Quedáte
aquí. Quedáte aquí. Quedáte
aquí. ¿No tenés frío? ¿Querés
ponerte mi visón?
Enfermera:
No, señora.
Evita:
¡Que harta que estoy! ¿Ibiza,
estás acá?
Ibiza:
Sí.
Evita:
¿Me tenés miedo?
Enfermera:
No, señora. No le tengo miedo.
Evita:
¿Ibiza? Estoy harta, mi viejo.
¿Está todo listo? No me refiero
a los funerales sino al ambiente,
¿el clima está listo?
Ibiza:
Está listo.
Evita:
Ya me lo olía. Entonces es el
fin. ¡Qué harta que estoy de
este cáncer, mierda, qué mala
jugada! El cáncer es tu culpa.
O culpa de Perón, culpa de
ustedes dos, pero no la mía.
Ibiza:
¿Qué querés decir?
Evita:
Ustedes me dejaron caer
completamente sola hasta el
fondo del cáncer. Son unos
canallas. Me volví loca y estaba
sola. Ustedes me ven morir
como vaca en el matadero.
Dejáme hacer, yo quiero estar
con vos, no tengás miedo. Me
volví loca, loca como aquella
vez que hice regalar un auto
de carrera a cada puta y ustedes
me dejaron hacerlo. Loca. Y ni
vos ni él me dijeron nunca que
pare. Hasta mi muerte, hasta la
puesta en escena de mi muerte,
tuve que hacerla completamente
sola. Sola. Cuando yo iba a las
villas y repartía bolsas de billetes
dejaba allí todo, mis joyas y mi
auto y hasta el vestido que llevaba
puesto y volvía como una loca
completamente desnuda, en taxi,
sacando el culo por la ventanilla,
ustedes me dejaron hacerlo. Como
si yo ya estuviera muerta, como
si no fuera más que el recuerdo
de una muerta. Es todo lo que
quería decir, mi viejo. Sos muy
bella, ¿sabés? Tenés un pelo
hermoso... Pero no deberías
teñírtelo, eso es malo para el
cabello a la larga, ¿sabés? Dejáte
hacer, mi amor, dejáte hacer.
Dame, Ibiza.
Ibiza:
Dejáme hacer.
Evita:
No, esperá. Esperá... No tengas
miedo, mi amor, no tengas miedo,
mi amor... quedáte así... acá. ¿Te
gusta, eh?, acá... acá... acá... es el
fin, estoy lista.
Ibiza apuñala a la enfermera
ayudado por Evita.
Evita:
Dios mío, qué largo que fue.
¿Fanny espera todavía en el
sótano? Voy a bajar sola. Todas
estas inyecciones me enfermaron.
Estoy muerta. ¿Mamá...?
¡Mamá! Vení aquí.
Voz de la madre:
¡Dejáme tranquila! ¡Dejáme
tranquila! ¿Me oís? Yo no quiero
ver nada.
Evita:
¡Vení a decirme adiós, vieja
zorra!
Voz de la madre:
¡Reventá, cerda! ¡Hija de puta!
¡Moríte!
Evita:
Andá a buscarme la capa de la
enfermera. No puedo correr el
riesgo de ser reconocida. Y su
cofia. Traé también su cofia.
Ibiza sale. Vuelve a entrar con
la capa y la cofia.
Evita:
¿Creés que debería llevarme los
diamantes? No, que sean
expuestos. De todas maneras, no
me los pondré más. O tal vez sí,
los llevaré para Fanny, eso le
gustará. Vos te quedás ¿no? Sí,
yo sabía que vos te ibas a quedar.
A él, cuidálo, es un débil. Hay
que sostenerlo todo el tiempo.
Dame la capa, por favor. El
cáncer fue idea tuya. No sé como
explicarlo, pero estoy segura de
que fue tu idea. A mí no se me
hubiera ocurrido inventar
semejante enfermedad. ¿Entendés?
No entendés. Mala suerte. ¿Dónde
está tu cofia? (Perón entra) ¿No
entendés? Como cuando éramos
pequeños e íbamos a comprar
Cinzano para mamá a lo de un
almecenero que era tuerto, creo
¿te acordás? Él me hacia pasar a
la trastienda y me tocaba, ¿te
acordás?, y luego nos repartíamos
el dinero del Cinzano. Llegó al
extremo de algo atroz, ese tipo,
algo atroz, atroz. No me tocó
nunca. Lo único que hacía era
hablarme. No sé por qué te decía
que él me tocaba; él me contaba
su vida y poco a poco me volví
como él, entendés, no puedo más.
Es así, no puedo más. ¿Nunca más
volviste a pasar por esa calle?
Me pregunto si él está todavía
ahí.
Ibiza:
¿El almacenero? No está más.
Evita:
Estaba segura. ¿Murió?
Ibiza:
No sé.
Evita:
Estoy segura de que murió. Sabés,
creo que voy a dejar los diamantes.
Prefiero que sean expuestos.
Evita sale. Ibiza acuesta el cuerpo
de la enfermera sobre una valija,
Le pone una peluca. Ibiza sale.
Entran: periodistas, ministros,
monjas, mirones, fotógrafos,
embajadoras, los niños cantores
de la cruz patagónica, milagreros,
cosmetólogos, embalsamadores,
eclesiásticos, estudiantes,
sindicalistas, hijas de la revolución
peronista, enfermeras llevando
cirios y coronas de flores
artificiales.
Perón:
Eva Perón se ha apagado. Decreto
una semana de duelo nacional al
término de la cual tendrán lugar
sus funerales. Sus restos descansarán
en la Confederación General de los
Trabajadores; ésta ha sido su voluntad.
señores, rueguen para que su alma
descanse en la paz del Señor. Aquélla
a quien llamamos la madre de los
humildes, la que sacrificó su vida
para aliviar la desgracia de los
desheredados de la tierra, aquélla
que nos ayudó con su clarividencia
y con su fuerza de carácter en los
momentos más difíciles que
nosotros –nuestra patria y nosotros
mismos— hemos atravesado,
aquélla que fue nuestra compañera
por voluntad de Dios, nuestra
compañera infatigable en todos
los instantes de nuestra ardua tarea
a la cabeza de la patria, Eva Perón,
fue golpeada por la más atroz de
las enfermedades. Para nosotros,
que la acompañamos con nuestro
amor durante el largo calvario
hasta su muerte, nos será difícil,
nos será imposible no rebelarnos,
en nuestro fuero íntimo, contra
esta injusticia del destino. Sí,
Evita es irreemplazable. ¿Quién,
como ella, sabría inmolar su
vida y su generosidad de mujer
por la causa obrera, del campesino,
del oprimido? Hombres y mujeres
de mi patria, tratemos de interpretar,
una vez más, la voluntad divina.
Eva Perón no ha muerto, está más
viva que nunca. Hasta hoy la hemos
amado, a partir de hoy adoraremos
a Evita. Su imagen será multiplicada
hasta el infinito en pinturas y
estatuas para que su recuerdo
permanezca vivo en cada escuela,
en cada lugar de trabajo, en cada
hogar. Desde lo alto de su pedestal,
la fuerza invencible de su destino
ejemplar nos dará coraje, más que
nunca, para continuar la tarea, la
dura tarea a la cual hemos dedicado
nuestras vidas: condenar la riqueza
injusta, dar pan al pobre, construir
una sociedad nueva en la que
cada hombre y cada mujer
encontrarán su felicidad en el
trabajo y en el amor a la patria.
Eva Perón, señores, ¡está más viva
que nunca!
Perón sale. La madre pasa sostenida
por personas que la abanican y la
fotografían.
Madre:
Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios
mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío.
Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios
mío.
Fin.
Copi
NOTAS
(1)
Entre los posibles significados del verbo francés “chasser” encontramos por una parte, “echar”; por otra parte, “cazar”. Consideramos que el texto puede traducirse y, por lo tanto interpretarse, atendiendo a los diferentes matices y significados, que una u otra de las acepciones señaladas, implican. A nuestro juicio, también podría traducirse: “Si lo pescan a Perón...”, usando “pescar” en lugar de “cazar” por ser de uso más frecuente en nuestra lengua. De todas formas la ocurrencia del verbo en el texto instala la ambigüedad, en tanto efecto de sentido. (Nota del Traductor)
(2)
Más allá del efecto irónico que produce la palabra “Indien” (indio) en este contexto, consideramos pertinente hacer una aclaración de tipo informativa. “Indien” puede relacionarse, entre otras cosas, con el pueblo donde nació la madre de Eva y, por supuesto, Eva, es decir, Los Toldos, un pueblo de la provincia de Buenos Aires. El lugar se llama así a causa de los indios y sus tolderías. Cuenta la escritora Alicia Dujovne Ortiz en su biografía sobre Eva Perón que Eva tuvo contacto con los indios los cuales “vivían a medio camino entre la estancia La Unión, propiedad de su padre Juan Duarte y el pueblo, Los Toldos”. Los indios “eran carreteros y trabajaban para Juan Duarte. (...) Se llamaban Coliqueo. Su presencia en la provincia de Buenos Aires no era nada corriente (...) los Coliqueo eran mapuches originales de Chile. Se habían instalado en la región en 1862. Su cacique, Ignacio Coliqueo, se había enrolado con su tribu en el ejército del general Urquiza que venció al tirano Rosas (...) Así que después de ayudar a derrocar a Rosas, lo Coliqueo fundaron un pueblo, destruido dos veces por otras tribus iguales, pero rosistas, en el sitio que habría de llamarse Los Toldos.” (Ver Dujovne Ortiz, Alicia. Eva Perón. La Biografía. Bs. As., Aguilar, 1995, pp. 16-17.) (Nota del Traductor)